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La relacin entre Venezuela y Colombia, dinamitada a raz del cierre

fronterizo ordenado por Nicols Maduro, debe volver cuanto antes a los
cauces de normalidad por el bien no solo de ambos pases, sino de la
estabilidad en toda la regin. La llamada a consultas de embajadores
paso previo a la ruptura de relaciones es una seal que indica la
gravedad del desencuentro.
Bogot ha visto cmo en una semana la frontera comn era cerrada de
forma unilateral por orden de Maduro, un millar de colombianos
residentes en Venezuela eran deportados de forma expeditiva y otros
4.000 regresaban cruzando precariamente la frontera y denunciando
hostigamiento por parte de las fuerzas venezolanas. Adems, el
defensor del pueblo colombiano fue objeto de un sonoro plantn por
parte del gobernador venezolano del Estado fronterizo de Tchira en una
reunin que deba tratar de los refugiados colombianos.
Aun en el caso de que Maduro tuviera razn en cuanto a la inestabilidad
que genera el contrabando en la zona fronteriza la razn aducida para
el cierre, esto no justifica en absoluto las medidas que ha adoptado. La
deportacin sin proceso de ciudadanos colombianos es completamente
inaceptable en los usos habituales entre pases amigos y el envo de
tropas a la zona por donde huyen los refugiados tampoco constituye
precisamente un gesto amistoso.
La tentacin de apelar al enemigo o al conflicto exterior es recurrente en
los regmenes que atraviesan grandes dificultades internas. Sera
deseable que Maduro no cayera en ella. En la otra parte de la frontera, la
respuesta de Colombia debe ser mesurada y con perspectiva. Bogot se
encuentra centrada en unas cruciales conversaciones de paz con la
guerrilla, mientras el Gobierno venezolano debera hacer todo lo posible
para garantizar el correcto desarrollo de las elecciones de diciembre. Lo
ltimo que necesita Sudamrica es un conflicto incontrolado entre estos
dos pases.

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