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cual podria ser conocido y convertirse en reconocible- mente humano, la razén que podria dar de él mismo. «GQuién eres?» No me eonoees, insiste el anonimato. Ahora qué? Leigh Gilmore, The Limits of Autobiography Aunque la teorfa social del reconocimiento insiste en la operacién impersonal de la norma cuando esta constituye la inteligibilidad del sujeto, entramos en contacto con esas normas, sobre todo, por medio de in- tercambios cercanos y vitales, en las modalidades con que se nos interpela y se nos pide que demos respues- ta ala pregunta sobre quiénes somos y cual deberia ser nuestra relacién con el otro. Dado que esas nor- mas acttian sobre nosotros en el eontexto de la inter- pelacién, el problema de la singularidad podria repre- sentar un punto de partida para entender las oportu- nidades especificas de interpelacién gracias a las eua- Jes hay una apropiacién de las normas en una moral viva. En un sentido levinasiano—aunque tal vez mas decididamente arendtiano—, Adriana Cavarero adu- ee que la pregunta que debemos hacer no es «qué» s0- ‘mos, como si la tarea no consistiera sino en lenar el contenido de nuestra condicién de personas. La pre- gunta noes primordialmente reflexiva, una pregunta que nos hacemos a nosotros mismos, como lo es para Foucault cuando se pregunta «En qué puedo conver- tirme?». A juicio de Cavarero, Ia estructura misma dé interpelaci6n a través de la cual se plantea la pregun- ta nos da una pista para entender su significacién, La pregunta principal para el reconocimiento carece de rodeos y se dirige al otro: «{Quién eres?». Y supone que tenemos frente a nosotros a otro a quien no cono- 48 ‘cemos y no podemos aprehender del todo, un otre cu- yo cardcter tinico y no sustituible impone un limite al ‘modelo de reconocimiento reciproco propuesto en el esquema hegeliano y, en términos mas generales, ala posibilidad de conocer a otro. Cavarero destaca el tipo de accion que ese acto de habla lleva a cabo y se funda en una eoneepeién arend- tiana de lo social, que aprovecha por su importancia ética. Con ese fin, cita unas lineas de La condicién hu- mana, de Hannah Arendt: «La accion y el discurso muestran una relacién tan estrecha porque el acto primordial y especificamente humano debe respon- ‘der al mismo tiempo a la progunta hecha a todo re- cig Negado: “;Quién eres?» Ba Relating Narratives, Adriana Cavarero propo- ne un enfoque radicalmente antinietzscheano de la ética en el cual, afirma, la pregunta del «quiémyplan- tea la posibilidad del altruismo. Al hablar de la «pre- gunta del quién» no se refiere a la pregunta «{Quién hizo esto a quién?>, es decir, la concerniente a la res- ponsabilidad moral estrieta. Se trata, antes bien, de una pregunta que afirma la existencia de otro que no me es del todo conocido 0 cognoscible. En el capitulo 2 de su libro, Cavarero sostiene que Arendt se concen- tra en una politica del «quién» con el objeto de esta- blecer una politica relacional, en la cual la exposicién y la vulnerabilidad del otro representen para mi una demanda ética primordial (pags. 20-9). En mareado contraste con el punto de vista nietz- scheano de que la vida esta esencialmente atada a la destruccién y el sufrimiento, Cavarero argumenta que somos, por necesidad, seres expuestos unos a 2 Hannah Arendt, The Human Condition, Chicago: University of Chieago Press, 1958, pay. 188 [Le condicién humana, Barcelona: Pai- ‘dés, 1993]; citado parcialmente en A. Cavarero, Relating Narratives, ‘op. cit, pg 20. Las referencias al ibro de Cavarero aparecerdin con la mencién del nimero de pagina en el vexto, 49 otros en nuestra vulnerabilidad y singularidad, y que nuestra situacién politica consiste, en parte, en apren- der la mejor manera de manejar —y honrar— esa constante y necesaria exposicién. En cierto sentido, esta teoria del «afuera» del sujeto radicaliza la ten- \dencia extatica de la posicién hegeliana. En opinién de Cavarero, no soy, como lo era, un sujeto interior, ce- rrado en mi mismo, solipsista y dedicado a hacer ex- clusivamente preguntas sobre mi, En un sentido im- portante, existo para y en virtud de ti. Si he perdido las condiciones de la interpelacién, sino tengo un «ti» a quien dirigirme, me he perdido a «mf misma». Cava- rero sostiene que uno s6lo puede contar una autobio- grafia a otro y hacer referencia a un «yo» unicamente en relacién con un «tx»: sin el «tt», mi propia historia resulta imposible. Segtin Cavarero, esta posicién implica una critica de las maneras convencionales de entender la sociali- dad, y en ese sentido la autora invierte la progresién que vimos en Hegel. Mientras la Fenomenologia del espiritu pasa del escenario de la diada a una teoria so- cial del reconocimiento, Adriana Cavarero estima ne- cesario fundar lo social en el encuentro diddico, sefiala lo siguiente: -E1“t6 esta antes que el nosotros, antes que el ustedes y an- tes que elellos. De manera sintomatica, el “ti” es un término {que no se siente eémodo en los planteamientos modernos y contempordneos de la étiea y la politica. Es ignorado por las doctrinas individualistas, que se preocupan en exceso por ‘elogiar los derechos del yo [7], y el “ta” queda enmascarado por una forma kantiana de ética que solo es eapaz de pre~ ssentar un yo I] que se interpela a si mismo como un “ti” co- nocido, El “ti” tampoco encuentra refugio en las escuelas de ‘pensamiento que despiertan la oposicién del individualismo; ‘en su mayor parte, estas se revelan afectadas por un vicio ‘moralista que, a fin de evitar hundirse en la deeadencia del ‘yo {f],elude Ia eontiguiiad del ti y privilegia los pronombres plurales colectivos. En efveto: muchos movimientos revo- 50 Iucionarios (que van del comunismo tradicional al feminis- mo de Ia hermandad) parecen compartir un curioso eédigo lingiistico basado en la moralidad intrinseea de los pronom- bres, El noeotroe siempre es positivo, el ustedes es un posible aliado, el ellos tiene el rostro de un antagonista, el yo {1} es impropio y el td, desde luego, es supertluo» (pags. 90-1). Para Cavarero, el «yo» encuentra no sélo tal o cual atributo del otro, sino el hecho de que este otro esta fundamentalmente expuesto, es visible, se lo ve y existe de manera corporal y necesaria en un émbito de la apariencia. Zsa exposicién que yo soy constitu- ye, por decirlo de algiin modo, mi singularidad. No puedo eliminarla a voluntad, pues es un rasgo de mi propia corporeidad y, en ese sentido, de mi vida. No obstante, no es aquello sobre lo cual. puedo tener con- trol. Podriamos recurrir a la jerga heideggeriana para explicar el punto de vista de Cavarero y deeir que na- die puede quedar expuesto en mi lugar y que, en ese aspecto, soy insustituible. Pero, jacaso la teoria social derivada de Hegel, con su insistencia en la perspecti- va impersonal de la norma, replica estableciendo mi sustituibilidad? (Soy sustituible, con referencia a la norma? Y, no obstante, como un ser constituido corpo- ralmente en la esfera publica —aduce Cavarero—, soy un ser expuesto y singular, y esto forma parte de mi publicidad, si no de mi socialidad, en igual medida que el hecho de Hegar a ser reconocible por obra de la operacién de las normas. El argumento de esta autora debilita la formula- cin nietzscheana de la agresién y el castigo, y limita ala vez las demandas que nos plantea la socialidad hegeliana; también propone una direccién posible pa- ra una teoria diferente del reconocimiento. En este punto es menester plantear al menos dos cosas. La primera tiene que ver con nuestra fundamental de- pendencia del otro: el hecho de que no podamos existir sin interpelarlo y ser interpelados por él y de que, por BL mas que lo deseemos, resulte imposible evadir nues- tra fundamental socialidad. (Como verdn, recurro aqui al plural nosotros —aunque Cavarero previene contra él— precisamente porque no estoy convencida de que debamos abandonarlo.) La segunda observa- cin limita la primera. Por mucho que cada uno de no- sotros ambicione el reconocimiento y lo requiera, no por ello somos lo mismo que el otro y no todo vale de la misma manera como reconocimiento. Si bien he sos- tenido que nadie puede reconocer a otro simplemente en virtud de aptitudes psicolégicas 0 eriticas especia- les, y que las normas condicionan la posibilidad de re- conocimiento, lo cierto es, empero, que nos sentimos més ay iadamente reconocidos por algunas perso- nhas que por otras, V esta diferencia no puede explicar- fancionamiento de la norma es variable, Cavarero de- fiende la irreductibilidad del ser de cada uno que se manifiesta en las historias distintas que tenemos pa- ra contar, de modo que cualquier intento de identifi- carse plenamente con unghosotros»colectivo sera un. fracaso obligado, La autora lo expresa asi: nuestra miento reciproco Ye Hegel, gfido que de algtin modo debo ver que el otro ‘yoy advertir que él hace el mismo reeonocimiel mucha luz en Ia habit os espejos present; Barral, 1975], se encontrard un examen de Ia transparent rminacion segtn esta linea de pensamiento 61

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