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palabra recndita de los hongos y me atemoriz el ronroneo de las plagas y los animales
enconosos, todos ellos parte de la perfecta armona. Y el canto no tena fin y ante su
arrullo mi cuerpo se marchitaba en placidez. Con dedos amorosos pas de una pgina a
otra. Hasta que di con el poema mayor.
En esta pgina las luminosas lneas no hacan letras y las letras no hacan palabras.
Hacan cabellos y ojos y una boca en discurso. Una boca amante y sufriente y viva y
muerta que cantaba y gritaba y callaba, a la vez. Y en la visin de aquel rostro pasaron
terribles horas. Las mejillas se transformaban en labios y los ojos en prominentes
narices y la boca en una hilera interminable de prpados cerrados por donde transitaba
el sueo de los infantes del mundo. Mi espritu feneca y germinaba de nuevo, mientras
las barbas del rostro se convertan en pestaas y las pupilas en botones en rosa de
piadosos senos. Entonces, en los orificios nasales un par de vaginas se abrieron y todo
se llen de yerba y crecieron magnficas enredaderas que avanzaban por el rostro del
mundo al ritmo de una imprecisa brisa que emanaba de m, el observante.