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CAPITULO 1

MÁRTIRES DE LA FE

1.1. DEFINICIÓN DE MÁRTIR.


1.1.1. En el cristianismo.

Transliteración del griego “testigo”; en especial alguien que da su vida por una causa; en usos
posteriores se aplico a los que morían a causa de su fe en Cristo en vez de retractarse de su fe.
“Testigo” se empezó a usar para aquellos que testificaban de Cristo pero no eran matados. 1

Mártir (del griego 'mártys', "testigo") es, en general, la persona muerta en la defensa de alguna
causa, con lo que da "testimonio" de su fe en ella.

En el mundo occidental de tradición cristiana, la palabra tiene históricamente connotaciones


religiosas, pues se ha considerado que un mártir era una persona que moría por su fe religiosa, y
en muchos casos era torturada hasta la muerte.

Los mártires cristianos de los tres primeros siglos después de Cristo eran asesinados por sus
convicciones religiosas (a veces eran crucificados como Cristo) de la misma manera que los
prisioneros políticos romanos o arrojados a los leones en un espectáculo circense. Sin embargo,
algunos historiadores de la Iglesia afirman que ha habido más mártires cristianos en el siglo XX
que en el conjunto de los diecinueve siglos anteriores.

En muchas ocasiones se levantan edificaciones religiosas posteriores allí donde se produjo un


martirio cristiano. 2

Los discípulos se convirtieron en testigos no tan solo de los hechos históricos de la encarnación,
muerte y resurrección de Cristo, sino también de su propia fe en Él, de la realidad de su presencia
y del cumplimiento de sus promesas (Lc 24.48; Hch 1.8). Dispuestos a testificar hasta la muerte
si era necesario, los apóstoles aportaron un nuevo sentido al significado de la palabra testigo
(cuyo equivalente en griego era mártys, de donde viene nuestra palabra “mártir”). El primer
mártir del cristianismo fue Esteban, quien selló con su sangre el testimonio de su vida y de sus
labios, el prototipo de todos los que estiman la verdad de Cristo por sobre todas las cosas. 3

1
1.1.2. En otros ámbitos.

En otros ámbitos, el término no tiene connotaciones religiosas y se utiliza con su significado


primario. Así, por ejemplo, ha sido empleado para referirse a las personas muertas en una lucha
histórica por alguna causa, como es el caso de Steve Biko o Rachel Corrie, o aquéllas cuya
muerte ha servido para galvanizar un movimiento, como es el caso de Matthew Shepard. 4

1.2. ABEL EL PRIMER MÁRTIR.

Las escrituras canónicas, según Jesús, están compuestas de la Ley de Moisés, los Profetas, y los
Salmos (Lucas 24:44). Esta división del threefold es indudablemente equivalente a las tres
divisiones de las Escrituras hebreas - la Ley, los Profetas, y las Escrituras (el cf. Capítulo 2).
Jesús también da alguna indicación acerca de los libros incluidos en el canon del antiguo
Testamento. Él habló una vez del tiempo "de la sangre de Abel a la sangre de Zacarías que
pereció entre el altar y el santuario" (Lucas 11:51), refiriéndose así a los mártires del antiguo
Testamento. El primer mártir del Antiguo Testamento, claro, era Abel y el último mártir era
Zacarías (el cf. II Chron. 24:20-21). Será tenido presente, ya que se ponen las Crónicas al final de
la Biblia hebrea. Así el Antiguo Testamento que Jesús poseyó era una colección de escrituras
que alcanzan del Génesis a las Crónicas, con todos los otros libros entre, una colección que
abraza los mismos libros que se encuentran en nuestro el Antiguo Testamento en nuestros días.
Al final del primer siglo los líderes judíos de Jamnia (localizada cerca de la costa de Palestina)
especificaron estos libros como las Escrituras autoritarias. 5

1.3. ZACARÍAS.

El nombre Zacarías aparece muchas veces en la Biblia: Zacarías el profeta menor, Zacarías hijo
de Joiada, quien fue apedreado por mandato del Rey Joás (2 Crónicas 24:20-22), Zacarías el
padre de Juan el Bautista, así como otros 25 que la Escritura menciona con ese nombre. Entre los
escritos de los críticos de la Biblia, un Zacarías en particular sobresale más que los otros—el
Zacarías que Mateo 23:35 registra, a quien Jesús mencionó en su condenación de los fariseos
hipócritas. Supuestamente, Jesús (o Mateo) se equivocó al hacer referencia que los judíos

2
mataron a “Zacarías hijo de Berequías...entre el templo y el altar” (énfasis añadido). El escéptico
Dennis McKinsey dice que este Zacarías “es realmente el hijo de Joiada como 2 Crónicas 24:20
demuestra.... El nombre Berequías no se encuentra en el Antiguo Testamento” (2000, p. 30).

Ciertamente, 2 Crónicas 24:20 menciona a “Zacarías hijo de Joiada” que fue apedreado “en el
patio de la casa de Jehová” (24:21). Pero ¿estuvo Jesús haciendo referencia a este Zacarías en
particular cuando reprendió a los fariseos duros de corazón? Es posible que lo estuviera
haciendo, pero todavía no existe contradicción. En tiempos antiguos, la gente frecuentemente
tuvo más que un nombre. El suegro de Moisés fue conocido como Reuel y Jetro (Éxodo 2:18;
3:1). Gedeón adquirió el nombre Jerobaal después de destruir el altar de Baal (Jueces 6:32; 7:1;
8:29,35). En 2 Reyes 15, al padre del Rey Jotam se le llama Azarías (vs. 7) y Uzías (vs. 32). Los
nombres son diferentes, pero hacen referencia a la misma persona (cf. 2 Crónicas 26:1-23; Isaías
1:1). A veces se le llama al apóstol Pedro, Simón, Pedro y Cefas (Mateo 14:28; 16:16; 17:25;
Juan 1:42; 1 Corintios 1:12).

La gente ha usado nombres múltiples por siglos. En tiempos modernos, la mayoría puede pensar
en diferentes personas a quienes se les conoce por nombres diferentes. Aunque la mayor parte del
tiempo mi hijo mayor responde a su segundo nombre, “Bo”, algunas veces le llamamos por su
primer nombre, “Elijah”. Otras veces, podemos llamarle por su nombre completo “Elijah Bo
Lyons”. ¿No es posible que Joiada también fuera conocido como Berequías? ¡Absolutamente! Es
interesante notar que los críticos se muestran tan seguros que Jesús cometió un error cuando ellos
mismos están acostumbrados a llamar a otras personas por varios nombres.

También puede ser posible que Joiada fuera el abuelo de Zacarías y que Berequías fuera su padre.
El término “hijo” se usa en varios sentidos diferentes en la Escritura. Aparte de usarlo para hacer
referencia a un hijo de un nacimiento real, los escritores de la Biblia lo usaron para hacer
referencia a un (1) yerno (1 Samuel 24:16; cf. 18:27), (2) nieto (Génesis 29:5), (3) descendiente
(Mateo 1:1), (4) hijo por creación, como en el caso de Adán (Lucas 3:38), (5) hijo por educación
(i.e., un discípulo—1 Samuel 3:6), etc. Después de leer Génesis 29:5, se puede pensar que Labán
era hijo de Nacor, pero Génesis 24 explica que él realmente era nieto de Nacor (24:24,29; cf.
22:20-24). Considere también a Mefi-boset. A él se le llama “hijo de Saúl” en 2 Samuel 19:24,
pero realmente era “hijo de Jonatán hijo de Saúl” (2 Samuel 9:6; 4:4). Él fue literalmente el nieto
de Saúl, pero las Escrituras hacen referencia a él una vez como simplemente “hijo de Saúl”. Estos
son solamente dos ejemplos en que la Biblia indica al lector que se usaba el término “hijo” con
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referencia a un nieto. No se puede saber cuántas veces las Escrituras usan los términos “hijo” e
“hija” en esta manera pero que a diferencia de los ejemplos mencionados anteriormente, no se
explica completamente la relación real. En realidad, Zacarías, hijo de Joiada, puede ser solamente
un ejemplo. En cuanto a esta posibilidad, el comentarista R.C.H. Lenski señaló:

Esto es posible cuando recordamos la gran edad de Joida, 130 años, y cuando recordamos sus
grandes obras, siendo muy digno de honra ser llamado su hijo. Así que en Crónicas, Zacarías
sería llamado teniendo en cuenta a su abuelo ilustre, pero en Mateo teniendo en cuenta a su padre,
habiéndose preservado el nombre del padre a través de la tradición judía o en los registros
genealógicos. Los judíos también frecuentemente llamaban a un hombre el hijo de un antepasado
poderoso, especialmente cuando el último todavía estaba vivo (1961, p. 920).

Aunque es posible que Zacarías fuera el hijo de Berequías y el nieto de Joiada, y aunque puede
también ser posible que Berequías y Joiada fueran la misma persona, el hecho es que Jesús pudo
no haber estado haciendo referencia a “Zacarías hijo de Joiada” (2 Crónicas 24:20) en Mateo
23:35. Realmente, nadie puede probar que “Zacarías hijo de Joiada” fue el mismo Zacarías que
Jesús mencionó en su reprimenda a los fariseos. También se puede argumentar razonablemente
que el profeta a quién Jesús hizo referencia fue realmente Zacarías el profeta menor, quien
predicó durante los días de Esdras (Esdras 5:1), algo de 400 años después de Zacarías hijo de
Joiada. De hecho, a diferencia del comentario de McKinsey que “el nombre Berequías no se
encuentra en el Antiguo Testamento” (2000, p. 30), realmente se le llama a Zacarías, el profeta
menor, “hijo de Berequías, hijo de Iddo” (Zacarías 1:1; cf. Esdras 5:1; 6:14). Aunque los
escritores del Antiguo Testamento no registraron su muerte, Jesús hubiera sabido cómo murió, y
también se hubiera sabido esto por medio de la tradición judía.

Se debe tener en cuenta que el Antiguo Testamento no es la única fuente para la información del
Nuevo Testamento en cuanto a lo que pasó desde la creación hasta la venida de Cristo. Los
escritores del Nuevo Testamento fueron inspirados por Dios (cf. 2 Pedro 3:16; 1 Corintios 14:37;
Juan 16:13). ¿Cómo supo Pablo que “Janes y Jambres resistieron a Moisés” (2 Timoteo 3:8,
énfasis añadido) si no se dieron en el Antiguo Testamento los nombres de estos magos de
Faraón? ¿Cómo supo Judas que el arcángel Miguel y el diablo “disputaron por el cuerpo de
Moisés” (Judas 9) si ningún escritor del Antiguo Testamento mencionó tal evento? Pablo y Judas
supieron estos hechos por tradición y los registraron por inspiración, o Dios milagrosamente les
reveló esta información. De igual manera, en Mateo 23:35 Jesús simplemente pudo haber hecho
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referencia a la muerte de uno de los últimos profetas, que no se registró en el Antiguo
Testamento, pero que ambos, Dios y la tradición judía, conocían.

Arriesgándonos a ampliar el punto que existen varias explicaciones razonables para el enunciado
de Jesús que Mateo 23:35 registra (y demostrar que los escépticos están siendo deshonestos
cuando declaran que este pasaje es erróneo), se debe discutir dos o más explicaciones posibles.
Primero, muchos suponen que Jesús estuvo haciendo referencia a un mártir del Antiguo
Testamento llamado Zacarías. Sin embargo, cuando analizamos más profundamente los
comentarios de Jesús parece que esto no es así. Él reprendió a los fariseos, diciendo:

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y
adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros
padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. Así que dais testimonio
contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. ¡Vosotros
también llenad la medida de vuestros padres! ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo
escaparéis de la condenación del infierno? Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y
escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y
perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha
derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de
Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá
sobre esta generación (Mateo 23:29-36, énfasis añadido).

Note que Jesús habló a Sus enemigos del primer siglo, diciendo, “matasteis” a Zacarías, hijo de
Berequías (Mateo 23:35, énfasis añadido). Al leer rápidamente este pasaje, sin asumir que
Zacarías fue uno de más de dos docenas de Zacarías en el Antiguo Testamento, podemos llegar a
concluir que los fariseos mismos habían matado a un hombre justo llamado Zacarías. Puede ser,
como Burton Coffman concluyó, 6

...que Cristo aquí hizo referencia a algún homicidio perpetrado secretamente, no por los
antepasados de estos hombres, sino por ellos.... Cristo trató de conmoverlos con este último rayo
de verdad, pero incluso eso falló. El hecho que no se haya registrado este homicidio en el
Antiguo Testamento o en el Nuevo Testamento, que no fuera de conocimiento general en los días
de Cristo, y que no se desarrollaran tradiciones con referencia a esto, no es un problema en
absoluto, sino señala directamente a los fariseos y muestra su eficacia para cubrir sus obras malas

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y esconderlas del público en general.... También es evidencia de su depravación el hecho que
ninguno de ellos confesara esto, ¡incluso después de que quien conocía sus pensamientos lo
revelara públicamente! Su secreto de culpabilidad fue a la tumba con ellos, excepto por este rayo
de luz de los labios de Cristo, quien lo reveló con motivo de sentenciarlos al infierno por su
maldad. 7

CAPITULO 2
MARTIRIO DE LOS APÓSTOLES DE JESUCRISTO

2.1. EL MARTIRIO DE ESTEBAN (35 – 50).

San Esteban fue el siguiente en padecer. Su muerte fue ocasionada por la fidelidad con la que
predicó el Evangelio a los entregadores y matadores de Cristo. Fueron excitados ellos a tal grado
de furia, que lo echaron fuera de la ciudad, apedreándolo hasta matarlo. La época en que sufrió se
supone generalmente como la pascua posterior a la de la crucifixión de nuestro Señor, y en la
época de Su ascensión, en la siguiente primavera.

A continuación se suscitó una gran persecución contra todos los que profesaban la creencia en
Cristo como Mesías, o como profeta. San Lucas nos dice de inmediato que «en aquel día se hizo
una grande persecución en la iglesia que estaba en Jerusalén», y que «todos fueron esparcidos por
las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles».

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Alrededor de dos mil cristianos, incluyendo Nicanor, uno de los siete diáconos, padecieron el
martirio durante «la tribulación que sobrevino en tiempo de Esteban». 1

Esteban era de origen judío. Su nombre significa: "coronado" (Esteb: corona)  Dio honra a su
nombre coronando su vida con el martirio.

Se le llama "protomártir" porque tuvo el honor de ser el primer mártir que derramó su sangre por
proclamar su fe en Jesucristo. Se desconoce por completo su conversión al cristianismo. La S.
Biblia se refiere a él por primera vez en los Hechos de los Apóstoles. Narra que en Jerusalén
hubo una protesta de las viudas helenistas (de origen griego).  Las viudas decían que, en la
distribución de la ayuda diaria, se les daba más preferencia a los que eran de Israel, que a los
pobres del extranjero. Cuando esa comunidad creció, los apóstoles, para no dejar su labor de
predicar, confiaron el servicio de los pobres a siete ministros de la caridad llamados diáconos
(que significa "ayudante", "servidor", grado inmediatamente inferior al sacerdote). Estos fueron
elegidos por voto popular, por ser hombres de buena conducta, llenos del Espíritu Santo y de
reconocida prudencia. Los elegidos fueron Esteban, Nicanor y otros. Esteban además de ser
administrador de los bienes comunes, no renunciaba a anunciar la buena noticia. La palabra del
Señor se difundió y el número de discípulos se multiplicó extraordinariamente en Jerusalén;
también un gran número de sacerdotes se sometieron a la fe.

Esteban hablaba de Jesucristo con un espíritu tan sabio que ganaba los corazones y los enemigos
de la fe no podían hacerle frente. Al ver los ancianos la influencia que ejercía sobre el pueblo, lo
llevaron ante el Tribunal Supremo de la nación llamado Sanedrín y, recurriendo a testigos falsos
que lo acusaron de blasfemia contra Moisés y contra Dios.  Estos afirmaron que Jesús iba a
destruir el templo y a acabar con las leyes, puesto que Jesús de Nazaret las había sustituido por
otras. Todos los del tribunal, al observarlo, vieron que su rostro brillaba como el de un ángel. Por
esa razón, lo dejaron hablar, y Esteban pronunció un poderoso discurso recordando la historia de
Israel.

Contenido del discurso de Esteban: (Hechos 7, 2-53).

Demostró que Abraham, el padre y fundador de su nación, había dado testimonio y recibido los
mayores favores de Dios en tierra extranjera; que a Moisés se le mandó hacer un tabernáculo,
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pero se le vaticinó también una nueva ley y el advenimiento de un Mesías; que Salomón
construyó el templo, pero nunca imaginó que Dios quedase encerrado en casas hechas por manos
de hombres. Afirmó que tanto el Templo como las leyes de Moisés eran temporales y transitorias
y debían ceder el lugar a otras instituciones mejores, establecidas por Dios mismo al enviar al
mundo al Mesías.

Demostró no haber blasfemado contra Dios, ni contra Moisés, ni contra la ley o el templo; que
Dios se revela también fuera del Templo. Confrontó a sus acusadores con estas palabras: (Hch 7,
51-54)

¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Vosotros siempre resistís al Espíritu


Santo! ¡Como vuestros padres, así vosotros! ¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres?
Ellos mataron a los que anunciaban de antemano la venida del Justo, de aquel a quien vosotros
ahora habéis traicionado y asesinado; vosotros que recibisteis la Ley por mediación de ángeles y
no la habéis guardado.

La reacción de Esteban y sus enemigos pone en relieve que se trata de una batalla espiritual, cada
bando con sus características propias: Dios y el demonio (54-60)

Al oír esto, sus corazones se consumían de rabia y rechinaban sus dientes contra él.     Pero él
(Esteban), lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que
estaba en pie a la diestra de Dios; y dijo: «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre
que está en pie a la diestra de Dios.» Entonces, gritando fuertemente, se taparon sus oídos y se
precipitaron todos a una sobre él; le echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle. Los
testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo. Mientras le apedreaban,
Esteban hacía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.» Después dobló las rodillas y
dijo con fuerte voz: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.» Y diciendo esto, se durmió.

La violencia contra Esteban se propagó contra toda la Iglesia (Hch 8,1-3).

Saulo aprobaba su muerte. Aquel día se desató una gran persecución contra la Iglesia de
Jerusalén. Todos, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y
Samaria. Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. Entretanto

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Saulo hacía estragos en la Iglesia; entraba por las casas, se llevaba por la fuerza hombres y
mujeres, y los metía en la cárcel.   

Las circunstancias del martirio indican que la lapidación de San Esteban no fue un acto de
violencia de la multitud sino una ejecución judicial.  De entre los que estaban presentes
consintiendo su muerte, uno, llamado Saulo, el futuro Apóstol de los Gentiles, supo aprovechar la
semilla de sangre que sembró aquel primer mártir de Cristo. 2

A hora entramos en una época de la historia de la iglesia cristiana que a pesar de su brevedad,
solo quince años (35-50 d.C.), es de suma importancia. En ese tiempo se decidió la gran cuestión
de si el cristianismo debía permanecer como una oscura secta judía o debía llegar a ser una iglesia
cuyas puertas estuvieran abiertas para todo el mundo. Cuando empezó este breve período, el
evangelio estaba limitado a la ciudad de Jerusalén y las aldeas a su alrededor. Cada miembro era
israelita ya sea por nacimiento o por adopción. Cuando terminó, la iglesia estaba muy bien
establecida en Siria y Asia Menor y comenzaba a extenderse hacia Europa. Además, sus
miembros ya no eran exclusivamente judíos, sino que predominaban los gentiles. El idioma que
se usaba en sus asambleas en Palestina era el hebreo o arameo. Sin embargo, entre su gente, el
griego se hablaba en un área mucho mayor. Veamos ahora las sucesivas etapas de este
movimiento en expansión. En la iglesia de Jerusalén surgió una queja en el sentido de que en la
distribución de fondos para los pobres, se descuidaban a las familias de los judíos griegos o
helenistas. Los apóstoles convocaron a la iglesia en asamblea y propusieron que se eligiera una
comisión de siete hombres para este servicio. Este plan se adoptó y, de los siete hombres
escogidos, el primero que se nombró fue Esteban, "un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo".
Aun cuando se escogió para un trabajo secular, Esteban pronto llamó la atención como
predicador. De la acusación en su contra cuando las autoridades judías lo arrestaron y del
contenido de su mensaje en su enjuiciamiento, es evidente que Esteban proclamó a Jesús como
Salvador, no solo a los judíos, sino también a los gentiles de toda nación. Esteban fue el primero
en la iglesia en tener la visión de un evangelio para todo el mundo y fue eso lo que le llevó al
martirio. Entre los que escucharon a Esteban y se enojaron por sus palabras, del todo repugnantes
a la mentalidad judía, estaba un joven de Tarso, de la costa del Asia Menor, llamado Saulo. Se
educó en Jerusalén bajo el gran Gamaliel, quien era un rabí o maestro acreditado de la ley
judaica. Saulo tomó parte en el asesinato de Esteban. De modo que, inmediatamente después de
la muerte de este último, llegó a ser el jefe de una terrible persecución de los discípulos de Cristo.

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Arrestaba, ataba y azotaba tanto a hombres como a mujeres. En ese tiempo, la iglesia de Jerusalén
se disolvió y sus miembros se esparcieron a otros lugares. Sin embargo, a dondequiera que iban,
Samaria, Damasco o aun tan lejos como Antioquía de Siria, se constituían en predicadores del
evangelio y establecían iglesias. De este modo, el fiero odio de Saulo se constituyó en un factor
benéfico para la propagación de la iglesia.3

2.2. JACOBO EL MAYOR.

El siguiente mártir que encontramos en el relato según San Lucas, en la Historia de los Hechos de
los Apóstoles, es Jacobo hijo de Zebedeo, hermano mayor de Juan y pariente de nuestro Señor,
porque su madre Salomé era prima hermana de la Virgen María. No fue hasta diez años después
de la muerte de Esteban que tuvo lugar este segundo martirio. Ocurrió que tan pronto como
Herodes Agripa fue designado gobernador de Judea que, con el propósito de congraciarse con los
judíos, suscitó una intensa persecución contra los cristianos, decidiendo dar un golpe eficaz, y
lanzándose contra sus dirigentes. No se debería pasar por alto el relato que da un eminente
escritor primitivo, Clemente de Alejandría. Nos dice que cuando Jacobo estaba siendo conducido
al lugar de su martirio, su acusador fue llevado al arrepentimiento, cayendo a sus pies para
pedirle perdón, profesándose cristiano, y decidiendo que Jacobo no iba a recibir en solitario la
corona del martirio. Por ello, ambos fueron decapitados juntos. Así recibió resuelto y bien
dispuesto el primer mártir apostólico aquella copa, que él le había dicho a nuestro Salvador que
estaba dispuesto a beber. Timón y Parmenas sufrieron el martirio alrededor del mismo tiempo; el
primero en Filipos, y el segundo en Macedonia. Estos acontecimientos tuvieron lugar el 44 d.C. 4

2.3. FELIPE.

Nació en Betsaida de Galilea, y fue llamado primero por el nombre de «discípulo». Trabajó
diligentemente en Asia Superior, y sufrió el martirio en Heliópolis, en Frigia. Fue azotado,
echado en la cárcel, y después crucificado, en el 54 d.C. 5

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2.4. MATEO.

Su profesión era recaudador de impuestos, y había nacido en Nazaret. Escribió su evangelio en


hebreo, que fue después traducido al griego por Jacobo el Menor. Los escenarios de sus labores
fueron Partia y Etiopía, país en el que sufrió el martirio, siendo muerto con una alabarda en la
ciudad de Nadaba en el año 60 d.C. 6

Mateo sufrió el martirio en Etiopía, habiendo muerto por una herida de espada. Juan enfrentó el
martirio cuando fue hervido en un enorme caldero de aceite hirviendo durante una ola de
persecución en Roma. Sin embargo, fue librado milagrosamente de la muerte. Entonces fue
sentenciado a las minas en la prisión de la isla de Patmos, y fue ahí donde escribió su libro
profético del “Apocalipsis”. Posteriormente, el apóstol Juan fue liberado y llevado de regreso a lo
que hoy conocemos como Turquía. Él murió muy viejo y fue el único de los apóstoles que murió
pacíficamente. 7

2.5. JACOBO EL MENOR.

Algunos suponen que se trataba del hermano de nuestro Señor por una anterior mujer de José.
Esto es muy dudoso, y concuerda demasiado con la superstición católica de que María jamás
nunca tuvo otros hijos más que nuestro Salvador. Fue escogido para supervisar las iglesias de
Jerusalén, y fue autor de la Epístola adscrita a Jacobo, o Santiago, en el canon sagrado. A la edad
de noventa y nueve años fue golpeado y apedreado por los judíos, y finalmente le abrieron el
cráneo con un garrote de batanero. 8

2.6. MATÍAS.

De él se sabe menos que de la mayoría de los discípulos; fue escogido para llenar la vacante
dejada por Judas. Fue apedreado en Jerusalén y luego decapitado. 9

Matías, el apóstol elegido para remplazar a Judas Iscariote el traidor, fue apedreado y luego
decapitado. 10

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2.7. ANDRÉS.

Hermano de Pedro, predicó el evangelio a muchas naciones de Asia; pero al llegar a Edesa fue
prendido y crucificado en una cruz cuyos extremos fueron fijados transversalmente en el suelo.
De ahí el origen del término de Cruz de San Andrés. 11

Andrés fue crucificado en una cruz en forma de “X” en Grecia. Después de haber sido azotado
severamente por siete soldados, ellos ataron su cuerpo a la cruz con cuerdas para prolongar su
agonía. Sus seguidores reportaron que, cuando él era llevado a la cruz, Andrés la saludó con estas
palabras; “Hace mucho he deseado y esperado este feliz momento. La cruz ha sido consagrada
por el cuerpo de Cristo colgado en ella.” Él continuó predicando a sus verdugos por dos días
hasta que murió. 12

2.8. SAN MARCOS.

Nació de padres judíos de la tribu de Leví. Se supone que fue convertido al cristianismo por
Pedro, a quien sirvió como amanuense, y bajo cuyo cuidado escribió su Evangelio en griego.
Marcos fue arrastrado y despedazado por el populacho de Alejandría, en la gran solemnidad de su
ídolo Serapis, acabando su vida en sus implacables manos. 13

2.9. SANTIAGO.

Santiago, el hermano de Jesús (no habiendo sido oficialmente un apóstol), el líder de la iglesia en
Jerusalén, fue arrojado de una altura de más de 30 metros desde el pináculo sureste del templo,
cuando se rehusó a negar su fe en Cristo. Cuando descubrieron que sobrevivió a la caída, sus
enemigos lo golpearon con un garrote hasta matarlo. Este fue el mismo pináculo donde Satanás
había llevado a Jesús durante la tentación.

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2.10. BARTOLOMÉ.

También conocido como Natanael, fue misionero en Asia. Él testificó en lo que hoy es Turquía y
fue martirizado por su predicación en Armenia, donde fue desollado con un látigo hasta morir.

2.11. TOMÁS.

El apóstol Tomás fue traspasado con una lanza en la India, durante uno de sus viajes misioneros
para establecer ahí una iglesia. 14

2.12. PEDRO.

Entre muchos otros santos, el bienaventurado apóstol Pedro fue condenado a muerte y
crucificado, como algunos escriben, en Roma; aunque otros, y no sin buenas razones, tienen sus
dudas acerca de ello. Hegesipo dice que Nerón buscó razones contra Pedro para darle muerte; y
que cuando el pueblo se dio cuenta, le rogaron insistentemente a Pedro que huyera de la ciudad.
Pedro, ante la insistencia de ellos, quedó finalmente persuadido y se dispuso a huir. Pero,
llegando a la puerta, vio al Señor Cristo acudiendo a él, a quien, adorándole, le dijo: «Señor, ¿a
dónde vas?» A lo que él respondió: «A ser de nuevo crucificado». Con esto, Pedro, dándose
cuenta de que se refería a su propio sufrimiento, volvió a la ciudad. Jerónimo dice que fue
crucificado cabeza abajo, con los pies arriba, por petición propia, porque era, dijo, indigno de ser
crucificado de la misma forma y manera que el Señor. 15

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2.13. EL MARTIRIO DE PABLO (50 – 68).

También el apóstol Pablo, que antes se llamaba Saulo, tras su enorme trabajo y obra
indescriptible para promover el Evangelio de Cristo, sufrió también bajo esta primera persecución
bajo Nerón. Dice Abdías que cuando se dispuso su ejecución, que Nerón envió a dos de sus
caballeros, Ferega y Partemio, para que le dieran la noticia de que iba a ser muerto. Al llegar a
Pablo, que estaba instruyendo al pueblo, le pidieron que orara por ellos, para que ellos creyeran.
Él les dijo que poco después ellos creerían y serían bautizados delante de su sepulcro. Hecho
esto, los soldados llegaron y lo sacaron de la ciudad al lugar de las ejecuciones, donde, después
de haber orado, dio su cuello a la espada. 16

Por la decisión del Concilio en Jerusalén, la iglesia quedó libre para r iniciar una obra mayor
destinada a llevar a toda la gente, de toda raza y de todo país, al reino de Jesucristo. Se esperaba
que los miembros judíos de la iglesia continuasen en su obediencia a la ley judaica, aunque las
reglas se interpretaban ampliamente por tales líderes como Pablo. Sin embargo, los gentiles
podían entrar al redil cristiano mediante una fe sencilla en Cristo y una vida recta, sin someterse a
requisitos legales. Para nuestra información de los sucesos que siguieron en los próximos veinte
años después del Concilio de Jerusalén, dependemos del libro de los Hechos, las cartas del
apóstol Pablo y del primer versículo de la Primera Epístola de Pedro, que a lo mejor se refiere a
países visitados por este apóstol. A estas fuentes de información pueden agregarse algunas
tradiciones, que al parecer son auténticas, del período que vino a continuación de la época
apostólica. El campo de la iglesia es ahora todo el Imperio Romano, que consistía de todas las
provincias al margen del Mar Mediterráneo y también algunas tierras fuera de sus fronteras, en
especial hacia el este. Veremos que sus miembros gentiles seguían aumentando y los miembros
judíos disminuyendo. A medida que el evangelio ganaba adeptos en el mundo pagano, los judíos
se alejaban de él y su odio se hacia cada vez más amargo. Durante esta época, casi en todas partes
eran los judíos los que instigaban persecuciones en contra de los cristianos. Durante aquellos
años, tres líderes se destacan con prominencia en la iglesia.

El principal es San Pablo, el viajero incansable, el obrero indómito, el fundador de iglesias y


eminente teólogo. Después de San Pablo, San Pedro, cuyo nombre apenas aparece en los
registros, pero que Pablo lo reconoció como una de las "columnas". La tradición nos cuenta que
el apóstol Pedro estuvo por algún tiempo en Roma, encabezó la iglesia en esa ciudad y murió allí
como mártir alrededor del año 67 d.C. El tercero de los nombres grandes de este período es el de
14
Santiago, un hermano más joven de nuestro Señor y cabeza de la iglesia en Jerusalén. Era un fiel
conservador de las costumbres judías y se le reconoce como líder entre los cristianos judíos. Sin
embargo, no llegaba al extremo de oponerse a que el evangelio se predicase a los gentiles. Este
apóstol escribió la Epístola de Santiago. Lo asesinaron en el templo alrededor del año 62 d.C. Así
es que los tres líderes de este período, además de otros muchos menos destacados, dieron la vida
como mártires de la fe.

La historia de estos años según aparecen en los últimos trece capítulos del libro de los Hechos
solo informan de la obra del apóstol Pablo. Sin embargo, es de suponer que existieran muchos
otros misioneros porque poco después del final de esta época, se mencionan iglesias en países
que Pablo nunca visitó. El primer viaje de Pablo por alguna de las provincias interiores de Asia
Menor ya se ha mencionado. Después del Concilio de Jerusalén, Pablo emprendió un segundo
viaje misionero. Con Sitas o Silvano de compañero, salió de Antioquía de Siria, visitó por tercera
vez las iglesias en el continente fundadas en su primer viaje, llegó a la costa del mar Egeo, a
Troas, el sitio de la antigua Troya, y luego se embarcó rumbo a Europa, llevando el evangelio a
ese continente. En la provincia de Macedonia, Pablo y Sitas establecieron iglesias en Filipos,
Tesalónica y Berea. Fundaron una pequeña grey en la ciudad de la cultura, Atenas, y una fuerte
congregación en Corinto, la metrópoli comercial de Grecia. Desde Corinto Pablo escribió dos
cartas a la iglesia de Tesalónica, siendo estas sus primeras epístolas. Luego navegó hacia el este a
través del mar Egeo para hacer una breve visita a Éfeso, en Asia Menor. Después fue por el
Mediterráneo a Cesárea y llegó a saludar a la iglesia madre en Jerusalén. Luego, regresó a su
punto de partida en Antioquía de Siria. En sus viajes de tres años, por tierra y mar, abarcó más de
tres mil doscientos diecinueve kilómetros. Fundó iglesias en siete ciudades importantes y abrió,
por así decirlo, el continente imperial de Europa para la predicación del evangelio. Después de un
breve período de descanso, Pablo empezó su tercer viaje misionero. Una vez más partió de
Antioquía, pero destinado a terminar en Jerusalén como preso en manos del gobierno romano. Al
principio su único compañero fue Timoteo, quien se le unió en su segundo viaje y quien
permaneció hasta el fin como su fiel ayudante e "hijo en el evangelio". Sin embargo, un buen
número de compañeros estuvieron con él antes del final de este viaje. Para comenzar, visitó las
iglesias en Siria y Cilicia. Aquí, sin dudas, incluyó su lugar de naci-miento, Tarso. Luego pasó
por su antigua ruta y visitó por cuarta vez las iglesias de su primer viaje. No obstante, después de
cruzar la provincia de Frigia, en vez de volver hacia el norte a Troas; fue rumbo al sur a Éfeso, la
metrópoli de Asia Menor. Aquí permaneció por más de dos años, la temporada más larga que

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residió en un mismo lugar durante todos sus viajes. Su ministerio tuvo gran éxito. El resultado no
solo se manifestó en la iglesia de Éfeso, sino también en la propagación del evangelio por toda la
provincia. Pablo fundó, directa o indirectamente, "las siete iglesias de Asia". De acuerdo a su
método de volver a visitar las iglesias, de Éfeso navegó a Macedonia, visitó a los discípulos en
Filipos, Tesalónica y Berea, también a los que estaban en Grecia. Al regresar, emprendió el viaje
por la misma ruta para hacer una visita final a aquellas iglesias. Después navegó a Troas y de allí
pasó por la costa de Asia Menor. En Mileto, el puerto de Éfeso, pidió que buscaran a los ancianos
de esta iglesia y les dio un conmovedor discurso de despedida. Luego emprendió de nuevo su
viaje a Cesárea y subió hacia Jerusalén. En esta ciudad terminó su tercer viaje misionero porque,
mientras adoraba en el templo, el populacho judío lo atacó. Los soldados romanos lo rescataron
y, para su propia seguridad, lo llevaron a la fortaleza llamada Antonia. El tercer viaje misionero
fue tan largo como el segundo, excepto los cuatrocientos ochenta y tres kilómetros entre
Jerusalén y Antioquía. Sus resultados más sobre-salientes fueron la imponente iglesia de Éfeso y
dos de sus epístolas más importantes. Una de estas fue a la iglesia de Roma en la que exponía los
principios del evangelio según los predicaba él mismo. La otra fue a los Gálatas, dirigida a las
iglesias de su primer viaje, donde los maestros judaizantes habían pervertido a muchos de los
discípulos. Después de su arresto, Pablo permaneció más de cinco años en la prisión: por poco
tiempo en Jerusalén, luego tres años en Cesárea y, al menos, dos años en Roma. Podemos
considerar este peligroso viaje de Cesárea a Roma como el cuarto viaje de San Pablo porque, aun
en cadenas, Pablo era un misionero que hacía uso de toda oportunidad para predicar el evangelio
de Cristo. La causa inmediata del viaje fue su petición, en calidad de ciudadano romano, de que
el emperador de Roma lo juzgara. Sus compañeros fueron Lucas y Aristarco, que pudieron haber
navegado como sus sirvientes o ayudantes. También iba a bordo un grupo de criminales
convictos que los llevaban para Roma a fin de que murieran en los juegos de gladiadores, además
de los soldados que los guardaban y la tripulación de la nave. Podemos estar seguros de que en
esa larga y peligrosa travesía, todos estos compañeros de viaje del apóstol escucharon el
evangelio. Así como en Sidón, Mira y Creta, donde la nave se detuvo, Pablo pudo proclamar a
Cristo. Sabemos que convirtió a muchos en la isla de Melita (Malta), donde después de la
tormenta se detuvieron tres meses. Al fin Pablo llega a Roma, la ciudad que por muchos años fue
la meta de sus esperanzas. Aunque se trataba de un preso en espera del proceso, tenía una casa
alquilada donde vivía encadenado a un soldado. Su primer esfuerzo fue, como siempre, alcanzar a
los judíos. Por lo tanto, celebró una reunión durante todo un día con ellos. Sin embargo, al
comprobar que solo unos pocos estaban dispuestos a aceptar el evangelio, se volvió a los gentiles.
16
Por espacio de dos años su casa fue una iglesia en la que muchos encontraron a Cristo, en
especial entre los soldados de la guardia del Pretorio. Sin embargo, su obra mayor en Roma fue
escribir cuatro epístolas que se cuentan entre los tesoros de la iglesia: Efesios, Filipenses,
Colosenses y Filemón. Hay buena razón para creer que después de estar dos años en la prisión,
Pablo fue absuelto y puesto en libertad. Bien podemos considerar los tres o cuatro años de
libertad de Pablo como la continuación de su cuarto viaje misionero. Encontramos alusiones o
esperanzas de hacer visitas a Colosas y Mileto. Si estaba tan cerca de Éfeso, como lo estaban
estos dos lugares, casi podemos estar seguros de que visitó esa ciudad. También visitó la isla de
Creta, donde dejó a Tito a cargo de las iglesias; y Nicópolis en el mar Adriático, al norte de
Grecia. La tradición declara que en este lugar lo arrestaron y enviaron de nuevo a Roma donde,
en el año 68 d.C., sufrió el martirio. A este período pueden pertenecer tres epístolas: Primera de
Timoteo, Tito y Segunda de Timoteo, su última carta, escrita desde su prisión en Roma. En el año
64 d.C., un gran incendio destruyó gran parte de la ciudad de Roma. Se ha dicho que el fuego lo
inició Nerón, el peor de todos los emperadores romanos, pero esto se discute. Es cierto que la
opinión pública acusó a Nerón de este crimen. A fin de librarse, Nerón declaró que habían sido
los cristianos los que incendiaron la ciudad. De esta manera dio comienzo a una terrible
persecución. Torturaron y mataron a miles, entre ellos San Pedro, a quien crucificaron en el año
67 d.C., y San Pablo que murió decapitado en el año 68 d.C. Estas fechas no son muy seguras; los
apóstoles pueden haber sufrido el martirio uno o dos años antes. Es una de las "venganzas de la
historia" que en aquellos jardines de Nerón, donde quemaron a multitudes de cristianos como
"antorchas vivas" mientras el emperador paseaba en su carruaje, son ahora el asiento del palacio
del Vaticano, el hogar del pontífice catolicorromano y del templo de San Pedro, el edificio más
grande de la fe catolicorromana. Cuando se celebró el concilio de Jerusalén, SO d.C., ningún
libro del Nuevo Testamento se había escrito y la iglesia dependía, para su conocimiento de la
vida y enseñanzas del Salvador, de las memorias de los primeros discípulos. Sin embargo, antes
de finalizar este período, 68 d.C., una gran parte del Nuevo Testamento estaba en circulación,
incluyendo los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, las epístolas de San Pablo y Santiago,
Primera de Pedro y tal vez Segunda de Pedro. 17

No es tan importante el cómo murieron los apóstoles. Lo que si es importante es el hecho de que
todos ellos estuvieron dispuestos a morir por su fe. Si Jesús no hubiera resucitado, los discípulos
lo hubieran sabido. Ninguno de ellos hubiera muerto por algo que ellos sabían que era mentira. El
hecho de que todos los apóstoles estuvieron dispuestos a padecer horribles muertes, rehusando a

17
renunciar a su fe en Cristo, es una tremenda evidencia de que ellos realmente presenciaron la
resurrección de Jesucristo. 18

CAPITULO 3
EL MARTIRIO EN LAS PERSECUCIONES IMPERIALES

Desde el reinado de Trajano al de Antonino Pío (96-161), el cristianismo no se reconoció, aunque


tampoco se persiguió severamente. Bajo los emperadores Nerva, Trajano, Adriano y Antonino
Pío, quienes con Marco Aurelio se les conocieron como los "cinco buenos emperadores", no se

18
podía arrestar a ningún cristiano sin una querella definida y comprobada. El espíritu de la época
era más bien pasar por alto la religión cristiana. Con todo, cuando se formulaban cargos y los
cristianos rehusaban retractarse, los gobernantes se veían obligados, aun en contra de su voluntad
a poner en vigor la ley y ordenar su ejecución. Algunos mártires prominentes de la fe durante
estos reinados fueron:

Simeón (o Simón; Marcos 6:3), el sucesor de Santiago como cabeza u obispo de la iglesia en
Jerusalén. Este también, como aquel, fue un hermano menor de nuestro Señor. Se dice que llegó a
una edad avanzada. Lo crucificaron en 107 d.C. por orden del gobernador romano de Palestina,
durante el reinado de Trajano.

Ignacio, obispo de Antioquía en Siria, estaba más que dispuesto a ser un mártir. En su camino a
Roma escribió cartas a las iglesias esperando no perder el honor de morir por su Señor. Lo
arrojaron a las fieras en el anfiteatro romano en 108 ó 110 d.C. Aunque la persecución durante
estos reinados fue menos severa de la que se desató sobre la iglesia poco después, hubo muchos
mártires además de estos dos hombres distinguidos.

El mejor de los emperadores romanos y uno de los más prominentes escritores de ética fue Marco
Aurelio, quien reinó de 161 a 180 d.C. Su estatua ecuestre aún está en pie en el lugar de la
antigua capital de Roma. Sin embargo, este buen hombre y recto gobernante, fue un encarnizado
perseguidor de los cristianos. Procuró restaurar la antigua sencillez de la vida romana y con ella
la religión antigua. Se oponía pues a los cristianos como innovadores. Muchos miles de creyentes
en Cristo eran decapitados o devorados por las fieras hambrientas en la arena. Entre la multitud
de mártires de estos años, solo mencionaremos dos.

3.1. POLICARPO DE ESMIRNA

Policarpo, obispo de Esmirna en Asia Menor, murió en 155 d.C. Cuando l o llevaron ante el
gobernador y lo instaron a maldecir el nombre de Jesucristo, contestó: "Ochenta y seis años le he
servido y todo lo que me ha hecho es bien, ¿cómo podría maldecirle? ¡Mi Señor y Salvador!" Lo
quemaron vivo en la hoguera. 1

19
Policarpo, obispo de Esmirna, fue quemado como mártir en el año 155 d.C. Poco antes de su
muerte, exclamó ante quien lo quería hacer apostatar de su fe a Cristo "Durante ochenta y seis
años he sido su siervo, y no me ha hecho mal alguno. ¿Como puedo ahora blasfemar de mi Rey
que me ha salvado?", vemos por esto, que su conversión -a edad avanzada- aconteció en el año
69 d.C. por lo cual fue contemporáneo de varios de los apóstoles, especialmente del apóstol Juan,
de quien recibió directamente sus enseñanzas, como nos da a entender su discípulo Ireneo de
Lyon, cuando escribe a Florino, un presbítero romano que había caído en la herejía del
gnosticismo, nos dice así: "Porque te vi cuando yo todavía era un niño, en el Asia interior,
desempeñando brillante papel en la corte imperial y tratando a la par de ganarte la estimación de
aquél... Puedo decir hasta el lugar en que el bienaventurado Policarpo se sentaba para dirigir su
palabra, cómo entraba en materia, y cómo terminaba sus instrucciones, su genero de vida, la
forma de su cuerpo, las pláticas que dirigía a la muchedumbre; como contaba su trato con Juan y
con los demás que habían visto al Señor y como recordaba las palabras de ellos y qué era lo que
había oído él de ellos acerca del Señor ya sobre sus milagros, ya sobre su doctrina. Todo lo cual,
como quien la había recibido de quienes fueron testigos de vista del Verbo, Policarpo lo relataba
de acuerdo a la Escrituras."

En la carta a los Filipenses, los estudiosos católico-romanos, no pueden entender porqué no se


mencione para nada a un obispo de dicha iglesia, y sin embargo si lo haga con el presbiterio.

Esta carta se podría dividir en varias partes que condensarían el pensamiento que quiere
transmitir: Por un lado su doctrina, que es un eco de lo que ya vimos con Ignacio: Un alegato
contra el docetismo (una especie de gnosticismo dualista) donde nos cuanta como Cristo se
encarnó realmente, padeció y resucitó de verdad y en carne, y no en apariencia como predicaban
los docetas. Son estos hechos los que nos justifican delante de Dios sin que lo hayamos merecido:
"Sabéis muy bien que hemos sido salvos por el don gratuito de Dios y no por nuestro méritos,
sino porque Dios lo ha querido por medio de Jesucristo" (Filipenses 1:3), esta realidad es la que
los protestantes de la reforma y de hoy en día, afirman que no se predica en el catolicismo-
romano.

La organización de la iglesia que presenta Policarpo en esta epístola está basada en el presbiterio
y se duele del caso de uno de la iglesia de Filipos, un tal Valente y su mujer que han caído en el
pecado de la avaricia y se han apartado de la iglesia. Policarpo dicta como regla en tal caso lo
siguiente: "Me contrista muchísimo el caso de ese hombre y de su mujer. Que el Señor se digne
20
en concederles arrepentimiento sincero. Vosotros proceded con moderación en este asunto y no
los consideréis como enemigos. Tenedlos como miembros enfermos y extraviados para que se
preserve intacta vuestra comunidad. Obrando así os edificáis a vosotros mismos" (Fil. 1:14)

Policarpo además reitera una serie de normas de vida cristiana contra la fornicación, la avaricia,
la homosexualidad, las herejías, etc., y así podemos entender la concordia que existía en las
comunidades primitivas entre el hecho de la salvación por gracia por medio de la fe, con el
guardar los mandamientos: "De seguro que ni yo ni nadie puede competir con la sabiduría del
bendito y glorioso Pablo. Presente entre vosotros y cara a cara con los que vivían entonces (40 ó
50 años atrás) enseñó con agudeza y autoridad la Palabra de Verdad. Ausente, os escribió cartas
que, si las estudiáis seriamente, os harán crecer en la fe que recibisteis. Fe que es nuestra madre
común (y no la iglesia para Policarpo) mientras tenga por compañera la esperanza y sobre todo el
amor a Dios, a Cristo y al prójimo. Cuando se halla uno dentro de este marco ha cumplido el
mandato que asegura la justificación. Quien vive en el amor, está libre del pecado" (Fil. 3:1-3).

3.1.1. El acta de su martirio.

En Esmirna el año 155 d.C.

La Iglesia de Dios, establecida en Esmirna, a la Iglesia de Dios, establecida en Filadelfia, y a


todas las partes de la Iglesia santa y católica extendida por todo el mundo; que la misericordia, la
paz y el amor de Dios Padre y Nuestro Señor Jesucristo sobreabunde en vosotras.

Os escribimos relatándoos el martirio de nuestros hermanos, y, en especial, del bienaventurado


Policarpo, quien, con el sello de su fe, puso fin a la persecución de nuestros enemigos. Todo lo
sucedido fue ya anunciado por el Señor en su Evangelio, en el cual se halla la regla de conducta
que hemos de seguir. Según, El, por su permisión, fue entregado y clavado en la cruz para
salvarnos. Quiso que le imitáramos, y El fue el primero de entre los justos que se puso en manos
de los malvados, mostrándonos de ese modo el camino que habíamos de seguir, y así,
habiéndonos precedido El, no creyéramos que era demasiado exigente en sus preceptos. Sufrió El
primero lo que nos encargó a nosotros sufrir. Se hizo nuestro modelo, enseñándonos a morir, no
sólo por utilidad propia, sino también por la de nuestros hermanos. El martirio, a aquellos que le
padecen, les acarrea la gloria celestial, la cual se consigue por el abandono de las riquezas, los
21
honores e incluso los padres. ¿Acaso tendremos por demasiado el sacrificio que hacemos a tan
piadoso Señor, cuando sabemos que sobrepuja con creces lo que El hizo por sus siervos, a los que
éstos pueden hacer por El? Por tanto, os vamos a narrar los triunfos de todos nuestros mártires, tal
como nos consta que tuvieron lugar, su gran amor para con Dios y su paciencia en soportar los
tormentos. ¿Quién no se llenará de admiración al considerar cuán dulces les eran los azotes,
gratas las llamas del eculeo, amable la espada que los hería y suaves las brasas de las hogueras?
Cuando corriendo la sangre por los costados, con las entrañas palpitantes a la vista, tan constantes
estaban en su fe, que aunque el pueblo conmovido no podía contener las lágrimas ante tan
horrendo espectáculo, ellos solo estaban serenos y tranquilos. Ni siquiera se les oía un gemido de
dolor; y así como habían aceptado con alegría los tormentos, del mismo modo los toleraban con
fortaleza. A todos los asistía el Señor en los tormentos, no sólo con el recuerdo de la vida eterna,
sino también templando la violencia de los dolores, para que no excediesen la resistencia de las
almas. El Señor le hablaba interiormente y les confortaba, poniéndoles ante los ojos las coronas
que les esperaban si eran constantes; e ahí el desprecio que hacían de los jueces, y su gloriosa
paciencia. Deseaban salir de las tinieblas de este mundo para ir a gozar de las claras moradas
celestiales; contraponían la verdad a la mentira, lo terreno a lo celestial, lo eterno a lo caduco Por
una hora de sufrimientos les esperaban goces eternos.

El demonio probó contra ellos todas sus artes; pero la gracia de Cristo les asistió como un
abogado fiel. También germánico, con su valor, infundía ánimos a los demás. Habiendo sido
expuestos a las fieras, el procónsul, movido de compasión, le exhortaba a que tuviese piedad al
menos de su tierna edad, si le parecía que los demás bienes no merecían ser tenidas en
consideración. Pero él hacía poco caso de la compasión que parecía tener por él su enemigo y no
quiso aceptar el perdón que le ofrecía el juez injusto; muy al contrario, el mismo azuzaba a la
fiera que se había lanzado contra el, deseoso de salir de este mundo de pecado. Viendo esto el
populacho, quedó sorprendido de ver un ánimo tan varonil en los cristianos. Luego todos
gritaron: "Que se castigue a los Impíos y se busque a Policarpo.

En esto, un cristiano, llamado Quinto, natural de Frigia, y que acababa de llegar a Esmirna, él
mismo se presentó al sanguinario Juez para sufrir el martirio. Pero la flaqueza fue mayor que el
buen deseo. Al ver venir hacia sí las fieras, temió y cambió de propósito, volviéndose de la parte
del demonio, aceptando aquello contra lo que iba a luchar. El procónsul, con sus promesas, logró
de él que sacrificara. En vista de esto, creemos que no son de alabar aquellos hermanos que se

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presentan voluntarios a los suplicios, sino más bien aquellos que habiéndose ocultado al ser
descubiertos, son constantes en los tormentos. Así nos lo aconseja el Evangelio, y la experiencia
lo demuestra, porque éste que se presentó, cedió, mientras Policarpo, que fue prendido, triunfó.

Habiéndose enterado Policarpo, hombre de gran prudencia y consejo, que se le buscaba para el
martirio, se ocultó. No es que huyera por cobarde, sino más bien dilataba el tiempo del martirio
Recorrió varias ciudades, y como los fieles le dijesen que se diese más prisa, y se ocultase
prontamente, él no se preocupaba, como si temiera alejarse del lugar del martirio. Al fin se
consiguió que se escondiese en una granja. Allí, noche y día, estuvo pidiendo al Señor le diera
valor para sufrir la última pena. Tres días antes de ser prendido le fue revelado su martirio.
Parecióle que la almohada sobre la que dormía estaba rodeada de llamas. Al despertarse el santo
anciano dijo a los que con él estaban que había de ser quemado vivo.

Cambió de retiro para estar más oculto, mas apenas llegó al nuevo refugio llegaron también sus
perseguidores. Estos buscaron largo rato y no hallándole cogieron a dos muchachos y los
azotaron hasta que uno de ellos descubrió el lugar en que se hallaba oculto Policarpo. No podía
ya ocultarse aquel a quien esperaba el martirio. El jefe de Policía de Esmirna, Herodes, tenía gran
deseo de presentarle en el anfiteatro, para que fuese imitador de Cristo en la Pasión. Además,
ordenó que a los traidores se les recompensara como a Judas. Armado, pues un pelotón de
soldados de a caballo, salieron un viernes antes de cenar en busca de Policarpo, con uno de los
muchachos a la cabeza no como para prender a un discípulo de Cristo, sino como si se tratara de
algún famoso ladrón. Encontráronle de noche oculto en una casa Hubiera podido huir al campo,
pero cansado como estaba, prefirió presentarse él mismo a esconderse de nuevo, porque decía.
"Hágase la voluntad de Dios; cuando El lo quiso me escondí, y ahora que El lo dispone, lo deseo
yo también". Viendo, pues, a los soldados, bajo adonde ellos estaban y les habló cuanto su
debilidad se lo permitió y el Espíritu de la gracia sobrenatural le inspiró.

Admiraban los soldados ver en él, a sus años, tanta agilidad y de que en tan buen estado de salud
le hubieran encontrado tan pronto. En seguida mandó que les prepararan la mesa, cumpliendo así
el precepto divino, que encarga proveer de las cosas necesarias para la vida aun a los enemigos.
Luego les pidió permiso para hacer oración y cumplir sus obligaciones para con Dios. Concedido
el permiso, oró por espacio de dos horas de pie, admirando su fervor a los circunstantes y hasta a
los mismos soldados. Acabó su oración, pidiendo a Dios por toda la iglesia, por los buenos y por
los malos, hasta que llegó el momento de recibir la corona de la justicia, que en todo momento
23
había guardado. Fue montado en un asno, y cuando ya se acercaba a la ciudad, se encontraron
con Herodes y su padre Nicetas, que venían en un carro. Obligáronle a montar con ellos, por ver
si con este favor lograban vencer a aquel que era invencible por tormentos. Procuraron insinuarse
en su ánimo y hacerle pronunciar alguna palabra menos reverente, diciéndole: "¿Qué mal puede
haber en llamar señor al César y sacrificar?", y todo lo demás que el demonio les inspiraba.
Refrenábase el Santo y les oía con paciencia, hasta que no pudiendo contener su celo, prorrumpió
en estas palabras: "No habrá cosa que pueda hacerme mudar de propósito: ni el fuego, ni la
espada, ni las prisiones, ni el hambre ni el destierro, ni los azotes". Irritados ellos con esta
respuesta, cuando más veloz iba el carro arrojaron a Policarpo al camino, rompiéndosele una
pierna al caer, lo que no le impidió acudir con presteza al anfiteatro, sin preocuparse mucho de
sus dolores.

Al entrar en el anfiteatro se oyó una voz del cielo que decía: "Sé fuerte, Policarpo". Esta voz sólo
la oyeron los cristianos que estaban en la arena, pero de los gentiles nadie la oyó. Cuando fue
llevado ante el palco del procónsul, confesó valerosamente al Señor, despreciando las amenazas
del juez.

El procónsul procuró por todos los medios hacerle apostatar, diciéndole tuviera compasión de su
avanzada edad, ya que parecía no hacer caso de los tormentos. "¿cómo ha de sufrir tu vejez -le
decía- lo que a los jóvenes espanta? Debe jurar por el honor del César y por su fortuna.
Arrepiéntete y di: "Mueran los impíos". Animado el procónsul, prosiguió: "Jura también por la
fortuna del César y reniega de Cristo". "Ochenta y seis años ha -respondió Policarpo- que le sirvo
y jamás me ha hecho mal; al contrario, me ha colmado de bienes, ¿cómo puedo odiar a aquel a
quien siempre he servido, a mi Maestro, mi Salvador, de quien espero mi felicidad, al que castiga
a los malos y es el vengador de los justos?"

Mas como el procónsul insistiese en hacerle jurar por la fortuna del César, él le respondió: "¿Por
qué pretendes hacerme jurar por la fortuna del César? ¿Acaso ignoras mi religión? Te he dicho
públicamente que soy cristiano, y por más que te enfurezcas, yo soy feliz. Si deseas saber qué
doctrina es ésta, dame un día de plazo, pues estoy dispuesto a instruirte en ella si tú lo estás paras
escucharme". Repuso el procónsul: "Da explicaciones al pueblo y no a mi". Respondióle
Policarpo: "A vuestra autoridad es a quien debemos obedecer, mientras no nos mandéis cosas
injustas y contra nuestras conciencias. Nuestra religión nos enseña a tributar el honor debido a las

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autoridades que dimanan de la de Dios y obedecer sus órdenes. En canto al pueblo, le juzgo
indigno, y no creo que deba darle explicaciones: lo recto es obedecer al juez, no al pueblo".

"A mi disposición están las fieras, a las que te entregaré para que te hagan pedazos si no desistes
de tu terquedad", dijo el procónsul."Vengan a mi los leones -repuso Policarpo- y todos los
tormentos que vuestro furor invente; me alegrarán las heridas, y los suplicios serán mi gloria, y
mediré mis méritos por la intensidad del dolor. Cuanto mayor sea éste, tanto mayor será el
premio que por él reciba. Estoy dispuesto a todo; por las humillaciones se consigue la gloria"."Si
no te asustan los diente de las fieras, te entregaré a las llamas"."Me amenazas con un fuego que
dura una hora, y luego se apaga y te olvidas del juicio venidero y del fuego eterno, en el que
arderán para siempre los impíos. ¿Pero a qué tantas palabras? Ejecuta pronto en mí tu voluntad, y
si hallas un nuevo género de suplicio, estrénalo en mi". Mientras Policarpo decía estas cosas, de
tal modo se iluminó su rostro de una luz sobrenatural, que el mismo procónsul temblaba. Luego
gritó el pregonero por tres veces: "Policarpo ha confesado que es cristiano".

Todo el pueblo gentil de Esmirna, y con él los judíos, exclamaron: "Este es el doctor de Asia, el
padre de los cristianos, el que ha destruido nuestros ídolos y ha violado nuestros templos, el que
prohibía sacrificar y adorar a los dioses; al fin ha encontrado lo que con tantos deseos decía que
anhelaba". Y todos a una pidieron al asiarca Filipo que se lanzara contra él un león furioso; pero
Filipo se excusó, diciendo que los juegos habían terminado. Entonces pidieron a voces que
Policarpo fuera quemado vivo. Así se iba a cumplir lo que él había anunciado, y dando gracias al
Señor, se volvió a los suyos y les dijo: "Recordad ahora, hermanos, la verdad de mi sueño".

Entre tanto, el pueblo, y en particular los judíos, acuden corriendo a los baños y talleres en busca
de leños y sarmientos. Cuando estaba ardiendo la hoguera, se acercó a ella Policarpo, se quitó el
ceñidor y dejó el manto, disponiéndose a desatar las correas de las sandalias, lo cual no solía
hacer él, porque era tal la veneración en que le tenían los fieles, que se disputaban este honor por
poder besarle los pies. La tranquilidad de la conciencia le hacía aparecer ya rodeado de cierto
esplendor aun antes de recibir la corona del martirio. Dispuesta ya la hoguera, los verdugos le
iban a atar a una columna de hierro, según era costumbre, pero el Santo les suplicó, diciendo:
"Permitidme quedar como estoy; el que me ha dado el deseo del martirio, me dará también el
poder soportarlo; El moderará la intensidad de las llamas. Así, pues, quedó libre; sólo le ataron
las manos atrás y subió a la hoguera. Levantando entonces los ojos al cielo. Exclamó: "Oh, Señor,
Dios de los Ángeles y de los Arcángeles, nuestra resurrección y precio de nuestro pecado, rector
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de todo el universo y amparo de los justos: gracias te doy porque me has tenido por digno de
padecer martirio por ti, para que de este modo perciba mi corona y comience el martirio por
Jesucristo en unidad del Espíritu Santo; y así, acabado hoy mi sacrificio, veas cumplidas tus
promesas. Seas, pues bendito y eternamente glorificado por Jesucristo Pontífice omnipotente y
eterno, y todo os sea dado con él y el Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos. Amén".

Terminada la oración fue puesto fuego a la hoguera, levantándose las llamas hasta el cielo.
Entonces ocurrió un milagro del que fueron testigos aquellos a quienes la Providencia había
escogido para que le divulgaran por todas partes. A los lados de la hoguera apareció un arco son
sus extremos dirigíos hacia el cielo, a modo de vela henchida por el viento, la cual rodeaba el
cuerpo del mártir, protegiéndole contra las llamas. El sagrado cuerpo tenía el aspecto de un pan
recién cocido, o, mejor, de una mezcla de plata y oro fundidos, que con su brillo recreaba la vista.
Un olor como de incienso y mirra o de algún exquisito ungüento disipaba el mal olor de la
hoguera. De este prodigio fueron testigos aun los infieles, tanto, que se convencieron de que el
cuerpo del Santo era incombustible, y así pidieron al atizador del fuego que hiriese el cuerpo con
un cuchillo. Hízolo él así y brotó sangre, en tanta abundancia, que extinguió el fuego. Vióse
también salir una paloma del cuerpo. Quedó el pueblo estupefacto ante el prodigio, confesando la
gran diferencia a la hora de la muerte entre los cristianos y los infieles, y reconociendo la
superioridad de la religión cristiana, aunque no tuvieron fuerzas para abrazarla. De este modo
consumó su sacrificio Policarpo, doctor de Esmirna. Sus revelaciones siempre se realizaron.

El demonio, enemigo irreconciliable de los justos, reconociendo la gloria de aquel martirio,


premio de una vida irreprochable desde la más tierna infancia, excogitó un medio para privar a
los fieles de poseer el cuerpo del mártir, por más que ellos intentaran apoderarse de él por todos
los medios. Para ello sugirió a Nicetas, padre de Herodes, y hermano de Alces, que pidiera al
procónsul no entregara las reliquias del mártir a los cristianos, porque se imaginaba que las
habían de tributar un culto como al mismo Cristo. Esto mismo pretendían los judíos que
custodiaban el cuerpo, para que los cristianos no pudieran acercarse a recogerle, ignorando que
los cristianos no podemos abandonar el culto de Cristo, ni dirigir nuestras oraciones a otro que a
El, que tanto padeció por redimirnos de nuestros pecados. Únicamente le adoramos a El por ser
Hijo de Dios, y a los mártires y siervos suyos fieles les honramos y les pedimos que por su
intercesión podamos un día ser compañeros de ellos en la gloria. El centurión, en vista de la
disputa que sosteníamos con los judíos, mandó colocar el cuerpo del Santo en medio de la

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hoguera. Nosotros conseguimos recoger algunos huesos, como oro y piedras preciosas, y los
enterramos y el día del aniversario del martirio nos reunimos para solemnizarle como el Señor lo
ordenó. Esto es lo que ocurrió con el bienaventurado Policarpo. Consumó su martirio en Esmirna
con otros doce cristianos de Filadelfia, pero él es el que ha conseguido el principal culto.

Su martirio fue muy superior, y todo el pueblo le llama "su maestro". Todos deseamos ser sus
discípulos, como él lo era de Jesucristo, que venció la persecución de un juez injusto y alcanzó la
corona incorruptible, dando fin a nuestros pecados. Unámonos a los Apóstoles y a todos los
justos y bendigamos únicamente a Dios Padre Todopoderoso; bendigamos a Jesucristo nuestro
Señor, salvador de nuestras almas, dueño de nuestros cuerpos y pastor de la Iglesia universal;
bendigamos también al Espíritu Santo por quien todas las cosas nos son reveladas. Repetidas
veces me habíais pedido os comunicara las circunstancias del martirio del glorioso Policarpo, y
hoy os mando esta relación por medio de nuestro hermano Marciano. Cuando vosotros os hayáis
enterado, comunicadlo a las otras iglesias, a fin de que el Señor sea bendito en todas partes, y
todos acaten la elección que su gracia se digna hacer de los escogidos. El puede salvarnos a
nosotros mismos por Jesucristo Nuestro Señor y Redentor, por el cual y con el cual es dada a
Dios toda gloria, honor, poder y grandeza, por los siglos de los siglos. Amén. Saludad a todos los
fieles; los que estamos aquí os saludamos. Asimismo os saluda Evaristo, que esto ha escrito, os
saluda con toda su familia. El martirio de Policarpo tuvo lugar el 25 de abril, el día del gran
sábado, a las dos de la tarde. Fue preso por Herodes, siendo pontífice o asiarca Filipo de Trates, y
procónsul Stacio Cuadrato. Gracias sean dadas a Jesucristo Nuestro Señor, a quien se debe gloria,
honor, grandeza y trono eterno de generación en generación. Amén.

Este ejemplar le ha copiado Gayo de los ejemplares de Ireneo, discípulo de Policarpo. Yo,
Sócrates, lo copié del ejemplar de Gayo. Yo, Pionio, he confrontado los originales y lo transcribo
por revelación del glorioso Policarpo; como lo dije en la reunión de los que vivían cuando el
Santo trabajaba con los escogidos. Nuestro Señor Jesucristo me reciba en el reino de los cielos,
con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén." 2

3.2. JUSTINO MÁRTIR.

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Justino Mártir fue un filósofo que continuó enseñando después de aceptar el cristianismo. Se
trataba de uno de los hombres más capaces de su época y uno de los principales defensores de la
fe. Sus libros, aún existentes, ofrecen mucha valiosa información acerca de la iglesia a mediados
del segundo siglo. Su martirio ocurrió en Roma en 166 d.C.

Después de la muerte de Marco Aurelio, 180 d.C., siguió un período de confusión. Los débiles e
indignos emperadores se ocupaban tanto de las guerras civiles o de sus propios placeres, que no
prestaban mucha atención a los cristianos. Sin embargo, Septimio Severo empezó en 202 d. C.
una terrible persecución que duró hasta su muerte en 211 d.C. Severo tenía una naturaleza
morbosa y melancólica. Fue muy riguroso en administrar disciplina y procuraba en vano restaurar
las decadentes religiones de otros tiempos. En todas partes, la persecución contra la iglesia hacía
estragos, pero era más severa en Egipto y en el norte de África. Leónidas, el padre del gran
teólogo Orígenes, murió decapitado en Alejandría. En 203 d.C., las fieras hicieron pedazos a
Perpetua, una mujer noble de Cartago, y a Felícitas su fiel esclava. Tan cruel era el espíritu del
emperador Septimio Severo, que muchos escritores cristianos lo consideraron el anticristo.

Bajo los numerosos emperadores que siguieron en rápida sucesión, la iglesia quedó en el olvido
durante cuarenta años. En todo el imperio, el emperador Caracalla (211-217) confirmó la
ciudadanía a cada persona que no fuera esclava. Por cierto, un beneficio para los cristianos, pues
ya no podían crucificarlos ni arrojarlos a las fieras, a no ser que fuesen esclavos. Pero, con el
reinado de Decio (249-251), se volvió a desatar una terrible persecución. Por fortuna, su reinado
fue muy corto y con su fallecimiento cesó por un tiempo el aniquilamiento de cristianos.

Después de la muerte de Decio, siguieron más de cincuenta años de relativa calma, aunque a
veces había breves períodos de persecución. En una de esas épocas, en 257 d.C. y bajo Valeriano,
murió el célebre Cipriano, obispo de Cartago y uno de los grandes escritores y líderes de la
iglesia en ese período, así como el obispo romano Sexto.

La última y más sistemática y terrible de todas las persecuciones fue durante el reinado de
Diocleciano y sus sucesores, de 303 a 310 d.C. En una serie de edictos se ordenó: quemar cada
ejemplar de la Biblia, derribar las iglesias levantadas por todo el imperio durante el medio siglo
de relativa calma, quitar la ciudadanía a quienes no renunciasen a su religión cristiana y dejada
sin la protección de la ley. En algunos lugares reunían a los cristianos en sus templos y los
incendiaban. Así perecían los creyentes dentro de sus paredes. Se dice que el emperador

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Diocleciano erigió un monumento con la inscripción: "En honor de la exterminación de la
superstición cristiana.". (Esta declaración, aunque hecha por muchos historiadores, descansa
sobre evidencias inciertas y quizá no sea auténtica). Sin embargo, veinticinco años después el
cristianismo se convirtió en la religión oficial del emperador, de la corte y del imperio. Los
inmensos Baños de Diocleciano en Roma se construyeron mediante trabajo forzado de esclavos
cristianos. Sin embargo, doce siglos después de Diocleciano, Miguel Ángel transformó una parte
del edificio en la Iglesia de Santa María Degli Angeli, consagrada en 1561 d.C., que todavía se
usa para la adoración catolicorromana. Diocleciano abdicó al trono imperial en 305 d.C., pero sus
subordinados y sucesores, Galerio y Constancio, siguieron la persecución durante seis años.
Constantino, el hijo de Constancio, como coemperador y quien para ese tiempo no profesaba ser
cristiano, expidió su memorable Edicto de Tolerancia en 313 d.C. Por esta ley se aprobó el
cristianismo, su adoración se legalizó y toda persecución cesó para no volverse a renovar
mientras duró el Imperio Romano. 3

Como filósofo cristiano, apologista, incansable sembrador de la palabra y mártir, Justino ocupa
un lugar prominente entre los cristianos del segundo siglo.

Nació de padres paganos en la antigua Siquem de samaria, en los días cuando el último apóstol
entraba en el reposo de los santos. Desde muy temprano empezó a mostrar una sed insaciable de
verdad, y su afán por hallarla ha hecho que se le compare al mercader de la parábola de la perla
de gran precio. Las creencias populares de las religiones dominantes le causaban disgusto,
comprendiendo que eran sólo invenciones de hombres supersticiosos o interesados, que sólo
podían satisfacer a los espíritus indiferentes. Buscó entonces la verdad en las escuelas de los
filósofos, conversando con aquellos que demos traban poseer ideas más sublimes que las que
alimentaban a las multitudes extraviadas. Miraba a todos lados buscando el faro que podría
guiarle al anhelado puerto de la sabiduría. Golpeaba a las puertas de todas las escuelas filosóficas.
Hoy lo hallamos en contacto con un sabio y mañana con otro, "pero sólo podían hablarle de un
creador que gobierna y dirige las cosas grandes del universo, pero según ellos, es indiferente a las
necesidades individuales del hombre. De la escuela de los estoicos pasa a la de Pitágoras, pero
siempre se halla envuelto en la niebla de vanas especulaciones, sin hallar en la filosofía aquella
luz que su alma anhela. Viaja incesantemente de país en país, buscando los mejores frutos del
saber humano. Ora está en roma, ora en Atenas, ora en Alejandría, pero en busca de la misma
cosa, siempre deseando conocer la verdad y tener luz sobre los insondables problemas que surgen

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ante el universo, la vida, la muerte y la eternidad. Por fin creyó haber llegado a la meta de sus
peregrinaciones abrazando las enseñanzas de platón, por medio de las cuales llegó a entrever las
sublimidades de un dios personal. Estaba en los umbrales, pero la puerta continuaba cerrada
desoyendo sus clamores. El dios de platón no era tampoco el que podía satisfacer a un hombre
que tenía hambre y sed de justicia. Su alma no podía alimentarse con áridos silogismos y vanas
disputas de palabras. Tenía, pues, que seguir buscando lo que su alma necesitaba. Era Dios que
guiaba a su futuro siervo por la senda de la sabiduría humana para que se diese cuenta de que en
ella no reside la suprema bendición de Dios.

El poderoso testimonio que los cristianos daban en sus días le impresionó mucho, y al verles
morir tan valientemente por su fe, se puso a pensar si no serían ellos los poseedores de la
bendición que él buscaba. No le era posible creer que aquel sublime martirologio, aquellas
fervientes plegarias frente a la muerte, aquella activa y desinteresada propaganda de su fe, fuese
obra de fanáticos y mucho menos de personas malas, como el vulgo se lo figuraba. Alguna fuerza
divina, algún poder para él desconocido, alguna causa por él ignorada, en fin, un algo tenía que
haber, que infundiese tan dulces esperanzas, que crease tanto heroísmo, y que diese animación y
vida al movimiento que no habían podido detener las espadas inclementes de los césares, ni las
fieras salvajes del anfiteatro.

Caminando un día, pensativo, por las orillas del mar, vestido con su toga de filósofo, encontró a
un anciano venerable, que le impresionó por su imponente aspecto y por la bondad de su carácter.
Reconociendo en el manto que Justino era uno de los que buscan la verdad, aquel anciano se le
acercó procurando entablar conversación. Era un cristiano que andaba buscando la oportunidad
de cumplir con el mandato del maestro de llevar el evangelio a toda criatura. Ni bien empezó a
hablarle logró tocar la cuerda más sensible del corazón de Justino. Le dijo que la filosofía
promete lo que no puede dar. Entonces le habló de las sagradas escrituras, que encierran todo el
consejo de Dios, y le indicó la conveniencia de leerlas atentamente, añadiendo: "ruega a Dios que
abra tu corazón para ver la luz, -porque sin la voluntad de Dios y de su Hijo Jesucristo, ningún
hombre alcanzará la verdad". El corazón de Justino ardía dentro de él al oír las palabras tan a
punto de su interlocutor.

Fue entonces cuando se decidió a estudiar asiduamente las escrituras del antiguo testamento. Las
profecías le llenaron de admiración. La manera como éstas se cumplieron, le convenció de que
aquellos hombres que las escribieron habían sido inspirados por Dios. Los evangelios lo pusieron
30
en contacto con aquel que pudo decir: "yo soy el camino, y la verdad, y la vida". Pudo oír las
palabras de aquel que habló como ningún otro habló, conocer los hechos de aquel que obró como
ningún otro obró, y leer la vida del que vivió como ningún otro vivió. Las escrituras le guiaron a
Cristo, en quien halló la verdadera filosofía, y desde ese momento, Justino aparece militando
entre los despreciados discípulos del que murió en una cruz.

En aquellos tiempos no se conocía la distinción moderna de clérigos y legos. No había una clase
determinada de cristianos que monopolizase la predicación. Todos los que tenían el don lo hacían
indistintamente, ya fuesen o no, obispos de la congregación. Justino, pues, sin abandonar la toga
de filósofo que le daba acceso a los paganos, se consagró a predicar la verdad, no ya como uno
que la buscaba sino como uno que la poseía. No cesaba de trabajar para que muchos viniesen al
conocimiento del evangelio, pues creía que el que conoce la verdad y no hace a otros
participantes de ella, será juzgado severamente por Dios. Toda su carrera, desde su conversión a
su martirio, estuvo en armonía con esta creencia. Día tras día se le podía ver en las plazas,
rodeado de grupos de personas que le escuchaban ansiosos. Los que pasaban se sentían atraídos
por su toga, y después de la corriente salutación: "salve, filósofo", se quedaban a escucharle.
Cumplía así el dicho de salomón acerca de la sabiduría: "en las alturas, junto al camino, a las
encrucijadas de las veredas se para, a la entrada de las puertas da voces". Así era uno de los
instrumentos poderosos en las manos del señor, para hacer llegar a las multitudes el conocimiento
del evangelio.

Como escritor, Justino puede ser considerado uno de los más notables de los tiempos primitivos
del cristianismo. Algunas de sus obras han llegado hasta nosotros. Refiriéndose a sus escritos,
dice el profesor escocés James Orr: "el mayor de los apologistas de este período, cuyos trabajos
aún se conservan, es Justino mártir. De él poseemos dos apologías dirigidas a Antonio pío y al
senado romano (año 150), y el diálogo con Trifón, un judío, escrito algo más tarde. La primera
apología de Justino es una pieza argumentativa concebida noblemente, y admirablemente
presentada. Consta de tres partes — la primera refuta los cargos hechos contra los cristianos; la
segunda prueba la verdad de la religión cristiana, principalmente por medio de las profecías; la
tercera explica la naturaleza del culto cristiano. La segunda apología fue motivada por un
vergonzoso caso de persecución bajo Urbico, el prefecto. El diálogo con Trifón es el relato de
una larga discusión en Efeso, con un judío liberal, y hace frente a las objeciones que hace al
cristianismo".

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Los escritos de Justino tienen el mérito de revelarnos cuáles eran las creencias y costumbres de
aquella época.

Refiriéndose al poder regenerador del evangelio, dice: "podemos señalar a muchos entre
nosotros, que de hombres violentos y tiranos, fueron cambiados por un poder victorioso". "yo
hallé en la doctrina de Cristo la única filosofía segura y saludable, porque tiene en sí el poder de
encaminar a los que se apartan de la senda recua y es dulce la porción que tienen aquellos que la
practican. Que la doctrina es más dulce que la miel, es evidente por el hecho de que los que son
formados en ella, no niegan el nombre del maestro aunque tengan que morir". "nosotros que antes
seguíamos artes mágicas, nos dedicamos al bien y al único Dios; que teníamos como la mejor
cosa la adquisición de riquezas y posesiones, ahora tenemos todas las cosas en común, y
comunicamos mutuamente en las necesidades; que nos odiábamos y destruíamos el uno al otro, y
que a causa de las costumbres diferentes, no nos sentábamos junto al mismo fuego con personas
de otras tribus, ahora, desde que vino Cristo, vivimos familiarmente con ellos, y oramos por
nuestros enemigos, y procuramos persuadir a los que nos aborrecen injustamente, para que vivan
conforme a los buenos preceptos de Cristo, a fin de que juntamente con nosotros, sean hechos
participantes de la misma gozosa esperanza del galardón de Dios, ordenador de todo''.

Sobre el culto cristiano en aquella época dice: "el día llamado del sol, todos los que viven en las
ciudades o en el campo, se juntan en un lugar y se leen las memorias de los apóstoles o los
escritos de los profetas, tanto como el tiempo lo permite; entonces el que preside, enseña y
exhorta a imitar estas buenas cosas. Luego nos levantamos juntos y oramos (en otro pasaje
menciona también el canto); traen pan, vino y agua, y el que preside ofrece oraciones y acciones
de gracias según su don, y el pueblo dice amén". "nos reunimos en el día del sol, porque es el día
cuando Dios creó el mundo, y Jesucristo resucitó de entre los muertos".

Vemos que el culto no era ritualista ni ceremonioso, sino que consistía en la lectura de las
escrituras, la explicación de la misma, las oraciones, el canto y la participación de la cena bajo
dos especies, y que tenía lugar, principalmente, el primer día de la semana.

Refiriéndose a la beneficencia cristiana, dice: "los ricos entre nosotros ayudan a los necesitados;
cada uno da lo que cree justo; y lo que se colecta es puesto aparte por el que preside, quien alivia
a los huérfanos y a las viudas y a los que están enfermos o necesitados; o a los que están presos o
son forasteros entre nosotros; en una palabra, cuida de los necesitados".

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La actividad de Justino no pudo menos que despertar el odio de los adversarios. Un filósofo
contrario a sus ideas deseando deshacerse de él, denunció que era cristiano, y junto con seis
hermanos más, tuvo que comparecer ante las autoridades. Allí confesó abiertamente su fe en
Cristo, no temiendo la ira de sus adversarios, y fue condenado a muerte. Un estoico, burlándose,
le preguntó si suponía que después que le hubiesen cortado la cabeza iría al cielo. Justino le
contestó que no lo suponía sino que estaba seguro. La decapitación de Justino y sus compañeros
ocurrió probablemente en el año 167, siendo emperador Marco Aurelio. 4

CAPITULO 4
EL MÁRTIR DE LAS CATACUMBAS

4.1. LA OFRENDA.
4.1.1. Nadie tiene mayor amor que este,
que uno ponga su vida por sus amigos.

Había anochecido en el cuartel de los pretorianos. Lúculo se hallaba sentado al lado de una
lámpara que despedía su luz brillante por todo el rededor. De pronto hubo de levantarse al oír un
toque en la puerta. Prestamente la abrió. Un hombre entró y avanzó silenciosamente hasta el
centro del cuarto. Luego, desembozándose de la gran capa en que venía envuelto, quedó
descubierto en la presencia de Lúculo.

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- ¡Marcelo! -exclamó éste preso de asombro, y saltando hacia delante abrazó a su visitante con
visibles muestras de gozo.
- Querido amigo mío -dijo él-, ¿a qué azar feliz debo yo este encuentro? Me hallaba precisamente
pensando en ti, y no me imaginaba siquiera cuándo nos veríamos otra vez.
- Yo temo que nuestros encuentros -dijo Marcelo tristemente-, no serán muy frecuentes de hoy en
adelante. Este lo he procurado con grave riesgo de mi vida.
- Verdaderamente es así -dijo Lúculo, compartiendo la tristeza del otro-. Tú estás perseguido con
el más airado interés, pues se ofrece un rescate por ti. Con todo eso, aquí debes considerarte tan
seguro como lo estuviste siempre en los días felices de que fueras poseído de aquella locura.
¡Oh, mí querido Marcelo! ¿Por qué no pueden volver otra vez aquellos días?
- No puedo cambiar mi naturaleza ni deshacer lo que he hecho. Además, Lúculo, aunque mi
suerte pueda parecerte dura, jamás he sido tan feliz como lo soy actualmente.
- ¡Feliz! -exclamó el otro con profunda sorpresa.
- Sí, Lúculo, aunque afligido, no he sido derribado; aunque perseguido, no desespero.
- La persecución ordenada por el emperador no es cosa ligera.
- Sí, eso ya lo sé bien. Yo veo ante ella a mis hermanos cada día. Cada día se estrecha más el
cerco que me rodea. Cada momento me despido de amigos a quienes no vuelvo a ver más.
Algunos compañeros suben a la ciudad, pero no regresan sino sus despojos. Vuelven allí para
ser sepultados.
- Y con todo eso, ¿dices tú que estás feliz?
- Si, Lúculo, tengo una paz que el mundo no conoce, una paz que viene de arriba y que sobrepuja
todo entendimiento.
- Mi estimado Marcelo, a mi me consta que tu eres demasiado valiente para que le temas a la
muerte; pero nunca pensé que tuvieras tal fortaleza para soportar con tan profunda calma todo lo
que yo sé que debes estar sufriendo actualmente. O bien tu valor es superhumano, o es el valor
que da la locura.
- Viene de arriba, Lúculo. Jesucristo, mi Señor, es para mi mucho más que todas las riquezas y el
honor del mundo. Antes me era absolutamente imposible haberlo sentido así, pero ahora todas
las cosas viejas han pasado, y he aquí, todas han sido hechas nuevas. Sostenido por este nuevo
poder, yo podré soportar los peores de los males que puedan sobrevenirme. No espero nada en
la tierra sino sufrimiento mientras aquí viva. Yo sé que moriré en la peor de las agonías, con
todo, ese pensamiento no es capaz de doblegar la indomable fe que mora dentro de mí.

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- Me apena en el alma -dijo Lúculo tristemente-, verte persuadido de tal determinación. Pues si
yo viera el más pequeño signo de fluctuación en ti, tendría la esperanza de que el tiempo
cambiaría o por lo menos modificaría tus sentimientos. Pero ya me convenzo que te hallas firme
de modo inconmovible en tu nuevo camino.
- ¡Quiera Dios concederme que pueda permanecer firme hasta el fin! -dijo Marcelo
fervorosamente-. Pero la verdad es que no vine a hablarte de mis sentimientos. Vine, querido
Lúculo, a pedir tu ayuda, tu conmiseración y auxilio. Me prometiste una vez demostrarme tu
amistad, si la necesitaba. Ahora vengo a pedirte que cumplas tu promesa.
- Todo lo que depende de mi es tuyo de antemano, Marcelo. Dime qué quieres.
- Tú tienes un prisionero.
- Sí, muchos.
- Este es un muchachuelo.
- Yo creo que el personal a mis órdenes capturó un muchacho hace poco.
- Esa criatura es demasiado insignificante a merecer captura. El se halla bajo la ira del emperador,
pero todavía está en tu poder. Yo vengo, oh Lúculo, a implorarte por su libertad.
- Ay de mí, querido Marcelo, ¿qué es lo que pides? ¿Acaso te has olvidado de la disciplina del
ejército romano, o del juramento militar? ¿No sabes bien tú que si yo hiciera esto, violaría el
juramento y me haría traidor? Si tú me pides que me arrojase sobre mi espada, yo haría eso más
fácilmente que esto que me dices.
- Yo no he olvidado el juramento militar ni de la disciplina de la fuerza, Lúculo. Yo pensaba en
este menor, que apenas es un niño, y bien podría no considerársele como prisionero. ¿Acaso los
mandatos del emperador comprenden a los niños?
- El no hace distinción de edades. ¿No has visto niños tan menores como éste sufrir la muerte en
el Coliseo?
- Ay, sí lo he visto -dijo Marcelo, al volver sus pensamientos a las niñas cuyo canto de muerte le
impresionó, causándole tanta pena y al mismo tiempo le fue tan dulce al corazón-. Este
muchacho, entonces ¿también tiene que sufrir la muerte?
- Sí -dijo Lúculo-, salvo que renuncie solemnemente al cristianismo.
- Y eso jamás lo hará él.
- Entonces de inmediato se le aplicará la sentencia. Es la ley lo que lo hace y no yo, Marcelo. Yo
sólo el instrumento. No me avergüences, ni me lo imputes a mí.

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- Yo no te estoy culpando. Yo se muy bien lo severo que eres tú en la obediencia. Si tú
desempeñas tu puesto, tienes que cumplir con tu deber. Empero, déjame hacerte otra propuesta.
El entregar prisioneros no es permitido, pero el canje sí es legal.
- Sí.
- Si yo te dijera de un prisionero mucho más importante que este muchacho, lo canjearías ¿no es
verdad?
- Pero no nos has tomado a ninguno de nosotros.
- No, pero tenemos potestad sobre todo nuestro pueblo. Y hay algunos de nosotros por cuyas
cabezas el emperador ha ofrecido una gran recompensa. Pues por la captura de éstos, cientos de
muchachos como éste serían gustosamente entregados.
- ¿Es entonces costumbre entre los cristianos entregarse los unos a los otros? -preguntó Lúculo
sorprendido.
- No, pero algunas veces un cristiano ofrecerá su propia vida para salvar la del otro.
- ¡Imposible!
- Tal es el caso en este ejemplo.
- ¿Quién es el que se ofrece por este muchacho?
- ¡Yo, Marcelo!
- Ante esa asombrosa declaración Lúculo retrocedió.
- ¡Tú! -exclamó él.
- ¡Sí, yo mismo!
- Esta bromeando. Es imposible.
- Te hablo con toda seriedad. Es por eso que ya he expuesto mi vida al venir ante ti. He
demostrado el interés que tengo por él al arriesgarme a tanto peligro. Yo te explicaré. Este niño
Polio es el último de una antigua noble familia romana. Es el único hijo de su madre. Su padre
murió en el campo de batalla. El pertenece a los Servilii.
- ¡Los Servilii! ¿Luego su madre es la señora Cecilia?
- Sí. Ella es una de las refugiadas de las catacumbas. Toda su vida y su amor no son sino este
muchacho. Cada día lo deja ella que salga a la ciudad en una peligrosa aventura, pero en su
ausencia ella sufre indescriptible agonía. Con todo, ella teme retenerlo sin salir de allí, por
temor de que aire húmedo que es tan fatal para los niños vaya a originarle la muerte. Y así ella
lo expone a lo que ella cree que es el peligro menor. Este es el niño que tienes prisionero. Esa
madre lo ha sabido y ahora ella yace debatiéndose entre la vida y la muerte. Si tú lo sacrificas,
ella también morirá, y ya no será uno de los más nobles y puros espíritus de Roma.
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- Por estas razones es que yo vengo a ofrecerme en canje. ¿Qué soy yo? Yo estoy solo en el
mundo. Ninguna vida se halla vinculada a la mía. No hay nadie que dependa de mí para el
presente y el futuro. Yo no le temo a la muerte. Puede venir tan igualmente ahora mismo, como
puede venir en otra ocasión. Tarde o temprano tiene que venir, y yo prefiero mucho mejor dar
mi vida por mi amigo que ofrecerla inútilmente. Por todas estas razones, oh Lúculo, es que te lo
imploro, por sagrados lazos de amistad, por tu compasión, por tu promesa que me hiciste, dame
esta ayuda que te pido, y toma mi vida en canje por la de él.
- Lúculo se puso de pie y se paseó por la sala, conteniendo una gran agitación dentro de sí.
- ¿Por qué, oh Marcelo -exclamó al último-, me sometes a tan terrible prueba?
- Mi propuesta es fácil de que la recibas.
- ¿Te olvidas acaso que tu vida me es igualmente preciosa?
- Pero, piensa en este pequeño niño.
- Efectivamente, yo lo compadezco en el alma. ¿Pero piensas que yo puede recibir tu vida en
prenda?
- Pues mi vida ya está dada en prenda, y yo la ofreceré tarde o temprano. Y por eso te imploro
que me des la oportunidad de ofrecerla en la forma en que puede ser útil.
- Tú no morirás, mientras esté a mi alcance evitarlo. Tu vida no está todavía en prenda. Por los
dioses juro que pasará mucho antes que tú puedas ocupar un lugar en la arena.
- Nadie me podrá salvar una vez que yo sea aprehendido, aunque hicieras todo lo que pudieras.
¿Qué puedes hacer para salvar a uno sobre quien está cayendo la inexorable ira del emperador?
- Yo puedo hacer mucho para desviarla. Tú no estás en condiciones de saber cuánto se puede
hacer. Pero, aun cuando yo no pudiera hacer nada, con todo no voy a acceder a esta tu propuesta
ahora.
- Si yo mismo me presentara ante el emperador, él tendría que oír mi petición.
- En te pondría en presión en el acto, y a ambos los haría matar.
- Yo podría enviar un mensaje con mi propuesta.
- El mensaje nunca llegaría a él; o al menos no llegaría hasta cuando ya fuera demasiado tarde.
- Entonces, ¿no hay esperanza alguna? -dijo Marcelo tristemente.
- Absolutamente ninguna.
- ¿Y en absoluto también te niegas a concederme mi petición?
- Al, Marcelo ¿cómo podría hacerme responsable de la muerte de mi más querido amigo? Tú no
tienes misericordia de mí. Perdóname si me tengo que negar a aceptar tu temeraria propuesta.

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- Hágase la voluntad del Señor, mi Dios dijo Marcelo amargamente-. Debo, pues, regresar a
prisa. ¡Hay! ¿Cómo puedo yo presentarme con este mensaje de desesperación?

Los dos amigos se abrazaron en silencio y Marcelo partió, dejando a Lúculo agobiado con su
asombrosa y temeraria propuesta.

Marcelo regresó sano y salvo a las catacumbas. Los hermanos que allí estaban y que sabían de los
propósitos con que había salido, le recibieron gozosos en medio de su dolor.

La señora Cecilia todavía yacía víctima de aquel sopor, consciente sólo a medias de los
acontecimientos que se realizaban a su rededor. Había momentos que su mente divagaba. Y en su
delirio solía conversar como si se hallara entre escenas felices de su vida pasada. Empero la vida
de las catacumbas, esas alternativas entre la esperanza y el temor, entre el gozo y la tristeza, entre
esa ansiedad que siempre rodeaba a los refugiados y el aire por demás deprimente de aquel lugar
en sí, habían llegado a abatirla tanto en su mente como en su cuerpo. Su frágil naturaleza
sucumbía bajo la furia implacable de aquella ordalía, y que éste último, el más pesado y amargo
de los golpes que caía sobre ella, había completado su postración. De los mortales efectos de todo
esto, ya no podía recuperarse.

Aquella noche todos velaron y oraron alrededor de su camilla. Cada instante se debilitaba más, y
lenta pero seguramente, su vida se esfumaba, quedando sólo un fallecer prolongado. De aquel
descenso tal real, ya ni aun la restitución de su hijo la podría salvar.

Pero aunque las facultades pensantes y terrenas la habían dejado, y los sentimientos terrenales se
habían debilitado, aquella pasión dominante en ella en sus últimos años en nada había disminuido
en su poder sobre ella. Sus labios helados musitaban todavía las palabras bienhechoras que tanto
tiempo había sido su apoyo e inspirado sus actos. El nombre de su menor hijo querido lo
balbuceaba como con los últimos hálitos, aunque inconsciente del peligro que lo rodeaba. Pero el
nombre de Jesucristo era pronunciado con el fervor más profundo.

Sin embargo, hubo de llegar el momento final. Reaccionando de su largo período de calma, sus
ojos se abrieron brillantes e inmensos, un colorido de luz se posesionó de su rostro malicento, y
de sus labios se oyeron débilmente las palabras: "¡Ven, Señor Jesús!" Y con aquel clamor, la vida
dejó el cuerpo, y el espíritu purificado de la señora, hermana Cecilia, había vuelto a Dios, quien
lo dio. 1
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4.2. LA MUERTE DE POLIO.
4.2.1. Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de vida.

La sentencia de Polio fue sumarísima e irrevocable. El día siguiente hubo espectáculo en el


Coliseo. Lleno hasta los asientos del tope con la multitud de romanos sedientos de sangre
humana, fue un despliegue de la misma sucesión de horrores repugnantes que anteriormente se ha
descrito.

Nuevamente los gladiadores pelearon y se mataron unos a otros, individualmente y en masa. Una
variedad de formas de combate se conocían en la arena; y de ellas, las que más sufrimiento
mortal infligían hallaban el mayor favor de los asistentes.

Otra vez se presentaron las escenas interminables de derramamiento de sangre y de agonía. Los
feroces campeones del día recibieron las efímeras felicitaciones de los veleidosos espectadores.
De nuevo el hombre peleó contra el hombre, o libró aun más feroces combates contra el tigre. Se
repitió la escena del gladiador herido que miraba lastimero impetrando misericordia, no viendo
otro signo sino el de muerte, los pulgares de los crueles espectadores vueltos hacia abajo.

Para saciar los apetitos de la multitud, ahora se demandaba una mayor y más desalmada matanza.
Pues por aquel día no tenía atracción el mirar combates entre hombres cortejados. ¡Ah! Pero ya se
sabía que los cristianos habían sido reservados para cerrar el espectáculo, y la aparición de ellos
se esperaba y se imponía impacientemente.

Lúculo estaba entre los guardas cerca del escaño del emperador. Mas su semblante, de alegre que
era, se había tornado pensativo.

Mucho más arriba, en los asientos detrás de él, había un rostro severo y palidísimo que sobresalía
entre todos, por la mirada concentrada hacia la arena que tenía. Ese rostro era preso de una
expresión de ansiedad tan profunda que hacia notable contraste con todos los que se encontraban
reunidos en tan vasta asamblea.

39
De pronto se oyó el sonido del bronco rechinar de las rejas, y se vio saltar el primer tigre a la
arena .Levantó la cabeza desafiante y se azotaba con su propia cola, acechando amenazante por
todo el rededor, relumbran sus feroces ojos sobre la enorme masa de seres humanos que
colmaban el enorme anfiteatro.

No tardó en oírse un murmullo. Un muchacho fue arrojado a la arena.

De rostro pálido y contextura ligera, desnutrido en extremo, era nada ante la mole de la bestia
furiosa. Y en son de escarnio se le había vestido como gladiador.

Y sin embargo, a despecho de su tierna infancia y su debilidad, no había nada en su rostro ni en


su actitud que revelara el menor asomo de miedo. Revelaba posesión de si mismo en su mirada
apacible. Avanzó hacia adelante serenamente hasta el centro de la arena, y allí, a la vista de todos,
elevó sus manos juntas levantó sus miradas al cielo y hablo a su Dios.

Mientras tanto el tigre seguía amenazante, desplazándose como al entrar. Había visto al niño,
pero no le había hecho efecto alguno. Seguía levantando las miradas de sus ojos sanguinarios
hacia las enormes murallas y de vez en cuando lanzaba salvajes rugidos.

El hombre del rostro severo y triste miraba absorto como si toda su alma acompañara esa mirada.

El tigre por su parte no parecía mostrar el menor deseo de atacar al muchacho cristiano que
seguía orando.

La multitud ya se tornó impaciente. Surgieron murmullos y exclamaciones y gritos con la


intención de enfurecer a la fiera para que atacara a su víctima.

Pero ahora de en medio del tumulto surgió el sonido de una voz profunda y terrible:

¿Hasta cuándo, oh Dios, santo y verdadero, no vengas tú nuestra sangre de los que moran en la
tierra?

Siguió un silencio profundo y aterrorizado. Cada uno de los espectadores miraba al que estaba a
su lado.

Pero el silencio fue interrumpido por la misma voz, que repitió con énfasis admonitivo:

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He aquí viene en las nubes; y todo ojo le verá, y también los que le traspasaron le verán; y todos
los linajes de la tierra lamentación por él. Sí, amén.

Tú eres justo, oh Señor, el que eres, que eras, el Santo, Porque has juzgado estas cosas. Por
cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas… Ciertamente, Señor Dios
Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos.

Pero ahora los murmullos y los gritos y clamores cundieron por todas partes. Y no tardo en
desaparecer la causa de la perturbación.

- Era uno de esos malditos cristianos. Era el fanático Cina. Lo habían tenido reclutado cuatro días
sin darle alimentos. ¡Sacadlo! ¡Afuera con el! ¡Echadlo al tigre!

Los clamores y las maldiciones surgían de todas partes, tornándose un solo y enorme estruendo.
El tigre saltaba alrededor más frenéticamente. Los guardas escucharon las palabras de la multitud
y se apresuraron a obedecer.

No tardaron en abrirse las rejas. Y la victima fue arrojada al ruedo.

Temeroso, macilento y en extremo pálido, avanzo hacia el centro con pasos trémulos. Sus ojos
mostraban un brillo extraordinario, sus mejillas ardían enrojecidas, su cabello descuidado y su
larga barba se veía enmarañada en una sola masa.

El tigre al verlo se encamino saltando hacia el. Empero, a una corta distancia la fiera embravecida
se agazapo. El niño, que había estado de rodillas, se puso en pie y miro. Por su parte Cina no veía
tigre alguno. Sus miradas se dirigían a la turba, y agitando en alto su brazo macilento, clamo muy
alto y en los mismos tonos admonítivos:

- !Ay ,ay, ay de los habitantes de la tierra!

Su voz fue acallada por torrentes de sangre. No hubo sino un salto, una caída, y ante los ojos
humanos, nada mas.

Y ahora el tigre se encamino hacia el niño. Su sed de sangre habíase excitado. Su pelaje erecto,
flamantes los ojos, y azotándose con la cola, se mantenía inmóvil frente a su presa.

41
El niño vio llegar su porción última en la tierra, y nuevamente se arrodillo. El populacho
enmudeció y quedo extático, preso de profunda excitación y en ansiosa espera de la nueva escena
sanguinaria.

Aquel hombre que había estado contemplando atentamente, ahora se levantó y permaneció de
pie, aun contemplando la escena que se desarrollaba abajo. Detrás de él salió inmediatos gritos
que seguían en aumento de número y volumen: - ¡Abajo, abajo, siéntate! ¡No impidas la vista!

Pero el hombre, sea que o oía o bien intencionalmente, no hacía caso. Finalmente el ruido creció
tanto que llamó la atención de dos oficiales que estaban abajo, quienes voltearon para ver cuál era
la causa.

Lúculo naturalmente fue uno de ellos. Habiendo volteado a mirar, vio toda la escena. Detuvo
brevemente su mirada y palideció a muerte.

- ¡Marcelo! - exclamó él. Por un momento casi cayó hacia atrás, pero no tardó en recuperarse y se
dirigió apresuradamente a la escena del disturbio.

Pero ahora había estallado un murmullo profundo entre el gentío. El tigre que había estado
paseándose alrededor del niño una y otra vez, azotándose él mismo con creciente furia, ahora se
había agazapado en preparativos para dar su final zarpazo.

El niño se levantó. En su rostro resplandecía una expresión angelical. Sus ojos despedían de
sublime entusiasmo. El ya no veía la arena, ni las murallas gigantescas que le rodeaban, ni
tampoco las largas hileras de asientos y las innumerables caras hostiles; ya no veía los
implacables ojos de los crueles espectadores, ni menos la forma gigantesca del salvaje enemigo.

Su espíritu ya parecía ingresar victorioso por las puertas de oro de la Nueva Jerusalén, y la gloria
inefable del pleno día de los cielos le inundó el rostro de sus fulgores.

- ¡Madre, vengo contigo! ¡Señor Jesús, recibe mi espíritu!

Esas palabras sonaron con toda nitidez y claridad en el oído de aquella multitud. Todos
permanecieron en quietud sepulcral, y el tigre saltó. Los siguientes momentos no hubo más que
una masa que se removía cubierta a medias por una nube de polvo.

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La lucha concluyó. El tigre regresó; la arena había sido teñida de rojo, y sobre ella yacían los
despojos mutilados del real y noble Polio.

Una vez al amparo del silencio que siguió, se dejó oír un clamor que tenía la intensidad de una
trompeta que sobrecogió a cada uno de los presentes:

- ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde está, oh sepulcro tu victoria?... Gracias sean a
Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.

Mil hombres se levantaron simultáneamente en arranques de ira e indignación. Mil manos se


levantaron señalando hacia el atrevido intruso.

- ¡Un cristiano! ¡Un cristiano! ¡A las llamas con él! ¡Echadlo al tigre! ¡Arrojadlo a la arena!

Con tales gritos contestó todo el gentío a la voz admonítiva.

Lúculo se hizo presente en el lugar en el momento preciso para rescatar a Marcelo de la turba
enfurecida de romanos que se aprestaban a despedazarlo. Diríase que el tigre silvestre que estaba
en la arena no estaba tan enfurecido y tan sediento de sangre como lo estaban ellos. Lúculo se
precipitó impetuosamente entre todos, cual guarda de fieras salvajes.

Atemorizados por su autoridad se volvieron atrás, habiéndose acercado los soldados.

Lúculo no pudo hacer más que entregarles a Marcelo, y condujo la compañía fuera del anfiteatro.

Una vez afuera se hizo cargo él mismo del prisionero. Los soldados le siguieron a distancia.

- ¡Ay, Marcelo, Marcelo! ¿No es una locura que expongas así tu vida?
- Yo hable por un impulso del momento. ¡Pues aquel niño a quien yo amaba tanto moría ante mis
ojos! ¡No pude contener mi propio ímpetu! ¡De eso me complazco y estoy muy lejos de
arrepentirme! ¡Pues yo también estoy listo a ofrecer mi vida por mi Rey y mi Dios!
- Yo no puedo entrar en razones contigo. ¡Tus actos sobrepujan todo argumento y entendimiento!
- No fue mi intención entregarme; pero lo que he hecho, y cómo he sido inspirado a hacerlo me
satisface íntimamente. Sí, voy gustoso y gozoso siguiendo el camino trazado por mi Redentor,
de quien es mi vida, sea que viva o la ofrezca aquí.
- ¡Ay, amigo querido! ¿No consideras tu vida?

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- ¡Yo amo a mi Salvador más que mi vida!
- Mira, Marcelo, el camino está abierto delante de ti. Huye velozmente. Corre, y salva tu vida.

Lúculo le dijo esto apuradamente en voz baja, abriéndole el paso mientras los soldados estaban
como a veinte pasos atrás. Había toda la oportunidad de escapar.

Marcelo presionó la mano de su amigo.

- No, Lúculo, lejos sea de mí salvar mi vida con deshonra. Reconozco y amo ese tu gran corazón
que todo lo pospone por el amigo, pero no voy a crearte dificultades por mi amistad.

Lúculo suspiró y siguió en silenciosa reflexión. 2

CAPITULO 5
PERSECUCIÓN EN EL SIGLO XXI

5.1. LAS BUENAS NUEVAS ACERCA DE LAS MALAS NOTICIAS.

No es una coincidencia que las naciones que se llaman “no alcanzadas” por organizaciones
misioneras cristianas sean las que hoy día se encuentran en el mundo islámico, hindú y

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comunista. En los siglos pasados los obstáculos más grandes al evangelismo eran las grandes
distancias, las junglas, y los idiomas. Hoy son los gobiernos, las sociedades, o las religiones
hostiles que presentan el reto más grande.

En los años 1960, mucho de la obra de La Voz de los Mártires, llamado en aquel entonces, Jesús
al mundo comunista, se llevaba a cabo en la Europa Oriental y en Rusia. En aquel entonces los
comunistas aterrorizaban a los líderes bautistas, pentecostales, ortodoxos, católicos. Golpeaban a
sus familias, las mataban o las encarcelaban en un sistema de grandes campamentos de trabajo
forzado. En uno de esos campamentos, establecidos por José Stalin, había más de 50 mil
personas.

El comunismo se derrumbó en la U.S.S.R. eso dio la oportunidad a muchas organizaciones


misioneras para visitar a esos países. Por esos acontecimientos, mucha de la obra nuestra con
cristianos valientes perseguidos se trasladó a varios miles de kilómetros más hacia el sur. Hace
como 20 años cambiamos nuestro apoyo hacia el centro del mapa del mundo, al área señalada en
nuestro mapa. A veces recibimos cartas de musulmanes, hindúes, rebeldes o comunistas
encolerizados. Nos piden salir de su país; “Misionero, llévese consigo a su religión, ¡y váyase!”.
Estas personas queridas no comprenden que la ola del Evangelio se está extendiendo a manos de
su propia gente. Se está extendiendo por usar un libro que se originó en el mismo Oriente Medio
--- La Biblia.

La pasión de los cristianos nuevos es la causa de mucha de la persecución de la que conocerá en


este sitio. El gozo, la gracia, y el amor de su Salvador Jesucristo, los sorprende y los inunda, y
tienen que contarlo a otros. Estas son las buenas nuevas acerca de las malas noticias; le invitamos
a formar parte de su comunión al conocer por medio de nuestra página sus testimonios, noticias y
sus vidas entregadas por su fe. 1

5.2. "PODER PARA SER TESTIGOS". HECHOS 1:8.

El siglo XX podría muy bien llamarse "El siglo de los Mártires". Miles de hermanos y hermanas
cristianos en todo el mundo han sido encarcelados, torturados y asesinados por causa de su fe.

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De hecho, en el siglo anterior fueron asesinados mas cristianos por causa de su Fe que en todos
los siglos anteriores juntos y hoy día siguen oprimiendo y persiguiendo a muchísimos cristianos
alrededor del mundo.

"Se cree que cerca de 1000 cristianos mueren diariamente por causa de su fe”.

Estamos en una época cuando se habla demasiado de los derechos humanos, pero muy poco del
martirio y de la muerte de hombres y mujeres valientes que han decidido seguir a Jesucristo
aunque esto les cueste muchas veces su vida o la de sus seres queridos.

 ¿SABÍA USTED QUE EN EL MUNDO COMUNISTA Y MUSULMÁN EL CRISTIANO ES


CONSIDERADO UN OPOSITOR POLÍTICO?
 ¿SABÍA USTED QUE LOS PASTORES EN VIETNAM SON HECHOS PRISIONEROS POR
PREDICAR EL EVANGELIO TAN A MENUDO QUE ALGUNOS LLEVAN UNA MALETA A
LA IGLESIA CADA DOMINGO?
 ¿SABÍA USTED QUE LOS MUSULMANES EN IRÁN QUE PROFESAN LA FE EN CRISTO
SON, ALGUNAS VECES, EJECUTADOS POR EL ESTADO?
 ¿CONOCÍA QUE MÁS DE 500 EVANGELISTAS HAN SIDO EJECUTADOS POR LAS
GUERRILLAS DURANTE LOS ÚLTIMOS 10 AÑOS, Y TODO EN SU SOLO PAÍS, PERÚ?
 ¿SABÍA QUE A LAS MUJERES CRISTIANAS LES CORTAN LOS PECHOS PARA NO DAR
DE AMAMANTAR A SUS HIJOS?
 ¿SABÍA QUE EN UN PAÍS COMO LAOS OBLIGAN A LOS CRISTIANOS A TOMAR AGUA
HIRVIENDO PARA QUE DIGAN DE DONDE TOMAN LAS BIBLIAS QUE NOSOTROS LES
DAMOS A ELLOS?
 ¿SABÍA QUE EN BURMA OBLIGAN A LOS CRISTIANOS A PASAR POR CAMPOS
MINADOS PARA QUE PASEN LOS MILITARES?
 ¿SABÍA USTED QUE EN SUDÁN EN MENOS DE DOS AÑOS HAN MUERTO MAS DE 2
MILLONES DE PERSONAS, ENTRE ELLOS MUCHÍSIMOS CRISTIANOS, A MANOS DE
LOS EXTREMISTAS MUSULMANES? En los últimos diez años se ha ejecutado ahí a medio
millón de varones cristianos. Sus mujeres y niños son vendidos como esclavos a musulmanes
que los obligan a adoptar su religión, y son sometidos a todo tipo de violación. En ninguna
nación ocurre esto con más brutalidad como en Sudán.

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Usted necesita conocer éstas cosas, estos son sus hermanos y hermanas. Cada uno de nosotros
ignorábamos éstos hechos hasta que Dios abrió nuestros ojos para que la persecución fuera
encarada cada día por su iglesia. Es necesario levantar sus voces y proclamarlo olvidando el
silencio que muchos años aún desde los púlpitos ha permanecido.

5.2.1. Debemos ayudar a los mártires hoy.

En Hechos 1:8 En el griego original del Nuevo Testamento la palabra "TESTIGO" y la palabra
"MARTIR" es la misma, eso significa que Jesús cuando dijo "Y me seréis Testigos...estaba
diciendo también en un sentido "Y me seréis mártires..." Los mandatos de Jesús todavía
permanecen.

"La sangre de los mártires es la semilla de la iglesia".

¿Que es un mártir?

 Es la palabra griega que significa testigo.


 Es la persona que escoge la muerte en vez de negar a Jesucristo o su obra.
 Uno que da testimonio de la verdad que ha visto, o conoce o ha escuchado, como lo hace un
testigo ante un tribunal de justicia.
 Alguien que sacrifica algo de mucha importancia por el avance del Reino de Dios.
 Uno que soporta sufrimiento constante o severo por causa del testimonio cristiano.

RECUERDA:

 El Señor nos llama a que elevemos oración por todos aquellos hermanos que sufren
persecución en todo el mundo.
 Ora por fortaleza y pronto auxilio para ellos en las diferentes naciones.
 Pedir sean abiertos los ojos ante las mentiras de las falsas religiones, extremismos religiosos y
paganismos.

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5.3. MÁRTIRES DE LA ACTUALIDAD
5.3.1. ¿Por qué vine?

Ann Askew fue encarcelada y torturada cruelmente por causa de su fe. Fue colocada sobre un
potro de tormento, en la que sus huesos y coyunturas fueron sacados de lugar. Se desmayó por
causa del terrible dolor, y al recobrar el conocimiento, le predicó a los que la atormentaban por
horas.

El día de su ejecución, fue llevada a la hoguera cargada en una silla, debido a que sus huesos
estaban dislocados y no podía caminar.

En el último momento le ofrecieron el perdón del rey, si solo confesaba su error y se retractaba,
pero ella dijo: "No he venido hasta aquí para negar a mi Señor y Maestro". Murió en medio de las
llamas, orando por sus verdugos.
Anne Askew. Inglaterra. (1546). 2

5.3.2. Li De Xian y Zhao Xia, Continente Chino, 2002.

“Cristo fue el primero en sufrir”, dijo el pastor Li de Xian. “Debemos seguirlo. Hay muchas
espinas, pero nuestros pies casi no están lastimados. Este sufrimiento es muy poco”.

El pastor Li habla por experiencia acerca de sufrimiento. El hombre que dijo: “¡Continuaré
predicando hasta que muera!” ha cumplido su palabra. A pesar de la continua presión del Buró de
seguridad Pública (BSP), el pastor Li se niega a faltar a un culto al menos que este en prisión o
cambie su mensaje de salvación a través de Jesucristo. Durante el periodo comprendido entre
octubre de 2000 a mayo de 2001, lo arrestaron quince veces por predicar en su iglesia sin
registrar en Guangzhou. Durante los pasados dos años lo arrestaron tantas veces que ya perdió la
cuenta. En una reciente detención, los carceleros le ataron los brazos y las piernas juntas y los
encadenaron a un poste de la cama durante tres días. Cuando al final lo liberaron de esa tortura.
¡Lo obligaron a trabajar en una línea de ensamblaje en la fábrica de la prisión colocando
bombillas en las guirnaldas de luces de navidad para enviarlas a Estados unidos! El y otros tenían
una cuota entre cuatro y cinco mil bombillas al día. “Ellos sufrieron este trato inhumano
simplemente porque no lograron cumplir su norma de producción diaria en los campos de trabajo

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chino”. Li ha visto a prisioneros cristianos torturados tan seriamente que sus glúteos sangraban a
través de sus ropas. En esta particular ocasión, pasó quince días en prisión.

Sin embargo, en lugar de que esta experiencia lo enseñara a tener miedo, lo guió a estar
preparado. Viaja sin cesar con un pequeño talego negro que guarda empaquetado con una sábana
y una muda de ropas, las cosas que necesitará para la prisión cada vez que lo arresten de nuevo.
“Los arrestos se producirán en cualquier momento, pero no tenemos temor mientras que estemos
preparados y no hayamos cometido ningún crimen”. Siempre que le es posible, dedica su tiempo
en la prisión a la lectura de la Biblia, algo que logra pasar de contrabando con una regularidad
asombrosa.

Su esposa, Zhao Xia, lo apoya firmemente en esto y rechaza la preocupación “Dios cuidará de él”
dice, “así que no hace falta preocuparse”.

En el año 2000, los funcionarios del BSP confiscaron también la iglesia de Li y cerraron
herméticamente las puertas. A principios de noviembre de 2002, en la ciudad de Wenzhou,
provincia de Zhejiang, informaron que volaron y demolieron al menos cuatrocientos cincuenta
iglesias, templos y santuarios. Los funcionarios gubernamentales dijeron que los líderes
religiosos construyeron iglesias y templos de manera ilegal.

“No lo sienta por nosotros” dice Zhao Xia por su estilo de vida. “Al menos nos recuerdan sin
cesar que estamos en una guerra espiritual. Sabemos por quién estamos peleando. Sabemos quién
es nuestro enemigo. Y estamos luchando. A lo mejor debemos orar por ustedes los cristianos
fuera de China. Por su tiempo libre, por su opulencia, por su libertad, a veces no se dan cuenta
que están en una guerra espiritual”. 3

5.3.3. Perdón extremo. Rumania. DEMETER

Demeter sufrió por muchos años en cárceles comunistas. Se mantuvo fuerte de espíritu durante su
encarcelamiento, pero su cuerpo comenzaba a agotarse. Había un cierto carcelero que divertía
pegándole a Demeter en la columna vertebral con martillo, lo cual lo paralizó para siempre. Sin

49
embargo, la actitud semejante a Cristo de Demeter nunca titubeó, y al final lo pusieron en
libertad.
Veinte años más tarde, escuchó a alguien tocar a la puerta de su hogar. Se asombró al ver parado
delante de él al mismo carcelero que años antes le pegó con tanta crueldad en su columna
vertebral y lo paralizó. Todavía Demeter no titubeó en su expresión de fe.

Aún antes que Demeter lo saludara, el antiguo carcelero dijo: “Soy consciente que nunca recibiré
el perdón por lo que le hice a usted. Fue demasiado atroz. Aún así, por favor, solo escuche mis
palabras de disculpa y después me retiraré”.
Demeter hizo una pausa por un momento mientras con compasión y asombro al hombre. Él
contestó con suavidad: “Durante veinte años he orado por usted todos los días. Lo estaba
esperando. Hace veinte años que lo perdoné. Si estamos dispuestos a mostrarle amor y perdón a
todo el mundo, aun a los que nos han herido, el amor de Cristo logra conquistarlo todo.

De modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el
Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Colosenses 3:13.

La mayoría de las personas nunca sufrirán tormento físico a propósito. Sin embargo, las heridas
que otros nos infligen emocionalmente pueden ser devastadoras. Recuerdos de palabras crueles,
la traición de un amigo, un divorcio amargo, quizá permanezcan con nosotros toda una vida.
Sentimos la tentación de guardar rencor o hasta quizá de tomar venganza contra el ofensor. El
perdón no es algo natural para nosotros, pero es inseparable de la naturaleza de Dios. Si hemos
probado de la gracia de Dios, podemos permitir que otros reciban del perdón de Dios. El perdón
no depende de que el ofensor lo pida primero. Es un acto de obediencia, al igual que un acto de
fe. Pídale a Dios que abra su corazón al milagro del verdadero perdón. 4

NUESTROS HERMANOS Y HERMANAS EN CRISTO PERSEGUIDOS POR SU FE,


NECESITAN NUESTRAS ORACIONES. LEVANTEMOS SUS VOCES, NO NOS
QUEDEMOS EN SILENCIO, ELLOS SON PARTE DEL GRAN CUERPO DE CRISTO.

50
51
"Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los
maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo". HEBREOS
13:3

CONCLUSIÓN

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APARATO CRÍTICO

CAPITULO 1

1. Diccionario Bíblico Conciso Holman, Publicado por Broadman & Holman Publishers
Nashville, Tennessee 37234, Año 2001, E.U.A., Págs. 432 y 433.
2. http://es.wikipedia.org/wiki/Mártir
3. Nelson, Wilton M., Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, (Nashville, TN: Editorial
Caribe) 2000, c1998.
4. http://es.wikipedia.org/wiki/Mártir
5. http://usuarios.multimania.es/eamanecera/canon/index.htm
6. Coffman, James Burton, Comentario sobre el Evangelio de Mateo [Commentary on the
Gospel of Matthew] (Abilene, TX: ACU Press), 1974, Pág. 375.
7. http://www.apologeticspress.org/espanol/articulos/3777

CAPITULO 2

1. JOHN FOXE, EL LIBRO DE LOS MÁRTIRES, EDITORIAL CLIE, 1991, ESPAÑA,


PÁG. 22.
2. http://www.corazones.org/santos/esteban_protomartir_ni.htm
3. JESSE LYMAN HURLBUT, HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA, EDITORIAL
VIDA, AÑO 1999, E.U.A., PÁGS. 27 – 281.
4. FOXE, Óp. Cit., PÁGS. 22 – 23.
5. FOXE, Óp. Cit., PÁG. 23.
6. Ibíd.
7. http://www.gotquestions.org/espanol/muerte-apostoles.html
8. FOXE, Óp. Cit., PÁG. 23.
9. Ibíd.
10. http://www.gotquestions.org/espanol/muerte-apostoles.html
11. FOXE, Óp. Cit., PÁG. 23.
12. http://www.gotquestions.org/espanol/muerte-apostoles.html
13. FOXE, Óp. Cit., PÁG. 24.

53
14. http://www.gotquestions.org/espanol/muerte-apostoles.html
15. FOXE, Óp. Cit., PÁG. 24.
16. Ibíd.
17. LYMAN HURLBUT, Óp. Cit., PÁGS. 33 – 37.
18. http://www.gotquestions.org/espanol/muerte-apostoles.html

CAPITULO 3

1. LYMAN HURLBUT, Óp. Cit., PÁG. 52.


2. "Actas selectas de los mártires", Editorial Apostolado Mariano, C/ Recaredo 44, 41003
Sevilla. Sevilla 1991, Págs. 31-41

3. LYMAN HURLBUT, Óp. Cit., PÁG. 54.


4. Http://tematicacristiana.blogspot.com/2008/04/justino-mrtir_13.html

CAPITULO 4

1. El mártir de las catacumbas, EDITORIAL PORTAVOZ, 2000, Grand Rapids, Michigan,


U.S.A. Págs. 103 – 109.
2. El mártir de las catacumbas, Óp. Cit., Págs. 117 – 122.

CAPITULO 5

1. http://www.persecucion.org/
2. http://www.persecucion.org/testimonios.html
3. Dc Talk, Locos por Jesús Vol. II, Editorial Unilit, 2003, Impreso en Colombia, Págs. 94 –
95.
4. http://www.persecucion.org/testimonios.html

BIBLIOGRAFÍA

54
1. Diccionario Bíblico Conciso Holman, Publicado por Broadman & Holman Publishers
Nashville, Tennessee 37234, Año 2001, E.U.A.
2. Nelson, Wilton M., Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, (Nashville, TN: Editorial
Caribe) 2000, c1998.
3. Coffman, James Burton, Comentario sobre el Evangelio de Mateo [Commentary on the
Gospel of Matthew] (Abilene, TX: ACU Press), 1974.
4. JOHN FOXE, EL LIBRO DE LOS MÁRTIRES, EDITORIAL CLIE, 1991, ESPAÑA.
5. JESSE LYMAN HURLBUT, HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA, EDITORIAL
VIDA, AÑO 1999, E.U.A.
6. "Actas selectas de los mártires", Editorial Apostolado Mariano, C/ Recaredo 44, 41003
Sevilla. Sevilla 1991.

7. El mártir de las catacumbas, EDITORIAL PORTAVOZ, 2000, Grand Rapids, Michigan,


U.S.A.
8. Dc Talk, Locos por Jesús Vol. II, Editorial Unilit, 2003, Impreso en Colombia.
9. http://es.wikipedia.org/wiki/Mártir
10. http://usuarios.multimania.es/eamanecera/canon/index.htm
11. http://www.apologeticspress.org/espanol/articulos/3777
12. http://www.corazones.org/santos/esteban_protomartir_ni.htm
13. http://www.gotquestions.org/espanol/muerte-apostoles.html
14. Http://tematicacristiana.blogspot.com/2008/04/justino-mrtir_13.html
15. http://www.persecucion.org/
16. http://www.persecucion.org/testimonios.html

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