Está en la página 1de 47
: Los ensayos que se publican ¢n este libro son versiones 1¢ visades y ampliadas de los que aparecieron en las siguientes revistas: American Scholar, Chicago Review, Dacdatus, Nomos, Partisan Review, The Review of Polities. «Nerdad y politica» aparccié originalmente en The New Yorker, Denver Lindley tradujo del alemin «La crisis en la educaciénm. PREFACIO: LA BRECHA ENTRE EL PASADO Y EL FUTURO. Notre heritage n'est précédé davcun testaments —eauestra herencia no proviene de ningén restamentor— es, quiza, of ms extraho de los aforismos extrahamente abruptos on que René Chas, poeta y eseritor francés, condens6 la esencia de lo que Cuutro afios ex Ja Resistencia legaron a significar para coda tuna generacion de escritozes y hombres de letras europeos:' La caida de Francia, para ellos un acontecimiento completamente inosperado, habia vaciado el escenario politico de su pats de la roche a la manana para dejarlo poblado de fantochadas de pi- caros y tontos, y quienes nunca en realidad habjan partieipado en los asuntos oficiales de la Tercera Reptiblica se vieron ab- sorbidos por la politica con la fuerza del vacéo, De esa manera, sin haberlo pensado antes y aun en contra de sus inclinaciones conscientes, leparon a configurar a pesar suyo un Ambito pa- blico en el que —sin los elementos de la oficialidad y ocultos a los ojos de amigos y eneinigos— se hizo, de palabra y bra, todo lo que era importante en los asuntos del pais. Aquello no duré mucho. Al cabo de unos pocos aiios se li- heraron de lo que antes habjan considerado una «carga» y vol- vieroa a enteegarse a lo que —en ese momento lo sabian— era la isrelevancis ingravida de sus cuestiones personales, una vez més soparados del «mundo de Ja realidad por un épaésseur iniste, la «opacidad sriste» de una vida privada centrada s6lo en simisma, Aun cuando se negaban «a volver a [sus] propios co- mienzas, a [s11] canducta mas pabrew, la tinico que podian ha- cet era regresar a Is antigua lucha de ideologias enfrentadas cue, tras la derrota del enemigo comin, nuevamente ocupaban 1h arena politica, dividiendo a los antiguos compatieros de ar- nas en innuumerables camarillas —ni siquiera facciones— y en- zarzindolos en Jas polémicas e intrigas interminables de una guetta de papel. Lo que Char habia previsto y anticipado con claridad, mientras ain se procucia la verdadera lucha —@Si so- brevivo, sé que tendré que romper con el aroma de eses aos esenciales, rochazar en silencio (no reprimir) 7 testo» —, ha- bia ocurrdo: habian perdido su tesoro. Qué tesoro eta ée? Come los propios protagonists lo entendieron, al parecer consistié, por decitlo asi, en dos partes interrelacionadas: babjan descubierto que quien se «anid a la Resistencia, se encontré asi mismo», que habia dejado de «bus carse Te si mismo] sin habilidad, en medio de una insatisfac: cidn desnuda», que ya no se vefa sospechoso de «insinceri- dacb», de ser «un actor de la vida capcioso, suspicaz», que se podin permitir xr desnado. En esa desnudez, despojados de toda mascara —de esas que la sociedad asigna a sus micrabros y también de esas que el individue Fabrica para sf en sus reac- ‘iones psicalégicas contra la sociedad—, por vez primera en sus vidas los visitaba una aparieneia de libertad: no, por cierto, porgue actuaran conten la tirania y cosas peores que la tirania —este eta indiscutible en el caso de cada inteyrante de los ejér citos aliados—, sino porque se habia convertido en «tetado: res», habian asumido la iniciativa y por lo tanto, sin sabeclo ni advertitlo, comenzazon a crear ese espacio pablico que media ba entre ellos y era el campo en donde podia aparecer la liber- tad, «En cada comida que compartimos, se invite a fa libertad. Lasilla siempre esta vacia, pero su lugar est asignado.» Los hombres de la Resistencia eusopea no fueron los pri- eros nios tiltimos que perdieron su tesoro. La historia de las revoluciones —desde el verana de 1776 en Filadelfia y el vera politicamente explica la histori secdndiea de la época moder- aa, se puede nartar bajo la forma de una parddola, como el cuento en el que un tesoro de Ta edad dorada, bajo las circuns- tapcias mis diversas aparece abrupta e inesperadamence y le- saparece otra ver, en cistintas condiciones misteriosas, como si se traaza de un espejismo. Hay muchos motives, por cierto, para creer que el resoro jams fue una realidad sino una ilusién Sptice, que no nos enfrentamos en este tema coa algo sustan- ial sino con una visidn, y el mejor de todos esos motivas es el 10 hecho de que el tesoro, hasta hoy, carace de nombre. ¢Existe algo, no en e] espacio exterior sino en el mundo y en los asun tos de los hombres sobre la tierra, que ni siquiera haya tenigo un nombre? Los unicornios y las hadas son, al parecer, mas t reales que el tesoro perdido de las revoluciones. No obstante, si voluemos los ojos # los comienzos de esta era, y sobre todo a Jos decenios que la preceden, podemos descubrir para nuestra sorpresa que en el siglo xvin, a ambos lados del Adiintico, este esoro tenia un nombre, hace tiempo olvidado y pesdido, se disia, incluso antes de que el tesoro mismo desapareciera En América el nombre fue «felicidad pablicas, denominacién que, con sus connotaciones de virtud» y «plorian, apenas si entendemos mejor que su equivalente francés, «libertad publi «ao para nosotros, la dificultad escriba en que en ambos casos al éntasis esta en el adjetiva «publica» Sea como sea, al decir que ningiin testamento nos legé aestra hereneia, el poeta alude al anonimato del tesoro perdi: do, El testamento, cuaado dice al heredero lo que le pertene cer por derecho, entrega las posesiones del pasado a un fetu- 10, Sin testamento o: para sortear In metéfora, sin tradicién — {ue seleccions y denomina, que transmite y preserva, qu dlica déinde estén los resoros y cual es su valor—, parece gue no * existe una continuidad volustaria en el tiempo y, por tanto, ba- Ylando en términos humans, ni pasado bi futuro: soo el cam= >io eremo del mundo y del ciclo biologico de las eriataras que en dl viven, Es decir que el tesor no se perdi6 por circunstan- cias histétieas ni por los infortunios de la realidad, sino porque ninguna tradicidn habia previsto su aparicién ai su eealidad, ‘porque ninggin testamento lo habia legado al futuro, De todos rnodos, la pérdida, quizd inevitable en términos de realidad po- litica, se consumé por el olvide, por un fallo de la memoria no silo de los hezedezos sino zambién, por decirlo asi, de los acto- res, de los testigos, de quienes por un instante fugaz sostuvie- ron el tesoro en la palma de sus manos, en pocas palabras, cle los propios seves humanos; porque el recuerdo, que —si bien una de las més importantes — no es més que una forma de pen- samiemto, esta desvalido fuer de una estructura de referencia preestablecida, y la mente humana sélo en muy raras ocasiones 5 capaz de setence algo que se presenta completamente inco- a nexo, Asi, los primeros que no lograron recordat cémo ere exe tesoro fueron precisamente los que, aun poseyéndolo, lo consi- dleraron tan rato que ni siqniera supieron cémo lamarlo, En su momento, esto no les preocup; aunque ignoraban su wesoro, conocian bastante bien el significado de lo que hacian y sabian ‘que eso estaba mis ali dela vieroria y dea derrora: «La accién que tiene un significado para el hombre vivo sélo es vilica para el muerto; su cumplimiento, s6lo para las mentes que le han hreredado y le cuestionan.» La tragedia no empez6 cuando lali- beracién del conjunto del pais estuiné casi automaticamente las pequefias istas de libertad escondidas que, de todas mados, vya estaban perdidas, sino cuando se advirtié que no habja una ‘memoria para heredar y cuestionar, para teflexionar sobre ella y recordar. JLo fundamental es que se les escapaba el «cumpli« ienton, que sin duda todo hecho acontecida debe tener en'la ‘mente de quienes han de contarlo a le historia para trasladar su significacidn; y sin esta conciencia del cumplimiento después de la accidn, sin la articulacién opesada por el recuerdo, senci- Iamente ya no habia relato que se pudiera tsansmitic. En esta situacién no hay nada totalmente nuevo. Estamos muy familiarizados con los ciclicos estallidos de exasperacién apasionada, con la razéin, el pensamiento y el discarso racional, las reacciones naturales de fos hombres que, por sus prapias experiencias, saben que pensamiento y tealidad son elementos coneomitantes, que la realidad se ha vuelto opaca para la Iuz Gel pensamiento y que el pensamiento, ya falto de esa relacidn con el incidente que siempre conserva el citculo con su centro, puede coavertisse en algo sip significado alguno o repetir las viejas verdades, despojadas de toda relevancia concreta. Inclu- soel reconocimiento anticipada de este predicamenta se habia convertido ye en algo familiar, Cuando Tocqueville valvid del Nuevo Mundo, del cual hasia una descripcién y andlisis tan so- berbios que su obra se convirtié en ua clisico y sobrevivis 2 mis de un siglo de cambios radicales, era muy conscieate de que lo que Char lla el «cumplimicnto» de la accidn y el he- cho ya se le habia escapado a él mismo; y le frase de Cher, una especie de paisaje del pensimiento que, sin perdee precisidn, alberes todas las riquezas, variedades y elementos dramaticos caracte risticos de la vide «reabs. Para el escritor el pensamicnto era la parte més vital y vigorose de la realidad: por esto desarrollé su cextrafio don de anticipacién que atin hoy, después de easi cua zenta afios llenos de acontecimientes sin pzecedentes ¢ impre- visibles, no deja de sorprendernos.) En su simplicidad y breve- dad r6tales, la historia registra un fenémeno mental, algo que se podria denominar idea-acontecimiento. El escenario es un campo de combate sobre el que las fuerzas del pasado y del fu- turo chocan una con otra; entre elas podemos encontrar ai hombre que Kafka lama «ls, quien, si quiere mamtenerse fit- me por completo, debe presentar hatalla « ambas fuerzas. Es decir que hay dos o tres contiendas en desarrollo simulténco: la pelea entre «sus» enemigos y la pelea del hombre que esta en medio con cada uno de elios. Sin embargo, la existencia de una lucha parece que se debe de modo exclusive a la presencia del hombre, en cuya ausencia, sospechamos, las fuerzas del pasado y las del fururo se habsfan neutralizado 0 destruide mutua mente mucho tiempo atras. Lo primero que se ha de advestir es que no silo el futuro ~«la ola del futuro»—sino también el pasado se ve como una fuerza, y n0, como en casi todas nuestra metioras, como una car- ga que el hombre debe sobrellevar y de cuyo peso muerto el sez humano puede, o incluso debe, liberarse en su marcha ha: cia el fucuro; en las palabras de Faulkner, «el pasaco jamés mucre, al siquiera es pasado». Ademés, este pasado, que retui te siempre al origen, ao lleva hacia atras sino que impulsa hacia delante y, en contra de lo que se podcia esperar, es l furaro el que nos leva hacia e! pasada, Ohservado desde el punto de vis: ca del hombre, que siempre vive en el intervalo entre pasado y futuro, el tiempo no es un continuo, un flujo de sucesi6n inin- tecrumpida, porque esta partido por la mitad, en el punto don- de «éby se yergue; y «su» punto de mira no es el presente, tal 6 como habitualmeate lo entendemos, sino mas bien wna brecha cen el tiempo al que «stm» lucha constante, «su definicion de ‘una posture frente al pasado y al futuro otorga existencia, Solo porque el hembre esté inserto en el siempo y solo en la medida en que se mantenga firme, se romperd en etapas el flujo indife- rente de Ta temporalidad; esta insercién —el comienzo de un comienzo, para decirlo con té:minos agustinianos— es lo que escinde el continuo temporal en fuerzas que entonces comien- van a achat unas con otras y aactuar sobre el hombre; tal como lo describe Kafka, porque estan enfocadas en la particula ¢ en el cuerpo que les da su direecién. Sin distorsionar el significado de Katka, ereo que se puede avancar un paso mas, Kafka describe le forma en que le in- sercién del hombre rompe el flnjo unidireccional del tiempo, pero, dc una forma bastante extrafa, no cambia la imagen tra- Gicional de acuerdo con Ia cual pensamos que cl tiempo se eve en linea recta, Como Kafka conserva la tradicional me- tafora de un movimiento temporal cectilineo, «é!» apenas sitie- ne espacio suficiente para mantenerse firme y, cada vez que «dlp piensa en independizarse, «él» suefs con una regién que esté al otro lado y por encima del frente de batalla: eque otra cosa son este suefio y esta regidn sino el antiguo suefio de un reino interporal, a0 espacial y suprasensorial, que es la regi, especifica del pensamiento, un sueiio forjado por la metafisica occidental, desde Parménides hasta Hegel? Es obvio que lo que falta en la descripcién kafkiana de una idea-acontecimien- to es una dimensién espacial, donde ef pensarniento pueda es- forzarse sin verse obligado a salir por completo del tiempo hu- mano. El problema del relato de Kafka, a pesar de si cardcter admirable, comsiste en que casi no ¢ posible retener Ia nocisn de un movimiento temporal rectilineo, si su Hlujo unidireccio- hal se rompe en fuerzas antagénicas que atacan al hombre y actiian sobre él, La insercion del hombre, cuando quiebra el continuo, sélo hati que las fuerzas se desvien de su direccidin original, aunque sea minimameate, ¥, en tal caso, ya no caerian en picado sino que impactatian teas une trayectoria angular. En otras palabras, la brecha en la que est «él» es, al menos en porencia, no un simple inservalo sino algo semejanie a lo que en fisica se llama paralelogramo de fuerzas. En términos ideales, la accién de Jos dos elementos que forman el paralelogramo de fucraas en que el «él» de Katka en- conteé su catnpo de batalla tiene que dar una teccera fuerza, la diagonal resultante ceyo origen seria el punto donde las fuer- zas chocan y sobre el que action, Esta fuerza oblicua se dife- rencia en un sentide de las dos que la generan. Las dos fuerzas antagéaicas no tienen un limite en su origen, ya que una pro- viene de un pasado infinito y la otra de un futaro infinite; pero, aunque carecen de un comienzo conocido, tienen un fis: el punto en que chocan, Por el contrario, la fuetza oblicua tiene tun origen precioso, porque nace en al punto de colision de las antagénicas, pero no tiene fin, ya que es el resultado de 6n conjunta de dos fuerzas cuyo origen es el infinito. Esta fuerza oblicua, de origen conocido y direccién determi de por el pasido y el furuto, pero cuyo fin posible se pierde en el infinito, es la metafoza perfecta para la actividad del pensa- mienzo. Si el personaje de Katka fuese capaz de aplicar sus fuerzas sobre esa diagonal, en perfecta equidistancia de pasado y futuro, deslizandose por ella, por decitlo asf hacia adelante y hacia atras, con los movimientos lentos y ordenados del des plazamiento de las secuencias del pensamiento, no se apastaria de la linea de fuego aunque estaria por encima de la refriega, como lo exige la parabola, porque esa diagonal, aun cusndo apunte hacia el infinico, sigue ligad al presente y se arraiga en A; pero de esta forma, el protagonista habria descubierto —a pesar de verse presionado por sus enemigos et: la diva direc ci6n desde la que puede ver y vigilarlo que le pertenece, lo que he llegado a ser sdlo con st propia aparicién autoinsertada—el enorme y sempre cambiante espacio temporal creado y limita- do por las fuetzas del pasado y del futuro; habria encontrado tn lugar en el tiempo que esti Jo bastante Iejos del pasado y del fatuco como para ofrecer «al érhitro» una posicidn desde la que podria juzgar las Fuerzas en pugna coa ojos imparciales. Pero nos vemos tentados a afladir: esto es asco tedrica- meate asi», Lo que es mucho mas probable que ocurra —y lo que Kafka en otros relatos y pardbolas ha deserito a menudo— es que el «él», ineapaz de encontrar la diagonal que lo arranc: ra de la linea de fuego y condujesa al espacio ideal constitu: Go por el paralelogramo de fuerzas, «mucra de agotamiento>, 8 agobiedo por la presién de la lucha constante, olvidado de sus incenciones originales y stlo consciente de la existencia de esa bbrecha en el tiempo que, mieatras viva, es el lugar en que debe moantenerse, aunque mas que un hogar parezca un campo de datalla Para que no haya melas interpretaciones: las imégenes que uso agquf pata indicar metaférica y tentativamente las condici: nes del pensaziento contemporaneas s6lo pueden ser vélicas dentro del campo de ios fenémenes mentales. Aplicadas al tiempo histérico o al biografice, guizé ninguna de estas meté- foras tenga sentido, porque las brechas temporales no se pro- clucen en ellos. Sdlo er Ta medida en que piensa y en que es intemporal —un «él» al que con eaz6n Kafka lama asf y no alguien», el hombre, dentro de la realidad total de su ser concreto, vive en esa brecha del tiempo siruade eatre el pasado yel futuro. Sospecho que fa brecha no es un fenémeno moder- ino, que qui2d ai siquicra es un dato histético, sino algo coct- reo de la existeneia del hombre sobre la tierra. Bien puede ser la regiGn del espirit 0, més bien, el camino pavimentado por el pensamiento, esa pequefia senda sin tiempo que ia actividad del pensamiento eecorte dentro del espacio temporal de los mortales y donde las secuencias de pensimiento, de recuerdo y de premonicién salvan todo lo que tocan de la ruina del tiem. po histérico y biografico. Este pequeiio espacio intemporal dentro del corazdn mismo del tiempo, a diferencia del mundo y dela cultura en que hemos nacido, slo puede indicarse, peso no heredarse y transmititse desde el pasado; cada nueva gene. rtacién, cada nuevo ser humano, sin Guda, en la medida en que se inserte entre el pasado infinica y un futuro infinito, debe des cubtizio de nueve y pavimentarlo con laboriosidad. Sin embargo, el problema consiste en que, al parecer, no «estamos ni equipados ni preparados pare esta actividad de pen sat, de estableceros en la brecha entre ef pasado y el futuro, Durante muy largas temporadas de nuestra historia, de hecho a lo latgo de los miles de aitos que siguieron a la Fundacion de Roma y quedaron determinados pot los conceptos romanos, esa brecha quedé salvada por el puente que, desde los tiempos Ge los romanos, Hamamos tradicién. Que esta tradicién se de bilité mis y mas a medida que avauzaba la época moderna, no 19 ces un secreto para nadie, Cuando el hilo de ia eradiciéa se rom- vié por fin, la brecha entre et pasado y el futuro dejé de set una condicién peculiar sélo para la actividad del pensamienzo y se restringié a la calidad de una experiencia de los pocos que ha- cen del pensamiento su tarea fundamental. Se convietié en una realidad tangible y en perptejidad para todos; es decie, se con viri6 en un hecho de importancia politica. Kafka menciona la experiencia, la experiencia de lucha ga nada por aébs, que se mantiene Fuerte en medio del choque de las olas del pasado y del futuro, Esta experiencia lo es de pensa miento, ya que, como vimos, toda la paribola se refiere @ un fe némeno mental yse puede adquirir, como cualquier experiencia para hacer algo, a través de la practica, de la ejescitacion, (En te, como en otros aspectos, se trata de un tipo de pensamnien- to diferente de los procesos mentales de la deduccién, de la in- duccién y de ia obtencién de conclusiones, cuyas replas légicas de no contradiecién y de coherencia interna se pueden aprender de una vex para siempre y después slo habra que aplicarlas.} JLos seis ensayos siguientes son ejezcicios de esa clase y su taico objetivo es adquirir experiencia en cuznco a cémo pensar; 20 contienen presctipciones sobre qué hay que pensar ni qué ver dades se deben sustentar, Menos ain, no pretenden restablever dl hilo roto de la tradicién ni inventar novedosos sucedneos ‘com los gue se pueda cerrar la brecha entre pasado ¥ futuro. En estos ejercicios el problema de la verdad perreanece en estado larente; lo que importa sélo es edmo moverse en esta brecha, la ‘inica regién en la que, quiz, al fin aparezea la verdad, ‘De un modo mas especifico, se teara de ejercicios de pen- samiento politico, tal como surge de fe realidad de los inciden= tes politicos (aunque esos incidentes se mencionan sélo de ma- neva ocasionali, y mi tesis es que el propio pensamiento surge de los incidentes de le expesiencia viva y debe seguir unido a ellos « modo de letzero indicador exclusive que determina ef rambo, Estos ejercicios se mueven entre el pasado y el futuro, taz6n por la cual contieaen tanto eriticas como experimentes, pero los experimentos no procusan dibujar una especie de fu- taro ut6pico, y la critica det pasado, de los eonceptes tradicio- rales, no buses el adesprestigion. Ademés, las partes critica y ‘experimental de los ensayos sipulentes no estan divididas con cana Knea abrupta, aunque, en téaminos generals, los tres pri ‘meres capitulos son més criticos que experimentales, y los diti- mos cinco mas experimentales que criticos. Este paso gradual del énfasis no es arbitrazio, porque existe un elemento de ex- perimentacién en Ja interpretacién critica del pasado, una in- terpretacidn cuya meta es descubrir los origenes verdadetos de los conceptos tradicionales, para destilar de ellos otra vez sts espirita original, que tan infortunadamente se evaporé de las propias palabras clave del Ienguaje politico —como libertad y justicia, autoridad y raz6a, responsabilidad y virtad, poder y plotie—-, dejando atnis unas conchas vacias con las que hay ‘oue hacer cuadsar todas las cuentas, sin tomar eo considera- én su realidad fenoménica subyacence Me pareve, y espero que el lector esté de acuerdo, que l ensayo como forma literaria posee una afinidad nateral con los ejercicios que tengo en mente, Como toda coleccidn de ea- says, este libro de ejercicios obviamente podia tener mis 0 -mienos capitulos, sin due por esa variara su cardcter. La unidad de sus elementos —que considlezo justificacién soficiente para prublicarlos bajo la forma de libro— no es la unidad de un todo sino de una secuencia de movimierttos que, como en una suite musical, estan escritas en idéntica tonalidad o en tonlidades afines, La secuencia misma esta determinada por el contenido Eneste aspecto, el libro se divide en tres partes. La primera tra- tade la ruptura moderna entre la tradicion y el concepto de la histotia con el que la época moderna esperaba reemplazar los conceptos de la metafisica tradicional, La segunda parte se re- fiere a dos conceptos politicos ceniyales ¢ intezrelacionados: autoridad y libestad; inxplica el anlisis de le primera parte en sentido de que preguntas tan elementales y directas como «equ os la autoridad?», «equé ¢s la libertad?» pueden surgir solo si ya no existen ni son vilidas las respuestas formuladas por la tradici6n. Los cuatro ensayos de la itima parte, por fin, son istentos abiectos de aplicar a problemas inmediatos y t6pi- cos, con los que nos enfrentamos cada die, el tipe de pensar miento que se probs en las dos primezas partes del libro, aun- ue sin dude no para encontrar saluciones precisas, sino con la esperanza de clavficar las salidas y ganar cierta sewutidad al en Irenrar problemas especificos. 1 LA TRADICION Y LA EPOCA MODERNA 1 Nuesita tradicidn de pensamiento politico tavo su contien- 20 definido en las ensetianzas de Platéa y Arist6teles. Creo que ‘leg6-a un fin no menos definido en las teorias de Karl Mars. El comienzo se produjo cuando, con la alegora de la caverna, Pla 14n describid en La repriblice la esfera de los asuntos humanos —todo lo que pertenece a la coexistencia de los hombres e un mundo comén— en términos de oscuridad, confusién y de- cepcién, de fas que quienes aspiran al ser verdadero deben apartarse y dejarlas atrés, si quieren descubrir el firmameoto limpido de las ideas eternas. El fin llegé cuando Marx declaré que la filosolia y su verdad estan situadas no fuera de los zsun- tos de los hombres y de su mundo comin, sino precisarente en ellos, ysélo se pueden llevar adelante» en a esfera dela co cexistencia, lamada por él «sociedad, a teavés del surgimiento de los «hombres socializados» («uergesellschaftete Menschen). La filosofia politica necesuriamente implica la activud del flé- sofo ante la politica; su tradicién comenzé cuando el filésofe se aparté de la politica y después regres6 a ella para imponer sus rnormas a los asuntos humanos. Elfin se produjo caando un fi- Kisolo se apart de la flosofia como para sino «epana qué luchamos?», Nici silencio de la tradicién ni la reaccién de los pensado- res decimonsnicos contza él son suficientes para exolicar lo ue pas6 en -ealidad. Fl caracter no deliberado de a ruptura le Storga exe itrevocabilidad que sélo los hecbos, punca los pen- B samientos, pueden tener. La rebelién del siglo xre contra la tt dlicién se mantuvo estrictamente dentzo de una estructura trad cional; y en el nivel del mero pensamiento, que apenas se podia preocnpar por algo mas que las experiencias, en lo esencial ne gativas, de prediccién, comprensi6n y silencio agotero, era po. sible la radicalizacién pero no un nuevo comienra ni la recon. sideracién del pasado. Kierkegaard, Mars y Nietesche aparecen hacia el fin de lz tradicién, justo antes de que se produzca la ruptura. Como predecesor inmediaco tuvieron a Hegel. Fue él quien por pri- mera vez vio el conjunto de la historia del mundo como un de sarrollo continuo, y este logro tremendo implicé que él mismo quedara fuera de todos los sistemas que se arrogasen la autor dad de todas Las creencias del pasado, que sélo lo manzuviera el propio hilo de la continuided en la historia, el pzimer susti- tuto de la tradici6n y por cuyo intermedio la abrumadara masa ce los valores més divergences, de los pensamientos més con- tradictories y de las autoridades mis conilictivas, que de algu nna manera habjan sido capaces de funcionar en conjunto, se vio reducida a un desarrollo lineal, dialécticamente consisten- te, pensado ex sealidad para repudiar no la tradicion como tal sino la autoridad de todas las tradiciones. Kierkegaard, Marx y Nietzsche siguieron siende hegelianos en la medida en que ve Zan la historia de le filosofia del pasado como un todo dialect camente desartollado, su mayor mérito consistié en radicalizar ese nuevo acereamiento al pasado del tinico modo en que po- dia desarrollarse atin mas, es decir, euestionando la jerarquia conceptual que habia dominado la filosofia occidental desde Plans y que Hegel todavia dio por senrada. Kierkegaard, Masx y Nietzsche son para nosotros como le- tretos indicadores de un pasado que perdis su autoridad, £llos fueror: los primeros que se atrevieron a pensar sin la yuia de nin- puna autoridad; con todo, para bien o para mal, ain se encon- ttaron insextos en las categorias de la gran tradicién. En algunos aspectos, nosotros estamos en mejores condiciones. Ya no nece- ‘amos sentimnos aludides por su desprecio hacia los «filsteos educados» que a lo largo de todo el siglo xix trataron de disira- zar la falta de autoridad auténtica con una glorificacién espuria deja culeura, Para la mayoria, hoy esa cultura es como un campo 4 de ruinas que, lejos de estar en condiciones de reclamar algo dle ftexicad, apenas puede zegir sus propios intereses. Este hecho puede ser deplorable, pero implicita en él esti la gran oportuni- dad de mitar al pasado con ojos a los que no oscurece ninguna tradicién, de un modo directo que, desde que la civilizacién r0- mana sescmetiéa la autoridad del peasamiento griego, habia de- sapareciclo entze los lectores y ayentes occidentales 3 Las distorsiones destructivas de la tradicién provinieron, todas, de hombres que habian experimentado algo nuevo y, casi instarzéneamente, procuraron superarlo y seducitlo a algo viejo. El salto de Kierkegaard de la dude a la fe era una inver- sign y una distorsiéa de la relacida tradicfonal entre raz6n y fe. Fue la respuesta a la falta moderna de fe, no sélo en Dios sino también en la razdn, que era inherente en el ade ananbus dubr andum est» caztesiano, con. su sospecha subyacente de que las cosas pueden no set lo que aparentan y de que un espiritu ma- liye, maliciosameate y para siempre, podria ccultar la verdad alentendimienta humano. El salte de Marx dela teoria a la ac- cid y de‘a contemplacisn al trabajo legs despues de que He gel hubie-a transformado la metafisica en una filosofia de la historia y qubiera convertido al filésofo en el historindor a caya mirada retrospectiva, si acaso, al fin de los tiempos, el sipnifi- cado de li conversion y del movimiento, no el del ser yla ver- dad, se revelaria por si mismo. Bl salto de Nietzsche desde el reino trascendente no sensual de les ideas y dimensiones al rei ato sensual de la vida, su «platonismo invertido» o «:ransvalo- raci6n delos valores», como él misino diria, fue la altima ten- tativa de apartasse ce la tradlicién y su éxito se redujo a ponerla cabera abajo, Por muy diferentes que scan estas rebeliones contra la tra- dicién en su intencién y contenido, sus resultados tienen una similitud temible: Kierkegaard, al saltar dela duda ale fe, Jiewé Ia duda ala seligidn, tzansforind el ataque de la ciencia moder- ‘2 contra la religién en una lucha religiosa inverior, de modo ‘gue desde entonces la experiencia religiosa sincera parecis po % sible silo en la censién entre duda y fe, en la tortura de la fe a manos de la duda y en cl alivio de este tormento tinicamente ‘mediante Ta alismacién violenta del cavicter absurdo de la cou- dieién humana y también de fa fe del hombre. De esta situa cidn religiosa moderna no hay sintoma mas claro que el hecho de que Dostoievski, quiza el psicélogo mis experimentado de Jas creencias religiosas moderaas, reteatara la fe pura en Mish kin, «el diota», © ep Alfosha Karamazov, que es puro de cora 26a porque es un simple. Mars, al saltar de la filosofia a la politics, levé las teorias dele dialéctica ala acci6a, con lo cue hizo que, mucho mis que antes, la accisn politica fuera mds tedrica, més dependiente de Jo que hoy amariamos ideologia. Ademis, dado que su resor- te n0 era la filosafia en al viejo sentido metafisico sino la floso- fia cartesiana de la dada, tan especiticamente como en el caso de la flosotia de la historia hegeliana o del resorve kicrkeguar- iano, superpuso la «ley de la historia» a la politica y cerminé por perder cl significado de la accign no menos que del pensa- mieato, de la politica no menos que de Ia filosofia, cuando in- sistié en que ambas eran meras funciones de la sociedad y de la historia E] platonismo invertide de Nietasche, su insistencia en que le vida y lo sensval y materialmente dado eran conttarios a las ideas suprasensuales y trascendentes gue, desce Platén, su puestamente median, juzgaban y otorgaban sentido 2 lo dado, termind en lo que, por fo comin, se denomina nihilism. Sin embargo, Nietzsche no era un nibilista sino que, por el contra- rio, fue el primero que trat6 de superar el nihilismo inherente 10 a fas nociones de les pensadiozes sino a Ja realidad dela vida modema. Lo que descubrié en su intento de «transvaloracién fue que, dentro de esas categorias, lo sensual pierde su ver- dadeza raison dire cuando se ve prlvado de sus antecedentes de Jo sensual y trascendente. «Abolimos el mundo verdadero: gaqué mundo ha quedado? debe su origen la tendencia socioldgica gue, aua antes de Max, estaba bien manifiesta ea la relativa monte nueva ciencia de Ia economia clisica. Marx conocia muy bien el hecho, desce entonces alviclado por las ciencias sociales, de que nadie «visto aisladamente produce valores, pero esos productos ase convierten en valores slo dentro de fa relaci6n socials Su distineiGn entre «valor de uso y «valor de cambio» refle le distinciéin entre las cosas tal como el hombre las usa ¥ produee, y su valor en la sociedad, y su insistencia en la mayor autenticidad de los valores de uso, su descripcisn freceente del sangimiento del valor de cambio como una especie de pecado Original en el inicio del mercado de produccidn refleja su propio seconocimiento impotente —y, por decinlo asi, ciego— de ba inevitabilidad de una inminente edevaluacisn de todos los valo- ‘6». El nacimiento de las ciencius sociales pucde situarse en el momento en que todas las coses, tanto «ideas» como abjetos materiales, quedaron igualadas a los valores, de manera que vedo obtenia su existencia de la sociedad y estaba relacionado con cla lo Boren yo mature no meres que les objetos tangibles. Eola disputa acerca de siel capital o el trabajo es a fuente de los »

También podría gustarte