caminitos que suban y bajaban, con estanques repletos de peces, y con rboles llenos de pjaros.
De muchsimos pases llegaban visitantes
que elogiaban el palacio del rey, admiraban sus riquezas y se extasiaban recorriendo el gran bosque. Pero cuando oan el canto del ruiseor, todos exclamaban: oh, que canto tan maravilloso! Y tantas veces repitieron esta frase, y tantas fueron los que la repitieron, que la fama del ruiseor lleg a odos del rey.