Está en la página 1de 1
Tomés El que invents ta escritura tajo al mundo un desgarramiento ‘nuevo, Desde entonces hay una manera de tomar la palabra ‘que consiste en secuestrarla: sacarla de contexto y abusar de ella en la soledad. El que escribe dialoga fantasmalmen te, y al revés de lo que podria suponerse, el que escribe en ‘un periédico estd ms angustiadamente solo que el mds su Dido 2 las nubes de los poetas, puesto que no puede inven {arse un relleno de posteridad con que colmar la ausencia ‘inmediata de interlocutor. Si quiere hilvanar algo de un dia para otro, nunca podrd saber si el lector (suponienda que cexista)ley6 la pigina del dia anterior, y mucho menos si pido 0 quiso desciftarla através de las erratas, ea evident ‘venganza de los dioses, que siempre han sido grafos. ‘Asi que no es poca la angustia con que vuelvo al te ‘ma que me preocupa: el de llamada propiedad intelectual Pero es que dejar las cosas asi significaria una angustia mayor de la que egoistamente necesito librarme: la de abandonar un razonamicnto inconchuso, la de dejar unas paginas vert sginosamente en el aire. No queda, pues, sino lanzarse como ‘i hubleran quedado efectivamente asentadas unas cuantas ‘cosas: que la propiedad intelectual no ¢s una propiedad ‘sino un derecho fundamental; que los derechos fundamen- tales no se legitiman en la ley. sino ésta en aquellos; que los dos derechos fundamentales radicalmente irrestrictos enka ‘modema son (inesperadamente) la sober nia del pueblo y la inviotabilidad de la creacidn; etcétera Pero antes de examinar ciertas consecuencias para la rictica de estas aparatosas verdades, conviene detenet- ' Un poco en algunos aspectos de las cosas a que se apli ‘can. Hay, por ejemplo, una diferenciaciin entre estas cosas {que no siempre los cédigas civiles establecen con clari dad. Para los efectos de la proteccion de unos derechos

También podría gustarte