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Crónica Bingo
Crónica Bingo
Soledad Barrenechea
No est pagando nada. La anciana chasquea la lengua y sale del saln, tiene
que ir a fumar afuera.
A cada fila de mesas corresponde una moza o mozo, cuya vestimenta es una
chaqueta roja sobre una camisa blanca, pantalones o pollera negra y zapatos
del mismo color. Los vendedores de cartones llevan una camisa blanca y un
pantaln o pollera color crema. Todos, sobriamente arreglados.
La joven vendedora, respetando el orden de llegada de los jugadores a la
mesa, reparte nuevamente los cartones. La mujer, que gan el bingo, invita esa
ronda a quienes estn en la mesa. Tras un breve intercambio de palabras,
todos fijan nuevamente su mirada en los cartones. Es una costumbre que quien
gana el bingo invitar la prxima ronda de cartones.
Nuevamente, la luz de la entrada se enciende en Pasar y el intercambio hacia
la sala comienza una vez ms. Los apostadores vuelven al saln de mquinas
y all, un anciano apoyado en su bastn y con el labio inferior blando mira a las
mquinas manoseando un billete. Las mozas que pasan a su lado y que lo
miran le sonren, y las tragamonedas hacen su show de luces. El anciano
comienza a caminar lentamente hacia la fila ms cercana buscando una
mquina que en algn momento le haya pagado.