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Era como un hoyo negro, todo se tragaba.

Nada nos rechazaba y era nuestro


mejor compaero a la hora de la comida. Todos los das cuando en la mesa
quedbamos solo los primos, uno corra a asomarse a la puerta de la cocina y
nos echaba aguas de nuestra ta y mi mam. En ese punto nos
apresurbamos a introducir en esos agujeros que adornaban la enorme mesa
de madera los chicharos, calabazas, garbanzos y toda aquella comida que no
era de nuestro agrado.

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