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Si.Jefa.

La vi venir con aquel andar firme, seguro que, tal vez por los altos tacones, haca balancear
sus caderas embutidas en la estrecha falda. Un tringulo de piel morena, que la blusa dejaba
sin cubrir, encauzaba la mirada hacia los firmes y redondos pechos. Los labios rojos,
hmedos, carnosos; la negra melena ondulante al viento... No poda evitarlo. Cada vez que
la vea de aquella manera, mi mente se desbocaba y tena una ereccin.
-Buenos das Juan Luis -me salud cogiendo el casco que le tenda.
Abri el bolso y sac unas zapatillas planas aunque para colocrselas, acab mostrndome
las piernas hasta el tringulo de sus bragas con lo que, a pesar de encantarme, me sent un
poco azorado dada la situacin.
-Perdona -dijo- Se que no es lo ms apropiado pero me avisaron tarde y tengo una reunin
de alto nivel despus de esto.Hemos de revisar el estado de una columna en la planta
diecisis vamos?
Tras lo visto y lo imaginado, mi ereccin era ya completa pero si se percat o no, nada dio a
entender. La segu, observando ahora por detrs las sinuosas curvas de su cuerpo que, en mi
pensar, vea desnudo y excitante.
Subimos en el montacargas, tan pequeo que, a pesar de situarme en un rincn tocando con
mi espalda las paredes, poda sentir la tibieza de su cuerpo y el sonido de su respirar. Su
perfume, clido y sensual, me iba envolviendo en una nube que centraba todos mis sentidos
en la presin del pene contra la tela. Cerr los ojos. Mi mano avanz a cmara lenta hasta
encontrar la tibia piel de su rodilla. No la apart, as que se volvi ms osada ascendiendo
por el interior del muslo hasta alcanzar la seda de aquellas bragas que tena clavaditas en mi
mente.
Cuando los dedos rozaron el sexo por encima de la tela, suspir y apret las nalgas contra
mi vientre dejando escapar un gemido al sentir la dureza de mi vstago sobre ellas.
La otra mano busc la redondez de sus pechos, la suavidad de aquella piel ardiente y la
dureza acerada de los pezones. Sus manos acariciaban mi miembro buscando la forma de
liberarlo de su prisin. Comenc a respirar entrecortadamente. Mi boca reseca avanzaba por
su cuello buscando afanosamente la suya para saciar su sed en ella. Gir la cabeza con los
sensuales labios entreabiertos.

-Juan Luis, ya hemos llegado! Dnde ests? Te pasa algo?-Perdn. No, no. Me haba
distrado. Hicimos el trabajo, descendimos, recogi los zapatos y me tendi el informe.-Que
lo firme el encargado y renete conmigo en la oficina de promocin.-Si... jefa!

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