manchas negras. No era ni muy grande ni muy pequeña, ni muy alta ni muy baja, ni fea ni guapa, en fin, era una vaca del montón. Vivía en una granja preciosa rodeada de gallinas, patos, ovejas…porque ella era la única vaca de la granja, así que podía tener muchos amigos. Pero Viky no era feliz, y casi no hablaba con los demás. Sólo pensaba que estaba muy gorda. Así que decidió hacer régimen. Preguntó que tenía que comer a los mejores doctores. -”Verdura, mucha verdura”- le contestaron. Pues lo llevaba claro, ella sólo comía hierba ¡y estaba gorda!. Así que miró en Internet y encontró unas pastillas maravillosas que prometían milagros. Sin pensarlo dos veces se las compró y comenzó a tomarlas.¡Qué horror!, no perdió ni un gramo y encima la leche se volvió azul (azul añil, nada de celeste). El granjero al ver el color de la leche “alucinaba”, jamás de los jamases se había encontrado con una leche con semejante color. Llamó rápidamente al veterinario, que después de examinar a Viky no supo decir que le pasaba. El granjero que no se atrevía a beber la leche que Viky daba optó por comprar otras dos vacas que de inmediato llegaron a la granja. Lucera y Boli, que así se llamaban, eran unas vacas grandes, divertidas y charlatanas. Según llegaron y vieron a Viky la miraron atentamente y exclamaron: -¡Chica, que vaca más guapa eres!¡Qué haces para tener una figura tan excelente!¡Y que piel, qué manchas mas chulas!, y así siguieron cotorreando toda la mañana. Viky después de oírlas comenzó a pensar si lo de adelgazar no sería una bobada, al fin y al cabo Lucera y Boli eran mas grandes y a ella le parecían guapísimas. Y sin más se fue al establo, cogió las pastillas y las llevó a la farmacia, que los medicamentos no hay que tirarlos al contenedor (y ella era una vaca muy concienciada con el reciclaje). A los pocos días, su leche ya era de un blanco brillante y se pasaba el día pastando o con sus amigas charlando. Nunca más se preocupó por su aspecto y vivió feliz en la granja muchos, muchos años.