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Aventuras del Duende Melodia Alicia Morel Paarl de lene Per Q@ Indice oun Conas del Duende Melodia cient Fours, pag. ? Laextrafa vecina ele Cor LARS. Saeto4604 pag. 19 J oon jie 3 20 Dia de luvia en el bosque One Kesegistas ag. 27 Pee, senber © [9PM por Alicia Mere] Chasgrreaae Pie meena El enanto de fas flores ‘Tenprow Ealivea Zg- zag, $8 pig. £7 eR shaman ads F1Padre Rio ein ae me? ee Los reinos dela tierra pretense no pte rtp no 103.69 stare il ancadous teria x sngén me edie eickebGnen de grin Contam fae, Un anrtiago robo ‘cht vob fain, ‘Sols Snes ewtasemede R79 Tagg BR etch Biografia breve de Alicia Morel ‘Size dC Peg. Cosas del Duende Melodia aS H. ‘auna ver uma hormiga que, euvez de hablar, cartaba, y por esto se Hamaba Hor- nmignita Cants-u. Habja también un duende que tenia el nombre Melodia, porque solfa enfonar ngs canciones, aunque no muy afinadas. ‘Una hermosa mafiana de primavera, mien- tras un aire de felicidad removia las flores y Jas hierbas, el Duende Melodia tenia ta frente ‘oscurecida por sna gran preocupacion, De puro nervioso, hablaba solo: {Fs algo increfble que esto me pase a mi! La iimica que puede ayudarme es la Hormiguita Cantora, peto no me atrevo ¢ salir de mi ca- llanpa. jSlpo torrible pasaria! Voy a asomazme zy ene a 2 mi veotanite a ver si algoien pueds Hevar mi recady al bormiguero... Eh, Mariposa, acércate un momento! La Mariposa se acereé, lena de curiosidad, {Qué quieres, Duende Melodia? Te veo muy prsocupads, {Se me nola que estoy preocupado? (Claro que sit Te pusiste la gorte al revés ¥ ie abrochaste mal los botones de Ia chaqueta. iTe ves muy divertido! —De veras. Pete a0 importa, Oye, Mari- posa, haz el faver de decile a la Hommiguita Cantora que necesito hablar cox ella, —¢Para qué, Duende? Qué ie quieres de- ch? ~-Ya lo sabris todo a su tiempo, ;Apérate, por favar! —Si, voy volando, volandooos.... El Duende siguis pensando en voz alta: -—La Mariposa es demasiado cutiosa y hablacora. Por suerte, lz Hommiguita Cantors es disorota, casi tanto come yo. Una ronca risotada resoné sus cspaldas. 8 ~~ —jJo. jo, jo! {Un duende diseretot jJu. ju, jul —Avi esti de nuevo ol intruse riéndose de mi. Oiga, equién es usted? —iNadie, isdie! jJo. jo, jus ju, jul —Siempre contesta que no es nadic. (Que esto me pase a mi, cs inercible! ‘Desde haefa varios dis, un ser invisiile se habia instalado en el bongo del Duende. Si nuestro amigo comia, ¢! otro no terdaba en comerse las sobtas. Varias veces ichabia desbecho la cama y ‘también s¢ habia sentado en su silla de paja, cam- biindole de sitio, Todo habia comenzado después Ge una noche Ge lluvia, Ge esas que hacen crecer {as bierbas y madurar las semillas. En la casa del ‘Duende estaban pasando cosas de duendes. Era una situacién rarisima. Mientras esperaba a Ja Hormiguita, €l alligide Melodia se puso arevisar Josrincones, zunque no habia muchos, porque los hhongos son redondos, Ires goipes en la pucrta le anumciaron la legada de st amiga. ~jHormiguita, qué bueno que viniste pronie! m aviaunrsuceewemeavin a —Tan ripido vine, que estoy sin aliento. Dime qué te pasa y cuél es e] cuento. —X también vine, Duende Melodia —ale- ted la Mariposa frente a le puerta. —Si, Mariposa, muchas gracias. Pero entra, Honmiguita, -; También puedo entrar yo, Duende? ---in- Ja Mariposa. —No, lo siento, amiga, Espera un ratito por ahi cerca. —Bueno, voy a esperar dentro de una flor. ‘Mientras Ia Mariposa revoloteaba de una flor a otra, impaciente, el Duende contd su se- creto & la Hormiguite. --Me pasa algo terrible: jen mi casa hay un duende! Fso no es terrible y Bo me sorprende, siempre en tu casa hha vivido un duende. —No, Hormiguita, no te rias. Otro duende 10 sist AE NTURASDEL DLR MELADIA vive conmigo desde hace’ varios dias. Ha dermi- do cn mi cama, el muy sinvergiienza. Y se come todo lo gue me sobra. —Y qué cara tiene, se puede saber? Cara conocida: no os de tomer. —iEso ee lo peor! Este duende no tiene cara, —Que no tiene cara, eso habré que ver. Si come, si duerme, cara ha de tener, Fit Pp —Tienes raza, Hormiguita, Si come y duer- ime, tiene cara, Por lo menos tiene ojos y boca Aponas el Duende dijo estas palabras, s¢ ‘oyeron de nuevo las carcajades del alojado ine visible. —Ahiesté de nuove el intruso —exclamé el Duende—, No me deja en paz cep sus burlas. —Por aqui, por all, 120 9¢ ve, siempre esti, Por alli, por acd, quign seri, quién sexé, —jNadie, nadie! —volvid a contestar el descanoeido, ahogindose de risa Entonces la Hormignita hizo um gran des- cubrimiento: Duende Melodiz, “Nadie” es cl nombre de este bicho rato, aunque ti te asombres, —Tienes toda la razén, amiga mia, “Nadie” es ol nombre de este bicho, |¥ tiene cara! Pevo {dénde se hnabri escondiéa? Los dos amigos se pusioron a revisar cuida- 2 /ATURAS OLDE IDANELOOUA AR AVENTEAS HEL OUENDEMLOOIA J__SEURETELOORDENLOOA age dosaimente las paredes de! hougo, Las delicadas antenas de te Hormiguita eran cepaces de sentix Jo invisible, Mientras tanta, al lado afuera de la callampa, 2a Mariposa, balancadndose sobre una for, comunicaba a todo el que pasaba junto a ells que af Duende le sucedie algo raro, inita, fate que sé uaa cosa nouy —iQué cosa, Mariposa? —Adentro del hongo estin el Duende y la Hormiguita, y ellos son Tos que saber: una cosa, Un sape dejé de salar al ofr que sucedin algo rato. ~-"gQué pasa, Mariposa, se puede saber? ~ Bueno, yo ue sé, pero algo muy miste- Hose est pasando ali adonteo, en ta casa det Duende. En eso se acercd un grillo por tierra y una, aiboja por el aire y varios biehos mas, Una unul- fitud de alados y patudos roded cl hongo y le cusiosidad creciG come un globo que se Htena de aire. Uno de ellos progunté: —1Se podré mizar por la ventana? 1B = seen, ‘La Mariposa se oscandalizé: —No, seria una indiserecién, Al decis esto, la Mariposa empezé a revo- lotzar do naevo en fora a la callaxapa, com las sntenas temblorosas de curiasidad. Los bichos Js seguien con la mirada por si averiguaba algo, pero la tinéca ventana estaba con las cortinas. corridas. Lo que pasaba dentco del hongo era aiin més misterioso, Mientras el Duende y la Hormiguila miraban debajo de la eama, se oy6 un golpe y el intruso grité: —)Se me eayé la miell Ju, ju, ju. Asi era. Las hojasen que el Duende envolvia ‘un poce de miel, estaban desparramadas y el sue- Jo con una gran muancha del pegajose alimento, “Ay, jttira Jo que ha hecho ese bandido! —loriques Melodia, pasazdo un edo por la micl, La Hormiguita aprovechs pars Henarse el buche y entonces sc le ocustié uza idea: -La guatita lesa ne trajo una idea muy buena, muy buena, 14 PR SUES DH OURDSMEIOOIA aay —Dimela antes que se te olvide, La Hormiguiza se acereé a su amigo y le soplé con entonados cuchicheos la idez que se le habia ocuctido: se uataba de hucer un incendic Ge mentira, para que el intruso saliera de! hongo por miedo & quemarve. El Duende susurré: —Mi brasero tiene fuego: ser Pfeil inventar un inendio. Con gren disimulo, e! Brende bused en su Iehera unos palos y umes Hojas verdes y las cché al brasero, formando una.espesa homareda que Ilené el hongo. Sin perder tiempo, ins dos corrieron a la pucrta geitando: —ilneendio, incendia, ay ay ay, se quem, se guemal ;Traigan agua, socarra, socorto, s© quema, ay ay ay! Al ver el humo y oir los gritos, 1os bichitos corrieron a buscar agua y cada use acaired una ola deta charea.de los sapos; la Mariposa aleteaba ‘tratando de apagar of fuego, con lo que salié mais Juma. El falso incendio demoré poco en oxtingui™ 80. Enionces el Duende explicd entre risus: 16 P__STNTMS pu NDEMELODIAaae ~-No fue un incendio de verdad. Era broma que se quemabs mi casa, Antes que ningun bieho reclamnara, se oyd un chillido de rabia. -+{Una broma! | ¥ yo exci, cl muy tonto! Nunca me perdonaré haber sulido de tan mag- nifice hongo! El que asi protestaba era un delgado gusano gue se retoreia dé fusia en el suelo, Al verlo, el Duende se fe fixe encima: — A, eras ui, Gusano, el infeme que queria cchazme de mi propia casa! ;Donds te esoondias, bandide? —Me escondia entre Jas paredes, que esta- ban sabrosas y tiemas para mis vigjos dientes. —;Te estabas comiendo mi hermasa callam- pa! Te voy a aplastar, gusano malvado! Antes que e] Duende lo alcanzara, el gusano Nadis hizo un répide movimiento y se huncis en Ta terra sin dejar rastro, Todos se quedaron mirando el sitio por Conde habfa desaparecido. Entonces 1a Horntiguita coments con malicia: —Yo tengo ian desde amigo Ww J AENTURASONLDUENDEMELOONN agg {que siempre me sozprende, ‘porque en su casa pasan, ‘pasan cosas de duendes. Hasta Melodia tié de felicidad, en eompasiia de sus numerosos amigos, porque ahora no ha- bia mas duende que él viviendo en su hermosa casa, 8 La extrafia vecina ene Warsi, my cman, Oued “Melodia se paseaba inquieto fronte a su casa, Ti- rindose la barba, murmnucabe con pteocupacidn: —2Y sila nueva vecina es una bruja’... Acompafiaban al Duende en su paseo, Ia Toreazn y fa Ranita, —2Y si la nueva vecina es una bruja’... —repetlan, La causa de tanta intranquilidad era ¢] uucvo honge que habia aparecido junta al que le servia de casa el Duende, Es sabido que en (aa callam- pas habitan seres migicos. Nadie podia adivinar sien la que venia saliendo habitabs una bruja, un bada 0 algim otro duende, 1» FAUNAS EL EMDEMIERORA ae La Toreaza decidi¢ consultar al ser Tordo, profesor del bosque. En el nida, el Tordo tenia. una vieja enciclopedia. Trstando de parecer cul- ta, fn Toreaza pregentd en vers —Sefor Tordo negro, ine alegro de verlo, @Podria decirnos siel macys vecino seré alguna bruja, e algtin duende fino? EL'lorde brio la euciclopedia y, después de dar vuelta muchas paginas, coniestd: —tCreceré le callampa, erecerd, crecera y ese nuevo vecine: jguién sera, quign sers? La Torcaca se sintié muy infoumada y yold a contarle a su amiga lo que habia averiguado. Después de escuchar con atencién e! anuncio del Tordo, Ja Ranita comenté haciendo girar sus ojos: ~ Eso que ha dicho el Tordo, si no estuviera en verso, seria una yean tonteria. 20 JSP TRISOELICESPHOIFLOOIA ae Las dos, un volando y ta otra saltando, se avecearon a mirar la nueva callampa, —1Qué seri, qué seré? ~-se pregnntaban on secreto. El Duence Melodia hablaba y sospiraba de patos nervios: —Sime toca de vecino un duende peleudor, tendré que tmudarme. Si en el hongo nuevo viene ‘una bruja, tendré que arranear ligeto, sin llevar a pe __SETERASI. OUNNOEMTOOEA ag me ni siquiera una moda de vopa: Ay, edonde encoutraré otro honge tan lindo como éste, con techo rojo y con chimenea chueca? Ay, ay... En esto, se oy un fuorte erujid y en Ta nue- ‘yacallampa se abcié una puerta como un tesorte. Todos lanzaron un grito, pero luego se quedaron smudos al ver salir un par de zapatos viejos, unas cheneletas que huian saltando entre Jas hierbas. De atts epurecid una viejecita que chillaba: —jAtajen mis zapatos, ay, no puedo corer apie desnudo! Ei Dnends alcanzé los zapatos antes que se perdieran de vista y se los pas6 2 la extraiia ve- cing, que se los puso dando suspiros de alivio. —iQné felicidad! Ahors puedo caminar, bailar, brinear Y todo esto iba haciendo la viejecits eon una agilidad increible, El Duende Ja mir6 un rato y se presentd delicadamente: —Respetable seffora, yo soy el Duende Me- lodia y vivo en la callacape del lado. —¥ yo, soy la bruja Picarone y vivo en la callampa de ningin lado, ji ji. 2D JR __maniuionninenr eles ag EtDuende, la Ranita y la Torcaza dicron un. selto ats, ‘Picarona y bruja! ;Qué horror! —gimnié el Duecd —iQué horror! —repitieron las otras dos. —Yo no soy bruja, soy una brujita y hay una gran diferencia —corrigié Picarona. Diciendo esto, se metid en su casa y certd Ja puerta, Antes que nadie alcanzara a respirat, Ja nueva callampa empezé a dar vueltas y como. tornillo so hundié en la tierrs limpiamente. Todos Tanzaron otto grito, pero tuvieron que tragarselo, porque la callampa aparecié uo. poce mus alld, justo a unas flores. La brujita salié con una regadera y se puso a echar agea & las plaztas murmurende: —Corri Ja casa mids aed porque me gustan mucho las flores. —Si le gustan Ins flores, es bnena —excla~ mip el Duende con alivio—, Pero si le gusta la untisica, es perfects. Sacé de su bolsillo Ia 2auta con que soléa ‘cncantar sus tardes. A los primeros compases, 23 4a brujita dejé la rogadera, se metig ca la casa y con callampa y todo se trasledé con suma lige- vera, esta vex por encima de fa tierra, hacia ugar donde sonaba [a mésica. Se puso a beilar Tocameme, lo qze alegré timto al Duende, quc improvis6 rondas, polcas, valses y ottes ritmos modesnos. La Ranita y la Torcaza se entusias- maron; mientras una daba bote sobre sz panza, 1. 07a aleteaba como remolino. El Duende tovd hasta que Picarona cay sentada al suelo, sted cs buena! jLe gustan las flores y la misica! —-grité el Duende. —No, no soy Imens, lo que pasa es que estoy recién nacida —contest6 Ia brujita La Toreaza y la Ranita se toparon ala con pata, mientras comentaian riendo: —Dies que es recién nacida y parece una vieja, requetevieja, Debe scr porque es bruja. Picarona pidio mis misica: —iQuiero seguir bailando hasta la media- noche! —agrita. Pero entonces las chancletas crujieron y de ‘un Litén se salieron de los pies de Is extrafia voci- Ea — an, na, huyendo entre las malezas a grandes trancos mientras se quejaban: —Estamos cansados, ya no damos mis, no queremos estar ex los pies de esta bruja, Llamando a sus zapatos con desesperacion, 3a brujita eché a comer detras de ellos hasta per derse de vista, Ante #1 asombro de todas, portié también, muy apwrada, la nueva callampa. Largorato, el Ducnde, la Ranita y la Torcaza ‘esperaron quo Picarona regresara, Cuando oscus recid, cada uno se fue a su cast, desitnsionade, Hasta cl dia de hoy, la brujita no ha. vusl:o ni se ha sabido de ella. La Torcaza consulté al Tordo y s6lo pudo saber lo siguiente, —Volveri la brujita, volverd, volver, pero el'dia que vuelva jenal sera, cual sera? La Torcaza y.la Ranita se sinticron satisle- chas con estas sabias y esperanzadas palabras. Pero e! Duende Melodia no quedé muy mazcuilo, Porque tener de vecina a una bruja o a una brujita 8 de todas maneras inquictante. 6 Pr ttasonira poses ay Por eso despiczta tsmprano y cevisa los ale sededores, tomiendo que aparezca 1a callampa eorredora, 0 que s¢ oigan [os crujidos de los vigjos zapatos de Picarona. 7 Dia de Iluvia en el bosque SS, Tis Iuvia y el viento jugaban en el bos- que. Subian, bajabaa, danzanda y girando alre- dedor de los viejos itoncos sin cansarse jamés, Enire lag hierbas, britlzban collares y diademas, y el gotear de! agua prodncia un misteriaso tu- ‘mor. Al pie de un arbol se alzaba el hongo rojo del Duende Melodia. El anciano Duende se vio obligado a mover su cama, porque ceia justo tuna gotera sobre Ia almoheda. Como siempre, hablatba solo. — (UE, hay que cambiar de lugar esta cama! | Qué pesada estal Listo, ya la com. Ponds mi ca- cerola en la potera. ¢Fn qué vay a cocinar shora? Nadie le contests, por cierto; sélo Ja gotere 23 Jr___Avsiumasiee punnoe veto af hizo “glib, glob, glib, glub, glub” al chocar con Ta olla. Al poco rato empezaron a caer gotas sobre la mesa. —iSe me esid loviendo toda la casa! Tendré gue recoger el agua en mi plato hondo. ¢En qué voy acomer hor? La segunda gotera le contesto: “trip, trap, trip, trap”. Al oirla, e] Duende se puso a reir: ~-Coa esta musica puedo dailar: “Glib, glob, trip, teap, glob, glub, glub, trip, tap”. Dio varias vueltas por la habitacion y, como era redonda, se mared y cay sentade al suelo, 1o que te dio'nés risa, En esto, oy6 unos delicados golpes en la puerta, —Porece que alguien viene 2 visitarme. i Quién podra ser en un dia como éste? Alabrir la puerta, se eneontré con 1a Mari- posa. ‘Pero qué estés haciendo efuera con este diluyio? —exelom6 al vera su amiga cherresndo agua —Se me deshojé la flo: en que vivia y... yo 30 La Mariposa se puso a Worar, con lo que quedé atin mas mojada. —Por favor, entra, Maripase, pero no sigas lorando, mi casa se va a inundar. —Se me desiifieron fas alas con la Iluvia. iMita, parecen sdbanas! Al extender sus alas, 1a Mariposa se puso a. Torar con mas fuerza, —No llores, que me da mucha pena a mi también. La Suvia tecminara pronto y, con el sol, volvenin las colores de tus elag, te lo prometo. El Duende bused un poco de aztiewr en su alacena y se Ja dio 2 chupar a la Mariposa, para consolarla. —Gracias, me siento mejor —dijo ella con una pequefia sonrisa, —Parece que ya uo lueve tanto. La gotera std disminuyendo, En ese momento llegé ta Hermiguita Can- torn, protogiéndose de Ia Thivia con un paraguas de hojus secas —Duende Melodia, ve vengo a avisar a APILASOREDCRNDENDOIN ae que un bello areotris se ve por alld, —2Un arcoitis? ;Qué buena noticia! Hace aiios que no he visto uno —~exclamé el Dusnde abrienco fa puerta, Detras salié Ja Mariposa, sin acordazse de sus alas destefidas. La Hormiguita camé: —E] areoiris crnza el cielo comoun puente y cuardo el viento sopla secimbra suavemente. Los tres fuezon a mirar el arcoiris «que bri- Haba sobre las ramas del bosque. Al ver los hermosos colores, la Maripose grit: —1Esos son los colores que me rob6 fa Hue vial Tengo que Jegar al arcoiris para pintarme de maovo las alas. —Pero, Mariposa, eso esté muy lejos, no ieparias nunea —adyirtio ol Duende. Una voz suave vayé desde arriba: —No, no est muy lejos. Yo eonozea el camino, pera no puedo it. El Duende miré a quien hablaba y se encon- 32 Pe _Sent nas DUES MELO tré con la cara abierta de la scitora Girasol. —1Cémo lo sabes, sino haces mas que daz vwueltas le cabeza todo el dia? —Lo sé, ponqua miro el sol y conozco los caminos del ciele, Para llegar al urcoiris silo hay que caminar. —#sa no es ninguna novedsd —rid cl Duen- de—. De todas maneras, gracias, Girasol. Nos pondremos en camino y te trasremos un poco de colorete. Yo te lo trazré en mis alas —prometié la Maripese. Al oifla, el Duende volvi6 a su casa y eché en una bolsa sus botellzs de cristal pare guardar los colotes. Por fin se pusicron en camino. La Mariposa iba volando delamte de clfos, sin avanzar mucho, porque lode le Hlamaba'la atencién y se detenta en cada flor que hallaba, En un prado verde en contraron al sefior Caracol, que al saber que iban hacia el arcoitis, quiso uhadizse a la aventura, —Les oftezco mi carruaje para que no se fatiguen —dijo con sé mejor senrisa. 4 =a a Agradecidos, el Dueuds y Ia Hormiguita teparon sobre la casa del Caracol. Conociendo su leatitud, In Hormiga le aconsejé: —Tenesaos que apuramos, amigo Caracol, antes que el arcoisis se vaya con el sol. EL Catacol tome impulsa y partié con su mejor viimo en direceién. al ereofris, Las flores que los velan pasar les pedian colores nuevos y frescos, Un Escarabajo negro decidié ir cou ellos a ver si logsaba tein sus pesados élitras. Al comicnzo, la Mariposa se molest® con el zumbido que hacia el Escarabajo al volar, pero pronto se avostumbrs, —;Cual es el color que te gusta? —le pre- guntd —l tomasol, porque es una mezcla de fos colores del arcoitis. —Yo wy apintarme con los siete colores, pare vyerme Tinda otra vez —aseguré la Mariposa, —yNo mes que ese es demasiado vistoso? Quiero ser vistosa! —Mmm, puede ser peligraso. 35 cee to Tm La Mariposa aunca supo cual era el peligro de Jamar la atencidn, porque en ese instenie el C2 aco] intertampié su didlogo con el Escarabajo, * —jQué vauidosos son ustedes! Les ruego ng hablar tanto, porque me marcan, ~~zAcaso ti no vas a pintarta casa negra de ale iin color? —pregusits ja Mariposa, algo picada ~—Estoy satisfecho tal como soy —contestd el Caracal con impsciencia. —iEso si que es set vanidoso! —interrum- pié el Escarabajo, ‘Viendo que la discusion ibe en aumento, ol Duende traté de calmarles, —Todos somos vanidosos. Ne sigan diseu- tiendo sobre Jos colores, porque nunca se van a poner de acuerdo. Los gusios son diferentes. —Es cierto, sigamos avanzando, Bl areoitis se ve siempre a 2a misina distancia, por mas que camind —dijo el Caracal. Asiera. El arcoiris so iba alejando a medida que el Caracol se esforzaba y la Mariposa y el Escarabajo volaben. Entonces ia Hormiguita tave una idea! 36 AVENTURASDELDUENDEMELODIA apg —Cazar el arcoiris lo que hey que hacer, con una enerda larga Jo podemos couer. —jClero, tenemos que cazarlol —grité el ‘Duende. Sao6 de sus bolsillos flenos de magia un lazo gue, al trarlo, se alargo, se alargé sujetando un exiremo del arcoitis, El Duende lo amatré a una ‘ierba para gue 0 se escapara. Al ver of ureoiris a su aleance, el Caracol se detuvo, maruvillado; Ja Mariposa temblaba Ge emocién moviendo sus alas desteflidas y ef Escarabajo se mordia una pata de nervios. -—jApirense, el arcofris puede desapare- cor en cualquier momento! —grité el Ducnde, corriendo hacia los colores con sus frascos de cristal. La Hormiguita le ayudé a Henetlos. ‘Los demas los siguicron, atropellandose. Una ltuvia de luz eayé sobre ellos, tiéndolos de verde, de rojo, de azul, de amarilla y tornasol. La Mariposa bailaba borracha de colores. —jMiten, miren mis alas! jAhora tengo més 7 PRS _AHTUEASDELDUBDEMRLOIA age colores que antes! —teia, girando para que todos vicrau su hermesura, E] Caracol 20 quiso acercarse al arcoiris parano perder su seciedad. Sin embargo, n0 pudo evitar que una fina hobra de oro se encoscera en la spiral de su concta como una condecoracisn. Cuando mas folices estabau, Jos curié una lenta sombra, La Mariposa se asustd: —2Qué psa que se pone oscuro? —Se va el ercoitis y tambisn Ia lluvia —ex- plicé ¢] Duende, Nadie alcanz6 a sentir pona, Parque los colores nuevos de sus ropajes cente- Heaban, Henandolos de aleria, El Duende y la Hormiguita agitaron las botellas de cristal y el camigo de regteso se end de tuces. Fi destile atravesd el bosque de bierbas, causando admira- cidn entre los insectos del anochecer. A lamajiana siguiente, la Mariposa no alvi- d6 evar a Ja sefiora Girasol el colorete prome- tido. E! Duende acarreé sus botellas y pints las flores con las gotas Ieminosas del arcvitis, 38 El sombrero, Ee E Duende Melodia vistid su chaqueta de aso y sus pantalones de werviopelo pare ir ala gran fiesta que dabe la Reina de las hotmigas para celebrar la Hegada de la primavera. Fmpinado Frente al espejo, trataba de ponerse un puntiagudo sombrero berdado con estrellas de plata. —Lo mis importante es el soanbserw, porque todos lo ven, Me sentaré al lado de te Reina, y los invitados me saludaran con reverencias —murzauré leno de expectatives. Como el espejo era pequeiio, silo se refle- aba la parte superior de su euexpo; se subié ala sill. de paja para ver si los pantalones estaban, bien planchados. Say Todo est en orden —exclamé mirandose. por delante y por detrés. Bajé de la silla con cuidado y corrié a través del bosque para encontrar asu amiga, la Hosmi- Suita Cantora. Ella también estaba clegante, con un traje de tafeténrojo y las antenas tiesis, Ape= nas babian dado unos pasos, cuando un golpe Ge aire primaveral hizo volar lejos cl sombrero ol Duende, ~—iAy, mi sombrero, seme vold mi sorabie= Tol ~-gfi6 Melodia con aficcién, La Hormiguica sp sujeté las antenas por si se To volaban también. Los dos amigos corrieron detris del sombrero, que dio un bote haciendo briliar las estreflas de plata y enseguida desapa- recid entre Jas hiorbas —1Donde se escondié mi sombrero? {Lo ‘es por ahi, Hormiguita? ~ progunté el Duende buscando = gatas eatre las hierbas, Flla contestd riendo: ~—E] viento se puso ‘tu hermosy sombrero 0 JR _Rimtuicw nave ae y se iri a la fiesta como un cabellere, --E] viento no 08 un caballero y tampoco tun seiior, porque me quité ei sombrero de mal modo —alegé el Duende con raz6n. Pero la Hormiguita siguié riendo de Ja bro- ma del viento: —Duende Melodia, veremos, veremos quién Tlevs a la fiesta ta hermoso sombrero. ~=No te sigas riendo, porque mi sombrero ¢s tinico, sélo ami me queda bien, Costinuaron le bisqueda, En una vuelta, como era de esperarse, se encontraron con el Caracol. —Oye, amigo, has visio mi sombrero con estrellas de plata? —pregunté ef Duende, apa- ado, —zEh? Espera un momento. .., déjame pen- Ah, si, lo vi y luego... fuego... La Ientitud, propia dei Caracol, desespers al Duende. sar. 2 JR SRDS DELTUSNDENELCOL agg —,Qué pasé? Apirate, cada minuto es im- ‘poriante. —Espera, voy a descansar wn rato, si me apuras, me ponge nervioso —anurmurd el Ca- racol empezando 2 encogerse. —Esto no lo agnanto. ;Qué pasé con mi sombrero? Dilo de una voz No te agites, parece que Io vi... lo vi cerea de aqui, si... en la charva de los sapos. —El Caracol terminé de ensollarse en su concha, desapareciendo con cachos y todo. —Ay, lo tnico que falta es que mi sombrero ‘raya caido al agua —grité el Duende, echando avoxer, La Hormiguita lo siguié de atrds justo para ver que una pequefa cana se dirigfa a fa fieste con un treje de musgos y jcon el sombrero del Duende Melodia! — Mira, Hormiguita, ahi va mi sombrero! ;Se lo Heva la Rana dle Darwin! ‘Pero su amiga estaba cansada de tanto co- niet. —Anda tii adelante, a3 FE Sepvescoum vurmenmons age te sigo despues, si siga corriende me quedo sin pies. Sin mirar atrés, e] Ducnde continus corrien- do detras de la pequelia Rana, dando como ella srandes saltos, hasta que la aleanz6, Casi sin alicnto, grité: (Ese sombrero es mio! {Démeio! — 2Queé dices? Este somibrera es mio, Ducu- de antipatico, Lo eneontre junto ami charco—se defendié Ja Rana, sorprendida. ~ Peto... nove chojes. Oye, csi sombrero con estrellas de pita —insisti6 el Duende, ra- tando de parecer calinado, —Los sombtezos son de quien los encuentra y voy aircon é/a la festa, porque no tengo otro —porfié clla, teatanda de continuer sa cemino. H1 Duende Ia atajo: —Pero geémo vas a ira uns tiesta tan ime portante con sombrero de duende? No es de duende, es de Rana de Darwin, iSusllame, que por ta culpa voy « Ilepar tarde! — fNo puedes ira la Besta con mi sombrero! ML 7rr___DEEMSDALDUENDENLONS age —grité el Duende enojandose de veras y tatando: de reeuperar fo que era suyo. Etifonces 1a Rana empezé a pedir socorro ¥ armé un tremendo escandalo. A sus gritos, aeudicron mmerosos bichos que tsmibién iban aia fiesta, Unis se pusicron de parte do la Rana de Darwin y otros, que sabiar a quién pertenccia ef sombrero, de parte del Duende, ‘Unos gritaban: fa poquetia Rana tiene razont Y los orros: —iNo, cl sombrezy es del Duende! La discusion bizo que se les subievs.la san- g7o a [a cabexa y, como estaban nerviosos por la fiesta, se pusieron a pelear dindosc golzes y mordi¢ndose entre si patss y antenas, El barullo era terrible. BL Duende y la pequelia Rana pe- Jeaban al centry, Nadie cedia. La Hormiguita Cantora, lejos del butlici, Fabia descensade ua buen rato y so acereé al campo de batalla Levande una hermosa expoia de flores que scababa de termina, Como pudo, se abrié paso entre los aletazos y las patadas, y al 6 coeennep vuenvemanins ay liegar junto a Ia pequefia Rana, Ie offecis fa gra- ciosa capota, Esta, al verla, tiré lejos el sombrero. del Duende y se puso el recién hecho, tnimedo atm de rocio, Muy contenta, se compuso el ves- ido y parcié a la fiesta dejando atrés ta batalla. Ei Duende recuperd su vagabundo sombrero y se fue también a la fiesta lucge de sacadise el polvo y estirar las arrugas de su trae. LaHormiguita esperd a que se calmmaran les animes de los invitados, y mientras se arzeglaban alas y antenas, cant6 con voz maliciosa: —Hacia la hermosa fiesta, ssn patas y sin alas, caminan los bichitos con sus mejores galas. Mordiscos y patades se dieron con esmero y tottos se pelearon sélo por un sombrero. Arteglen sus sounsas y borren sus enojos y vamos a la fiesta secdndonos Ios ojos. 46 SEUSS ORL OURO Alicaidos, todos se dirigieron a la iesta y alli se consotaron de [as heridas recibidas can daloes ¥ manjares. En medio, brillaba el sombrero del ‘Duende Melodia come si nada hubiera pasado. Sentado junto a la Reina, miraba sonriente o6mo dba saltos y brincos la Rana de Darwin, lucien- do su fiesca y Jiviana capota de flores, ay El enanito de las flores aS, C ona Tlegé el invicmo, cl bosque apreté sus ramas para defenderse del viento. La uvia caia en chaparrones y Jas lojes contimua- ban goteanda largo rato después que el temporal habia pasado. Nichos péjaros emigraran hacia al veruno del hemisierio morte; orros animales dounfan en ebrigados huecos bajo tierra; las mariposas fabricaron capullos y corazas segiin fucran nocturnas o diurnas, para dormir hasta Ia primavera. Al sentir los primeros frios, Le ‘Mayordoma del honmigueto puso doble lave a Jas grandes pucrtas para que ninguna hormiga se atreviera a salir. También el Duende Melodia se guardé en a JR SERTURASURL UBM MENDON ay su casa, ealentindose con eI brillo del sol que guard6 en fiascos de cristal, Pata aliviar ¢l encierro, le Honmiguita Can- tora no dejaba de cantar. Si alguien se hubiera acercado al hormiguero, la habria sentido ento- ar una cancion inveral: Ya tlegé la lluvia, xa llegé el invietno, 2 el bosque canta el helado viento. Con sus manos finas la Iluvie. golpea puertas y ventanas pera que Te abran, Al quedarse afucre se aleja lloranéo y cuelga on Las amas su plateado manto. ‘Todo estaba preparado para pasar el invierno lo mejor posible: pero munca faltan los sobresal- tos, Una mafiana, o tal vez fue en plena noche, 50 J sotoemocuna vue vIn ae tind noticia acabé com fa tranquilidad del hormi- guero: la Reina se habia enfermado, Una tras otra Jas :ormiges doctores desfilaron frents a la cama de ovo de ja voberana; poro sus remedios, aungue vYenian on botellitas de colares, xo sirvieron para nade. La Mayordoma, muy prcocupada, reunié @ cocineras, enfermoras, nifieras, cargadotes, soldados, en fin, a todos los habitentes del hor- miguero para comunicaries la tale noticia, —Nuestra buena Reina estd onferma. Nues- ‘ros remedios han sido inttiles, Hay que buscar nel mundo de afuera algo que sane e nuestra soherana. Pido que se ofrezcan voluntarios para buscar lo que mejoraré a su majested. Es una tarea peligrose, porque en el bosque Tueve y hace fio, Varios soldedos, covineras y enfermeris die- ron un paso al frente, pero la’ Hormiguita Cantora fue la mas rapida en presentarse. La Mayordoma agradecié la buena volunlad y eligié a la que so afreci primera, —Hormiguita Caniora, te encargo wire mi- sion dificil. Tus cantos nos harén falta, pero son 52 Jee__AOMAS DAL OUENDE BLOT ‘nfs necesaries los soldados, tas cocineras y las, enfermeras, Te recomiendo consultar al Duende Metodia, que siempre da buenos consejos. La elogida partié sin tardanza, protegida por un paraguas de hojas secas. La Mayordoma la despidié por la puerta falsa, recomendindole que se cuidara. La Hotmiguita se dirigio al hon- g0 de su amigo, que por suerte quedaba vecix0 al hormiguero. A sentir inesperados goipes, el Duende no demoré en abrit, —iHormiguital Aigo grave debe pasar en el hhormignero para que hayas salido con este fio. —Mi Reina esté enferma, Duende Melodia, -y busco ua remedio que salve su,vida. —Lastima que yo tengo solamente un poco de sol. Si también tnviera fiores, sin duda, 1a Reina sazaria, El Duende regalé a su amiga ww fiasco lleno de sol y le recomendé regresar al hormignero. —Es imitil buscar flores en inviero —le adviti6. 53 FF —_cestiavo i unsnimcn ae Ella continué viaje agretando Ia botella coritra su cuerpo, sintiendo su exquisite calor. A todo el gue encontrabs, fuera hierba, piedia ‘ocharvo, le proguntaba dénde podia encontrar flores, Al oirla, Ja Iluvia dejé de meter los pies en los chareos para voir: —-Vuelve al hormigero, en una sola gota te puedes ahogar, Mira, no busques flores on inyierno; estan durmiendo en las raices de Jas plantas para resucitar cuando se acerque la primavera, Pezo 1s Hoxmiguita contipus su busqueda, ituminando con el frasco de sol los rincones dl osque por si hallaba alguna flor silvestre, La luvia. colgé au manto en tas xamas y la nieve se dejo caer silenciosamente sobre el bosque. La ‘Hormiguita se cefugio bajo uaa piedra, que for- maba wna especie de gruts profunda. Al verse a salvo, caminé hasta el fondo del inespcrado refagto, observandy cémo brillaban las paredes al mover el frasco en todas direcciones. De pronto vio algo qui la dejé inmévil de asombro: ahi, a su aleance, habia un maravilloso jardin 4 JP SRAM ON a lleno de mil flores pequefiisimas: rosas, lirios, matgaritas, claveles echaben al aire su perlu- me. jHabia encontrado la que necesitabat Pero cuando alergé una pata para corter una diminuta rosa, una vor aflautads. grité: —{Quién esti cortando mis Aores? :Quién se ha metido en mi jardin? El que hablaba era un hombrecito del tama fio de fas flores, vestido con delantal de jardi- nero ¥ con.una pala al hombro. La Hormiguita Je explicé con sus més entonados trinos que las flores las necesifaba para mejorar a su Reina. El enanito se ealmé, pensando que se Je presentaba ‘un buen negocio, —Sies asi, puedo cortazte algunas flores, pero gqué me dards a cambio? {Tal ver ese frasco leno de sol? La Voumiguite apreté ta botells entre sus manos: No puedo darte el sol, pero sf el paraguas, por favor, cnanito, dame una rosa blanca. 55 = sosegtneenveneinnn gy El poquofto gnomo se sobé la barba y eal- culé gue podia quedarse con algo més que un Paraguas rotoso, ~-Primero, acepto el paraguas, Segundo, me segalarés una hermosa cancién y, texecro, Ja cancién que me regeles no podrés volvetla a. cantar nunca mas. —Sélo por mi Reina te doy mi cancién, enauito avaro, pobre corazén —Guacdaré tu cancién ea los ecos de mi gruta y asi la oiré cuando quiera —dijo el pe- quefio jardinero con satisfaccién. La Hormiguita cams con su vox mas afina- da para contentar al duefio de las flores. Nunca mas podré cantar c6mo era Ia rosa blanca ue se abria.en Ia mafiana y oscuro se deshojaba.... ‘Nunca mas podré cantar que fas flores dclicadas 56 JR __sientunaetnyynseanmanonne ae son los ojos de la tierta que nos manda sus miradas. Flenanito se puso tan feliz. con ta cancion, ‘que corté las flores mis abotonadas y armé un ramo que la Hormiguila apenas se podia. Ha- cia el anochecer, legs al hormiguera, donde Ia esperaba con preocupacidn 1a Mayordoma. Llevaron enseguida las flores y el frasquito con sol a la pieza de le Reina. Al verse rodeada de flores, y sentir ¢] calor y Ia luz del verano em- otellado, la soberana se sintié mejorada. —La pritiavera yuelve siempre. Gracias, Hormiguita, Después de oler las flores y tocarlas con. sus delicadas patas, se pudo levantar y sentarse en sv silla do oro. —Como la Hosmiguita arriesgé su vida por salvar la mia, la nombre PRIMERA HOR- MIGA CANTORA. DEL REINO. Cada magiana entonasé una cancién diferente para que todas desperiemos de buen Snimeo. Asi qued6 establecido. Lo que no supieron, ni Ja Reina ni menos las hermanas hormigas, 57 Fearon viene eterna es que habia una cancidn que nadie volveria a escuchar; para ofrla, es necesario ira la gruta del engnito de las flores. 5B El Padre Rio a5 "Viecana cn Jamafiana, c] Duende Me- Jod{a abrié Ja puerta de su easa y respité el aire oloroso que corria cnte las hierbas. —,Qué dia tan agradable! Esté especial para sentarse a laoriffa del rio, Llevaré mui flauta aver sf aprendo a tocar una cancion de agua. El.tio venia grande y majestuose, como sucle suceder cxando se derriten las nieves con Jos calores dei verano, Entusiasmmado, el Dueade rité: tas muy biea! jEnséiieme tus canciones! |En mi flaute sonaran mejor que en ta lecho de piedra! Creer que una de las. canciones del rio po- ES) AVENTURAS TL BUENPE MELODIA, dia caber en su pequefia fiauta, no dejaba de ser pretencioso. Se instal} en una piedra a tocar dulees y desafinadas melodias. De pronto, al inclinarse sobre el agua, vio alli cn e! fondo ctro duende que también tocaba dauta. Al descubri 11m intruso tan bien ubicado, el Duende gité ‘on enojo: — {Qué haces ahi, dentro del rio’? El duende del agua se seed la Aauta de la boca y parceid preguntarle algo purecido, sélo quo ss palalsras no se ayerou, Més furioso to- dayia, nuestro duende amenazé con el pufio al del agua: —éQué te hus ereido? Esa mie quien el Padre Rio cnsefiatd su mésiea. El otro no demoré ni ua instante en ante- nazarlo también con ef patio y grité a Melodia Jas mismas palabras, No Se podia soportar tania burla, Nuestro Duende estaba por gritar una gro seria, enardo se le acereé Is Hormiguita Cantora, preguntando qué miraba con tanta atencidn, —Estoy mirando ain duende ridicule que hay enel fondo del sho —contesté con voz agitada, 60 PR Stmsnenme ons oe La Hormiguita se agaché sobce el agua y se puso a reir, A ver, aver, aver quién es, jeres ni mismo, pero al revés! {Como voy a ser yo ese duende con la nariz colorada? {Imposible! La Rormigaita insistié: —EBse duende del agua ¢ tu-propio reilejo, con natiz.colorada yon cara de viejo. —‘Te equivocas, es una ofensa decitme que ese del agus soy yo, ‘Tanto, tanto se inclin6 para mirar a su ene- -migo, que ce nepente resbaié y se cayé de cabeza al rio. Los dos ducndes desaperecteroa ca la pto- fundidad, confundidos et uno-sela. La Hozmi- guita lanzé-un grito de espanto, pero nada podia hacer pare ayudara sv amigo. Al rato, subid una agvan burbuja Nevando la vor del duende, —Glu.... glu., No te asustes, yo puedo vivir a & =, enel agua igual que en tierra. Estoy buscando a ese Fidicalo que me hizo ‘ula, Pronto volveré Pero la Hormiguita no se tcanguilia6; afir- sada en sus seis patas, se quedé en la orilla, esperando que su amigo regresara, EEDuends inicié Ta biisqueda por los eami- nos del agua. ‘A su alrededor todo brillaba como si es- tuviera cubierto de joyas. Dio algunos lentos pasos y una corriente Io arrasw6 sin que pudiera detenerse. Desauigs de cruzar la regi6n de los salmones y los sapos, la corriente empez6 a perder fuerza y el Duende cayé como piedra en las arcnas del fondo. Ibe a protestar, cuando. dos msanos azuies lo eogieron mientras wna voz orosa decia: -—Aplirate, el Padre Rio te espera. -— gE] Padre Rio? —pregnnté Melodia algo asustado. ~rgQuién ory va a ser? go lo Llemaste desde Ia oxilla? —No sabia que él me esperaba. Pero gquién eres tu? 63 JRR__STRTIRAS DEL DUENDENELODIA ag —Soy la Livia del afto pasado. —Ah, una Lluvia vieja —comenté el Duei- de, sin tino. — Qué idea! murmurs la Muvia echin- dolo a la ris. Yo munca envejezeo, Cuando hace calor, me sonvierto en nube y vuelve a cacr sobre ta tiesra, joven como siempre. Se demorarom en llegar a las fuentes del rio, ‘Una gran guerta de hielo se alza ante ellos, bti- Jando con hices verdes. Apenas la atravesaron, lt Linvia se hel, convirtiéndose en una larguisima seflora que Horaba copos de nieve. Atravesaron Jentamente salas neladas y solitarias. El Duende apenas podia caminar de frio; tayo que sacar un. poco de magia de sus bolsillos y se lu restregb por el cuerpo para entrar en calor. Al fin llegazon freme & una comtina de agua —Hasiz aqul te acompefio —dijo la Lluvia, dando un brusco empujén a Melodia, que cruzs la cortina de un viaje. EL Padre Rio estaba al fondo de una sala mas amplia que las anteriofes, sentado en un trono ée carimbanes. Era un vigje gigantesco do polo 4 PSY OU DL DUENDEMEUODIA agg y barba blancos y larguisimos. Sin darse cuenta, Melodia nabia caido sobre las barbas, que se ex: tendian por icda Ja enorme sala. La voz sonora del anciane lo sobresalte. —No te preocupes de pisar mis barbas; sobre ellas Nevo a todos los seres del agua, pe- ces, musgos, ondinas. Arrastra Arboles eaters, derribo cexros, deshago piedras. A veces enredo en mis barbas a un intruso come 0b, piniando stt refigjo on mi corricate —Asi que ere un duende pintado el que me hacia burla—murmuré e! Duende para ai El Padre Rio lanzé una larga carcajada que arrastré al Duende por todz la habitacion, ‘Yo te hacia burla cuando te of decir que uro de mis eantos podie eaher en tu pequefia flat, —Paidre Rio, yo no pretendo tanto, sélo te pido uno de tus cantos mas pequenos —diio el Duende leno de coniusién, Saeé su flauia de! bolsillo para mostracta, Fora ‘ver Inrisa del Pare Ifo fue incontenible y arrasttd Melodia mas ald de la puerta de agua y del portén, 65 {WENTURAS DEL UENDE-MELCOLA a = dehielo, lejos, lejos, quiztis hasta las lejanas playas donde ¢l rio sc juntaba con el mac. Una corsiente ‘nversa lo frajo de mievo y lo dejé sobse cl fondo ‘arenoso, cerca de Ia orilla, Se quedé alli, mareado, ‘tratando de recuperarse, tanteando su cuerpo y su cabeza, sin seber dénde se hallaba, Entrotanto, on fa oritla, la Hormiguita seguia esperando, asustada por la tardanca de su amigo. De pronto divisé una manch soja en el fondo del rio} se incliné pars ver mejor y contemplo al Duende sentado sobre Ia arena, rodeado de ‘burbujas plateadas. Le Hormiguita se aceres al agua todo lo que pudo para llamar su atencién: —Duende Melodia, ven hacia ta orilla, ‘que aqui esté tm casa y aqui esté tu amiga, Una de las burbujas ge lend con la vor de Ja paciente hormiga y, al escuchatla, el Duende parecié despertar. Salié ficilmemte del agua y, se sacudié largo rato al sol para secarse, Camino 2 casa, contd a su amiga su increible encuentvo con ef Padre Rio. 6 Je __SDUUIASEELEUENEE MERCOLA aa —E! setor de las aguas se rié de mis preten- siones. No entenitid que el rumor de su caudal me causa admiracién. Yo queria imitarlo con mi flauta, —No teagas pena, amigo mio, tu dlauta suena mejor que el tic. Dulce sonido que no da miedo flota en el sire, canta en mi oido. A pear de este consuelo, el Duende quedé triste, Pero le esperaba una sorpresa enarido esa tarde se senté junto aa puerta de su casa a tocar la flauta, de ella browron escales cristalinas como larisa de las vertientes que alimentan al rio, Fue tal su alegria, que se cayé de la silla de paja y dio bore en el suelo. Después de toda, el Padre Rio no sdlo era generoso alimentando campos y lagenas, sino también haciendo regalos 2 los pequefios duendes que habitan los bosques. 6 Los reinos de la tierra U. hermoso dia de verano, la Hormigui- ta Cantora dha cantando con su carga at hombro, mirando Jos colores a su alrededor. Distraida, no supo en qué momento perdio el camino de su casa, Interrogo a las flores y a las piedras con que tropezaba, pero el olor de su hormiguero habia desapatecido, No sabia qué hacer, cuando al dar una vuelt vio venir hacia ella al pomposo Caracol. La Hormiguita se alegré de ver una care eonocida y pregunté: —Sefior Caracol perdi mi camino, qpodda devise cual es mi destino? @ pee NUNTURAS DELDUENDEDUELODIA ange —Tu destino? No sey mago, el dice des- ‘tino que conozco es cl mio y, para no perderlo, anda con ta casa a cuestas, El earncol dio una vuelta para que la Hormiga apreciara ia belleze y lacomodidad de su casa. Ella se quedé admitada y también compadecida. —Quisiers ayndarte ‘con un buen consejo, cargando 1u casa munca iras muy lejos. Pobre Caracol. Regaris a viejo pudiéndote apenas tu propio pellejo. —iHocmiga insolecte, guardate tus consejos —chilld ol Carucol—. Si te ateanzo, te aplasto. La Hormignita huyé de In Furia del Caracol y sia darse eventa llegé cerca de un hormiguero que no era ei suyo. Comprondié so error demasiado tarde: tres grandes hormigas ia cogicron de tas patas y se Ja Tlevaron a su reina para que la juzgara por espicuaje. Al oir la duloe vor de su enemiga 70 J sot ge envi ann me, alegasdo inocencia, la soberana, que ext ¢2- prichosa, le perdoné Ia vida y ordend que la encerraran en. una ezida para que asi cantara con ms sentimiento, La Honmiguita, en vez de cantar, se puso a Morar sin consuelo, Pasé un dia ‘yuna noche sin que nadie volviera a acurdarse Ge ella, Cuando pacecia condenada a morir en sn prisidn, escuché golpes y crujidos bajo sus patas tembloroses. No tardé en levantarse un terrén ¥ asomé Ie eabeza blanca y el cuerpo larguirucho ée un viejo gusano. —~,Quién Hora en esta celda? Soy nn Gu- sano muy entendido ea nnisica y ts ontonados Jamentos me guiaron hasta equ —Sefior Gusano, soy la Hormiguita que llora y canta con su penita Las hortnigas malas de este hormiguero me dejaron presi: en este aguiero: —Con lo bien que cantas, debicron darte la n pa nawun ans hberiad. Sigueme, porque yo, cl Gusane Quita- penas, te ayudaré, El Quitapenas se metié de cabeza por donde habia venido y la Hornsiguita Lo siguia por una larga y caracoleada galeria hasta que llegaron a una pequeiia puerta de madera. —Dorris de esta puerta esta los reinos de is tierra —explicé el Gusano—. Por aqui legucés 2 tu casa algdn dia, La Hormiguita le agradeci6é oon his mas finas entonzciones haberla librado de la prisién. Con todas sus fuerzas empujé la puerta, que parecia no Raberse abjerio cn muchos aties. Un aitecillo hetado la hizo temblar; avanz6 tres pasos en la oscuridad y se detuvo, alergundo Tas atenas. Poco @ poca un brille fosforevcente le petmitié ver dénde sc hellaba un enorme bosque blanco se extendia tronte a clla hasta perderse de visla; frias gotas de agua caian aqui y alls, y formaban lontos riachnelos que ine) aban esa extrafia selva, La Hormignita progunté el nombre del Lugar y una vo7.ronea, otra aguda y otra muy clara, le contestaren: R svi inuvinaybaein ay —Somos las raices de los Arboles. —Somos ins raiees de las hietbas. —Somes Ins raices de las flores. Ora voz. pura, que casi cantaba, se agregé alas anteriores: Yo soy ol agua que moje las raices, y tas raicos ms beben, Yo soy el agua que sube por tallos y ramus, Yo soy el ague que se transforma en flores y frutos, ‘La Hormiguita camind entre las raicea, be- ‘bi6 de una gota porque tena mucha sed y siguio avanzando, Llegé a otra puerta que se abrié $0- bre un gran silencio y uss densa oscuridad. Unt suave calor la envalvid, pero ella se detavo'en el nmbral, proguntardo quign vivia alli. Una voz ‘enta y pesade surgid de la negrura: —Soy el carbén, Hace muchos aiios, aqui habia un bosque alto y frondoso. Esta negrura. que ves, eran firbotes verdes que se mecfen von ei viento, Pero un dia, la tierra se partid bajo les races, una montiafia cayé sobre fos frbotes, los cubrieroz tictra y rocas, y estaban tar apretados: que se transformaron lentamente on earbin, Los 74 PE _AVINIUNAS DIL EUANDENELODIA ag frboles que sufrieron mAs se convirticron ea diamantes, porque el dolor purifiea y nos hace brillar con luces inestinguibles. La vor del carbén quedé resonande largo rato. De pronto una luz rodé en la oscutidad como una estrella o una ligrima. La Hormigui- ta la zecogié y con admiracién descubrié que em una chispa de diamante, Dio las gracias y signié su camine alumbréndose con la pequefia piedra, Llegé ante otra puerta. ¢Qué habrfa de- ‘ras? ¢Veria por fin Ja huz del sol? La abrié de un empujén y un delicioso olor a tierza legs hasta olla, olor a tierra removida y sembrada. Etro a una boveda niuy baja, donde pequeiios mundos redondos permanecian iaméviles, esperande una sefial :nisteridsa para despertar. La Hotmiguita pregunté: {Qué munéos son estos, redondos y quictos? ‘Michas vooes respondieron altermadarente: —jSomos las ‘semillas, somos Jas scmi- Las! Esos mandos trnguilos eran semillas, unas cd Je_Damuvtesbenvorine oo ag grondes y blencas, otras mis pequefias que ca- bezes de ulfiler. Con feve orujido se rompian de pronto, y saliau unas hojes que iban creciendo hacia arriba, atraidas por la fucrza del sol y cl aire. La Hormiguite esouché Ia voz delgada de ‘una semilla de color pardo: —Dentro de mi duerme un “dedal de oro”, Me abriré pronto y mi flor subird a jugar con el sol y ol aire. La viajera no perdié tiempo y canté junto a a semilla que también ella queria salic al aixe, Por toda respuesta Ja semnilla se parts}, mostrando dos tiernas hojas que empezaron a subir al ex treme de un débil taflo. La Hormiguita abrazé a Ja planta, escondiéndose bajo la pequelia hoja, y junto con ella salié por fin aia luz dei sol, pero >risionerade un puto verde, Estaba en unanmeva celde, 1a de una flor, y a través de Tas sedosas paredes sentia el calor y el agitarse de Ja vida ‘No tenia apuro en librarse, porque sabia que la flor iba a abrirse de todas maneras. La casuali- dad svele set maravillosa: 1a planta broté justo delante del hongo del Duende Melodia, Sentado 76 seme vane imils _ae junto a la puerta, remendaba sus zapatos, —-Una persona como yo no puede andar con Jos zapatos rotos —suspir$ mientras pegaba un, ‘pareho a Ta suela, Una sombra cayé sobre sus manos y des- cubrié Sa planta que crecia frente a él, Se ales mucho y le eché magia de la poca que levaba en los bolsillos para que floreciera pronto. La planta se estir6 y esponjo, y no tardé en abrir un capulle que dejabs ver un color amacitio. jAh, qué flores mAs alegtes voy a tener! {Camo se llamarin? —exelamé Melodia. ‘Una vor muy conocida le contest: —Dedal de oro se llama y yo estoy aqui, esperando a que abra y estar libre por fin, —jQué rero! Esa es le voz de mi amiga Homniguitz, :Dénde estard’? —se pregunts el Duende mirando a su alrededor, La Hormiga se puso # reir y conté a su amigo que estaba dentro del “dedal de azo”. Gracias a le magia, la flor se abrié rapidemente; 7 7e__SEMURSDRLOUENEMELODS ag liberando por fin a Ja prisioners, Los amigos se abrazason y ella Ie conté sus aventures por los, reinos do la tierra. Al ver la chispa de diamamte, el Duende también guiso tener una para usarla de lampatita, —Cutntame dinde estén esas puertas para visitar los teinos de la tierra —pidid Melodia, Nunca sabrés, nunca gabras dénde esos reinos viviendo estén. Séle wh gusano sabe indicar las puertcitas por donée entrar. La Hormiguita volvié al honmigueso con el Gamante sobre la cabeza. Cuando legs delante ce la Reina, se lo offecié de regalo. La soberana, complaciéa, ordené colocarlo junto a su cama para iluminar sus suofos. Hasta ahora, nunca nadie ha podide averi- guar cual es el camino que Heva a los mistetiogos reinos de la tiersa. 78 Un curioso robo H... mmuichos aos, lubo en el bosque ui robe famoso que nunca se olvide. Fus tanto, que cn los libros del Duende Melodia, donde estén anotados los sucesas importantes, se habla del tiompo antes del robo y después del robo. Por ejemplo, se dive: “Antes del robo, las eulebras andaban paradas”, Esto no es asi, claro, porque se trata sélo de un ejemplo. Le historia empezd ‘una mafiana a fines de primavere, La Codomiz salto del nide bajo los matocrales y se puso = piar con fuerza: Pr, prt! {igan, oigan todos! (En mi nido'puse seis huevos blances, jaspeados..ma- ruvillosos! jNinguna Codoruiz ha puesto jamas 79 7ex__SEIURASOM umn ‘unos novos tan hermosns como éstos! ; Vegan averlos! (Prot, prit! Como la Codoraiz del cuento era joven y ponia huevos por primera vez, exageraba on poco. A sus flamados, seudieron ta mayoria de Jos pjatos que vivian en los viejos robles y pasa ron revista 4 los hnuevos. El Chincol y la Toreaza tayieron que reeonocer que eran extracrdinarios para una primeriza. A posar de que las aves no necesitan preocuparse de sualimento y son livia- 110s como sus vuclos, al ver los hemnoses huevos de a Codomniz, sinticron esa incomadicad del corazén que se llama envidia, La furara madre, viendo ef brifle celoso de algunas mizadas, se simtié ta contenta, que abandonaba el nigo con demasiada frecuencia on su afin de que todo el mundo acudiers a mirar los femosos huevos. Fue tante, que ol padre Codomiz, euidadoso y ‘preocupado de su descendencia, se instalé en una rama carcana a cuidar el nido, — Querida, no hagas tants propaganda, al- uien puede sentir la tentacién de vobacve uno de jos hueves —advirtio varias veves a su csposa. 80 8 avext sot ra EASDELDURRDENELODIA, apy Pero ella movié la cola y continué con su. bulliciosa publicidad —Quiero gue todo el mundo me tenga ene vidia, prt, ptr —pi6 sin ningune cautela. El Ducade Melodia hizo ia visita especial al hogar de lus eadornices, Qué hermosura! —exclamé sinceramen- to—. En mis cincuenta afios de vida, nunca habia visto algo tan perfecto. Te aconsejo no alejarte tan a menudo del nido; los huevos pueden en- fnarse y ponerse hueros, iQue ocutrencial No soy can tonta —ase~ guré ella. —Te recomicndo estar tranquila y mis ealla- da, no vaya @ ser cosa que Ia culebra oigaquc tie- nes seis hermosos huevos y venga a robértelos. —Mi matido tiene buena vista y buen of¢o, yest atento vigilando desde la tame —asegurs cla sin inguietarse, EI iiltuno visitante fue el Curnro, Nadie imaginaba ain la importancis que muy pronto ibaa tenor, Pasaron los dias. Faltaba poco para que salieran les polluelos y la Codorniz, como 82 pe__Amauseroenncns ag toda madre, se sentla impaciente por ver a sus hijos piando a su alrededoc. Six embargo, no por dia Ia mala costumite de abandonar el nido por ates cada vez més largos, a pesar de todas las advertencias. Una tarde, poco antes de la. caida del soi, los pajaros de los robles interrumpiezon su costambre de discutir antes de acostarse, al oir unos chillidos desesperados. —-jAy, me han robado! {Mis huevos no estén, ay, ay! La Codorhiz piaba de modo tan lastimero, que no s6lo los p§jaros sino hasta las lagartijas acudieron a ver qué sucedia, —Fui a das una vuelta por Ja charea de los sapos y, al volver, cl nido estaba vacio —gimid Ja desesperada madre. Papa Codorniz regresé al poco rato de los trigales, donde habla comide hasta hartarse, y Teprendié a su espose —Te advertf que no te levantaras, porque me tocaba comer, pero no hicisle caso, Ahora, de nada vale lamentarsc. Hay que buscar io ms rapido posible al lacrin, 83 F_un vi. vuRNN Mont aa 1Las ayes del bosque partieswn en desbandada hacia distintas ditecciones, la mayoria por aire ‘Los angustiados padres, al tener vuelo corte, iban por tierra, escarbando entre los matorvates, siguicndo cualquier rast. Temnian con 7a76n que Ja cuebra hubiera robado jos huevos. Sin darse ‘cuenta, egaron al hongo del Dnende Melodia. —E) Duende puede ayudemos; es muy viejo ¥ nos aconsejara bien —aijo lz Codomi, Tenia razin, El Duende se hizo cargo del asunio aconsejanda tranquilidad: ~~Hay que hallar los huevos antes de que oscurezca. Para eso, tenemos que contratar al ‘Caruzo, que tione buen olfato y couoce todos los caminos del bosque. Sin tardanza, 10s tres acudieton a la cneva del Cururo, que se preparaba para sw ronda noctarna —Congque aa roberon tos hermosos huevos ~-sentenciG—. Lo mejor seri seguir el rastro ido, porque ali extd ol olor del —May inteligonte —comenté ef Duende. 84 AVSMTURASDELOUENDOMEENS a BL Cururo Htegé al nido antes que nadie y empezéa oler cada ramita, cada briana de pasta, ‘con grin dedicacién. Sin decir palabra, con Ja na- rizal viento, empezé aalejarse lentamente, como si viera un caniino, E1 Duende y las codomnices Jo sigiiieroa en el mayor silencio, obedeciendo al rastreador, que'les advirtié que cualquier rude podia alertar al ladr6n, Caminaron paso a paso bajo espesos matorrales. Las codornices se sin- tieron desorientadas, sobre todo porque pronto. se hizo osonro, —No podemos seguir, los esperaremos por aqui —adlijo el-padre, acurrucdndose en el suelo, Jo que imité su esposa, —A pesar de mi pena, seme cierran los ojos con ta oscuridad ~-pi El Cururo comentd: —Es mejor que se hayan quedado por el camino; me siento mas libre para buscar, —{No te molesta si contintio? Mis ojos ven ent noche y conozco a todos ios habitantes del bosque —~dlijo Melodia. —Tu compaiia es la tinica que acepto. Puc 85. ee _AXENTURAS UENO ECLA as des subiste a mi tomo, Cuatro ojos ven mejor que dos. Al poco rato, sintieroa muido de conversa ciones. Parece gue nos acercanios a la guarida del ladrén —dijo cl Duende. —~Bl que haya sido, trazé tantas huellas, que seguizle es perderse en un laberinto, No creo que lo encontremos esta noche. E] alba os enconttd sin ubiear Jos huevos de la Codomniz, —Esto no significa que hayamos fracasado; sélo habré un poco de demora —dijo e! Cururo, que por ser animai nocturzo no podia contintar Ja biisqqueda hasta el atardecer. ‘Transcurrieron tres dias de jnutil zastreo. Las codornices buscaban durante las horas de luz ¥ casi habian pesdido la esperanza de hallar los famosos Imevos. Los péjaros de los robles ya nu colaboraban, olvitiadas de la-pena de sus amigos, como si fuera una noticia vieja. Sélo el Duende y el tenaz Curaro no se dieron por vencidos. —Batoy seguro de que hallaremos los bue- 86 J Nimenwinoumayonnmnin ay vos intuctos, porque tengo identificado al tadroin —afirmé el Curura —1,Quign es? ;Acaso lo conozco? —quiso saber Melodia. Peroel Cururo guardé cl seoreto, como todo buen detective. Al terminar fa tervera noche, €] yaton del bosque anuncié con una risita entre, dientes. —Creo, amigo Duende, que ves a Tevarte una. gran sorpresa. Pronto se encontraron ante vna madrignera que el Duende al comienzo no secord6, no tanto por olvido, como por no querer reeonocerla, —jAcaso es ésta la madriguera dol Indrsz? Pero no vive aqui mi amigo Buezdiente? —Si, nqui vive el Jadron de los huevos —afirmé prevemente €] Curuzo. —Creo que te has equivocado, to fallé el olfato, ;Para qué va a querer um congje unos fauevos de eodorniz? | —Fo es lo que vamos a averiguar. Ton paciencia, En ese momento Io que menos tenia el a7 FP ccowmpomne cola ag Duende era paciencia. El Cururo se acereé a la boca de la medrigera ~—iEh! {Que so asome el dueiio de casa! —Voy saliendo —contesté una alegre voz. Apareci6 el Conejo Buendiente con wn sem- blante tan tanquilo y una sonrisa tan abierta, que nadie habria. pensado que se (rataba de un peligtoso ladrén. A Melodia, por jo menos, le Parecid compictamente inocente de lo que se lo acusabe. Pero el Cururo se adelanto, —Dime, ;qué hacias en el bosque, hace tres dias, al atardecer? —1Cotmo quieres que fo reeuerde? Creo que dimos un paseo cou mi seflors, para refrescarnos. Por qué me lo preguntas? —Es muy importante que digas exaciamen- te lo que hiciste. No creo que lo hayas olvidado, Buendionte. —Si, tienes razén. Te lo contaré siompre que no tc rias, No eco que sea. pura la risa. Todo el bos- que ha estado preoespado por ese asunto—dijo el Cururo con setieded 38, J __STRTURASDLOUENDE YEON, ay — Ese agunto? Es algo que 20s pasd a mi esgosa Clarita y a mi, que no interesa a nadie mas. Fsa tarde, como atin habia mucha luz, ca- ‘minabamos tranguilamente bajo ios alorosos tna- torrales, cuando de pronto Clarita dio un chillido de asombro, Eui a ver qué habia descubicrio y contemplé un nido ebandonado donde brilleban como joyas seis hermosos huevos jaspeedos, Mi mujer quiso llevarselos aia madciguera, aunque le advert! que exa posible que pertenecieran a alguien. Espetamos un rato, escondidos entre Jas ramas, peto como no vino nadie, los trajimos con mucho cuidado a la madriguera, -—Tal como lo imaginaba —exclamé el Curuto—, Tienes que devolver los huevos —in- ternmpi6 el Duende Melodia, impacéente—. Perteneven a la sefiora Codorniz, que lleva tres dias ilorando por ellos. Buendiente guardé um avergonzado silencio, Después de un rato de gran suspenso, el Conejo continud: —No pusdo devolver Jos huevos, porque yano existen. a Como? Se quebrazon? —gritacon casi almismo tiempo Carmza y Duende. —No, n0, 8 algo peor {Peor? —Anoche los polluelos picaran las céscaras y salieron —tevelé Buendiente con lagrimas en los ojos—, Bs terrible, mmea se-ha ofdo que los conejos tengan polluelos, Clarita, mi mujer, esti desesperada; dice que no podré mirar nunca mas 4 sus amigas, que la crceran anormal. ‘Una gran carcajada fue la respuesta de los Getectives. E] Conejo los mité con cnajo al ver que no paraban de reir, tirindose ul suelo y dén- dose palmadas en las rodillas, —Dijeron que no era para la risa —aleanzé advciz, Los amigos catebraron co més ganas Ins proocupacas frases de Buendiente, hasia gue se eansaron. Por fin el Curmo pudo hablar; No te preocupes per los polluefos: neso- tos se los Hevaremos a su macre y todo quedara on paz. En eso se asomé Clarita, seguida por los 90 pre ___STNTIMSDALDUNDEMELODIA agg recién nacides, gue piaban a su alrededor cre- yéndola su rade. 1s verdad que ustedes se Hlevarin Jos polluelos? Ni siquiera sé cémo alimentarlos. Me alegro de que ustedes se encanguen de ell aunque me caen simpaticos. ‘La sefiorn Buendiente se vefa tan aliviada, que Cururo y Duende volvieron a reis, aunque con mis moderaciéa, Sin demora, rodearon [os pollos y Jos guiaron hasta c] nido de la Codorniz. Aleomienzo, li nueva madre no entendia eémo Jos huevos se habian transformado en inquictos y bulliciosos pellos, pero papa Codomiz. le ex- plico que se uataba de sus hijox. A ella le costé entender. —Cémo mos huevos tan fiermosos sudie- ron transformarse en estos pellos sin plumas sin gracia? —Con el tiempo se pondrin hermosos, te lo aseguso —truté de convencer'a el Duende, Los polluelos se pusiecon a piat de hambze, y la Codomniz, olvidando las penas y la fealdad de los recién nacidos, se apresuré « busearles 1 = PRTURASDELDUENDEMEOOIA one alimento, sintiendo que su corazén se iba lle nando de] més tierno amor por sas Hacuchentos y desamparados hijos. Et Duende invité al Cururo a celebrar el fe- liz término del extrufto roto, que el fin y ul cabo no fue robe de verdad. oa BIOGRAFIA BREVE DE ALICIA MOREL Nacié un 26 de julio. Su madre fa encontrd muy fea; era su primer hije y tenia otra idea de los recién nacidos. ‘Cuando. tuvo tres meses, In dejaron bajo 1a ‘higuera que daba sombra al tetcer patio de la casa de Jos abuelos; pescé un buen resitio; algunos pensaron que bajo el rool meigien que florece en la noche de San Juan, adquirié tambien la costumbre: de contar cnentos. De pequeiia, Alicia estaba convencida de que las casas volaban. Se contd una historia cuando oy decir que si se reventaba el calentador del agua, Ja casa volaria, Una maiiana de niebla en que el mundo exterior habia desaparecido, ereyé que la casa ebtaba entre las aubes, flotando. Le parccié normal que nadie comentara algo que se 98 Jee __HAURISDELOUENDEMELGDIA agg aba por hecho. Lo natural era que las casas vo- Jaren y luego descendieran con lentitud ex el sitio zoostumbrado. Un segundo euento se roferia alos tembores, Imaging unos grandes pajaros oscuros que avan- zaben por el cielo para mover la case. Asomabase 2 las ventanas con su hermano pequeito y con rerviosos gritos anunciaban “ANIA vicnen Las tem blores!” Por cierto, nadie les hacia caso; pero al- gunas noches las ventanas y las puertas golpeaben ruidosamente, mientras la casa iniciaba ima danza bamboleante, Los meyores se asustaban mucho; los nifios también, pero no de los tembloes, sino del susto de las grandes A medida que fue creciendo, le sucedieron alganas magias. Solia entrara uses templos chinos taliados en el tarjetero de marfil que tenia sameacre encims de uoa mesa. [-os templos subian y bajaban, colinas, y unos monjes se acodzban en lzs ventanas bajo delicados sauces. Nadie le immpidié entrar a los oscuros zecintos de los dioses chinos. ‘Una mafiana muy termprana, beoté de su suctio ua ave de brillantes colores que pivoted el suelo, al pie de su cama, durante largo rato. Alicia no se ” Je__AvRTAsOmpuROMRLODA agg atrevi6 a levantarse para que no cscapare como los péjatos de los jardines, Bl ave misteriosa cesapare- ci cuando abrieron los postigas de Ia ventana. ‘Varios hechos influyeran en su imaginacion: sun eclipse de'sol en medio del campo, ene hizo salir estrellas y silencié a los pdjaros. Soplé un aire frio y una oscura amenaza bajé del cielo. Desouibrid que la nache del sol podia ser definitive; en cambio, Ja noche de la tierra estaba lens de ojos brillantes, centos de grillos y sapos, lejanos ladridos. Si uno tenia miedo a causa de Ia pro- funda oscuridad de las moclies de antafio, venian personas mayores con una hizo alzando una vela sobre sus cabeza, haciendo huir grandes sombras por las paredes, Las cetemonias de ta nuturaleza se celebra- ban en familia: puestas de sol, salidas de la June, contemplar estrellas y saber sus nombres, gozar con el cambio de las esizciones. Ningiin juego actnal iguala a la maravilla de saltar y escondense on los silos de paja, esas ‘momviaiias doradas que pecmanecian en los campos nego de la cosecha de trigo; nial juego de colocat paralelos los espejos de un gran ropero que, al 95 F__SUNASDRLDUENDEMELODIA agg caftemarse, creaban un pasillo infinite, ¢Qué de sueiios ne tuvo Alicia, viendo repetires su imagen ¥ le de los espejos hasta oscurecerse? Ella sabia ‘que contiauaban mds y mas alld Los miedos también fueron distintos: historias de apatecicios y dnimas en peca se vontaban al Ile- gala noche, Losnifies soflaban con fantasmas que los perseguian, suftian pesactillas semejances.a las gue ahora provocat ias imégenes de la televisién, La diferencia estaba en que cade nifio creaba sus propios fantasmas, que més tarde podia domestica. Desde que Alicia leyé en el Zesaro dle fa Jtevented se’ore Pompeya, la ciudad sepultada por la lava y la ceniza del Vesubio, tuva tn temor constaate e los respelables yolcanes chilenos. A comienzo de los aflos treinta, entraron en empoisn les de la zona central, produciendo temblores suaves que durante la noche estremecian las puertas, como si todas las, 4nimas en pena hubieran salido de los cemoxterios a ronda los vivos. Dias y noches de terror. Una, rafiana, en el colegio, Alicia vio cubrizse el patio Ge valdosas rojas con una leve capa de ceniza, traida por el viento, Fue su Pompeya. Fn 1940 publicé ef primes libro, gracias a su 96 pra __ATRASORLERNRNLaDA agg padre y a un antigo mayor que lo sugirié: Jeane Ha, Juanilio y ta Abuets, Contieuc les alegrias y sicdos de su infancie, y las exporiencias de vivir en medio de wna naturaleza ain intocada por el hombre, Curiosamente, esta pequelia novela fue escrita bajo las higueras de le chacra que tenia su padre cerca de Fl Canelo, en cl Cajén del Maipo, 2n0 muy Igjos de Santiago. Si, Ins higuetas le transmitieron visiones y Jeyendas, Fueron alge asi como sus hadas madci- sas.

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