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Dos caras del marxismo inglés. El intercambio Thompson-Anderson La reciente edicién espafiola de los Arguments! opuestos por Perry Jhusseriano de Edward Thompson —dis- en castellano? permite conocer, en esta lengua, “de un dossier iniciado veinte afios atrés. En efecto, aunque Thompson, en distintas oportunidades, hal festado su disgusto? por lo que consideraba el teoricism ta francesa) y el amateurismo historiogréfico de la ‘nueva” New Left ‘Marxism, Londres, NLB/Verso Editions, 1 Perey Anderson, Arguments within Engh E.P. Thompson, 1980, Version en castellano: Teor, poliea¢ historia. Un debate 1985; debe man of the English" y “An Open Letter to Lesiek Kolakowski", 1965 y 1973, rspectivamente. Reeditaos en The Poverty 207 of Theory donde realiza su postergada ‘llante e inmoderado pamphlet coritra el do, es también un discurso del método (his- nn de fe (socialista-humanista). A su vez, Perry Ie revista durante dos décadas y blanco mas visi- s en su momento a de la aparicién de Poverty cuando ersia Review,4 es en The Poverty resultado, un br t6rico) y una profes ‘Anderson, editor de Tale 11. de los ataques thompsonianos, le éstos,> fue s6lo después los distintos aspectos de j6n tedrica y politica: su texto, i algunos 4 fom | ccrey6 oportuno puntualizar cna forma de una contraargumentaci gue no omite cis ‘én de posiciones, combina el rigor Seuanimidad de un modo que vuelve natural el ade- ‘iigido al historiador de talento, al det del desarme | y la buscada én amistoso 2olémicd re scar y al “mejor escritor socialista de Inglaterr tae nds inmediato de este intercambio polémico es Ia des- aquel m1 distrbcién de los lugares donde los discursos se organizan. o sen ee io en otras ocasines, Thompson habla desde ana prética atidad 9 rete onal asumida con excluyente oro: la historia, para Alpeintla | conocimiento social, sino ademés ompson slo una dimensién eminente del s nacion’ Ossito de valores y reserva de “tradiciones” que el presente activa sonté como cofundador y de la cual, pocos afos des- tructurasse la direceiGn. La versin thompsoniana 105; lade Anderson, Asgument 10%, Perry] nicas versiones. En Revolution se puede ler: Splendore, 5 Perry Londres, enero-febrero de 1966. ‘Teor, politica e historia, p. 1. 208 zona dede uw cam- les estin cortinua- Andeson, de un modo también caracteristico, po integrado, plural, en el que los logros sector mente abiertos a la convergencia critica; autor de una aria ser de a politicos y tedricos, su térica ha sido siempre mediata diaria, ya que rige la dific tan en Thompson el recelo —o Ia condescendencia frente @ otros disefios constructivos (por ejemplo, tedrico-formales) ques¢ arentu- ren sobre su territorio.* Recfprocamente, en el caso de | tefexion de Anderson, es su flexibilidad giroscépica, con la correpondiente rotacién de tematicas y puntos de mira,” la que impone dl frecuente TEL estudio hist bicioso de Ps rico més ambicioso de Perry Anderson, que versa sob li eines dl Ed ser it dara affa propiamente dicha. Tanto El Esto absoluista “prélogo”, Tansiciones de la mtgiedad al ‘concepts respect independientemente haa producido monografi Jas clases en Inglaterra, la cultura nacional bros tie mac, la hiro samiento de Gramsci, as orientaciones files cas conemporineas; a socialdemocracia sveca, la potica del Mercado Comin, el Partido Comunisea itaizano, la critica wosksta del estalinismo, los orfgenes del “medemismo", et, ademas de ad sesgo globalizador de sus ifatervenciones, con una notoria vocacién por la sintesis articulada y La apertura programética. Y una dé éstas, tan central para él como inc6moda para Thompson, es la integracion ‘nfoques hist6rico y Filos6fico.1© En un caso, la angulacién pri- ,,en otto, el correctivo relevo de la perspectiva, es lo que 1es encontradas de estos autores. tante, arraigan en un terreno comin, que es la verdadera arena de la confrontacién: tanto Andexson como Thompson acttian como orga- nizadores culturales en el semo de Ia izquierda inglesa; es la disparidad de estrategias, herencias asumidas y opciones politicas la que los ha distanciado desde la década de 1960. : La polémica: primera época En aquel momento quedé configurada el érea més sensible del reno- vado disenso: aquélla que agrupaba las miiltiples dimensiones de la lar” por cotejo puntual con otros desarro- por Anderson (cuyo irre- The Making of the English Working | Clas -sefialando, por el relieve otofgado a las culturas de clase Silo XX de Epi, 1986). FP Themen, The Making of ie English Working Clas, Londres, Vitor Glas ad, 1963, red, con un eplger Hmmondsworth, Penguin, 1968 (veri en ease ts La orm hd de aca evra. Ingle: 17501832, 3 ve, Breclonn, aia, 1977) y en particular a las cambiantes modulaciones de la “experiencia” obrera, un nuevo punto de partida para la historia social-,!? la reno- vada New Left Review iniciaba, con varios articulos de Anderson y ‘Tom Nairn, una devastadora critica as de inmovllamo y conform social y cultural inglés y nfa por delante la fase més di articulos de Anderson y Nairn prod erra, un desarrollo atfpico si se lo enmarcaba en el conjunto de los grandes paises de Europa: Ademds de postular una serie de tesis sobre la compl én de subordinacién que unié a la bur- capitalismo inglés, Anderson sefialaba un cuentro entre clases ¢ ideologias revolucionarias: 1 declare maticar Ibi. pe comunista se redact6 exactamente dos meses después del derrumbe del cartismo”).!* s Combinando libremente nociones sartreanas y gramscianas,!5 Ander- son mostraba que la simbiosis de aristocracia y burg Constituir una “clase dominance inica” cuya homogeneidad vis manentemente recreada, la configuraba como “totalidad destotalizada’”, tun “bloque dominante que puede ser visto como una clase hegeméni altamente estructurada y desestructurante de las clases medias: Inglate~ ra nunca conocié “un movimiento politico importante de la pequefia bburguesia”.!6 En cuanto alla clase obrera, luego de la derrota del cartismo yel posterior interregno “de amnesia y regresi6n”, constiruy6 sus organi- zaciones més caracterfsticas orientada (via los fabianos) ‘por el “empon- ra inglesa es que la opcién corporativa en que se encarna ese ut vva unida a una intensa conciencia de clase ya una cultura propia, “her- smética”, que le impiden acceder a una ideclogia universal y desarrollar tuna vocacién hegeménica.!7 de Thompson a la depresiva visién de la tura briténicas que figuraba en los arti tubica en un examen de la tendencia general de la “new New Lefe” tres 14s oriines de la erie présente", pp. 40,412 35 Uno de los participantes del desde su consolidada posicién antihistoricista~ tanto la sobre todo, la versin Tukacsiana de a hegemonta (= ‘Nicos Poulanteas, cuestionard Presente, N° 48, 1969, pp. 126. Una apreciacign de conjunto de la pol mica puede encontarse ("de Esto Laclau a Perry Anderson, La Calurarepresva. Elementos del cultura nacional brtéica, Barcelona, Anagrama, 1977 "Les origines de la crise présente’, p. 411 "hid, pp. 425-429. m2 atios después del éxodo general de sus fundadores. Tanto esta circuns tancia como su propia condicién de historiador lo hicieron suspicar frente ala orientacién intelectual que se abria camino en aquel “ambi. ioso trabajo” de andlisishist6rico y social. De ahi que el eje de su polémica, congruente con las técitas premisas del reciente The Making abarcara el rechazo de cualquier médulo analitico universalizante, Is recuperaciGn de una experien ey Ta delen: sma eran ealnirl opoainablenente rls matimda que d compos to survey de la New Left Review. Desde su titulo, “The Pecul era una reivindicacién orgullosa y desafiante. La “excep- esa s6lo podia esgrimirse a partir de una tipologta arti- ‘cada experiencia histérica es, en cierto sentido, tnica’, si modelo el que debia desecharse o refinarse.!8 Pero més alld de estas generalidades defensivas, habfa un contra- ci6n burguesa. Por‘un lado, el caso de la Revolucion Fra a patadigma debfa descartarse, tanto por consti inica, como porque el dpice de su desarrollo: la jaco- a del aio Il, en modo alguno podia ser considerada trial dentro iada al caso francés, cafa a lo largo de varios siglos (entre ‘més exacto modelo acumulativo en vez de “ese momento cl Revolucién”.!? 18, P Thompson, “The Peculiarties ofthe English”, pp. 35,37 "9 Ibid, pp. 45,47, 78. lad de las expetiencias nacionales comp sociolégico; era equivoco lar con el tér- joc en Francia era un estament y en Inglaterra 1 De todos modos, esa aristocracia inglesa estaba Yo omnimodo que Anderson y Nairn le atri- sniento y burocratizacién Hveras instiuciones y el ista (y no reverencial) i i tn cos ln speed as formas cao ea ie supuesto vacto cultural ideolépico burgués, una rales, En cuanto 2 Wr esiva lo refutaba: la herencia democritica del de la economia politica cbpitalista y la cia natural; sociado a las dkimas (y con gata), un elemento bésco de esa tradi- ico” de sus practicantes, al que serfa abusivo: ia empirista. No menos critco se mostraba aera andersoniano del concepto de “hegemon‘a”, respect weladora de ls inceridum: la discusién a este to era més revelador Per ss er (en un moments en que iq ingles comen- ares ce a cere legado gramsciano) que realmente eslarecedora de aba a conc eecin hegeménicadenunciaa por Ardeson tn la clase obreainglesa. En la medida en que el conjunto dels census de Thompson esta formulas descalificatorias, su ba puneaado por frecuentes SarcasTOsey : eto wscts una replica ain ms hirentey demoledora. En “Socia- ales ead Empiticm’,publicado al ao siguiente por la NLR, Pony Anderson asuta la defens global presenténdolos como el exbozo de britdnica del pasdo y del presente”. justamente, el mexquino de propésito de esos textos -un intento de reconstruir ‘el pasado nacional con el fin de evaluar la “presente La inconmensurab! también el vocabul bufan. La prueba era ‘Thompson era, por el declarado fesqueméticament® 20h, pee 4748, 52-54, 57-61, 7274 24 crisis"-; al leerlos como interpretaciones hist6ricas acabadas sin tener en cuenta su provisoriedad ni mencionar su alcance contemporine®, distorsionaba el “significado total” de la empresa." De todos modes, se consolidan los grandes temas de la controversia Reforzando la argumentacién general que él y Naim habfan desarro- Ilado, Anderson insiste en las principales afirmaciones, partiendo aho- rade las réplicas de Thompson. La nocién de una revolucién burguest “epocal” no era sino “una hipétesis ptolemaica” en virtud de la cual s6lo una burguesia clisica serfa el veh{culo del capitalismo. Median- te la distinci6n “entre un orden econémico y las clases sociales” que lo - impulsan 0 subvierten, quedaba abarcado el socialismo y su relacién atoria con un proletariado industrial victorioso; Japén y Brasil en ina y Cuba en el segundo, mostraban la necesidad en Gran Bretafia, debfa reafirmarse el I del siglo xvi, aunque su marco no burguesa”.”2 En cuanto a las esa, Anderson descarta que la into pot el carécter relativamente arco internacional en que sf se puede acreditar como “verdader letestable social-darwinismo. Pero ¢s el ejemplo de permite robustecer una de sus tesis princi- pales, pues esa caracteristica disciplina burguesa estd en los antfpodas de un pensamiento social totalizador. Por inspirarse mas en el proce- ‘accién humana consciente y en contraste con 1a “la ‘mano oculta’ reemplaz6 a la ‘volun- ipnética, monocular” de cuencias ulteriores se apreciart en este siglo, cuando es un hecho que Ja historia intelectual britinica ha sido incapaz de confluir con alguna erty Anderson, ‘Socialism and Pseudo-Empiricism”, pp. 39,32 bid, pp. 9, 41. de las dos grandes tradiciones de “pensamiento social sintétice”, el pson ye a marxismo o la soci Entre las grandes naciones europeas, Gran Bretafia es la nica que “no ha producido un Lenin, anto, la SU uy Gramsci, ni tampoco un Weber, un Durkheim, un Pareto”. ido en En la reconvencién thompsoniana sobre el uso del término “hege- ‘Anderson encuentra la ocasién de una de sus criticas més, la hegemonfa con el poder estatal, Thompson un ampli eos) de d iyor reper cismos” son los de un hombre que “ya no puede aprender influenc Lo tinico que conoce del marxismo es la versién economicis- sm PIO§ ta difundida en la Gran Bretafia de la posguerra; es natural, pues, que yhabfa ad careciendo de todo contacto con un “universo marxista més amplio” iv6 las Pr no capte el sentido de los trabajos de Anderson y Nain, tributarios ‘altura S de Ja “principal tradicién” del marxismo occidental.?4 Bs ese limitado ‘nes (¥ dt equipamiento teérico el que le hace descubrir un reduccionismo eco- donde es patente la desviacién contrarié ® tesis” resultan vulnerables -sefiala Anderson, aceptando una trabajos i James Hinton-, es por su sesgo general idealista (“primacta de los facto- wteles d¢ res politicos e ideol6gicos”).25 Pero més adelante reivindica la lukac- .d” utilizada en su ensayo y los de Nairn x i6n presente a partir de la historia anterior; lo ssserisMO importante era oponer una visién totalffinte al fragmentarismo de la sificame| distribud Ibid, pp. 19-20, 22. 27-31. Esta wadicién es objeto de una digresin cuyo tema seré retoma- do y ampliado posteriormenc "Teorfat, PO Anderson, los momentos decisivos de ese marxismmo estuvieron marcados por respuestas Su vehiet i io promo i, B- Arse wm via de acceso al pre a los historiadores cos de Thomps del contraataque), donde el pasade sélo sirve para “comparaciones retéricas”. El juicio de Anderson sob: nutaciones més irreversibles de ias se sucedfan en ioso populismo”, “abstra “nacionalismo mesiénic Si ricism” se podfan hallar puntuales autocrfticas nes positivas de algunos tramos de “The P ellas no balanceaban la formidable requisitoria contra el “tipo de cul- tura socialista” que definfa a Thompson y la “paranoia y mala fe” que habia guiado su lectura de los articulos de la NLR.2” Quince afios des- pués, Anderson lamentarfa la “violencia indtil” de aquella réplica en tun contexto en el que razonaba las bases de un nuevo entendimien- 0.28 “Socialism...” no merecié en su época una respuesta de Thomp- la “Open Letter to Leszek Kolakowski"; al reeditar este jo y “The Peculiarities...” (en The Poverty of Theory and other essays), aclaré finalmente que no crey6 justificado comentar un texto que no contenfa argumentos nuevos.!9 pp. 33-35, 37,39. 1 pp. 33, 3 28 Teoria, policae histra, p. 154 2E. P. Thompson, The Poverty of Theory and other essays, p. 399. La otra razén fue ‘que sss “amigos politicos” desalentaron tal “polémica divisionista” (ibid). 27 New Left Review por su empe- Thompson y el althusserismo porineos) de Peayor repercusién en el seno de la equerda | Selina influencia que dio lugar a un polode referen pluralismo programatico de la NLR. En la década de i adquirido en Gran Bretafia un araigo incu tes paises) Ia influenca “nefanda”3? de la comriente demorado ataque frontal Normale Supérieure (Par) por L. Althusser, E. Balibar, J. Rancite, P. Macherey. La versin en castellano reproduce la edicign de Maspeo conserva los textos (iodificados) de los dos rimeros: Par leer El ! 50 Teoria, polticae istri,p. 165. rchfculo eran “los francéfiles beicénices 9, dur vvenido promoviendo un supuesto‘renacer de! miso! ‘con E. P. Thompson", porDlchael Merl, en E. P. Thompson, die sel crs constane de dfinon Panime”, informa la contratapa del libro. 219 Rancigre,3” y la retrospectiva en forma de “autocritica” del mismo ‘Althusser. (La “Defensa de tesis en Amiens"? del afio siguiente pue de leerse como un desdoblamiento y conclusién de esa retrospectiva y consolida la impresin de una obra cumplida.) Cuando cuatro afios después Thompson retoma Ia cuesti6n ab initio, hace tiempo que la unidad de la corriente althusseriana se ha roto y que la critica del abso- lutismo de la Teoria (acompafiada por el inicial propulsor de ésta)*® hha morigerado el desafio 1 por otra parte ya neutralizado como propedéutica en las més variadas disciplinas universitarias. Misera de la teoria parece, entonces, ensafiarse con un perro muerto. : Ta segunda reserva tiene qué Ver con el regi se despliega la estructura de Poverty. Desde las vuelve st lenguaje més expresivo e idiosincrésico que realmente argu- mentativo. Es conocido el sesgo subjetivo de las intervenciones de Thompson, as{ como el frecuente componente autorreferencial de sus esctitos (donde la experiencia politica o historiografica d ta siempre diriment gruentes con una préctica intelectual antiacadémica, desmixti STJacques Rancidre, La gon d’Alehusser, 1974 (versin en caste- lano: La leccion de Althusser, Buenos Aites, Gal S8Louis Alchuser, Elemens d auocriique, Pe 1974 (versin en caste- Grijlbo, 1977 loriginal, 1976), “Defensa de tsis en Amiens" (junio de 1975). smetiv de la autecetica de Althusser en los fos en Gran Bretafa se deeprende de las con- ien, por lo demés, fue el primer director dela lela oportunidad de la polémica antteorcista de Defence of Theory’, en R. Samuel (ed.), People’s History. op. ct, p- 379. 20 y centrada en un intransferible compromiso personal. En este caso, sin embargo, traténdose de las probleméticas relaciones entre histo. spiren a un examen racional y objetivo el tono de muchos pasajes de Miseria de ia -la pasiGn vindicativa, el anatema imperioso, la advertencia ica~*? 0 siquiera entender esos desahogos, salvo como atribu- ‘de un tratamiento critico del tema sino) del individuo Thomp- son. Igualmente thompsonianas (segiin un anterior andlisis de su prosa polémica) parecen ser la “incontrolable necesidad de caticaturizar al oponente” asf como “la tentacién de un virtuosismo literario” que excede “toda proporcién 0 prudencia”, de modo que, en sus alegatos, el estilo impone el contenido”? En definitiva, descartada la redun. dancia dg muchas de las imputaciones y el problemstico alcance de ‘otras, aprendemos menos de la teorfa incriminada que de las convic- cciones del incriminador. Pues no es casual que el texto gane en eq brio y eit densidad cuando'el autor margina a Althusser del discurso y se ocupa de articular sus propias posiciones en los campos, para él coor- dinados, de la historiograffa y del materialismo hist6rico. El aspecto mas estridente de los ataques cruzados del “2 mo te6tico” al “humanismo socialista” y de éste a aque acin al sarcasmo reductorEn ese reefpr6co ejercicio disolvente, clésicas la fectura de John Lewis por Althusser y, ahora, la de . P. Thompson. Sin embargo, en la medida en que tal for- ma de aniquilaci6n supone una retérica medianamente eficat, es noto- re las pesadas ironfas del comunista francésa costa de cea demasiado tarde"; “esta nocién it”. Miseria de la tora, pp. 248, 54, Ci "Socialism and Peeudo-Empircim”, p.24. Anderson lamenta que Thompson. Asi, al marg 5 “Marxist wadition” vs. “Marist system”, Cf. “The Peculiartes of the English", p64; Miseria de lator, pp. " Misria de la tort, pp. 261-263. ‘del canadiense Palmer (The Making of E. P. Thompson, op ct. rads y la repercusién de una tayectoria tas ~con las qu jemplar- que del aporte de un encuadre intelectual y politica que el biégrafa dec 233 al mismo tiempo, el texto contribuye a fijar las preferencias teéricas y las opciones estratégicas de la produccién andersoniana. rencién del autor, a un exa- én desdoblado: si en primera instancia, se ocupan de determinar la valides de la impugnacién a Althusser, més les importa cotejar el cre- do historiografico de Thomps il como aparece expuesto en Pover- ty. con su propia obra de historiador. (El tercer propésito tiene un mds restringido: se trata de una nueva vuelta de tuerca a la idacién del entredicho que enfrent6 a Thompson con la New Left Review; bésicamente, Anderson empareja las cul con mayor precisién y equilibrio las imputaciones intento de resolver “parte de la falsa inguierda” en la década de 1960.) En cuanto al primer objetivo ~el juicio sobre el ataque a Althus- ser-, Anderson lo asume manifiestamente “en ausencia de candidatos més indicados” (son conocidas las reservas que le merece la filoso- fig alehusseriana),®” pero, en términos més exactos, el impulso que Jo mueve es la evaluacién de una especial coyuntura: la confronta- cién, primera de cierto ipo marxista, de un. historia- dor inglés con una filo *or eso, mediando entre los respectivos marcos teGricos ~y reconstruyendo sus contornos cada vez que lo vuelve necesario la doble circulacién del andlsis.textual-, Anderson afirma un terreno de arbitije que evoca de inmediato sus preocupaciones de sintesis entre los problemas especificos de oriografia y la conisistencia fileséfica de los conceptos del mate- i6n”® que af ala “nueva "ara empezar, hay una bésica zona de acuerdo entre el autor de los ‘Anguments y el de Poverty...: tanto en su versi6n original como en las ‘nedianamente equlibrado de los logos de Thompson, trea pars la que no lo prdi- ponfa demasiado su mondtono entusiasmo,) "6 Teor, pala ehsoria, p-155. ‘Ibid. p. 3; Consideraciones sobre el marismo occidental, pp. 74-75, 89-90. Ee derivaciones independientes de algunos ep\ serismo frente a la préctica del historiador sesgo epistemoldgico que diluye la autonom{a de la “evidencia empftica” con la que éste opera. En términos més generales, el spino- 2ismo residual de la epistemologéa althusseriana (con su oclusi6n del problema de las “garantfas” del conocimiento) hace que el esquema de ntos desdefie peligrosamente la relevan- Del mismo modo, la falta de integracién de ola despreocu- la cia de los datos er las historias “dife pacién por fijar el son fallas de la construcci6n de Althusser que un historiador profesio- nal hace bien en resatar. El punto de mayor coincidencia de Ander- son con las protestas de Thompson radica en su com las derivaciones postalthusserianas del teoricismo (es decir, la orienta- cidn de Hindess-Hi esa reduccién es, iompson, la de la Idgica althusseriana y, para Anderson, slo la de “algunas ideas” de Althusser 88 En general, estas admisiones (espaciadas en el texto) le sirven a Anderson para sefialar la otra cara de la moneda: el ignora- do 0 desvirtuado por el critico, generalmente en virtud de una lec- tura impaciente o capciosa. {Cual es, en cada uno de los numerasos tnudos probleméticos, el concepto o esquema altemativo que ofrece Thompson? Los errores que éste denuncia (y también los que igno- a) tienen, muchas veces, su cog la en errores thompsoniarios inversos. Si Althusser reduce Ifexperienct a un puro engatio, Thomp- son la eleva a instancia itrevocablemente creadora; si para Althusser la 194 (Misra dela eora,p. 11); Arguments, p. 125 (Teor, politica ara una revisién de c ‘no-marxismo postestructual y del “leinismo le Gregory Elliot, “The Odssey of Paul Hirst", New Left Review, >, septiembre-octubre de 1986, pp. 81-105. dt ] ro el lyf mpson ef consid nen, at uni lac calle perspectiva, Andersoh plantea con prec siinlewenc kee o)ye ispensabilidad: “la isi eat truccidin formal de unos concepitis ‘1 ‘05 que no son'los de Ia ‘his- toriograffa ’ relia fa en general’ Pero estos conegpts slo producen verdadero se derivan de una inétigacin hist6rica controlable iano se ¥ 0 . . ientras Sen que, respecto al venave, an See rete | segundo requisito (coneepes + histo- llante de el pris toria + conceptos) es el eje de su eva- luacién de Thompson. mentario , ompson. Este es un aporte valioso del lib . i ati ho apiela a ning reduc del bro de Anne, a ausenc a tad: Hay ue tener pres jole perm .ticosde Ia obra de Thompson ha sido subsunaie i aésta—en Be stag ee eat See aia rverpo de! bién de la corriente de | cory Wots en un “cultural le los History shops—™ en un “culturalismo’ iva » ayo} met pte hiors,p B. | 236 agénico fuertemen te ne 1 cuyas premisas se atacan desde un modelo ant: marcado por las prevenciones althusserianas y “estructural sxtracta algunas nociones , luego de explorar su consistera- ‘ia, coteja los Supuestos en que s€ apoyan con las exigencias tebricas mids amplias de todo un sector del conocimiento histérico 0 politico- El techazo -pleno o condicionado— del tratamiento que da Thomp= son a sus temas no deriva tanto de la impugnacién de un paradigma interpretativo (culturalismo, hi bien de su real inadecuacién a los principios explicativos de un tra~ mo preciso del desarrollo hist6tico. Por eso -y luego de acreditar ‘Thompson una preocupacién sin par ‘i yblemas conceptuales de la disc distinciones semdnticas y tipolégicas {que tetoma un texto and Marxism: A Rejoi ‘Terry New Left ‘Las razones de la asimilacién del historiador norteameri- feu de Eugene Genovese, Economia politica de laesclavitu, Barcelona, y Rol, Jordan Roll. The World the Slaves cativa de Ia vertiente ‘norteamericana de la “historia desde ‘onformistas sobre ls Estados Unidos, Barcelona, Pen‘ thusserianos briténicos no rehuiyen las eructuralismo generalizdo. Cf. R. John vvan Keith Nield y John Seed, “Theoret Marxist Historiography and the Althusserians’, Economy noviembre de 1979, p. 404. ee fad -uno d ‘7 algunas 's morales 4 propésito de xérminos thompsonianes tan, dec ‘como “experiencia” bse wuestra desl Co superposiciones categoriales que invalid c spears carci au in idan gran parte de la polémica obligado de cu ier valoracién de las posi otro cuerpo de datos como elementos de su propi propia Po os doses hompentanacs ura exerci pero no se explicit, Por exo Anderson puede hablar de una gestacifn, {de a clase obrera como resultado de la “simpl ica” de sufti- ‘miento y resistencia. Esto lleva a la segunda c general json contnuivas de la clase las experiencias communes (con 99 proyecci6n en la mn de intereses compart ror de los Arguments se ‘erfticos de tal concepci te Cohen) y muestra que cuando Thompsor produce, mas teen “La sociedad inglesa del la lucha de clases como “concepto previo y més universal basica inicial, que consiste en equiparar clase y concienc! de clases no seta més que una fase previa al defi lela clase). Esta segunda ion, pues Io que Anderson veta como “codeterminac Er eciéa y condicionamiento se complementa ahor= con una definicién unidimensional que deja inexplicado el estatus ted- rico de los agrupamientos sociales carentes de “cultura” 0 tradiciones de lucha clasistas. En cuanto al muy.especifico tercer punt) - cin de 1832 como culminacién del proceso “formative” de obrera inglesa-, el autor recuerda que el mismo Thompson tdcitamence es, fecha (en el epflogo de 1968 a The Making) al recone cer que la unificacion cartista de a clase eds anuiade perfodo -aciGn Cato, hace notar que ya “The Peculiarties ofthe onciaba de The Making (1963) en la reduccicn. can era y en la subsuncién de la experiencia reo general de los paises industrializados. La evaluacion dela principal obra de Thompson es uno de los mo ‘vos principales de los Arguments; otros son la discus la teorfa ma xxista y la apreciacién del pensamiento politico Para situar la polémica con la versiGn sista, hay que tener en cuenta que esta dltima se basa en uy “Tectura de los textos de Marx aue ¢areee ‘de antecederites, Va sea €F + Tera, police historia, ip. 42, 46; "La sociedad ingles del siglo xv"s P 3h 29 - ~ sductividal tta, Ther 20 por coi «para el e un desar superestr : Ia mets tcétera— niveles iones ecot eque no veles”” qu inte demat objeto thusseriat revela la edad, perc specifico hompson el predor Con su ca histéricas empirica enunciad de, en ca son de marxistas: y la apelac ode los pt ras ocasi ales indiv| via de la “su rival la corriente principal a la que Thompson se adscribe, la historiografia marxista inglesa, 0 en el materialismo cultural de Raymond su referente conceptual més asiduo. Ni en una ni en otro smplo, el trabajo que efectiia Hobsbawm con la nocién de “coné cia de clase”, Rudé con “ideologia”, Williams con “deverminacié inspeccién de categorfas marxianas supone el rescate de un paradigma perdido o cree debilitado un proyecto intelectual por incompatibilidad con sus logros més maduros. Esta paradoja es original de Thompson, quien, de hecho, invierte el guién althusseriano de la odisea de Marx: ‘cuanto més lejos de las obras de “ruptura”, mas pr6ximo al universo de leol6gico. Ast, mientras en la década de 1840 el esbozo del «materialismo hist6rico era altamente prometedor, en los afios siguien- tes Marx quedé enviscado en lo que al comienzo imaginé una estacién transitoria: la econom{a politica (que debia ser répidamente demolida) lo atrapé en el circuito infernal de sus categor‘as ahist6ricas y el pro- quedé como un conjunto de hi perfectamente tiple de enfoques criticos e innovadores imperfectamente represen- tada en El capital. En su opinién, lagabigarrada urdimbre de aquellos borradotes constituyé para Marx una trampa mortal de la que a dltimo momento lo salvaron (pero s6lo en parte) el inspirador antiteleologis- mo de Darwin ~1859: El origen de las especies~ y Ia inserci6n, en su tex- iada logica de las categorfas econ6s ria concreta, El capital result6 “una inconsistencia monumental”.® Esa es la raz6n de que el legado més firme de Marx no esté en aquellas partes de su obra con vocacién de “sistema”, sino en 95 Miseria de la tora, pp. 104, 110. 240 los principios generales del acercamiento materialista a un estudio plu- I de la sociedad; siguiendo la primera linea, se arriba a un marxismo frido y falaz (cuyo representante egregio es Althusser); prolongando la ~ segunda, se edifica una i6n” marxista de investigaciones hist6- ricas a la que caracteriza el permanente didlogo entre conceptos pro- vvisionales y datos empfricos. En definitiva, la via thompsoniana lleva“ a identificar el materialismo hist6rico con una autocorrectiva précti historiogréfica. : La téplica de Anderson no se demora en la reivindicacién del pro- yecto maduro de Marx —la erftica de la economfa politica. Sin eludirla, le basta recordar a Thompson la pertinencia del érea donde se concen- 116 el trabajo de aquél y el cardcter que; en ese marco, reviste el modo "Anderson y io de autoridad. Si, a pesar Thompson coinciden en rechazar el pri de su declarado desinterés en escrutar la Jetra de Marx, Thompson se deja arrastrar a continuas y densas citas de éste (y de Engels), Ander- son, por su parte, deja de lado lecturas alternativas. Un singular con- traste existe ente el sosiego marxol6gico de los Arguments, que asumen ‘una matriz cldsica evocada con bastante laconismo, y la reiterada invo- cacién de paginas marxengelsianas en un texto que impugna el funda- mentalismo doctrinario; de hecho, Poverty... las moviliza para hacer patente las tergiversaciones de Althusser. Moderado en la refutaci6n de esta denuncia, Anderson, en cambio, es enfético en la defensa de fas innovaciones ~conceptuales y terminolégicas- de la escuela ata- da: “hallazgos analiticos” como la combinacién de elementos inva- ; no productor, medios de produccién) y relaciones bsicas (apropiacién, propiedad) aparecen como avances decisivos -y perfeccionables (cf. la referencia a Cohen)- por “el tipo de cl conceptual sistemética” que introducen en los estudios sociales. Con- tra el escepticismo de Thompson, esas conquistas reales han permiti- do impulsar importantes investigaciones empiricas; Anderson exhibe 6 Teoria, polticae historia, pp. 71-72. la productividad del althusserismo citando los trabajos de Poulantzas, Aglietta, Therborn, Establet-Baude right, Rey, etcétera, en un infundado de sus anatemas (la ", Anderson muestra que las laboriosas revisio- | nes de Ia metéfora ~su sustitucién por otra “vegetativa’, u “orgéni- ca”, etcétera~ no pueden cancelar la distintiva nota de la asimetria de los niveles una ver que se ha aceptado la primacta de las deter- szminaciones econémicas en la historia. Thompson seyencuentra en el ‘caso de que no niega esa primacfa, pero se impacienta con los “maldi- tos niveles”®7 que la ponen de manifiesto. De esta manera, olvida la insistente demarcacién de Althusser entre el objeto de conocimien- to y el objeto real. El ejemplo que alega para desbaratar la construc- cin althusseriana —la ubicuidad del derecho en la Inglaterra del siglo xvut- revela la presencia efectiva del derecho en distintas esferas de la sociedad, pero no suprime la necesidad de conceptualizarlo como nivel especifico de la formacién social: Ia misma enumeracién que hace Thompson (resumiendo los resultados de su Whigs and Hunters) indica el predominio incuestionable del derecho como sistema ideo- ico. Con su caracteristico trabajo de cotejo y enlace entre desctip- aciongs tedricas, Anderson conecta la riqueza empirica de los halla:gos dé Thompson (y de Douglas Hay) ccon los enunciados programéticos de Althusser y Poulantzas. yo Donde, en cambio, es més visible el apartamiento del enfoque de "Thompson de una posi in con los conceptos althusserianos atin marxistas~ es en los t6picos culturalistas centrados en la expe- riencia y la apelacién a valores. En particular, la temética de la morali- dad -uno de los principales €nfasis de Poverty... conduce a Thompson, * en algunas ocasiones, a entender la historia como recuento de opcio- Pes morales individuales que el presente debe reasumir o condenar. La 1 Miseria de la teorta, p. 157. 242 contraposicién de Swift y Walpole, presentada tanto en ese libro como cen Whigs and Hunters, da ocasién a Anderson para evaluat los retratos del escritor y del politico y matizar critica figura histérica que Thompson admira moral'como agente vital del cambio soci compuso ura gran biografa intelectual y politica.% Lose del libro de Anderson (posteriores a la refutacién del supuesto “estali- nismo” de Althusser y a la dilucidacién del diferendo entre Thompson y el grupo de la New Left Review) tienen como eje una apreciacién del socialismo y el utopismo de Mortis. Partiendo de las opiniones del biS- grafo, el examen se extiende a una visién general del papel de la utopia en el pensamiento socialista, asociando este tema con el més aimplio de la estrategia pol Para Thom trayectoria socialista de Morris y su desaprove- chada herencia’ ejentplificart él desenetiehtro de’ dos tradiciones inite- ica romantica del capitalismo (moralmente fundada) y lismo cientifico). en la natura- trar indiferencia u hostilidad. La significacién de esa ocasién perdi- da se revela plenamente en el desattllo histérico posterior: no s6lo el marxismo carecié de una dimensién moral para sostener su pric- tica revolucionaria sino que, en ra ante el papel de los valore la accién social. Citando aprobatoriamente (en el epflogo a la edi- cidrfevisada de William Morris) al ensayista francés Miguel Abensour, autor también de una obra sobre el utopista inglés, Thompson hiice hincapié en la temética del deséo como un niicleo de la perspectiva mortisiana absolutamente inasimilable para un marxismo irreversible mente cientificista. En resumen, como “no se puede reducir el deseo 985. P. Thompson, William Monts, p. 721. 43 =: al conocimiento”, el marxismo deberta abandonar sus pretensiones omnicomprensivas y aceptar que un amplio segmento de la cultura le stata siempre vedado. +" El juicio de Anderson sobre estas tesis encadenadas se articula en sucesivos momentos analiticos a partir de la observacién liminar de que las relaciones entre Morris y el marxismo deben dar Jugar ana explicacién hist6rica y no onigolégica. Thompson ha revelado poco *"Giscernimiento al adoptar, con el tépico del deseo, las turbias reso- (Hay una sutil ironfa en este reproche al furibundo denostador de las modas de ese origen: recuérdese la nube de lan, nal del contenido de la utopia. Mientras, en este terreno, Thomp- son relega.a la ciencia y Ia teorfa politica frente a la imaginacion y la literatura creadora, Anderson cree posible superar ese veto y recons- mente los marcos del pensamiento ut6pico - de tal pensamiento xxPor 30, le resulta més instructiva la importante sobre Morris aparecido en la déca- da de 1970: una obra del comunista francés Paul Meier (traduccién, William Morris, the Marxist Dreamer) descalificada por Thompson sin inayor furidamento. ® Ibid p 807. 100 Teor, politica e historia, p. 178. 101 Los insects althusserians deaban fas ramas “peladas de toda cla” y los cam- os “despojados de toda briana verde de aspraciGn humana’. En ese marco desolado, “la préctica terica fanunciaba) su ‘descubrimiento’, el modo de produccién”. Como sugiere Thompson en otro lugar de Poverty, a veces las analogis “pueden ser ms cclarecedoras que la argumentacién misma”. En el easo de sus langosta parisinas, el sintoma encootrado fue: “xenofobia". Cf Misra dela tort, pp. 256 163; Paul Hist: “The Necesity of Theony, p. 419. Como el trabajo de Meier es un estudio detallado de la principal novela ut6pica de aquél, Noticias de ninguna parte, es posible ~siguien- do al autor evaluar los principales rasgos de la imaginada sociedad futura y cotejarlos con las ideas (explcitas o deducibles) de Marx y de Engels El resultado es muy ilustrativo, pues mientras algunos aspectos (la abundancia material permitida por una tecnologia avanzada; la des, aparicién del Estado, el derecho y las fronteras nacionales; a extendi, da igualdad y la autorregulacién de la vida social) parecen compatibles con la prospectiva marxengelsiana, otros se distancian de ésta consicle- rablemente. El renacimiento del trabajo artesanal, la cristalizacion de- las fuerzas productivas, la insularidad desmantelamien- to de la educacién, la falta d iteratura, etcé- tera, contrastan con las dedui y las preferencias técitas de los fundladores del materialismo hist6rico y, por otro lado, contribu, lela fantasia de Morris. Dos rasgos, sobre ciones de su genio: una inclinacién a invertir, idos, la presente valoracién del trabajo manual y el tra. levando abruptamente al primero y degradando o mar. segundo; y, en particular, la “represién” de la historia del fundada en un rechazo de las producciones de la civiliza- irguesa que excede atin las prevenciones de la tradicién roman. ala que Morris pertenecfa. En este punto, segiin Anderson, reside -quivoco de Thompson cuando juga que un comunismo como el de Mortis, derivado de la logica de esa tradicién, necesariamente produ. cirfa un utopismo ioral inaccesible al marxismo. Pues lo que — hace la novela de Morris (declaradamente escrita contra el futurismo neobenthamista de Bellamy en Looking backward) es reproducit une antinomia -entre romanticismo y utilitarismo, exaltacién de la labor artesanal o parafso de la organizacién industrial que el materialismo histérico se propuso superar, fomentando las condiciones que conduje. sen a su comtin “muerte piadosa” (Segtn la frase de los Grundrisse). En cuanto al ulterior destino del utopismo de’ Morris ~clausurado, segtin Thompson, por un marxismo hostil a su contenido moral-, debs yen a precisa la singularda todo, muestran en términos 245 la éptica de Anderson— por la excentricidad de sus tuna época dominada por los problemas por otto lado (y a diferencia del marxismo ca un papel relevante en la 1 | Mientras Thompson paradigmatiza a Morris como’el utopista genial ef quien el impulso ético y las facultades imaginativ i inalcanzable para soci estratéjca morrisiana, pone de relieve en el marginado socialista inglés una capacidad de penetracién politica unida a unz cia tévolii¢ionaria que, para en [a historia del Mortis constituyen El juicio es importante, porque adjadica a Morris un discernis superior al que mostraron Marx y Engels a propésito de la base , mientras que Marx y Engels meramente lo atisbaban con el rabi- lo del ojo”;!°* y su denuncia de tales expectativas figura en una serie 102 Tanta, palticae historia, p. 192 103 i, p. 194. 401i, p. 195. 246 08 son menores a los de inacién uses incl enla novela carécter ~Noticias...-, el “gran cambio” evocado retrospectivamente es, de hecho, el desemboque exitoso de una verostmil lucha de clases. ‘Cotejado con el de Thompson, el acercatniento de Perry Anderson a lnobra de Mortis parece ilustrar la distancia entre un “énfasis en la cul- tura” y un “énfass en el poder”, segin el sefialamiento que hizo el mis- “ino Thompson para condensar las diferencias de orientacién entre él y Williams por un lado, y Anderson por el otro.!®5 La distincién, acep- izado con Thompson y los reconocimientos que sé del logo teérico mas importante del "penss- ino de una obra de densa y pervasiva” que, en Ing! Tn la medida en que encamaba ind andloga en Thompson; yen un anterior para eximi a su figura del agobiante dictamen que hacia habia sido “el hombre capar de rear un pensamiento socialista discip » ment tada —con algunos matices~ en las paginas finales de los Arguments,!0% puede servir para recordar la permanencia de un nicleo mévilizador en rabajos del autor. Pero conviene descomponer la sintesis de is en el poder” propio de Anderson y la New Left Review ha consistido, més exactamente, en la apelaci6n a una reflexién historica y politica capaz de sostener una recuperacién contemporénea del pensamiento estratégico como centro dinémico de la teorizacién \marxista.|La misina naturaleza del empefio reclamaba una inspeccién ctitica de las diversas herencias transmitidas, asf como la afirmacién de una perspectiva intemacional en la captaci6n de los problemas y de las situaciones. Fijado ese horizonte, los enlaces mediadages podian retro- traer considerablemente la atencién hacia elementos formativos de la sociedad modema inmersos en un pasado imperfectamente discernido hasta entonces. En todo caso, tal: proptsito conectaba la preocupacién por Ia historia con una lectura hist6rica del presente de ese programa, pued de consolidacién de las revoluciones (burguesas y socialistas). 1)Uno de los tempranos rasgos de la analitica andersoniana ha sido el Comparatismo, la conviccién de que gl acceso al objeto en examen esté eudent Po iderson, "Componentes dela cul- 2 mxandet Cockburn y Robin Blackburn (eds.), Pder esuianal Problemas, diagnésticos, actos, Caracas, Tiempo Nuevo, 1970. lliams, Anderson reconoce que Ia “distribu mediado por la aprehensi6n de la estructura que lo abarca: el conce por las diferencias. Los trabajos que, en la década de 1960, focal2 ban el contraste de la sociedad y la cultura inglesas con otros paises« del enfoque opuesto al que Anderson Iamard ra 7 El mévil de esos estudios fue la urgencia polit render un presente poco al europeas por su 108 En “Compe escrito poco después de fos trados «1 , Anderson retomé y desarrollé alguno. de sus esquemas, preocupado ahora (gramscianamente) por la caren cia de und cultura revolucionaria aut6noma y la intelectual que representase “una alternativa de que constitufan, globalmente, un “complejo superestructural’ tanto, un factor de hegemonta. En cada caso, la “experiencia comparativa” con otras culturas nacio- nales exhibia la inglés, incapaz de articula 7 te otras ajenas. Puesto que el inmovilismo y el conformismo culeural 107£n efecto, los estudios monogréficos limitados aun pas frecuentementetienden 1 pasar por alto precisamente lo que es més propio de ells, es decir, fea que los. dando una coloquio sobre “Explora: inas de las ciencias sociales”, México, Unesco/Flacso, 20-25 de abril, 1980, pp. 12-13, mimeo. 108 Teoria, politica e histori, p. 165. 49 ee icas de la burguesia inglesa (sobre las que ent Criss”), Al desistir de una remodela- catecido del impulso conceptual globalizador (como los que se insinuaron en el Sigh de ls Luces). Ninguna ca de la sociologta clési , debido a esa laguna, se caracterizaba por tener ”. Més atin: “una profunda instintiva aversiGnca la categorfa de totalidad” marcé la trayectoria de la byrguesta: cuando ‘¢sta buscé integrarse al orden social, tal categorfa resultaba superflua y, luego, cuando ya se haba fusionado con la aristocracia agraria, pensar en términos de idad” era peligroso. De ese momento databa una del campo cultural drigida contra cualquier tras la productividad de sus creadore’ compensaba el decafdo tmpeta de la intelligentsia nacional.!° El balance negativo de Anderon tescat, sin embargo, dos discipl nas que se han servido del coricépto de totalidad. Con Ja antropol funcionalista (de todos modos, fundada por un ext la sociedad briténica, renuente a pensarse a trav disciplina). Pero, sobre todo, la crc literaria fue un “refugio” mente inglés de la nocién de ialda: slo en Inglaterra esa espet 10 P. Anderson, La culeura repre p25, 77, 30,42, 58. 250 . dad concibi6, con Leavis, la ambicién de convertirse en el centro de los estudios humanisticos. Actuandbo, en ese sentido, como un sucedéneo de “Mientras, fuera de sus fronteras, estas dos in terica, Gran 2) La necesidad de revertir la marginacién de la izquierda inglesa res- pectoa la ‘evolucién del marxismo en el iltimo medio siglo, asf como la intencién de establecer un dmbito intemacional de discusi6n socia- la tehovada New Left Review; su propésito constructivo se resume en sis dé Anderson: “no'crefamos en el marxismo en un el marxismo occidental (1974-1976) fueron una “continuacién” del tra- tamiento del caso inglés en una escala europea, con el fin de arribar a una “mayor equidad de juicio”!? respecto al destino intemacional corrientes antag6nicas a la matriz clisica figuraba ya en los articulos 1» Pp- 37, 40, 105, 111, 122. sora, politica e historia, p. 165. Consideraciones sobre el marxismo occidental, p. 2. que, desde 1966 en adelante, hizo conocer Sebastiano Timpanaro,!!? tun pensador estimado por Anderson.!!4 Pero los temas y, sobre todo, el comparatismo articulador de las Consideraciones van més alla de la perspectiva del autor italiano. es Partiendo de una amplia escansi6n entre la tradici6n clésica (extin- gilda con el encumbramiento de Stalin) y las orientaciones marxistas ‘que arrancan de la década de 1920, el enfoque de Anderson se orga- niza en tomo a dos ejes enlazados: el vinculo entre teorfa y préctica y el tipo de produccién ir tual ‘que caracteriza a las diferentes figu- fde’estudiadas. Respecto al segundo punto, el “marxismo occidental”, iderado, inwvierte la trayectoria de. Marx, pues regresa a para afincarse en la filosofta. En cuanto a sicos” —diri- sadores creativos-, Jos generadores del “modelo” futuiro (Gramsci, Lukées y Korsch); des- pués de su encarcelamiento o exilio,el signo perdurable del marxismo ; occidental serd el divorcio entre produccién tedrica y préctica polt ca (en una época en qué “la unidad fevolucionaria entre teotia y préc- tica” tampoco existfa dentro del comunismo organizado). Una de las consecuencias de ese divorcio fue la sustitucién de sus términos por °) entre el marxismo y las teorfas beitguesas. Los interlocutores 0 inspi- adores de Lukécs (Weber, Simmel), Gramsci (Crece), Sartre (Hei- degger, Husserl), Althusser (Bachelard), etcétera, delimitaron, asf, en 12 Lo artfculos fueron luego reunidos en Sul materilismo of Historical Materialism, donde Anderson adjudica a Timpanare Ia “inspiracin general” de su tratamiento de las escuelas estrucural 252 gran medida el marco de sus reflexiones. Otra consecuens ra consecuencia fue que l fundadores del mate hist6ricotendié a diversif carse: mientras se rechazaba la herencia filos6fica de Engels, se buscabe un lingje adecuado para Marx: las propuestas ~que iban desde Spinoza (Althusser) hasta Kant (Colletti)~ se unfan generalmente a un énfasis epistemoldgico que desembocaba en un “metodologismo obsesiv” ys que un supuesto comin era la necesidad de mmarxiano dela reglas de | sca Eee los dea sm exacerbacién del tecnicismo 1 predominio de la estticao las superestructuras cultural como objeto de estudio, la inclinaci6n al pesimismo: “el método come impotencia, el arte como consuelo y el pesimismo como quietud” Uno de los atrastivos de Consideraciones reside en el pormenor de és de autores y obras: los inesperados di correspondenci des (Althuser-Adomo, CalletiServe, ae tre-Althusser) ola indicacién de la signficacién polivalente de un ora. po de pensadores (Spinoza, Hegel, Nietzsche, Freud, Bachelard) pars el marxismo occidental, van unidos a un sefialamiento ertico de ls dicoromizaciones abusivas que practicaron algunos flésofos (Althuser y Colletti) en tomo a la presencia de Hegel en los marxismos distintos del propio. El énfasis general del libro, sin embargo, apunta a la cone lacién entre los contenidos del marxismo occidental y las condiciones dedi lel politica toa is energy, cuando se cups de ls superc, iso -acontamano de a trvdenclpeteni por sears para entender su efcaca en el orden social, es decir, también como in ico. Pero, sobre todo, fue el nico de los “marxisas occidentales” gue incu sus preocupaciones a algunas tpicas dela tadicionclisica: el andlisis de »p. 59). Su nocién de hegemonta es, tante de las “innovaciones teméticas" de ls autores consi 253 (revoluciones fallidas, conquistas fas- situaci6n presente -conffa el plo fayo francés-, parece visi- ria y de la préctica, con la consiguien- te “transformacién” del del pensamiento texratégico. En una previsién mas modesta, referida a las desigualda- ‘Jes internacionales de desarrollo de la producci6n tedrica marxista, ‘Anderson auguraba también un incremento de la cultura marxista en € Jos pafses anglosajones. Unos diez afios después de la redaccién de Considerations, Ander- son publicé In the Tracks of Historical Materialism serie de conferen- tias pronunciadas en Estados Unidos. La més signi indaga en el eclipse del marxismo francés (consides yo y orientador del marxismo latino europe), Yido predominio del pensamiento “estructuralista”, analizando ¢ filosdfico comin a ambas corrientes bajo el par “estructura y sujeto! te y rechaza estas categorfas se hubiese entablado un r estructuralismo (o su prolongaci6n c nado por vencer al marxismo en su propi dimisién de los principales filsofos marxistas rasta: Sartre deja sin respuesta gl ataquelevistraussiano a sus pos thes (en El pensamiento salvaje) ¥’Althusser acepta una “fatal e {a dependencia”™6 respecto a una corriente que lo precede y lo sobrevi- Ver en el caso de Sartre, ademas, su mayor obra marxista (Crtica de la vaz6n dialéctica) se frustra por el congelamiento del proceso de desesta- inufa el concreto referente hist6rico de la prosecu- va, el desencadenante epocal de la crisis gin e| autor, el fracaso de las iniciativas ble una reunificacién “obsesivo" interés la obra de Sartre ‘uvo luego acceso a los manuscri- 254 ceurocomunistas y el consecutivo desaliento (unido al suscitado por | disipaccn del espejismo dela Revoluién Cultural china) en le inte. Tectuales de e . En cuanto a la discusién de la filosofia francesa c prevaleciente, Anderson considera sobre todo las producciones de Foucault, Derrida, con la emergencia de un “post”estructural ciones textuales que cita para fundamentar las diferencias de tono y~ que caracteriz6 masi Anderson contrasta y la comunicacién en la filosofia de Habermas, cuya afinidad con las preocupaciones del estructuralismo francés sefiala en otra secci6n. Las conferencias luego rec confrontar las tendencias de sentido, las apreciacién de Anderson es matizada: si bien, contra las expectativas de entonces, no surgié un pensamiento estratégico revolu- cionario (y més que de “miseria de la teorfa” habria que hablar de una “miseria de la estrategia’),!20 en cambio se vio ampliamente'confir- ~ ‘mada la prediccién de una expansién de la cultura marxista en el rea anglosajona y, asimismo, la que auguraba un regreso al énfasis clésico > ln Crt. Cf. In the Tack of Historical Mates, Ter police hn. 51.59. in particular, filéofoe de orientacin fenomenoligica exstencialit, huma- nom marti, tr , Mee "In he Tracks of Hitrcal Material, thy 28 ne 255 ‘en los estudios econémicos y politicos. Las néminas que acompafian el registro de este hecho son realmente probatorias del fuerte impulso fdquirido por los estudios marxistas en Inglaterra y, subsidiariamente, ‘en Estados Unidos durante las décadas de 1970 y 1980. (Al margen del cémputo de Anderson, la presencia ostensible de las orientaciones marxistas en la discusién académica norteamericana ha sido registra- a por un destacado representante dde su establishment, David Easton.)!2! Esta comprobacién, que por lo ‘demés se amplfa (con menor espectacularidad) al érea germana, le per- mite a Anderson confinar la validez de la publicitada (por Time, entre otros) “crisis del martismo” a, los paises latinos, elatre.los cuales. Fran- cia fue el escenario de una “verdadera débandade” de antiguos acélitos. abe agregar que, como lo prueba el mismo intercambio Thompson- ‘Anderson, ese inflexible sintagma carece de resonancia en Inglaterra: ‘en toda su discusién sobre el marxismo, los polemistas nunca lo evo- « can, ni siquiera para desecharlo. Ti el cpflogo agregado al texto de las conferencias, Anderson dis- cute las relaciones entre marxismo y socialismo (en una época en que la obviedad del enlace h: ada desde diversos fren- tes: feminismo, utopismo, etcétera) y concluye que el marxismo debe Cconservar ‘su favorable punto arquimédico: la promocién de acciones paces de extrategascfcaces para desplazar las estructuras 2 121 Ep un reciente panorama de las tendencias de la ciencia politica en los Estados i ‘producido en la década de Association, vot. 6,N" 1, 1985, pp. 144-145. 12m che Tracks of Historical Material, pp. 32, 105-106. 256 3) La tercera drea de interés (que, en algunos sentidos, abarca a las i la por un dilatado examen del pensamien- ‘Las antinomias de Antonio Grarnsci”) y, asi- mismo, por el considerable trabajo de sistematizacién de los rasgos que diferencian intemamente, ¢ individualizan a escala mundial, al abso- ‘tutismo europeo (El Estado absolutista).!23.La atracciGn ejercida por las innovaciones tebricas de Gramsci acompané -y fund6, en gran medi- da- los analisis politicos de la sociedad inglesa que produjo Anderson (acompafiando a Naim) en la década de 1960; mas adelante, las Consi- deraciones registraron el valor de sus contribuciones y la singularidad de su trayectoria en el marco del “marxismo occidental”, pero sélo en “Las antinomias...” aparece un estudio circunstanciado de sus ideas poltti- icas. Este estudio, segtin el tipico tributo que rinde la NLR a los marxistas (0 scialistas) de relieve, toma la forma de un andlisis eritico, en este caso del aporte de Gramsci a la estrategia revoluciona- ria en Occidente. Mediante un detallado examen de la cambiante fun- cci6n del concepto de hegemonfa en los Cuadernos de la cércel (segtin la cuidada edicién de Gerratana), Anderson indica las aporfas a las que conducen las oposiciones gramscianas y los riesgos de una lectura refor- mista de las tess del autor, a contramano de su inspiraci6n y propés- tos. A pesar de su acercamiento filol6gico a los textos estudiados, “Las antinomias...” trasciende el andlisis inmanente para situar histérica y polfticamente las propuestas de Gramsci: tanto reconduciéndolas a los debates anteriores y contemporéneos a la redaccién de los Cuadernos de la cércel, como proyectindolas a las exigencias presentes de un pen- samiento estratégico. No menos gramsciana ha sido la inspiracién de El Estado absolutis ta, aunque esta génesis result velada por la localizaci6n hist6rica remo- ta del objeto de estudio, El lito constituye un ambicioso intento de 123 Perry Anderson, “The Antinomics of Antonio Gramsci, New Left Review, N* 100, noviembre 1976ne de 197, pp. 5-78 (versién en castellane: Las antinomias de ‘Antonio Gramsci, Barcelona, Fentamara, 1978); El Estado absolut 257 andlisis comparado de las estructuras y funciones de los. fon a las sociedades en transiciGn all capitalismo, Ja que habia asentado Grams mntre el Estado y la sociedad Togros especificos de esta obra —varias de cuyas tidas (por ejemplo, la postulacién de la dependencia » tivo es que el libro constituye el remanente (frondosamente epandlido) de un abanddonado proyecto de discusiOn de la estrafegia revolucionaria fen Occidente, diagramado en la época del mayo francés."26 Anderson ha Seeptado la sugerencia de que las “implicaciones teGricas y poiticas” de Jos argumentos de la obra (aludidas, pero no especificadas en su prélogo) ‘conducfan a un estudio anélogo de la temporalidad de constitucién de Tas sociedades socialistas y su respectivo tipo de Estado.!27 124 propésto de la génesis de El Esadoabsolutsta, explcé Anderson: “Mi proble- sa inicial eran las frnosas péginas de Gramsci sobre el Estado en Oriente y Occidente, {que siempre me impresionaron muchisimo [-] ;Cémo expicarla diferencia entre ea ‘dos zonas de Europa? Era una cuesti6n, para foe mi punto de purida. Entonces, comenci a estudiar retrospectivamente sristalisa esa diferencia [..]" (ddlogo del st, 440-442, La primera tess fu disutide porG. A. Cohen en Karl Mar ory, pp 247-248; Ia segunda, por The- ‘da Skocpol en Stati e rivolszione sociali. Un's comparata di Francia, Rusia e Cina, olonia, II Mulino, 1981 fen inglés 1979], p- 92-93, 126 La redaccién del esbozo completo alircaba las hols; las evolciones burguess os enclos c was levestados breos. "Pero una ver que esi esto, seta necesdad de pofdist ‘eda weccion, hacer mas lectures, epensar tdo eso y entonces he quedado solamente mer coptuo, que ikaalargindore controlablemente I” (dilogo del autor “Anerson. EL Estado absolutisa, Por lo demas, en una por smo existente y el present6 un esquema compai al socialismo (a spr munc los lap. s0s hist6ricos que mediaban entre el dei 1 establecimiento pleno de la nueva forma polttica "4 cae zacién de la democracia burguesa, en. Guerra Mundial, era posterior en ci cciones burguesas; en el caso de las revol y a pesar dela “tremenda aceleracién del nia su desarrollo, también se insinuaba un prolongado proceso hasta ‘tal como lo definiera Marx”. Perder la esperanza revoluciones baséndose en la actual “ausencia de como lamentar la falta de democracia bur- los Pafses Bajos no tuvo dirigentes en la Francia de 1830 y, 1848 (éste suponta la Re 1789 como aquélla Ia de 1917).¥0 . velosiin de La conviccién de Anderson, en definitiva, es que no se puede dar el problema de las revoluciones socialistas de los rane git as originaron sin una penetraci6n “realmente sélida” en la naturaleza de Proceso, 1964, pp. 247-248. las revoluciones y estados anteriores; “en esta perspectiva, se puede llegar también a una posicién politica més serena y equilibrada que la que es habitual hoy en dfa”.!3! En los Arguments hay un eco de esta sltima postura cuando, en Ia discusién sobre el estalinismo, Ander- ‘© sociolégica” de las sociedades “del Este” que supere las limitaciones de la “critica moral” de Thompson.! Pero una dimensién crucial en. Ia real evolucin de esas sociedades es el contexto internacional y las mes de fuerza que en él se establecen; dentro de este 4mbito més la presencia protagénica de Thompson en la campafia europea -sarme nuclear ha suscitado el elogio sin de Anderson, en esta ocasién, celebra un “Liderazgo moral y politico” que en sul va acompafiado por el pleno uso de sus facultades “como teéri- co € historiador”.133 En el mismo afio en que aparecieron los Argu- ‘ments, Thompson acepté la mano tendida por Anderson al libro: con la publicacién de un importante articulo sobre “exterminismo”, demostr6 él también su voluntad de “explorar juntos nuevos problemas”! en el émbito de la New Left Review.!35 151 Diglogo del autor con Perry Anderson. Teor, plticae historia, p. 133. bid, p. 229. (Estos juicios figuran en el ‘Posescipam ala edicidn espaiola":) Ibid, p. 28. SSE. P. Thompson, “Notes on Exterminism, The Last Stage of Civilization’, New 1, mayojunio de 1980 El artculo fue inclido posteriormente en la recopil sas del mismo cardeter Zero option (1982). VersiGn en castellanc: "Notas sobre el exterminismo, Ia ima etapa de a civilizaciin®, en E. P. Thompson, Opcién cero, Barcelona, Cxtica/Grijalbo, 1983, 19. La aceptacién explicita del siutor la invitacién de Anderson figura en lap.

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