las heroicas espadas. Pobre y triste a tu patria nostlgica volviste, oh capitn, para morir en ella y con ella. En el mgico desierto la flor de Portugal se haba perdido y el spero espaol, antes vencido, amenazaba su costado abierto. Quiero saber si aquende la ribera ltima comprendiste humildemente que todo lo perdido, el Occidente y el Oriente, el acero y la bandera, perdurara (ajeno a toda humana mutacin) en tu Eneida lusitana.