Está en la página 1de 324
El lugar del otro HISTORIA RELIGIOSA Y MISTICA Poy Telestabct st t katz Primera edicién, 2007 © Katz Editores Sinclair 2949, 5° B 1425 Buenos Aires Forndn Gonzélez, 59 Bajo A 28009 Madrid www.katzeditores.com Titulo de la edicion original: Le lieu de l'autre, Histoire religieuse et mystique © Editions du Seuil / Gallimard Paris, 2005 ISBN Argentina: 978-987-1283-48-4 ISBN Espana: 978-84-96859-04-5 1 Gristianismo. 2. Espiritualidad. 1. Titulo CDD 248.5 El contenido intelectual de esta obra se encuentra protegido por diversas leyes y tratatlos internacionales que prohiben la reproduccién integra o extractada, realizada por cualquier procedimiento, que no cuente con la autorizacién expresa del editor. Disefto de coleccién: tholén kunst Impreso an la Argentina por Latingréfica S. R. L. Hecho el depésito que marca la ley 11.723. 261 Elcorte yla confesién del deseo 265 Un'“discurso” organizado por el otre 269 Capitulo 1. Montaigne: “Canibales” Topogratia Un relato de viaje iB IN BREE El distanciamiento, o la defeccién del discurso Del cuerpo a la palabra, o la enunciacién canibal De la palabra al discurso, 0 la escritura de Montaigne Capitulo 12. Politica y mistica, René d’Argenson (1596-1651) _ El Servicio del rey La“filosof La vida privada, La Compania del Santo Sacramento La politica de un espiritual BEE EE Capitulo 13. Los magistrados ante los brujos del siglo xvit “Una exploracién de la conciencia judicial” : El espacio nacional Clivajes socioprofesionales Una reorganizacién social del saber Problemas teéricos: Ia naturaleza, lo real, Ia experiencia La sociedad de la brujeria Dela emigracidn ala confesion Brujeria, posesién, bucélicas La educacién represiva k BSEERRBERE Capitulo 14. Mistica Elestatus moderna de la mistica La experiencia mistica La mistica y las religiones e £ % BE B Material protegide por derachas de autor Matevial protegido por derechos de autor Introduccién Un estilo particular de historiador Cuando le preguntaban sobre su identidad profesional, intrigados por su manera de atravesar las fronteras entre las disciplinas, interrogar sus pre~ supuestos, practicar sus métodos, sin encerrarse ni instalarse en ellos para siempre, Michel de Certeau respondia que él era historiador, m exacta- mente historiador de la espiritualidad. La misma naturaleza de su objeto y el modo en que se habia consagrado a su historia habian inspirado sus desplazamientos: No soy mis que un viajero. No sélo porque viajé mucho tiempo a tra- vés de la literatura mistica (y ese género de viajes lo llevan a uno a ser modesto), sino también porque al realizar, por razones de Is historia o de investigaciones antropolégicas, algunos peregrinajes a través del mundo, en medio de tantas voces aprendi que sdlo podia ser un parti- cular entre muchos otros, narrando solamente algunos de los itinera- trios trazados en tantos paises diversos, pasados y presentes, por la experiencia espiritual.! Publicados en primera versin entre 1963 y 1981, los articulos reunidos en este volumen? no constituyen mas que una muy pequefia parte de la pro- duccién del autor en esos aitos, pero dan una imagen fiel de su trabajo de “Llexpérience spirituelle’, en Christus, t. xvi, N° 68, pp. 488-4985 mi cita es lo al principio de su obra L’étranger on Punion dans la différence (1969), en las dos ediciones nuevas que tuve ocasisn de publi (Paris, 1991; Paris, 2005). Se encontraré la lista de las referencias al final de esta presentacion, El capitulo 4 sobre Lafitau, publicado en francés en 1985, aparecio inicialmente en ingles en 1980, Asi, el texto mas reciente del volumen es el capitulo 11 sobre Montaigne, que aparecié en 198 de p. 488. Retomeé este art 10 | EL LUGAR DEL OTRO historiador sobre algunos temas esenciales y muestian la estrecha rela cidn entre las cuestiones tratadas y la manera de proceder. Pese a la diver- sidad de las circunsiancias que los suscitaron y a los lugares de publica~ cién que los acogieron, a pesar de la diferencia de formatos y las conven- ciones de escritura que los conformaron, conservan una unidad de inspi- racidn y de factura que, en su develamiento progresivo, permite recono~ cer la particularidad de un estilo de historiador# Las principales caracte~ risticas de este estilo marcaron muy pronto la escritura de Michel de Certeau, incluso antes de que su reflex’ iera a subra- historiogréfica vi yar sus elementos y a expresar su razdn de ser, pero esta reflexién, de- sarrollada en un segundo tiempo, les dio una forma explicita mas elabo- cada. No obstante, para volver mai perceptibles la unidad de inspiracié: y la particularidad del estilo, renuncié a ordenar este compendio crono- logicamente, segin la fecha de aparicién de los diferentes capitulos, y preferi una composicién tematica. Cada una de las partes tiene la funcién de ilustrar un componente de ese estilo, y lo hace organizaindose alrede- dor de una configuracién de asuntos central en la obra, configuracién cuyo estudio fue retomado en distintas oportunidades variando los pun- tos de vista y las fuentes consultadas. La primera parte, “Escribir la historia’, tiene como objeto la voluntad, lar- En Michel de Certeau, la escritura de Ia historia estuvo habitads por un esfuerzo cons- gamente argumentada, de clarificacién historiografic tante para elucidar las determinaciones y las reglas que gobiernan la pro- duccién de lo que constituye a Ia vez un género literario y un tipo de saber; sin embargo, esta elucidacién también implicaba un elemento per- sonal, porque asimismo se le exigia dar cuenta de las elecciones del his- toriador, sus aporias, sus dudas, sus reservas. En el vaivén tejido por la reflexion entre lo que concierne al en-si de la disciplina y lo que depen- de del para-si del historiador -o sea, de su manera propia de practicar el oficio sobre los objetos privilegiados de sus investigaciones— no se encuentran consideraciones generales sobre el método, por la buena raz6n de que la cuestién historiografi no interviene como una simple in hist6rica. De igual modo se ha de condicién previa a la investiga rs 3 Empleo esta nocién de “estilo” no en el sentido retérico sino en el sentido conceptual que propuso Gilles-Gaston Granger (Essai d'une philosophie du style, Paris, 2968) para la construccion del objeto matematico (si se distingue entre « iano, cartesiano, arguesiano o vectorial, por ejemplo), y en la perspectiva de la historia de las ciencias ilustrads por Jonathan Harwood en Styles os eucl of scientific thought: The german genetics community 1900-1933, Chicago, 1993 NTRODUCCION | 11 tado una discusién de grandes principios y categorias abstractas. Esti claro que el autor no esté animado ni por el deseo de construir un mode- lo teérico ni por la ambicién de elaborar una filosofia de la historia. Su objetivo, a priori mas modesto, ripidamente resulta mas dificil de reali- za, porque se trata de poner en claro los procedimientos que organizan, estructuran y permiten efectuar la “operacién historiografica’’ En caso de éxito, el anilisis lograra traducir las condiciones de posibilidad y las modalidades explicitas (para el autor historiader), y las etapas y los resul- tados controlables (para el lector) de esta operacién. Con este objetivo, Michel de Certeau se dedicé a disecar fragmentos de historia escrita, propios o de otros. Pi incipalmente, es ruté practicas escriturarias que se referian a los objetos que le eran famili ares en su campo predilecto, la historia religiosa de Europa en tiempos de la prime- ra modernidad (siglos xv1 y xv). Pero también, y cada vez mis, se inte- resd por los comienzos de la antropologia histérica cuando Ja Europa lati- na descubrié a los pueblos del Nuevo Mundo. En sus ejercicios de disec- cién epistemoldgica, su mirada critica se muestra tan aguda en cuanto a si mismo como respecto de sus antecesores 0 de sus pares. Ese trabajo de anilisis eritico estaba gobernedo por un deseo de rigor, arraigedo en una exigencia ética de veracidad, y acompaiado por el sentimiento de tener que saldar una deuda. Tanto uns como otro —la exigencia de veracidad y el sentimiento de estar endeudado~ concernian a la vez al pasado de aquellos cuyas creencias, sufrimientos y actos eran objeto de estudio, y al presente el suyo-, en un estado de vida libremente escogido en la edad adulta como miembro activo de una orden religiosa (la Compania de Jestis) y de una comunidad de fe, as{ como al de sus lectores. A estas tiltimos les concedia plenamente la libertad de interrogarse sobre el informe de un fragmento del pasado propuesto por el historia. dor, en nombre de sus presuposiciones respecto del contenido legitimo de una historia religiosa o de la objetividad intelectual de su autor. Al his- toriador le pedia como respuesta que clarificara la situacién de su pensa- 4 Retomo aqui el titulo del capitulo 2 de su libro L’écriture de Phistoire (1975), itima edicion, Paris, 2002 [trad. esp.: La eserinura de la historia, México, Universidad Iberoamericana, 1986]. El capitulo trata tres cuestiones: “un lugar social”, “ana prictica’, “una escritura” En esta obra, que se ha convertido en un clisica del género, el autor examina la historiografia occidental en tres campos y tres momentos: Is historia religiosa (sigs xvi-xviit), uno de los primeros relatos de antropotogis (sobre los tupies del Brasil en el siglo xvi) y los ens oricos de Freud (sobre una neurosis demoniaca en el siglo xvu, y sobre Moisés y ell monoteismo). yos. 12 | EL LUGAR DEL OTRO miento, sin olvidarse de tener en cuenta la relacién, mas o menos distan- te, que mantenfa con la tradicién cristiana “humillada’, como afirmé a menudo. No abogaba ni por la afirmacion de un monopolio sobre la his toria religiosa reservada de jure o de facto a historiadores creyentes 0 a los asi denominados, ni por la descalificacién « priori de algunos historiado- res en virtud de su situacin de proximidad 0, inversamente, de su hosti- lidad aprioristica frente a una pertenencia religiosa. Pero insistia en la importancia de distinguir entre posiciones diferenciadas en el campo de saber considerado y de no ignorar que cada posicisn afecta la naturaleza ncia de los del trabajo posible para el historiador, en virtud de la difer fines que determinan sus orientaciones y de la correlacién que existe entre los fines asignados al historiador (y que él acepta) y su decision de practicar un estilo de historia, de conservar o descartar un tipo de cues- tionamiento, una categoria de variables, un campo de fuentes. Los capitulos de esta primera parte muestran la manera en que Michel de Certeau tematizaba las dificultades propias de la historia de una tra~ dicién religiosa, en este caso el cristianismo, sobre todo en su versién catélica (cierta cantidad de indicaciones concierne a los medios refor- mados). El primer capitulo explica cémo y por qué ka larga duracién de esa tradicién puede enganar al historiador. Porque con bastante natura lidad lo inclina a atribuir significaciones estables a los enunciados esta- bles de las proposiciones de fe, al repertorio institucional familiar de los ritos y las celebraciones, sin ver claramente que las practicas y las creen- cias cambian tras la aparente inmovilidad de las palabras y los gestos, sin tener en cuenta la distancia que separa el discurso de las autoridades eclesiales de la realidad de las practicas del bajo clero y de sus parroquia- nos anénimos, sin medir Ia amplitud del deslizamiento de las palabras de una generacién a otra, o de un grupo social a otro, y, mas grave, sin tomar conciencia de la pérdida de sentido progresivo de comportamien- tos y gestes requeridos y administrados por la Iglesia, pero cada vez mas codificados socialmente e instrumentados por el poder politico Dos capitulos, uno sobre Henri Bremond (capitulo 3), el otro sobre Joseph-Frangois Lafitau (capitulo 4), establecen un paralelo entre un andli- sis de los méritos y los limites de una investigacién literaria y un andli antropoldgico, el primero habitado por la inquietud de su autor sobre la imposibilidad de una “oracién pura’, el segundo mudo sobre la conmo- is. 5 Véase al respecto, en L’écriture de Phistoire el capitulo 4 (“Le formalidad de las pricticas, Del sistema religioso a ln ética de las luces, siglos xvi-xvin”), que sigue siendo uno de sus mayores teatos. IWTRODUCCION | 43 cin de las creencias de su autor entrentado a la larga historia de los pue- blos de América, ajenos a la epopeya biblica. Entre un Bremond, que interpreta a los espirituales del siglo xvii a la luz de su inguietud religio- sayy un Lafitau, que guarda silencio sobre un campo reservado, como si su identidad de creyente no interviniera en su trabajo de historiador, Michel de Certeau trataba de abrirse otra senda, mediante un doble esfuerzo de elucidaci6a, sobre su posicién personal en la tradicién cris- tiana (acerca de lo cual se explaya en el capitulo 2, “Historia y mistica’) y sobre los procedimientos vigentes en la historiografia contemporénea (esos procedimientos, discutidos en el primer capitulo, se vuelven a ana- lizar para la historia mistica en el capitulo 2). La segunda parte, “Figuras de lo religioso’, entra en el meollo del asun- to,en un terreno que el autor ha explorado largamente. Esta retine ejem- plos especificos del estilo de historia practicado. A veces la atencién se concentra en un importante personaje, Carlos Borromeo (capitulo 5), cardenal arzobispo totalmente consagrado a implantar Ia reforma tri- dentina de la Iglesia entre Roma y Milin, 0 Claudio Aquavive (capitulo 7),quinto superior general de la Compania de Jestis, dedicado a unificar, regular y moderar la accién de los jesuitas, dispersos a través de los est dos-naciones cada vez més celosos de sus prerrogativas y desconfiados respecto de esos religiosos demasiado movedizos, demasiado politicos, demasiado cercanos a Roma. Junto a estas altas figuras de més alli de los montes, también nos cruzamos con un personaje bien francés, Saint- Cyran (capitulo 9), cuya espiritualidad y cuyas contradicciones pesaron sobre el destino del jansenismo. Otros anilisis y sintesi se asocian para pintar un amplio cuadro de las corrientes religiosas en Francia, conside- radas en tres momentos: la reforma pre y postridentina (capitulo 6), el ascenso hacia el absolutismo real (capitulo 7, sobre los jesuitas, y capitu- lo 8, sobre la literatura religiosa) y los conflictos jansenistas (también capitulo 9). De los dos tipos de textos emergen rasgos comunes. Vemos en marcha una formidable erudicién, en materia de teologia y de espiritualidad, que se mantiene bajo el control del autor, de manera que no aplasta la refle- xidn ni se convierte en un fin en si mismo. saber, amplio, preciso, reflexivo, adquirido de primera mano, permite resucitar autores y obras olvidados, y sirve sobre todo para recomponer la imagen de una intensa vida intelectual y espiritual dispersa a través del pais e influida por sus vecinos (espanoles, italianos, flamencos, ete.). Una informacion abun- dante marca las diferencias entre momentos y lugares, es aprovechada 14 | EL LUGAR DEL oTFO para reconstituir finas redes de intercambios entre cleros y laicos, entre directores espirituales y almas devotas, descarta las generalizaciones y desemboea en la sustitucidn de las descripciones consagradas de la esce- na institucional por une situacién fragmentada en otros cientos de luga- res, medios gruptisculos, federados alrededor de opiniones diferentes y contradictorias, a los que se devuelven vida y gracia con una amplitud de miras y una mezcla de respeto y delicadeza que dan al texto una tonali- dad fuera de lo comin. Esta manera de escribir la hi storia se interesa mas por actores poco o mal conocidos, por sus précticas de fe, por sus inguietudes y sus ensona- ciones misti Js, que por las dec jones de las grandes instituciones y las connivencias que relacionaban a las autoridades de la Iglesia con el poder real. Cuando la atencién estd centrada en un alto personaje, el histor dor se ocupa menos de describir sus acciones y de explicarlas que de recuperar la inspiracién interior que las guiaba. La huella de esa inspira- cién no estd situada en el aislamiento de la conciencia individual; es des- cifrada en su relacidn con la imagen de su papel y de sus responsabilida des que ese personaje habia recibido de su educacién o que haba elegi- do como referencia, Tomadas en forma conjunta, la persona, su accién, sus ideas y sus opiniones son reinsertadas en Ia cultura de los contempo- réneos, con sus prejuicios, sus excesos, sus dudas y sus contradicciones, y relacionadas con lo que constituia el basamento de esa cultura com textos inspiradores, modelos admirados 0 venerados, intervenciones divinas “recibidas” 0 esperadas, tormentos y temores Veri representa la exigencia de rigor manifestada en el momento historio- icamos entonces en el detalle de los anilisis el papel decisivo que grafico: al permitirle ganar en distancia critica, en amplitud y en liber- tad de ideas frente a los creyentes estudiados, esta exigencia abrié a Michel de Certeau la posibilidad de interpretaciones originales y fuertes. Al haber asumido su situacién de pensamiento y de fe, en su propio contex- to, a través de un trabajo de clarificacién de sus presupuestos y de las limitaciones que ésios le imponian por su misma naturaleza, al haber calibrado de este modo le distancia que separa del pasado (antiguo o moderno) el presente de la tradicién cristiana a despecho de todas las afirmaciones de una continuidad ininterrumpida, el historiador escapa a la tentacién de “hacer el bien? distribuyendo certificados de buena con- ductas ya no tiene que alabar Ja perspicacia de unos, su “modernidad”, ni que lamentar la ceguera de los otros, su rigidez “nostélgica”, No esté obli- gado a justificarlos o a justificarse a través de ellos. Al no tener necesidad de instaurar a los espirituales o a los creyentes oscuros de antano ni como INTRODUCCION | 15 garantes de su propia creencia ni como remedio de sus dudas, porque en adelante sabe que entre ellos y él no hay ni identidad de situacisn ni con- tinuidad de problemas, el historiador puede hacer el duelo de un mundo religioso desaparecido y aplicarse a devolverle una forme plausible de coherencia. La tltima parte, “Mistica y alteridad”, vuelve sobre la historia dela mis- tica, que para Michel de Certeau fue el objeto de estudio mis profundo y més querido, el que le inspiré incesantes desplazamientos intelectuales, el izaba incansablemente su refle- punto focal a cuyo alrededor se reorgai xin: “Es mistico aquel o aquella que no puede dejar de caminar y que, con la certeza de lo que le falta, sabe de cada lugar y de cada objeto que tno es eso, que no se puede residir aqui ni contentarse con eso.” Los eapi- tulos destacados presentan las dos caras, luz y oscuridad mezelades, de la buisqueda mistica, tendida hacia el Otro divino, vivida y experimentada en la aventura, admirable y temida, del encuentro con los otros, hombres © espiritus, angeles o demonios. Aqui podemos seguir un doble componente de su estilo. Por un lado, hay una incapacidad para satisfacerse con los resultados obtenidos, trens- formada en una voluntad obstinada por traducir siempre un poco mejor su complejidad, su densidad y su misterio a las situaciones hist6ricas y @ sus actores, sin renunciar a construir significaciones, pero afirmando su indole provisional y fragil, su inadecuacién a lo esencial que estaba en juego. Por lo tanto, al trabajo analitico se aplica a reconquistar en sus pro- pios términos los relatos de los acontecimientos y los conflictos para seguir su encadenamiento sin condenar sus objetos o ridiculizar sus manifestaciones. Por otro lado, y estrechamente solidario de esa insatis- faccién primera y de esa voluntad obstinada, esta el rechazo a formular diagnésticos definitivos, a atribuirse el poder de descifrar el secreto de los seres y los tiempos. En los tiltimos antos, Michel de Certeau traté de expli- carse mejor acerca de esa posicién de “debilidad” del historiador, que la naturaleza de su disciplina instala en la frontera entre ciencia y ficcisn? 6 Véase su obra La fable mystique (xvr"-xvir siécle) (1982), 2° ed., Paris, 1987; mi cita es de pan. 7 Véase su compendio péstumo Histoire et psychanal se entre science et fiction (1987), nueva ed. rev. y aum., Paris, 2002. Tomo el término “debilidad” de sa reflexién sobre el cristianismo contemporaneo, sobre todo en La faiblesse de croire (1987), Paris, 2003 [trad. esp.: La debilidad de creer, Buenos Aires, Katz editores, 2006], considerando que su pensamiento sobre Ia condicidn del historiader también se nutri de su meditacién sobre la condicidn dificil del creyente en el tiempo actual. 16 | EL LUGAR DEL OTRO sin embargo, esa confesién circunstanciada de “debilidad” no era una marea tardia de renunciamiento, procedente de no se sabe qué cansancio interior. El sello de esa “debilidad” se dibuja entre lineas en sus primeros traba- jos sobre los misticos de la Compariia de Jestis. Se lee en las paginas de una intensidad puidica consagradas al diario de Pierre Favre (1506-1546), uno de los primeros compaiieros del fundador, aquel en quien tanto con fiaba Ignacio en la practica de los Ejercicios espirituates.* Se lo adivina en segundo plano de los retratos dit etos, respetuosos y distanciados, de Surin (1600-1665), ese jesuita mistico contemporineo de Descartes, enviado como exorcista en ayuda de las religiosas poseidas de Loudun, y que logré salvar de sus demonios a la priora Juana de los Angeles, aunque para zozobrar también él un tiempo en la locura.* Era, en mi opinién, la marea profunda de la espiritualidad ignaciane en el trabajo de la inteli- gencia. Esa manera de concebir los limites impuestos por la naturaleza de sus objetos al juicio del historiador de la espiritualidad, se afirma con total claridad, en 1970, en ka obra sobre el caso de Loudu La posesién no implica una explicacién histérica “verdadera’, porque nunca es posible saber quién esta posefdo y por quign. El problema viene precisamente del hecho de que hay t#na posesidn, nosotros diria- mos uns “alienacién’, y que el esfuerzo para liberarse consiste en tras- ladarla, reprimirla o desplazarla a otra parte: de una colectividad a un individuo, del diablo a la razén de Estado, de lo demoniaco a la devo- cidn. El proceso de este trabajo necesario jams se cierra.” En los cinco capitulos de esta tercera parte, el autor recorre con diligen- cia diversos registros, sin abandonar el terreno familiar de los siglos xv y xvit (con excepcién del iiltimo capitulo, sobre el que volveré més ade- ante). El centra su andlisis a veces en la practica de un texto de direccién espiritual, otras en el itinerario interior de un alto magistrado, o en el contexto intelectual o social en el que entonces se enfrenta ln cuestién de la alteridad. Sobre la vertiente himinosa se seguir el despliegue original 8 Véase Pierre Favre, Mémorial, ed. de Michel de Certeau, Paris, 1960. Sobre la confianza de Ignacio de Loyola en Favre, véase mas adelante el capitulo to. 9 Véanse sus dos introducciones a Jean-Joseph Surin, Guide spirituel, ed. de Michel de Certeau, Paris, 1963, y Correspondance, ed. de Michel de Certeau, Paris, 1966. En este compendio se habla de Surin en el capitulo 2 y tambien en el capitulo 7. 10 La possession de Loudun (1970), ed. revs, Paris, 2005: mi cita esta al comienzo dela conclusion, titulada *Las figuras del otro” WrRoouccldN | 17 de los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola (capitulo 10), vistos como un “espacio del deseo”, abierio poco a poco al ejercitante, que se adelanta en una meditacién personal muy libre, cuyo paso debe respetar el acompaiante aunque sin resolver sus vacilaciones. Sobre la vertiente oscura, que involucraba el estremecimiento debido al descubrimiento del Nuevo Mundo, volvemes a leer un ensayo de Montaigne sobre “caniba- les? Hevados a la corte ¢ interrogados en esa ocasién (capitulo 11); sus procedimientos de escritura (relato ficticio de viaje, distanciamiento del discurso, acto enunciativo) son examinados de cerca para mostrar eémo es puesto en escena, y luego analizado, ese primer encuentro de una alte- ridad no europea, colocada primero bajo el signo del asombro, luego car gada en la cuenta de la relatividad de los c6digos sociales. Los dos capitulos siguientes presentan de manera contrastada el medio de los magistrades y oficiales reales en el siglo xvtt. El primero (capitulo 12) ilumina la figura mistica de René d’Argenson, miembro activo de la Compaiiia del Santo Sacramento, intendente, después embajador del rey, que asocia a su accién politica al servicio del rey una cada vez més pro fanda consagracién interior a su Dios. Su devocién le inspira un Traieté de la sagesse chrestienne, ou de la riche science de Puniformité aux volontez de Dieu (Paris, 1551), luego lo conduce a acceder al sacerdocio, poco antes de morir sin haber renunciado a sus funciones oficiales. El segundo (capitulo 13) retoma, con dacumentacién, el debate historiogréfico en ocasin de la gran obra de Robert Mandrou, Magistrats et sorciers en France au xvii‘ sidele. Une analyse de psychologie historique (Paris, 1968) Michel de Certeau no se sentia inclinado a suscribir una reconstitucién de “psicologia histérica”, Propone otra interpretacién del enfrentamiento entre los magistrados y los brujos, y subraya cudnto trabajo hay en los procedimientos judiciales para entender las creencias y las motivaciones de aquellos a quienes condenan por haber pactado con los demonios. A través de la pantalla que constituyen el vocabulhrio y los temas familiares de la literatura devota, empleados por René d’Argenson, el his- toriador puede ocuparse de restituir un itinerario espiritual, porque D’Argenson s palabra cencii expresa directamente. Tuvo la posibilidad de escoger sus referencias biblicas, senalar preferencias y reti- . decir sus connivenci s temas, 8 sy sus incomprensiones (por ejemplo, acerca de los hugonotes). Sus relaciones de servicio, los testimonios de sus familiares, los archivos de sus descendientes vienen a completar y matizar su retrato, En el lado opuesto, ante la logica institucional y social que regula los interrogatorios de los brujas y el desarrollo de los proce- sos, el historiador se considera desprovisto, no puede acceder a la condi- 18 | EL LUGAR DEL OTFO cién real de los brujos,a sus palabras, a sus ideas. Una vez mis y siempre es la voz de los jueces y el eco de sus preguntas lo que oye en las respues~ tas de los acusados y en los considerandos de los juicios. Ninguin archive proviene directamente de los brujos, todo pasa por la mediacién del apa- rato judicial. Pero los informes de los magistrados son preciosos para el historiador, le brindan una abundante documentacién relativa a su medio social, su manera de ver las cosas de la religi6n y la relacién de lo natural con lo sobrenatural, sus incertidumbres frente a la alteridad ame- nazadora de los espiritus y los demonios. Considerados desde ese angu- lo, testimonian las inquietudes de su tiempo en un mundo del que Dios se ausenta. A modo de conclusion, escogi un texto breve (capitulo 14) que retoma la cuestién mistica a grandes rasgos, porque recapitula con claridad las hipstesis del autor y sus posiciones de principio. En un sentido, este texto de una factura més didéctica desacostumbrada en Michel de Certeau— completa el capitulo 2, “Historia y mistica”, Ambos fueron redactados con algunos meses de intervalo entre 1970 y 1971, el primero como respuesta a un pedido de la Encyclopaedia universalis, el segundo por el deseo de explicarse acerca de las decisiones tomadas al escribir el primero. En este Ailtimo capitulo ante todo se plantea con firmeza el rechazo a definir una “esencia” de la experiencia mistica, luego se indica cémo las descripcio- nes de los fenémenos misticos estén relacionadas con los estados sucesi- vos del saber, con la evalucién de sus divisiones y sus jerarquias, pasando de la teologia a la antropologfa, de la historia y de la sociologfa a la ps quiatria. De aqui resulta un segundo rechazo de principio, opuesto a la solicitud de distinguir entre “verdadera” y “falsa” mistica, de atribuir o negar una aptitud mistica a las diferentes tradiciones religiosas. Como en los capitulos precedentes, también aqui las ilusiones generalizadoras y las tentaciones judicativas estén descartadas. Modestamente se propone, para cada uno de los misticos estudiados, volver a una puesta en situa- cién histéric gue lo reinscriba en un contexto cultural, espiritual y social. Fstas recomendaciones van a la par de la insistencia que se pone una vez mas en la necesidad de fundar el trabajo del historiador en la le« tura de los escritos misticos, ubicados en un entrecruzamiento de méto- dos (histérico, antropolégico, semistico, psicoanalitico), ya que ningtin método puede bastarse a si mismo ni predominar sobre los otros. La edicién de este compendio fue preparada cotejando cada articulo ele- gido con el ejemplar impreso que conserv6 el autor, al que con mucha frecuencia, luego de su aparicién, le realizé algunas correcciones. Yo WNTRODUCCION | 19 mismo anad{ cierta cantidad de pequefias correcciones, completé refe- rencias bibliogrificas y traté de unificar la presentacién de las notas y referencias. Me esforcé por conservar el titulo original de los artfeulos, pero les practiqué algunos cortes, para aligerar la expresiGn. Por ejemplo, abandoné el subtitulo del capitulo 1 sobre la historiografia y la primera parte del titulo para el capitulo 13 sobre Mandrou. En el capitulo 3 sobre Henri Bremond puse el titule modificado que escogié el autor en la re dicién de 1973 (sobre este capitulo, véase mis abajo). Para los capitulos 6 a8, aparecidos en un diccionario o en un compendio colective, adapté el titulo de origen de modo de anunciar mejor el tema de cada uno. En cuanto al capitulo 11 sobre Montaigne, tomé en pri stamo la primera mitad de su titulo para atribuirlo al compendio en su totalidad, ya que me parecié conyeniente. Tres capitulos (2: “Historia y mistica’s 3: “Henri Bremong, historia dor de una ausencia”; 13: “Los magistrados ante los brujos del siglo xvi”) habian sido retomados por el autor en su compendio L’absent de Phistoire, 6.1. 1973, que integré una coleccién répidamente desaparecida y suya impresién era defectuosa, En esa ocasién, Michel de Certeau habia revisado cuidadosemente sus textos y los habia modificado en cierta cantidad de puntos: lo que aqui demos es esta segunda versién, fuera del titulo del capitulo 13, cuyo titulo original preferi retomar, aun- que descartando sus primeras palabras. Para tres capitulos (4: “Historia y antropologia en Lafitau”; 5: “Carlos Borromeo”; 11: “Montaigne: “Canibales””), como el manuscrito dactilografiado habia sido conserva- do en los expedientes del autor, también pude verificar en ese primer estada las versiones impresas. El capitulo 5 sobre Borromeo debe ponerse aparte. Se trataba de un estudio solicitado para el diccionario biografico italiano, que servia de referencia nacional. Su texto fue traducido al italiano con cierta cantidad de modificaciones (desplazamiento de parrafos, omisiones) para respetar el formato de las reseftas del diccionario. El texto francés, inédito hasta ahora, se da aqui en la versidn original integral, pero aproveché la tradu cién italiana para corregir algunos errores de fechas o de nombres pro- pios, y completar indicaciones bibliograficas. El capitulo 6, “La reforma en el catolicismo”, y el 7, “Historia de los jesuitas”, fueron objeto de un tratamiento particular. Al haber apareci originalmente en el Dictionnaire de spiritualité, seguian con rigurosidad su disposicién tipogréfica: texto dividido y subdividido en una serie de secciones y subsecciones numeradas, ausencia de notas, insercidn de las lo referencias de citas y de la bibliografia en forma condensada en el cuer- 20 | EL LUGAR DEL OTRO po del articulo, Les restitui una disposicién clisica, mas en armonia con el conjunto de este compendio. Con esa intencién, simplifiqué o suprimt la numeracién en secciones y subsecciones, y traskdé a las notas las refe- rencias y las indicaciones bibliograficas. Estas son las referencias de la primera aparicion de los diferentes capi- tulos. Para cada texto indico a continuacién entre corchetes su nimero en la “Bibliografia completa” del autor, que estableci en otro momento." Capitulo 1. “Cristianismo y‘modernidad? en la historiografia contem- pordnea. Nuevos usos de la tradicin en las précticas”, en Recherches de science religieuse, t. 1, 1975, Pp. 243-268. [Bibliografia, N° 209.] Capitulo 2.“Historia y mistica’, en Revue d’histoire de la spiritualité, t XLVIIL, 1972, pp. 69-82. [Bibliografia, N° 169.] Capitulo 3. “Henri Bremond y‘La Métaphysique des saints’, Une inter- pretation de Pexpérience religicuse moderne’, en Recherches de science religieuse, t. L1v, 1966, pp. 23-60. También, con el titulo “La Métaphysique des saints. Une interprétation de Pexpérience religieuse moderne”, en Maurice Nédoncelle y Jean Dagens (eds.), Entretiens sur Henri Bremond, Paris y La Haya, 1967, pp. 113-141. Este volumen provee las actas del colo- quio de Cerisy-la-Salle (agosto de 1965) para el cual el autor habia prepa- rado este estudio. [Bibliografia, respectivamente Ne 56 y Ne 60.] Capitulo 4.“Historia y antropologia en Lafitaw’, en Claude Blancksert (ed.), Naissance de Pethnologie? Anthropologie et missions en Amérique, xvF-xvur siécles, Paris, 1985, pp. 63-89. Este texto aparecié primero tra- ducido al inglés, en un ntimero especial de Yale French Studies, 1980, para al que habia sido redactado. [Bibliograf , respectivamente Ne 363 y No 300.] Capitulo 5. “Carlos Borromeo (1538-1584)”, inédito en francés. Version italiana modificada, “Carlo Borromeo”, Dizionario biografico degli italia- ni, t. x, Roma, 1977, pp. 260-269. [Bibliografia, N° 232.] Capitulo 6. Articulo “France” en parte. “v. Le xvi sidcle. 2. La Réforme dans le catholicisme”, en Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, tv, Paris, 1963, cols. 869-910. [Bibliografia, N° 18.] apitulo 7. Articulo “Jesuitas” en parte. “111. La Réforme de Pintérieur au temps d’Aquaviva, 1581-1615” y “iv. Le xvi siécle frangai Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, t. vit, Paris, 1973, cols. 985-1016. [Bibliografia, N° 174.] 11 “Bibliographie complete de Michel de Certeaw’,en Luce Giard y otros, Le voyage mystique, Mickel de Certean, Paris, 1988, pp. 191-243. En ese momento Ia bibliografia contaba con 422 nimeros. A partir de entonces se increments en varias decenas de reediciones y traducciones en una docena de lenguas. INTRODUCCION | 21 Capitulo 8. “La pensée religieuse’, en Anne Ubersfeld y Roland Desne (eds.), Histoire littéraire de la France, 1600-1660, Patis, 1975, pp. 149-169, bibliografia pp. 414-415. [Bibliografta, N° 202.] Capitulo 9. “De Saint-Cyran au jansénisme. Conversion et réforme’, en Christus, 1. x, N® 39, 1963, pp. 399-417. [Bibliografia, N° 20.] Capitulo 20. “espace du désir ou le ‘fondement! des Exercises spiri- tuels”, en Christus, t. x, N° 77, 1973, pp. 118-128. [Bibliografia, N° 177.] “Des Cannibales”, en Capitulo 11. “Le lieu de Pautre. Montaign Maurice Olender (ed.), Le racisme, Mythes et sciences (Mélanges Léon Poliakov), Bruselas, 1981, pp. 187-200. [Bibliografia, N° 302.] Capitulo 12. “Politique et mystique. René d’Argenson (1596-1651)’, en Revue d’ascétique et de mystique, t. XXX1X, 1963, pp. 45-82. [Bibliografia, No 22.) Capitulo 13. “Une mutation culturelle et religieuse: les magistrats devant les sorciers du xvit sidcle’, en Revue d'histoire de l’Eglise de France, t. LY, 1969, pp. 300-319. [Bibliografia, N° 110. Capitulo 14. “Mystique, en Encyclopaedia universalis, nueva ed. t. x11, Paris, 1985, pp. 873-878. Texto corregido y modificado en algunos puntos respecto de la 1 ed,, Paris, 1971. [Bibliografia, respectivamente N° 375 y No 143.] Luce Giard Matevial protegido por derechos de autor Escribir la historia Matevial protegido por derechos de autor 1 Cristianismo y “modernidad” en la historiografia contemporanea Durante los tiltimos aiios, los temas que privilegia la historiogratia reli- giosa del siglo xv1t dibujan los terrenos que permiten “ver en accién” una evolucién religiosa. Es una topogratia de los lugares constituidos por los cruzamientos entre el avance de la investigacién cientifica y las “huellas” de“fenémenos espirituales” pasados.' Cada uno de estos lugares, en efecto, es definido por la combinacién entre intereses (las cuestiones que, al pro- gresar, reorganizan y atraviesan la informacién), firentes (el material loca- ceptible) y reglas (0, por lo menos, procedimientos de anilisis que articulan los inte- lizado y circunscrito en funcidn del “tratamiento” de que es su: reses con las fuentes). Por eso la lista de esos temas mayoritarios indica ya una estrategia de la investigacién sobre un cuadro de problemas pasados y/o presentes: las formas de la herejia, que inscriben u ocultan divisiones en términos de conflictos doctrinari s; la movilidad de las instituciones =sobre todo la secta y Ia familia, que suministran referencias 0 coartadas a la “sensibilidad colectiva” religiosa; los comportamientos (sacramenta- les, matrimoniales, testamentarios) en la medida en que son los indicios de una implantacién o una teatralizacisn de hss ideologias; los desplaza- mientos epistemolégicos provocados, en particular, por las técnicas que modifican la naturaleza del libro o la del cuerpo, dos puntos donde se juega la legibilidad del sentidos las alianzas entre fo imaginario y una razén segiin las modalidades alternativamente esotéricas, misticas o cientificas de una 1 Véase Michel Vovelle, Piété baroque et déchristianisation en Provence au xvus siecle, Paris, 1973, pp. 19-30, ceflexiones metodologicas sobre las relaciones entre elavance progresivo de una cuestién historiografica y la determinacién de fondos de archivos que permiten tratarla. Hay que destacar de entrada esta obra, tal vez ja mas importante de Ia historiogratia religiosa francesa de estos ailtimos anos, Vease también M. Vovelle, “L’élite ou le mensonge des mots”, en Annales rse, 1XXIX, 1974 PP. 49-72. 26 | EL LUGAR DEL 0780 “ciencia de la experiencia”; el lenguaje espacial, que, en Ja pintura o en la arquitectura, sustituye una “expresion” de las cosas o verdades por una nianipulacién y transformaciones superficiales; los temas estructurantes —la muerte, la ilusién, la “gloria”, que indican la progresién de escisiones “modernas” en el espesor de la edad clasica, Productos de la relacién entre cuestiones, métodos y un material, los estudios que se concentran alrededor de estos temas ponen de manifiesto, en lo inmediato, una informacion considerable. Mas que reducirla a una nomenelatura de nuevas adquisiciones para el museo de la historia, parece preferible atravesar esta literatura como un lenguaje (hecho de operacio- nes presentes y documentos antiguos) donde se deletrean interrogantes actuales en un vocabulario de antafio que, en el modo de ka diferencia, pue- den elucidar su propia arqueclogia. Desde este punto de vista, dos pistas pueden esclarecer algunos de sus aspectos. Por un lado, si nos referimos a las categorias de Habermas, esos traba- jos presentan diversos tipos de relaciones entre reglas lagicas y metodolé- gicas y los intereses que gobiernan el conocimiento.? Entre historiadores, los “intereses” perseguidos pueden ser los mismos aunque las“reglas” sean diferentes;a la inversa, procedimientos idénticos pueden ser puestos al ser- vi jo de intereses divergentes. Al respecto, cada obra ofrece una variante de los modos sobre los cuales en la actualidad son pensables los fenéme- nos religiosos, en el entrecruzamiento de una voluntad (social e indivi- Esto es indicio de una situacién del dual) y de técnicas de anilisi: cristianismo en la “modernidad” contemporanea. Por otra lado, el praducto de estas investigaciones permite localizar cémo, del siglo xv1 al xvrui, las significaciones religiosas cambian 4 pesar de la estabilidad de las doctrinas, cémo algunas contaminaciones ideo- logicas y algunas modificaciones técnicas en un sistema recibido dejan su huella antes de que ocasionen una configuracién nueva, como las prac- ticas y las teorias juegan unas sobre otras y, por sus mutuos desiases, pre- paran nuevos equilibrios; por tiltimo, de qué manera ef cristianismo se despl objeto de investigacisn, el cristianismo no se conjuga en singular. unidad es la construccién de la doctrina, el producto del discurso. El hit a medida que se constituye una modernidad. Por cierto, como. su 2 Jorgen Habermas, La technique et la science comme *idéologie” (trad.), Paris, 1973, pp- 133-162 (“Connaissance et intérét”) [trad. esp.: Ciencia y técnica como “ideologia”, Madrid, Tecnos, 1986]. Con Gadamer, por otra parte, caracteriza las ciencias historicas por medio de “las reglas de la hermengutica” (pp. 147-148), definicién estrecha y discutible CRISTIANISHO ¥ “MODERNIDAD’ EN LA AISTORIOGRAFIA CONTEMPORANEA | 27 toriador la encuentra como la afirmacién de un saber o de un poder. Lo que él puede analizar es Ja inadecuacién del aparato existente a un nuevo conjunto de fendme- os, la elaboracidn de conceptos provisionales con miras a la captacién y elconocimiento de ese conjunto en su especificidad, la transformacion de conceptos existentes a los que se confiere nuevos contenidos, la cre: cién de lo que Mannheim llama “anticonceptos” (Gegenbegriffé) respecto de los conceptos dominantes en la época determinadas Pero una “historia y sociologia de las ideas” va de esos fendmenos a las “actitudes y presupuestos que los documentos ideolégicos testimonian Ginicamente de una forme indirecta” Entre esas “actitudes y presupues- tos’, una importaneia particular corresponde a lo que llamaré las précti cas: algunas “maneras de practicar” (los textos, los ritos, los grupos) modifican el valor de las representaciones 0 las costumbres por el solo hecho de volver a emplearlas y hacerhas funcionar de otro modo. Por ejem- plo, una nueva manera de leer el mismo texto cambia su sentido. Entre los sistemas establecidos y sus formas de empleo se insintian asi desvia- ciones que todavia no es posible nombrar en el lenguaje recibido y a las que connota el término “experiencia”, distancia entre el sistema de refe- rencia y las conductas efectivas. En el siglo xvit, esos desvios designan 0 las fisuras que una critica del “engaiio” se esfuerza por colmar, o el inter- valo “inefable” del cual se produce el discurso de la experiencia, 0 el des- arraigo a partir del cual se desarrolla un arte constructor de ilusiones. En todas partes, la distancia entre las practicasy las representaciones requiere el trabajo que apunta a proveer una categoria tedrica a las practicas nue- vasy areinterpretar el cuerpo tradicional en funcién de operaciones socia- les que se han vuelto determinantes.’ Este movimiento de transito se caracteriza por diferentes manera de atravesar los lugares construidos, antes de que desemboque en una nueva organizacion del espacio episte- molégico y social. Los temas que privilegia la historiografia permiten medir las variacio- nes de este movimiento, que no es ni homogéneo ni sinerénico. Indican 3 Bronislaw Baczko, Rousseau, Solitude et communauté, trad., Paris-La Haya, L974 Ped 4 tid. 5 Vease Michel de Certeau, Liécriture de Phistoire, 2° ed., Paris, 1978, pp. 15 (“La formalité des pratiques”) [trad. esp.: La escritura de la historia, México, Universidad Iberoamericana, 1986] 28 | EL LUGAR DEL OTRO puntos dispersos (pero decisivos respecto de la inteligencia que quere- mos y podemos tener de dicho pasado) donde dejan su huella, se distien~ deny se desplazan las relaciones entre las ideologias y las pricticas cristianas, enel interior de la Francia moderna. Al bosquejar los problemas que el his toriador analiza de tal modo, también se especificaran las “reglas” y los “ntereses” que organizan la comprensién que ofrece de ellos. LA HEREJIA, O LA REDISTRIBUCION DEL ESPACIO Desde hace varios aitos, la herejia ocupa un hugar estratégico en el anéli- sis del cristianismo, antes de que, muy recientemente, a ese tema socio- ideolégico lo haya reemplazado poco a poco el estudio de la familia y de las estructuras de parentesco, como influencia de la enologia y el psicoa- niilisis en el campo de una historia econdmica y social Si Ia herejfa fue y sigue siendo todavia un punto ton decisivo, eso es el efecto del privilegio concedido desde hace mucho tiempo tanto al antido; matismo religioso (0 a los movimientos politicos progresistas y revolu- cionarios) como a lugares histéricos més cercanos al papel que una intelligentsia universitaria se otorga en la historia, y por razones que tie~ nen que ver en lo més inmediato con la naturaleza del trabajo. En efecto, la herejfa se presenta come la legibilidad doctrinal de un conflicto social y come la forma misma, binaria, del modo en el que una sociedad se define excluyendo aquello que es diferente. Por consiguiente, tenemos aqui una articulacién de lo ideoldgico con lo social, y la visibilidad del proceso mediante el cual se instaura un cuerpo social. Esté claro que en ese doble aspecto también se juegan otras dos cuestiones, corolarias pero capitales: la modalidad del progreso (ubicado de entrada del lado “herético”) res- pecto de un sistema establecido, y el papel del intelectual (se trata de here- siarcas y de innovaciones teologicas o filoséficas) en una dindmica social. 6 Desde Jacques Le Goff (ed.), Hérésies et sociétés dans l Europe préindustriclle xiaxvinr siécles, Paris-La Haya, 1968, hasta S. Shavar, J. Mundy, H. Taviani, M.-D. Chenu, J. Séguy y P. Veyne, “Herésie et champ religieux”, en Annales esc, 1 XXX, 1974, PP. 1185-1305. Por Io demés, pareceria que el nuevo interés por lasestructuras familiares concediera una mayor importancia a las estabilidades de la historia y tradujera Ia sospecha que, por todas partes, aqueja a la confianza en el progreso cientifico © revolucionario, Ernest Labrousse ya lo decia: “Hasta ahora hicimos la historia de los Movimientos y no lo suficiente la de las Resistencias” (en L’histoire social. Sources et méthodes, Paris, 1967, p. 5). CRISTIANISMO Y “MODERNIDAD™ EW LA AISTORIOGRAFIA CONTEMPORANEA | 29 El peso de los intereses invertidos en esta buisqueda, sin embargo, no transformé a la herejfa en un objeto aislable y estable a través de los tiem- pos. Por el contrario, barriendo las épocas y las regiones en las quese pro- ducen tales manifestaciones “las herejias, por supuesto, pero también las sectas,* los marginalismos espirituales,’ y hasta las exclusiones colectivas que apuntan a los pobres y los vagabundos, los locos," las minorias cul- turales o étnicas-" el anilisis fragmenta la imagen que las suscit6,” pero a la ver revela en la insuperable diversidad intelectual y social de las here jias la repeticidn del gesto de excluir. Lo “mismo” es una forma histérica, una practica de la dicotomia, y no un contenido homogéneo. Lo excluido siempre ¢s relativo a lo que él ve u obliga a redefinir. El conflicto se arti- cula con la representacién social que €l posibilita y organiza. Ese proceso histérico, pues, muestra emo una divisién social y una produceisn ide~ oldgica se determinan reciprocamente, lo que es un problema central para el historiador. Este conduce a interrogarse 0 sobre el funcionamiento 8 Véase la sintesis de Jean Séguy, “Les non-conformismes religieux d’Occident’, en H.-C. Puech (ed.), Histoire des religions, 11, Paris, 1972. pp. 1268-1203 (sobre la época moderna) (trad. esp. Histaria de las religiones, Madrid, Siglo xx1] 9 Aunque se refiera a una época algo anterior la tesis de Jean-Claude Schmitt es un andlisis notable del funcionamiento social y linglistico de la herejia en el caso de un movimiento espiritual: Mortd’une hérésie. L’Eglise et les cleres face aux héguines et aux héghards du Rhin Supérieur du xiv* au xv* sidcle, Paris-La Haya, 1978. Compirese con la crisis quietista en el espacio “politico” de fines del sigla xvn (véase |. Le Brun, La spiritualité de Bossuet, Paris, 1972, pp. 439-668). 10 De la Histoire de la foliea Vage classique (Paris, 1963) a Surveiller et purir (Paris, 1975), Michel Foucault suministr6 a la historiogratia los instrumentos conceptuales y los anslisis decisivos sobre los procesos intelectuales y socisles de la exclusion [trad. esp.: Historia de la locura en la época eldsica, Buenos Aires, Fondo de Cultura Econdmica, 2002, y Vigilar y castigar, Madrid, Siglo xx1, 1994) Entre muchos estucios, seftalamos sobre todo el de Jean Séguy, “Possibilitat © problemas W’una storia reli Nea, atorio de 1965, pp. 5-26: los de Robert Lafont, Renaissance du Sud. Essai sur la littérature occitane au temps de Henri IV, Paris, 1970, y Le Sud et le Nord, Toulouse, 1978 y el conjunto publicado por Daniel Fabre y Jacques Lacroix, Comniunautés dy Sud. Contribution a Vanthropologie des callectivités rurales occitanes, 2 vols., Paris, 1975, de una excepcional calidad metodolsgica pero que no trata los. 1 14 occitania”, en Annales de P problemas religiosos sino oblicuamente, por ejemplo en un capitulo muy original que ambos autores consigran a“L'usage social des signes” (op. cit. 1, pp. 564-593), en particular a los “glifos’, marcas (simbélicas o alfabéticas) de propietarios sobre sus animales (o de autores sobre sus productos), es decir, a otra “escritura”, Vease Georges Duby sobre esta“hidra” que es la herejia y sobre su “transformaci n radical’, entrela Edad Media y los tiempos modemos, en J. Le Goff, Hérésies et sociétés..., 0p. cit., pp. 397-308. 30 | EL LUGAR DEL orzo del corte que permite la instauracin de la ortodoxia (o representacién) propia de un grupo, o sobre el conocimiento de una sociedad particular que dan el lugar, el modo y el sujeto de la division pasiva (estar separado) 0 activa (separarse) de que se ve aquejada, La historia de los sighos xvi y xvi presenta una creible multiplicacién de tales divisiones en el campo de la expresion religiosa. La herejia proli~ fera. Tres rupturas fundamentales pueden servir de referencias: aquella qute, desde el siglo xv, separa cada vez: mas a los “cleros” urbanos y las masas rurales, y; por tanto, las practicas intelectuales o teoldgicas y las devocio- nes populares; aquella que, en el siglo xvi, divide el catolicismo segtin la escisién milenaria del Norte y el Sur, y crea las mil variantes de la oposi- cién entre las iglesias reformadas y la Reforma tridentina; por tiltimo, aque- lla que rompe la unidad del universo en “viejo” y “nuevo” mundos y hace jugar ora el privilegio espacial del “salvaje” americano respecto de la cris- tiandad que envejece, ora el privilegio ‘emporal del presente occidental, bastante productivo para transformar poco a poco la tradicién en un “pasado” caduco. De hecho, divisiones y redefiniciones se verifican en todas partes, entre naciones, partidos, sectas, disciplinas. La agresividad entre posiciones amenazadas 0 amenazadoras crece al mismo tiempo que pade- cen una readaptacién general. Este “trabajo” multiforme parece obedecer a un postulado comin: el cisma sustituye a la herejfa, ahora imposible. Hay “herejfa” cuando una posicién mayoritaria tiene el poder de nombrar en su propio discurso y excluir como marginal a una formacién disidente. Una autoridad sirve de marco de referencia al grupo mismo que se separa o que ella rechaza. El “cisma’, por el contrario, supone dos posiciones, ninguna de las cuales puede imponer a la otra la ley de su razén o la de su fuerza. Ya no se trata de una ortodoxia frente a una herejia sino de diferentes iglesias. Tal es la situacién en el siglo xvit. Los conflictos ponen en entredicho formacio- nes heternomas. Ese “estallido fatal de la antigua religion de la un dad?™ traslada progresivamente sobre el Estado la capacidad de ser la 13 Robert Mandrou, a propésito de siglo xv1, senala “esas abundancias de secta: esas rupturas fundamentales en la Vida religiosa de la Europa occidental y cential” Muy pronto, “los antagonisimos se inmovilizan en los combates”: ese tiempo ‘no reconoce mucho las virtudes de la coexistencia pacifica y el plucalismo” xvi’ et xvi sidcle, Paris, 1973, pp. 7 El fin del siglo (1560-1600) se caracteriza por una serie de “teadaptaciones y enfrentamientos” (ibid. pp. 92-152) 14 Alphonse Dupront, “Vie et création religieuses dans la France moderne (Des humanistes aux honimes de science (xiv-xvin® siecle)" en M. Frangois (ed.), La France et les francais, Paris, 1972, p. 538.

También podría gustarte