Está en la página 1de 6

MÁS CULTURA

¡Y AHORA ME VAS A ESCUCHAR!


A. ¿Cuáles crees que pueden ser las causas del desamor en una pareja?

B. A continuación, te presentamos dos textos de dos grandes escritores hispanos. En ellos, dos mujeres que llevan casadas
más de veinte años se quejan a sus maridos. ¿Cuál dirías que es la principal diferencia entre ellas? ¿Qué puedes deducir de
sus palabras acerca del comportamiento de los maridos? En tu opinión, ¿alguna de ellas tiene más razón para quejarse?

Madrid, 1966. Mario, un profesor de 49 años, Miguel


acaba de morir de un ataque al corazón.
Carmen, su viuda, pasa la noche anterior al Delibes
entierro junto al cuerpo de su esposo y comien- (Valladolid,
za a “pasarle cuentas”. España, 1920)

[...] me la diste con queso, Mario, que quién lo iba Estudió Derecho y
a decir, sentado con un periódico al solazo de Comercio y ejerció
agosto, las horas muertas, frente al mirador, como profesor en
mirando, y no es decir un día ni dos, que yo pen- la Escuela de
saba, «este chico me necesita; se mataría si no», Comercio de su
que siempre fui una romántica y una tonta, nada ciudad natal, al
de maliciada, bien lo sabes tú. ¡Pero mira para lo tiempo que colaboraba con el periódico El
que me ha servido! Y no es que me queje de vicio, Norte de Castilla. En 1947 recibió el Premio
Mario, que tú lo puedes ver, veinticuatro años de Nadal por su novela La sombra del ciprés es
matrimonio, que se dice pronto, y ni una triste
«Y no es que cubertería, que cada vez que invito, que ya se
alargada.
Su cuidado estilo evidencia una intención
me queje aburre una, una cena fría, a base de canapés, qué moralizante. A partir de mediados de los
remedio, siempre lo mismo para no variar, el caso años 50 su forma de narrar evoluciona: se
de vicio...» es no utilizar más que cuchillos y tenedorcitos de hace más transparente y expresivo, y sus
postre, que muchísimas veces me pregunto, obras giran en torno a personajes cotidianos,
Mario, si mereceré yo este castigo. ¡Si una naciera dos veces! Desde aquí te sin importancia, a los que el autor, sin
digo que tendría más vista, que las tontas somos nosotras por vivir pen- embargo, dota de gran ternura.
dientes de los maridos y de los hijos, que a Valen la sobra razón, que se ade- La lengua que emplea Delibes en sus
lanta más no mostrando excesivo interés, lógico, que, si no, cogéis y ¡hala!, obras es rica y castiza. En 1973 ingresó en
a exigir, tráeme esto y lo otro y lo de más allá, que os lo creéis todo debido la Real Academia Española, y ha recibido,
los hombres, todos cortados por el mismo patrón, Mario, por más que lo tuyo además del Nadal, los premios Príncipe de
pase ya de castaño oscuro, que con los extraños venga zalemas y atencio- Asturias de las Letras (1982), Nacional de
nes y en casa, punto en boca, que eso es lo que peor llevo, fíjate. Es como las Letras (1991), Cervantes (1993) y
lo de Madrid. Mira que a mí me gusta Madrid, Mario, que es locura por Nacional de Narrativa (1999).
Madrid, que me chifla, todo lo que te diga es poco, bueno, pues prefiero no Entre sus obras figuran Los santos ino-
ir, que a eso hemos llegado, porque para pasar malos ratos mejor me quedo centes, Cinco horas con Mario, Las ratas,
en casa, que para pieles y cuatro caprichos no habrá dinero, pero para por- El disputado voto del Señor Cayo, El camino,
querías de ésas de hacer pompas, o para retratarnos del brazo por la Gran Señora de rojo sobre fondo gris, etc.
Vía, que menudas vergüenzas me has hecho pasar, rico [...] «Todo el mundo
tiene que vivir!», ¡qué bonito!, eso, todo el mundo tiene que vivir menos una,
una es aparte, una se encapricha por un Seiscientos y como si cantara, como
si pidiera la luna, que ya lo sé, Mario, que a poco de casarnos eso era un
todas
lujo, ya lo sé, pero hoy es un artículo de primerísima necesidad, te lo digo y
e n tiendas no
ue n o , pero
textos
te lo repito, que hoy un Seiscientos, hasta las porteras, y no me desdigo, pero
o b able q s az
Es p r los d o ás p
ca
si los llaman ombligos, hombre de Dios, porque todo el mundo los tiene, con
a lab r as de am e n te ser g o,
eso está dicho todo. las p segu r s. Lue
re o cupes; s p re gunta rio.
te p a la bula
testar l voca
MIGUEL DELIBES, Cinco horas con Mario de con tra rte en e
s cen
podrá

162
Fíjate
Una vez más el contenido se completa y perfecciona con la forma.
¿Te ha gustado esta poesía?
¿Te gustaría leer una que no tenga las “ataduras” de la estruc-
tura métrica del poema estrófico?
Mira el ejemplo que viene a continuación y decide si prefieres
la “libertad” de estructura de los poemas no estróficos o de los
poemas de versos libres.

2. La estructura libre
t ¿Te gusta la naturaleza? Cuando ves un paisaje natural precioso,
¿te entran ganas de sumergirte en su belleza? Piensa en un río en
ambiente natural y lee la poesía de Dulce María Loynaz.

ABRAZO
Hoy he sentido el río entero
en mis brazos...
Lo he sentido
en mis brazos, trémulo... Vivo
como el cuerpo de un hombre verde...
Esta mañana el río ha sido
mío: Lo levanté del viejo
cauce. ¡Y me lo eché en el pecho!
Pesaba el río... Palpitaba
el río adolorido del
desgarramiento... —¡Fiebre mía
del agua!...—.
¡Me dejó en la boca
un sabor amargo de amor y muerte!

¿Te ha gustado? ¿Por qué?

y A primera vista habrás notado que hay mucha diferencia en la


forma. Vuelve a leerlo y contrasta esta forma más libre con la del
soneto “El poeta dice la verdad”, de Lorca.

56
Pesaba el río... Palpitaba
el río adolorido
del desgarramiento...
MÁS CULTURA
DE MIEDO
A. ¿Te gustan las historias de miedo? Lee este fragmento de un cuento del escritor mexicano Octavio Paz.
¿Cómo crees que termina?

EL RAMO AZUL
esperté, cubierto de sudor. Del piso de ladrillos rojos, recién regado,

D subía un vapor caliente. Una mariposa de alas grisáceas revoloteaba


encandilada alrededor del foco amarillento. Salté de la hamaca y
descalzo atravesé el cuarto, cuidando no pisar algún alacrán salido de su
escondrijo a tomar el fresco. Me acerqué al ventanillo y aspiré el aire
del campo. Se oía la respiración de la noche, enorme, femenina.
Regresé al centro de la habitación, vacié el agua de la jarra en la
palangana de peltre y humedecí la toalla. Me froté el torso y las
piernas con el trapo empapado, me sequé un poco y, tras de
cerciorarme que ningún bicho estaba escondido entre los
pliegues de mi ropa, me vestí y calcé. Bajé saltando la escalera
pintada de verde. En la puerta del mesón tropecé con el
dueño, sujeto tuerto y reticente. Sentado en una sillita de tule,
fumaba con el ojo entrecerrado. Con voz ronca me preguntó:

—¿Ónde va, señor?


—A dar una vuelta. Hace mucho calor.
—Hum, todo está ya cerrado. Y no hay alumbrado
aquí. Más le valiera quedarse.

Alcé los hombros, musité “ahora vuelvo” y me


metí en lo obscuro. Al principio no veía nada.
Caminé a tientas por la calle empedrada. Encendí
un cigarrillo. De pronto salió la luna de una
nube negra, iluminando un muro blanco,
desmoronado a trechos. Me detuve, ciego
ante tanta blancura. Sopló un poco de
viento. Respiré el aire de los tamarindos.
Vibraba la noche, llena de hojas e
insectos. Los grillos vivaqueaban
entre las hierbas altas. Alcé la
cara: arriba también habían
establecido campamento las
estrellas. Pensé que el uni-
verso era un vasto sistema
de señales, una conversa-
ción entre seres inmen-

166
UNIDAD 9

sos. Mis actos, el serrucho del grillo, el parpadeo de la estrella,


no eran sino pausas y sílabas, frases dispersas de aquel diálogo.
¿Cuál sería esa palabra de la cual yo sólo era una sílaba? Octavio
¿Quién dice esa palabra y a quién se la dice? Tiré el cigarrillo Paz
sobre la banqueta. Al caer, describió una curva luminosa,
(Ciudad de México,
arrojando breves chispas, como un cometa minúsculo. 1914-1998)

Caminé largo rato, despacio. Me sentía libre, seguro entre


los labios que en ese momento me pronunciaban con tanta feli-
cidad. La noche era un jardín de ojos. Al cruzar una calle, sentí
que alguien se desprendía de una puerta. Me volví, pero no
acerté a distinguir nada. Apreté el paso. Unos instantes después
percibí el apagado rumor de unos huaraches sobre las piedras
calientes. No quise volverme, aunque sentía que la sombra se Estudió en las facultades de Leyes y
acercaba cada vez más. Intenté correr. No pude. Me detuve en Filosofía y Letras de la Universidad
seco, bruscamente. Antes de que pudiese defenderme, sentí la Nacional de México. En 1936 se tras-
punta de un cuchillo en mi espalda y una voz dulce: ladó a España para combatir en el
bando republicano en la Guerra Civil,
—No se mueva, señor, o se lo entierro. y participó en la Alianza de
Intelectuales Antifascistas. Concluida
Sin volver la cara, pregunté: la Segunda Guerra Mundial fue
diplomático hasta 1968.
—¿Qué quieres? Poeta, narrador, ensayista, traduc-
—Sus ojos, señor -contestó la voz suave, casi apenada. tor, editor y gran impulsor de las
—¿Mis ojos? ¿Para qué te servirán mis ojos? Mira, aquí tengo letras mexicanas, Paz se mantuvo
un poco de dinero. No es mucho, pero es algo. Te daré todo siempre en el centro de la discusión
lo que tengo, si me dejas. No vayas a matarme. artística, política y social de su país.
—No tenga miedo, señor. No lo mataré. Nada más voy a Su poesía se adentró en los terrenos
sacarle los ojos. del erotismo, la experimentación for-
—Pero, ¿para qué quieres mis ojos? mal y la reflexión sobre el destino del
—Es un capricho de mi novia. Quiere un ramito de ojos hombre. En 1990 se le concedió el
Premio Nobel de Literatura.
azules. Y por aquí hay pocos que los tengan.
Algunas de sus obras son: Entre la
—Mis ojos no te sirven. No son azules, sino amarillos. piedra y la flor, Libertad bajo palabra,
—Ay, señor no quiera engañarme. Bien sé que los tiene azules. Águila o sol, Topoemas, El laberinto
—No se le sacan a un cristiano los ojos así. Te daré otra cosa. de la soledad, El arco y la lira, El
—No se haga el remilgoso, me dijo con dureza. Dé la vuelta. mono gramático, Arenas movedizas,
Los hijos del limo, Tiempo nublado,
Me volví. Era pequeño y frágil. El sombrero de palma le cubría Hombres de su siglo, etc.
medio rostro. Sostenía con el brazo derecho un machete de
campo, que brillaba con la luz de la luna.

—Alúmbrese la cara.
...

B. Ahora, puedes escuchar el final imaginado por el autor en el CD del libro. ¿Se parece al que has pensado tú?

167
152-157 Ventilador Sesión 5.3 2/1/07 18:07 Página 154

SABER
palabras

2. Descripciones literarias
a Cuando en un texto encontramos una palabra que no conocemos, solemos ayudarnos del
contexto para hacer hipótesis sobre su significado. Por ejemplo, en el texto del Escenario de la
página 152, la palabra firmamento parece significar “cielo” porque las palomas lo ennegrecen con
su vuelo. Intenta descubrir el significado de las palabras matracas, antifaces y títeres del texto de
Concierto barroco y justifica tus hipótesis.

b Lee los siguientes fragmentos de varios autores hispanoamericanos. Resume en una frase lo
que describen.

Al tercer día de lluvia habían matado tantos cangrejos dentro de la casa, que Pelayo tuvo que
atravesar su patio anegado para tirarlos en el mar, pues el niño recién nacido había pasado la
noche con calenturas y se pensaba que era a causa de la pestilencia. El mundo estaba triste desde
Texto 1

el martes. El cielo y el mar eran una misma cosa de ceniza, y las arenas de la playa, que en marzo
fulguraban como polvo de lumbre, se había convertido en un caldo de lodo y mariscos podridos. La
luz era tan mansa al mediodía, que cuando Pelayo regresaba a la casa después de haber tirado los
cangrejos, le costó trabajo ver qué era lo que se movía y quejaba en el fondo del patio. Tuvo que
acercarse mucho para descubrir que era un hombre viejo, que estaba tumbado boca abajo en el
lodazal, y a pesar de sus grandes esfuerzos no podía levantarse, porque se lo impedían sus enor-
mes alas.
Gabriel García Márquez, Un señor muy viejo con unas alas enormes

Era Rosario la que ahora se acercaba a la tumba.


Toda enlutada, con el pelo lustroso apretado a la cabe- Texto 3
Texto 2

za, pálidos los labios, me pareció de una sobrecogedora De los cerros altos del sur, el de
Luvina es el más alto y el más pedre-
belleza. Miró a todos con los ojos agrandados por el
goso. Está plagado de esa piedra gris
llanto, y de súbito, como herida en las entrañas, crispó con la que hacen la cal, pero en
sus manos junto a la boca, lanzó un aullido largo, inhu- Luvina no hacen cal con ella ni le
mano de bestia flechada, de parturienta, de endemonia- sacan ningún provecho […] Y la tie-
da, y se abrazó al ataúd. Decía ahora con voz ronca, rra es empinada. Se desgaja por
entrecortada de estertores, que iba a lacerar sus vestidos, que iba a arrancarse los todos lados en barrancas hondas, de
un fondo que se pierde de tan lejano.
ojos, que no quería vivir más, que se arrojaría a la tumba para ser cubierta de tie-
Dicen los de Luvina que de aquellas
rra. […] Con la garganta rajada por los sollozos, hablaba de grandes desgracias, del barrancas suben los sueños; pero yo lo único que vi subir
fin del mundo, del Juicio Final, de plagas y expiaciones. Al fin la sacaron de la fue el viento, en tremolina, como si allá abajo lo estuvie-
estancia, como desmayada, con las piernas inertes, la cabellera deshecha… ran encañonando en tubos. Un viento que no deja cre-
Alejo Carpentier, Los pasos perdidos cer ni a las dulcamaras: esas plantitas tristes que apenas
si pueden vivir un poco untadas a la tierra, agarradas con
todas sus manos al despeñadero de los montes […] [un
c Elige uno de los textos anteriores y localiza en él aque- viento que] rasca como si tuviera uñas: uno lo oye a
llas palabras que para ti sean desconocidas. Intenta enten- mañana y tarde, hora tras hora, sin descanso, escarban-
der su significado por el contexto y sustitúyelas por otras.
do por debajo de la puerta, hasta sentirlo bullir dentro
Luego, compara tu versión con las de tus compañeros.
de uno como si se pusiera a remover los goznes de nues-
¿Coinciden?
tros mismos huesos.
d Hay campos léxicos que son muy frecuentes en las Juan Rulfo, Luvina
descripciones literarias, pero que se usan también mucho
en la lengua coloquial: los relacionados con las posiciones
del cuerpo (tumbado), los estados de ánimo (endemonia- silbido: del aire o de un árbitro. ■
da) o los sonidos (aullido). Ahora vamos a hacer un juego alarido: grito de miedo. ■ chillido: grito agudo. ■ graznido: de un cuervo.
de adivinar en equipos: el profesor dará a un miembro de perro enfadado. ■ bufido: rechazo de gato. ■ rugido: de felino, de oso. ■
cada grupo una misma palabra –que al lado lleva una pala- hizo. ■ resentido: ofendido. ■ irritado: enfadado, molesto. ■ gruñido: de
bra o frase de ayuda– (por ejemplo, tumbado: con el cuer- ■ desconcertado: sorprendido. ■ arrepentido: pesaroso de lo que hizo o no

po extendido sobre algo en horizontal). Estos alumnos aturdido: atontado. ■ ensimismado: pensativo. ■ desasosegado: inquieto.
deberán explicar la palabra a sus compañeros sin usar la al máximo. ■ encogido: disminuido. ■ enredado: liado en una red. ■
expresión de ayuda. Gana el grupo que antes responda recostado: como un enfermo. ■ erguido: derecho. ■ estirado: extendido
agachado: bajo una mesa. ■ acurrucado: porque tiene frío. ■
correctamente.

154

También podría gustarte