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parte, era joven, apuesto, valiente y con prestigio. Y encima, chulo, con lo que
no dejaban de salirle enemigos, ms entre los propios cristianos que entre la
mahometana morisma. La envidia hispana, ya saben. Nuestra deliciosa
naturaleza. As que la nobleza prxima al rey, los pelotas y tal, empezaron a
hacerle la cama a Rodrigo, aprovechando diversos incidentes blicos en los
que lo acusaban de ir a su rollo y servir sus propios intereses. Al final, Alfonso
VI lo desterr; y el Cid -para entonces los moros ya lo llamaban Sidi, que
significa seor- se fue a buscarse la vida con una hueste de guerreros fieles,
imagnense la catadura de la pea, en plan mercenario. Como para ponerse
delante. No lleg a entenderse con los condes de Barcelona, pero s con el rey
moro de Zaragoza, para el que estuvo currando muchos aos con xito, hasta
el punto de que derrot en su nombre al rey moro de Lrida y a los aliados de
ste, que eran los catalanes y los aragoneses. Incluso se dio el gustazo de
apresar al conde de Barcelona, Berenguer Ramn II, tras darle una amplia
mano de hostias en la batalla de Pinar de Tvar. As estuvo la tira de aos,
luchando contra moros y contra cristianos en guerras sucias donde todos
andaban revueltos, acrecentado su fama y ganando pasta con botines,
saqueos y tal; pero siempre, como buen y leal vasallo que era, respetando a su
seor natural, el rey Alfonso VI. Y al cabo, cuando la invasin almorvide
acogot a Alfonso VI en Sagrajas, hacindolo comerse una derrota como el
sombrero de un picador, el rey se trag el orgullo y le dijo al Cid: Oye, Sidi,
chame una mano, que la cosa est chunga. Y ste, que en lo tocante a su
rey era un pedazo de pan, campe por Levante -de paso saque la Rioja
cristiana, ajustando cuentas con su viejo enemigo el conde Garca Ordez-,
conquist Valencia y la defendi a sangre y fuego. Y al fin, en torno a cumplir
50 tacos, cinco das antes de la toma de Jerusaln por los cruzados, temido y
respetado por moros y cristianos, muri en Valencia de muerte natural el ms
formidable guerrero que conoci Espaa. Al que van como un guante otros
versos que, stos s, me gustan porque explican muchas cosas terribles y
admirables de nuestra Historia: Por necesidad batallo / y una vez puesto en la
silla / se va ensanchando Castilla / delante de mi caballo.
(Continuar).