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Como entonces, ahora El vesta de blanco, sus ojos eran azules, tena cabellos y barba castaos

y pareca de unos treinta aos de edad. Con ellos haba bellas figuras de hombres y mujeres cuyo
aspecto embelesaba de dulzura e infunda veneracin, suscitando sentimientos de gran
amabilidad. Los ojos de todos se dirigieron a la Seora del Espacio y al Seor.
"Amor a todos los hijos del Padre", dijo este ltimo, y paz a los hombres de buena voluntad de la
Tierra".
Un largo aplauso suave se levant de toda la asamblea. Vi a aquellos Hermanos visiblemente
conmovidos. El rostro del Hombre era de una belleza y de una majestad indescriptibles. La
Seora, a su lado, era su perfecto coronamiento. Su delicadeza y su belleza colmaban aquella
vista que satisfaca el corazn y lo haca redundar en dulzura y en sensaciones maravillosas.
"Yo soy el buen pastor", dijo El con su voz dulcsima "yo conozco mis ovejas de la Tierra y ellas
me conocen, como el Padre me conoce y yo conozco al Padre".
Todos estaban escuchando atentamente.
"Por mis ovejas de la Tierra", dijo de nuevo con conmovedor acento amoroso, "he dado mi vida.
He recibido de mi Padre el poder de dar la vida y de poderla recobrar. Este es el encargo que he
recibido de mi Padre".
Volvi su divina mirada a la mujer que estaba a su lado. Ella lo mir y toda la asamblea
prorrumpi en un largo, suave y conmovido aplauso que pareca no tener fin.
"Pronto", continu volviendo su mirada a todos, "podremos decir a los hijos de la Tierra que
todas las Escrituras se han cumplido. Pronto yo habr hecho nuevas todas las cosas y habr,
segn la promesa, nuevos cielos y nuevas tierras. Esto lo realizar yo segn la voluntad de mi
Padre".

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