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Mercumgusy y eat, SIU SE 1ogra con Ia educaci6n.” 5.3 EL OCASO DE LA Crupan-EsTADO. EL PENSAMIENTO DE LOS EPICUREOS Y DE LOS ESTOICOS George H. Sabine, afirma que la filosofia politica de Platén y Ar toteles no desplegé ascendiente inminente en el terreno prictic: ni en el tedrico. En puridad, por el papel que cjercié en los ci siglos siguientes a Ja muerte de Aristételes, inicamente podria sx estimada de magnifica frustracin. La razon de ello es que entran: bos Til6ésofos habian desplegado de forma mas completa y perfect que podia esperar hacerlo ninguno de sus seguidores inmediatos los ideales y principios del tipo de institucion politica de que s habian ocupado, la ciudad-Estado. No tenfan, en verdad, posterio: “Gf JANET, Paul, Historia de la Ciencia Politica, op. cit., pp. 259-264 ‘TEORIA GENERAL DEL FSTADO 191 idelanto que innovar por esa via. Esto no quiere decir que lo escri- © por Paton y Aristételes sdlo tuviera valor aplicado a la ciudad- stado. La inferencia cn que se afirmaba la obra de Platon —que ‘as relaciones humanas pueden ser objeto de estudio racional y ser sometidas a una direccién inteligente— es una condicién sine qua non de cualquier ciencia social. Y los elementos éticos més univer- sales de la teoria politica de Aristételes —la conviccién de que el Estado debe ser una relacién entre ciudadanos libres moralmente guales, mantenida con arreglo a la ley y basada en el consentimien- coy en la discusién mas que en la fuerza— no se han desvanecido ramés de la filosofia politica europea. Esas magnas calidades revelan 30r qué fildsofos ulteriores, inclusive hasta nuestros dfas han retor- sado reiteradas veces a Platén y Aristoteles. Pero aunque mucho de 0 que escribieron ha tenido significaci6n permanente, es un hecho jue Platon y Aristételes crefan que era aplicable a la ciudad-Estado solo a ella. En ningtin tempo pensaron que fuese dable cfectuar éstos © cualesquiera otros ideales politicos en ninguna otra forma de sociedad civil. Su hipétesis estaba justificada por los hechos has- a entonces desencadenados, ya que es dificil imaginar que la filo- sofia politica hubiese podido tener su inicio en ninguna de las so- iedades entonces evidentes, con salvedad de las ciudades griegas. Platon y Aristoteles se daban, desde luego, perfecta cuenta de jue ninguna citidad griega habia plasmado los arquetipos que ellos reian expresos en la ciudad-Estado. De no haber tenido en cuenta ‘on toda nitidez en sus reflexiones la exigencia de critica y correc- cién, nunca hubieran pretendido examinar la sociedad en que vivian, «i diferenciar los degenfrenos de sus triunfos. Pero aunque censura- san, continuaban reputando que en Ja ciudad-Estado se daban en cierta forma las circunstancias precisas para una vida buena. Y aun- que hubiesen visto con satisfaccién una mudanza en muchas de sus experiencias, no titubearon en la vida de que la ciudad-Estado era vasicamente sana y formaba el tinico cimiento estable de las formas ‘ptimas de civilizaci6n. Por tanto, su evaluacién era fundamental sjente amistosa. Hablaban en nombre de la clase de griegos que abian encontrado que la vida en 4a ciudad-Estado era placentera 1 lo fundamental, aunque en modo alguno consumada. Pero es un adicio henchido de malos pronésticos ei hecho de que ambos hom- yes, que no tenfan sin duda la finalidad de ser voceros de una lase, se vieran constrefiidos a hacer de la ciudadania una prerroga- ‘wa y, en consecuencia, preeminencia de quienes tenian la propiedad -onveniente y disponfan del ocio preciso para poder regocijarse del ujo de una posicién politica. Cuanto mas reconditamente disciernen 192 MARIA DE LA LUZ GONZALEZ GONZA! Platén y Aristételes en el sentido ético potencial en Iz ciudad-Es:. do, tanto més se ven precisados a consentir la solucisn de que -- sentido existe sélo para unos pocos y no para toda ic masa de ar tesanos, labradores y jornaleros, como habia imaginado jz era Pericles. Esto alude por si s6lo 2 que gentes con menos pos:bilid: de pronunciarse © situadas en pociones menos favorables, podia ver en la ciudad-Fstado una forma de sociedad que: no sdlo neces- taba mejoras, sine que debia ser perfeccionada; por jo menos pod calificarla como algo que podian pasar por alto les hombres ua: buscaban una vida buena. Ta} critica de protesta, 0 a! menos d indolencia, existia de modo un tanto oscuro en la 4poca_de Plat: y Aristoteles. Pero los sucesos histéricos fueron de tal prototipo qu ¢l futuro inmediato vino a dar ia raz6n a’esa critica y no a las tee rias mas importantes de aquellos hombres mds grandes, y ello &» plica el ocaso transitorio de su filosofia politica después de muerte de Arist6teles. Sélo cuando Ja ctudad-Estado hubo sido con- finada a la historia y dejé de ser posible ostentar ios valores politi- cos como algo que tnicamente podfa camplirse en aquella forma politica, consiguieron ios hombres volver a sondear la perenne exu: berancia de la Repiiblica, Las Leyes y La politica La forma usual acogida por esas diferentes fiiosolias de repro- bacion o mdolencia, sdic_puede-ser intuida manteniendo presente con toda lucides la suposicién ética que existia tras de todo lo que Platén y Aristételes sustentaron acerca del Estado. Tal suposicion reside en que una vida buena invojucra participacion en la vida del Estado. Esto fue lo que le permitis a Platén partir de la proposicion de que, en el fondo, el Estado consiste en una divisién del trabajo en la cual hombres de diferente capacidad resuelven sus necesidades por raz6n de un intercambio mutuo. E! analisis aristotélico de la comunidad ne hizo sino perfeccionar la nocién platénica, Esa su- posicién hizo qué ambos filésofos creyesen la colaboracion como una nocién de mayor importancia ética que los deberes o los dere- chos y que advirtieran en la ciudadania una participacién en la vida en comin. Desde este punto de vista, la ciudadania ocupa la cum- bre de los bienes humanos 0, por lo menos, deberfa ocurrir asi cuande ia ciudad y fa naturaleza humana estuviesen desarrollad fasta ‘el punto més alto que pudieran alcanzar. Esa suposicion cons- ttuye Ia médula de la ética y la politica de la ciudad-Estado Y por esta causa la esencia de la reprobaci6n consiste en negarla. Aseverar gue para vivir una vida buena un hombre tiene que vivir fuera d= la ciudad-Estado 0 que, en caso de estar en ella, no debe ser de ella corresponde a establecer una escala de valores no sélo disimil, sino , —_— ten é ee z = ‘TEORIA GENERAL DEL ESTADO 193 substancialmente contradictoria a la que habian dado por supuesto Plat6n y Aristételes. Si se dice que el sabio debe tener tan poca relacion como sea posible con la politica, que no debe arrogarse voluntariamente las responsabilidades ni los honores de los cargos pliblicos, sino que debe regir ambas cosas como asuntos innecesarios de preocupaci6n, ello equivale a decir que Platon y Aristoteles habfan determinado una nocion enteramente equivocada de la sabiduria y la bondad. En efecto, tal bien es privado, algo que un hombre gana 9 pierde por sf y para sf y no algo que exija una vida comin. La autarquia que Platén y Arist6teles habian concebido como particu- laridad del Estado, pasa a serlo del ser _humano estimado como individuo. E] bien se transmuta en algo que no. es rigurosamente comprensibie dentro de los confines de la ciudad-Estado.—un bien de intimidad y retraimiento—.. El desarrollo de este tipo de- teoria ética es lo que sefiala el ocaso de la ciudad-Estado. Aparte del supuesto tedrico de que solu la ciudad-Estado es moralmente autarquica, existe también en la filosofia politica de Platon y Arist6teles un supuesto practico de gran valor, que tuvo la fesventura de no ser totalmente cierto por los acontecimientos his- toricos. La superacién de la ciudad-Estado dentro de los linderos atribuidos por aquella forma politica daba por establecido que sus gobernantes eran agentes libres, capaces de corregir sus defectos internos mediante la eleccién de politicas sabias. La completa acep- tacién de ese Estado como instituci6n moral por Platon y Aristote- les, representaba, en realidad, que su horizonte politico estaba limi- sado por él. En efecto, ninguno de ellos aprecié con lucidez integra el papel que las cuestiones exteriores representaban incluso en la economia interna de la ciudad-Estado. Es cierto que Aristételes reproché esta inadvertencia de su maestro, pero no puede decirse jue le sobrepasara en ese punto. Si Platon hubiese tenido con Ma- -edonia el contacto que con esa organizaci6n tuvo Aristételes, seria lificil que hubiera dejado de percibir la importancia que la carrera e Alejandro tenfa como iniciacién de una nueva época. Es intere- inte realizar presunciones sobre lo que hubiera podido acaecer en aso de habérsele ocurrido a Arist6teles imaginar la hipdtesis de ue la Gudad-Estado tenia que ser atraida por una unidad politica “in més autarquica, de la misma manera que la polis habia absor- ido a_la familia y a la aldea. Pero tal cosa excedia de su capacidad + imaginacién politica. No obstante, el designio de la ciudad-Fs- do no obedecia a la sabiduria con la que dirigicra sus asuntos nfernos, sino a sus interrelaciones con el resto del mundo griego . las relaciones de Grecia con Asia por Oriente y con Cartago e 194 MARIA DE LA LUZ GONZALEZ GONZALEZ 3 Italia por occidente. El supuesto de que la ciudad-Estado podi: adoptar su modo de vida sin tomar en cuenta las fronteras fijada- por esos asuntos exteriores era esencialmente falso. Aunque ambos filésofos lamentasen, como otros muchos griegos inteligentes, la hostilidad y beligerancia de las relaciones entre las ciudades gri gas, como demostraron los acontecimientos, esos vicios eran impo sibles de desarraigar mientras las ciudades siguieran siendo inde pendientes. La ciudad-Estado griega afronté desde fecha muy temprana de su historia una disyuntiva politica que jamas pudo superar. No po- dia alcanzar la autarquia en su economia ni en su politica, sin adoptar una politica de aislamiento-y no podia aislarse sin sufrir el estancamiento. Por otro lado, si optaba por no aislarse, se veia obli gada, por necesidad politica, a buscar alianzas con otras ciudades. las cuales, no podian tener buen éxito sin restringir la autonomia de sus miembros. El problema debe ser comprensible para un ob. servador politico ‘moderno, ya que sustancialmente es semejante a aquel en ¢l que una economia mas amplia ha colocado a la nacion Fstado. El Estado moderno no puede aislarse ni, por ahora al me nos, doblegar su independencia en forma suficiente para constituir una unidad politica mas viable. ‘Todas las teorfas politicas acerca de la soberania nacional absoluta unida a la regulaci6n internacional encuentran su paralelo en las alianzas griegas de ciudades a las que se suponian independientes. A mediados del siglo IV a. C. esas confederaciones constituian la forma de gobierno preponderante en el mundo griego, pero no consiguieron crear Estados permanentes y estables. Aun en fechas tardias, cuando Filipo (383-336 a. C.) - formé en Corintio la liga panhelénica, si las ciudades hubieran sido capaces de colaborar, hubieran podido influir y atin dominar la politica de Macedonia, pero el particularismo inherente a las ciuda- des-Estado fue incapaz de elevarse a la altura de la situacién. El particularismo griego y el peligro que representaba para ia vida politica griega, eran ya historia antigua atin en la época de Platén. Especialmente los oradores, desde el comienzo del siglo IV. habian exhortado a la union contra los barbaros, tanto de Orient® como de occidente. Gorgias habia hecho de este problema el tema de un discurso pronunciado en los juegos olimpicos; Is6crates habia defendido la unidad y vivié lo suficiente para ver en Filipo de Ma- cedonia el hombre a quien creia que el destino habia encomendade ja realizacion de esa obra. Sin embargo, el tratado de Antélcidas, (38¢ a. C. paz de Antalcidas, fin de la guerra de Corinto) habia estableci- do la soberania de Persia sobre el mundo griego en materia de gue- inches SIN eR ap ey cS Ha OL hee eats ation, aS + = TEORIA GENERAL DEI. ESTADO 195 vay paz, y el poder persa perduré hasta que pasé a ntanos de ‘lipo con la formacién de la liga en Corinto. Dos siglos después control de Grecia pasé al poder de Roma. En consecuencia, en s asuntos exteriores la ciudad-Estado habia fracasado para siem- we, tal situaci6n era mas 0 menos evidente en el siglo IV y aunque « confederacién hubiera logrado estabilizar las relaciones entre las iudades, éstas habrian tenido que enfrentarse con las grandes fuer- as politicas que circundaban al mundo griego por el Este: el Nor- © y el Oeste, lo que no fueron capaces de afrontar. Sin embargo, la ausencia de aptitud de las ciudades para con- solidar sus relaciones correspondientes no fue solamente un desca- sabro em una rama concreta de la administracién. En verdad, nunca ue viable apartar en las ciudades-Estados los asuntos exteriores’y os interiores, ya que los intereses de clase que eran oligdrquicos. o iemocratices en politica interna, eran afines de ciudad en ciudad y iacian de continuo causa comdn. Ningan cariz significativo del 4obierno local podia solventarse sin considerar de un modo u otro los lazos politicos y econdmicos existentes entre las ciudades, Y esto es.tan Cierto de la ingerencia macedénica como de las relacio- nes entre las ciudades. Las clases pudientes estaban por lo general ‘lado de Macedonia, y ésta es una razén importante de por qué 9s sectores mas boyantes tendian a ver con simpatia el auge del coder de Filipo. Por innegables razones, los grupos democraticos enjan mayor fervor local. La materia complicada de la politica sterior tiene un notable ejemplo en los tratados hechos entre Ale- indro y las ciudades de la liga de Corintio. Aparte de la direccion ¢ los asuntos exteriores, Macedonia y la liga tenian la obligacion de vartar en las ciudades de la liga toda tendencia en pro de la can- clacién de las deudas, la redistribucién de la tierra, la incautacion « la propiedad o la liberacién de los esclavos. Los tratados cons- suutivos de algunas ligas ulteriores inclufan medidas similares. El igjo problema de ricos y pobres que Platon y Aristételes reconocian smo el contraste cardinal entre oligarqufa y democracia, no dismi- uyé en modo alguno con el paso del tiempo. En todo caso se cctudeci6; aunque la mediacién exterior perfilase de nuevo las lineas ivisorias, €stas persistian siempre. La verdad es que los conflictos politicos y sociales del mundo anuiguo no podian ser disipados por las ciudades-Estados. Seria qui- mérico conjeturar que los zanjaron las confederaciones y las monar- quias que siguieron a las conquistas de Alejagdro. Lo que cada ‘vez fue mas ostensible y con mayor nitidez fue que la politica de la ciu- dad-Estado ni siquiera esbozaba los problemas. El auge de Macedo- 196 MARIA DE LA LUZ GONZALEZ GONZALEZ nia obligé a dar la razén a dos hechos que ya existfan, pero que Plaron y Aristoteles habian pasado por alto en gran parte. Uno de ellos era el de que la ciudad-Estado era demasiado pequefia y beli- cosa para gobernar aun al mundo griego y que ningiin desatrollo posible hubiera sido capaz de hacerla congruente con la economia del mundo en que vivia. El segundo hecho era el de que, dadas|las relaciones economicas y culturales que habian existido desde hdcia mucho tiempo entre las ciudades griegas y Asia, la supuesta sype- rioridad politica de los griegos sobre los barbaros, no era factiblé en el Mediterraneo oriental. Cuando Alejandro adopté deliberadamente la politica de fusionar sus stibditos griegos con sus stibditos ofienta- les, acept6 un hecho ctya importancia no habia percibido Aristételes y dio, a la vez, un paso que condenaba a todas las inferencias poli- ticas del Estagivita a quedar definitivamente anacrénicas.* Tanto la especulacién politica de Platén como la de Aristételes fueron aristocraticas y se definicron por su estatismo, es decir por la doble enunciacion de que el hombre solo puede lograr su inte- gridad dentro del Estado y de que el interés del Estado supera al de cualquiera de sus partes. Esta posicion de ambos fildsofos fue consecuencia, primordialmente, de que uno y otro instituyeran sus relativos sistemas en el conocimiento de la polis, la ciudad-Estado de la antigua Grecia, y en su muy peculiar organizacion Como hemos visto, ese modo de vida politica fue borrado por Alejandro Magno, cuyas engrandecieron los limites del Estado e hicieron de fa polis una formacién improcedente para los nuevos tiempos. Acaecié a la sazou que en tanto que el Estado se tansmutaba historicamente, las ideas inherentes a una forma estatal menguada se propagaban con gran holgura, ya que las conquistas de Alejandro no solo originaron la extensién del Estado, sino ade- mas, la divulgacién de-la cultura griega. En ese periodo las nuevas condiciones de vida estimularon el desarrollo de algunas tesis y enseflanzas no aniquiladas por los so- craticos; de entre ellas sobresalieron las corrientes cinica y epicirea, mas importante la primera que la segunda desde el punto de vista polit ya que el cinismo engendré al estoicismo, que tuvo un poderoso influjo en el pensamiento politico. © obstante lo anterior, Aristételes hubo de conocer ¢l mundo oriental atin antes de que su alumno Alejandro de Macedonia rea- lizara sus famosas Conquistas; por tanto, fue el primer hombre universal de la antigiiedad cuyas concepciones realistas fueron su- peradas de. facto por Alejandro; desde este punto de vista, la forma * Ofr Same, Georg H., Historia de la Teoria Puliica, op. cit. pp. 100-104 se “TEORIA GENERAL. DEL ESTADO 197 solitica alejandrina fue-culminacién del espiritu griego y los vincu- ‘08 aristotélicos; el valor historico de esa forma politica consistio en ina combinacion especial del absolutismo oriental con las tradicio- nes propias. Si en Alejandro existié el sueno de forjar un imperio miversal, nada mas légico que armonizar esa forma politica unien- lo el respeto por el pais conquistado con las tradiciones formales je su propia patria, diluyéndose con ello la Hélade en su aspecto jolitico. A la polis le sigue un effmero imperio militar y con los

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