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MARGARET MEAD ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA PLANETA-AGOSTINI INDICE 1. INTRODUCCION Durante los iiltimos cien afios, padres y maestros han dejado de dar por supuestas las dificultades de la nifiez y la adolescencia, y trataron de adecuar la educacién a las necesidades del nifio, antes que presionarlo en un inflexible patron educative. Dos fuerzas les movieron a esta tarea: el desarrollo de la psicologia y las tades € inadaptaciones de la juventud. La indied que podia lograrse mucho mediante el conoci- miento de la forma en que los nifios se desarrollaban, de las etapas que atravesaban, de lo que el mundo adulto podria esperar razonablemente del nifio de dos meses 0 del de dos aos. Y las amenazas del pillpito, los agu- dos lamentos del filésofo social conservador, los docu- mentos de los tribunales de menores, de las organiza- ciones de ayuda social, todo sefialé que debia hacerse algo con el periodo que la ciencia ha denominado adoles- cencia. El espectaculo de una generacién joven que di- verge cada vez mas de las normas ¢ ideales del pasado, marchando'a la deriva sin el amarradero de normas fa. liares respetadas o de valores religiosos, aterroriz6 al cauto reaccionario, indujo al propagandista izquierdista a realizar cruzadas misioneras entre los jévenes indefen- sos, e inquieté hasta al mas despreocupado. Esta situacién de indecisin e inestabilidad de la juventud era mas evidente en la civilizacién de Estados Unidos que en la europea, porque mientras se daban en aquélla multiples corrientes inmigratorias, normas de conducta antagénicas, ésta era mas antigua y estable. Las condiciones de vida estadounidenses indujeron al 2B MARGARET MEAD psicélogo, al educador, al filésofo de la sociedad, a Ofrecer explicaciones aceptables de los problemas de Tos nifios en edad de crecimiento, Como hoy en la Ale- mania de posguerra,' donde la joven generacion ha de considerar problemas de adaptacion mas dificiles (que los afrontados por nuestros hijos, inunda las fas ana gran corriente de teorias sobre la adolescencia, en igual forma el psicologo en los Estados Unidos pro- cure explicar el desasosiego de la juventud. El resul tade Se expresé en obras como las de Stanley Hall, Adolescencia, que atribuia las causas de sus conflictos y angustias ‘al periodo atravesado por los nifios. La adolescencia era caracterizada como el lapso en el cual floreefa el idealismo y se fort la rebelién contra las autoridades, periodo en qué icultades y anta- gonismos eran absolutamente ‘a en psicologia infantil, que era caute a en el experimento para apuntalar sus ia estas teorias. Decia: «No tenemos datos. Sélo conocemos algo sobre los prime ros meses de la vida de un nifio. Estamos empezando a imvestigar cudndo siguen una luz por primera vez los ojos de una criatura. Como podemos dar respuestas definidas a acerca de cémo una persona- I nada sabemos, res gidn?» Pero las advertencias neg: de fa ciencia nunca son populares. El experimentador no se comprometia, y el socidlogo, el predicador y el pedagogo trataron arduamente de ofrecer una respues- ta categérica. Observaron la conducta de los adoles- cemfes en nuestra sociedad, anotaron los omnipresentes y sbvios sintomas de desasosiego, y los proclama- ron caracteristicos de ese periodo. Las madres fueron prevenidas de que «las hi A Presentan problemas part rices. es un periodo di tiemen lugar en el cuerpo de vuestros hij e hijas 1 Téngase en cuenta que la primera edicién es de 196 IN. @et BE.) g 4 ADOLESCENCIA. SEXO Y CULTURA EN SAMOA, poseen sus definidos acompafiantes psicolégicos. No podéis olvidar ninguno de los dos: asi como vuestra hija insforma corporalmente de nifia en mujer, cam- biara también itu, y de una manera turbul muy convencidos: punto de vista, aunque no sancionado por el experimentador cuidadoso, adquirié vasta popularidad, influyé sobre nuestro sistema educativo, paraliz6 nues- iros esfuerzos paternales. Asi como la ma hacerse fuerte frente al le aparece su primer diente, de igual modo debe so- portar con toda la ecuanimidad de que sea capaz las desagradables y tempestuosas manifestaciones de la «edad delicadas. Si no hay por qué culpar al nif, tampoco debe haber un programa cuyo cumpli pueda exigirse del maestro, excepto el de la tolerancia. El tedrico continué observando la conducta de los ado- lescentes norteamericanos y afo tras afio iba justifi- cando sus hipdtesis, a medida que las dificultades de la juventud se mostraban y documentaban en los infor- mes de las escuelas y de ios tribunales de menores. Pero, entretanto, otra manera de estudiar el des- arrollo humano habia ido ganando terreno: surgia el enfoque del antropélogo, quien estudia al hombre en sus mas diversos marcos sociales. El antropélogo, mien- tras examinaba su creciente conjunto de materiales so- bre las costumbres de los primitivos, lleg6 a reparar en ‘enorme papel desempefiado en la vida de cada in- {uo por el ambiente social en que nace y se des- arrolla. Aspectos de la conducta que estabamos habi- tuados a considerar como complementos invariables de la naturaleza humana, aparecieron uno a uno como me- ros resultados de la civilizacién, presentes en los habi- tantes de un pais, ausentes en los de otro, y esto un cambio de raza. Se determiné asi que ni la raza ni la comin naturaleza humana pueden ser responsables de muchas de las formas que asumen, en diferentes cir- 25 MARGARET MEAD cunstancias sociales, emociones humanas aun funda: .s como el amor, el miedo y la ira, antropélogo, deduciendo de sus obser. conducta de los seres humanos adul- canza muchas conclusiones en otras idénticas a pologo presté atencion a las opi la ad ia. Observe como ron dependientes tra la autoridad, los interrogani recimiento del idealismo, el conflicto y la lucha— eran atribuidas a un periodo de desarrollo fisico. Y sobre la base de su conocimiento del determinismo de la cultura, de la plasticidad de los seres humanos, vaci- 16. ¢ jan estas dificultades al hecho de scr ado- lescente 0 al de ser adolescente en los Estados Unidos? Para el bidlogo que duda de una vieja hipdtesis 0 ar una nueva, existe el laboratorio bio- bajo condiciones mas rigido control, puede variar la luz, el yento que sus plantas o animales reciben, desde el momento del nacimiento a través de toda su vida. Mantei constantes todas las condiciones me- nos una, puede llevar a cabo una medicion exacta del efecto de aquella condicidn. Este es el método ideal de la ciencia, el método del experimento controlado, gracias al cual todas las hipétesis pueden ser sometidas a una estricta prueba objetiva Aun el estudioso de psicologia infantil puede repro- ducir parcialmente estas ideales condiciones de labo- ratorio. No puede controlar el ambiente prenatal del nifio a quien mas tarde someteré a la medicién obje- tiva. Le es dado sin embargo, controlar el primer ambiente del los primeros dias de su existencia, y decidir a qué sonidos, figuras, olores y sabores debe exponérsele. Mas para el estudioso del adolescente no 2% ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA. hay tal simplicidad de condiciones de trabajo. Lo que deseamos verificar es nada menos que el efecto de la izacién sobre un cambiante ser humano, en la edad de la pubertad. Para verificarlo mas rigurosamente tendriamos que construir diversas especies de civiliza- ciones y someter gran canti diferentes ambientes. Deberiamos enunciar las influen- cias cuyos efectos deseamos estudiar. Si desedramos estudiar la influencia del numero de miembros de construiriamos una serie de civilizaciones pa- recidas en todo aspecto salvo en la organizacién fami- liar. Entonces, si encontréramos diferencias en la con- ducta de nuestros adolescentes, podriamos decir con seguridad que el numero de Famili diferencia; por ejemplo: el hijo unico tiene una adoles- cencia més agitada que el que pertenece a una familia podriamos proseguir a través de una ones posibles: conocimiento y expe- riencia sexuales tempranos 0 tardios, premura u oposi- cién a un desarrollo precoz, separacién de los sexos 0 educacién mixta desde la infancia, division del trabajo entre los sexos o tareas comunes para ambos, presién para escoger en materia religiosa o ausencia de tal presion. Variariamos un factor, mientras los demas permanecerian absolutamente constantes, y analizaria- mos cual de los aspectos de nuestra existe alguno, es responsable de las di Desgraciadamente, se nos niegan esos métodos idea- les de experimentacién cuando nuestros mai a naturaleza humana y la contextura entera de un orden social. La colonia de prueba de Herddoto, en la ct las criaturas debian ser aisladas y anotados los resul dos, no es un enfoque posible. Tampoco es posible el método de selecci familias reducidas y quinientos de familias numerosas, y tratar de descubrir cudles han experimentado las 2 MARGARET MEAD rds grandes dificultades de adaptacién en la adoles: ce ie pero no podriamos saber cudles eran las influen- wué efecto pueden abe? tenido sus conocimientos sexuales 0 el ambiente Sobre su desarrollo en la adolescencia. *rOué metodo, pues. debemos emplear los que desea: mot realizar un experimento humano pero carecemos del poder de crear las condiciones experimentales o de hhaller ejemplos controlados de las mismas en toda nues- i El unico método es el del antropélogo; \cign diferente y efectuar un estudio ve los seres humanos bajo diferentes condiciones cul- furaies en alguna otra parte del mundo. Para tales estu- dios el antropdlogo elige pueblos muy sen fmitivos, cuya sociedad no ha alcanzado nut plefidad de la nuestra. En esta eleccién de pueblos australianos, los dios pueblo el jo de que cuanto mas izacion mas posible es el logro del andlisis. ‘Si se tomaran civilizaciones intrincadas como las de Europa, 0 superiores como las del Oriente, serian nece: sarios largos afios de estudio antes que el observador pudiera comenzar a comprender las fuerzas actuan'es Bentro de ellas. Un estudio de la familia francesa, sola- mente, involucraria un estudio preliminar de la histo- fia y el derecho francés, de las actitudes catolica ¥ protestante respecto de la cuestién sexual y las rela: Giones personales. En cambio, un pueblo primitivo sin enguaje escrito presenta un problema mucho menos complicado, y un estudiante preparado puede dominar la estructura fundamental de una sociedad primitiva en pocos meses. Kdemés, no elegimos una simple comunidad campe- sina de Europa o un grupo aislado de blancos monta- fieses de 1a América del Sur, pues el modo de vida de estos pueblos, si bien sencillo, pertenece esencialmente ign historica en que se sittian las partes ADOLESCENCIA. SEXO Y CULTURA EN SAMOA. complejas de la civilizacién europea 0 americana. En Sambio, elegimos grupos primitivos que han tenido miles de afios de desarrol completamente diferentes de fo posee nuestras categorias indoeuropeas, cuyas ideas religiosas son de naturaleza cidn social no sélo es mas sen fa nuestra, De estos contrastes, que son bastante como para asombrar e iluminar a quienes estén acos- fumbrados a nuestro modo de vivir, y bastante simples como para ser captados rapidamente, es posible apren- der muchas cosas relativas al afecto de una Asi, a a Alemania o a Rusia, sino a Samos Sur situada a unos trece grados de por un pueblo polinesio moreno. Resolvi ded Botudio de la adolescente de Samoa porque, mujer, podia lograr una mayor intimidad fon muchachas que con varones, y porque debido a la Seeasez de etndlogas, nuestro conocimiento de las jéve- hes primitivas es mucho més superficial que el de los muchachos. Pero actué de modo muy distinto que si me dedi- cara, por ejemplo, al estudio de la adolescente de Kokoro, Indiana. En tal caso, iria directamente a lo Rtncial del problema; ao tendria que detenerme en el fgioma de Indiana, en los modales de la mesa, o en las costumbres referentes a la manera de dormir de mis sujetos, ni deberia realizar un estudio exhaustive mo aprenden a vestirse, a usar él teléfono o qué Significa el concepto de conciencia en Kokomo. Todas aes cosas estan formadas por la contextura general Ge la vida norteamericana, conocidas por mi en cuanto investigadora y por vosotros en cuanto lectores. ‘Pere con este nuevo experimento sobre la adolescente primitiva el asunto era muy distinto. Ella hablaba un Piioma del cual hasta los sonidos me eran extrafios, tin lenguaje en el que los sustantivos se transforman restigar este problema, decidi no ir del Mar del 29 vuveyes eee MARGARET MEAD en verbos y los verbos en sustantivos de la manera mas parecida a un juego de pres \cién. Todos sus habitos de vida eran diferentes. Se sentaba de piermas cruzadas sobre el suelo, y el hacerlo en una silla la hubiera tornado torpe y menguada. Comia, con los dedos, en un plato tejido; dormia en el suelo. Su casa era un mero circulo de pilares, techada por un cono de paja y alfombrada con fragmentos de coral desgas- tados por la accién del agua, Todo su ambiente ma- terial era diferente. Cocoteros, arboles del pan y man- perro y la rata. Cons del arbol del pan y bananas, pescado, palomas tres, cerdo semiasado y cangrejos terrestres. Y del mo modo que era necesario comprend te fisico, la rutina de esta vida, tan diferente de la nuestra, asi también su ambiente social y las actitudes hacia los .d, presentaban un intensisimo contrast con el ambiente social. de la muchacha norteamericana, Me dediqué a las jévenes de la comunidad. Pasé la mayor parte de mi tiempo con ellas. Estudié muy aten- tamente las casas en que vivian las adolescentes. Con- sagré mas tiempo a los juegos de los nifios que a las reuniones de los adultos. Hablando su idioma, comien- do sus alimentos sentada, descalza, con las piernas cru- zadas sobre el pedregoso suelo, hice todo lo posible por reducir al minimo las diferencias existentes entre nos- otras y aprender a conocer y comprender a todas las jovenes de tres aldehuelas situadas sobre la costa de ja de Tau, en el archipi¢lago de Manu'a, recogi muchos det de sus familias, la niimero de sus hermanos y hermanas, el grado de expe- ‘enc | que habian tenido. Todos estos hechos rutinarios estén resumidos en un cuadro del apéndi No son sino el esqueleto més desnudo, apenas la ma 30 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA ria prima para un estudio de las situaciones familiar y las relaciones sexuales, los tipos de amistad, di tad, de responsabilidad personal: todos impalpables y tormentosos centros de perturbaciones en la vida de nuestras jovenes adolescentes. Dado que estas partes menos mensurables de sus vidas eran tan similares y Ja existencia de una muchacha tan parecida a la de otra en una cultura uniforme y nada compleja como la de Samoa, considero justificadas mis generalizacio- nes, a pesar de haber estudiado solamente cincuenta jovenes en tres pequefias aldeas vecinas. En los capitulos siguientes he descrito la vida de fas jévenes, la de sus hermanas menores cercanas a adolescencia, de sus hermanos, con quienes un esi but les prohibe hablar, de sus hermanas mayores to que ya han dejado atras la pubertad, de sus madres y padres, cuyo concepto de la vida determina las acti- tudes de sus hijos. Y con esta descripcién he tratado de responder al interrogante que me llevo a Samoa: las perturbaciones que afligen a nuestros adolescentes gse deben a la naturaleza de la adolescencia misma 0 a los efectos de la civilizacién? Bajo diferentes condi- ciones, gla adolescencia presenta un cuadro distinto? ‘Ademds, dada la naturaleza misma del problema, porque no me era familiar esta existencia simple en una pequefia isla del Pacifico, he tenido que ofrecer un cuadro de toda la vida social de Samoa, seleccio- nando siempre los detalles con la intencién de escla- recer el problema de la adolescencia. Las cuestiones referentes a la organizacién politica que no afectan influyen sobre la joven, no minucias acerca de sistemas de parentesco o cultos serén publicadas en ‘ar al lector la muchacha rés s6lo para el especi lugar. He procurado pres. samoana en su grupo social, describir el curso de su vida desde el nacimiento hasta la muerte, los proble- mas que debe resolver, los valores que la guian en sus soluciones, los humanos sufrimientos y placeres que la 31 MARGARET MEAD suerte quiso le focara vivir en una ila del Mar del Sur ign annela algo mas/que esclarecer este Debe dar también al lector cierta diferente y contrastan vir que otros miembros de do satistactoria y grata Sabemos que nuestras percepciones mas sutiles, nues- lores maximos, se basan en el contraste, que la luz sin oscuridad o la belleza sin fealdad perderian las cualidades que ahora parecen tener para nosotros. Y fanélogamente, si quisiéramos apreciar nuestra propia ivilizacion, esta complicada forma de vida que nos hemos elaborado como pueblo y que tanto nos cues problema soci nocién de una de una manera dis la raza humana a otras muy diferent Europa regresa a Estados Unidos sensible a matices de sus costumbres y filosofia de la vida que hasta e tonces no habia notado, y sin embargo Europa y Amé- rica forman parte de una sola civilizacion. Observando las variaciones que se producen dentro de una unica gran estructura, el estudioso de la Europa actual 0 el ido de apreciacién Pero si nos alejamos de la Corriente de la cultura ia apreciacién que podemos acordar a acrecienta mas aun. Aqi ricas muy diferentes de las que hi caer a Grecia y Roma, grupos de estructurado formas de vida tan di tras que no podemos aventur:'r conjetura alguna acerca de si llegara alguna vez a nuestras soluciones. Cada pueblo primitivo ha escogido un conjunto de dones y valores humanos ¢ ided para s{ un arte, una organiza- cién social, una religion, que constituyen su contri- bucién extraordinaria a ‘la historia del espiritu hu- mano. La de Samoa constituye solo una de estas diferentes y agradables formas; pero tal como el viajero que se hha alejado una vez de su patria es més culto que el 2 ADI ESCENCIA. SEXO Y CULTURA EN SAMOA que nunca ha abandonado su propia casa, asi también el conocimiento de otra cultura debe aguzar nuestra car pacidad de escudrifiar mas hondamente y apreciar con mis afecto la nuestra. Dado que nos habiamos planteado un problema es- cuya solucién intentamos, este modo de vida se refiere cultura a la escena humana se convierte en un miem- bro adulto de alta significacién en su sociedad. Coloca. remos el acento sobre los aspectos en que la educa- cién samoana, en su sentido mas amplio, difiere de la nuestra. Y por este contraste quiz4 podamos llegar, con fresca y vivida autoconciencia y autocritica, a juzgar de un modo nuevo y tal vez a forjar de manera distinta la educacién que damos a nuestros hijos. 33 2, UN DIA EN SAMOA La vida del dia comienza al amanecer; pero si ha habido luna hasta el alba, los gritos de los jévenes ladera pueden oirse ya antes de la aurora. In- quietos en la noche poblada de espiritus, se gritan fuertemente uno al otro mientras apresuran su tra: bajo. Cuando el amanecer comienza a filtrarse entre los techos castaiio claro y las esbeltas palmeras se des- tacan contra un mar incoloro, centelleantes, los aman- tes se deslizan hacia sus hogares, desde los lugares de cita ubicados bajo las palmeras 0 a la sombra de las canoas varadas en la playa, a fin de que la luz del dia encuentre a cada uno durmiendo en el sitio que le corresponde. Los gallos cantan aisladamente y un pajaro de voz aguda chilla desde los Arboles del pan. Parecen poner sordina al insistente estruendo del arre- cife los sonidos de una aldea que despierta. Los nifios Horan: unos cuantos gemidos cortos antes que las sofiolientas madres los amamanten. Nifitos impacien- tes se desembarazan de sus sébanas y bajan amodo- rrados hasta la playa para refrescarse la cara en el mar. Los muchachos entregados a una temprana pesca, empiezan a juntar sus avios y van a despertar a sus compafieros mas perezosos. Se encienden lumbres, aqui y allé; el humo blanco resulta apenas visible contra la palidez del alba, Toda la aldea, amortajada y. desa- lifiada, rebulle, se frota los ojos y se encamina tamba- leante hacia la playa. «(Talofa, Talofal ¢Comenzara hoy el viaje? ¢Va vuecencia a pescar bonitos?s.' Las 1, Peces acantopterigios, comestibles. (N. del E,) 35 MARGARET MEAD jérenes se detienen para reir a escondidas de algin rezagado que escapara durante la noche a la persecu- cion de un padre enojado, que se aventura en la picara suposicion de que la hija sabia mas de la cuenta sobre la presencia del joven. El muchacho, victima de las chan Zas del que le ha sucedido en el favor de la novia, rifie con su rival, mientras sus pies corren por la himeda arena. Desde otro extremo de la aldea llega un prolon- gado y penetrante lamento. Un mensajero acaba de co- municar la muerte de algun pariente, ocurrida en otra aldea. Mujeres semivestidas, sin apuro, con nifios pren- didos a sus pechos y colocados a horcajadas sobre sus caderas, interrumpen su historia sobre la violenta parti- dade Losa, quien abandoné la casa de su padre buscando més bondad en el hogar de su tio, para preguntarse quién es el muerto. Los pobres murmuran sus ruegos a los parientes ricos, los hombres trazan planes para echar juntos una red de pesca, una mujer pide una pizca de tintura amarilla a una parienta, y a través de la aldea suena el ritmico tatti que convoca a los jévenes. Se ret nen desde todas partes con azadones ¢ pars enfilar tierra adentro, hacia la plant hombres mas viejos inician sus solitarias ocupaciones y em cada casa los habitantes, congregados bajo el pun- tiagudo techo, dan principio a la rutina matinal. Los pe- quefios, demasiado hambrientos para esperar el tardio desayuno, piden terrones de taro? frio que mascan vorazmente. Las mujeres llevan lios de ropa para lavar al mar o al manantial del extremo lejano de la aldea, © se dirigen al interior en busca de materiales para tefer. Las muchachas mayores van a pescar al arrecife © se ponen a tejer un nuevo surtido de persianas. En las casas, donde los pisos de guijarros han sido barridos con una dura escoba de mango largo, las mujeres gravidas y las madres que amamantan se sientan y chismean. Los ancianos se ubican aparte, 2 Colocasia, Planta herbacea de las aroideas, de raiz co mestible. (N. del E,) 36 ADOLESCENCIA. SEXO Y CULTURA EN SAMOA. entrelazando sin cesar vainas de palma en sus mus- los desnudos y musitando viejos cuentos en voz baja. Los carpinteros comienzan a trabajar en la casa nueva, mientras el propietario ronda tratando de man- tenerlos de buen humor. Las familias que cocina. rén hoy, trabajan con ahinco; el taro, los flames y las bananas ya han sido traidos de tierra adentro; los nifios echan a correr de uno a otro lado, yendo a bus- car agua del mar u hojas para engordar el cerdo. A medida que el sol va ascendiendo en el cielo las som- bras profundizan bajo los techos de barba, la arena quema al tacto, las flores de hibisco se marchitan en los setos y los nifios ordenan a los mas pequefios: «Sal del sol.» Aquellos cuyas excursiones han sido breves regresan a la aldea: las mujeres con ristras de medusas carmesies 0 cestas de mariscos, los hombres con cocos colocados en cestas colgadas de varas que apoyan en el hombro. Mujeres y nifios toman su desayuno recién salido del horno, si es dia de cocina, y los jévenes, bajo el calor del mediodia, trabajan répidamente en la pre- paracion del almuerzo para los mayores. Mediodia. Cuando la arena les quema los pies, los pequefios dejan que las pelotas de hojas de pal- mera y las ruedas de capullos de franchipan se marchi- ten al sol y se deslizan hacia la sombra de las casas. Las mujeres que deben salir llevan grandes hojas de banana a modo de sombrillas 0 se_arrollan géneros mojados alrededor de la cabeza, Tras bajar unas cuantas persianas como proteccién contra los obli- cuos rayos del sol, todos los que quedan en la aldea envuelven sus cabezas con sébanas y van a dormir la siesta. Quizd sélo unos pocos chicos aventureros se escapen a nadar a la sombra de una alta roca; algu- nas mujeres laboriosas continuan su tejido o un apre- tado grupito de ellas se inclinan ansiosamente sobre una parturienta, La aldea esta encandilada y muerta; cualquier ruido parece singularmente fuerte ¢ impro- pio. Las palabras tienen que atravesar lentamente el 37 MARGARET MEAD sélido calor. Luego el sol, gradualmente, se hunde en el mar. Por segunda vez en el dia la gente comienza a des- pertarse, movida quiz4 por el grito de «jun botel» que resuena a través de la aldea. Los pescadores va- Tan sus canoas, fatigados y consumidos por el calor, a pesar de la cal apagada puesta sobre sus cabezas para refrescarse el craneo y tefiirse de rojo el ca- bello. Los peces de brillantes colores quedan despa- rramados por el suelo o apilados frente a las casas hasta que las mujeres vierten agua sobre ellos para liberarlos del tabu. Los jévenes pescadores separan pesarosos el «pez tabi» que debe ser enviado al jefe 0 Henan orgullosamente las pequefias cestas de hojas de palmera con ofrendas de pescado que Hevaran a sus novias. Los hombres vuelven a sus casas desde la manigua, sucios y cargados pesadamente, gritando, mientras son saludados con sonora y creciente ca. dencia por los que han permanecido en el hogar. Se reuinen en la casa de huéspedes para beber su kava? del atardecer. El suave golpear de manos y el tono agudo del jefe hablante que sirve el kava repercuten en toda la aldea. Las muchachas recogen flores que tejen en guirnaldas; los nifios sofiolientos aun tras la siesta y sin obligacién de realizar ninguna tarea particular, realizan juegos circulares en la penumbra del atardecer. Finalmente se pone el sol, en una lla- marada que se extiende desde la montafia hasta el horizonte, sobre el mar; el tiltimo bafiista retorna de la playa, los chicos se dispersan hacia sus casas, que Parecen oscuras figuritas grabadas contra el cielo, brillan luces en los hogares y cada familia se reu- ne para la comida del atardecer. El pretendiente presenta con humildad su ofrenda, los nifios han sido Mamados y dejan su bullicioso juego, quiz hay un 3. Zumo extraido de determinadas plantas piperacess, muy abundantes en las islas asidticas visitadas por la autora. (N. del E.) 38 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA huésped de honor a quien debe servirse primero, des- pués del suave y exotico canto de himnos cristianos y la breve y graciosa oracion del atardecer. Frente @ una casa ubicada al final de la aldea un padre proclama el nacimiento de un hijo. En algunos circu- los de familia falta un rostro; en otros, pequefios desertores han encontrado un albergue. De nuevo la calma desciende sobre la aldea, al par que el jefe de la casa, en primer lugar, luego las mujeres y ni- fios y por ultimo los pacientes muchachos, apuran su cena. Después de Ia cena, los ancianos y los pequefue- los se retiran a dormir. Si la gente joven tiene con- vidados, dispone de la parte delantera de la casa, porque el dia es adecuado para los consejos de los viejos y las tareas de los jévenes y la noche para cosas més ligeras. Dos parientes o un jefe y su con- sejero se sientan y charlan sobre los sucesos del dia © formulan planes para el siguiente. Afuera, un vocero cruza la aldea anunciando que el carozo del fruto del Arbol del pan comunal sera abierto por la mafia. nao que la aldea hard una gran red de pesca. Si hay luna, grupos de jévenes, mujeres y hombres —dos 0 tres juntos— vagan por la aldea y una multitud de niftos andan a la caza de cangrejos de tierra 0 se persiguen unos a otros entre los arboles del pan. Media aldea puede ir a pescar a la luz de las antorchas, y el curvo arrecife fulguraré con luminosidad vacilante, resonar con exclamaciones de triunfo o desilusién, palabras bur- lonas 0 sofocados gritos de modestia ultrajada. O un grupo de jévenes puede bailar para placer de algunas muchachas visitantes. Muchos de los que se han retirado a dormir, atraidos por la alegre musica, se envolveran con las sébanas y saldran en busca del baile. Una muche- dumbre espectral vestida de blanco forma un circulo en torno de la casa jubilosamente iluminada; algunos de sus componentes se apartarén de vez en cuando y vagaran entre los arboles. A veces no descendera el 39 suefio sobre la aldea hasta bien pasada la medianoch 10, queda solo el melodioso tronar del arrei fey el susurro de los amantes, mientras la aldea descan- sa hasta el amanecer. 3. LA EDUCACION DEL NINO SAMOANO Los cumpleafios tienen en Samoa poca importancia. En cambio, para el nacimiento de una criatura de ele- vado origen celébrase una gran fiesta y se hacen muchos regalos. El primer ‘debe-volver'a su casa para t meses antes del nacimiento del os padre traen regalos de comida para la futura madre, mientras las parientas de ésta estin ocupadas haciendo telas de corteza de un blanco puro para las ropas de la criatura y tejiendo docenas de delgadas esteras de pan- dano que forman el canastillo. La futura madre vuelve a su casa cargada de presentes alimenticios, y al regresar junto al esposo su familia la provee del equivalente ‘exacto en esteras y tela de corteza, en calidad de regalo para los familiares de su marido. En el instante del cimiento, la madre o hermana del padre deben presentes para atender al recién nacido, mientras que comadrona y los parientes de la madre atienden a parturienta. No hay reserva en torno a un nacimien Las normas convencionales dictan que la madre no debe retorcerse, gri wectivas contra la presencia en reinta personas que se quedaran sentadas toda la noche si es ne- cesario, entre risas, bromas y juegos. La comadrona cor- ta el cordén um ara un banquete. Si el ino, el cordén se_eni sta se ha ido a vivir a la de su esposo, HOV UU VOW OOOH yvuvesseeee MARGARET MEAD rera_de_papel+' (arbol del cual se hace la tela de Gorteza) a fin de asegurar que crezca y sea laborio- sa cn las tareas domésticas; si_es vardn, el cordén es arrojado_al_mar a_fin de que sea_un diestro pesca. “dor, 0 enterrado debajo de una planta de objeto de tornarlo laborivso en la agric os visitantes se retiran, la madre se en sus quehaceres di nuevo . Se ol ia y hasta el mes en que ci6. Sus primeros pasos o su primera palabra son dos sin comentarios efusivos, sin ceremonias, Ha ido toda importancia ceremonial y no la reco- braré hasta después de la pubertad; en la mayoria de las aldeas samoanas una muchacha seré ignorada desde el punto de vi |, hasta que se case. Y aun la madre recuerda tan sdlo que Losa es mayor que Tupu y que Fale, el chiquillo de la hermana, 's menor que Vigo, hijo de su hermano. La edad re. lativa es de gran importancia, pues el mayor puede siempre mandar al menor —hasta que las posiciones de la vida adulta trastruecan el orden—, pero la edad numérica puede muy bien olvidarse. Los nifios son siempre amamantados, y en los po- 0s casos en que a la madre le falta leche se busca una nodriza entre las parientas. Desde la_primera Semana _se_les da_también_otra comida; papaya, leche _ de ‘coco, jugo de cafia de aziicar: el alimento~mas- Yicadopor la madre y luego puesto con el dedo en la boca del nifio; si es liquido, se moja en éste un pedazo de tela de corteza y se deja que el nifio lo chupe, tal como los pastores alimentan a los corde. ros huérfanos. Los pequefios son amamantados cada vez que Iloran y no hay ensayos de regularidad. A menos que una mujer espere otro nifio, amamantaré al hijo hasta los dos o tres afios, ya que es el método mas ‘sencillo para calmar su llanto. Los nifios duer- men con sus madres en tanto toman el pecho; des. I. Braussonetia Papyrifera, especie asiatica de la familia de las méreas. (N. del E) 2 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA pués de destetados, a menudo pasan al cuidado de al- guna muchacha mas joven de la casa. Son bafiados frecuentemente con jugo de naranjas silvestres y fro. € coco hasta que la piel reluce | nificra es habitualmente una chica de te afios que no es bastante fuerte como para alzar a un chico de seis meses, pero que puede llevarlo a horcajadas sobre su cadera izquierda o sobre su espal. da. Un chico de seis siete meses de edad, al ser levan. tado tomara naturalmente esta posicion. Sus di tados con ac que saben hacerlo constituyen cargas mas complicadas, Caminan antes de llegar a hablar, pero es imposible de. terminar con exactitud la edad en que empiezan a ha. cerlo; sin embargo vi andar a dos chicos que, me dijeron, tenian solo nueve meses y mi impresin es que la edad promedio es un afio. La vida sobre el suelo, ya que las actividades dentro de directamente sobre el piso, les anima a arrastrarse, y los nifios menores de tres 0 cuatro afios gatean o caminan segiin las circunstancias. Desde el nacimiento hasta‘la edad de cuatro 0 cinco afios la educacién de los es muy simple. Deben ser educados en familia, 10 que se hace mas di por la indiferencia habitual hacia las actividades de los nifios muy pequefios. Deben aprender a sentarse © arrastrarse dentro de la casa y a no ponerse de pie, salvo que ello sea absolutamente necesaric no dirigirse de pie a un adulto; eludir el sol; no enredar las hebras del tejedor; no desparramar el coco que ha sido abierto para secarlo; mantener. su escasas ropas posteroinferiores por lo menos, nomi mente sujetas a sus personas; tratar el fuego y los cuchillos con adecuada cautela; no tocar la fuente © taza de kava si su padre es jefe, no arrastrarse cerca del lugar donde duerme. Estas son en realidad tan s6lo una serie de prohibiciones reforzadas por ocasionales bofetones, una cantidad de gritos exaspera- dos y palabras ineficaces. B MARGARET MEAD El peso del castigo comtinmente recae sobre la nia mayor que aprende a gritar: «Sal del sol», antes de haber aprendido plenamente la necesidad de hacerlo ella misma. Por la época en que las muchachas y muchachos samoanos alcanzan los dieciséis 0 dieci afios de edad, estas perpetuas amonestaciones a los me- nores se convierten en una parte inseparable de sus con- versaciones, como si se tratase de una mondtona e irri- tada tendencia latente en todos sus comentarios. Las he visto entremezclar sus observaciones cada dos o tres mi- nutos con «Quédate quieto», tate en silencio», «Céllense la boca», «Basta de ruidos, frases pronuncia- das en forma mecinica, aunque todos los pequefue- los presentes se hayan conservado tan tranquilos como una fila de ratoncitos intimidados. En general, este es continuamente men- ir. Las pequefias nodrizas in mAs interesadas en mantener la paz que en formar acter de sus pequefias cargas y cuando el nifo lar es simplemente ilevado fuera del guna madre se empefara padres e motivaria que la mitad de la pobl ay abnegada y la otra mitad despotica y caprichosa. Pero precisamente cuan- do un chico crece lo bastante como para que su ter- Quedad se torne intolerable, se le echa a cuestas uno menor, y todo proceso se repite de nuevo, siendo cada nifio disciplinado y socializado merced a la responsal lidad que debe asumir hacia otro mas pequefo. Este temor a las consecuencias desagradables que resultan del Ianto de un chiquillo esta firmemente grabado en la mente de los nifios mayores, que mu cho después de haber pasado el periodo en que era una necesidad, sucumbe ante algin tiranuelo que amenaza, y asi personitas de cinco afios consiguen Participar en expediciones a las cuales tendrin que 44 vadas a cucstas, en reuniones para redardn las hebras 0 en las cocinas donde rin las hojas a emplearse o se pondran com, te sucios de hollin y deberén ser lavados: todo por- que un muchacho 0 una joven se ha acostumbrado a acceder a cualquier cosa con tal de impedir un al- boroto. Este método de ceder, rogar, sobornar y recrear a los perturbadores infantiles solo se utiliza dentro de la casa o del grupo de parientes, donde hay mayores debidamente constituidos en autoridad para castigar a los chicos que no pueden hacer callar a los pequefios. En cambio, las muchachas 0 muchachos crecidos, y aun los adultos, desahogan toda su irritacién sobre los nifios fastidiosos si éstos son de un vecino o se presentan en pandilla. Si hay muy cerca un grupo de nifios, apre- tandose curiosamente para observar algun espectéculo en el que no se les desea, son azotados sonoramente con hojas de palmera o dispersados con una lluvia de guij rros, de los cuales el piso de la casa siempre proporciona un surtido aprovechable. Este trato no parece mejorar en verdad la conducta de los nifios, sino que meramente los hace aferrarse atin con més fuerza a sus guardia- nes asustados e indulgentes. Puede presumirse que el apedrear a los chicos desde una puerta vecina brinda una valvula de escape imprescindible para los que han pasado tantas horas tediosas aplacando a sus propios parientes. Y hasta estos estallidos de célera son puro gesto en un noventa y nueve por ciento de los casos. Nadie que tire picdras tiene verdadera- mente la intencidn de herir a un chico, pero los nifios saben que si repiten sus impertinencias demasiado a menudo, por la ley del azar algunos de los trozos de coral que vuelan aterrizarén en sus rostros. Hasta los perros samoanos han aprendido a estimar la pro- n de meros gestos que hay en el «sal de I . Simplemente, salen a hurt la de postes y con dignidad casualidad entran en la misma forma fen el préximo claro, 45 PIS FFE LUV UFY FV HU U9 OOS O6SE MARGARET MEAD Una chica de seis o siete aos sabe perfectamente 5 cosas esenciales que deben evitarse, de modo puede confiar el cuidado de un nifo menor. ambién una cantidad de técnicas sencill las y perfectas con hojas \ismo material 0 boto- del tamafio de su estatura, jugar a una cantidad de jue- vos y entonar las canciones correspondientes a piar la casa levantando la litera del piso pedre- , traer agua del mar, extender la almendra del coco para que se seque y ayudar a recogerla cuando amenaza luvia, arrollar las hojas de pandano para ser tejidas, ir a una casa vecina y traer un haz de lefia encendida para la fe 0 el fuego de la cocina y a ejercitar icando pequefios favores a los pa- rientes. Pero en el caso de las nifias todas estas tareas son meramente suplementarias de la ocupacién prin- la de atender a los chiquillos. Los muchachi- tos también cuidan algo a los pequefios, pero a los ocho 0 nueve afios de edad son relevados generalmente de ello. Los bordes asperos de su cardcter, no pulidos por la responsabilidad hacia los mas chicos, son des- gastados por el contacto con muchachos mayores. Por- que los mas chicos son admitidos en actividades resantes € importantes sélo en tanto su comportamien- to es circunspecto y util. Donde las nifias son brusca- mente dejadas de lado, los nifios pequerios son paciente- mente tolerados y se habitian a hacerse utiles. Los cuatro o cinco nifios que desean secundar en la im- portante labor de ayudar a un muchachote a lazar anguilas en el arrecife, se organizan en un equipo destrabajo sumamente eficaz; un muchacho sostiene la carnada, otro un lazo extra, algunos hurgan ansio samente en los agujeros del arrecife buscando presas mientras cl de mas alli recoge las anguilas captu- 6 LESCENCIA. SEXO Y C URA EN SAMOA, radas en su lavalava. Las nifias, cargadas con pesados nifios 0 al cuidado de pequefos vacilantes, demasiado fades para apren- abajo y el sufren primero los las jévenes en cambio pierden horas charlando, ig- norantes de toda técnica de pronta y eficiente coopera cién, Y como la mujer que va a pescar sélo puede partir dejando los pequefios al cuidado de las nifias de la casa, éstas no pueden acompafar a sus tias y madres, De este modo aprenden incluso los simples procesos de pescar anguilas mucho més tarde que los muchachos. Se las mantiene en la etapa del cuidado de las criaturas y del cumplimiento de recados hasta que son bastante grandes y robustas como para trabajar en las planta- ciones y llevar alimentos a la aldea. En la pubertad se adjudican a la mujer estas tareas mas pesadas: pero puramente por una cuestién de talla y capacidad para tomar responsabilidades, mas que por su madurez fisica, Antes de este periodo acompafia a veces a los miembros mas viejos de la familia a las plantaciones, cuando ellos acceden a llevar consigo tam- bién a los chiquillos. Pero una vez alli, mientras sus hermanos y primos juntan cocos y corretean gozosa- mente por la manigua, ella tiene otra vez que perseguir, reunir y apaciguar a los omnipresentes lactantes. Apenas las jévenes son bastante fuertes como para Mevar cargas pesadas, a la familia le conviene des- 7 MARGARET MEAD enores la responsal plazar hacia las muchachas 1 dad por los pequefios, cién de sus padres ni esc afos de edad. Toda los quehaceres domé: zacién se acusa de torcer las almas y agriai de las mujeres adultas, es llevada a cabo en este caso por nifias menores de catorce afios. Una lumbre, una pipa o una limpara que hay que encender, un pedido nifio, el recado del caprichoso lacion de escuelas ofici cuyos cursos duran varios meses por afo, estos nifios estan ausentes de sus hogares durante la mayor parte del dia. Esto origina una completa desorganizacién en las casas nativas, que carecen de precedentes acerca de un modo de vida en que las madres deben quedarse a cuidar a sus hijos y los adultos realizar pequefias tareas rutinarias y diversas diligencias. Antes de ser liberadas de la atencién de los nifios, las jovencitas poseen un conocimiento muy limitado de cualquiera de las técnicas algo complicadas. Algu- nas pueden efectuar el trabajo mas simple, preparan- do el alimento a cocinar, por ejemplo, pelando ba- nanas, railando coco o recogiendo taro. Pocas saben tejer la sencilla cesta de acarreo. Pero ahora deben aprender a tejer todas sus cestas para llevar viveres, ya seleccionar hojas de taro adecuadas para su co- ‘cimiento, eligiendo sélo las maduras. En la cocina aprenden a hacer palusami, a rallar la pulpa del coco, sazonarla con piedras calientes, mezclaria con agua de mar y tamizar los huesos, verter esta mezcla lechosa en un recipiente apropiado construido con hojas de taro cuyo aromatico pediinculo ha sido secado, envolver éstas en una hoja de arbol del pan y atar apretadamente el pedinculo para hacer una funda que resista duran- 48 ADOLESCENCIA, SE RA EN SAMOA te el proceso de coccion. Deben aprender a entre tun pescado grande en una hoja de palmera o arrollar un manojo de pescaditos en una hoja de arbol de pan; escoger la clase adecuada de hojas para engordar un cocida la comida puesta . Ted es realizado por los muchachos y cuando una joven tiene la labor mas pesada se suele comentar: «Po- no hay muchachos en su casa y siempre debe encender el horno.» Pero las jévenes siempre ayudan, y a menudo hac trabajo. capaces de dedicar un prolongado lapso a alguna actividad consecutiva, las muchachas son enviadas a largas expediciones de pesca. Aprenden a tejer cestas de pescado, a reunir y ordenar los haces de lefia usados en la pesca que se efectiia a la luz de antorchas, azuzar a un pulpo para hacerlo salir gran medusa rosada, lole —nombre que los nos dan también al caramelo—, en una larga cuerda de corteza de hibisco que termina en un reborde de modo de aguja los pescados q igrosos en un p mar nunca dos pulpos hallados en pareja sobre una roca, a fin de que la mala suerte no se apodere del necio pescador. s de esta época su conocimiento de plantas y ¢s principalmente recreativo; el pandano las provee de pepitas para collares; la palmera, de hojas para tejer pelotas; el bananero proporciona hojas para hoja en tiras puede fabricarse un las cortezas de coco cortado por la mitad, con el agregado de cuerdas de cinet, forman una especie de zancos; los capullos del arbol de Pua pueden coserse y transformarse en hermosos collares. Ahora deben aprender a reconocer estos arboles y plantas con hoja de palmera 49 vuuuvveseeeee MARGARET MEAD Propésitos mas serios: deben saber cuando las hojas de pandano estan listas para el corte y cémo cortar las largas hojas de un solo golpe, seguro y rapido; ya dis- tinguen las tres clases de péndano usadas para fabricar diferentes calidades de esteras. Las bonitas semillas de naranja que proporcionan collares tan atractivos y ademas son comestibles, deben ser recogidas ahora como pinceles para adornar Ia tela de corteza. Las hojas de banana se juntan para proteger las fuentes tejidas, para cubrir los pasteles mientras se cocinan y resguardar el humeante horno leno de comida. La ba- nana debe ser descortezada exactamente en el punt adecuado a fin de dejar lisas, flexibles y negras las tiras necesarias para adornar esteras y cestas. Entre las bananas mismas deben distinguirse las que estan maduras como para ser enterradas, las doradas y cur- vas listas para comer, 0 las adecuadas para secarlas al sol y hacer rollos de pastelito de fruta. La corteza de hibisco ya no puede ser desgarrada al azar si se desea luna cuerda como de rafia para un puiiado de conchas; deben efectuarse largos viajes al interior a fin de esco- ger corteza de calidad conveniente para el tejido. En Ia casa, la tarea principal de la joven es aprender a tejer. Tiene que dominar varias técnicas diferentes. Primero aprende a tejer ramas de palmera; la nerva- tral de sus hojas sirve de borde a la cesta aa la estera, y sus hojuelas ya estén dispues- tas como para ser tejidas. Con las hojas de palmera aprende a tejer una cesta de acarreo hecha con media hoja, trenzando las hojuelas y curvando la nervadura para formar un borde. Luego se le ensefia a tejer las persianas que cuelgan entre los postes de la casa, co- locando media hoja sobre otra y trenzando las hojue- las. Mas dificiles son las esteras del piso, tejidas con cuatro grandes hojas de palmera y las fuentes de co- mida con sus intrincados disefios. Aprende también a hacer abanicos, unos sencillos, tejidos con dos he- bras, labor que realiza muy bien; otros acordonados, més complicados, que son prerrogativa de tejedoras ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA. mas viejas y diestras. Por lo comin, alguna mujer mayor de la casa ensefia a tejer a la muchacha y se ocupa de que haga por lo menos un articulo de cada clase, pero sdlo requiere de ella que produzca en can- tidad las cosas mas simples, como las persianas. Con el pandano aprende a tejer las esteras comunes para el suelo, uno o dos tipos de alfombras mas complicadas, y después, cuando tiene trece o catorce afios, empieza ‘Su primera estera fina. La estera representa el punto maximo del virtuosismo samoano en el tejido. Tejidas con la mejor calidad de pandano remojado, desecado y raspado hasta haber adqurido una blancura dora- da y una delgadez de papel, con hebras que tienen mas ‘© menos cuatro milimetros de ancho, se tarda uno 0 dos afios en terminarlas, y son tan suaves y flexibles como el lino. Forman la unidad de valor y deben in- cluirse siempre en la dote de la novia. Las muchachas Fara vez terminan una estera fina antes de los diecinue- ve 0 veinte afios de edad, pero la tienen comenzada, y, envuelta en otra mas ordinaria, permanece. entre las vigas como testimonio de la laboriosidad y habilidad manual de la joven. Se ensefia a las muchachas los ru- dimentos de la fabricacién de tela de corteza; saben seleccionar y cortar las varas de morera de papel, pelar la corteza, abatanarla después que ha sido raspada por manos mas expertas. El modelado de la tela con una tablilla patrén o por dibujo a pulso se deja para los adultos de mds experiencia. A través de este periodo de educacién mas 0 menos sistematica, las jévenes mantienen un equilibrio muy delicado entre la reputacién que les da el poseer un minimum necesario de conocimientos y un virtuosismo que plantearia exigencias demasiado gravosas. Las opor- tunidades de matrimonio de una muchacha se ven muy disminuidas si por la aldea circula el rumor de que es Perezosa ¢ inepta para las tareas domésticas. Realiza el tejido rutinario, especialmente persianas y cestas de acarreo. Ayuda en’el trabajo de la plantacién y la coci- na, teje un poquito de su estera fina. Pero desecha el st MARGARET MEAD virtuosismo asi como toda otra clase de responsabili dad, con el invariable comentario «Laititi a'u» («Pero soy muy joven»). Todo su interés se vuelca hacia las aventuras sexuales clandestinas; se contenta con efec- tuar tareas rutinarias, como lo hace también, hasta cier- to punto, su hermano. Pero al muchacho de diecisiete afios no se le aban- dona pasivamente a sus propias ideas. Ha aprendido popa de un bote de pescar. Sabe plantar taro, plantar cocos 0 pelarlo: lumaga; edad de los hombres jévenes y de los adultos sin titulo, grupo llamado, no con eufemismo sino seria- mente, «la energia de la vuelve efi- ciente’ por la rivalidad, el precepto y el ejemplo. Los jefes mas viejos que vigilan las actividades de la Aumaga contemplan con igual severidad toda reincidencia y toda~ precocidad indebida. El prestigio de su grupo es siem- pre tenido en cuenta por la Aumaga de las aldeas veci nas. Sus compafieros ridiculizan y persiguen al mucha- cho que no aparece cuando se realiza cualquier act dad del grupo, ya se trate de un trabajo para la aldea efectuado i plantaciones, la pesca, cocinar para los jefes o hacer una representacion en una visita cere- monial efectuada para alguna muchacha huésped. Ade- més, se brinda a los jévenes muchos més estimulos para aprender y se les abre también una mayor variedad de ‘ocupaciones. No hi izacion profesional entre prerrogativas de las muy viejas, que ensefian el arte ijas y sobrinas de edad mediana. La tinica espe- que toca a la esposa de un orador ofi- a ipo de ca- samiento que exige conocimientos ‘especiales, pues no ine la seguridad de que se casard con un hombre de tal clase. 32 ADOLESCENCIA. SEXO Y CULTURA EN SAMOA Para el muchacho el panorama es diferente. Espera tener algin dia un nombre matai, que lo convertira en miembro del Fono, asamblea de jefes, y le dara el cho de beber kava con los jefes, trabajar con ellos que con los jévenes, sentarse dentro de la casa, aunque su nuevo titulo es sélo de jerarquia «entre los postes» y no de suficiente importancia como para el derecho de posesién de un poste para apo- yar su espalda, Pero rara vez se siente absolutamente seguro de lograr tal nombre. Cada familia posee varios de estos titulos que confiere a los jévenes mas prome tedores de todo el grupo familiar. Cada uno tiene mu- chos adversarios, que también forman parte de la Au- maga, y debe siempre rivalizar con ellos en las activida- des colectivas. Hay asimismo varios tipos de activi- dades en una de las cuales debe especializarse. Debe llegar a ser constructor de casas, pescador,-orador 0 tallador en madera. La pericia en el manejo de alguna técnica debe hacerlo destacar en algo entre sus compa eros. Las hazafias en la pesca significan recompensas inmediatas bajo forma de regalos de comida para ofre- cer a su novia; sin tales regalos serén desdefiados sus progresos. La habilidad en la construccién de casas significa fortuna y posicién, pues el joven que es un debe ser tratado cortésmente como fioma de jefe, com- © precoz, Nunca debe superar sino en algo a sus com- paferos. Tampoco debe despertar el odio de éstos ni la desa- probacién de sus padres que se hallan mucho mas dispuestos a alentar y excusar al holgazin que a per- donar la precocidad. Al mismo tiempo comparte la rencia de su hermana a aceptar responsabilidades, y si llega a descollar ligeramente, sin quedar demasia- do en-evidencia, encuentra excelentes oportunidades de ser designado jefe. Si es suficientemente inteligente 33 MARGARET MEAD. el Fono mismo puede deliberar, buscar un titulo va- cante para conferirselo y comunicarle que puede sen- tarse con los ancianos y recibir su sabiduria, Y sin embargo, se conoce tan bien la repugnancia que sien- ten los jovenes al responder a tal honor, que siempre se toma esta precaucion: «Y si el joven huye, entonces nunca sera designado jefe, sino que siempre debera sentarse fuera de la casa, con los jévenes, preparando y sirviendo la comida de los matais, con quienes no se puede sentar en el Fono.» Atin mas relevantes son las probabilidades de que el grupo familiar confiera un nombre matai al joven dotado. Y matai se desearia ser algin dia, algin lejano dia en que las piernas hayan perdido un poco de flexibilidad y el corazén el gusto por la diversién y la danza. Como me dijo un jefe de intisiete afios: «He sido jefe sélo durante cuatro afios, y mire, mis cabellos estan grises, aunque en Samoa el cabello se torna gris muy lentamente, no en la juven- tud como entre los hombres blancos. Pero siempre debo obrar como si fuera un viejo. Debo caminar gravemente y con paso medido. No puedo bailar, excepto en las ocasiones mas solemnes, ni puedo jugar con los jévenes. Los ancianos de sesenta afios son mis compafieros y acechan todas mis palabras, no sea que cometa un error. Treinta y una personas viven en mi casa. Para ellas debo trazar planes, encontrarles comida y ropa, solucionar sus disputas, arreglar sus casamientos. No hay nadie en toda mi familia que se atreva a regafiar- me © siquiera lamarme con familiaridad por mi nom- bre. Es duro ser tan joven, y ser sin embargo jefe» Y los viejos mueven sus cabezas y convienen en que es impropio ser jefe tan joven. Los defectos de la ambicién natural son ademés contrarrestados por el hecho de que el joven que es designado matai ya no sera el mas excelente entre sus antiguos amigos, sino el miembro mas joven y nuevo del Fono. No puede ya asociarse familiarmente con sus viejos compafieros; un matai debe relacionarse solo 54 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA, con matais, trabajar a su lado en la manigua y sentarse a charlar sosegadamente con ellos al atardecer. De modo que el muchacho considera un dilema mu- cho mas dificil que la muchacha. Le disgusta la respon. sabilidad, pero desea destacarse en su grupo; la hab lidad manual anticipard el dia en que lo nombren jefe; no obstante, es objeto de censura y ridicule si dismi- nuye sus esfuerzos; pero seré reprendido si procede con demasiada presteza; sin embargo, si quiere ganar una novia debe gozar de prestigio entre sus amigos. Y reciprocamente, su prestigio social aumenta con sus hazafias amorosas. De modo que mientras la joven se contenta con una pericia minima, el muchacho es incitado a mayores esfuerzos. Un muchacho se aparta de una joven que no luce estas pruebas de eficiencia y es conocida como torpe e inhabit; teme llegar a querer casarse con ella, Casarse con una joven sin pericia seria un paso peli groso € implicaria una interminable suma de reyertas con su familia. Asi que la muchacha que es notoria- mente inepta debe aceptar amantes casuales, decaden- tes 0 casados, que ya no temen que sus sentidos los arrastren a un matrimonio imprudente Pero la joven de diecisiete afios no desea casarse. todavia. Es mejor vivir como una muchacha sin respon- sabilidades, y con una rica variedad de experiencias emocionales. Este es el mejor periodo de su vida. Hay tantos inferiores a ella a quienes puede intimidar, como superiores que la tiranizan, Lo que pierde en prestigio, lo gana en libertad, Cuida poco de los mas chicos. No ¢ duclen los ojos por fijarlos en el tejido ni su espalda se quicbra, doblada durante todo el dia sobre la tabla de tapa. Las largas expediciones en busca de pescado, comida y materiales para tejer le dan amplias oportu- nidades para las citas. La mejor pericia significaria aumento de trabajo, lo que implicaria tener que vivir encerrada y ademas legar al casamiento en edad mas temprana; y el casamiento, aunque inevitable, debe ser diferido todo lo posible. 35 4, LA FAMILIA SAMOANA En una aldea samoana viven de treinta a cuarenta familias, cada _una de ellas presidida por un jefe lla- mado matai. Estos jefes poseen titulos principales 0 titulos de jefes hablantes, que son los oradores oficia- les, voceros y embajadores de los jefes. En la asamblea formal de la aldea cada matai tiene su sitio, representa a todos los miembros de su familia y es responsable por ellos. Estas familias incluyen a todos los indivi- duos que viven durante un periodo cualquiera de tiem- po bajo la autoridad y proteccién de un matai comin. Su composicién varia desde la familia bioldgica, con- sistente en padres e hijos solamente, hasta familias de quince y veinte personas, emparentadas todas con el matai 0 con su esposa por lazos de sangre, de matti- monio 0 adopcién, pero que a menudo no tienen rela- rechas entre si. Los miembros adoptados de una familia son por lo general, pero no necesariamen- te, parientes lejanos, Viudas y viudos, en especial cuando no tienen hijos, retornan habitualmente junto a sus parientes sangui eos, pero una pareja casada puede vivir con los pa- rientes de cualquiera de sus integrantes. Tal familia no implica necesariamente una solida unidad residen- cial, sino que puede estar diseminada por la aldea en tres 0 cuatro casas. Cuando alguien vive permanente mente en otra afdea no es considerado miembro de la familia, dado que ésta consiste estrictamente en una unidad local. Econémicamente, ta familia constituye también una unidad, pues todos trabajan en las planta- 37 JUS CUUGuLoeeoooent MARGARET M ciones bajo la direccién del matai, quien a su vez les distribuye comida y otros elementos. ia, la edad, mas que el parentesco, otorga autoridad disciplinaria. El matai ejerce autori- dad nominal y cominmente real sobre todos los indi- viduos que se hallan bajo su proteccion, aun sobre su padre y madre. Este control es naturalmente modi cado por las diferencias de personalidad cuidadosa- mente atemperadas, sin embargo, por un reconocimien- to ceremonioso de su posicién. El recién nacido esta en tal familia sometido a todos los individuos, y su situacién no mejora un Apice con la edad, hasta que aparece un nifio mas pequefio en escena. Pero en la mayoria de las casas la posicién de los mas chicos es muy temporaria. Llegan sobrinas y sobrinos 0 primos desamparados para engrosar las jerarquias de la casa, yen la adolescencia una muchacha se halla virtualmen- te en medio de tantos individuos que deben obedecerla, como de personas a quienes debe obediencia. Si bien la eficiencia y la autoconciencia incrementadas la torna- rian quizé turbulenta e inquieta en una familia organi- zada de modo distinto, aqui dispone de amplio cauce para asumir un creciente sentido de autoridad Este desarrollo es perfectamente regular. El matri- monio de una joven implica una diferencia insignifi- cante a este respecto, salvo si consideramos que sus propios hijos aumentan en forma muy notable el sur- tido de subordinados suavemente déciles. Pero las jéve- nes de mas de veinte afios que atin permanecen solteras, no son menospreciadas de ninguna manera ni conside- radas menos responsables que sus hermanas casadas. Esta tendencia a convenir la edad més bien que el estado de matrimonio en principio clasificador es refor- zada fuera de la casa por el hecho de que las esposas de hombres sin titulo, y todas las muchachas solteras que han pasado la pubertad, figuran juntas en la orga- nizacién ceremonial de la aldea. Los parientes que viven en otras casas desempefian también un papel en la vida de los chicos. Cualquier 38 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA, pariente tiene el derecho de exigir servicios personales a los més jévenes, criticar su conducta y mezclarse en sus asuntos. Asi una nifia, al escaparse sola hasta la playa para bafarse, puede tropezar con un primo ma- yor que la pone a lavar o atender a un chico o la manda ‘a buscar cocos para fregar la ropa. Tan estrechamente atada esta la vida diaria a esta servidumbre universal y tan numerosas son las relaciones admitidas en cuyo nombre pueden exigirse servicios, que es casi imposible para los nifios eludir siquiera una hora de vigilancia. Este grupo de parentesco, flojo pero existente, pro- duce también su compensacién. En él un chico de tres afios puede andar a salvo y sin peligro, puede estar seguro de encontrar comida y bebida, una sdbana para envolverse y dormir la siesta, una mano amable para secar lagrimas fortuitas y vendar heridas. Los chiqui- los que faltan al caer la noche son simplemente «bus- cados entre sus allegados», y un nifio cuya madre se ha marchado al interior, a la plantacién, pasa de mano en mano a lo largo de la aldea La jerarquia de la edad s6lo se trastrueca en algunos casos. En cada aldea uno 0 dos altos jefes poseen el derecho hereditario de designar su taupo, princesa ce- remonial, a alguna joven de su casa, La muchacha que a los quince o dieciséis afios se convierte en taupo, es aislada de su grupo de edad y a veces también de su fay inmediata, y rodeada por una aureola de presti- gio. Las mujeres mas viejas de la aldea le recuerdan sus titulos de cortesia, los familiares cercanos a menudo explotan su posicién para fines personales y a cambio de ello muestran gran consideracién por sus deseos. Pero como hay slo dos o tres taupos en una aldea, su ex: traordinaria situacién sirve para acentuar mas bien que para relegar a una posicién inferior la condicién general de las jévenes. Aparejado a esta cnorme difusién de a autoridad existe el temor de ampliar demasiado los lazos de pa- rentesco, temor que se traduce en un mayor respeto por la personalidad. La proteccién de la joven reside 59 MARGARET MEAD justamente en la cantidad de gente que la domina, por que si uno la oprime mucho no tiene mas que trasla. dar su residencia al hogar de algdn pariente més, com. placiente. Es posible clasificar las diferentes casas que se le brindan, segin haya en ellas trabajo mas arduo, menos vigilancia, menos censuras, mayor 0 menor ni mero de coetancos, pocos nifios, mejor comida, ett: Pocos chicos viven mucho tiempo en una casa, sino que estén continuamente probando otras residencias posi- bles. Esto puede hacerse con el pretexto de visitas y sin que se picnse en una bribonada. Pero en cl momento cen que aparece la mas leve molestia en la casa, la pro- babifidad de fuga modera la disciplina y a sensacién de dependencia que experimenta Nunca un nifio samoano, excepto la taupo 0 cuente descubierto, tiene que luchar con la sensacién de estar atrapado. Hay siempre parientes a quienes puede acudir. Esta es la invariable respuesta que un samoano da cuando se le presenta algun atolladero fa- miliar: «Pero se iré a casa de otro pariente.» Tedrica- mente el cupo de parientes es inagotable. A menos el vagabundo haya cometido algin gravisimo delito, como el incesto, sélo le es necesario apartarse formal- mente de la propia casa. Asi, la joven que ha sido cas- tigada severamente a la mafiana por su padre, aparecera viviendo como en un altivo santuario a sesenta metros de distancia, en una casa diferente. Tan estimado es el sistema de refugio consanguineo, que un hombre si titulos 0 de categoria inferior arrancaria las barbas al Pariente mas noble que viniera a reclamar la devolucion del nifio fugitivo. Con gran cortesia interminables expresiones conciliatorias solicitaré a su noble jefe que vuelva a su noble hogar y permanezca alli tranquila- mente hasta que se le pase su noble ira contra su noble nifo. El parentesco mas importante! que influye sobre la vida de los jévenes, en una casa samoana, es el exis: 1. Véase et Anéndice, pag. 231 60 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA. tente entre los varones y mujeres que se Haman her: mano y hermana, sea por consanguincidad, casamicnto © adopcidn, y la relacién entre parientes mayores y menores. El acento que recae sobre la diferencia de sexo entre coetdneos y la atencién prestada a la edad del pariente son ampliamente explicados por las con- diciones de la vida familiar. Los parientes de sexo opuesto tienen un rigido cédigo de etiqueta prescrito para todos los contactos mutuos. Después de haber aleanzado los aflos en que comienza a tener juicio, nueve 0 diez en este caso, no pueden tocarse uno a otro ni sentarse a comer juntos, hablarse con fami ridad, 0 mencionar algun asunto salaz en presencia mutua. No pueden estar juntos en ninguna casa, ex: cepto la propia, a menos que media aldea esté reunida alli, No pueden caminar juntos, usar uno las posesio- nes’ del otro, bailar en la misma pista 0 tomar parte en cualquiera de las actividades del mismo grupo. Esta estricta prohibicién se aplica a todos los indivi- duos de sexo opuesto que se hayan criado juntos o entre quienes se reconozca una relacién consanguinea © politica, y rige para las diferencias de edad menores de cinco afios. La conformidad con este taba respecto del hermano 0 hermana comienza cuando el menor de los nifios se siente avergonzado ante el contacto del mayor, y continiia hasta la edad adulta en que los dos viejos, decrépitos y desdentados. pueden sentarse de nuevo en Ia misma estera sin sentirse avergonzados, Tei, palabra cquivalente a pariente joven, recalca la relacién mas cargada de emocién. El primer entu- siasmo maternal de una joven nunca se dedica a su hijo sino a algin pariente joven. Son las muchachas y las mujeres las que usan mas este término, y con- tindan usandolo carifiosamente hasta después que ellas y los nifios a quienes se aplica se han desarrollado plenamente. El muchachito, a su vez, dedica su entu- siasmo a otro mas joven sin manifestar ningiin afecto por los padres adoptivos. La palabra aiga se emplea generalmente para abar- 61 MARGARET MEAD car todas las relaciones consanguineas, por matrimo- nio y adopcién, y el tono emocional parece ser el mismo fen todos Jos casos. La relacién matrimonial es con: derada sélo en tanto un verdadero casamiento vincula a los grupos emparentados. Si el matrimonio es roto fen cualquier forma, por desercién, divorcio o muerte, la relacién se disuelve y los miembros de las dos fa: milias quedan en libertad de casarse entre si. Si el ma- trimonio deja hijos, existiré una relacién reciproca entre las dos casas mientras el nifio viva, pues la familia de la madre siempre tendré que contribuir con una clase de bienes y la del padre con otra, en las ocasiones en que los mismos deban ser entregados en nombre del nifo. Un pariente es considerado como alguien sobre quien uno tiene una cantidad de derechos y a quien se debe tuna cantidad de obligaciones. A un pariente se le puede pedir comida, vestido y amparo, o ayuda en una con- tienda familiar. El rehusar tal peticidn lo tacha a uno de mezquino y carente de bondad humana, la virtud mas estimada entre los samoanos. En el periodo en que se ofecen tales servicios, no se realiza ningin pago definido, excepto en el caso de la distribucién de comida a todos los que participan en una empresa militar. Pero se guarda el calcul cuidadosamente del valor de los bienes dados y del servicio cumplido, y se solicita un regalo de retribucién en la primera uportunidad. No obstante, en la teoria nativa los dos actos son separa- dos, transformandose cada uno, a su vez, en un «men- digo», un pensionista a expensas de la generosidad del un cinturén especial que aludia delicadamente a la causa de su visita. Un viejo jefe me proporcioné una descrip- cidn grafica de la conducta de alguien que habia llegado a pedir ua favor a un pariente. «Llegard a primera hora de la mafana y entraré, silenciosamente, sentandose en el fondo de ta casa, en el lugar de menos honor. Usted dird: "ya que has venido, jbienvenido!”, y él contes- tard: “He venido realmente, con perdon de tu noble 2 ADOLESCENCIA. SEXO Y CULTURA EN SAMOA. presencia.” Entonces usted dira: “;Tienes sed? jAy de mi por tu Ilegada!, poco bueno hay en la casa.” Y él contestara: “Dejadlo, gracias, pues en verdad no tengo hambre ni sed.” El se sentard, usted se pasar sentado todo el dia y no se mencionars el propdsito de su llega- da. Todo el dia permanecera sentado y limpiara las ce- nizas de la tierra, ejecutando esta sucia y servil tarea con grandisimo cuidado y atencién. Si alguien debe marchar hacia la plantacién en busca de comida, él es quien primero se ofrece para ir. Si alguien debe ir a pescar y Ilenar el fondo de una canoa, con seguridad él se mostrar encantado de ir, aunque el sol queme y su viaje hasta alli haya sido largo. Y todo el dia esta usted sentado y se pregunta: “gCual puede ser la cau- sa de que haya venido? ¢Es ese cerdo enorme lo que quiere 0 se ha enterado quizé de que mi hija acaba de terminar un trozo de tapa grande y hermoso? ¢Seria tal vez bueno enviar esa tapa de regalo, segun yo lo habia planeado, a mi jefe hablante, enviarlo ahora, a fin de poder negarme con toda buena fe?” Y el pariente recién Uegado sigue sentado, estudia su semblante y se pregunta si usted apoyara su solicitud. Juega con los nifios pero rehiisa el collar de flores que ellos han tejido para él y se lo da en cambio a su hija. Finalmen- te, desciende ia noche. Es hora de acostarse y todavia él'no ha hablado. Entonces por ultimo usted le dic ‘Lo, querria irme a dormir. ¢Quieres dormir ti tam- bién 0 deseas volver al lugar de donde has venido Y solo entonces él hablard y transmitira el anhelo de su corazén.» Asi, la vida de la familia pasa por las intrigas, las necesidades, las obligaciones del grupo mas amplio: de parentesco, que enhebra sus idas y venidas por mu- chas casas y aldeas, y las recuerda todas cuidadosa- mente. Un dia son los parientes de la esposa que vienen @ pasar un mes o a pedir prestada una estera fina; al dia siguiente son los del esposo; al tercero, una so- brina, valiosa trabajadora en la casa, puede ser llamada 63 MARGARET MEAD de su hogar a causa de la enfermedad de su padre. Muy rara vez viven todos los nifios pequerios de una familia biolégica en la misma casa, pero si bien las dema son supremas en la las de la vida pariente cercano, hard voiver a los vagabundos al hogar. Las obligaciones de brindar una ayuda general 0 servicios especificos tradicionalmente requeridos, como en un casamiento oun siguen las lineas del parentesco, no las de las casas. Pero un casamiento que dura muchos afios ata a los grupos de parentesco del esposo y la esposa tan estrechamente, que, seguin todas las evidencias, es la unidad de la casa la que ayuda y accede a una’peticién presentada por un pariente de cualquiera de los dos. Solo en familias de alta jerarquia, donde el lado femenino tiene prioridad en las decisio- nes y en la provision de la taupo, la princesa de la casa, y la rama masculina prioridad en la obtencién del titulo, el verdadero parentesco consanguineo con- timia siendo un asunto de gran importancia prictica; y esa importancia se pierde en el grupo de parentesco menos intimo, constituido como esta por los tres prin- cipios de la consaguineidad, el casamiento y la adop- ciéa, y vinculado por los lazos comunes del vivir coti- diano y la mutua dependencia econémica. El matai de una casa esta tedricamente exento de la ejecucion de pequefias tareas domésticas, pero en la prictica muy pocas \vces es asi, excepto en el caso de tun jefe de elevado rango. No obstante, se le acuerda siempre el papel principal en cualquier empresa indus- trial; adereza el cerdo para los banquetes y abre los cocos que los muchaches y las mujeres han recogido. La comida familiar esta a cargo de los hombres y de las mujeres, pero el grueso del trabajo recae sobre los nifios y los jévenes. Los viejos hilan la fibra del coco, y trenzindola hacen el cordel nativo que se usa para cl sedal y la red de pescar, para coser y uni las partes de la canoa y fijar las diferentes partes de una casa en construccién. Junto con las ancianas, que efectian el 64 Ac TURA EN SAMOA grueso del tejido y composicién de la tela de corteza, vigilan a los chicos que se quedan en la casa. La pesada y rutinaria faena de la aj a descansa sobre las mujeres, que se responsabilizan de escardar, tar y transportar la comida, y recoger varas de cuya corteza se pelara para hacer el tapa, y corteza de hibisco y hojas de pandano para tener e mujeres también cangrejos y in el agua, cuidan la Limpara (hoy, excepto en po de gran escasez en que se recurre al aceite de de cco, los natives usan limparas de kerosene y nas) y barren y limpian la casa. Las tareas estan gra: duadas de acuerdo con un justo reconocimient: capacidad, la cual difiere con la edad, y salvo en de viduos de jerarquia muy alta, cuando se a tarea es porque una persona mas joven tiene habi- por debajo de la digni La jerarquia en tuamente, pero la primera apenas afecta a los el padre de una muchacha es marai de la misma casa en que vive, ell sus decisio nes, Pero si él y su esposa pueden protegerla de los abusos padre. En el primer caso, el desacuerdo con su padre significa dejar la casa e ir a segundo, puede significar de un alto jefe o de un inte se concede mas atencién al ceremo- jidad. Los nifios son mejor educados mas arduamente. Pero aparte de la je una familia que depende del rango s de rangos muy diferentes pueden resultar muy similares para los chicos. A ellos les inte: resa habitualmente mas el temperamento de los que ejercen la autoridad que su jerarquia. Un tio de otra aldea que sea un jefe muy elevado, es de mucha menos de su jefe, fa 65 De error" ~ Vwroewewvyweuveys MARGARET MEAD significacion en la vida de un nifio que alguna vieja Su propia casa que posea un humor temible. Sin embargo, el rango otorgado no por el nacimiento sino por el titulo es muy importante en Samoa. La tuacién de una aldea depende del rango de su alto jet y el prestigio de una casa depende del titulo de su ‘matai. Los titulos son de dos clases: jefe y jefes habla tes; cada t ica, ademas de la casa, muchos otros deberes y prerrogativas. Los samoa- nos encuentran en la jerarquia una inagotable fuente de interés. Han inventado un complicado lenguaje de cortesia que debe emplearse con las personas de jerar- quia; una intrincada etiqueta rodea a cada rango de la sociedad. Algo que concierne a sus padres de manera tan intima, no puede dejar de reflejarse indirectamente en la vida de algunos de los hijos. Esto es particular- mente cierto en las relaciones entre los nifios de las casas donde existen titulos que algunos de ellos alcan- zaran un dia. La forma en que estos lejanos problemas de la vida adulta influyen en la vida de nifios y jévenes puede comprenderse mejor siguiendo su efecto en la de determinados nifios. En la casa de un alto jefe llamado Malae vivian dos chiquillas, Meta, de doce afios, y Timu, de once. Meta era una nifiita segura de si misma y eficaz. Malac la habia tomado de la casa de la madre —que era su prima— porque mostré una inteligencia y precocidad inusitadas. Timu, por el contrario, era una nifia anor- malmente timida, atrasada, de inteligencia inferior a su edad. Pero la madre de Meta era tan s6lo prima lejana de Malac. Si después de casada’no se hubiera ido a vivir a una aldea extrafia, donde Malae residia temporal- mente, su hija Meta quizi no se habria hecho notar unca ante su noble pariente. Y Timu era hija unica de la difunta hermana de Malae. Su padre habia perte- necido a la clase cuarta, lo cual sirvié para marcarla y aumentar su timidez, Bailar era una agonia para ella. Huia precipitadamente de la voz admonitora de los adultos. Pero Timu seria la futura taupo princesa de 66 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA Malae. Era bonita, cualidad admitida como esencial, provenia de la rama femenina de la casa, origen prefe- rido para una taupo. Asi, Meta, la mas capaz en todo sentido, fue arrinconada, y Timu, que se sentia des chada frente a toda atencién que recibia, fue levada primer plano. La mera presencia de otra nifia mas habil y emprendedora tendia a acentuar el sentimiento de in- ferioridad de Timu, pero esta publicidad la ahondé penosamente. Incitada a bailar en toda ocasién, se inte- rrumpia cada vez que sorprendia la mirada de un espec- tador y permanecia un momento retorciéndose las ma- nos antes de continuar la danza. En otra casa este mismo titulo de taupo de Malae desempefié un papel distinto. Esto ocurrié en la casa de la tia paterna de Malae, que vivia con su esposo en casa de huéspedes de aquél, en su aldea nativa. Su hija mayor, Pana, poseia el titulo de taupo de la casa de Malae. Pero Pana tenia veintiséis afios y era soltera todavia. Debia casarse pronto, y en consecuencia habia que encontrar otra joven que recibiera el titulo. Timu era atin demasiado joven. Pana tenia tres hermanas menores que, por nacimiento, eran candidatas inmejo- rables al titulo. Pero Mele, la mayor, de veinte afios de edad, era coja, y Pepe, de catorce, tuerta y una retozona incorregible. La menor era atin mas joven que Timu, de manera que las tres estaban practicamente excluidas de la sucesion. Este hecho influy6 favorablemente en la posicién de Filita, que tenia diecisiete afios y.era so- brina del padre de las otras nifias; si bien no tenia posibilidad de alentar pretensiones a un titulo en la casa de Malae, habia vivido con sus primas desde la infan- cia. Filita era agradable, eficiente, correcta, ni coja como Mele, ni tuerta ni tunantuela como Pepe. Es verdad que no podia confiar en llegar a ser taupo, pero tampoco lo podian aquéllas a pesar de su nacimiento distinguido, de modo que la paz y la amistad reinaban a causa de los defectos de las primas de Filita. Empero, otra nifia en- tr6 en el circulo de influencia del titulo. Fue Paula, otra primita que vivia en otra aldea. Pero su lejano paren- 0 MARGARET MEAD significacion en la vida de un nifio que alguna vieja su propia casa que posea un humor temibl Sin embargo, el rango otorgado no por el nacimiento sino por el titulo es muy importante en Samoa. La tuacion de una aldea depende del rango de su alto jet y el prestigio de una casa depende del titulo de su ‘matai. Los titulos son de dos clases: jefe y jefes hablan- tes; cada titulo implica, ademas de la direccion de una casa, muchos otros deberes y prerrogativas. Los samoa- nos encuentran en la jerarquia una inagotable fuente de interés. Han inventado un complicado lenguaje de cortesia que debe emplearse con las personas de jerar- quia; una intrincada etiqueta rodea a cada rango de la sociedad. Algo que concierne a sus padres de manera tan intima, no puede dejar de reflejarse indirectamente en la vida de algunos de los hijos. Esto es particular- mente cierto en las relaciones entre los nifios de las casas donde existen titulos que algunos de ellos alcan- zarin un dia. La forma en que estos lejanos problemas de la vida adulta influyen en la vida de nifios y jévenes puede comprenderse mejor siguiendo su efecto en la de determinados nifios. En la casa de un alto jefe llamado Malae vivian dos chiquillas, Meta, de doce afios, y Timu, de once. Meta era una nifiita segura de si misma y eficaz. Malac la habia tomado de la casa de la madre —que era su prima— porque mostré una inteligencia y precocidad inusitadas. Timu, por el contrario, era una nifia anor- malmente timida, atrasada, de inteligencia inferior a su edad. Pero la madre de Meta era tan slo prima lejana de Malac. Si después de casada‘no se hubiera ido a vivir a una aldea extrafia, donde Malae residia temporal- mente, su hija Meta quizi no se habria hecho notar nunca ante su noble pariente. Y Timu era hija nica de la difunta hermana de Malac. Su padre habia perte- nccido a la clase cuarta, lo cual sirvié para marcarla y aumentar su timidez, Bailar era una agonia para ella. Huia precipitadamente de la voz admonitora de los adultos. Pero Timu seria la futura taupo 0 princesa de 66 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA Malae. Era bonita, cualidad admitida como esencial, provenia de la rama femenina de la casa, origen prefe. rido para una taupo. Asi, Meta, la mas capaz en todo sentido, fue arrinconada, y Timu, que se sentia desdi chada frente a toda atencién que recibia, fue levada al primer plano. La mera presencia de otra nifia mas hat y emprendedora tendia a acentuar el sentimiento de i Terioridad de Timu, pero esta publicidad la ahondé penosamente, Incitada a bailar en toda ocasién, se inte- rrumpia cada vez que sorprendia la mirada de un espec- tador y permanecia un momento retorciéndose las ma- nos antes de continuar la danza. En otra casa este mismo titulo de taupo de Malae desempefié un papel distinto. Esto ocurrié en la casa de la tia paterna de Malae, que vivia con su esposo en la casa de huéspedes de aquél, en su aldea nativa. Su hija mayor, Pana, poseia el titulo de taupo de la casa de Malae. Pero Pana tenia veintiséis aos y era soltera todavia. Debia casarse pronto, y en consecuencia habia que encontrar otra joven que recibiera el titulo, Timu era atin demasiado joven. Pana tenia tres hermanas menores que, por nacimiento, eran candidatas inmejo- rables al titulo. Pero Mele, la mayor, de veinte aiios de edad, era coja, y Pepe, de catorce, tuerta y una retozona incorregible. La menor era atin mas joven que Timu, de manera que las tres estaban practicamente excluidas de la sucesion. Este hecho influyé favorablemente en la posicién de Filita, que tenia diecisiete afios y.era so- brina del padre de las otras nifias; si bien no tenia posibilidad de alentar pretensiones a un titulo en la casa de Malae, habia vivido con sus primas desde la infan- cia. Filita era agradable, eficiente, correcta, ni coja como Mele, ni tuerta ni tunantuela como Pepe. Es verdad que no podia confiar en llegar a ser taupo, pero tampoco lo podian aquéllas a pesar de su nacimiento distinguido, de modo que la paz y la amistad reinaban a causa de los defectos de las primas de Filita. Empero, otra nifia en- tr6 en el circulo de influencia del titulo, Fue Paula, otra primita que vivia en otra aldea. Pero su lejano paren- 6 MARGARET MEAD tesco y posibles aspiraciones fueron compictamente os- curecidos por el hecho de que era la Unica nieta del jefe mas poderoso de su propia aldea, e inevitablemente se transformaria en la taupo de ese titulo, de manera que su vida estaba a cubierto de toda otra posibilidad. ‘Asi, pues, habia seis nifias, ademas de la ‘aupo actual, que se hallaban expuestas a la influencia, buena o mala, de la perspectiva de heredar el titulo. Pero como rara vez hay mas de una o dos taupos en una aldea, estas influencias son bastante reducidas en comparacién con el papel que desemperia la jerarquia en la vida de los muchachos, pues hay cominmente uno o mas nombres de matai en cada grupo de parentesco. La rivalidad ocupa aqui un plano mucho mas des- tacado. En la eleccién de taupo 0 de manaia (cl here- dero forzoso titular), existe un intenso prejuiciv en favor del parentesco consanguineo, asi como también lo hay en la eleccién de la taupo por la linea femenina y el manaia por la masculina. Pero en provecho de la eficiencia, este esquema habia sido modificado, de ma- nera que casi todos los titulos eran asumidos por los jovenes mas capaces del grupo de parentesco y afinidad. Asi sucedia en Alofi. Tui, jefe importante de la aldca, tenia un hijo, muchacho inteligente y habil. Los her- manos de Tui eran torpes ¢ ineptos, sucesores inade- ‘mozo cuados del titulo. Uno de ellos tenia un hijo fe imbécil y nada atractivo. No habia otros varones grupo de parentesco cercano. Se presumia que el hijo indudablemente elegible sucederia al padre. Pero al cum- plir los veinte afios murié. El pequcfio sobrino apenas prometia un desarrollo satisfactorio; por tanto Tui op por escoger fuera de su aldea o de su grupo de pare tesco cercano. El sentimiento localista se hallaba muy arraigado en la aldea de Tui. Los parientes consangui- neos de Tui vivian en aldeas muy distantes; eran extra. fios. Si él no queria buscar entre ellos un joven prome- tedor a quien pudiera educar como sucesor, debia tra- tar de encontrar un esposo aceptable para su hija 0 buscar sucesor entre la gente de su esposa. Provisional- 68 \DOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA mente decidié esto ultimo, y un hijo de su cufiado vino a vivir a su casa. El nuevo padre prometié al muchacho que luego de un afio, si se mostraba digno de ello, to- maria el nombre de su primo muerto. En la familia del alto jefe Fua se presentaba un pro- blema muy diferente. Su titulo era el mas honorifico de Ja aldea. Tenia mas de sesenta afos y la cuestién de la sucesion era muy discutida. Los muchachos de su casa eran su hijo mayor, ilegitimo; Molo y Nua, hijos de su hermana viuda; Sisi, el hijo de su primera esposa legal (pues era divorciado y vuelto a casar en otra isla); Tuai, el esposo de su sobrina, la cual era hermana de Molo y Nua. Y en la casa del hermano mayor de Fua vivia el hijo de la hija de su hermano, Alo, joven de gran futuro. Aqui habia bastantes aspirantes como para originar una viva rivalidad. Tuai era el mayor; tranqui- lo, capaz, sus esperanzas no eran suficientes como para influir en su conducta, excepto en cuanto lo hi mas propenso a ejercer derechos de ancianidad sobre los hermanos menores de su esposa, cuyos titulos eran superiores a los suyos. Le seguia en edad Tata, el hu- rafio y cejudo bastardo, cuyas probabilidades eran in- ficantes en tanto existieran hijos legitimos que con- tuvieran sus aviesas pretensiones. Pero Tata no per las esperanzas. Precavido, de espiritu tortuoso, observé y aguardé. Estaba enamorado de Lotu, hija de un jefe ‘nablante cuya jerarquia era sélo mediana. Para uno de los hijos de Fua, Lotu habria sido un buen partido. Pero siendo el hijo bastardo de Fua el que tenia preten- siones de llegar a jefe, debia cdsarse lujosamente 0 no casarse. Los dos sobrinos, Molo y Nua, interpretaban distintos papeles. Una, el menor se marché a buscar for- tuna como marinero nativo en la base naval. Esto sig- nificaba un ingreso regular, algun conocimiento del glés, € implicaba cierto prestigio. Molo, el hermano mayor, permanecié en ef hogar y se volvié indispensa- ble. Era el tamajafine, et nifio proveniente de la rama femenina, y su papel consistia en considerar indispen- sable su posicién dentro de la familia; ser el tamafafine 69 MARGARET MEAD de la casa de Fua: gqué més podia pedir nadie para gozar inmediatamente de prestigio? En cuanto a su fu- turo... su modo de ser era perfecto. Todos estos jévenes, y también Alo, el adolescente sobrino, eran miembros de la Awmaga, y se hallaban maduros y listos para asu- mir responsabilidades propias de los adultos. Sisi, el hijo legitimo, de dieciséis afios de edad, era aun’ un muchacho; esbelto, modesto, presumia mucho menos de su posicién como hijo y heredero forzoso que su primo. Era un shocito atractivo e inteligente. Si su pa- dre legaba a vivir hasta que Sisi tuviera veinticinco 0 treinta afios, su sucesion parecia inevitable. Aunque el padre muriera antes, el titulo hubiera podido corres- Ponderle. Pero en esta ultima posibilidad habia un pe- ligro. Samala, el hermano mayor de su padre, tendria fuerte voz en la eleccién de un sucesor del titulo. Y Alo era también el nieto adorado de Samala, hijo de su fa vorita. Alo era el modelo de todo lo que un joven debia ser. Evitaba la compafiia de mujeres, se quedaba mucho tiempo en su casa e instruia rigurosamente a su herma- no y hermana. Mientras los demas muchachos jugaban al cricket, él se sentaba a los pies de Samala y repetia Benealogias de memoria. Nunca olvidaba que habia na- ido en Safua, la casa de Fua, Mas capaz que Molo, sus derechos al titulo eran practicamente tan legitimos como los de aquel, aunque dentro del grupo fami aventajaria Molo, proveniente de la rama femenina. De modo que Alo era el rival mas peligroso de Sisi, en caso de que su padre muriera. Si Fua llegaba a vivir vein- te aflos mas, su sucesion estaba expuesta a otra ame- naza. Fua se habia vuelto a casar recientemente con tuna mujer de elevada jerarquia y gran fortuna que tenia un hijo ilegitimo de cinco afios, llamado Nifo. Pensando siempre en este chico hizo todo lo que pudo para minar la posicién de Sisi como heredero forzoso, y existian muchas posibilidades de que aumentando su ascenden- cia sobre Fua, a medida que éste envejecia, pudiera lo- grar que Nifo fuera nombrado su sucesor. Su ilegitimi- dad y falta de lazos consanguineos serian compensados 70 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA or la rama femenina, de la y heredaria una gran por el hecho de que era hijo, la familia mas noble de la fortuna de su madre. De caracter diferente era el problema que afrontaba Sila, hija politica de Ono, un matai de baja categoria. Era la mayor entre siete nifios. Ono era un viejo de- crépito ¢ ineficaz. Lefu, la madre de Sila y su segunda esposa, estaba desgastada, fatigada por haber dado a luz once hijos. Los tinicos varones adultos de la casa eran Laisa, hermano de Ono, anciano como él, y el hok gazin y desalifiado hijo de Laisa, hombre de treinta aflos, cuyo tinico interés en la vida eran los lances amo- rosos. Eludia la responsabilidad del matrimonio como todas las demas. La hermana que seguia a Sila tenia dieciséis afios. Habia abandonado el hogar y vivia, ora con sus parientes. Sila tenia veintidés afios. Se habia casado a los dieciséis contra su volun- tad, con un hombre mucho mayor que ella, que la habia castigado por sus maneras infantiles. Después de dos afios de matrimonio habia abandonado a su es- poso e ido a vivir con sus padres, evandose a su varon- cito de dos afios, que ahora tenia cinco. A los veinte habia tenido relaciones amorosas con un muchacho de su aldea, y concebido una hija, fallecida pocos meses después. Luego que su hija muri, fue abandonada por su amante. A Sila le disgustaba el matrimonio. Era es- crupulosa, lenguaraz, laboriosa. Trabajaba incansable- mente para su hijo y sus pequefios hermanos y herma- nas. No deseaba volver a casarse. Pero habia tres ancianos y seis chicos en su casa, y sélo ella y su pere- z0so primo podian mantenerlos. Entonces dijo desalen- tadamente: «Me parece que me voy a casar con ese «Qué muchacho, Sila?s, pregunté. «El pa- 10 que se me ha muerto.» «Pero yo creia que tH no Io querias como esposo.» «Ni lo quiero ahora. Pero debo encontrar a alguien que aticnda a mi fami lia.» ¥ en verdad no habia otro camino. El titulo de su Padre politico era muy bajo. No habia jévenes en la familia que lo sucedieran, Su amante era trabajador y n de categoria atin mas baja. El anzuelo del titulo asegu: raria un trabajador para la familia. ¥ asi, en muchas casas, la sombra de la nobleza cae sobre los nifios, a veces levemente, otras pesadamente, a menudo mucho antes de que sean lo bastante mayores como para comprender el significado de estas intru siones del mundo de los adultos. R 5. LA NINA Y SU GRUPO DE EDAD Las nifias se vinculan muy poco con sus coeténeas hasta que tienen por lo menos seis o siete afios de edad. Hermanos, hermanas y primos que viven en la misma casa, por supuesto se divierten y juegan juntos, pero fuera de la casa cada chico se adhiere férreamente a su guardian de mas edad y sdlo entra en contacto con otros nifios en caso de que las pequefias nodrizas sean amigas. Pero a los siete afios de edad, mas 0 menos, comienzan a formar grupos mas amplios, una especie de asociacién voluntaria que nunca existe en la vida posterior, es decir, un grupo reclutado entre ambos grupos de parentesco y vecindad. Estos estan estricta- mente divididos de acuerdo con el sexo, y el antagonis- mo entre las nifias y los nifios es uno de los rasgos salientes de la vida de grupo. Las nifias empiezan pre- cisamente a avengonzarse en presencia de hermanos mayores y comienza a ponerse en vigor la prohibicion de que una nifia se incorpore a un grupo de varones. El hecho de que los muchachitos tengan menos obliga- ciones y puedan disponer de una zona mas vasta para su busqueda de aventuras, mientras las chicas ticnen que llevar consigo sus pesadas y pequefias cargas, crea también una diferencia entre los sexos. Los grupos de nifios que se vinculan a alguna actividad adulta, abar- can a menudo tanto a las chicas como a los varon pero aqui el principio de asociacién consiste simple- mente en la discriminacién de la edad por parte de los padres, mas bien que en la asociacién voluntaria por parte de los nifios. B vv vss eees MARGARET MEAD Estas pandillas compuestas de nifios de la misma edad se integran habitualmente con chicos que viven ‘en ocho 0 diez casas contiguas.' Son asociaciones elis- ticas y fortuitas, cuyos miembros manifiestan una vivida hostilidad hacia sus coeténeos pertenecientes a las al- deas vecinas, y a veces hacia otras pandillas de su misma aldea. Los laz0s consanguineos atraviesan estos alinea- mientos de vecindad, de manera que un chico puede estar en buenos términos con los miembros de dos o tres grupos diferentes. Un nifio extrafio de otro grupo, siempre que viniera solo, podria cominmente hallar re- fugio al lado de un pariente. Pero las nifias de Siufaga miraban con desagrado a las de Luma, la aldea mas cercana, y ambas miraban con recelo atin més profundo a las de Faleasao, poblacin a la que se llegaba en veinte minutos. Sin embargo, las animosidades creadas por estas divisiones eran temporales. Cuando el hermano de Tua estuvo enfermo, toda su familia se trasladé desde el extremo mas lejano de Siufaga hasta el coraz6n de Luma, Durante unos cuantos dias Tua rondé muy tris- temente por la casa hasta que fue amablemente acep- tada, al cabo de una semana, por las chicas del centro de Luma. Pero cuando retorné a su aldea algunas sema- nas después, se convirtié de nuevo en una chica de ‘Siufaga, objeto predilecto de desprecio socialmente ins- tituido y de bromas para sus recientes compafieras. No se forjan amistades muy intensas a esta edad. La estructura del grupo fundado sobre el parentesco y la vecindad, eclipsa a las personalidades que lo componen. Ademas, el afecto mas profundo se reserva siempre para los parientes cercanos, y las parejas de hermanitas reem- plazan a las camaradas, El comentario occidental acerca de una amistad: «Si, Maria y Julia son como hermanas», se convierte en Samoa en el siguiente: «Pero ella es una parienta.» Las mayores defienden a las mds pequefias, las miman, les tejen collares de flores y les regalan sus mas preciadas conchas. Este aspecto del parentesco es 1. Véanse los Mapas de Vecindario. Apéndice I, pag. 233 ™ ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA el tinico elemento permanente en el grupo, y aun él se ve amenazado por cualquier cambio de residencia. El tono emocional que acompafa a los habitantes de una aldea extrafia hace que hasta un primo bien conocido aparezca como forastero, De los diferentes grupos de chiquillas habia s uno con caracteristicas tales que permitian clasificarlo como pandilla, Un accidente de residencia explica que el desarrollo mas intenso del grupo ocurriera en el cen- tro de Luma, donde vivian muy juntas nueve nifias de casi igual edad y con numerosos vinculos de parentesco. El desarrollo de un grupo cuyos miembros jugaban so- lamente entre si y mantenian una hostilidad bastante coherente hacia los de afuera, parecia basarse mas en una cuestién de residencia que en la influencia dotada de facultades directivas. Las nueve nifias de este grupo eran menos timidas, menos suspicaces, mas generosas entre si, mas socialmente emprendedoras que las de- mas de la misma edad, y, en general, reflejaban los efec- tos socializantes de la vida de grupo. Fuera de este grupo, las chicas de esta edad tenian que depender mu- cho mas de su grupo de parentesco inmediato, refor- zado tal vez por el agregado de uno o dos vecinos. Cuan- do la personalidad de una nifia se destacaba, era mas por el efecto de un ambiente hogarefio excepcional que como resultado del trato social con chicos de su’mis- ma edad. Las nifias de esta edad no tenian otras actividades de grupo que el juego, en directa antitesis con la vida de hogar, donde la unica funcién de la nifia era el trax bajo: atencién de los nifios y ejecucién de tareas mul- tiples y triviales y numerosos recados. Se reunian al comienzo del atardecer, antes de la cena samoana, y a veces durante la hora general de siesta, por la tarde. En las noches ‘de luna recorrian la aldea, atacando a las Pandillas de muchachitos 0 huyendo, atisbando a través de las persianas bajas, atrapando cangrejos de tierra, acechando a enamorados errantes o arrastrandose para observar un nacimiento o un aborto en alguna casa dis- 15 MARGARET MEAD tante. Poseida de temor hacia los jefes, los chicos, los parientes y los fantasmas, ninguna pandilla compuesta por menos de cuatro o cinco integrantes se arriesgaba a Iniciar estas excursiones nocturnas. Eran verdaderos grupos de pequefios foraji nes de las tareas mieato de parentesco y loc: por ef tiempo robado, la necesidad de tamente los planes del grupo, y el castigo que pendia sobre la cabeza de las chicas que se alejaban demasiado aleance de , la nifia samoana dependia tanto de la cantidad de poblacién de su | de una comunidad rural lumbrador y las arenas ardientes, junto con el numero de parientes de quienes habia que escaparse durante el dia o la cantidad de fantasmas que era necesario evitar por la noche, magnificaban esta distancia hasta el punto que, como barrera para el compaii lometros en la Norteai Asi ecurria el caso del nifio que vivia aislado en un aldea lena de chicos de su edad. Tal era Luna, de diez afios, que vivia en una de las casas diseminadas perte- necientes a la familia de un alto jefe. Esta casa estaba situada en el extremo mismo de la aldea donde ella vivia'con su abuela y dos tias maternas mas jovenes de diecisiete y quince afios de edad. La madre de Luna habia muerto. Sus demés hermanos y hermanas vivian en otra isla con la gente de su padre. Teni pero era demasiado pequefia para su edad, indiferente, incapaz de tomar ivas; pertenecia a grupo socialmente organizado. Sus tinicos parientes cer- canas eran dos chicas de catorce afios, que por sus lar- gas piernas y su dedicacién a tareas semiadultas eran compafieras demasiado crecidas para ella. Algunas nifias de catorce afios hubieran tolerado a Luna, pero no ‘elu, la menor de las primas, cuya estera fina media ya 16 \DOLESCENCIA. SEXO Y CULTURA EN SAMOA un metro, En la casa vecina, muy préxima, vivian dos fias, Pimi y Vana, de ocho y diez afos de edad, res- Pero no eran parientas y como hacian de iquitlos no disponian de lamada y pre- ‘ante mas atractivas, por lo que Siva rara vez se 16 hasta la casa de su madre en sus ocasionales mo- ibertad. De modo que la apatica Luna cui- daba de su primita, seguia a su tia a todas partes, y durante la mayor parte del tiempo presentaba un as- pecto muy desamparado. Hondo contraste ofrecia la suerte de Lusi, de sélo siete afios de edad, demasiado pequefa para participar ten los juegos de sus hermanas, que afios. Si hubiera vivido en un lugar aislado, habria sido meramente como cualquier chica de la su casa se hallaba en una situacidn estrat justamente al lado de Ia de sus primas Mali y Pola, miembros importantes de la pandilla de Luma, Maliu, una de las integrantes mayores del grupo, profesaba tuna extraordinaria ternura por todos sus parientes venes, siendo Lusi su prima preferida. De modo que la diminuta e inmadura Lusi gozaba de todos los beneficios de una vida de grupo negada a Luna. En el limite extremo de Siufaga vivia Vina, nifia gen- til y modesta de catorce afios de edad. La casa de su padre, completamente aislada en el centro de un bos- quecillo de palmeras, quedaba fuera de la vista y el oido del mas cercano vecino. Sus tnicas compafieras 1 MARGARET MEAD eran su hermana, joven de dieciocho afios, reservada y capaz, y dos primas de diecisicte y diccinueve afios, Habja en la vecindad solamente una primita de doce afios, pero la tenian ocupada cinco hermanos y herma- as menores. Vina también tenia varios, pero eran bas- tante grandes como para defenderse solos y ella queda. ba relativamente libre para seguir a las nifias mayores en expediciones de pesca. De modo que nunca se sal- vaba de ser la nifia tambaleante que iba detras de otras mayores, llevandoles sus carpas y transmitiendo sus re- cados. Era inquicta, ansiosa, demasiado preocupada por complacer a los demas, décil en sus casuales encuentros con coeténeas, debido a un antiguo habito de manse- dumbre. La libre relacién de concesiones mutuas en su grupo de edad le fue negada en un principio, y luego para siempre. Solo era posible para la muchacha de doce afios la asociacién fortuita de grupo. A medida que la nifia se aproximaba a la pubertad y adquiria fuerzas fisicas y mas pericia manual, su casa la volvia a absorber; debia encender el horno, trabajar en la plan- tacién, pescar. Sus dias estaban lenos de prolongadas fareas y nuevas responsabilidades. He aqui a Fitu: en septiembre era uno de los miem- bros dominantes de la pandilla, algo mas alta que el resto, un poco mds delgaducha, mas chillona y ejecuti- va, pero muy atolondrada entre otras nifias, con un roilizo nifto siempre sobre su cadera. Mas en abril habia entregado el nifio a una hermana menor, de nueve afios; la criatura mas pequefia fue confiada a una hermanita de cinco afios y Fitu trabajaba con su madre en las plan- taciones, o realizaba largas expediciones en busca de corteza de hibisco o de peces. Lievaba la ropa de la familia al mar y ayudaba a atender el horno en los dias de cocina. A veces, al atardecer, se deslizaba hacia el claro para jugar con sus antiguas compafieras, pero por Jo comin estaba demasiado cansada por el pesado & inusitado trabajo, y ademas notaba un leve alejamiento. Sentia que sus actividades de adulta la separaban del Festo del grupo con el cual se habia hallado tan cOmoda 78 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA el otofio anterior. Realiz6 algunos esfuerzos, que fra- casaron, para asociarse con las jévenes mayores de la vecindad. Su madre la envié a dormir a la cercana casa del pastor, pero ella regresé después de tres dias. Esas muchachas eran demasiado grandes, dijo: «Laititi au.» («Yo soy joven atin.») Y, no obstante, estaba perdida para su antiguo grupo. Las tres aldeas totalizaban ca- torce nifias en iguales condiciones, cercanas a la puber- tad, preocupadas por tareas insélitas y por una reno- vada y mas estrecha asociacién con los adultos de sus familias, no atraidas atin por los muchachos, y que no formaban nuevas alianzas en concordancia con los inte- reses del sexo. Llevaban a cabo sobriamente sus labores domésticas, elegian una maestra entre las mujeres de mas edad de su familia, aprendian a tolerar el sufijo que significa pequefia, proveniente de pequeia nifa, nombre con que anteriormente se las habia denomina. do. Pero nunca volvian a amalgamarse en esos grupos ibres y holgados de las pandillas infantiles. Como mu- chachas de dieciséis y diecisiete afios, dependian toda- via de los parientes, y en consecuencia se veian agrupa- ciones que nunca excedian de dos o tres integrantes. Decaian los sentimientos de vecindad; las jévenes de diecisiete afios ignoraban a una vecina cercana de la misma edad que recorriera la extension de la aldea para visitar a una parienta. El parentesco y los intereses sexuales similares constituian ahora el factor decisivo en la amistad. Las nifias, también seguian pasivamente la fidelidad mas fuerte de los muchachos. Si el novio de una joven tenia un camarada interesado en una prima de ella, las jévenes trababan una amistad vivida pero temporal. A veces tales amistades trascendian del grupo de parentesco. ‘Aunque las muchachas pueden confiar sélo en una © dos parientas, su posicién relativa al sexo es habitual- mente intuida por las demas mujeres de la aldea y las alianzas se mueven y cambian sobre esta base, tanto en Ia adolescente timida que sospecha de todas las jé- venes mayores que ella 0 la muchacha cuyo primer 0 9 MARGARET MEAD segundo amor ya se perfila como muy importante, como en aquellas que comienzan a concentrar toda su aten- cién en un joven que es considerado presunto marido. Finalmente, la madre soltera selecciona sus amigas, cuando es posible, entre aquellas en condiciones seme- jantes a las suyas 0 entre las mujeres de ambigua posi- cin marital, abandonadas 0 viudas jovenes desacre- ditadas, ‘Surgen muy pocas amistades entre jovencitas y mu- jeres en estas agrupaciones, después de la pubertad. Las de doce afios quiz4 tengan un gran afecto y admi- racién por sus primas de dieciséis (aunque esta expre- si6n de entusiasmo es insignificante comparada con el tipico flechazo de una en su mas circunspecta artificial guna manera debe confiarse. No se tiene seguridad en nadie que no esté inmediatamente comprometido en aventuras similarmente azarosas. Puede decirse con seguridad que las jévenes no sa- len de su grupo de parentesco para hacerse de amigas, excepto en las condiciones artificiales creadas por la re- sidencia en la casa del pastor nativo y en la gran es- cuela misionera con pensionado. (Ademas de la gran escuela pensionado de mujeres que servia a toda la Sa- moa norteamericana, el pastor nativo de cada comuni- dad mantenia una pequefia e irregular para varones y mujeres. A estas escuelas eran enviadas las jévenes cuyos padres deseaban mandarlas después a la grande, y también las chicas cuyos padres querian que gozaran tres o cuatro afios de las ventajas educativas superiores y la vigilancia mas estricta del hogar del pastor.) Aqui nifas no emparentadas viven juntas a veces durante aos. Pero como uno de los dos rasgos que definen una familia es la residencia comin, las amistades entre chi- 1 pastor no son muy diferentes psicologicamente de la amistad entre primas 80 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA © chicas vinculadas sélo por afinidad, que viven en la misma familia, Las Gnicas amistades que en realidad son cualitativamente diferentes de las originadas por la residencia comin o por el cardcter de miembro del mismo grupo de parentesco, son las relaciones in: das socialmente entre las esposas de los jefes y las de jefes hablantes. Pero estas amistades sélo pueden ser comprendidas en conexién con las amistades que se dan entre muchachos y hombres. Los chicos siguen el mismo patron que integrando una pandilla basada sobre los d de la vecindad y el parentesco. El respeto por la ascen- edad es siempre mucho mas fuerte que en el caso de las jovenes, a causa de que los muchachos mayores no se retiran a sus grupos de familia como aquéllas. Los muchachos de quince y di unen con la misma libertad que los de doce. El limite entre los muchachitos y los jovenes mayores es por tan- il, y los muchachos ocupan una ya sea dominando a los menores, 0 mostrandose obsequiosos con los mayores. Hay dos re- laciones socialmente instruidas entre los muchachos de igual nombre y que posiblemente fueron en un tiempo compafero de circun amorosos. La circunc in por si mismos los prepara- tivos y buscan para tal fin a un hombre mayor que haya adqi reputacion de experto. Parece haber aqui simplemente una légica relacién reciproca de cau- mente un pariente) como compaiiero, cia compartida los ata ain mds. Habia varias parejas de muchachos en la aldea que habian sido cir- cuncidados juntos y eran todavia compaferos insepara- bles, durmiendo a menudo juntos en la casa de uno de jes relaciones tenian lugar pri sexuales. Sin embargo, al analizar las ai muchachos ya crecidos de la aldea, no se hallaba nin- guna correspondencia intima con la fidelidad de los ado- 81 MARGARET MEAD lescentes, y los muchachos mds grandes se veian tanto en grupos de tres 0 cuatro como en parejas. Cuando un muchacho ha pasado dos 0 tres afios de ido en su eleccién de com convencién de que un joven rara vez jsmo en cuestiones de amor y nunca en de matrimonio. Andlogamente, necesi- ta un amigo aproximadamente de su edad a quien le encarga cantar sus alabanzas y presionar sobre su ele- gida con el fervor y la discrecién requeridos. Para esta no indispensablemente, reciproca. El experto en amor llega a prescindir de los servicios de un intermediario, pues desea probar plenamente las dulzuras de todas las etapas del cortejar. Al mismo tiempo, sus servicios son muy solicitados por los demés, si éstos albergan alguna esperanza de que su representante se comporte honra- damente. Pero los muchachos tienen otras ocupaciones, ade- més de la de hacer el amor, en las cuales deben coope- it ipular una canoa de pescar comin dos van juntos a lazar anguilas | trabajo en las plantaciones comunales de taro exige la accién de todos los jévenes de la ald De manera que si bien un muchacho elige también mejores amigos entre sus parientes, su sentido de sol daridad social es siempre mucho més fuerte que el una muchacha. La Aualuma, organizacién de jévenes mujeres y esposas de hombres sin ti i muy poco frecuente, y para festividades a sionales. En las aldeas en que las viejas complicaciones de la organizacién social empiezan a caer en desuso, €s la Aualuma la que desaparece primero, mientras que la Auraga, organizacién de los hombres jévenes, tiene 82 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA. un lugar dem: como para en verdad, iado importante en la economia aldeana jorada de este modo. La Aumaga es, factor social mas duradero de la aldea. Los rmalmente y dedican mucho », pero los muchachos trabajan jun- e recrean antes y después de sus tacnas, estén presentes como grupo servidor en todas Jas asambleas de matais, y después que la labor del dia ha terminado bailan y van a galantear juntos al atar- decer. Muchos de los j6venes duermen en las casas de sus amigos, privilegio acordado sélo de mala gana a las. muchachas, mas acompafiadas y vigiladas. Otro factor que caracteriza las relaciones de los hom- bres es la relacién reciproca entre jefes y jefes hablan- tes. Los poseedores de estas dos clases de titulos no son necesariamente parientes, aunque a menudo éste es el caso, ya que se considera una ventaja estar rela- cionado con ambos rangos. Pero los jefes hablantes son mayordomos, asistentes, embajadores, verdugos 0 con- sejeros de sus jefes, y estas relaciones son a menudo anunciadas entre los hombres jévenes, herederos forzo- Sos 0 aspirantes a herederos de los Entre las mujeres hay estrechas al ; como en el caso de la taupo y la hija del princi fe ‘hablante de su padre. Pero estas amistades siempre su- fren por su cardcter temporal; la taupo se casar4 ine: vitablemente en otra aldea, Y es ms bien entre la es- posa del jefe y la esposa de un jefe hablante donde se dara una amistad instituida socialmente y de prolon- gada duracién. La esposa del jefe hablante actiia como asistente, asesora y vocera de la del jefe, y a su vez Es una amistad en obligaciones reciprocas que tiene su origen en la relacién entre los esposos de las mujeres, y es la Unica amistad de mujeres que traspasa los limites del grupo de parentesco y afinidad. Esas amistades en un accidente de matrimonio y prescritas por la es- tructura social, apenas pueden ser consideradas como voluntarias. Y dentro del mismo grupo de parentesco, 83 la amistad esta moldeada de tal manera que resulta algo carente de sentido. Una vez pregunté a una joven casada si un vecino con quien ella se hallaba siempre en los mas inciertos e irritantes términos era amigo suyo. «Naturalmente, el padre del padre de su madre, y el padre de la madre de mi padre eran hermanos.» La amistad basada en la congenialidad temperamental era un Iazo debilisimo, sujeto a cambios de interés y de residencia, y una mujer llegaba a confiar cada vez mas en los compaferos con los cuales estaban legalizadas la asociacién y el interés, por la consanguinidad y el ma- trimonio. La asociacién basada en la edad como prit ipio pue- de decirse que ha cesado para las muchachas antes de | la pubertad, debido a la naturaleza excesivamente indi- vidual de sus tareas y a la necesidad de mantener reser- va en sus aventuras amorosas. En el caso de los mu: chachos, la mayor libertad, la estructura social mas coercitiva, y la participacién constante en las tareas de cooperacién, crean un grupo de edad que dura toda la vida. Este agrupamiento es influido pero no determi: nado por el parentesco, y desfigurado por la influencia de la jerarquia futura en el caso de los jévenes, y lo mismo en el de hombres mayores, pero en este ultimo en relacién desproporcionada de edad. 6. LA JOVEN EN LA COMUNIDAD La comunidad ignora tanto a los muchachos como a las jévenes, desde el nacimiento hasta que tienen quin- ce 0 dieciséis afios de edad. Los nifios menores no nen una posicidn social, actividades de grupo reconoci- das, parte en la vida social, excepto cuando son lla- mados a la pista de la danza no ceremonial. Pero un afio 0 dos después de la pubertad —la edad varia de aldea en aldea en forma tal que los muchachos de die- ciséis afios serén en un lugar clasificados atin como chi- quillos, en otro como taule'ale’as, hombres jévenes—, varones y mujeres se retinen en agrupaciones similares a las de los adultos; se les da un nombre para su orga- j6n y se les confieren obligaciones definidas y pri- jos en la vida de la comunidad. La organizacién de los hombres jévenes, la Awmaga, de las jovencitas, esposas de hombres sin titulo y viu- das, la Aualuma, y las de las esposas de hombres con , son todas copias de la estructura politica central de la aldea, el Fono, organizacién de los matais, hom- bres que tienen titulos de jefes o jefes hablantes. El Fono es concebido siempre como una casa de forma redonda en la cual cada titulo goza de una posicién es- pecial, debe ser objeto de ciertas frases ceremoniales, y se le debe otorgar un lugar fijo en el orden de prece- casa se sientan los jefes o hablantes cuya funcién con- siste en pronunciar los discursos, dar la bienvenida a 85 R&R , MARGARET MEAD los forasteros, aceptar regalos, presidir la distribucién veres y trazar todos los planes y arreglos para las idades del grupo. Contra los postes, casa, se sientan los matais de baja categoria, y entre los postes y en el centro los de poca importancia, para quienes no se ha reservado ningin Esta armazén ituyen prerro- gativas de ciertas familias, corresponden ciertos privi- legios: el derecho al nombre de una casa, a conferir el nombre de ‘aupo, titulo de princesa, a alguna pariente joven, y el titulo de heredero forzoso, el manaia, a algun muchacho de la casa. Ademds de estas prerrogativas de los altos jefes, cada miembro de las dos clases de ma- tais, jefes y jefes hablantes, tiene ciertos derechos ce- remoniales. A un jefe hablante se le debe servir su kava con un gesto especial, hablarle con una serie separada de verbos y sustantivos adecuados a su rangos, debe ser recompensado por los jefes con tapa o esteras por sus servicios otorgados ceremonialmente. A los fes se les debe hablar con una serie distinta de verbos y sustantivos, y servirles con gestos mds honorificos en la ceremonia del kava; deben ser aprovisionados de co- mida por sus jefes hablantes, y honrados y acompaiia- dos por ellos en todas las ocasiones importantes. El nombre de la aldea, el nombre ceremonial de la plaza publica en la cual se celebraron grandes ceremonias, el de la casa de reunién del Fono, los nombres de los principales jefes y jefes hablantes, los de taupo y ma- naia, de la Aualuma y la Aumaga, estén contenidos en una ‘serie de saludos ceremoniales denominada Fa’alu- los de cortesia de una aldea o dist entrar formalmente en una al Fa‘alupega a modo de cortesia hacia sus anfitriones. La Aumaga refleja la organizacién de los hombres mas viejos. Aqui los hombres jévenes aprenden a pro- 86 ADOI |CENCIA, SEXO A EN SAMOA nunciar discursos, a conducirse con gravedad y decoro, Cuando un muchacho es lo bastante crecido como para ingresar en la Aumaga, el jefe de su familia envia un obsequio consistente en comida al. grupo que anuncia la incorporacién o lo lleva a la casa donde se reinen y entrega una gran raiz de kava como regalo. De aqui fen adelante perteneceré a un grupo cuyos integrantes estardn constantemente juntos. Sobre ellos recaeré toda Ja labor pesada de la aldea, asi.como también la ma- yor parte de las relaciones sociales interaldeanas, que se concentran alrededor de los jévenes solteros. Cuando en una aldea se recibe la visita de gente de otra, es la Aumaga quien se congrega para agasajar a la taupo vi- sitante, y traer regalos, bailar y cantar en su homenaje. La organizacién de la Aualuma constituye una ver- menos formalizada de la Aumaga. Cuando una nifia alcanza la juventud, dos o tres afios después de la pu: bertad, segiin las pricticas de cada aldea, su matai debe enviar una ofrenda en comida a la casa de la taupo prin- al de la aldea, anunciando asi su deseo de que la hija de su casa sea contada en lo sucesivo como miem- bro del grupo de jévenes que forman su corte. Pero mientras la Aumaga gira alrededor del Fono y los jove- nes se reinen aparte 0 en una casa separada, reflejando exactamente sin embargo las formas y ceremonias de sus mayores, la Aualupta gira alrededor de la persona de la taupo, y constituye un grupo de doncellas de ho- nor. No tienen organizacién como la Aumaga, y, ademas, apenas si realizan algun trabajo. A veces las jovenes pueden ser convocadas para trenzar paja 0 juniar mo- ras; con menos frecuencia plantan y cultivan moreras de papel, pero su funcién esencial es la de ser ayudantes ceremoniales en las reuniones de las esposas de los ‘matais, y anfitriones de la aldea en la vida interaldeana. En muchas zonas de Samoa la Aualuma ha desapare- cido por completo y sélo se la recuerda en las palabras de saludo que salen de los labios de un extranjero. Pero si legara a ocurrir lo mismo con la Aumaga, la vida de 87 1 MARGARET MEAD jendria que reorga eremonial y ef jo depende de la vida to la aldea samoan: porque el trabaj y hombres sin aldea. Aurtque las esposas de matais no tienen organiza- cién reconocida en la Fa‘alupega (titulos de cortesia) su asociacién es mas firme y mas importa la Aualuma. Las esposas de hombres con t sus propias reuniones formales; se sientan en los sitios de sus esposos y beben el kava de ellos. La esposa del mas alto jefe recibe el honor mas distinguido, la del jefe hablante principal pronuncia los mas importantes dis- cursos. Las mujeres dependen completamente de sus esposos en cuanto a su posicién con este grupo de al- dea. Una vez que le ha sido otorgado un titulo a un hombre, no puede volver més a la Aumaga, Puede serle retirado el titulo cuando es viejo 0 si es ineficaz pero en ese caso le sera concedido un titulo inferior a fin de que pueda sentarse a beber su kava con sus ex compa- fieros. En cambio la viuda o Ia esposa divorciada de un matai debe regresar a la Aualuma, sentarse con las mu- jeres jévenes fuera de la casa, servir la comida y real zar recados, entrando en el Fono de las mujeres s6l como servidora o anfitrién. Los fonos de las mujeres son de dos especies: los que preceden o siguen al trabajo comunal, donde se cars eels peraloce come de huéspedes, se traen las ras de coral para su piso 0 se tejen esteras finas ara la dote de la taxpo; y los fons ceremoniales para dar la bienver una de estas to: fatel tejedora, o aiga fiafia tama’ita’i, gape de damas. Las mujeres sélo son reconocidas so- cialmente por las de una aldea visitante, pero la taupo ¥ Su corte son el centro del reconocimiento de hombres ¥ mujeres en la malaga, fiesta viajera. Y estas esposas de altos jefes tienen que tratar a su taupo con gran cortesia y respeto, darle el titulo de su alteza, acompa- farla en las excursiones, emplear una serie separada de 88 SCENCIA. SEXO ¥ CULTURA EN SA! ‘igen a ella. Aqui, pues, las muchachas, que son dentro de sus casas, \s y madres en la vida -jas podria comprometer seria- ina de la casa, a no ser por dos imp. primero, es lo débil de la organizacion "dado que dentro de la aldea su razon es constituir una etapa preparatoria a sres de mas edad, quienes deben ejecutar iales definidas pa 3 gunda, es la importancia concedida a la aldea de Ser cio como deber fundamental de la taupo. La princesa de la aldea es también se pera a los visitantes extranjeros, prepara su kava, baila cuando ell pe su suefio para servir a los jele. Est obligada a satisfacer de las mujeres, asi. como pedir prestada paja en con las mejores galas y I ‘Su matrimonio es asunto de la aldea, planeado y cum- plido por los oradores y sus esposas, quienes son sus consejeros y acompafiantes. De manera que la jerarquia de la faupo motiva realmente una renovada irrupcién diaria en su libertad individual, mientras que la ince- sante compafiia a que esta sujeta prescindiendo de sus propios deseos, constituye una absoluta negacién de su personalidad. Y, andlogamente, el leve prestigio de sus hermanas sin titulo, cuya principal actividad de grupo consiste en esperar a sus mayores, tiene atin menor sig- nificacién real en la vida cotidiana de la aldea Con la excepcién de la taupo, cuya ascensién al ti- tulo da oportunidad a que su jefe organice un gran fes- tival y distribuya muchisimos bienes a los jefes ha- blantes, que en adelante deben apoyar y confiar su ran- go, se presentan a una muchacha samoana de buena familia dos maneras de realizar su presentacién. La pri- de las jovene de ser esenci las de las m 89 Yu VEE COO MARGARET MEAD. mera, la entrada formal en la Aualunta, es a veces des: cuidada y constituye mas un ingreso formal a la comu: nidad que un reconocimiento de la muchacha misma. La segunda manera consiste en participar de la fiesta via- jera formal, Puede ir como pariente cercana de la taupo, ‘en cuyo caso se vera enredada en el remolino de convi- tes con los que jévenes de la aldea huésped rodearin a todos sus agasajados; 0 puede viajar como unica mu- chacha en una pequefia fiesta viajera, en cuyo caso sera tratada como taupo. (Todos los acontecimientos so- ciales exigen la presencia de una taupo, un manaia y un jefe hablante, y si los individuos que en verdad poseen estos presentes, algin otro tiene que de- sempefiar su papel.) De modo, pues, que la joven sol- tera samoana es honrada y reconocida por la comunidad en la vida interaldeana; ya sea en cardcter de miembro dela A di para el manaia de la Pero éstas son ocasiones excepcionales. Una malaga puede venir unicamente una vez por afio, especialmen- te en Manu’a, que suma sélo siete aldeas en todo el archipiélago. ¥ en la vida diaria de la aldea, en las cri- sis, nacimientos, muertes, casamientos, las muchachas solteras carecen de tareas ceremoniales que desempe- far. Son simplemente incluidas con las mujeres de la casa, cuyo deber consiste en preparar la canastilla para el nuevo nitio o llevar piedras para esparcir en la nueva tumba. Pareceria casi que la comunidad, por su exce- sivo reconocimiento de la muchacha en cuanto taupo 0 miembro de la Aualuma, se considera eximida de pres- tarles mas atencién. Esa actitud es fomentada por la escasez de tabuis. En muchas partes de Polinesia todas las mujeres y espe- cialmente las menstruantes son consideradas contamina- doras y peligrosas. Se impone una continua y rigurosa i |, pues a una sociedad no le conviene 0s, tal como no le conviene descuidar a los més valiosos. Pero en Samoa 90 ADOLESCENCIA, DY ¢ RA EN SAMOA la posibilidad de que una joven cause dafio es muy tada. No puede elaborar tafolo, especie de pastel confi cionado cominmente por los jévenes con el fruto del érbol del pan, ni preparar kava periodo menstrual. Pero no necesita retirarse a ninguna casa especial ni comer sola; no hay contaminacién en su contacto 0 mirada. Junto con los hombres jévenes y las mujeres mayores, una muchacha se aparta del lu- gar en que los jefes estan entregados a una tarea for- mal, a menos que tenga una labor especial alli. No es la presencia de una mujer lo que estd prohibido, sino Ja intrusién de personas de cualquier sexo que no hayan sido llamadas. Ninguna joven puede hallarse oficialmen- te presente en una asamblea de jefes si no es una taupo que prepara el kava, pero cualquier mujer puede llevar a su esposo la pipa o ir a entregar un mensaje, en tanto su presencia no necesita ser reconocida. El sexo de una mujer es en si mismo una verdadera fuente de peligros tan sélo en lo referente a las canoas y avios de pescar, que les est prohibido tocar so peligro de arruinar la pesca. Pero la observancia de esta prohibicién esta en manos de cada pescador que guarda en su casa el equi- po de pesca, Dentro del grupo de parentesco los casos son ente- ramente diferentes. Aqui las mujeres estan reconocidas de modo muy especifico. La progenitora mas anciana de la estirpe, es decir, la hermana del ultimo poseedor del titulo 0 la hermana de su predecesor, tiene dere: chos especiales sobre la distribucién de la dote que entra en la casa. Posee el derecho del veto en la venta de tierras y otras importantes cuestiones familiares. Su \6n es lo mas terrible que puede recaer so- bre un hombre, pues tiene el poder de cortar la estirpe y extinguir el nombre. Si un hombre enferma, su her- mana es quien -primero debe jurar formalmente que no le ha deseado dafio, ya que su célera es potent sima para el mal. Cuando muere un hombre, su paterna o su hermana preparan el cadaver para el tierro, ungiéndolo con ciircuma y froténdolo con a a MARGARET MEAD. te, y una de ellas se sienta al lado de! te ahuyentando las moscas con una pant serva luego en su poder para e. En los asun- tos més ordinai -glos econdmi- erca de bienes o iares, las mujeres desempefian un pa- como los hombres joven y la mujer adulta responden al descuido social de que son objeto con una despreocupacion si milar. Tratan el acervo cultural de la aldea, la genea logia de los titulos, los mitos sobre el origen, los cuentos locales y las complejidades de la organizacion social con suprema indiferencia. Slo una muchacha excepcional puede decir el nombre de su bisabuelo. En cambio, es raro el caso de un muchacho que no Puede decir su genealogia en la forma tradicional, detallando varias generaciones. Mientras el muchacho de dieci cuyo la misma edad Sin embargo, esto de capacidad. La seer un conocimiento minucioso no sélo de las disposiciones sociales de su aldea, sino también de las referentes a las aldeas vecinas. Debe servir a los visitantes en forma adecuada y sin vacilaciones después de que el jefe hablante ha proclamado sus titulos y los nombres de sus tazas de kava. Si ella llega a ocupar erréneamente el sitio que es prerrogativa de otra taupo que la supera en rango, las ayudantes de su rival la sacaran fieramente arrastrindola por los cabellos. Aprende tan Adin mds notable es el caso de la esposa de un jefe hablante. Sea que la el Por su docilidad un hombre que haya tomado su tulo, 0 que, como es frecuente, se case con algin mu- chacho conocido que mas tarde seré nombrado jefe hablante, la tausi, esposa de un jefe hablante, debe ser completamente adecuada para el menester. En las reu- 2 ADOLESCENCIA. SEXO Y CULTURA EN SAMOA niones de mujeres debe ser una maestra en etiqueta y reglas nativas de orden, sabiendo tehir sus inteligi piosa verbosidad, y conservar la misma voz ui el mismo porte altivo que su esposo. ¥ por il esposa de un jefe hablante importante debe ser tan destacada maestra como ejecutora, porque es su deber adiestrar a la taupo. Pero una mujer otorga a todo esto apenas un minimo de atencién, a menos que la comuni- dad reconozca su existencia y exija formalmente su de- dicacién de tiempo y capacidad. De manera semejante, las mujeres no figuran en el cédigo penal primitivo. El hombre que cometia adulte- rio con la esposa de un jefe era castigado y exiliado, @ veces hasta ahogado por la comunidad ulti pero la mujer solo era repudiada por su mari descubria que la taupo no era virgt lemente sus parient asola a la aldea y es atribuido a algun pecado incon- fesado cometido por un miembro de la comunidad, son citados el Fono y la Aumaga y se obliga a con. fesar al que tenga el mal sobre su conciencia, pero tal cosa no se exige a la Aualuma o a las esposas de los matais. Esto se halla en asombroso contraste con el confesionario familiar, al cual se convoca primero a la hermana. En asuntos de trabajo, la aldea reclama unas cuantas cosas. Es tarea de la mujer cultivar la cafia de azucar y trenzar la paja del techo de la casa de huéspedes, tejer las persianas de hoja de palma y traer la pie- dra de coral para el piso. Cuando las jévenes tienen una plantacién de morera, la Aumaga a veces las ayu- da en el trabajo, preparando a su vez las jévenes un banquete para los muchachos y convirtiendo todo en una laboriosa comida al aire libre. Pero entre el trabajo formal de los hombres y el de las mujeres hay una rigida divisin. Las mujeres no participan en las ac- idades relativas a la construccién de casas o de botes, ni los hombres pueden entrar en la casa ceremonial de 3 VOUS CUO tejidos 0 en la casa donde las mujeres hacen tapa en grupo. Si el trabajo de las mujeres requiere atravesar Ia aldea, como en el caso del coral que se trae desde la playa para componer el piso de la casa de huéspedes, los hombres desaparecen totalmente reuniéndose en alguna casa lejana 0 marchandose a la manigua o a otra aldea. Pero esta prohibicién es solo para grandes ocasiones formales. Si un hombre construye para la familia una nueva cocina, la esposa puede hacer tapa a dos pies de distancia, ‘mientras que un jefe puede sentarse y trenzar cinet mientras su mujer teje una es- tera fina a su lado. Asi, una mujer, de modo opuesto al de su esposo y hermanos, pasa la mayor parte de su tiempo dentro del estrecho circulo de su casa y su grupo de parentesco, pero cuando participa en las cuestiones de la comunidad es tratada con el pundonor que caracteriza todas las fases de la vida social sa moana. Casi toda su atencidn e interés se concentran en un grupo mas reducido y se orientan de un modo mas personal. Por esta razén resulta imposible valorar exactamente la diferencia del impulso social innato en- tre los hombres y mujeres de Samoa. En aquellas esfe ras sociales donde a las mujeres se les ha dado una oportunidad, ocupan su sitio con tanta habilidad como los hombres. Las esposas de los jefes hablantes en rea- lidad revelan au mayor adaptabilidad que sus posos. Los jefes hablantes son clegidos especialmente Por su capacidad oratoria ¢ intelectual, mientras que Jas mujeres ticnen una tarea que les es conferida de improviso y que al casarse requiere gran pericia ora- toria, imaginacién fértil, tacto y facil memoria 4 7. RELACIONES SEXUALES FORMALES: La primera actitud que una nifa aprende a adop- tar hacia los muchachos es de esquivez y antagonismo, Se le ensefia a observar el tabu del hermano y la her- mana hacia los muchachos de su grupo de parentesco y casa, y junto con las otras nifias de su grupo de edad trata a todos los demas chicos como enemigos predestinados. Cuando una nifia cumple ocho o nueve afios de edad, sabe ya que no debe acercarse nunca a un grupo de varones mayores. Este sentimiento de antagonismo hacia los chicos y la avergonzada esqui- vez hacia los mayores continia hasta la edad de trece © catorce afios; no existe en-el grupo de chicas que legan a la pubertad y en el de muchachos que acaban de ser circuncidados. Estos chicos se ven apartados de la vida del grupo de su misma edad y de los antago- nismos que le son propios. Atin no son plenamente cons- cientes de lo que el sexo significa. En esta época las re- laciones entre los sexos tienen menos contenido emocio- nal. Solo cuando sea una mujer casada desde hace iempo, con varios hijos, la joven samoana volvera a con- siderar al sexo opuesto con igual serenidad. Cuando estos adolescentes se retinen se dirigen burlas inocentes, existe un minimo de turbacién, se hacen muchas bro- mas desatinadas que cominmente consisten en acusar a alguna jovencita de experimentar una consumidora pasién por un viejo decrépito de ochenta afios 0 a algun muchachito de ser el padre del octavo hijo de una rolliza matrona. A veces la burla consiste en atri- buir afecto mutuo a dos compaficros maduros, burla 95 MARGARET MEAD \dignado repudio de ambos. Los alegre que recibe el siva, no forma- nifios se reunen a esta edad en fie: les, proximas a ocasiones mas formales, en las pescas de la comunidad en el arrecife (cuando se cercan muchos metros de arrecife para hacer una gran red de pesca) y en excursiones con antorchas. Las peleas y burlas bonachonas y la cooperacién en actividades ‘Comunes son la piedra angular en estas ocasiones. Pero desgraciadamente estos contactos no son tan frecuentes ni suficientemente prolongados como para ensefiar a las jovenes la cooperacién 0 dar a los muchachos 0 chicas una apreciacion real de la personalidad de los miembros del sexo opuesto. Dos 0 tres afios después esta situacién cambia com- El hecho de que las jovencitas no pertenez grupos de edad, torna notable la defec- juo, El muchacho que comienza a tomar un interés activo por las chicas frecuenta menos la pandilla y pasa mas tiempo con un compafiero Las muchachas han perdido toda su indiferencia. Rien, se rubori Los muchachos se jurnos, evitan la com jévenes durante el dia y en las noches de luna brillante, y las acusan de poseer una preferencia exhib ta, Las amistades caen mas estrictamente dentro del grupo de parentesco. La necesidad que expe- rimenta el muchacho de contar con un confidente ¢S mas intensa que la que siente la joven, pues 3010 los mas diestros y empedernidos donjuanes cor- tcjan por si mismos. Hay ocasiones, por supuesto, en salidos apenas de la adolescencia, jandose aun de sus amigos y , se destizan solos hacia [a una joven. Y aqui no hay EI hombre mayor 1 mas no puede confiar como intermediario; un hombre mas joven lo traicionaria, un hombre mas 96 ADOLESCENCIA. SEXO Y CULTURA EN SAMOA viejo no tomaria en serio sus amores, Pero !a primera experiencia espontanea de los adolescentes y las excur- ies amorosas de los hombres mayores entre las j6- wes de la aldea, son variantes que estén al margen de los tipos reconocidos de parentesco; asi sucede tam- bién en el caso de la primera experiencia de un mu- chacho con una mujer mayor. Pero ambos son hechos que ocurren con excesiva frecuencia, de modo que el Cxity de una experiencia amorosa es comprometido rara vez por una doble ignorancia. No obstante, todas estas ocasiones estan fuera de las formas reconocidas que abarcan las relaciones sexuales. El muchacho y ja son declarados culpables por sus compafieros titi (presumir por encima de su edad), al igual que el muchacho que ama o aspira al amor de una mujer mayor, mientras la idea de un hombre ma- yor que persigue a una joven despierta notablement Su humorismo 0, si la muchacha es muy joven y cén- dida, su sentido de incompetencia. «Ella es demasiado joven, demasiado joven todavia. El es demasiado viejo», diran; y todo el peso de la enérgica desaprobacion caerd sobre el marido, como en el caso del matai de quien se sabia que era padre del hijo de Low, débil mental de dieciséis afios, de la aldea de Olesega. La discrepancia de edad o experiencia les impresiona de manera cémica o patética, segiin el grado. El castigo teorico que sirve de norma para una hija desobedie y huidiza es casarla con un hombre muy viejo, y he dido a una muchacha de nueve afios reirse despecti- vamente a causa de la preferencia que su madre sentia por un muchacho de diecisiete afios. La peor entre esas es la del hombre que galante: a alguna joven mantenida por su famiila, a su ia hermana menor de su esposa. El grito de relaciones sexuales que reciben un cal miento por parte de la comunidad: las relaciones entre 7 YY VY VY YU VV USC CCIE pl (moetotolo,¢l arrastre durante el suefo, al q MARGARET MEAD jévenes solteros —se incluye a los viudos— que sean aproximadamente de la misma edad, precedan al ma- trimonio 0 constituyan meramente una diversin pasa- jera, y el adulterio. Entre ros hay tres formas de relaciones: el encuentro clandestino, bajo las palmeras, la fuga anun- | cidada, Avaga, y el ceremonioso noviazgo en el cual el muchacho se sienta ante la joven; y en el éstas, la-curiosa forma del rapto subrepti Mos jévenes que no hallan el favor de ninguna doncella. En el caso de estas tres relaciones, el mucl necesita auxiliarse con un confidente y embajad: mado soa. Cuando ambos son compajieros esta relacién puede extenderse a muchos amorios o en cuestién amorosa, El soa sigue el modelo del jefe hablante que exige recompensas materiales a su jefe en pago de los servicios inmateriales que le brinda. Si su embajada concluye en casamiento, recibe del novio un regalo especialmente magnifico. La eleccion de un soa presenta muchas dificultades. Si el amante elige un muchacho firme y digno de confianza, un Pariente algo mas joven, devoto de sus intereses, nada ambicioso en asuntos ‘sentimentales, muy probable- mente resultaré embajador incompetente por su inex- periencia y falta de tacto, lige, en cambio, un galanteador apuesto y exper- to que sepa hablar dulcemente y caminar suavemente, entonces es posible que la joven prefiera el comisio- cambio ser temporal, acabando con una determinada 2) caso de un amante cautisimo y desilusionado, que me con pesadumbre: «Yo tenia cinco soas, uno era sincero y los otros cuatro falsos.» Entre los posibles soas prefieren un hermano o una muchacha. Aquél es leal, por definicién, mientras que 98 eee ae ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA ta sucle ser mucho mas habil, pues un «muchacho puede abordar a una joven al atardecer, 0 cuando no hay nadie cerca, pero una muchacha puede andar con ella todo el dia, acostarse a su lado en la misma estera, comer del mismo plato y murmurar entre boca- dos el nombre del muchacho, hablando siempre de de lo bueno, gentil y sincero que es, y cudn digno de ser amado. Si, lo mejor es la soafafine, la embajadora. Pero las dificultades para obtener una soafafine son andes. Un muchacho no puede ¢ ientes porque el tabu le prohibe menci en su presencia. Sélo por pura casualidad la novia de su hermano resulta ser parienta de la joven de la que esta enamorado; también puede quizd la buena suerte ponerlo en contacto en alguna otra forma con una joven o una mujer que actuaré en su favor. Los més violentos antagonismos en los grupos de jévenes no surgen entre ex amantes, no derivan del rencor del abandonado ni del punzante orgullo del vencedor, sino que ocurren entre el muchacho y el soa-que lo ha trai- cionado o entre un amante y. el amigo de su amada que en alguna forma ha obstaculizado su galanteo. En el amor estrictamente clandestino el amante nun- ca se presenta en casa de su amada. Su soa, en cambio, puede ir alli en grupo o con la excusa de do 0 si no buscar la oportunidad de hablar a la joven jentras esté pescando o cuando vuelve de la planta- cién. Su tarea es cantar el elogio de su amigo, cor rrestar los temores y objeciones de la joven y final- mente concertar una cita. Estos lances son general- mente de breve duracién, y tanto el muchacho como la joven pueden practicar varios a la vez. Una de las causas admitidas para una rifa es el resentimiento del primer amante hacia su sucesor cuando ello ocurre en la misma noche, «pues el muchacho que llegé después se mofara de él». Estos amantes clandestinos arregian sus citas en las afueras de la aldea. Bajo las palmeras es la designacién convencional de este tipo de intriga. Muy a menudo tres o cuatro parejas tendran una cita 99 MARGARET ME. comin, cuando los muchachos o las jévenes son paricn- y amigos. Si la joven llegara a desmayarse o sufrir jos, es deber del joven trepar a la palmera mas ay bajar un coco fresco para vert jad cs el castigo de la pr ; y a Su vez, solo la monogamia persistent recompensada por la concepcién. Cuando un par de experimentadores clande: mica— se ligan sinceramente entre si y mani ciones durante varios meses, menudo casén- dose. La agudeza de los nativos distingue entre el cuyas aventuras son muchas y de corta to que no puede encontrar mejor prueba de su virilidad que un largo amor cuyo desenlace es la concepcién. Frecuentemente la joven teme aventurarse en la no- che, infestada de demonios y fantasmas que estran- gulan, llegados en canoas de lejanas aldeas para secues- trarla, que saltan a la espalda y de los que uno no puede desprenderse. Quizd piense que es mas prudente quedarse en casa y, si es necesario, atestiguar su pre- sencia vocalmente. En este caso él amante arriesga acercarse a la casa, sacindose el lavalava, engrasa per- fectamente su cuerpo con aceite de coco a fin de poder s posibles perseguidores sin dejar huellas, levanta furtivament los cuentos populares de Poli- nesia, que narran la mala suerte del infortunado héroe que «duerme hasta la mafana, hasta que el sol naciente revela su presencia a los demas ocupantes de la casa» ‘Como generalmente duermen en la casa una docena o mas de personas y varios perros, el silencio mas o me- nos discreto es suficiente precaucién. Pero esta costum- bre de la cita doméstica es la que conduce al peculiar abuso del moetotolo o sea el que se infiltra durante el Suefio». El moetotolo es la unica actividad sexual que 100 ye NCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA, ofrece un cuadro definidamente anormal. Desde el pri- civilizacién blanca, la violacién en forma de asalto violento ha ocurrido muy de vez en cuando en Samoa. Esto, sin embargo, concuerda mucho menos con las normas samoanas que el moetotolo, en el cual un hombre se apodera a hurtadillas de los favores mn, y el que se arrastra durante en que la joven espere a un amante o en la probabilidad de que acepte sin discriminar a quien- quiera que legue. Si la joven sospecha y se ofende, profiere un fuerte grito y toda la casa se lanza a la persecucién del intruso. Cazar un moetotolo es consi- derado un gran deporte, y las mujeres, que sienten su seguridad amenazada, son en la persecucién ain mas los hombres. Un desdichado joven de Luma olvidé quitar su lavalava. La muchacha lo descubrié; su hermana logré arrancar con los dientes un pedazo del lavalava antes de que él huyera, y lo exhibié triun- falmente al siguiente dia. Como el muchacho habia sido muy lerdo para destruir su lavalava, la evidencia en su contra fue una prueba delatadora, por lo que se convirtié en el hazmerreir de la aldea; los chicos escri- bieron una cancién bailable sobre aquello y la cantaban detras de él cada vez que lo veian. El problema del moetotolo se complica con la posibilidad de que un muchacho de la familia sea el ofensor y se refugie mezclindose entre la gente en medio de la alarma y griterio que sigue al descubrimiento. Proporciona tam- bién a la joven una excelente coartada, ya que sélo tiene que exclamar jmoetotolo!, en caso de que su amante sea descubierto. «Para la familia y para la aldea eso puede ser un moetotolo, pero no lo es en el corazén de la joven y su amante.» Dos motives fundamentan esta desagradable act dad: la ira y el fracaso en el amor. La muchacha samoana que coquetea lo hace arriesgandose. Dice: «Si, te veré esta noche cerca de ese viejo cocotero, al lado de la piedra del pulpo, cuando la luna descienda.» tor vuVeeEUd MARGARET MEAD Y el joven la espera durante toda la noche. Oscurece los lagartos caen sobre su cabeza; los botes-fantasma entran en el canal. Siente mucho miedo. Pero aguarda hasta que amanece, hasta que el rocio humedece su cabello y su corazén se encoleriza, y sin embargo ella no viene, Lucgo, en desquite, él intentaré un moetotolo. Especialmente si se entera de que ella se ha reunido con otro esa noche. Estos hechos suelen suceder también en el caso de que determinado muchacho no pueda conquistar una novia por medios legitimos; debe tener- se en cuenta que en Samoa no hay forma alguna de Prostitucién excepto la hospitalaria. Es un poco dificil comprender cémo algunos de los muchachos que son moetotolos notorios figuran entre los mas encantadores ¥ apuestos de la aldea. Evidentemente estos jévenes, Techazados en una o dos tentativas de cortcjo, inflama. dos por el éxito sonoramente proclamado de sus com. Pafieros y ante los vituperios proferidos contra su inex. Periencia, prescinden del procedimiento establecido para enamorar y ensayan una moetotolo. Y una vez atra- Pados y marcados, ninguna joven les volvera a prestar atencién. Deben esperar hasta que scan hombres ma- yores y estén en condiciones de ofrecer una posicion y un titulo, Pueden escoger alguna ramera cansada y descalificada 0 una joven, hija de padres ambiciosos ¥ egoistas, que acepta a disgusto. Pero pasarén afios antes de que esto sea posible; excluidos durante mu. cho tiempo de los amores en que se enredan sus compa- eros, realizan repetidas tentativas, algunas con éxito, otras, en que resultan prendidos, castigados y ridiculiza. dos por la aldea, cavandose cada vez mas la fosa bajo los pies. A menudo las relaciones con hombres consti- tuyen soluciones parcialmente satisfactorias. Habia una pareja semejante en la aldea: un notorio moetotolo ¥ un joven grave, que deseaba mantener su corazén libre para las intrigas politicas. El moetotolo, en conse- cuencia, complica y agrega sabor al galanteo subre que se lleva a cabo en la casa; al tiempo que el peligro de perderse, los inconvenientes que surgen en los en- 102 ADOLESCENCIA. SEXO Y CULTURA EN SAMOA cuentros casuales que tienen lugar afuera, la Iluvia y el miedo a los fantasmas, complican el amor bajo las pal- meras. Entre estos asuntos estrictamente sub rosa y un ofre- cimiento final de matrimonio, hay una forma de cor- tejo intermediario en el cual la joven es visitada por el muchacho. Como esto se considera un paso de prueba hacia el matrimonio, ambos grupos de parentesco deben estar mds o menos inclinados en favor de la union, Con el soa a su lado y provisto de una cesta de pescado, un pulpo o una gallina, el pretendiente se presenta en la casa de la joven antes de la cena, Si su regalo es aceptado, significa que la familia de la joven estd dispuesta a que él le brinde sus requiebros. Es formal- mente acogido por el marai, se sienta con la cabeza reverentemente inclinada durante la oracién del atar- decer, y luego él y su soa se quedan a cenar. Pero el pretendiente no se acerca a su amada. Se dice: «Si us- ted desea conocer quién es realmente el amante, no mire al muchacho que est4 sentado al lado de ella, la mira audazmente a los ojos, retuerce las flores de su collar en sus dedos 0 le saca la flor de hibisco del pelo para luego ponérsela detras de la oreja. No es él quien susurra suavemente a su ofdo 0 ‘Querida, espérame esta noche. Después que se haya puesto la luna vendré hacia ti", 0 quien le hace bromas diciéndole que ella tiene muchos amantes. ire en cambio al que se halla sentado mas lejos, con cabeza gacha y no toma parte en la broma. Vera Usted sus ojos dirigidos siempre dulcemente hacia la muchacha. La observa continuamente y no pierde un movimiento de sus labios. Quizis ella le hard un guifio, levantaré las cejas 0 hard una sefia con la mano. El debe estar siempre alerta y vigilante, o no lo adverti EI soa, entretanto, corteja a la joven de un modo com- plicado y ostentoso, y en voz baja cnsalza la causa de su amigo. Después de cenar el centro de la casa es ce- dido a los jévenes para que jueguen a las cartas, canten © permanezcan simplemente sentados, intercambiando 103 MARGARET MEAD una serie de bromas liberales. Este ria entre visitas ocasionales y la asistencia dia regalo comestible no necesita acompafar cada visita, pero es tan en la visita inicial como la preset tacién en Occidente. El camino de esos amantes decla- rados es arduo. La joven no desea casarse ni cercenar sus amorios por deferencia hacia un novio definido. Posiblemente también le disguste su pretendiente, mien- tras que ¢l a su vez, puede ser victima de ambiciones fa- miliares. Ahora que toda la aldea lo sabe pretendiente de ella, la muchacha satisface su vanidad, haciendo gala de perversidad, de esquivez. Cuando él llega al atarde- cer, ella se ha ido a otra casa; si la sigue alli, inme- diatamente regresa a su casa. Cuando tal noviazgo ma- dura en una proposicién de matrimonio aceptada, el muchacho suele ir a dormir a casa de su futura no- via y con frecuencia la unién se consuma subrepticia- mente. El casamiento ceremonial se difiere hasta que la haya plantado 0 recogido bastantes ndo la de la joven contar con un adecuado surtido de tapa y esteras, De esta manera se desenvuelven los amores de los jévenes comunes de la misma aldea, y de los plebeyos de aldeas vecinas. La taupo esté exceptuada de esta experimentacién facil y libre. La virginidad constituye para ella un requisito legal. El dia de su matrimonio, delante de toda ta gente, en una casa brillantemente iluminada, el jefe hablante del novio aceptard las prue- ‘bas de su virginidad.' Antiguamente, si no resultaba vir- gen, sus parientes caian sobre ella y le pegaban con Piedras, desfigurandola y a veces hiriéndola fatalmen- te por haber avergonzado a su familia. Las pruebas pt- blicas suelen postrar a las jévenes durante una semana, aunque de ordinario se recobran de su primer roce en dos 0 tres horas; las mujeres muy raramente permane- 1. Esta costumbre ha sido prohibida actualmente por Ia ley Pero desaparece con lentitud. * 7 108 ADOLESCENCIA. SEXO Y CULTURA EN SAMOA, cen més de dos o tres horas en cama después de un parto. Aunque la ceremonia de la prueba de la virginidad se cumplia tedricament matrimonios entre per- sonas de toda jerarqu cuando el muchacho sabia que era una form: una muchacha sensata que no es virgen se lo dira al jefe hablante de su esposo a fin de que no la avergiience e de todos» Las actitudes acerca de la virginidad son muy curio- sas. El cristianismo, por supuesto, ha adjudicado un valor moral a la castidad. Los samoanos contemplan ese .concepto con escepticismo reverente pero absolu- to, y la idea de celibato esté totalmente desprovista de sentido para ellos. Pero la virginidad constituye sin duda un atractivo més en la joven; el enamorar a una virgen se considera una proeza mayor que la conquista de una mujer mds experta, y un don Juan realmente afortunado dedicara la max 6 seducirla. Un joven que se cas6 a los vei con una muchacha ain virgen fue el hi la aldea por su azoramiento, manifestado sin reservas, que ponia en evidencia que a su edad, aunque habia tenido muchos amores, jamas habia conquistado los fa- vores de una virgen, EI novio y sus parientes, la novia y los suyos, ad- quieren prestigio si ésta resulta la muchacha de categoria que deseara impedir penosa ceremonia publica se veria frustrada no sdlo por la ansiosa compafiia y proteccién de sus parientes sino también por la avidez de prestigio que domina al muchacho. Un joven libertine huyd a casa de su padre con una joven de alta jerarquia perteneciente a otra aldea y se nego a vivir con ella, diciendo: «pen- jue tal vez podria casarme con esa joven, que ten- lugar una gran malaga y una gran ceremonia; yo esperaba alcanzar reputacién al casarme con una vir dia siguiente vino su padre y dijo que joven lors mucho. 105 MARGARET MEAD més. Ahora nos escaparemos a la manigua”.» Se com- prende que la joven renuncie frecuentemente a un Prestigio temporal para evitar las pruebas publicas, pero el muchacho obstaculizaré sus esfuerzos en la me- dida en que sean honorables sus ambiciones. ‘Asi como el amor clandestino y fortuito bajo las palmeras es la forma tipica de irregularidad para los de cuna humilde, la fuga tiene su arquetipo en los amores de .a taupo y las hijas de otros jefes. Estas jovenes de cux:a noble son protegidas cuidadosamente; no hay para ellas citas secretas por la noche o en- cuentros fortuitos durante el dia. Mientras los padres de jerarquia inferior, ignoran complacientemente las experiencias de sus hijas, el alto jefe custodia la vi ginidad de su hija tanto como el honor de su nombre, su pretedencia en la ceremonia del kava o cualquier otra prerrogativa de su elevado rango. Algund vieja de la familia se constituye en constante compafiera y duefia de la joven. La taupo no puede visitar otras casas de la aldea ni salir de su casa sola por la no- che. Duerme con una mujer de mas edad a su lado. Jamas puede ir a otra aldea sin ser acompafiada. Atien. de juiciosamente a sus tareas, bafidndose en el mar, trabajando en la plantacién, segura bajo la celosa tu- tela de las mujeres de su aldea. Corre poco riesgo con el moetotolo, pues quien ultraja a la taupo habria sido antiguamente condenado a muerte, en la actualidad ten- dria que huir de la aldea. El prestigio de la aldea esta inexplicablemente ligado a la digna reputacién de la taupo; pocos jévenes se atreverian a ser sus amantes. Llegar a casarse con ella es algo fuera de cuestion, y sus compafieros los acusarian de traidores antes ‘que envidiarles esa distincién dudosa. A veces un joven de gran jerarquia, perteneciente a la misma aldea, osa- r& emprender una fuga, pero aun esto sucede rara- mente, Porque la tradicién dice que la taupo debe ca- sarse fuera de su aldea, con un alto jefe 0 un manaia de otra aldea. Tal matrimonio da ocasién para gran- des festividades y una solemne ceremonia. El jefe y 106 ADO! SCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA todos sus jefes hablantes deben venir a pedir su mano personalmente, trayendo regalos para los jefes hablan- tes. Si los jefes hablantes de la joven coinciden en que se trata de una alianza lucrativa y deseable y la familia se halla satisfecha de la jerarquia y aspecto del pretendiente, queda concertado el matrimonio. Poca atencién se presta a la opinién de la muchacha. Tan arraigada se halla la idea de que el casamiento de la taupo es asunto de los jefes hablantes, que los nativos del continente, influidos por las costumbres europeas, se niegan a hacer taupos a sus hijas, porque los mi- sioneros dicen que una joven debe escoger por si mis- ma. Consideran que cuando es taupo la cuestién escapa inevitablemente de sus manos. Arreglado el noviazgo, el novio regresa a la aldea a fin de recoger comida y bienes para el matrimonio. Su aldea le fija un lote denominado Sitio de la Dama, que queda como pro- piedad perpetua de ésta y sus hijos: en este terreno construyen una casa para la novia, Entretanto, el no- vio ha dejado tras de si, en la casa de la novia, un jefe hablante cuya funcién es similar a la del humilde soa. Es ésta una de las mejores oportunidades para que el jefe hablante logre adquirir riqueza. Queda co- mo emisario de su jefe, vigilando a su futura novia, Trabaja para la familia de ella, y cada semana el ‘matai de la joven debe recompensarle con un gene- roso presente. Como prometida de su jefe, se exige a la muchacha una conducta cada vez mas circunspec- ta. Si antes chanceaba con los muchachos de Ia aldea, ahora ya no debe hacerlo; si ello sucediera, el jefe hablante, atento a cualquier transgresin al eminente decoro, iria a la casa de su jefe € informaria que su novia es indigna del honor de serlo. Esta costumbre es particularmente susceptible de utilizacién en caso de arrepentimiento de una de las partes. Si el novio se arrepiente del convenio, soborna a su jefe hablante (que es habitualmente un hombre joven, de los menos importantes, y se beneficiaré grandemente con el ma- trimonio en’ si) para que sea supersensible al compor- 107 MARGARET MEAD tamiento de la novia o al trato que recibe por parte de la familia de ella. Y éste es el momento en que Ia novia se escapa, si su futuro novio resulta demasiado inaceptable. Porque mientras ningun muchacho de su aldea se-expondria a ser objeto de sus peligrosos favo- res, uno de otra aldea acrecentaria enormemente su prestigio si se escapara con la faupo de una comunidad rival. Una vez que ella se ha fugado, la proyectada alianza se quiebra, naturalmente, aunque los padres enojades puedan negarse a sancionar el matrimonio con su amante y la castiguen casandola con un viejo, Tan inmenso es el prestigio adquirido por la aldea a que pertenece un joven que ha logrado escaparse com luna taupo, que a menudo todo el esfuerzo de una ma- laga se concentra en secuestrarla, y su virginidad sera respetada en proporcién directa con las posibilidades de que su familia y aldea consientan en ratificar su casamiento. Como el secuestrador es frecuentemente fiduo de alto rango, la aldea acepta pesarosa el compromiso. Esta norma de la fuga. a la cual prestan significado las restricciones en que vive la taupo, y esta rivalidad interaldeana, se prolongan en los rangos inferiores, donde en verdad carecen practicamente de sentido. Rara vez se acompafia y escuda a una muchacha de fami- lia media en forma lo bastante estricta como para que a fuga resulte el unico modo de consumar una rela- i6n amorosa. Pero la fuga es espectacular; el mucha- cho desea aumentar su reputacién de victorioso don Juan y la joven desea proclamar su conquista, con- fiando también a menudo en que todo terminaré en casamiento. La pareja fugitiva huye a casa de los padres del muchacho o a la de algun pariente y espera que los padres de la joven la persigan. Un muchacho conté el siguiente relato acerca de tal aventura: «Hui: mos bajo la Iluvia por mas de catorce kilémetros, hasta Leone, bajo el diluvio, a casa de mi padre. Al dia siguiente la familia de ella vino a buscarla, y mi padre me dijo: “gCémo es eso?, si quieres casarte con 108 RA EN SAMOA LESCENCIA, SEXO Y Cl esta joven, pediré a su padre que la deje aqui.” ¥ yo dije: Oh, no! Solo me escapé con ella para que se supiera piblicamente.» Las fugas son mucho menos fre- cuentes que los amores clandestinos porque la joven arriesga en ellas mucho mas. Publicamente renuncia a sus muchos derechos nominales a la virginidad; se disgusta con su familia, que antes, y a veces aun en la actualidad, la castigaba terriblemente y le afeitaba la cabeza, En nueve casos de diez el nico motivo que mucve al amante es la vanidad y la ostentacién, pues el muchacho dice: «Las jévenes odian a un moetotolo, pero todas aman a un hombre avaga» (el que se fuga). La fuga tambiér suele constituir una medida préc- tica cuando una familia se opone al matrimonio deci- dido por una pareja de jévenes. Estos se refugian jun- to a los miembros favorables de la familia, Pero a menos que los recalcitrantes parientes se apacigtien y se avengan a legalizar el matrimonio con un inter- cambio formal de bienes, los causantes nada pueden hacer para fijar su situacién. Una pareja joven, aun- que haya tenido varios hijos, sera clasificada como fugitiva, y aunque el matrimonio finalmente se legali- ce, tras larga demora, este estigma los marcaré para siempre. Este es asunto mucho mas serio que una mera acusacién de irregularidad sexual, pues existe la sen- sacién definida de que todos los procedimientos de la comunidad han sido violados por un par de jévenes advenedizos ‘Se mantienen entre las dos familias ofrecimientos reciprocos de regalos mientras dure el matrimonio y aun después, cuando nacen hijos. El nacimiento de cada hijo, la muerte de un miembro de una de las familias, una visita de la esposa a su familia o del esposo a la suya si vive con la familia de su mujer, dan lugar a la presentacién de regalos. En las relaciones premaritales prevalece estrictamen- te una convencién en cuanto a la forma de hacer el amor. Se trata en verdad de una convencién de lenguaje mas que de accién. Un muchacho puede proclamar 109 Vee yee i ee ee MARGARET MEAD que moriré si una joven le niega sus favores; los sa moanos se rien de las historias romanticas de amor, escarnecen la fidelidad a una esposa o amante ausente durante largo tiempo, creen explicitamente que un amor curard en seguida la pena causada por la pérdida de otro. La fidelidad seguida por la gravidez se toma como prueba positiva de una verdadera unién, aunque el hecho de tener muchas amantes nunca se considera con- tradictorio con una declaracién de afecto por cada una. La composicién de canciones de amor, la ideacién de lar- gas y floridas cartas eréticas, la invocacién a la luna, las estrellas y el mar en el galanteo verbal, todo sirve para conferir a los amores de los samoanos una estrecha semejanza superficial con los nuestros, siendo, sin em- bargo, su actitud mucho més parecida a la del héroe de Schnitzler en Los amores de Anatolio. El amor romanti- co tal como ocurre en nuestra civilizacién, inextricable- mente ligado a las ideas de monogamia, exclusividad, celos y una fidelidad sin rodeos, no ocurre en Samoa. Nuestra actitud es un complejo, resultante final de muchas lineas de desarrollo convergentes en la ci cién occidental, de la institucién de 1a monogamia, las ideas de los tiempos de la caballeria, la ética del cristia- nismo. Aun la apasionada adhesin a una persona, que dura un largo periodo y persiste frente al desaliento, pero no excluye otras relaciones, es rara entre los sa- moanos. El matrimonio, por otra parte, es considerado como un arreglo social y econémico, en el cual deben tenerse en cuenta la riqueza relativa, el rango, y la peri- cia del esposo y la esposa. Hay muchos matrimonios en los que ambos individuos, sobre todo si han cumplido ya los treinta afios, se mantienen completamente fieles Pero esto debe atribuirse a la facilidad de la adapta. cién sexual, por una parte, y ademés a la ascendencia de otros intereses: organizacién social para los hom- bres y los hijos, para las mujeres —por encima de los intereses sexuales—, mas fuertes que el apasionado afec- to entre los cényuges. Como a los samoanos les faltan las inhibiciones y la complicada especializacién del 110 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA sentimiento sexual que torna insatisfactorios los ma- trimonios de conveniencia, les es posible fortificar la felicidad marital con otros elementos mas que la tem- poraria devocién pasional. La adaptabilidad y la conve- niencia se transforman en este caso en factores deci- sivos. 2—~ El Adulterio nO significa necesariamente la ruptura de un matrimonio. La esposa de un jefe cuando comete adulterio deshonra su alta posicién, y por lo comin es repudiada, aunque dicho jefe se resentira abierta- mente si ella vuelve a casarse con otro de jerarquia inferior. Si el amante es considerado més culpable que ella, la aldea se vengara de él publicamente, En casos menos manifiestos, el grado de alboroto que se hace por el adulterio depende del rango relativo del ofensor y el ofendido o de los celos personales, que surgen solo ocasionalmente. Si el marido 0 la esposa injuriados se irritan como para amenazar con la vio lencia fisica, el transgresor quiz tenga que recurrir a una ifoga -publica, humillacién ceremonial ante al- guien cuyo perdén se solicita. Va a la casa del ofen- dido, acompariado por todos los hombres de su fami- lia, envuelto cada uno en una estera fina, que cons- tituye el valor corriente de la regién; los suplicantes se sientan fuera de la casa, con las esteras finas sobre la cabeza, las manos dobladas sobre el pecho, la ca- beza inclinada en actitud de la mas profunda melan- ia y humillacién. «Y si el hombre esté muy encole- ado no dira palabra. Todo el dia’ atendera sus tareas; trenzard cinet con mano rapida, hablaré a su esposa en voz alta y saludara a los que pasan por el camino, pero no prestard atencién a los que estén sentados en su propia terraza, sin atreverse a alzar la vista ni un movimiento para alejarse. En tiempos pretéritos, si su corazén no se apaciguaba podia tomar un palo y junto con sus parientes ir a matar a los que se ha- ilaban sentados afuera. Pero ahora solo los tiene es- perando durante todo el dia, El sol descendera sobre cllos, la Iluvia caera sobre sus cabezas, y sin embargo mt MARGARET MEAD no abrir la boca. Luego, hacia el atardecer, dira al fin: “Venid, es bastante. Entrad y bebed el kava. Comed los alimentos que colocaré ante vosotros y arrojare- mos al mar nuestro disgusto”.» Luego las esteras finas son aceptadas como pago por la injuria, la ifoga se convierte en tema de la historia aldeana y los viejos chismes dirén: «jOh, si, Lua!, no, ella no es hija de Jona. Su padre es ese jefe de la aldea vecina. El ifod a Tona antes de que ella naciera.» Si el ofensor es de jerarquia mucho mas baja que el esposo injuriado, su jefe 0 su padre —si es un muchachito— tendran que humillarse en su lugar. Cuando la ofensa parte de la ‘mujer, ella y sus parientas deberan cumplir indemni zaciones similares. Pero correran mucho peligro de ser firmemente castigadas y regafiadas; las pacificas en- sefanzas del cristianismo —quizd porque fueron Figidas especialmente contra el asesinato, que no suele resultar de las contiendas entre mujeres— han origi- nado muchos menos cambios en las actividades beli- gerantes femeninas que en las masculinas, Cuando, por otra parte, uno de los esposos se can- sa realmente de su cOnyuge, se recurre al divorcio, que no encierra complicacién alguna: el cOnyuge que per: tenecia a otra casa se va simplemente a la de su fa- milia y dice que el parentesco ha desaparecido. Se trata de una monogamia muy quebradiza, a menudo trans- gredida y con mucha frecuencia totalmente rota. Pero ocurren muchos adulterios —por ejemplo, entre un joven soltero, temeroso del matrimonio, y una mujer casada, o un viudo temporal y alguna joven— que apenas amenazan la continuidad de las relaciones esta- biecidas. El derecho a las rentas de la Gerra de su fami- fia torna a la mujer tan independiente como su esposo, ¥ en consecuencia no hay matrimonios, cualquiera que sea su duracién, en los cuales uno de los cényuges sea extraordinariamente infeliz. Un minisculo arrebato de célera, y la mujer se va a casa de los suyos; si su esposo ‘no se preocupa por reconciliarse, cada uno busca nuevo compaficro. 12 \DOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA Dentro de la familia, tedricamente, la esposa obede- ce y sitve al marido, aunque por supuesto el marido dominado por la mujer es un fenémeno frecuente. En familias de alta jerarquia, el servicio personal al esposo pasa a ser efectuado por la taupo y el jefe hablante, pero la esposa retiene siempre el derecho a brindar ser- vicios personales a un alto jefe, tales como, por ejem- plo, cortarle el pelo. La jerarquia de una esposa nunca puede exceder a la de su marido porque siempre depen- de directamente de dicho rango. Su familia puede ser mas rica y mas ilustre que la del esposo, y ella puede en realidad ejercer ms influencia que él sobre los asun- tos de la aldea a través de sus parientes consangut- neos, pero en la vida de la familia y de la aldea es una tausi, esposa de un jefe hablante, o una faletua, esposa de un jefe. Esto a veces deriva en conflicto, co- mo en el caso de Pusa, que era hermana del ultimo poseedor del titulo supremo de la isla. Este titulo ex- tinguiése temporalmente. Ella era también esposa del jefe supremo de la aldea. Si su hermano reasumia como heredero el titulo més alto, la jerarquia de su esposo y Ia suya en su cardcter de esposa se verian menoscabadas. Ayudar al hermano significaba rebajar el prestigio del esposo. Como ella pertenecia al tipo die mujer que tiende mucho mds a las maquinaciones secretas que al reconocimiento publico, decidié emplear Su influencia en favor de su hermano. Tales conflictos no son excepcionales, pero presentan una eleccién nida, habitualmente reforzada por consideraciones de residencia. Si una mujer vive en la casa de su esposo y si, ademas, esa casa esta ubicada en otra aldea, su inte: se alista principalmente en la causa de su esposo; pero si vive con su familia, en su aldea, su fidelidad pro- bablemente se orientara hacia los parientes consangui- cos de quienes recibe gloria indirecta y privilegios no formales, si bien no alcanza ninguna situacién legal. 413 SW rae 8. EL PAPEL DE LA DANZA La danza es la nica actividad en que participan in- dividuos de casi todas las edades y de ambos sexos y, en consecuencia, ofrece una oportunidad extraordinaria para realizar un analisis de la educacién. Hay virtuosos de la danza pero no cxisten maestros expresamente establecidos. Se trata de una actividad su- mamente individual montada en una armazén social. Esta armazén-oscila desde una pequefa fiesta danzante en la cual se hallan presentes alrededor de veinte per- sonas, hasta las grandes festividades de una malaga (ies- ta viajera), 0 una boda, en que la casa de huéspedes mas espaciosa de a aldea esta repleta por dentro y ro- deada de espectadores por fuera. Con el alcance y la importancia de la festividad varia también la formalidad de los preparativos. Habitualmente da ocasién hasta para una pequefia siva (danza) la presencia de por lo menos dos o tres jovenes forasteros. El entretenimiento tipo es la division de los intérpretes en visitantes y anf- triones, turndndose ambos en la provision de Ja musica y de los bailarines. Esta forma se sigue aunque la ma- Jaga solo incluya a dos individuos, pues en ese caso los anfitriones engrosan las Es en estas pequefias nifios aprenden a bailar. Al frente de la casa se sientan los jovenes que son ejes y arbitros de la reunién. El matai y su esposa, posiblemente un matai allegado y los otros mayores de la casa, se sientan hacia el fondo en directa antitesis con el procedimiento acostumbrado de acuerdo con el cual el lugar de los jovenes esta atras. 15 MARGARET MEAD En los extremos se agrupan mujeres y nifios y afuera acechan los muchachos y chicas que no participan en la danza, aunque en cualquier momento pueden ser arras. trades a clla, En tales ocasiones ia danza es en general x r los pequefios, comenzando casi siempre siete y ocho afios. La espos: de tos hombres jévenes anuncia los no: parala taupo y sus dos jefes hablantes. Los jovenes, sen ads en un grupo cercano al centro de la casa, ejecu- tan la musica; uno de ellos se pone de pie y dirige el canto, acompafiado por un instrumento de cuerda im- portado que ha reemplazado al rudo tambor de bambu de fas épocas primitivas. El director da el tono y toda la concurrencia interviene, sea en la cancién, sea acompa- fiando con palmadas 0 golpeando en el suelo con los ‘nudillos. Los bailarines son los arbitros decisivos acerca de Ia calidad de la musica, y no se juzga petulancia el que uno de ellos se interrumpa y reclame mejor musica como condicién para continuar. Las canciones son esca- sas en ntimero; los jévenes de una aldea rara vez saben mas de una docena de aires y quizds el doble de letri- llas, tas cuales cantan con diversos aires. Los versos basan simplemente en el ntimero d un cambio de acento y no se exige rima, de ma quaiguier nuevo acontecimiento es integra: en di viejo molde, y se insertan con gran libertad en el mismo nombres de aldeas y de i de las canciones tiende a asumir un cardcter en extremo personal, con gran ntimero de mofas a expensas de cier- tos individuos y sus aldeas. La forma de la participacién del publico varia se- gin Ia edad de los bailarines. En el caso de los nifios mas pequefios, consiste en una interminable corriente de comentarios bonachones: «{Mas ligero! jAgéchate mas! iMas bajo! jRepi los muchachos labas; se permite que 6 ESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA. diante un firme murmullo: «{Gracias, gracias por tu dan- za! jHermoso! jAtractivo! {Encantador! ;Bravo!», lo cual produce el efecto de la irregular corriente de los amén en un servicio evangelista. Esta articulada cortesia se torna casi de cardcter lirico cuando el bailarin es una persona de rango en quien bailar es una condescen- dencia. Los nifios son Ievados a estas pistas publicas con inar. Desde nifios, en res, aprendieron a palmear en los brazos wun antes de aprender a caminar, de ma- nera que el ritmo estd indeleblemente grabado en su mente; cuando tenian dos y tres afios han estado de pie sobre una estera, en sus casas, golpeando sus manos al compas del canto de sus mayores; ahora se les exhor- ta a actuar ante un grupo. Pequefuelos con sus enor- mes ojos abiertos, aterrorizados, permanecen al lado de otro chico algo mas grande, palmeando con desespera- cidn y tratando de afiadir nuevos pasos copiados de sus compafieros en la excitacién del momento. Todo progre: so se saluda con fuertes aplausos. El nifio que se des- envolvié mejor en Ia ultima fiesta sera situado en prime- ra fila en la proxima, pues el grupo esta primordialmente esado en su propia diversion antes que en facilitar igual grado de practica a todos los nifios. Por ende, dejan ripidamente atras el resto, tanto a ‘oportunidades mas numerosas, como de un don superior. Esta tendencia a brindar mas y mas ocasiones al nifio con talento es contrarrestada en algo por la rivalidad entre los parientes que desean hacer adelantar a sus pequefios. Mientras los chicos bailan, los muchachos y much; chas de més edad retocan sus trajes con flores, colla- res de conchas, ajorcas y pulseras de hojas. Uno o dos se deslizan hasta sus casas y regresan vestidos con com- plicadas faldas de corteza. Se saca del arca familiar u botella de aceite de coco para frotar los cuerpos de los bailarines de mds edad. Si se halla presente una perso- na de categoria que consiente en bailar, los anfitriones 17 MARGARET MEAD sacan a relucir sus mejores esteras y tapas en calidad de indumentaria. A veces este aderezamiento improvisado adquiere tal importancia que se toma una casa adjunta como camarin; en otras es de naturaleza tan poco pla- neada que los espectadores que se han congregado atue- ra vestides solo con sabanas, tienen que pedir prestado un traje 0 una lavalava a otro espectador antes de poder aparecer en la pista de baile. La forma de la danza es es si eminentemente indivi- dualista. No se prescribe ninguna figura, excepto la me- dia docena de palmaditas establecidas que inician la danza y el uso de una de las pocas codas de rigor. Hay veinticinco o treinta figuras, dos 0 tres posiciones de transicion fijas y por los menos tres estilos precisos: la danza de la 1aupo, la de los muchachos y la de lus bufo- nes. Estos tres estilos se relacionan definidamente con la clase de danza y no con la condicién de! bailarin. La danza de la taupo es grave, lejana, hermosa. Se requiere que ella conserve una expresidn rigida, sofiadora e im- pasible, de infinita altivez y arrogancia. La tnica alterna. tiva permitida en esta expresién son una serie de gestos de naturaleza mas bien: impidica que cémica, cuyo atractivo principal deriva del fuerte contraste que pre sentan con la habitual seriedad, El manaia, cuando baila en su papel de tal, también esta obligado a seguir esta misma norma decorosa y digna. La mayoria de las nifias y unos cuantos muchachitos modelan su baile segun esta convencién. Los jefes, en las raras ocasiones en que aceptan bailar, y las mujeres de jerarquias poscen cl privilegio de escoger este estilo 0 adoptar el papel de un comediante. La danza de los muchachos es mucho ms alegre que la de las jovenes. Hay una mayor liber: tad de movimiento y mayor intensidad en el sonido pro: ducido por las rapidas y ritmicas palmadas sobre las partes desnudas del cuerpo, con su crepitante tatt. Este estilo no es salaz ni Linguido, si bien a menudo la danza de la taupo retine ambas caracteristicas. Es atlético, le- vemente alborotador, exuberante, y debe mucho de su atractivo a los juegos de manos de rapida y diff 118 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA, dinacién que implica el palmear, La danza del bufén se desarrolla particularmente al lado de la taupo 0 del ma naia y los honra remedandolos. Es primordial prerro tiva de jefes hablantes, ancianos y ancianas en general. El motivo original es el contraste: el bufon da relieve cémico a la majestuosa danza de la taupo, y cuando mas elevada es la jerarquia de ésta mayor es la de-los hom bres y mujeres que consienten en actuar en ridiculo contraste con su habilidad. La danza de estos bufones se caracteriza por la parodia, la payasada, la exagera- cién de las figuras estereotipadas, el fuerte ruido hecho al martillear la boca abierta con la palma extendida y la gran cantidad de saltos y golpes en el suclo. El bufén se comporta a veces tan eficientemente que llega a apode- rarse del centro de la pista en estas ocasiones ceremo- niales. La nifia que aprende a bailar tiene estos tres estilos para elegir, veinticinco o treinta figuras para componer Su danza y, lo que es més importante, puede observar a Jos bailarines individuales. Mi primera interpretacién acerca de la pericia que evidenciaban los chicos, fue la de que cada uno tomaba a un muchachito 0 muchachita mayores como modelo y copiaba su danza servilmente y con diligencia. Pero no pude encontrar un solo caso en el cual un chico admitiera 0 pareciera en cierto modo consciente de haber copiado a otro; ni tampoco encon- tré, después de intimar mas estrechamente con el grupo, ‘gin nifio cuyo estilo de danza pudiera ser referido definidamente a la imitacién de otro bailarin. Todos los de la aldea conocen el estilo de cada bailarin destacado, y cuando aparece un imitador, como en el caso de Vaito- Zi, nifia que colocaba sus antebrazos paralelamente al plano superior de su cabeza con las palmas extendidas Sobre ésta y avanzaba en posicién inclinada, exhalando siscantes sonidos, se dird que baila a la Sina, Tal imita- cidn no es reprobable; el autor no se resiente particular- mente por ella ni sc glorifica, la multitud no la vitupera; pero tan vigoroso es cl sentimiento de in ion, que un bailarin muy pocas veces introduciré mas de un 119 MARGARET MEAD rasgo imitado en una reunién vespertina. Cuando el bai- lede dos muchachas es similar, ello ocurre a pesar de los esfuerzos de ambas mas bien que a causa de cualquier ‘entativa de imitacién. Naturalmente, la danza de los chicos es mucho mas uniforme que la de los jévenes y las muchachas que han tenido realmente tiempo y opor- tunidad para perfeccionar un estilo. id de los mayores respecto de la precocidad direccién del mismo o el baile, se halla en € contraste con la que observan para toda forma de precocidad. En la pista de baile nunca se oye la temida acusaci tds presumiendo por encima de tmedad.» A estos chiquillos que serian ridiculizados y po- siblemente azotados por tal conducta en cualquier otra casi6n, se les permite alardear, fanfarronear y jactarse, sim una palabra de reproche. Los parientes se vanaglo. ‘ian deleitados por una precocidad que les hubiera hecho esconder la cara de vergiienza si se revelara en cualquier otra esfera. Es en estas ocasiones semiformales cuando la danza sirve realmente como factor educativo. La danza cere- monial de la taupo o el manaia y sus jefes hablan ee una boda o una malaga, con su com: ditrbucién obligatoria de regalos y su v vacin de la precedencia y pret 10 brinda opor- tunidades al aficionado @ al nino. que sslo pueden oor firse fuera de la casa de huéspedes y contemplar el es- Pectéculo, La existencia de un arquetipo elaborado y estilizado tan pesadamente, lena por supuesto una fun- ervir de antecedente a las males que imitan parcialmente su gran- cuentran de ordinario los aiios. Aq los mayores: «Signtate y quédate calado», se convierten en «Levantate y baila». Los nifios constituyen verdaderamente el centro del grupo, en vez 120 de sus apéndices apenas tolerados. Los padre: logios, lo que con: de acentuar la superioridad de sus nit los de sus vecinos o visitantes. La omnipresente ascen- dencia de la e !a un poco en provecho de la mayor efi sona que debe hacer una definida contribucién, pres- cindiendo del sexo y la edad. La importancia concedida dividualidad llega a la danza como representa de los adultos, con su medio e igual nimero de pr la. A menudo un bailarin no presta la suficien- te atencién a sus compafteros de danza para no chocarlos continuamente. Es una genuina orgia de agresiva osten- tacién individualista. Esta tendencia tan vocingleramente manifestada en estas ocasiones no formales, no corrom- pe la perfeccién de la danza normal, en la que la solem- nidad de la ocasion se transforma en freno suficiente para la agresividad de los participantes. La danza formal es de significacin personal s6lo para las gentes de jerarquia o para el virtuoso, a quien se le presenta asi una perfecta oportunidad de exhibicion. La segunda influencia de la danza consiste en que reduce el umbral de la timidez. Hay tantas diferencias entre los nifios samoanos en cuestiones de timidez y sentimientos de turbacién como entre nuestros nifios, pero mientras éstos, mas timidos, rehiiyen enteramente la vista del piblico, el nifio samoano se muestra apena- do y angustiado pero, con todo, baila. La presencia del puiblico se considera inevitable, y el nifio realiza por lo menos un minimo de esfuerzo para afrontar las exi- gencias, poniéndose de pie y registrando un determinado numero de movimientos. Los efectos benéficos de este MARGARET MEAD temprano acostumbramiento a la presencia del puiblico y iguiente dominio del cuerpo son mas notables en el caso de los muchachos que en el de las jévenes. Mu- is afios bailan con tal hechizo y absoluta carencia de timidez que es grato observarlos. La joven adolescente cuyo porte desgarbado, torpeza y falta de coordinacién pueden ser espantosos, se torna de bai En cierto sentido, esta danza desprovista de formali- dades se aproxima a nuestros métodos educativos mas estrechamente que cualquier otro aspecto de la educa- cién samoana. Porque aqui el nifio precoz es aplaudido, festejado, recibe mas y mas oportunidades de mostrar su eficiencia, mientras que el tonto es ridiculizado, descui- dado, arrinconado. Esta diferencia en la practica per. mitida se refleja en diferencias cada vez mayores en la icia de los nifios a medida que crecen. El sentimiento Ge inferioridad, segin el cuatro clasico tan frecuente en nuestra sociedad, es raro en Samoa. La inferioridad alli parece derivar de dos fuentes: la torpeza en las relaciones sexuales que afecta a los jévenes cuando son grandes y produce el moetotolo, y la tosquedad en la pista de baile. Ya he referido el caso de la nifia que era més timida que sus compafieras, cuya futura jerarquia le habia forzado a presentarse a la vista del piblico, tor- nandose desventuradamente insegura y temerosa. La mis infeliz de las muchachas era Masina, que habia pasado la pubertad hacia tres afios. Masina no sabia bailar, y todos los de la aldea estaban enterados . Sus coetdneos lo deploraban; los chicos se reian . Poseia pocos encantos, era desmafiada en sus maneras, torpe, timida y ademas enferma. Sus cinco habian sido casuales, temporarios, insignifican- reunirse con nifias mucho menores. No sentia nza en si misma. Nadie pedia su mano en matri- ¥ mo se casaria hasta que su familia necesitara ADOLESCENCIA, SEXO ULTURA EN SAMOA de la clase de bienes que constituye el precio de una novia. Es interesante destacar que precisamente el unico aspecto de la vida en que los mayores tratan desfave- rablemente a los nifios menos eficientes parece ser el determinante mas poderoso para crear en ellos un sen- timiento de inferioridad, La gran importancia atribuida a la danza no hace, sin embargo, establecer distinciones en detrimento de los que tienen defectos fisicos. Por el contrario, todos los defectos se capitalizan bajo la forma de la danza o son compensados ‘por la perfeccién de la misma. Vi a un muchacho terriblemente jorobado que habia compues- to una ingeniosisim icién de una tortuga y también una danza en combinacién con otro muchacho sobre quien apoyaba su espalda. Ipu, el pequefio albino, bailaba con desafiante facilidad y en medio de grandes aplausos, mientras que el insano Laki, cuya mania era creerse el jefe supremo de la isla se deleitaba en bailar para cual- quiera que se dirigiera a él con las complicadas frases de cortesia correspondientes a su supuesta jerarquia. El ¢ supremo de una aldea, que era sordo- yba sus guturales sonidos como repetido danza, mientras que los herma- is hubieran quedado enredadas en el bosque. ina més precoz de Tau era casi ciega. todos los defectos e impedimentos eran util esta explotacién universal y especializada de la danza La nifia que baila asume casi siempre una persona- lidad muy distinta de su ego cotidiano. Después de una larga amistad, resulta a veces posible adivinar el tipo de danza que realizaré una determinada nifia. Esto es facil sobre todo en el caso de chicas evidentemente retozonas; pero también es frecuente sorprenderse ante la profunda complejidad que se comprueba en la danza 123 que pueda hacer ur baile para él. Asi la jovialidad nocturna de una malaga, \a danza se torna Peciales de menor importancia comparad. cién de la danza no formal.en el desarrollo de la indi. vidualidad y con la compensacién por la represién que se ejerce sobre la personalidad en otras esferas de la vida. 128 9. LA ACTITUD RESPECTO DE LA PERSONALIDAD La facilidad con que pueden regularse los conflictos motivados por diferencias de personalidad mediante un cambio de residencia, impide a los samoanos acosarse mutuamente con demasiada acritud. Sus valoraciones personalidad son una curiosa mezcla de cautela y mo. Hay una palabra, musw, que expresa renuen- hostilidad, y se aplica a la mujer que se niega a ir a un amante hasta entonces aceptado, al jefe que se niega a prestar su fuente de kava, al chiquillo que no quiere irse a dormir o al jefe hablante que no quiere par- ticipar en una malaga, La aparicién de una actitud musu es tratada con respeto casi supersticioso. Los hombres prescriben formulas para comportarse con una aman- fe, «de modo que ella no se vuelva musus, y la conducta, del suplicante debera orientarse cuidadosamente con respecto a este misterioso rechazo. El sentimiento pare- ce indicar que no se alterna con un individuo en fun- cién de sus preocupaciones peculiares con el propésito de asegurar un resultado exitoso en una relacién per- ‘apelando ya a la vanidad, ya al miedo, ya a la am- bicion del poder, sino mAs bien que se emplea una u otra serie de practicas eficaces para evitar que surja tun misterioso y extendido fendmeno psicolégico. Una vez que ha aparecido esta actitud, por lo general un samoa- no abandona la lucha sin més tramite y con un minimo de quejas. Esta aceptacién fatalista de una actit ; plicable motiva una singular falta de curiosidad acerca de los fos subyacentes. Los samoanos no son en absoluto insensibles a las diferencias entre las personas. 125 MARGARET MEAD Pero su plena apreciacién de estas diferencias se ve en- wrpecida por su concepcién de que una disposic ia al resentimiento, particulares son otros tantos caminos hacia la actitud Este desinterés por la motivacién es fomentado por la aceptacién convencional de la respuesta completa- ‘mente ambigua que se da a cualquier pregunta personal. La respuesta mas caracteristica a toda pregunta sobre los motivos de determinada conducta es Ta ilo, «Averi- gua», que a veces se torna mas especifica mediante agregado de «No sé>.' Esta se considera una respue adecuada y aceptable en la conversa empleo por los nifios, a fin de lograr que contestaran directamente la pregunta més simple. Cuando esta am- declaracién de que uno Itado es la final y nada reveladora ma- /0 no quiero, eso es todo.» )$ rehusarin vivir en sus teresan por el hecho, pero se encogen de hombros en cuanto a los motivos. Existe una curiosa excepcién a esta actitud. Si un in- dividuo enferma se busca la explicacién primero en las ides de sus parientes. La colera de un pariente, espe cialmente de una hermana, es potentisima para producir el mal, y entonces se convoca a toda la fai bra la ceremonia del kava y se ordena solemnemente a cada pariente que confiese el enojo que alberga en su corazén contra la persona enferma. Tales requeri son afrontados por solemnes negativas 0 por deta confesiones: «La semana pasada mi hermano y yo refi- mos; mi padre se puso del lado de mi hermano.» Pero 1. Véase Apéndice 1, pig. 236. 126 ADOLESCENCIA. SEXO Y CULTURA EN SAMOA esta ceremonia especial sélo sirve para destacar de una manera notable la preponderante actitud de desinterés por los motivos. Una vez vi a una muchacha abandonar stibitamente una excursion de pesca de fin de semana, en en el momento de llegar a nuestro destino, ¢ insistir en regresar bajo el calor del dia, a pesar de que la aldea distaba casi diez kilémetros. Pero sus compaficros no aventuraron hipotesis alguna; ella estaba simplemente must respecto de la reunién. En seguida se verd que esta actitud con: tuye una fe en una casa con una docena de personas més por lo menos. Sus objetos personales estan arrollados en una estera, colocados sobre los postes 0 apilados des cuidadamente en una cesta o arca. La pro} de un jefe sera prob: las mujeres de la familia, pero nadie mas que él puede gozar de seguridad con respecto a sus posesiones nomi- nales. El tapa, en cuya fabricacién la mujer pasa tres semanas, sera quizds entregado a un visitante durante la ausencia temporal de aquélla. Los anillos pueden des- aparecer de sus dedos en cualquier momento. Las pose- siones privadas son algo virtualmente imposible. Del mismo modo, todos los actos de un individuo son propie- dad publica. Un amor ocasional puede escapar a la len- gua de los murmuradores y un moerotolo ocasional pue- de ser sorprendido, pero existe un conocimiento muy generalizado por parte de realmente nadie, sabia quién era el padre del hijo de Fa’amoana. La atmésfera opresiva del pequefio pueblo ; en una hora los chicos habrén compuesto sobre los actos mas secretos. Esta idad es contrarrestada por una ia inclinacién a ocultar las cosas. Mien- tras un occidental diria: «Si, la quiero, pero nunca sa- bras hasta dénde legé mi amor», un samoano diria: 127 MARGARET MEAD «Si, por supuesto que vivi con ella, pero nunca sabras si la quiero o la odio.» El idioma samoano no tiene grados de comparacién regulares. Hay varias maneras desmafiadas de expresar la comparacién empleano el contraste: «Esto es bueno y esto es malo»; por la locucién: «¥ después de él vie- ne, etc.» Las comparaciones no son habituales, aunque rigida estructura social de la comunidad la jerar- formalizaciones poco fai petidas veces procuré ob: pulso del interrogado era siempre contestar: «Oh, son Por curios al nativo una nocién del pecado, lo habia provisto al thenos de una lista de ellos. Aunque a menudo me en- contré con una respuesta preliminar: «Hay tantos mu- chachos malos»; por lo comiin la calificacién esponténea era: «Pero Fulano es el peor porque él..,», La fealdad eran [os atributos mas vividos y excep- lad; la belleza, la sabiduria y la bondad se daban por supuestas. En un relato acerca de otra persona, la serie de ras- os mencionados seguia una norma determinada y ob- parentesco, defectos, act Oh, es una mujer muy vieja; es la ma- dre de mi padre. Es viuda y solo - ae ir tierra adentro, pero esta todo el dia 2 Este informe tan poco ana- caso de adultos extraordina- cuya opinién se solicita. sap dig POP mas Dosaucos de caracteres, véase ApEndice I, pies. 128 Abe ESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA En la clasificacién nativa las actitudes se califican se- giin dos pares de términos: bueno y malo, fa Se dira que un nifio bueno presta ate se porta bien; un nifio malo presta atencién con dificult: tad o se porta mal. Facil y con dificultad son juicios so- bre el caracter; bueno y mato sobre la conducta. De ma- nera que la conducta mala o la buena explicadas en fun. cién de la facilidad o la dificultad han Hegado a ser con- sideradas como una capacidad inherente al individuo, Asi como nosotros diriamos que una persona cantaba facilmente 0 nadaba sin esfuerzo, el samoano dira que uno obedece facilmente, actiia respetuosamente. fécil- mente, reservando los términos bueno o bien para la aprobacién objetiva. Asi, un jefe que comentaba la mala conducta de la hija de su hermano, observaba: «Pero los hijos de Tui siempre atendieron con dificultad», lo que implica una aceptacion tan desinteresada de un de- fecto considerado inextirpable, como si hubiera dicho: «Pero Juan siempre tuvo una vista pobre.» corre pareja con una actitud igualmente la expresién de las emo- ciones. Estas se clasifican en causadas y no causadas. La cionada reaccion a un estimulo legitimo, sino que ca literalmente estar enojado sin causa o espontanea- mente, estado emocional sin estimulo evidente de nin- guna indole. Tales juicios son los mas cercanos a la va- loracién samoana del temperamento como opuesto al caracter. Al individuo librado que se aproxima estrechamer escarnecida en el caso del desviado temperamental. emocién excesiva, las preferencias violentas, las adhe- 129 MARGARET MEAD siones intensas, son siempre desaprobadas. Los samoa: nos gustan mas de un proceder intermedio, un sentimien- to moderado, una discreta expresi6n, una actitud razona- ble y equilibrada. Se dice siempre de los que se inquie- tan grandemente que se inquietan sin causa El rasgo que agrada menos a un coetanco se expresa mediante el término fiastli, literalmente, «desear ser lo mas elevado», 0, mas literalmente, «presumido». Tal el comentario acerca del coetdneo; en cambio una persona mayor usaria la expresién de reprobacion: ‘aucala laitit «presumiendo por encima de su edad». Es esencialmen: te el comentario resentido de aquellos que son ignora- dos, abandonados y dejados atras por los que les aven- tajan, les desprecian, les pasan por alto. Como término de reproche no es tan temido ni tan agraviante como el tautala laititi, porque se siente que la envidia desempefia su papel en el vituperio. En las conversaciones fortuitas, el lugar de la ociosa especulacién sobre la motivacién’ es ocupado por las explicaciones sobre la base del defecto fisicn 0 de la des- ventura objetiva; asi: «Sila llora en esa casa. Bueno, Sila €s sorda.» «Tulipa esta furiosa con su hermano. La ma- dre de Tulipa fue a Tutuila la semana pasada.» Aunque estas manifestaciones tienen Ia sefial inequivoca de pre- tendidas explicaciones, en realidad solamente son hibi tos de conversacién. El defecto fisico o el episodio re- ciente, no es evocado especificamente, sino meramente mencionado con acento mas 0 menos de desaprobacion. Toda la preocupacién se refiere al individuo como actor, y las motivaciones privativas de su psicologia se dejan en un insondable misterio. i Los juicios se hacen siempre en funcién de los grupos de edad, desde los puntos de vista del grupo del que ha- bla y de la edad de la persona juzgada. Un jovencito no sera considerado inteligente u obtuso, atractivo 0 no, torpe o habilidoso. Se le califica como un quillo de nueve afios que cumple eficazmente los recados ¥ es lo bastante sensato como para sujetar la lengua cuando sus mayores estén presentes; 0 un prometedor 130 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA, mozalbete de dieciocho afios que sabe pronunciar exce- lentes discursos en la Aumaga, dirigir discretamente una expedicion pesquera y tratar a los jefes con el respeto debido; o un erudito matai, que habla poco y bien y que sobresale tejiendo redes para anguilas. Las virtudes del nifio no son las del adulto. Y en el juicio del que habla influyen andlogamente la edad, de manera que varia también la estimacién relativa del cardcter. Los preado- lescentes juzgaran que los jévenes peores son los bel cosos, irascibles, con ganas de pelea, alborotadores. Los de dieciséis a veinte afios trasladan su censura de los al- borotadores y camorristas a los silenciosos: los moetoto- fo entre los’ muchachos, las notoriamente promiscuas entre las muchachas; mientras que los adultos prestan muy poca atencién a los delincuentes sexuales en cambio hacen hincapié en los ineptos, los imptidicos y los deso- bedientes entre los jovenes, y los perezosos, los imbé les, los pendencieros ¢ informales entre los adultos. Cuando el que habla es un adulto, las normas de conduc- ta se gradiian de esta manera: los nifos pequefios deben permanecer callados, despertarse temprano, obedecer, trabajar con ahinco y alegremente, jugar con los nifios de sui mismo sexo; los jévenes deben trabajar con di gencia y habilmente, no ser presumidos, casarse discre- tamente, ser leales a sus parientes, no llevar cuentos ni estar siempre disputando; mientras que los adultos de- ben ser prudentes, pacificos, serenos, generosos ¢ in- quictarse por cl prestigio de su aldea y vivir segtin las buenas formas y el decoro. No se da prominencia alguna a los hechos, ya mas sutiles, de la inteligencia y el tem- peramento. Las preferencias entre los sexos sc vuclven no hacia los muchachos o las jévenes arrogantes, locua- ces, valerosos, sino hacia los silenciosos y recatados que shablan suavemente y caminan con agilidads. 1 10. EXPERIENCIA E INDIVIDUALIDAD, DE LA JOVEN! ‘A lo largo de la precedente exposicién hemos traza- do el cuadro de las costumbres samoanas, mostrando la manera en que es educada una nifia, las exigencias que la comunidad formula a los nifios y a los jovenes y la actitud hacia el sexo y la personalidad. Sobre este fondo de conocimientos expondré ahora mis observaciones acerca del grupo de muchachos con quienes pasé mu- chos meses, que tenian entre diez y veinte afios de edad y vivian en las tres aldehuelas ubicadas en la banda de Sotavento de la isla de Tau. En la observacién de su vida como grupo y sus reacciones como individuos halla- remos respuesta a la pregunta: Qué es la adolescencia en Samoa? El lector recordar que la principal actividad de las nifias era el cuidado de las criaturas. También podian pescar en cl arrecife, tejer una pelota y hacer persia- nas, subir a un cocotero, mantenerse a flote a pesar de las olas, rallar la piel del fruto del arbol del pan o del taro, barrer el arenoso patio de la casa, traer agua desde y bailar una siva un 10 de los hechos de la vida y de la muerte estaba superdesarrollado en propor- cién con el de Ia organizacién de su sociedad 0 cual: quiera de los refinamientos de conducta prescritos para sus mayores, Se encontraban en una situacién cuyo pa- ralelo, en nuestra cultura, seria la de un nifio que hu- biera observado los fenémenos del nacimiento y la L. Ver cuadros y sumarios en el Apéndice V. 133 MARGARET MEAD muerte antes de que se le ensefiara a no alcanzar un punta hacia adelante 0 a dar cambio de un cuarto de délar. Ninguno de estos nifos sabia hablar el Ienguaje de la cortesia, aun en sus formas mas mentales, limiténdose su conocimiento a cuatro o cinco palabras de invitacién y aceptacién. Esta ignorancia, en efecto, los excluia de las conversaciones de sus mayores en todas las ocasiones ceremoniales. Espiar en una reu- nidn de jefes habria sido para ellos una experiencia sin valor. No tenian idea de la organizacién social de la aldea, aparte de conocer a los jefes de las familias y sa- ber quignes de los hombres y mujeres adultos estaban casados. Empleaban vagamente los términos de paren- tesco sin tener comprension real alguna de los mismos, -usando a menudo la expresion hermano (sibling) ? de mi sexo, cuando se aludia a un hermano del sexo opuesto; cuando aplicaban el término hermano a un tio joven, 10 hacian entonces sin la claridad de sus mayores que, aun- que usaban el término con un sentido de agrupamiento por edad, se daban perfecta cuenta de que el hermano lo'era en realidad de la madre o del padre. En el uso, del idioma, la falta de madurez se evidenciaba funda- mentalmente a través de su ignorancia del vocabulario de cortesia y de una gran confusién en el empleo del dual y los pronombres inclusivos y exclusivos, de uso casi tan dificil en su lengua como el de un nominativo des- pués del verbo ser en la inglesa. Tampoco habia adqui- rido dominio de los procedimientos necesarios para ma- nejar el vocabulario mediante el uso de prefijos y sufi jos, susceptibles de combinarse con mucha libertad. Un nifo usard el término fa‘a Samoa, «a la manera samoa- na», 0 fa’atama, «en forma retozona», pero no empleard el cémodo prefijo ra’a al hacer una comparacién nueva ¥ menos estereotipada, valiéndose en cambio de algun Fodeo lingiiistico poco cémodo. 2. Sibling es una palabra usada indistintamente para desig. nar hermano o hermana. (N. del E.) 3. Ver Apéndice T, pig. 240 34 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA. Todos estos nifios han contemplado el nacimiento y la muerte y pudieron observar muchos cadaveres. Han visto partos y atisbado por debajo de los brazos de las ancianas qué, mientras lavaban el feto sin desarrollo, comentaban cl hecho. No existia la convencion de que debieran ser alejados de la casa en tales momentos, aunque las hordas de nios vecinos eran dispersadas con una Iluvia de piedras cuando alguna de las viejas podia sustraerse un momento de los sucesos mas absorbentes para echarlos. Pero predominaba aqui el criterio de que los nifios eran ruidosos y molestos, mas que el desco de ahorrarles una conmocién 0 mantenerlos en la igno- rancia. Cerca de la mitad de ellos habian visto fetos desarrollados parcialmente, que habian sido separados del cadaver de una mujer yacente en la tumba abierta; fetos que los samoanos temen renazcan metamorfosea- dos en fantasmas vengadores. Si las experiencias preco- ces relacionadas con el nacimiento, la muerte o las ac tividades sexuales suelen ocasionar traumatismos psiqui- cos, deberia sin duda ponerse de manifiesto en este caso, ante esta cesarea postmortem, donde se combinan en una indeleble experiencia el pesar por el difunto, el mie doa la muerte, una sensacién de horror y temor a la con- taminacién por contacto con el muerto, la publica y fran- ca operacién y la vista del feto deformado y repulsivo. Una experiencia algo menos emotiva consistia en presen- ciar la operacién de apertura de un cadaver practicada con el fin de investigar la causa de la muerte, lo que su- cedia a menudo. Estas operaciones ejecutadas en la tumba abierta de escasa hondura, bajo el sol deslumbra- dor del mediodia, observadas por una multitud temero- sa, excitada, fascinada y Mena de horror, dificilmente pueden considerarse una iniciacién metédica y carente de emocién en los detalles de la biologia y la muerte; sin embargo, no parecen provocar efectos perniciosos en la constitucién emocional de los nifios. Quiza la acti- tud de los adultos, al considerar que estos sucesos, aun- que horribles en si, son perfectamente naturales y nada extraordinarios, y forman legitima parte de la experien- 135 MARGARET MEAD cia infantil, explique de manera suficiente que no se re: gistrem malas consecuencias. Los nifios toman un inten- 50 interés por la vida y la muerte y estén proporcional: menie mas obsesionados por todo ello que los adultos, ya que éstos deben dividir su horror entre la muerte de ¥ ina ocurrida durante el parto y el hecho remo haya sido insultado por una lea proxima. Las com- ro cerrado para el en la vida posterior, la vida y la muerte e: despojados de todo misterio ya desde una edad transgresion a la € plejidades de la vi En cuestiones sexuales, los nifios de diez afios son igualmente avezados, aunque presencian sélo subrep- ticiamente actividades de esa indole, ya que todas las expresiones de afecto estan rigurosamente prohibidas en piblico. Una pareja cuya noche de bodas puede haber pasado en un cuarto en que dormian diez personas mas, no por eso dejaré de avergonzarse al tocarse las manos en paiblico. Se dice que los individuos entre quienes ha habido relaciones sexuales son «timidos uno frente al .¥ manifiestan una timidez de diferente modo, pero intensidad que tiene la distancia entre el hermano y la hermana. Los ‘uno junto al otro por ia aldea, pues el mente, se avergonzaria. De manera que ningun moano acostumbra ver al padre * biande ocasionales caricias. El acostumbrado saludo que consiste en frotarse Ia nariz, es, naturalmente, tan con- vencional ¢ impersonal como nuestro apretén de mano: La diniea clase de demostracién que tiene lugar en publ co pertenece al tipo de la payasada y ocurre venes cuyos afectos no estén realmente comprometidos. Este juguetco prevalece sobre todo en grupos de muje- res, ¥consiste a menudo en asirse retozonamente de los Srganos genitales. Pero debido a la falta de casas donde los mosquiteros cons! dad —natural en uyen las dnicas pa- 136 ADOLESCENCIA. SEXO Y CULTURA EN SAMOA redes imaginarias para las parejas casadas—. y a la cos- tumbre de los jévenes amantes de usar arboledas de palmera para sus citas, resulta inevitable que los nifios vean los actos sexuales frecuentemente y entre muchas personas distintas. En muchos casos no han visto el primer coito que habitualmente es realizado con mayor jidez y precaucion. Con ta desaparicién de la ceremo- nia publica, la desfloracién constituye uno de los pocos misterios que en su conocimiento de la vida posee un joven samoano. Pero el recorrer los bosquecillos de pal- meras de la aldea en busca de amantes, es una de las formas admitidas de diversién para los nifios de diez aos. Los nifios samoanos tienen un conocimiento com- pleto del cuerpo humano y de sus funciones, debido a la costumbre de los pequefios de and: sa vestimenta de los adultos, el habi mar, el uso de la playa como excusado y la falta de midad en la vida sexual. También poseen una vivid: prensién de la naturaleza del sexo. La masturbacion es ‘en mi grupo que no se masturbaban. Te asturbacién se ‘errumpe con el principio de la actividad heterosexual lo se reanuda en periodos de continencia forzosa. os muchachos y muchachas de mas edad las pric- as homosexuales fortuitas también la suplantan, en ja medida, Los muchachos se masturbaban en gru: pos, pero entre las nifias constituye una prictica mas ta y secreta. Este hal descubri de la aproba- practica, en caso de ser descubierta. ‘adulto hacia todos los detalles de lo sexual se caracteriza por la opinién de que son impro- pios, y no que sean incorrectos. je ra mal gritar a todo lo largo de la alde: , espérame en tu lecho esta noch pero el comen- 137 MARGARET MEAD tario publico sobre los detalles de lo sexual y de la eva- caigign se considera de mal gusto. Todas las palabras proscritas de una conversacién educada son estimadas vor los chicos, quienes con gran fruicion saborean los manjares 305. Los nifios de siete y ocho afios ob- Tronen tanta satisfaccion ilicita de las otras funciones del (Merpo como de las del sexo. Esto es interesante si con- ideramos la distinta actitud existente en Samoa hacia Ios procesos normales de evacuacién. No hay reserva ni de vergiienza, No obstante, la calificacion parece ser tan efectiva para provocar la Gtencién de los nifios como la calificacién de indecencia Gare nosotros. Es también curioso que en la teoria y fn los hechos los muchachos y hombres tengan un inte- és mucho mayor por lo lascivo que las mujeres y mu- de mal gust Los prec do mas la actitud que las prac factitud del adulto hacia los nifios, cipantes, puede ser también un important Sal, Justamente éste parece ser el punto de vista ma Correcto con respecto a todas las prohibiciones que rige para los jen escasas pruebas del desco de ri guardar la una conducta cuya imitacion daria lugar a la Sa: tautala latiti («presumir por encima de la propia édad»). Pues mientras una pareja de amantes jamds se entregaria a demostraciones delante de nadie, nifio 0 adulto, que fuera meramente un espectador, tres 0 cua- tro parejas de amantes que son parientes 0 amigos & menudo eligen un lugar comin para la cita. (Esto, por Supuesto, excluye a los parientes de sexo opuesto, com- prendidos en las distancias entre el hermano y Ia her- mana, aunque hermanos y hermanas casadas pueden vivir en la misma casa después del matrimonio.) De las @anzas nocturnas —ahora suspendidas por influencia misionera—, que cominmente terminaban en una orgia 138 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA de franca promiscuidad, ancianos, cuya presencia, ‘vos, habria sido consid: respecto a los no pal sucesos de contenido emotivo: una reunion de te] idos los nifios y los espectadores pasi- Esta actitud con nial, la construccién de una casa, todas eran act en las cuales la presencia de un espectador habria sido impropia. ‘Sin embargo, j por parte de los cia heterosexual en la preadolescencia y muy poca , considerada segin la teoria de los nativos como imitativa y sustitutiva de la heterosexual. La falta de experiencia sexual precoz no se debe proba- blemente tanto a la condenacién paternal de tal preco- cidad, como al fuerte antagonismo entre nifios y nifias, creado por la edad, y al existente contra todo trato amis- ida dicotomia sexual quiz4 con inar la carencia de especializa- cin del se os adultos. Como existe un excesivo sentido de retraimiento con respecto al herma- ‘a englobar los seres masculinos como enemigos que algiin garan a scr amantes, ninguna joven considerara a un varén de su grupo de edad como mero individuo sin relacién con el Tal era la exper quillas de las tres aldeas. En cuanto a temperamento y caracter, variaban enormemente. Alli esta Tita, quien a Tos nueve afios actuaba como una chica de siete, se preo- cupaba principalmente de la comida, era por completo irresponsable en mensajes y encargos y se satisfacia con sefialar con su gordo y orgulloso dedo a su padre, que era pregonero del pueblo. Sélo un afio mayor era la precoz hermanita de la mujer mds disoluta de la dea, Pele pasaba la mayor parte de-su tiempo cuidando al nifio de su hermana, cuya paternidad —a ella le en- cantaba decirlo— era muy discutida. Su baile, imita- 9 MARGARET MEAD cadera y de afios aun tenia amantes ocasionales y su debi e insignificante padre vivia una igno: dominada por su mujer, su actitud haci cialmente alegre y sana. Mas que la danza suges! taba salir a buscar raras conchas samoanas a de la playa o sumergir primero los pies en el arroyo y la luz de la luna, Afortuna- centro de la pan , su hogar nocivo y su .n desarrollado de manera muy En realidad, diferia mucho menos de las demas inguia su famil samoana, la influencia del ambiente hoga- izada en cada nueva generacién por las actividades colectivas, a través de las cuales se hacen valer las reglas normales del grupo. Esto se comprobaba en forma general en el caso de los muchachos; el apren- je Hevado a cabo durante muchos afios en la Auma- ja una excelente escuela para disciplinar las les individuales. En lo referente a las nifias, era en un principio cumplida parcialmente por fa Aualuma, pero hemos visto ya en el capitulo sobre la joven y su grupo de edad que Ia nifia depende de su vecindario mucho mas que el muchacho. Cuando es adulta, esta subordinada también mas estrechamente a su grupo de parentesco. Tuna, que vivia junto a Pele, estaba en una situacién distimea; era la pequefia e involuntaria victima de! enor- me pecado samoano: el tautala laititi, Su hermana Lila se habia fugado a los quince afios con un chico de di siete. Eran dos jovenes fogosos y nunca se integraron completamente a la comunidad, si bien sus familias ter- minaron por aplacarse y solemnizar el matrimonio con tun apropiado intercambio de bienes. Lila atin se d 140 ADOLESCENC . SEXO Y CULTURA EN SAMOA, ante la desaprobacién publica de su precocidad y prodi- gaba un afecto desproporcionado a su turbulento igeramente oblicuo, Era algo mas que otras nifias, menos dada a brindar gratuitamente sus servicios personales. La indulgencia de su hermana para con el nifio hizo la tarea de Tuna mucho mas ardua que la de sus compafteras. Pero se veia retribuida por la 1 grupo la salvaba de una intensa re- ‘ante las exigencias de su vida Fitu y Ula; y Maliu, que tenian unos trece afios de edad, se habian ido apartando de la pandi- la, dejando sus hermanos menores al cuidado de Ula y Pola, y comenzaban a tomar parte mas activa en las ‘ocupaciones domésticas. Ula era despierta, bonita, mi- mada, Su familia podia, con toda justicia, ser compara- da con las nuestras: la integraban su madre, padre, dos hermanas y dos hermanos. Es verdad que su tio, que vivia en la casa vecina, era el matai; pero aun asi esta pequefia familia bioldgica tenia una notable existencia propia y aislada, con las consecuencias que era posible ‘comprobar en los nifios. Lalala, la madre, era int te y hermosa, aun después de haber dado a luz seis en estrecha sucesin. Procedia de una familia de alta jerarquia, y como no tenia hermanos, su padre le habia ensefiado casi toda la tradicién genealégica como habi- tualmente se hace con el hijo favorito. Su conoci de la estructura social de la comunidad y de las minu- cias acerca de las ceremonias que anteriormente habian rodeado la corte del rey de Manu’a, era tan completo como el de cualquier hombre de edad mediana de comunidad. Era experta en trabajos manuales y su es 141 MARGARET MEAD tante robustas como para hacer trabajos pesados, y cre: cidas como para aprender una nera que les quedaba menos ti En la actitud general no diferian en absi grupos. Ninguna actitud social atestiguaba una crisis su- perada. Se les decia que no prepararan kava menstruaran, pero la participacién en una restriccién que habian observado a lo largo de su vida no les resul- taba imponente. Algunas habian preparado kava antes de la pubertad, otras no. Esto dependia enteramente de si quien estaba disponible cuando un jefe deseaba hacerse preparar un poco de kava era una joven o un muchacho. En tiempos mas rigurosos, una joven no podia preparar kava ni casarse hasta que menstruara. Pero la preceden- te restriccién habia cedido a los requerimientos de la conveniencia. La joven experimentaba muy poco dolor al menstruar, de modo que el fendmeno no contri acentuar su reciente madurez. Todas las jévenes 1a dolores de espalda o abdominales, tan leves, sin em- bargo, que muy rara vez obstaculizaban en algo tividades usuales. En la tabla que va al final de est he consignado como dolor excepcion: una joven estaba incapaci los agudos menstruaies de lizadas. Los eran acompatiados por desmayos o dolor sufi para provocar quejidos 0 contorsiones. La dolor impresioné a todas las mujeres samoanas, que hallaron extrafio y cémico cuando se lo describi. No se evidenciaba consideracion especial alguna para que menstruaba ni preocupacion por su salud mental 0 fisica. Por consejo de médicos extranjeros los nativos s enteraron que era perjudicial ba truacién, y solia suceder que una madre pre veces a Su hija que no se bafara. No existia una sensa- cién de vergiienza vinculada a la puber' necesidad “4 ESCENCIA. SEXO ¥ CULTURA EN SAMOA alguna de ocultamiento. Las preadolescentes recibian con la misma indiferencia la noticia de que una joven habia llegado a la pubertad, una mujer tenido un hijo, un bote legado de Ofu o que un cerdo habia muerto al ser golpeado por un canto rodado; todo era objeto de ame- nas charlas. Cualquier muchacha podia testimoniar con exactitud el desarrollo de una compafera de su grupo de vecindad 0 parentesco. La pubertad no constituia el antecedente inmediato de la experiencia sexual. Pasarian dos 0 tres afios antes de que cediera la timidez de una joven o su figura atrajera los ojos errantes de algin muchacho mayor. Ser el primer amante de una virgen se consideraba maximo placer y signo de virtuosismo eré- tico, y no lo era habitualmente un muchacho de su mis- ma edad, timidez e inexperiencia. Habia en este grupo chiquillas como Lua y Tolo, nifia desgarbada y excesiva- mente desarrollada, que manifestaban francamente su deseo de no vincularse con muchachos; y jévenes como Pala, virgenes todavia, pero un poco cansadas de su si- tuacién y ansiosas de una experiencia erotica. La persis- tencia de este estado pasivo de pureza se debia especial- mente a las convenciones del galanteo, pues si bien un joven gustaba de cortejar a una en el ridiculo papel de raptor de a su vez, temian la terrible acus («presumir por encima de su edads). Las correrias de los merodeadores de edad mediana y mas avezados en- tre esas nifias muy jovenes eran mal miradas, En conse- para acostumbrarse a aislamiento y a un desarr: traiio. Las jévenes algo mayores se agrupaban definida- mente segun hubieran vivido 0 no en la casa del pastor. Una ojeada al apéndice de este libro revelara que entre las jévenes con dos afios de desarrollo hay una precisa correlacién inyersa entre la residencia en su hogar y la castidad, con una sola excepciér:, una nifia llamada que fue perdonada y readmitida en casa de un pas! aun mayor isico que les resultaba ex- 145 MARGARET MEAD donde hacian falta trabajadoras. La mejor amiga de Ela era su prima, Talo, tinica del grupo que tuvo experiencia sexual antes de su menstruacién. Pero Talo era in blemente un caso de menstruacin demorada pues ma- nifestaba todos los demas signos de la pubertad. Su tia se mostré indiferente ante la obvia carencia de ingenui- dad y el encanto triunfante de Talo y no intenté dominar- Ja, La amistad entre estas dos jovenes era una de las realmente importantes del grupo. Ambas proclamaban decididamente su preferencia, y sus practicas homose- xuales constituyeron sin duda una de las causas de la precocidad de Talo y contribuyeron a que Ela tuviese un poco de alegria dentro del régimen estricto que So- portaba en la casa del pastor. Estas relaciones homosexuales de cardcter ocasional que tenian lugar entre muchachas, nunca asumian una importancia prolongada. Las jévenes 0 mujeres que tra- bajaban juntas las consideraban como una diversion agradable y natural, apenas coloreadas de lascivia. Sien: do las relaciones heterosexuales tan ocasionales y super- ficialmente encauzadas, no habia categorias en las que pudieran ubicarse las relaciones homosexuales. La teoria y el vocabulario nativos caracterizaban al verdadero per- vertido como incapaz de una relacién heterosexual nor- mal; el hecho de que la poblacién fuera muy reducida probablemente explique de manera suficiente la escasez de tales tipos. Vi solamente uno, Sasi, muchacho de veinte afios, que cursaba estudios clericales. Era de as- pecto ligeramente afeminado, habil en labores dé muje- res, y sentia un impulso homosexual bastante intenso como para incitarlo a formular continuos requerimien- tos amorosos a otros muchachos. Pasaba mucho tiempo en compafia de mujeres, mantenia una amistad mas facil con ellas que cualquier otro muchacho de la isla. Sasi habia propuesto matrimonio a una joven de la casa de un pastor en una aldea distante y habia sido rechaza- do; pero dado que existia una regla segiin la cual los as- pirantes al sagrado ministerio debian casarse antes de su ordenacién, este hecho carecia de significado sexual. 146 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA No pude hallar evidencias de que hubiera tenido rela- ciones heterosexuales. Era significativa la actitud de las jovenes para con él; lo juzgaban como una curiosidad en- tretenida. En cambio, los hombres a quienes habia re- querido de amores lo miraban con una mezcla de fas- tidio y desdén, Aunque las muchachas en ningtn caso presentaron un cuadro tan nitido como éste, tres de las anormales de las que trataré en ¢l capitulo préximo con- figuraban netos tipos mixtos, si bien evidenciaban prue- bas convincentes de perversién auténtica. Esta actitud de los nativos hacia las précticas homo- sexuales tiene probablemente su ex; ocupacién general por el sexo y la o} tividades sexuales secundarias, las danzas sugestivas, la conversacién incitante y alegre, las canciones obsce- nas y las disputas de motivacién definida constituyen diversiones aceptables y atractivas. Son simplemente un juego, sin ser mal miradas ni otorgérseles mucha aten- cin. Como a las relaciones heterosexuales no les con- fiere significado el amor ni una sélida fijacién en un individuo —tnicas fuerzas que pueden hacer durade- rae importante una relacién homosexual—, sino los hijos y el lugar del matrimonio en la estructura econd- mica y social de la aldea, es facil comprender por qué ciertas pricticas homosexuales tan predominantes no provocan resultados de mayor importancia 0 trascen- dencia. El reconocimiento y empleo en las relaciones heterosexuales de todas las variaciones secundarias de la actividad sexual que en los homosexuales se consi- deran primarias, contribuye también a reducir al mi- nimo su importancia, Resultan asi vanos los efectos de las perversiones accidentales en la infancia, la fija- cin de la atencién en zonas erdgenas consecuente transferencia de sensibilidad desde los centros mas normales, la ausencia de una definida y ca- bal especializacién de las zonas erdgenas y todos episodios del desarrollo emocional que en una civili- zacién donde se reconoce sdlo una forma estrecha de actividad sexual dan por resultado matrimonios insa- 147 MARGARET MEAD tisfactorios, eventual homosexualidad y prostit Los samoanos atribuyen al hombre la responsabilidad del éxito amoroso y crcen que las mujeres necesitan un periodo mas largo de iniciacién, mas tiempo para la fnaduracién del sentimiento sexual. Un hombre que no satisface a una mujer es considerado torpe € inepto, motivo de ridiculo y de desprecio por parte de la aldea. Las mujeres, a su vez, son conscientes de que sus aman- tes usan una técnica definida que ellas observan con tuna especie de fatalismo; como si todos los hombres tuvieran dentro de sus mangas una serie de recursos magicos, totalmente irreristibles. Pero la ciencia del amor se transmite de un hombre a otro y es apreciada con mucha mayor detencién y mas analiticamente por los hombres que por las mujeres. Los padres temen ir mas alla de los limites de la conversacion ocasional —naturalmente mucho mas amplios que en nuestra ci- vilizacién— en Ja discusién de lo sexual con sus hijos, de modo que la instruccién indefinida la transmite el hombre de veinticinco afios al muchacho de dieciocho, antes que el padre al hijo. Las jovenes aprenden de los muchachos y se hacen muy pocas confidencias entre si Todos los compafieros de un hombre sabrin minucias completas acerca de alguna experiencia sexual insdlita, mientras que la joven de que s¢ trate apenas habra con- fiado a alguien ios aspectos mas generales. La falta de confidentes que no sean parientes, ante quienes hay siempre una leve reserva —he visto a una joven temblar antes de actuar como embajadora de su hermana—, puede en parte explicar esto. ‘A pesar de que se educa a un sexo detalladamente, proveyendo en cambio al otro de simples conocimientos y cierta familiaridad con lo sexual como para impedir nes sexuales resultan norma- les debido a fa libre experiencia que se permite y a que es raro que ambos amantes sean aficionados. Conoci un solo caso semejante, en que dos nifios, un muchacho de dieciséis afios y una chica de quince, colocados en escuelas-pensionado de otra isla, huyeron juntos. A cau- 148 ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA EN SAMOA sa de la inexperiencia obraron torpemente, Fueron ex: pulsados de la escuela; el muchacho es ahora un hom- bre de veinticuatro afios, de gran inteligencia y verdade- ro encanto, pero moetotolo notorio, execrado por todas las jovenes de la aldea. La familiaridad con lo sexual y el reconocimiento de la necesidad de una técnica para entenderse con el sexo, han trazado un esquema de re- laciones personales en el cual no hay cuadros neursticos, frigidez, ni impotencia, salvo como resultado tempora- rio de una grave enfermedad; la incapacidad de efectuar la relacion sexual mas de una vez durante la noche es reputada como sintoma de senilidad. De las veinticinco jévenes que habian pasado la pu- bertad, once habian tenido experiencia heterosexual, Fala, Tolu y Namu eran tres primas muy populares entre los jovenes de su aldea y también entre l tantes de Ia lejana Fitiuta. Las mujeres de la familia de Fala mantenian una virtud no muy estricta; el padre de Tolu habia muerto y ella vivia con su madre ciega en casa de los padres de Namu, quienes, agobiados por seis chicos menores de doce afios, no iban a arriesgarse a perder dos eficaces trabajadoras a causa de una vigilancia dema- siado estrecha. Las tres muchachas tenian citas comu- hnes con sus amantes y sus uniones eran frecuentes y alegres. Tolu, la mayor, estaba un poco cansada luego de tres afios de aventuras ocasionales y se manifesto deseosa de casarse. Después .se mud6 a la casa de un importante jefe, a fin de aumentar sus probabilidades de encontrar jovenes forasteros que pudieran interesarse en un matrimonio. Namu estaba sinceramente prendada de un muchacho de Fitiuta y se reunia con él en secreto, mientras un mozo de su aldea a quien sus padres favo- recian, la cortejaba abiertamente. Citas ocasionales con otros muchachos aliviaban la monotonia de la vida entre las visitas de su amante preferido. Fala, la menor, se contentaba con dejar sus asuntos al azar. Sus amantes eran amigos y parientes de los amantes de sus primas, y su puerilidad e indiferencia le permitian obtener tanto goce de los amores de sus primas como de los suyos. 149

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