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Amor brujo (Una lectura de El hombre de los hongos, de Sergio Galindo)* .eLamor es un algo irrepe- tible, y que no todos legan @ vivirlo, éVerdad, Gas- par? Emma! Este texto estd dedicado a Sebastidn, Manuel, Gus- tavoy Sergio Galindo. Vale. José Lezama Lima afirmaba que la isla de Cuba comienza su historia dentro de las seducciones de la luz y el des- lumbramiento de la poesfa; no obstante, si del Caribe se trata es necesario pre- guntarse: cud] seré la visién literaria a subrayar? Porque definitivamente me- rece una consideracién el precepto de este gran barroco de la fabulacién os- cura, cuya obra, junto a la intensidad y transparencia de la de Octavio Paz constituyen las voces poéticas funda- mentales de nuestra literatura: éacaso lo caractertstico de ésta se halle en di- mensién mégico-mitol6gica? éDebe tal perspectiva explorar el mundo de la imaginacién, el de la originalidad? £0 quizd nuestras pesquisas deban ahon- dar en el humorismo? Una investigacién de lo més caracteristico y lo més signi- ficativo, éno podrfa acaso conducirnos a una ausencia de cultura? ‘Tal vez tendriamos que dejarnos * Texto lefdo en II Encuentro Interna- cional de la Cultura del Caribe, en Cancin, Quintana Roo, México, agosto de 1989. a ' Cita de El hombre de los Sergio Galindo, Joaquin Mortiz, México, 1976; ilustraciones de Leticia Tarrags. arrastrar por las seducciones del mar, por el deslumbramiento de su claros- curo para encontrar en este paisaje un sentido en la cultura del Caribe. Y si quisiéramos aclararlo habria que inda- gar con verdadera precisién en la com- plejidad de tales propuestas: empresa harto arriesgada que rebasa sus pro- pios limites. Yo s6lo me circunscribo a nombrar algunos paradigmas de Cuba y México, pues ellos, como simbolos unfvo- cos, han engrandecido con fuerza irra- diante nuestro panorama literario. En la perspectiva mégico-mitol6gi- ca descollan numerosas figuras, mas si elijo una, serfa a la indiscutida Lydia Ca- brera (1900), una de las mujeres nota- bles de este siglo cuya obra comprende més de veinticinco t{tulos —incluido El monte, la biblia de la santerfa cubana. Lydia Cabrera recupera las rafces ne- gras de Cuba y recrea un pasado mitico que se transmuta en arquetipo anti- Mano. Esta autora -que desde 1960 vive en el exilio y no se considera an- tropéloga, socidloga o folclorista—nos ha legado cuentos mégico-musicales donde seres, animales y cosas parecieran reco- brar su rafz o alma primitiva. Los Cuen- tos negros de Cuba llevan cumplidos 53 afios de juventud permanente. Lezama Lima, al comentar una de las obras de esta escritora cubana, expresé que era una que posefa la “més resuelta y lo- grada belleza”. Si Lezama viviese c6mo habria disfrutado con las bibijaguas, el sinsonte, el zunztin, la birijita, el piti- Tre, el totf, el cocuyo y los cien anima- les (y-m4s) que conforman el bestiario 272 mfgico de esta Lydia Cabrera que a los 89 afios nos sigue deslumbrando con su ‘obra més reciente: Los animales en el folklore y la magia de Cuba* Nuestro humorismo ofrece carac- ter(sticas peculiares. Es brillante, eru- dito, popular, irénico: eritico. Sus re- sntantes eminentes son Jorge Ibar- ngoitia (1928-1984), Virgilio Pifie- ra (1912-1979) y Guillermo Cabrera In- fante (1929). Como lo define Octavio Paz, el de estos autores es un hu- mos “como una forma de la descon- fianza del hombre a sf mismo. El hu- morismo nace del pesimismo radical, total”, pues como bien sabemos, todo humorista es un “moralista desilusio- nado” * Tbargiiengoitia y Pitiera se acer- can més al absurdo, al humor negro de los surrealistas, mientras que el hu- morismo de Cabrera Infante sigue una tradicién poética de verbalismo poli- seméntico, cuya apuesta literaria es una forma declarada de lo ltidico. Si continuamos con el mundo de la imaginacién y la originalidad, hay que mencionar una novela atrayente, donde el plano real y el imaginario se combinan perfectamente hasta lograr el predominio de lo irreal. Me refiero a La obediencia nocturna, la gran novela del veracruzano Juan Vicente Melo (1932). Y si de imaginacién y originalidad se sigue tratando, hay que mencionar las novelas “gaseiformes” y “caudeifor- mes" del cubano Enrique Labrador Ruiz (nacido en 1902 y quien desde 1976 ra- dica en el exilio), pues en los afios treinta ellas constituyeron un parteaguas en la novelistica hispanoamericana al prefi- gurar el “boomismo” ® Ed. Universal, Florida, 1988. 5 Octavio Paz, Primeras letras (1931- 1943), Ed. Vuelta, México, 1988; seleccion, introduccién y notas de Enrico Mario Santi. Lino Novas Calvo (1905-19-) es otro valor fundamental de las letras. Si re- gresamos una vez més al mundo del rea- lismo mAgico cabe nombrar a este cu- bano fallecido en el exilio que fue el pri- mer traductor al espafiol de las obras de Huxley, Faulkner, Hemingway y Law- rence, y también el primero que pu- blicé cuentos cubanos del género poli- ciaco. Novas Calvo escribié una novela portentosa: Pedro Blanco el negrero, ba- ‘sada en la historia real de un traficante de esclavos. Posee también numerosas narraciones que figuran en antologias, pues pocos como él supieron mezclar en ellas giros, usos coloquiales, cuba- nismos, espiritismo, canibalismo, feti- chismo, 0 el mundo magico relacionado con los negros. Y si nog remitimos al oleaje volup- tuoso del mar, se tendrfa que hablar de ciertas novelas de Reinaldo Arenas (1943) que deliberadamente buscan ese ritmo y logran captarlo con intensidad. ‘Todos los mencionados y muchos mas. (que por falta de espacio no han podido ser enlistados) son valores permanentes de nuestras letras. El principal objetivo del presente texto ea comentar una obra de excep- cional cohesién y calidad literaria. Per- tenece a uno de los escritores mexica- nos mds interesantes en el panorama de la novelfstica actual: Sergio Galindo, nacido el 2 de septiembre de 1926 en Jalapa, Veracruz -donde reside desde 1987. En el marco de este II Festival Internacional de la Cultura del Caribe me parece idéneo destacar, de entre sus cuatro libros de relatos y sus nueve no- velas, un texto que Galindo leyé al in- gresar en la Academia Mexicana de la Lengua en 1975: El hombre de los hon- gos, texto maravilloso que podria inser- tarse dentro de la corriente denominada del “realismo mAgico”: magischer rea- 273 lismus, como aparece por vez primera el término. Nodeseoembrollarme con unalarga explicacién, por lo que resumo los an- tecedentes de tal concepto (utilizo para ello la exposicién de Alberto Gutiérrez de Ja Solana):* el nombre del realismo migico surge en Alemania inventado por Franz Rob, que lo utilizé en su libro de pintura Nach-Expressionismus Ma- gischer Realismus. Probleme der Newes- teneuropaischen Malerei.® En ese mismo afio de 1925, Massimo Bontempelli lan- zabaen Italia un movimiento del mismo nombre pero con diferente significado li- terario. Cuando Roh postulé el concepto de “realismo magico”, el dadaismo y el surrealismo ya existfan. Este ultimo término fue usado por Guillaume Apo- linaire en su obra teatral Les Mamelles de Tirésias, en 1918. Autores conside- rados “magico-realistas” son en nume- 0808 casos los mismos que otros erfti- cos consideran surrealistas, pues como postula Gerald J. Langowski," las seme- Janzas existen y se relacionan con el su- rrealismo franoés. Ahora bien, la esen- cia estética, la fuerza imaginativa, la sensibilidad y el talento para fabular en cada escritor darén variaciones. En cuanto al realismo magico una posible base resumida es la siguiente: el escri- tor aporta una trama realista donde a la vez existen datos que le han de ser- vir como soporte de lo fantéstico. Cada quien -repito- posee una muy particu- lar manera de irnos envolviendo en una atmésfera de misterio e irrealidad. En El hombre de los hongos, Ga- Maneras de narrar, Ed. Eliseo Torres, Papasan 1972. 1925, © El surrealismo en la funcién noamericana, Gredos, Espafia, 1982, it und Biermann, Leipzig, lindo oftece, en el fluir de la subconcien- cia de Emma, una trama de gran aliento en donde los incidentes van surgiendo segiin ella los recuerda a medida que ofrece hechos reales de su familia, re- lacionados con el padre (Everardo), la madre (Elvira), el hermano (Sebastian), la hermana mayor (Lucila). Poco a poco se va yuxtaponiendo lo imaginario, lo fantéstico, hasta convertirse todo el re- lato en algo inveros{mil. La pérdida de nocién del tiempo y del espacio verda- dero se logran para que el lector se sienta subyugado y llegue a descuidar el sentido de la realidad y se sumerja asf en el subconsciente de Emma. Por princi- pio debe aclararse que Galindo no copia una realidad sino la pinta; reproduce lo que ve: relata una serie de acontecimien- tos de la vida cotidiana de esta familia, y se aprovecha de los miembros de ella para engendrar ambientes y situaciones terribles, hasta llegar a convertir esta novela por obra y gracia de su magia creadora—en un cuento de brujos. El proceso de transformacién o pro- piamente de descomposicién de esta rea- lidad se va dando en El hombre de Jos hongos de manera paulatina e ima- ginativa, hasta transmutarla en. algo fantéstico: la “normalidad” desaparece porque ya predomina lo irreal. Es pre- cisamente esta mezela de lo normal con Jo fantasmagérico lo que caracteriza al realismo magico. Sin embargo, y de manera curiosa, Galindo alcanza este logro sin utilizar conomatopeyas 0 efectos musicales como lo hace Asturias. No se escuchan en este relato efectos sonoros, el tam tam de los tambores, como en los textos de Novas Calvo, ni rezos e invocaciones como en los cuentos de Lydia Cabrera. ‘Tampoco hay imagenes humorfsticas a lo Cortéizar No hay mezela de s{mbo- los biblicos ni de mitologia antigua a lo 274 Carpentier: Y mucho menos hubo ne- cesidad de internarse en alguna selva para hallar lo real maravilloso. En El hombre de los hongos los espa- dos son basicamente fijos y el tiempo corresponde al pasado. El amor no de- forma la realidad ni ve una cosa por otra. E} leopardo existe, los hombres de Jos hongos -como el amor o las pro- pias alucinaciones- cumplen un proceso eiclico, nacen, crecen, se reproducen y mueren. No obstante, la tensa I{nea en- tre realidad ¢ irrealidad, el ambiente misterioso, la proporcién fantéstica o lo real horrible de esta historia, équé mejor lugar para encontrarlo que en el dmbito familiar? La predileccién temética por la fa- milia que a través de su obra este autor ha demostrado, es sin duda un acierto, En ese lugar, en esa provincia, Galindo ha perfeccionado su mejor pai- saje. Ah{ descubre cielo e infierno, civi- lizacién y barbarie. Su premeditado in- tento de ofrecernos un ambiente fami- liar humano es irénico, pues en verdad El hombre de los hongos es una obra al- tamente deshumanizada. Galindo es un reconocido maestro en analizar el amor desde angulos di- versos: en su obra se reproduce la an- gustia, el terror, el acoso y la infelicidad en que vive el ser humano al sentirse atrapado por la voluntad de los otros 0 simplemente por fuerza sobre las cuales no puede ejercer control. Emma y Gas- par viven esa situacién desesperante y de ahf su deseo de controlar, de marcar un Iimite, incluso ei las consecuencias de esta acciGn o su desenlace sean una ili- mitada catéstrofe. En El hombre de los hongos el amor es visto como un extrafio entramado de espacio y tiempo que debe vivirse como una alucinacién nica, una suerte de castillo de la pureza que la pareja debe maquiavélicamente defender. En este relato magico, Sergio Galindo se re- mite a la experiencia amorosa porque es precisamente en ella donde el autor en- cuentra lo “real maravilloso”. El amor ~o el derecho a la fantasia en el amor— cobra plena vigencia y en el texto se ins- taura y celebra un mito: el amor como el reino absoluto del mal. ‘La ambigiiedad deliberada y la eco- nomfa estilfstica caracterizan el estilo propioy peculiar de ese escritor que sabe sugerir sin necesidad de describir proli jamente. La realidad blasfema se esca- tima por medio de un proceso el{ptico. Galindo provoca imagenes irreverentes que jamés describe: el lector une los fragmentos y crea la coherencia en la aparente incoherencia de la historia. Desde un punto de vista estilistico, me atrevo a postular que Emma sea ‘facaso uno de sus personajes mas ex- trafios y a la vez mejor logrados, si se toma en cuenta que se ha hecho lo maximo con lo mfnimo. Sé que esta afir- macién es arriesgada y que otro estu- dioso de la obra galindiana me podrd re- prochar, con justa raz6n, que en los par- tos literarios masculinos de personajes femeninos, rara vez un escritor varén ha dado a luz una hembra de la ta- la de Otilia Rauda. Y no faltard quien muestre su solidaridad con esa mara- villosa gorda enamorada que es Came- rina Rabasa (en Polvos de arroz), Sin embargo Emma, la mujer de Gaspar, el hombre de los hongos, va més lejos. En ella habita el mismo odio a la ma- dre y a la hermana que parece signar a loa personajes femeninos de este au- tor. En Emma esa ansia de venganza tan urgente como la de Electra, cris- taliza y, como en el amor, se convierte en una cosa esplendorosamente mons- truosa. Emma ostenta una capacidad de maldad tan alarmante como la de Medea 275 y también como Alcestes; la compafiera. del hombre de los hongos es un ser dispuesto a sacrificarlo todo por amor. Las referencias mitolégicas no son del todo gratuitas. Bien mirado, El hombre de los hongos es la odisea de una pa- reja enamorada. Y Emma, ées un ser diabélico? Es una bruja. Permftaseme recordar que la brujerfa es algo muy ex- trafio y, en muchos casos, sucesos insdli- tos parecen acontecer con la ayuda de ‘espfritus malignos. La definicién de bru- jerfa -fundamentada desde un punto de vista religioso, es decir como un rechazo a Dios para llegar a Satands- se consi- dera un acto transgresor, un crimen de la mente y de la imaginacién. Recorde- mos a las brujas celebrando sus aque- larres donde campean la miisica, la glo- tonerfa y la lascivia mds desenfrenados. ‘Tengamos presente que el maleficio de las brujas consiste por lo comiin en ejer- cer un envenenamiento sobre sus victi- mas, En la mayorfa de los procesos egle- bres, los acusados negaban, horroriza- dos, semejante imputacién pero nada parecia abatir la furia de los peeudojus- tos. Basta recordar el caso de Ruth Os- borne, que fue quemada en 1682; 0 a Jane Wenham, que sufrié el mismo cas- tigo en 1712; 0 al matrimonio Osborne que en 1751 también perecié en la ho- guera en Inglaterra, La memoria trae también a cuento la orden dada el pri- mero de noviembre de 1349 por el duque de Brabante en Bruselas, cuando manda ejecutar a todos los judfos, incluidos los bautizados, acusdndolos de haber enve- nenado los pozos de agua.” O bien la ma- Sacre en la pequefia ciudad de Reutlin- gen en Wutemberg, Alemania, cuando el 7 Simén Wiesenthal, Et libro de la me- moria judfa. Calendario de un martirologic Ed. Panorama, México, 1989, pp. 265-266, 8 de diciembre de 1348 se asesina a la comunidad judfa bajo el cargo de provo- car la peste negra y envenenar el agua para propagar la epidemia.* Los ejem- plos podrian Wenar miles de paginas a causa de los autores de estos pueblos enardecidos por la crueldad. Cuando se trat6 de acumular evidencias para for- mar un expediente, se dieron numero- 08 casos en donde las victimas tuvie- ron que usar un cuestionario que pre- valecié durante siglos; ejemplo de ello es el usado en Colmar, Lorraine, Fran- cia, donde las preguntas més usuales eran: “4Desde cudndo soy bruja?”, “{Por qué me convert{ en bruja?”, “iQuién fue mi fncubo?”, “£Cuél era su nombre?”® En El hombre de los hongos aparece un cuestionario similar: Qué animales has embrujado? ~ Sélo a Tony, el leopardo. Fue nuestro cémplice. = Ninguno, porque Gaspar y yo nos amébamos, Es mas, nunca nos vio nadie ‘amarnos. éCudl veneno utilizaste? ~ Bolletus Satands. éCudl es el nombre de tu amo? Al principio fue mi padre, después mi amo absoluto fue Gaspar. Cuando Ile- 6 desnudo, con sus ojos negros y ca- bello rizado... supe encontrar en ese ju- guete algode un espiritu que estaba muy cerca del mio. Lucila y Sebastin lo vie~ ron siempre como una especie de sir- viente. ¥ lo retaron. Me acuerdo de cSmo fue tratado cuando les ofrecié unos boca- ditos de hueva de hormiga. He pensado mucho en su soberbia, en el modo como Jos humillé, ¢Sabes, Gaspar? Quise humillarte tam. bién, pero no pude. {Qué Dice extrafo aliments imi amor? Zz fo lo sé. Siempre fui insensible al do- de los hombres de los hongos y brin- ‘alegremente sobre sus cadiiveres. ‘que si me fascinaba era observar vémitos sobre Is escalinatas. Eso no . Por lo demas mi conciencia libre de culpa y pecado. El y yo no teniamos remedio posible. De Gaspar sé todo, como él de mf. Nunca me senti bonita como la estipida de El- vira, que més que mi madre parecia una madrastra frente al espejo confirmando siempre con vanidad enardecida quién es la mds bella. La primera vez que le acaricié el rostro a Gaspar senti dolor, porque el odio hacia ella y mi hermana desde mucho tiempo atrés subyacia en mi ser Cuando ambos, como dos Narcisos, vi- ‘mos el reflgjo armonioso de nuestro odio enel agua, cte acuerdas?, Lucilay Elvira ‘nos espiaban. iQué superficiales eran! Sélo ti y yo nos dedicamos con ahinco y pasién al estudio. Por eso tuvimos la for- taleza necesaria para arrostrar el peli- gro. Me siento orgullosa de haberlo ven- cido, Sé muy bien que el amor es un misterio agazapado que tiene avidez de absoluto, Y si nuestras nupcias fueron apadrinadas por el crimen, tuvo que ser asi, Un gran amor comoel nuestro debia infringir todas las leyes y estar prohi- bido por todos los legisladores. Por es0 fue cruel, impetuoso, apasionado aun- que nosotros aparentébamos una sere- nidad absolute. Nuestras almas poseian la simetria perfecta. Quienes llegaron a intuirlo afioraban nuestra destruccién. Viviamos al filo de la angustia y decici. mos escapar. Por eso la misién de nues- tro amor fue hacernos sofiar un poco que éramos felices, porque lo fuimos, Gaspar; el nuestro fue un soplo amo- roso prefiado de perplejidad. Aunque hay ocasiones como ésta en que pienso: dy si nuestro amor no fue la erénica de ‘un autoengafio ya anunciado? Porque de no serlo asi creo que he termi- nado por engafarme yo misma. ¢Acaso has sido ti una invencién absoluta’, tuna atadura de ensuefios?, una aluci- FEOLE i 277 nacién? No, yo no soy una bruja y si esa noche y otras habia musica era por e] habito del placer o por evocar con una sutil referencia nuestra ilusiGn de escu- char el violin con la mente. La capacidad de los instrumentos de cuerda es tensa, ajustada, enloquecedora como la propia situacién que viviamos. Sélo la musica de Vivaldi tuvo sentido, No entiendo por qué insisten de modo equivoco con la misma pregunta: si aquella horrenda noche hicimos el amor. ‘Yo no la denominaria ‘horrenda’, aun- que ‘aquella’ noche fue irregular, ner- viosa, signada por los colores y el vimito. Tuve mucho frio, y si dormité a ratos estaba atenta al fluir del tiempo; por- que ‘aquella’ noche seguia hinchéndose de un miedo feroz, oscuro, hasta que la claridad emergié sibita para desparrs- marse en alegria interminable, en paz infinita. staré en verdad embrujada? No. Ast ‘como Tony fue victima, aunque parezea Jo contrario, asimismo yo he sido una Dryja victimada por la fatalidad, Qué fue para ti, Gaspar, el amor? {Una renuncia? (Un aitil hilo de araiia preso en el silencio? Es por eso qrte lo nuestro, a:pesar de haber alcanzado un esplendor insdlito, qued6 trunco, suspendido en ‘una sima? Yono me imaginé que nuestro ‘amor fuera como un cristal, asi de frégil ‘Me estremezco de vergienza de slo ‘pensarlo, pero cudnta avidez tengo de ti. mfmiama no te olvido. En mi memoria no te ignoro, pero no de- seo sostenerme de la nada, No soy fo- liz por el hecho de existir. Prescindo de mi libertad o més bien la ejercito den- tro de la esclavitud. 8{, porque ahora y ‘aqui mismo renuncio a la vida, porque ahora y aquf mismo me someto a ti on cuerpo y alma. Para siempre hasta la eternidad. 7 Yo Emma, la compattera de Gaspar, el hombre de los hongos Nedda G.de Anhalt

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