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LC ITERATURA Thee Ricarno Maeriner. ‘Lectrs El Cuento Nortamercano Periodo Romdntico 00-1865) Washington iving 783-1859) Rip Van Winkle (89) {a Leyenda de Slepy Hollow he Legend of Sleepy Hollow, 189) Nathaniel Hawthorne (804-865) Wakefield (839) dar Alan Poe (809-849) {a Cada de la Casa Usher (The Fall oF the House of Usher 1839) 1a Carta Roboda The Prined Letter, 844) Herman Mehile 805-1899) Bartley, Escribieme (Bartleby the Scrivener: Story of Wal Street, 1853) Periodo Raft (865-1900) Mark Twain (835-910) 1 CAlebre Rana Sataina de Calaveras County (The Celebrated Jumping Frog. of (Calaveras County, 1865) Bret Hate (836-1902) os Proscritos de Poker-Flt The Oucat of Poker Flt, 865) Ambroise Bierce (842-194) Un Sacesoen el Puente sobre el Rio Owl (An Occurrence at Onl Creck Bride, 1890) Period Naturalists 1900-1910) ‘Stephen Crane (187-900) 1 Hotel Azul The Ble Hotel 1898) Oem (862-1910) {Pol ye Hime (The Cop andthe Anthem, 1904) Henry James 16) 1 Rincén Fei The Jolly Comer, 908) Jk London 1876-916) £1 Fuego dela Hoguera (To Build Fire, 908) Periodo Modest (go-I945) Sherwood Anderson (1876154) ‘Quer Saber Por Qué (Want 6 Know Why, 1921) Dorothy Parker (853967) ‘Una Rubia Imponente (ig Blonde, 929) Francis Scot Fitzgerald (896-1940) Reares a Bailonia (Babylon Revised, 93) Howard Philips Lovecraft (890-557) ‘Sues en a Casa dela Gua The Dreams inthe Witch House, 932) Conrad Aiken (89973) Neve Senciosa, Nive Secreta Silent Srow, Sere Snow, 934) ith Wharton (1862493) as Febres Romana (Roman Fever, 193) Joh Steinbeck 903-968) Los Cisantemos (The Chrysanthemums, 1935) Emest Hemingway (1859-196) Ali en Michigan (Up in Michigan 1938) Irvin Shaw 913-1984) as Chicas con Sus Vestidos de Verano (The Glin Their Summer Dresses, 938) Wiliam Fauliner (897-1962) Ooh del Delta Dea Autumn, 1942) Periodo de Psquera (95-1963) Paul Bowles (910-1990) Un Enso Distant (A Distant Episode, 94s) Raymond Chandler (888-1959) ‘Sangre Espaola (Spanish Blood, 946) Ray Bradbury 20°) Aunque Sia Brillardo la Luna And the Moon Be Sil as Bright, 948) John Cheever (12-982) (h, Gua de Suehos Rtas (Oh Cit of Broken Dreams, 948) 1.0, Salinger 919°) (Un bia Perfect paral Pez Banana A Perfect Day or Banana-Fsh 1948) Bernard Malad (94-1986) 1 Barri Mico The Magic Barrel, 958) Philp Roth 933-) a Comers de os udlos The Conversion ofthe Jews. 1959) John Up 92°) 48° 096) Period Conesionl 196-1980) Chaves Bukowski (520-194) Clase (lass, 1968) Kurt Vonnegut (9222007), Bienvenido aa aula de los Manos (welcome othe Monkey House, 1968) Period Posmadern 180-) Jamaica Kincaid (049) La Mano he Grin Hand, 1983) Richard Foed 944) Optimists (Optimists, 1986) Tobias wolf 945-) Otro Miler The Othe Miler, 986) Aaymond Carver (1938-986) res Rosas Amarilla (Eran, 1987) Tim OBrien (946-) as Cosas que Uevaban (he Things They Carrie, 190) Paul ster 9¢7) Por Qué Escribo (Why Write, 996) Lote Moore 957") ome a Via Like Life, 2000) 29 WASHINGTON IRVING Rip van Winkle UN ESCRITO POSTUMO DE DIEDRICH KNICKERBOCKER Por Wotan, dios de los sajones, de donde viene Miércoles,es decir el Dia de Wotan, «que siempre seré fel a la verdad hhasta el mismo dia en que me retire sigilosamente' ami sepuler Cartwright Lahistoria que sigue apareci6 entre los papeles del difunto Die- drich Knickerbocker, un viejo caballero de Nueva York, muy curioso respecto de la historia holandesa de la provincia y de Jas costumbres de los descendientes de sus primitivos colonos. Sus investigaciones hist6ricas iban menos hacia los libros que hacia los hombres, dado que los primeros escaseaban lamen- tablemente en sus temas favoritos, mientras que los viejos ve- cinos, y sobre todo sus mujeres, eran riquisimos en aquellas tradiciones y leyendas de valor inapreciable para el veridico historiador. Asi, cuando le acontecia tropezar con alguna tipica familia holandesa, agradablemente guarecida en su alquerfa de bajo techo, a la sombra del frondoso sicomoro, la miraba como tun pequefio volumen hecho en letra gética antigua, cerrado y abrochado, y lo estudiaba con el celo de la polilla. El resultado de todas estas investigaciones fue una historia de la provincia durante el dominio holandés, publicada hace al- gunos afios. La opinién anduvo dividida con respecto del valor literario de esta obra que, a decir verdad, no vale un apice mas de lo que pudiera. Su mérito principal estriba en su exactitud, algo discutida por cierto en la época de su primera aparicion, pero que ha quedado después completamente establecida y se 30 Washington Irving Rip van Winkle ar admite ahora entre las colecciones histéricas como libro de in- discutible autoridad. El viejo caballero falleci6 poco tiempo después de la publica- cién de esta obra; y ahora que esta muerto y enterrado no per- judicaré mucho a su memoria el declarar que pudo emplear ‘mejor su tiempo en labores de més peso. Era bastante habil, sin ‘embargo, para encaminar su rumbo como mejor le conviniera; y aunque de vez en cuando echara un poco de tierra a los ojos de sus projimos y apenara el espiritu de algunos de sus amigos, a quienes profesaba sin embargo gran carifio y estimacién, sus errores y locuras se recuerdan «mas bien con pesar que con enojo», y se comienza a sospechar que jamés intenté herir ni ofender a nadie, Mas como quiera que su memoria haya sido apreciada por los criticos, continiia amada por mucha gente cuya opinion es digna de tenerse en cuenta, como ciertos bizco- cheros de oficio que han llegado hasta el punto de imprimir su retrato en los pasteles de Afio Nuevo, dandole asi una ocasién de inmortalizarse tan apreciable como la de verse estampado en una medalla de Waterloo o en un penique de la reina Ana. Cualquier persona que haya remontado el Hudson recordara Jas montafias Kastskill. Son una derivacién de la gran masa de los montes Apalaches y se divisan al oeste del rio elevindose con noble majestad y dominando toda la regi6n circunvecina. Todos los cambios de tiempo o de estacidn, cada una de las ho- ras del dia, se manifiestan por medio de alguna variaci6n en las magicas sombras y aspecto de aquellas montafias, considera- das como el més perfecto barémetzo por todas las buenas mu- jeres de la comarca. Cuando el tiempo esta hermoso y sereno, las montafias aparecen revestidas de piirpura y azul, destacan- do sus lineas atrevidas sobre el claro cielo de la tarde; pero algunas veces, aun cuando el horizonte se encuentre despejado, seadornan en a cima con una caperuza de vapores grises que se iluminan e irradian como una corona de gloria a los postreros rayos del sol poniente. Al pie de estas montafias encantadas el viajero puede descu- brir el ligero humo rizado que se eleva de una aldea, cuyos teja- dos resplandecen entre los arboles cuando los tintes azules dela altura se funden en el fresco verdor del cercano panorama, Es tuna pequefia aldea muy antigua, fundada por algunos colonos holandeses en los primeros dias de la provincia; alld por los co- mienzos del gobierno del buen Peter Stuyvesant (jque en paz descanse!) y donde se sostenian contra los estragos del tiempo algunas casas de los primitivos pobladores, construidas de pe- quefios ladrillos amarillos importados de Holanda, con vent nas de celosia y frontones triangulares rematados en gallos de campanario. En esa misma aldea y en una de aquellas casas que, a decir verdad, estaba lastimosamente maltratada por los afios y por la intemperie, vivia hace mucho tiempo, cuando el pais era toda- via provincia de la Gran Bretafia, un hombre bueno y sencillo llamado Rip van Winkle. Era descendiente de los Van Winkle que figuraron tan heroicamente en los caballerescos dias de Peter Stuyvesant y le acompafiaron durante el sitio del fuerte Christina, Habia heredado muy poco, sin embargo, del caréc- ter marcial de sus antecesores. Hice ya notar que era un hombre sencillo y de buen coraz6n; era ademas vecino atento y marido décil, y gobernado por su mujer. A esta iltima circunstancia se debia probablemente aquella mansedumbre de espiritu que le valié universal popularidad; porque los hombres que estan bajo el poderio de arpias en el hogar son los mejor preparados para mostrarse obsequiosos y conciliadores en el exterior. Induda- blemente su caradcter se doblega y vuelve maleable en el horno ardiente de las tribulaciones domésticas; y, a decir verdad, una reprimenda de alcoba es mas eficaz que todos los sermones del mundo para ensefiar las virtudes de la paciencia y longanimi- dad. Una mujer pendenciera puede asi, en cierto modo, consi- derarse una bendici6n; ya este respecto Rip van Winkle era tres vveces bendito. Era el favorito de todas las comadres de la aldea que, como las demas de su amable sexo, tomaban parte en todas las que- rellas domésticas y nunca dejaban de censurar a la seftora Van ‘Winkle siempre que se ocupaban de este asunto en la chismo- grafia de sus reuniones nocturnas. Los chicos de la aldea le aclamaban también alegremente cuando se presentaba. Toma ba parte en sus diversiones, les fabricaba juguetes, les ensefiaba ) 32 Washington Irving Rip van Winkle 33 ahacer volar cometas y a jugar a las canicas, y les referia largas historias de aparecidos, brujas ¢ indios salvajes. Fuera donde quisiese, escabulléndose por la aldea, le rodeaba una turba de pilluelos colgéndose de sus faldones, encaraméndose en sus espaldas y jugandole impunemente mil pasadas; y ni un solo perro del vecindario se habria decidido a ladrarle, El gran defecto del caracter de Rip era su aversi6n insupera- ble a toda clase de labor util. No es que careciera de asiduidad © perseverancia, pues se habria sentado a pescar sin un murmu- llo en una roca hiimeda y armado de una cafia larga y pesada como la lanza de un tértaro, aun cuando no picara el anzuelo tun solo pez en todo el dia para alentarle en su faena. Podia lle- var durante largas horas una escopeta al hombro y arrastrarse por selvas y pantanos, por colinas y cafiadas para cazar unas cuantas ardillas o palomas silvestres. Nunca rehusaba ayudar a sus vecinos aun cuando fuera en la tarea mas penosa, y era el primero en todas las reuniones de la comarca para desgranar las mazorcas de maiz, 0 construir cercos de piedra; las mujeres de la aldea le ocupaban también para sus correrias, 0 para cier- tos trabajillos de poca monta que sus pocos amables maridos no querian desempefiar. En una palabra, Rip estaba siempre dispuesto a atender a los negocios de cualquiera de preferen- cia a los propios; cumplir con sus deberes domésticos o mirar por las necesidades de su granja le era punto menos que im- posible. Declaraba, en efecto, que resultaba indi trabajar en su pro- pia alqueria; era el més endiablado trozo de terreno en todo el Pais; cualquier cosa que se emprendiera salia mal ally saldria siempre, a pesar de sus esfuerzos. Los cercos se caian a pedazos continuamente; su vaca se extraviaba o se metia entre las coles; Ja mala hierba crecia de seguro mds ligero en su finca que en cualquier otra parte; llovia justamente cuando él tenia algo que hacer a campo abierto; de manera que si su propiedad se habia desmoronado acre tras acre hasta quedar reducida a un pequ fio trozo para el maiz y las patatas, debiase a que era la granja de peores condiciones en toda la comarca. Sus chicos andaban tan harapientos y salvajes como si no tu- vieran duefio. Su hijo Rip, un rapazuelo vaciado en su mismo molde, prometfa heredar con los vestidos viejos todas las dis- posiciones de su padre. Se le veia ordinariamente trotando como un potrillo a ios talones de su madre, ataviado con un par de viejas polainas de su padre, las cuales procuraba mantener enalto sujetandolas con una mano, como llevan las sefioras ele- gantes la cola del vestido cuando llueve. Rip van Winkle era, sin embargo, uno de aquellos felices mor- tales de disposicién facil y bobalicona que toman el mundo des- cuidadamente, comen con la misma indiferencia pan blanco 0 pan moreno a condicidn de evitarsela menor molestia, y prefeti- tian morirse de hambre con un penique a trabajar por una libra. Sie hubieran dejado vivir a su manera, nada pediria a la vida, sumido en beatitud perfectas pero su mujer andaba siempre re- piquetedndole los ofdos con su incuria, su pereza y la ruina que atraia sobre su familia, Mafiana, tarde y noche trabajaba su len- gua sin cesar, y cada cosa que él decia o hacia provocaba segura~ ‘mente un torrente de doméstica elocuencia. Rip tenia solamente una manera de contestar a estas reprimendas que, en raz6n del continuo uso, habian llegado a convertirse en hébito, Encogia Jos hombros, sacudia la cabeza y levantaba los ojos al cielo sin pronunciar una palabra. Esta mimica daba siempre lugar a una nueva andanada por parte de su mujer; de modo que se veia constrefiido a reunir sus fuerzas y tomar el portante, tinico re- curso que queda, en verdad, al marido maltratado por su mujer. EI tinico aliado con que contaba Rip en la familia era su perro Wolf, tan maltratado como su amo, pues la sefiora Van Winkle juzgaba a ambos compaiieros de ociosidad, y atin mira- ba a Wolf con malos ojos considerandole culpable de los fre- ‘cuentes extravios de su duefio. La verdad es que desde todo punto de vista era Wolf un perro honorable, y valeroso como el que mas para corretear en los bosques; pero zqué valor puede afrontar el continuo y siempre renovado terror de una lengua de mujer? Apenas entraba Wolf en la casa decafa su énimo y con la cola arrastrando por el suelo o enroscada entre las pier- nas se deslizaba con aire de ajusticiado, mirando de reojo a la sefiora Van Winkle, y al menor blandir de la dama un palo de escoba o un cucharén, volaba ala puerta con quejumbrosa pre- ipitacion. 34 Washington Irving Rip van Winkle 35 Las cosas iban de mal en peor para Rip van Winkle a medi- da que transcurrian los afios de matrimonio. El cardcter des- apacible nunca se suaviza con la edad, y una lengua afilada es el tinico instrumento cortante que se aguza mas y més con el uso continuo. Por algiin tiempo trat6 de consolarse en sus escapa- das fuera de la casa, frecuentando una especie de club perpetuo de los sabios, filésofos y otros personajes ociosos del pueblo, ‘que celebraban sus sesiones en un banco a la puerta de un pe- {quefio mes6n que ostentaba como muestra un rubicundo retra- to de su majestad Jorge III. Acostumbraban sentarse alli a la sombra durante los largos y sofiolientos dias de verano, repi tiendo indolentemente la chismografia del vecindario o rela- tando inacabables historias sobre cualquier friolera. Pero ha- bria representado cualquier capital para los estadistas escuchar las profundas discusiones que a menudo tenian lugar cuando por casualidad algiin viejo periédico tirado por cualquier tran- setinte caia entre sus manos. ;Cudn solemnemente atendian a su contenido conforme iba desentraiténdolo el maestro de la escuela, Derrick van Bummel, docto y vivaracho hombrecillo que no se amedrentaba por la palabra més altisonante del dic- cionario! jY cuan sabiamente deliberaban sobre los aconteci- mientos piblicos algunos meses después de realizados! Las opiniones de esta junta se sometian completamente al criterio de Nicholas Vedder, patriarca de la aldea y propietario del mesén, a cuya puerta se sentaba de la mafiana a la noche, cambiando de sitio lo justamente indispensable para evitar el sol y aprovechar la sombra de un gran érbol que all junto cre- cia; de manera que los vecinos podian decir la hora por sus mo- vvimientos con tanta exactitud como con un cuadrante. Verdad es que rara vez se le ofa hablar, pero en cambio fumaba su pipa constantemente. Sus admiradores (qué gran hombre carece de ellos?) le comprendfan perfectamente y sabian la manera de in- terpretar sus opiniones. Cuando le disgustaba algo de lo que se leia o referfa, podia observarse que fumaba con vehemencia lanzando frecuentes y furiosas bocanadas; pero cuando estaba satisfecho arrancaba suaves y tranquil inhalaciones, emitien- do el humo en nubes placidas y ligerass y aun algunas veces, se- parando la pipa de sus labios y dejando que el humo fragante se ondulara a la extremidad de su nariz, movia gravemente la cabeza en sefial de perfecta aprobacién. Y también de esta fortaleza se vio desalojado el infortunado Rip por su agresiva mujer, quien atacé repentinamente la paz de la asamblea haciendo polvo a todos sus miembros; ni la augusta persona de Nicholas Vedder qued6 a salvo de la feroz lengua de la terrible arpia que le acus6 de alentara su maridoen sus habitos de ociosidad. El pobre Rip viose al fin en los umbrales de la desesperacién; su tinica alternativa para escapar del trabajo de la alqueria y de Jos clamores de su mujer fue coger su fusil e internarse entre los bosques. Sentabase alli a veces al pie de un rbol y compartia el goce de sus alforjas con Wolf, con quien simpatizaba como compaiiero de miserias. «jPobre Wolf!», acostumbraba decir, «tu ama te da una vida de perros; jpero no te importe, compa- fiero, que mientras yo viva no te faltard un fiel amigo!» Wolf movia la cola, miraba de hito en hito al rostro de su duefio y, si los perros pudieran sentir piedad, creeria yo verdaderamente ‘que experimentaba en el fondo de su corazén un sentimiento reciproco al que expresaba su amo. En un hermoso dia de otofio en que llevaba a cabo una de sus largas correrias, trep6 Rip inconscientemente a uno de los puntos mas elevados de las montaiias Kaatskill. Perseguia su distraccién favorita, la caza de ardillas, y aquellas soledades habian retumbado varias veces al eco de su fusil. Fatigado y ja- deante, echése hacia la tarde a descansar en la cima de un verde montecillo cubierto de vegetacién silvestre y que coronaba el borde de un precipicio. A través de un claro entre los arboles podia dominar toda la parte baja del terreno en muchos kil6- metros de rica arboleda. Veia a la distancia, lejos, muy lejos, el ‘majestuoso Hudson deslizndose en curso potente y silencioso, reflejando aqui alla ya una nube parpura, ya la vela de alguna barquilla remolona adormilada entre su seno cristalino, y per- digndose al fin entre las azules montafias. Por el otro lado hundia sus miradas en un valle profundo, salvaje, escabroso y desolado, cuyo fondo estaba sembrado de fragmentos amenazadores de rocas alumbradas apenas por la refracci6n de los rayos del sol poniente. Por algiin tiempo repo- 36 Washington Irving 86 Rip absorto en la contemplacién de esta escena. La noche caia gradualmente; las montafias comenzaban a tender sus grandes sombras azules sobre el valle; Rip comprendié que rei- naria la oscuridad mucho antes de que pudiera regresar a la al- dea y lanz6 un hondo suspiro al pensamiento de afrontar la te- mida presencia de la sefiora Van Winkle. Cuando se preparaba a descender, oy6 una voz que gritaba a la distancia: «{Rip van Winkle! jRip van Winkle!». Miré a su alrededor, pero s6lo pudo descubrir un cuervo cruzando la montafia en vuelo solitario. Crey6 que habia sido una ilusién de su fantasia e iniciaba de nuevo el descenso, cuando lleg6 has- ta él idéntico grito atravesando el ambiente tranquilo de la tar- de: «jRip van Winkle! jRip van Winkle!», al mismo tiempo que Wolf, erizando el lomo y lanzando un ladrido concentrado, se refugiaba al lado de su amo, mirando temerosamente al valle. Rip sintié que una vaga aprensin se apoderaba de su espiritu; miré ansiosamente en la misma direccién y advirtio una figura extrafia que avanzaba con dificultad en medio de las rocas, in- clinandose bajo el peso de cierto bulto que llevaba en sus espal- das. Rip se sorprendié de ver a un ser humano en aquel lugar desierto y aislado; pero juzgando que pudiera ser alguien del vecindario necesitado de su ayuda, se apresuré a brindarle su asistencia. Conforme se aproximaba sorprendiase mds y mas ante el as- ecto singular del desconocido. Era un viejo pequeiio y cuadra- do, de barba gris y cabellos asperos y enmarafiados. Vestia ala antigua usanza holandesa: coleto de pafio recogido a la cintura y varios pares de calzones, el de encima muy ancho y adornado de hileras de botones a los costados y borlas en las rodillas. Lle- vaba al hombro un barril que parecia lleno de licor y hac sefias a Rip para que se acercara y le ayudase a llevar su carga. A pesar de sentirse timido y desconfiado con respecto de su nuevo conocido, obedecié Rip a su celo acostumbrado; y soste- nigndose mutuamente treparon ambos por una estrecha gar- ganta que parecia el lecho desecado de algiin torrente. Mien- tras subian, Rip ofa de vez en cuando ruidos que retumbaban en ondulaciones como truenos lejanos y que parecfan brotar de una profunda hondonada, o hendedura mejor dicho, entre in= Rip wan Winkle fa ‘mensas rocas hacia las cuales conducfa el aspero sendero que seguian. Rip se detuvo por un momento; mas prosiguié luego su camino imaginando que el rumor provendria de alguna de aquellas pasajeras tempestades de lluvia y truenos que a menu- do estallan en la altura. Introduciéndose por la hendedura Ile- garon a una cavidad semejante a un pequefio anfiteatro rodea- do de precipicios perpendiculares, sobre cuyas orillas tendian grandes arboles sus ramas colgantes, de manera que solo po- n vislumbrarse a trozos el cielo azul y las brillantes nubes de la tarde. Rip y su compafiero habian marchado en silencio du- rante todo el trayecto, pues aun cuando el primero se maravi- aba grandemente al conjeturar el objeto de acarrear un barril de licor en aquellas montafias agrestes, habia algo extratio e in- comprensible en el desconocido que inspiraba temor y cortaba toda familiaridad. Al penetrar en el anfiteatro surgieron nuevos motivos.de ad- miraci6n. En el centro de una planicie vefase un grupo de extra- fios personajes jugando a los bolos. Vestian de fantastica y ex- trafia manera; algunos llevaban casaca corta, otros coleto con sgran daga al cinto, y la mayor parte ostentaban calzas enormes de estilo semejante a las del guia. Su aspecto era también pecu- liar; uno tenia larga barba, rostro ancho y ojos pequefitos de cerdos la cara de otro parecia constar Gnicamente de nariz y es- taba coronada por un sombrero blanco de azticar adornado de una bermeja cola de gallo. Todos levaban barba, de diversas formas y colores. Habia uno que aparentaba ser el jefe. Era un viejo y robusto gentilhombre de aspecto curtido por la intem- perie; levaba casaca, chorrera de encaje, cinturén ancho y al- fanje, sombrero de copa alta adornado de una pluma, medias rojas y zapatos con rosetas. El conjunto del grupo recordaba a Rip las figuras de cierto cuadro antiguo flamenco, traido de Holanda en tiempo de a colonizacion y que se conservaba en el salén de Dominie van Shaick, el parroco de la aldea. Lo que encontraba Rip mas extrafio era que aun cuando in- dudablemente todos aquellos personajes trataban de divertir- se, conservaran tanta gravedad en su semblante, un silencio tan misterioso, y formaran, en una palabra, la partida de placer més melancélica que pudiera presenciarse. S6lo interrumpia el 38 Washington Irving silencio el ruido de los bolos, de cuyo rodar repercutian los ecos a través de la montafia semejando el rumor ondulante de los truenos. Cuando Rip y su compafiero se acercaban, los jugadores abandonaron sibitamente el juego y fijaron en el primero una mirada tan persistente, tan sepuleral, con tan singular y apaga- do semblante, que sus rodillas se entrechocaron y el corazén le dio un vuelco dentro del pecho. Su compaiiero vaciaba entre- tanto el contenido del barril en grandes jarras, haciéndole sefias de que sirviera a la compania. Rip obedecié trémulo y asusta- do; bebieron ellosel licor en profundo silencio, volviendo luego su juego. Lentamente fueron desapareciendo el terror y las aprensio- nes de Rip. Incluso se aventur6 a probar el licor cuando nadie le miraba, encontrando que ten‘a mucho del excelente sabor ho- landés. Sediento por naturaleza, pronto sintié la tentacién de repetir la prueba. Un trago provocaba otro trago;e hizo al fina la jarra visitas tan reiteradas, que sus sentidos se adormecieron, sus ojos nadaron en sus érbitas, su cabeza se incliné gradual- mente y qued6 sumergido en profundo suefio. ‘Al despertar, se encontré en la verde hondonada donde vio por primera vez al viejo del valle. Se frot6 los ojos, Era una bri llante y hermosa maiiana. Los pajarillos gorjeaban y revolotea- ban entre la fronda, el 4guila formaba circulos en las alturas, y se respiraba la brisa pura de las montafias. «Seguramente», pensé Rip, «no he dormido aqui toda la noche.» Rememor6 los sucesos antes de que el suefio le acometiera: el hombre extrafio con el barril de licor; la hondonada de la montafia; el agreste re- tiro entre las rocass la tétrica partida de bolos; la jarra... «jOh, esa jarra, esa condenada jarra!», pens6 Rip. «¢Qué excusa daré ala sefiora Van Winkle?» Buscé en torno su fusil; pero en vez de la limpia y bien engra- sada escopeta de caza hallé una vieja arma con el caitén obs- truido por el polvo, e gatillo cayéndose y la madera carcomida. Sospeché entonces que los graves fanfarrones de la montafia le habian jugado una mala pasada, y, embriagandole con su licor, le habian robado la escopeta. Wolf habia desaparecido tam- bién; pero era posible que se hubiera extraviado persiguiendo Rip van Winkle 39 alguna ardilla o alguna perdiz. Le silb6 y llam6 a gritos por su nombre, pero en vano; los ecos repitieron su silbido y su llama- da, pero ningun perro aparecié en lontananza. Decidié regresar al lugar donde habia estado retozando la noche anterior y si encontraba a alguno de la partida, recla- matle su perroy su fusil. Cuando se levant6, se encontr6 con las articulaciones rigidas y falto de su acostumbrada actividad. «Estos lechos de montafia no me sientan bien», pens6 Rip, «y si de la broma me viene reumatismo, voy a pasar un lindo tiempo con la sefiora Van Winkle.» Con bastante dificultad pudo lle- gar hasta el valle y encontré la garganta por donde él y sucom- aiiero subieron la vispera; pero observé con gran estupor que espumaba alli un torrente saltando de roca en roca y llenando el valle de parleros murmullos. Trat6, sin embargo, de inge- nirselas para trepar por los costados, ensayando una fatigosa ascensi6n a través de matorrales de abedules, sasafrases y ar- bustos de varias clases, mas dificil atin por la trepadora vid sil- vestre que lanzaba sus espirales o tieretas de arbol a arbol ten- diendo una especie de red en el camino. Por fin llegé al sitio donde las rocas de la hondonada se abrian para llevar al anfiteatro; pero no quedaba rastro de se~ mejante abertura. Las rocas presentaban un muro alto ¢ im- penetrable sobre el cual se despefiaba el torrente en capas de rizada espuma para caer Iuego en una ancha y profunda cuen- ca, oscurecida por las sombras de la selva circundante. Aqui el pobre Rip se vio obligado a detenerse. Llamé a su perro y sil- bo una y otra vez; pero sdlo obtuvo en respuesta el grazni- do de una bandada de cuervos holgazanes solazandose en lo alto de un arbol seco que se proyectaba sobre un asoleado precipicio desde el cual, seguros en su elevacidn, parecian es- piar lo que pasaba abajo y mofarse de las perplejidades del pobre hombre. Qué se podia hacer? La mafiana transcurria rapidamente y Rip se sentia hambriento por la falta de su de- sayuno. Le apenaba abandonar su perro y su fusil; temblaba ante la idea de encontrarse con su mujer; pero no podia mo- rise de hambre entre los montes. Sacudié la cabeza, eché al hombro la vieja escopeta, y con el coraz6n lleno de angustia y de aflicién enderez6 los pasos al hogar. ) 40 Washington Irving Acercdndose a la aldea encontré a varias personas a quienes no reconocia, lo cual le sorprendia un poco, pues siempre ha- bia creido conocer a todo el mundo en los alrededores de la co- marca. Los vestidos que llevaban eran también de estilo dife- rente al que estaba él acostumbrado. Todos le observaban con iguales demostraciones de sorpresa, y apenas fijaban en él sus miradas, se llevaban invariablemente la mano a la barba. La repeticién undnime de este gesto indujo a Rip a hacer el mismo movimiento en forma involuntaria y ;cudl no seria su estupor al darse cuenta de que su barba tenfa treinta centimetros de largo! Se acercaba a los arrabales de la aldea. Una turba de chiqui- llos extratios corria tras él, haciendo burla y seftalando su bar- ba gris. Los perros ladraban también a su paso y no podia reco- nocer entre ellos a ninguno de sus antiguos conocidos. Todo el pueblo estaba cambiado; era mas grande y més populoso. Ha- bia hileras de casas que él jamés habia visto, y habian desapare- cido sus habituales guaridas. Vefanse nombres extraiios sobre todas las puertas, y rostros extrafios en todas las ventanas; todo era extrafio, en una palabra. Sus ideas comenzaban ya a aban- donarles principiaba a recelar que tanto él como el mundo que le rodeaba estaban hechizados. Evidentemente éste era su pue- blo natal, el mismo que abandon la vispera. Alli estaban las ‘montafias Kaatskill; allia corta distancia se deslizaba el platea- do Hudson; las colinas y caiiadas ocupaban exactamente el mismo lugar donde siempre estuvieran; pero Rip se hallaba tristemente perplejo. «{Esa jarra de anoche», pensaba, «ha de- jado vacfo mi pobre cabezal Con alguna dificultad encontré el camino de su propia casa, hacia la cual se aproximaba con silencioso pavor esperando oir a cada instante la vor chillona de la sefiora Van Winkle. Todo estaba arruinado, el techo cayéndose a pedazos, las ven~ tanas destrozadas y las puertas fuera de sus goznes. Un ham- briento can, algo parecido a Wolf, andaba huroneando por alli. Rip lo llamé con el nombre de su perro, mas el animal _grufié ensefiando los dientes y escapé. Esto fue una herida do- lorosa, en verdad. «jAun mi perro me ha olvidado!», sollozé el pobre Rip. . Rip van Winkle ” Penetré en la casa que, a decir verdad, mantenfa siempre en meticuloso orden la sefiora Van Winkle. Aparecia ahora vacia, tétrica y en apariencia abandonada. Tal desolacién se sobrepu- 50 a sus temores conyugales, y llam6 en alta voz.a su mujer ya sus hijos. Las desiertas piezas resonaron un momento con sus voces y luego quedé todo nuevamente silencioso. Se apresur6 a salir y se dirigié répidamente a su antiguo re- fugio, el mes6n de la aldeas pero éste también habia desapareci- do. En su lugar vefase un amplio y desvencijado edificio de ma- dera con grandes y destartaladas vidrieras, rotas algunas de cllas y recompuestas con enaguas y sombrer0s viejos, el cual os- tentaba pintado sobre la puerta un rétulo que decia: HOTEL UNION DE JONATHAN DOOLITTLE. En ver del gran arbol que cobijaba con su sombra al silencioso y menudo mesonero ho- landés de otros tiempos, se alzaba ahora una larga'y desnuda pértiga con algo semejante a un gorro rojo de dormir en su ex- tremidad superior, y dela cual se desprendia una bandera de ra- yas y estrellas en singular combinacién: cosas todas extrafias e incomprensibles. Reconocié el letrero, sin embargo, y la rubicunda faz del rey Jorge, debajo de la cual habia saboreado pacificamente tantas ipas; pero atin la figura se habia metamorfoseado de manera singular. La chaqueta roja se habia convertido en azul y ante; cefifa una espada en lugar del cetro; la cabeza estaba provista de un sombrero de tres picos, y debajo del retrato leiase en grandes caracteres: GENERAL WASHINGTON. ‘Como de costumbre, habja una multitud de gente delante de la puerta, pero Rip no podia reconocer a nadie. Aun el espiritu del puebio parecia cambiado. Se ofan acaloradas y ruidosas discusiones en lugar de las flematicas y sofiolientas platicas de otros tiempos. Buscaba en vano al sabio Nicholas Vedder con su ancho rostro, su doble papada y su larga y hermosa pipa, lanzando nubes de humo en ver.de discursos ociosos; 0 al maes- to de escuela Van Bummel, impartiendo a la concurrencia el contenido de antiguos periédicos. En lugar de ellos, un flaco y bilioso personaje con los bolsillos llenos de proclamas, perora- ba con vehemencia sobre los derechos de los ciudadanos, las elecciones, los miembros del Congreso, la libertad, Bunker Hill, 2 Washington Irving Rip van Winkle B los héroes del setenta y seis, y otros t6picos que resultaban una perfecta jerga babilonica para el trastornado Van Winkle. La aparici6n de Rip con su inmensa barba gris, su escopeta mohosa, su exética vestimenta, y un ejército de mujeres y chi- quillos siguiéndole, atrajo muy pronto la atencién de los politi- cos de taberna. Se amontonaron a su alrededor mirandole con gran curiosidad de la cabeza a los pies. El orador se abalanz6 hacia él y llevandole a un costado inquirié «de qué lado habia dado su voto». Rip quedé estupefacto, Otro pequeiio y atarea- do personaje cogiéndole del brazo y alzandose de puntillas le pregunté al odo: ~{Deinécrata 0 federal? Veiase Rip igualmente perdido para comprender esta pregun- ta, cuando un sabihondo, pomposo y viejo caballero, con pun- tiagudo sombrero de tres picos, se abrié paso entre la muche- dumbre apartandola con los codos a derecha e izquierda, y planténdose delante de Rip van Winkle con un brazo en jartas y descansando el otro en su vara, con ojos penetrantes y su agudo sombrero amenazador, pregunt6 con tono austero, como si qui- siera ahondar hasta el fondo de su alma, «qué motivo le traia a las elecciones con fusil al hombro y una multitud a sus huellas, y si intentaba por acaso provocar una insurreccién en la villa». ~iMisero de mi, caballero! ~exclamé Rip con desmayo-, yo soy un pobre hombre tranquilo, un habitante del lugar y un va- sallo leal de su majestad, a quien Dios bendiga! Aqui estall6 una protesta general de los concurrentes. iUn conservador! {Un conservador! ;Un espia! {Un emigra- do! {Dadle fuerte! ;Afuera! Con gran dificultad pudo restablecer el orden el pomposo caballero del sombrero de tres picos; y, asumiendo tal gravedad que produjo diez arrugas por lo menos en su entrecejo, pregun- 6 de nuevo al inc6gnito criminal el motivo que le trafa y a quién andaba buscando por el pueblo. El pobre hombre asegu- 16 humildemente que venia simplemente en busca de algunos de sus vecinos que acostumbraban parar en la taberna. ~Bueno, zy quiénes son ellos? Nombradlos. Rip medité un momento e inquirié luego: Dénde esta Nicholas Vedder? Hubo un corto silencio, hasta que un viejo replic6 con voz débil y balbuciente: =iNicholas Vedder! ;Vaya! ;Si murié y esta enterrado hace dieciocho afios! Una lapida de madera lo testimoniaba en el ce- menterio de la iglesia, pero se gast6 también y ya no existe. —zDonde esta Brom Dutcher? —iOh! Se fue al ejército al principio de la guerra; algunos di- cen que murié en la toma de Stony Point; otros que se ahog6 en. tuna borrasca al pie de Anthony’s Nose. Yo no podria decitlo; lo que sé es que nunca volvié aqui. =;Dénde esta Van Bummel, el maestro de escuela? ~Se fue también a la guerra, se convirtié en un gran general y esta ahora en el Congreso. El corazén de Rip desfallecia al escuchar tan tristes nuevas de su patria y de sus amigos, y encontrarse de repente tan solo en el mundo, Las respuestas le impresionaban también por el enorme lapso que encerraban y por los temas de que trataban y que él no podia comprender: la guerra, e! Congreso, Stony Point. No tuvo valor de preguntar por sus otros amigos, pero grité con desesperacién: ={Nadie conoce aqui a Rip van Winkle? ‘Oh, seguramente! Rip van Winkle esta alli recostado con- tra el arbol. Rip miré en la direccién indicada y pudo contemplar una exacta reproduccién de si mismo como cuando fue a la monta- fia; tan holgazn como él, al parecer, e indudablemente hara- piento al mismo grado. El pobre hombre quedé del todo con- fundido. Dudaba de su propia identidad y si seria él Rip van Winkle o cualquier otra persona. En medio de su extravio, el hombre del sombrero de tres picos se adelanté y le pregunt6 quién era y como se llamaba. ~i$6lo Dios lo sabe! ~exclamé, al cabo de su entendimien- ‘0 no soy yo mismo, soy alguna otra persona; no estoy alla, no; ése es alguien que se ha metido dentro de mi piel. Yo ca yo mismo anoche, pero me quedé dormido en la montafia y alli me cambiaron mi escopeta y me lo han cambiado todo. Yo mismo estoy cambiado, y no puedo decir siquiera cual es mi nombre ni quién soy! y 44 Washington Irving Rip van Winkle 4s A estas palabras los circunstantes comenzaron a cambiar entre si miradas significativas, sacudiendo la cabeza, guifian- do los ojos y golpedndose la frente con los dedos. Corrié tam- bién un murmullo sobre la conveniencia de asegurar el fusil y aun al viejo personaje para evitar que hiciera algain dafio; ante cuya suposici6n el sabihondo caballero del sombrero de tres picos se retiré con marcada precipitacién. En tan critico mo- ‘mento, una fresca y hermosa joven avanz6 entre la multitud para echar una ojeada al hombre de la barba gris. Llevaba en sus brazos un rollizo chiquillo que asustado con el extranjero rompié a llorar. ~iSht, Rip! -dijo la joven-, calla tonto; el viejo no te haré ningtin dafio. Elnombre del nifio, el aspecto de a madre, la entonacién desu voz, todo desperté en Rip van Winkle un mundo de recuerdos. Cémo os Ilamdis, buena mujer? ~Judith Gardenier. Cémo se llama vuestro padre? ~iAh, pobre hombre! Se llamaba Rip van Winkle, pero hace veinte afios que salié de casa con su fusil y jamas regres6 ni he- mos sabido de él desde entonces. Su perro volvi6 solo ala casas y nadie podria decir si mi padre se maté o si los indios se lo lle- varon. Yo era entonces una chiquilla. A Rip sélo le quedaba una pregunta por hacer y la propuso con vor desfallecida: Donde esta vuestra madre? jOh! Ella murié poco después. Se le rompié una arteria mientras disputaba con un buhonero de Nueva Inglaterra. Aquello era una gota de alivio, a su entender. El buen hom- bre no pudo contenerse por més tiempo. Cogié a su hija y al nifio entre sus brazos, y entonces exclam ~iYo soy vuestro padre! ;EI Rip van Winkle joven de otros tiempos, y ahora el viejo Rip van Winkle! Nadie reconoce al pobre Rip van Winkle? Todos quedaron aténitos, hasta que una viejecilla trémula atravesé la multitud y poniéndose la mano sobre las cejas le examin por debajo el rostro por un momento, exclamando enseguida: | | ~iSeguro que es Rip van Winkle! jEI mismo, en cuerpo y alma! ;Bienvenido al pueblo, viejo vecino! Decidnos, :dénde habéis estado metido estos largos veinte afios? Rapidamente refirié Rip sw historia, que los veinte afios transcurridos se reducfan para él a una sola noche. Los vecinos le miraban con asombro al escucharla; algunos intercambia- ban guifios y se burlaban; mientras, el pomposo caballero del sombrero de tres picos ~que regres6 al campo de accién tan pronto como la alarma hubo pasado-, curvando hacia abajo las comisuras de los labios, sacudia la cabeza; sacudimiento de duda que se hizo entonces general en la asamblea. Decidi6, empero, consultar con el viejo Peter Vanderdonk a quien se veia avanzar por la carretera. Era descendiente del his- toriador del mismo nombre que escribié una de las primeras crénicas de la provincia. Peter era el més antiguo de los habi- tantes de la aldea y muy versado en todos los acontecimientos maravillosos y tradiciones del vecindario. Reconocié a Rip van ‘Winkle inmediatamente y corrobor6 su relato de la manera mAs satisfactoria. Aseguré a la asamblea que era un hecho es- tablecido por su antepasado, el historiador, que las montafias Kaatskill habian estado pobladas siempre de seres extrafios. Se afirmaba igualmente que el gran Hendrick Hudson, descubri- dor del rio y de la comarca, celebraba alli una especie de velada cada veinte afios con toda la tripulacién de la Half-Moon;sién- dole dado asiel recorrer los lugares donde se realizaron sus ha- zafias y mantener ojo alerta sobre el rio y la gran ciudad llama- dos por su nombre. Declaré que su padre les habia visto una vez vistiendo sus antiguos trajes holandeses y jugando a los bo- Josen una cueva de la montafia; y que él mismo habia ofdo una tarde el eco de las bolas resonando como lejanas detonaciones de truenos. En resumen, la compafiia se disolvi6 volviendo al asunto més importante de la elecci6n. La hija de Rip llevésele a su casa a vivie con ella; tenfa una linda casita bien amueblada, y por marido a un fornido y jovial granjero a quien recordaba Rip ‘como uno de los pilluelos que acostumbraban encaramarse en sus espaldas. En cuanto al hijo y heredero de Rip-la copia de su padre que aparecié reclinado contra el érbol~ estaba empleado 46 Washington Irving Rip van Winkle 7 como mozo de la granja; pero mostraba una disposicién he- reditaria para atender a cualquier otra cosa de preferencia a su labor. Rip reasumié entonces sus antiguos habitos y correriass en- contré pronto a muchos de sus contempordneos, aunque bas- tante averiados por los estragos del tiempo, prefiriendo enta- blar amistades entre la nueva generacién de la cual a poco lleg6 aserel favorito. No teniendo ocupacién en la casa y habiendo alcanzado la edad feliz en que el hombre puede ser holgazén impunemen- te, ocupé de nuevo su lugar en el banco a la puerta del mesén, donde era reverenciado como uno de los patriarcas de la aldea y como crénica viviente de la época «anterior a la guerra». ‘Transcurrié algain tiempo antes de que se pusiera al corriente de la chismografia del vecindario o llegara a comprender los extraiios acontecimientos que se habian desarrollado durante su suefio: la guerra de la revolucién, cémo arrojé el pais el yugo de la vieja Inglaterra y c6mo era que en vez de ser vasallo de su majestad Jorge III, se habia convertido en ciudadano libre de los Estados Unidos. En realidad, Rip no era politico: las transi- ciones de estados ¢ imperios le hacian muy poca mellas pero cexistia cierta clase de despotismo bajo el cual habia gemido lar- g0 tiempo: el gobierno de las faldas. Felizmente aquello habia terminado; habia escapado al yugo matrimonial y podia iry ve- nir por todas partes sin temor a la tirania de la sefiora Van Win- le. Cada vez que se mencionaba este nombre, sin embargo, Rip sacudia la cabeza, se encogia de hombros y levantaba los ojos al cielo, lo cual podia tomarse tanto como expresin de re- signaci6n a su suerte como de alegria por su liberacién, Solia contar su historia a todos los extranjeros que se hospe- daban en el hotel del sefior Doolittle. Pudo notarse al principio que la relacién diferia cada vez en varios puntos, lo que se de- exactamente en la forma que acabo de relatar, y no habia hom- bre, mujer o nifio en todo el vecindario que no se la supiera de memoria. Algunos afectaban siempre dudar de su veracidad, insistiendo en que Rip no habia estado en sus cabales, y que respecto de este punto siempre desvariaba. Los viejos holande- ses, sin embargo, le daban casi undnimemente pleno crédito. ‘Adin hoy no pueden ofr las tempestades de truenos que esta- Ilan ciertas tardes de verano en los alrededores de las monta- fias Kaatskill, sin decir que Hendrick Hudson y su tripulacién estan jugando su partida de bolos; y es el deseo general de los ‘maridos del pueblo maltratados por su mujer, cuando la vida les resulta muy pesada, obtener algunos tragos de la jarra bienhechor de Rip van Winkle. NOTA ‘Alguien podria creer que el cuento que antecede hubiera sido inspirado al sefior Knickerbocker por la leyenda alemana acer- ca del emperador Federico der Rothbart y la montafia Kyffhau- ser. La nota adjunta, sin embargo, que escribi6 como apéndice a este cuento, demuestra que es un hecho absolutamente veri- dico, narrado con su habitual fidelidad: «La historia de Rip van Winkle parecer increible a muchas personas; mas a pesar de todo, le doy entero crédito porque sé que los alrededores de nnuestras viejas colonias holandesas han sido teatro de muchos sucesos y apariciones maravillosas. Verdaderamente, he oido cn las ciudades de las riberas del Hudson historias més invero- similes que la presente, las cuales estaban demasiado bien auto- rizadas para permitirse alimentar la menor duda. Yo mismo he hablado varias veces con Rip van Winkle, quien era un hombre anciano y venerable la dima vez que lo vi, y tan perfectamen- te racional y logico, desde todo punto de vista, que no creo que ninguna persona de conciencia rehusara dar crédito a su histo- tia; he visto también un certificado al respecto otorgado ante el tribunal de la comarca y firmado con una cruz de la propia mano del juez. Por tanto, la historia se encuentra fuera de toda posibilidad de duda. D.K.». CECECLECE « ae _ L 48 Washington Irving Rip van Winkle 49 POST SCRIPTUM Las siguientes notas han sido tomadas de un memorandum de Viaje del sefior Knickerbock El Kaatsberg, o montafias Kaatskill, ha sido siempre una region de leyenda. Los indios las consideraban como la mansién de los espiritus que dominaban el tiempo lanzando nubes o rayos de sol sobre el horizonte y procurando buenas o malas estaciones de caza. Estaban dirigidos por el espiritu de una vieja india que se suponia ser la madre y habitaba en el pico més elevado de las montafias Kaatskill. Se encargaba de las puertas dia y noche para abrirlas ycerrarlas a la hora conveniente. Colgaba las lunas nuevas en el firmamento y recortaba las viejas para hacer estre- llas, En tiempos de sequia podia obtenerse, con adecuada propi- ciaci6n, que hilara ligeras nubes de verano, formadas de telara- jias y rocfo de la mafana, y las enviara a flotar en el aire copo a copo desde la cresta de la montaiia, como vedijas de algodén cardado; hasta que disueltas por el calor del sol cafan en fluvia deliciosa provocando el brote de la hierba, la madurez de los frutos y el crecimiento de las mieses a razén de dos centimetros y medio por hora. Si, en cambio, se encontraba disgustada, aglo- meraba nubes negras como tinta, colocdndose en el centro como uuna arafia ventruda en medio de su tela; y cuando aquellas nubes estallaban, ;qué de calamidades sucedianse en el valle! Hace muchos afios, segtin afirmaban las tradiciones indias, existia una especie de Manitiéo espiritu que habitaba las regio- nes nnds salvajes de las montafias Kaatskill y experimentaba un malvado placer en procurar toda clase de males y vejaciones a Jos hombres rojos. Algunas veces asumia la forma de os0, gamo © pantera para arrastrar al extraviado cazador a una fatigo- sa jornada a través de bosques intrincados y asperas rocas, y desaparecer entonces lanzando un fuerte «jHo!, jho!», dejando al despavorido cazador al borde de un escarpado abismo o de un torrente devastador, Todavia hoy se puede ver la residencia favorita de este Mani- ti, Es una roca o risco enorme en la parte mas agreste de la montafia y se conoce con el nombre de Garden Rock, a causa de las frescas vides que trepan abrazandola, y de las flores si vestres que abundana su alrededor. A sus pies yace un pequeiio ago, asilo del solitario alcaravan y poblado de serpientes acua- ticas que toman el solen las hojas de los nentifares que duermen en la superficie. El lugar era tenido en gran veneracién por los indios, hasta el punto que ni el més atrevido cazador habria ‘osado perseguir la pieza dentro de su recinto. Cierto dia, sin embargo, un cazador extraviado penetrd en Garden Rock y pudo observar gran nimero de calabazas colgando de las ra- mas ahorquilladas de los Arboles. Cogié una de ellas y trat6 de hhurtarlas pero en su prisa por huir la dej6 caer entre las rocas, de donde broté un torrente que le arrastr6 a profundos abis- ‘mos en cuyo fondo quedé destrozado por completo. El torren- te siguié su curso hasta el Hudson y contin corriendo hasta el dia de hoy, siendo el mismo arroyo conocido actualmente por el nombre de Kaaterskill. ‘Traduccién de J. Ferrer Obradors ‘Washington irving (1783-1859) ‘LaLeyenda de Sleepy Hollow (The Legend of Seepy Hollow, 1819) Enoontad entre os papeles del dfunto Dietrich Knickerbocker nel eno de uno de eos espaciaso recs gut forma a parte oriental de! Hudson en aqua parte ‘och dl rio que los antiguas navegatesbolandesslanshen Tappaan Zee, Jone le anos ‘radenteent recogln sus velas eimplorabn el apoyo de San Nicol se econ na euch ‘aad pert en el cals elebran con ecuenci feria. Algunsl aman Greensburg fro més ropiament Ia conoce I mayria or Tay Town. Se dice uel iron este ome as uchas ar, yo no agar ee hecho, sino que simplemente me lmitoa hacerlo cons para se exacoy vera Aum distancia de nos fet lelomevos de esa vila se encuenra un valet sido ent alts clin, que es no els ms {rangi lugares del mundo, Cre po un acuel,cuye mua ex eufente pare adormece uel escuchar de ls pase ca el rien sonido gue rope agua rangi forne Me cued, cuando er todavia joven, aber dediado ala eaza en tn bosque de nopals gus ‘soba node los lados del vale Habia ciao mi excursign al medida cuando ed ‘eanguila taro que me ssombraban os ispars de mi ropa esopets gue ntrumplan fe ranguligad el sibao el eo repoduia. Si quisiera encontrar un retro a one igime pare del mandy eu discon, y pasar en suf el resto de ura apd vida no conta luge mis ndeado gus ste que valle Debido a a pculir tranquil del lugar yal crktr de sus habitants, eta rein sisadn ha sido ‘made Valle Dorm. En ls repiones ccurvecins se llama alos muchaches de ea rep as ges del Vale Domido, Urn ensofiador inlunca parece pseer pase inva ast ena smite, Algaos dicen que un doco alerin embry cl up ene pier ds dea colon, ro fran que un viejo jf indo celeraba aut suspeclaes ceremony res que eas ers focran deseubirtas pr Hentick ison. Lo cierto es uel lui contin ovaj ainda alguna fer mice, que domina las mente de todos los haan, obligunlos x sta const ‘se encontrar en un continu enon Cleenen adn clase de coves maravlloas, etn sto 2 assy vsione,fecuentementeobservan exrafas cueneis oven mciodisy voces del ae, Er ‘oda a regio andar ls Ieyendas leas, los lugares encaiadsy les supersticons Las cxlas fagaces y os meteors aparien con mis fecuenia au qu en ning oa parte del pai oo ‘monstos parcen haber eledo este ugar come escenario favrit de sus eunons. Sin rmbarg, lest dominant qe aparece en eat repione ecinadas un jn sn eaboo. Se Ae que esp de un sodado de as topes del gan dugue de Hesse aque ua aa deca le tsrancd I cabs, en una batalla sn nome, drat un evolu, ls campesinos loven siempre, ‘amendo po ls noche, como si visjr en alas el viento, Sus excursions mo selina ale sino {usa vees se exten or os camiosadyacents,especiment hasta cerca de une iglesia cecana ‘Alganos de os mis fideignshistoriadores de esta eons, i han ealecciona y kannada ‘uiadosaent ls versiones acerca de ee espect, aman qe el cutrpo dl sold fue entrada a laigesia qu vest vuelve acabalo al escenario de fala en base eu caeany ss fasta velocidad cn que sraviesn el valle se debe aque ha perdido mucho tempo y Sens gue presse pra ena ene cemeneri ants de aaa, sts la opinion general ara de eta supesicin legendaia qu ha suminstado materi pare nds una extra historia n agua rein de somtas En ods los hogares de a epon Se connoe ee ‘epecto con el nombre de wee sn cabeza dl Valle Dormior Es otal que es ropes por las visions no limita as personas cides el val, sino que $e apoder nonscenemente de caluira qu reside all urate algun tempo Pr muy eaies> ‘ue haya sido antes de igaa aquelia regi, segura queen poco tempo esr some la Infloencia ncanndora dele ycomerzar.a emis imaginative, sot) ver paricone:, ‘Mencion ee pio lugar con ods las labanza posibles, pues en ales silos vllesolandeses, ue se encuentran esparidos pore Estado de Nueva Yorks onservanridamen ls maneas as ostumbres de a poblacié mins que la cont emigratonia que leva cabo tan nceates, ‘ambos enous pres de este inguetopas, bare todas eas cosa artis sn gue nadie preacape ‘ores. sos valles en pours remansos de agua Wana gut puelan as rls dl po io Angus han pasado muchos alos desde que aravess las sombre de Valle Dovid, me pega 0 ‘exconrariaodvia los mismosaoes y las mismas fis vepetando en age ecoide oer, En este sparta sto vivi, en un emoto pride del historia americana, wn notable indivi Hamad Ichabod Cane, gut residae el Vale Domido cone ropsto de inst enn de a ‘yocndad. Habla nacido en Connecticut, region qu sami oe Estados Umea no slo eventos dele cabeca,conrayendo al mismo tempo las ees, cll era a moraleja dea historia y que pretendia demenrar 1 que habla contd exe relat y ques daponia evra os labios un vso de vino para refescarse esp de stern cami, mi aloo con un ar de infin corsa, colecando lentamente e ‘yao sobre le mess, exis que ier tendi dems de la manera mis hia lo siguiente No existe ninguna stain en a vida que no tenga sus ventas y us ler, siempre qe seams apaces de apuatar una broma, En consecvenci el quae ateve x come un carrera co un fnasma, es probable que slg bastante al prado Ergo, que es un ue que un macsro de escuela rc una negative al pei a mano de una herders holndes, puesto que al ele abe el casino para mas elevadas actividades, cao cable en diez vor as cea ante eta exicacin,quedando muy extra dea ‘aclonaidd del slgimo, Me pareciénotar qe el naradr de esa tora Ie ober con mirada ‘undo. Finalmente, su conraico jo que todo es estaba my ben, er qe rela que relto featstanteexavagare y qu habla no 0 db pnt solve fos cules ten sus aes, Palbr de honor replied el que habia contol istora, no que & 50 respects, yo mismo no ero ‘lamas e « ( CEU Cec cc ( u 4 [Nathaniel Hawthorne (1804-1864) ‘Wakefield (1835) ‘Recuet haber edo en alguna revista 0 pviico viejo la historia, lata como verdadera de un >ombellamémeno Wakefield. qu abandond a su mujer dure un argo tego, H heck, expueso asien abstaco, no es muy infecuente, i tampeco sin ura adecuadaderimincin de ‘canstnciay debe se easura po dicao 0 brio, Se como fre, ee aun lejos de er Inds pve, sal ez el cao mis exraode delincueneia marl de que haya noi e, demas. a ‘nds rable extravagania de as gus puedan encontrar en it completa do ls raza eos hombres La pareja en curt viva en Londres El mario, bj el preterta de un va, dejo su cas lq habitaciones en a calle sigue yall, sin qu superan dea exposa ols amiga yin gue Ini sombra de rat para semen auodetero, vive duane ris devine eos, Eel ‘eaecuro de este tempo todos los dis contempl lca y con fecuncia aisha a desamparada ‘Sposa. ¥despocs dean aro paresis en ufliioad matrimonial cuando su mut or day POC ‘eta, su heencia habia io repartifay su nombre bara de ods ls memes, cuando hala {wasino tempo que su mujer se abi resigmado una vades coal sana noche det tranqllamente por la put como subir esa fuera slo duane di, fue un eset epos0 ast Ia morte ate resumen e foo lo que recuerdo Peo pienso gue einer, sungue manifesta una absolut viialdad sin precedents ye probable qu jands sepia, es de eso que desea las simpatlas ‘el nero humano, Cada no de nosotros sabe que, por su propia cuenta, no cometra seme. loci sin embargo, nay qu cualquier oo podria hacero, En mis meditaciones, po To menos, ‘te cass aparece insstentements,asombrinome sempre y siempre somata por a yersacion de ‘ue Instr tiene qu ser veri y por una ide genera obec carter desu Roe. Cuan ier {ue un tema afta laments de mado tan frzso, vale la ena destin lin tempo par pera en ‘At respecte lector qu as lo quer puede enregase asus propias meiacionss. Mas i preere ‘ivagar nmi compat alo larg de eos vine aos el apricho de Wakil, e doy la ienvenl cnlando en que bra un eto lente yuna mor, no logremos desebrio, rade pulcramentey condersadosen[a fase fia. Hl peasanieno pose sempre sue: todo ‘cident lmao, su enseanza 1Qut clase de hombre era Wakil? Somes libres de ormaros usta propia ide y ae su "pallid. En ese entonces se enconsabaen el meriiao de ln vida, Su sentiments conyuple, nunca ‘holt, se habia id sereando ass tomar forma de un cari tango y constant. De {odes los marios es posible que fuera el mas constant, pus una expect de peeza materia en ‘potas eran dole uo ers seria Ee ict per no eo se St ‘ments pera en args y cia especulaciones que caretan de propa ode vigor neces pra sleancavo. Sus pensamiertos rr vez poslan sufcetes impetus como pas pase en palabras La fimagincin, nel sentido correo del Yorabo, no guaba ene ls does de Wakefield. Dut Se ‘ori fo, peo no depravadoo erabu,y de una mets jas afta porn alerted ideas, ‘turbulent atria pri orga, qué subir imaginado que nuestro amigo habia de ‘gars un lags prominent ene los autores de poco excetnca Sis uber regu 0s ‘onocidos cule el home que con seguridad ro far oy ada dino de recordar mina, ‘brian pensado en Wakefield Unicament uespos del sma pore haber tuted Elin haber sla su career, ea medio consents den existencia de un pave eglsmo, angulosa ens, ‘mene inactive de una suerte de vanid, sms inednedo stb de cera fendenca ae star fe ‘al ara vez habia producio elects mis postvos qe ol manteniiento de sceios tiles uct ‘alia pena cones, fnalment, de lo qe el ba “algo rao" enel buen hombre. Est tina ‘uli es indfinible y puede que no exist, Abo imaginémonos a Wakefield despidindose de su mujer. Cae el cepisul en un ia de octubre ‘Componesuequipaje un sbrtodo deslsrdo, an sombrero cabo con un le, bots alias, un paraguns en una mano yun maltn en aos Le a cominiado ala stra de Wake que debe Dartrenel coche noeume paral campo, De beens ana ella peguniaris por la cuseiny objetivo ‘ks vie, pola fecha probable del rere, pr, dle gute xs ofesivo amor por stro, se Timi interrogslo con a miada Erle ice que de ning modo lo exper ene coche de vuelta y Que nose alarme staré es 0 custo das, pero qu en tod cso cut con par la ena el vires Por Jnnoche. El propo Wakefeld,tengmeslo preset, no sospecha lo qu se viene. Le ofeeambas ‘mane. Ela iene as sya y orb el beso depart la manera nari de un ramon de diz ‘cs parte el ser Wakefield en pena edd madara, cas resulta a cofundi au mujer mediate ‘a semana completa de ausencia Ciera la puta, Pro ella adviee que a eteabre de muevoy eee la cara de! mario snrendo a uavé de abet antes de efrarseen un isan De ‘momento no e presi tencin este delle Per, tempo despues, cand leva mds as de vid ‘quedo esos ala sons vueve uray ora ery fa en todos su eoverdo del semblente de ‘Wakefield. En sus copinsascavilacionesincorpora la saris orginal en una mult de fatsiae Que lahacen extafa y hole. Por ejemplo, seo imagina en uaa, sql pesto de especie spare ado en sus faccones; oo uefa en ello, su alma bend oxteiaun sons Serena y ati. Enper, gravis el, cuando todo el mundo se ha resgnad aro ya por moet, ella voes da ue de vers sea vind ‘Pero quien mos incunbe es su mario. Tenemos que carer tas lpr ls als, antes de que pier Ia individalidad y se confndaen la an masa ela vid lendinese. En van lo busaramos all Por ‘tn sigimosopsando sus alone asta que despues de dr algunas vets y rodeos supers, fo ‘engamoscémdame insalado al ie del chimenen en un peut lojamieto agua de anfemano, Naesto hombre eeneventra el calle vec yl ial desu vine Difeliente puede ‘grdecriea a Buca suerte habe legato all sin ser visto, Reser qu ens moment a ‘mochedumbre lo detvo precsament bajo luz de un fio eneendido que una vez is paste QUE pecan seguirlos soos, claret dstingulbles eee muita pisoteo que lo rodeaba; que ego escuchd na vz que grlabe ao lejos yl pare que pronunciab Su nome Sin duda alguna unt docen de sgones to aban estado espiandoyhablanearide a conrsel todo a mir {POE Wiakefed (Qué poco sabes det ropa insignia en ete mundo tensa! Ningin oo mortal fra el mio eh sepudo ls hues. Acutstatetangulo, hombre nei, ye a maa, eres ‘sbio, vuelve atu casey lel verdad ala buena sfora de Wakil. Note ees, siguers po una ‘ort seen, dl lugar que copa ns casto corazon ipo un momento eceyera muro ‘atid, odetitvamente separa de eli prn tu desdich nota un cambio reverb en fl ‘psa Es peligro abrir rcs en os efecto humanos, No porge rman micho alo larg y ancho, ‘Sto porque se eran con mucha rapes. Casi arepertido desu ravesura, 0 como ques que se pueda lamar, Wakefield escuestatempano. "Y desperao despts de un primer suo, extinde los bazoé en anplio desir slit de, ssaccntumbrao Tech. -No pens, mientras se wropeen as cobjs, po dormiré oa nace oo, Porta mafana madruga mis que decostumbre ys ispone a consider lo queen realidad quire hacer. Su modo de pense an deshivanadoy vegaor, qc hada step on un propio en mee ao eth, pro sin ser spar de defini con sufeteiier pra su propa ree. La ‘Vaguedad del proyecto ye exfieren convulsive con que se precipita. eject son iglmenttpicos {um persona dbl de crktr No obsunte, Wakefield edi sis eas an miniciesamente como ‘pusde desu qu ext erin por saber cm machan fs costs por su cs: cb sopra 3 hue empl le viuder de un semana yen esumen, co se afectarhcon su auseeia a reduida ‘era de cars y de aconteimientas en la qe er bjt cena Uma morbost vided, por 10 {ano etd may cere del fondo del aso. Peo, eo relia sis inenions? No desde ie, {gndndoeencerradoenexteconoable aljaniento dod, aunque dumidy desprenacall Stgnent, et efcivamente an leas de casa come i hubierarodado toa I noche ena diene, Sin erberp, i eaperecie ech peer ado el proyecto. Cone pobre cerebro embrallao sin ‘medio or et dea, l se reve asl, esto en parte acrzalabocaclleyechare una ‘ira pesos al domiciio deerado, La costambre pcs es un hombre de costurbres-o toma de {ino To concuce sn gues erate eno mls mio, basta su propia puerta, alien moment decisive loc de supe contra! pedal hace vlver ens | Wakefield ,Adénde as? nese preciso instante su destino vba en redondo, Sin sspecharsiquieraen a italia a aque 10 ‘open l primer poo as, pte de pris, jdeandoen ura atin que hata afecha nana abla Sent, y apenas steve amine ors dade esquina jana Sera. que nail ba visto? (NO ‘Sar tn loro todos los dea casa recta stor de Wakefield avspada viet el ‘hei elect persiguiendo por as calles de Landes as fuptivo aro y ser? (Escape milgroso! ‘Cobra coae ya deteneee y mira nas, pro desconcieta la sesacin de un eabio en aque ‘if mil, gil les que nos feta cuando, despues de unt separcion de meses as, ‘olveos aver ins colina oun Ingo 0 ua obra de are de os cuales rumos vijs amis Bas ‘hos erdinros ea impresion ndeseriptble se debe ala comperain yl conta enize nuestos ‘coeds imperfect a relided En Wake a magia de una sole noche ha perado una {tansfomaion similar, poo queen et breve lapeo ha padecio un gran cambio moa, aunue 0 Tosabe Antes de marche del ugar alcana a enreve la figura ena desu espe, qu pasa orl ‘eran drgiedo lara aca el exemo del calle El marl ingenuo pare despvordo, {sustado de que ss ojoe lo bayen dstnguio ene un mllar de tomos morales como 6, Content 56 le pone el carazén,sangu el cerebro es alo confiso, cuando se ve junto as bases de lachimenca evi avo aposete, so encunioalcomienzo de ete larg caprico, Desputs dela concep nici de haberse ‘tad el lero care de ete hombre para ponelo en prttic, od el aso sigur eu30, ‘ua, Podencs suponel, como rela de profundas reflexions, comprado una nueva pele de ‘eo jz yeaogindo divas prendas el bl de un opavejer odo, de nes distin al de Fabia je mac. Ya ext hecho: Wakeiel sot hose. Una ve estabecdo el mew sites, “un movinientoretgrado hacia el artgu seria cs tan diel come el paso quel colo en esa ‘Shuscid sin parlelo.Ademds, sor oe voviendo testarudo cierto reseatimiento del que adlece « ‘oor su carter ene cao iotvedo por la reaccn fncorecta qe, 8a parecer, Sa preduido en ‘lcoranin denser de Wakeild No piensa rere asta que la noe medio muera de miedo, ‘Bose, ella a pasado donors yes ane sus oj, con un andar cada vez mas ago, as elas ‘ns plas y ns arcada de anid ln fete: ia rcera sana desu desaparicin iis un Terao del al que err encarta el peril de un botcaro, Alda sigue a alae parce ‘rvuslaen tapes que amertighen el uo, Alief noche legal caae de un mice y deposit, $vempeloeado'ysolernecargameno sls pura dela casa de Wakefield dela cal emergs dsputs de tna vista de un caro de hors srnco soso de un funeral (Mujer queria ra mon? A ets ture Wakefield se ha exc tstapovocase lg as como ua efervesceeia de os sentiments, peo se manten sao del echo de au esposs,jusiicndose ante su concen cn el rgunento de «que no debe ser mesa en semejantecoyuntua Si lgo mis lo dtee, noo sabe. Enel ‘Eansuro de unas curtas semana elas afecuperndo, Ha pasado la criss. Su corazin e sete ‘tte, aaso, pro esl anqulo, Yas el home reese tarde empran, ya no ade por jemi. sts ides flguran cul retimpagosen as bls dela mete de Wakefield y le hacen enrever que {um bec cs infanqustle se abe eng su sparamento de alglery su antguo hog. - Peo slo et ena calle del lado dea vos ‘sento| Esten otro mundo, Hata aor lh plz el regreso de un den parila ao. En ‘conte, dejeabierta a fecha precisa. Mafia no. probablememe la semana qe viene. my pronto. [Pobre home! Los muertos tienen casi as posiblidades devolve avs sis morada estes ‘como el sosesterado Wakil {js yo twiera qu ese un ibe en lugar de un artical de una docena de pias! Entonces pre Taster cdoo urn influence escape a esto contol pone su poderos mano en cada uno de estos cosy cima urd con st conerurncias un feo tei de neceidad. Wakefield eth Fecizado, Tenemoe que dejo que rode por su casa rane unos diez fs sn czar el mba ni Um ve, y que sen fie asu mie, con toda fet de qu capazsucorzin mers poco & poco seve apagandoenel de ella Hace mucho, debemos subajro, qb peri a noién de Singuanded eu conducta Avora conterplemos na escena. Ene el genio de una calle de Londres disingimes a un hombre ‘rao en fs con pores rags carteriateas qo rig la lnci de n Wane descuidad, pero cya igur ostent, para lees posean a desreza de era, ln esta de un destino poco ‘oman Su fet estochny abatdn et cubieta de rofundaseagas. Sus peguts ojos apagados & ‘ees vegan con ecelo en dredor, pro ms a menus precen ma adeno. Agacia a cabeza y st ‘nuove con unindesrpibl seago en el andar, como si no quisiera mostrar e fee entero al ‘mundo. Obsérveoe tempo sufeente para comproba lo que hemos deseo yestark de acuerdo con {urls crenstancis, que con eciencaproduen hombres cables apart ls bra rdnarin de la fturaleza, han producto aql une dees A continu, elando que prosiafrtivo por la acer, ‘ina mirada en diecion pues, pr donde una mer de lero port, yen el delve de a vida Serdige ela iglesia con un libro de creiones ena mano. Exe el pico semblante el vindez ‘Subleida. Ss poses oe han apagado oe han vuelto tan indispnsbls para su cori que seria ‘Shima nto canbirlos pole dich, Precsamente ado el hombre eto ya mae robs van a ‘rua, be reser un embotellamiento momenkneo que pone alas os figuras en contacto dire, ‘Sus manos se focan El empae dela michefime preston el pecho de ella conta el hobo del or, ‘Seencucrran cara cae Se ian lo jo Tas ie bos de separacin ssi como Wakefield ‘nopiezn com esp. ‘Vuelvea el io hunano y eos leva cada no por su lado, La grave vida rcuper el paso y Signe hci gles peo eno ero we deine y lara una irda atta acalle. Sin embargo, pas {interior mints a abrieno el bo de oracions Yel hombre! Con el rs tan deseompursto ‘tee! Londres sateadoy egokn se dtene a velo psa, hae asus abiacines, cera la put con ‘rojo ye tia en a cama Los serimentos que or as estuvern lateness esbodan y le ‘onfeten un vigor finer amet endble La miserable anomalia des vid se leevela de glpe Yprtaexaldo: -Waketeld, Wakefield et ool (Quzis io eth De a mao debia de habers amoldao I singulsridad de u stun que, ‘raminindoo con relereneia asus secant ya as teas de laid, no se poavia firma Que ‘Stuer en au sto uci, Se ls habiaingsiado (0, mas be, las cosas habla vendo parr ene) ara separe del mundo, haces humo, enunci uso pavlegioe ene ls vives, sin qu x ‘mid ete as meres, La vida de un ermitafo no ere parila con a siya. Seu inmerso ene! tring de la ciudad amo en fs viejos impos, pro las mules paaban de largo sin advert, Se encontabadipimoso en sentido fig todas horas juntos mujer yal ple de feo, in “emberg nines podia sentir a tibia el wo a el amer dela 1 iabit destino de Wate foe de conservar In euots original de fects humanosy verse odevianvoacrada en los inereses de los hombres, mien qe abla pedo su repetvn infec sobre uncsyovos Sera un eteco| ‘muy cos detrmirr ls efertos de ales crcunsancia sobre scorn ys tle, no por spared como al unison. No ott, cambiado como estaba, aa ver ea concent dello ys ‘bien se consideraba el mismo de sempre En verdad, a veces lo asian vistmbres dela read, ‘esto pormamenos Y aun sista en decir “pronto regress” sin dase cena de gut hai Pasado vet fos dciadase lo mismo. agin también que, mirando hacia el pasado eto vent as le pareceran apes mis argos que a semana por aque en in principio abi proyeciado su ausenci: Wakefield corer aventira ‘amo poco mas que un ieiuioen el ema principal de su exerci. Cuando, pasado to ratio, mgr que ya er hora de volver a eta sal, su mujer ala de dich vera eterno ‘for Wakefeld (Que tite eqlvoarie Sel tempo espera has el fil de nuests locuns vor, ods sriamos ovens asta el dia dl uc ‘Ciera ver, pasados vine as dese su desaparcién, Wakefield se encuentra dando pase habitual ala resieneia que sg amando sya. Es una orascosa noche de to. Caen chibasos que pcan enelpavmentoy que escampan anes qu uno tengs tempo de bi Detentnoecaea de acs, Wakefield dsingue a ravs els vetanas dea sale el sesindo piso _splandor rojo y oxi y los deselioscaechasos de un confrabefcgo En lec aparece lasombra grotsca dela buena setora de Wakefield. La gor, lanarz Inbar y a gues cinta , y pierde, pero a la segunda vez gana, por cuanto se ha dicho a si mismo: «El tonto tenia pares la primera vez, y su astucia no va mas alld de prepa- rar impares para la segunda vez, Por lo tanto, diré impar». Lo dice, y gana. Ahora bien, si le toca jugar con un tonto ligera- ‘mente superior al anterior, razonard en la siguiente forma: «Este muchacho sabe que la primera vez elegt impar, y en la se- | | { La carta robada 75 gunda se le ocurrira como primer impulso pasar de par a impar, ‘pero entonces un nuevo impulso le sugerira que la variacién es demasiado sencilla, y finalmente se decidiré a poner bolitas pa- res comola primera vez. Por lo tanto, diré pares». Asilo hace, y gana. Ahora bien, esta manera de razonar del colegial, a quien sus camaradas llaman «afortunado», zen qué consiste si se la analiza con cuidado? =Consiste ~repuse- en la identificaci6n del intelecto del ra- zonador con el de su oponente. =Exactamente -dijo Dupin. Cuando pregunté al mucha- cho de qué manera lograba esa fotal identificacién en la cual re- sidian sus triunfos, me contest6: «Si quiero averiguar si alguien es inteligente, o estipido, o bueno, 0 malo, y saber cuales son sus pensamientos en ese momento, adapto lo mas posible a ex- presion de mi cara a la de la suya, y luego espero hasta ver qué pensamientos o sentimientos surgen en mi mente o en mi cora- z6n, coincidentes con la expresién de mi cara». Esta respuesta del colegial esta en la base de toda la falsa profundidad atri- buida a La Rochefoucauld, La Bruyére, Maquiavelo y Campa- nella. =Si comprendo bien ~dije~la identificacion del intelecto del razonador con el de su oponente depende de la precision con que se mida la inteligencia de este tltimo. =Depende de ello para sus resultados practicos ~replicé Du- pin- y el prefecto y sus cohortes fracasan con tanta frecuencia, primero por no lograr dicha identificaci6n y segundo por medir ‘mal (0, mejor dicho, por no medir) el intelecto con el cual se en- frentan. Sélo tienen en cuenta sus propias ideas ingeniosas y, al buscar alguna cosa oculta, se fijan solamente en los métodos que ellos hubieran empleado para ocultarla. Tienen mucha ra- z6n en la medida en que su propio ingenio es fiel representante del de la masa; pero, cuando la astucia del malhechor posee un cardcter distinto de la suya, aquél los derrota, como es natural. Esto ocurre siempre cuando se trata de una astucia superior a la suya y, muy frecuentemente, cuando est por debajo. Los poli- fas no admiten variaci6n de principio en sus investigaciones; a lo sumo, si se ven apurados por algiin caso ins6lito, o movidos por una recompensa extraordinaria, extienden o exageran sus 76 Edgar Allan Poe viejas modalidades rutinarias, pero sin tocar los principios. Por ciemplo, en este asunto de D...., gqué se ha hecho para modifi- carel principio de accién? Qué son esas perforaciones, esos es- crutinios con el microscopio, esa division de la superficie del edificio en centimetros cuadrados numerados? ¢Qué represen- tan sino la aplicacién exagerada del principio o la serie de prin cipios que rigen una biisqueda, y que se basan a su vez en una serie de nociones sobre el ingenio humano, a las cuales se ha acostumbrado el prefecto en la prolongada rutina de su tarca? éNo ha advertido que G.... da por sentado que todo hombre es- conde una carta, sino exactamente en un agujero practicadoen {a pata de una silla, por lo menos en algiin agujero o rincén su. sserido por la misma linea de pensamiento que inspira la idea de esconderla en un agujero hecho en la pata de una silla? Obser. ve asimismo que esos escondrijos rebuscados s6lo se utilizan en ‘ocasiones ordinarias, y sélo serdn elegidos por inteligencias igualmente ordinarias; vale decit que en todos los casos de ocultamiento cabe presumir, en primer término, que se ha efec. tuado dentro de esas lineas; por lo tanto, su descubrimiento no depende en absoluto de la perspicacia, sino del cuidado, la pa. Ciencia y la obstinacién de los buscadoress y si el caso es-de im. Portancia (o la recompensa magnifica, lo cual equivale ala mis. ma cosa a los ojos de los policias), las cualidades aludidas no fracasan jamds. Comprendera usted ahora lo que quiero decir cuando sostengo que sila carta robada hubiese estado escondi. da en cualquier parte dentro de los limites de la pesquisicion del refecto (en otras palabras, si el principio rector de su oculta- tmiento hubiera estado comprendido dentro de los principios del prefecto) hubiera sido descubierta sin la mas minima duda. Pero nuestro funcionario ha sido mistificado por completo, y la remota fuente de su derrota yace en su suposicién de que el mi- nistro es un loco porque ha logrado renombre como poeta. To- dos los locos son poetas en el pensamiento del prefecto, de don. de cabe considerarlo culpable de un non distributio medii por infetir de lo anterior que todos los poetas son locos. ~Pero ¢se trata realmente del poeta? ~pregunté-. Sé que D. tiene un hermano, y que ambos han logrado reputacidn en el campo de las letras. Creo que el ministro ha escrito una obra La carta robada 7 notable sobre el célculo diferencial, Es un matematico y no un poeta, oo ~Se equivoca usted. Lo conozco bien, y sé que es ambas co- sas. Como poeta y matematico es capaz de razonar bien, en tanto que como mero matematico no hubiera sido capaz de ha- cerlo y habria quedado a merced del prefecto. Me sorprenden esas opiniones ~dije-, que el consenso uni- versal contradice. Supongo que no pretende usted aniquilar niociones que tienen siglos de existencia sancionada. La razén ‘matematica fue considerada siempre como la raz6n por exce- lencia. =Il y a a parier ~replicé Dupin, citando a Chamfort~ que toute idée publique, toute convention recue est une sottise, car elle a convenu au plus grand nombre. Le aseguro que los mate- maticos han sido los primeros en difundir el error popular al cual alude usted, y que no por difundido deja de ser un error, Conarte digno de mejor causa han introducido, por ejemplo, el término «andlisis» en las operaciones algebraicas. Los france- ses son los causantes de este engatio, pero si un término tiene al- guna importancia, silas palabras derivan su valor de su aplica- cién, entonces concedo que «anélisis» abarca «algebra», tanto como en latin ambitus implica «ambicién»; religio, «religion», uhomines honesti, la clase de las gentes honorables. Me temo que se malquiste usted con algunos de los alge- bristas de Paris. Pero continue. . =Niego la validez y, por tanto, los resultados de una razén cultivada por cualquier procedimiento especial que no sea el I6- ‘gico abstracto. Niego, en particulas, la raz6n extraida del estu- dio matematico. Las matematicas constituyen la ciencia de la forma y la cantidad; el razonamiento matematico es simple- mente la l6gica aplicada a la observacién de la forma y Ia canti dad. El gran error esta en suponer que incluso las verdades de lo que se denomina algebra pura constituyen verdades abstractas o generales. Y este error es tan enorme que me asombra se haya aceptado universalmente. Los axiomas mateméticos 7 som axiomas devalidez general. Lo que es cierto de a relaciém (dela forma y la cantidad) resulta con frecuencia erréneo aplicado, por ejemplo, a la moral, En esta iltima ciencia suele no ser cier- Fa Eagar Allan Poe toque el todo sea igual a la suma de las partes, Tampoco en q mica este axioma se cumple. En la consideracién de los movi- les falla igualmente, pues dos méviles de un valor dado no al- canzan necesariamente al sumarse un valor equivalente a la suma de sus valores. Hay muchas otras verdades mateméticas que s6lo son tales dentro de los limites de la relacidn, Pero el matematico, llevado por el habito, arguye, baséndose en sus verdades finitas, como si tuvieran una aplicacién general, cosa que por lo demés la gente acepta y cree. En su erudita Mitolo- gia, Bryant alude a una andloga fuente de error cuando sefiala ‘que, «aunque no se cree en las fabulas paganas, solemos olvi- darnos de ello y extraemos consecuencias como si fueran reali- dades existentes». Pero, para los algebristas, que son realmente aganos, las «fabulas paganas» constituyen materia de creduli- dad, y las inferencias que de ellas extraen no nacen de un des- cuido de la memoria sino de un inexplicable reblandecimiento ‘mental. Para resumir: jamés he encontrado a un matemédtico en quien se pudiera confiar fuera de sus raices y sus ecuaciones, 0 que no tuviera por articulo de fe que x* + px es absoluta e in condicionalmente igual a q. Por via de experimento, diga a uno de esos caballeros que, en su opinién, podrian darse casos fen que x* + px no fuera absolutamente igual a q; pero, una vez que le haya hecho comprender lo que quiere decis, sdlgase de su camino lo antes posible, porque es seguro que tratara de gol- pearlo. »Lo que busco indicar ~agrego Dupin, mientras yo reia de sus tiltimas observaciones- es que, si el ministro hubiera sido s6lo un matemético, el prefecto no se habria visto en la necesi- dad de extenderme este cheque. Pero sé que es tanto matemati- co como poeta, y mis medidas se han adaptado a sus capacida- des, teniendo en cuenta las circunstancias que lo rodeaban. Sabia que es un cortesano y un audaz intrigant, Pensé que un hombre semejante no dejaria de estar al tanto de los métodos policiales ordinarios. Imposible que no anticipara (y los hechos lo han probado asf) los falsos asaltos a que fue sometido, Re- flexioné que igualmente habria previsto las pesquisas secretas en su casa. Sus frecuentes ausencias nocturnas, que el prefecto consideraba una excelente ayuda para su triunfo, me parecie- La carta robada 79 ron simplemente astucias destinadas a brindar oportunidadesa la pesquisa y convencer lo antes posible a la policia de que la carta no se hallaba en la casa, como G... terminé finalmente por creer. Me pareci asimismo que toda la serie de pensamien- tos que con algiin trabajo acabo de exponerle y que se refieren al principio invariable de la accién policial en sus biisquedas de ‘objetos ocultos, no podfa dejar de ocurrirsele al ministro. Ello debia conducirlo inflexiblemente a desdeftar todos los escon- drijos vulgares. Reflexioné que ese hombre no podia ser tan simple como para no comprender que el rincén més remoto e inaccesible de su morada estaria tan abierto como el mas vulgar de los armarios a los ojos, las sondas, los barrenos y los micros- copios del prefecto. Vi, por tiltimo, que D... terminaria necesa- riamente en la simplicidad, si es que no la adoptaba por una cuestion de gusto personal. Quiz recuerde usted con qué ga- nas rié el prefecto cuando, en nuestra primera entrevista, su- geri que acaso el misterio lo perturbaba por su absoluta evi- dencia. Me acuerdo muy bien -respondi que iban a darle convulsiones. -EI mundo material -continué Dupin- abunda en estrictas analogias con el inmaterial, y ello tiie de verdad el dogma ret6- rico segiin el cual la metafora o el simil sirven tanto para refor- zar un argumento como para embellecer una descripcién. El principio de la vis inertiae, por ejemplo, parece idéntico en la fi- sica y en la metafisica. Sien la primera es cierto que resulta mas dificil poner en movimiento un cuerpo grande que uno peque- fio, y que el impulso o cantidad de movimiento subsecuente se hallara en relacién con la dificultad, no menos cierto es en me- tafisica que los intelectos de maxima capacidad, aunque mas vigorosos, constantes y eficaces en sus avances que los de grado inferior, son més lentos en iniciar dicho avance y se muestran mis incémodos y vacilantes en los primeros pasos. Ora cosa: gha observado usted alguna vez, entze las muestras de las tien- das, cuales atraen la atenci6n en mayor grado? Jamas se me ocurrié pensarlo ~dije. —Hay un juego de adivinacién ~continué Dupin— que se jue- ga con un mapa. Uno de los participantes pide al otro que en- i-. Por un momento pensé 0 Edgar Allan Poe cuentre una palabra dada: el nombre de una ciudad, un rio, un estado o un imperio; en suma, cualquier palabra que figure en la abigarrada y complicada superficie del mapa. Por lo regu- lar, un novato en el juego busca confundir a su oponente pro- poniéndole los nombres escritos con los caracteres mas peque- fios, mientras que el buen jugador escoger aquellos que se extienden con grandes letras de una parte a otra del mapa. Es- tos iltimos, al igual que las muestras y carteles excesivamente ‘grandes, escapan a la atencién a fuerza de ser evidentes, y en esto la desatencién ocular resulta andloga al descuido que lleva al intelecto a no tomar en cuenta consideraciones excesivas y palpablemente evidentes. De todos modos, es éste un asunto que se halla por encima o por debajo del entertdimiento del pre- fecto. Jamas se le ocurrié como probable o posible que el mi- nistro hubiera dejado la carta delante de las narices del mundo entero, a fin de impedir mejor que una parte de ese mundo pu- diera verla. »Cuanto mas pensaba en el audaz, decidido y caracteristico ingenio de D.... en que el documento debia hallarse siempre «a mano si pretendia servirse de él para sus fines, y en la absolu- ta seguridad proporcionada por el prefecto de que el documen- to no se hallaba oculto dentro de los limites de las biisquedas ordinarias de dicho funcionario, mas seguro me sentia de que, para esconder la carta, el ministro habia acudido al mas amplio y sagaz de los expedientes: el no ocultarla. »Compenetrado de estas ideas, me puse un par de anteojos verdes, y una hermosa maiiana acudi como por casualidad a la mansi6n ministerial. Hallé a D..., en casa, bostezando, pasedn- dose sin hacer nadia y pretendiendo hallarse en el colmo del en- ‘nui. Probablemente se trataba del més activo y enérgico de los seres vivientes, pero eso tan sélo cuando nadie lo ve. »Para no ser menos, me quejé del mal estado de mi vista y de la necesidad de usar anteojos, bajo cuya proteccién pude observar cautelosa pero detalladamente el aposento, mien- tras en apariencia seguia con toda atencién las palabras de mi hhuésped. »Dediqué especial cuidado a una gran mesa-escritorio junto ala cual se sentaba D...,y en la que aparecian mezcladas algu- t } ke La carta robada a nas cartas y papeles, juntamente con un par de instrumentos musicales y unos pocos libros. Pero, después de un prolongado Y atento escrutinio, no vi nada que procurara mis sospechas. »Dando la vuelta al aposento, mis ojos cayeron por fin sobre un insignificante tarjetero de cart6n recortado que colgaba, su- jeto por una sucia cinta azul, de una pequefia perilla de bronce cen mitad de la repisa de la chimenea. En este tarjetero, que esta- ba dividido en tres 0 cuatro compartimentos, vi cinco o seis tar- jetas de visitantes y una sola carta. Esta altima parecia muy arrugada y manchada. Estaba rota casi por la mitad, como sia tuna primera intencidn de destruirla por indtil hubiera sucedido otra. Ostentaba un gran sello negro, con el monograma de D... ‘muy visible, y el sobrescrito, dirigido al mismo ministro, reve- Jaba una letra menuda y femenina. La carta habia sido arrojada con descuido, casi se diria que desdefiosamente, en uno de los compartimentos superiores del tarjetero. »Tan pronto hube visto dicha'carta, me di cuenta de que era la que buscaba. Por cierto que su apariencia diferia completa- mente de la minuciosa descripcién que nos habia lefdo el pre- fecto, En este caso el sello era grande y negro, con el monogra- ma de D...; en el otro, era pequeiio y rojo, con las armas ducales de la familia S... El sobrescrito de la presente carta mostraba una letra menuda y femenina, mientras que el otro, irigido a cierta persona real, habia sido trazado con caracteres firmes y decididos. Sélo el tamaiio mostraba analogia. Pero, en cambio, lo radical de unas diferencias que resultaban excesi- vas; la suciedad, el papel arrugado y roto en parte, tan inconci- liables con los verdaderos habitos met6dicos de D.... y tan su- gestivos dela intencién de engafiar sobre el verdadero valor del documento; todo ello, digo, sumado a la ubicacién de la carta, insolentemente colocada bajo los ojos de cualquier visitante, y coincidente, por tanto, con las conclusiones a las que ya habia arribado, corroboraron decididamente las sospechas de al- ‘guien que habia ido alld con intenciones de sospechar. »Prolongué lo mas posible mi visita y, mientras discutia ani- madamente con el ministro acerca de un tema que jamas ha de- jado de interesarle y apasionarlo, mantuve mi atencin clavada en la carta. Confiaba asi a mi memoria los detalles de su apa~ 82 Edgar Allan Poe riencia exterior y de su colocacién en el tarjeteros pero terminé ademés por descubrir algo que disip6 las tiltimas dudas que po- dia haber abrigado. Al mirar atentamente los bordes del papel, noté que estaban mas ajados de lo necesario. Presentaban el aspecto tipico de todo papel grueso que ha sido doblado y aplastado con una plegadera, y que luego es vuelto en sentido contrario, usando los mismos pliegues formados la primera ver, Este descubrimiento me bast6. Era evidente que habian dado la vuelta a la carta como un guante, a fin de ponerle un nuevo sobrescrito y un nuevo sello. Me despedi del ministro y-me marché enseguida, dejando sobre la mesa una tabaquera de oro. »A la mafiana siguiente volvien busca de la tabaquera y rea- nudamos placenteramente la conversacién del dia anterior. Pero, mientras departiamos, oyése justo debajo de las ventanas un disparo como de pistola, seguido por una serie de gritos es- pantosos y las voces de una multitud aterrorizada. D... corrié a tuna ventana, la abrié de par en par y miré hacia fuera. Por mi parte, me acerqué al tarjetero, saqué la carta, guardandola en el bolsillo, y la reemplacé por un facsimil (por lo menos en el as- pecto exterior) que habia preparado cuidadosamente en casa, imitando el monograma de D.... con ayuda de un sello de miga de pan. »La causa del alboroto callejero habfa sido la extravagante conducta de un hombre armado de un fusil, quien acababa de disparar el arma contra un grupo de mujeres y nifios. Compro- bése, sin embargo, que el arma no estaba cargada, y los presen- tes dejaron en libertad al individuo consideréndolo borracho loco. Apenas se hubo alejado, D... se apart6 de la ventana, don- de me habia reunido con él inmediatamente después de apode- rarme de la carta. Momentos después me despedi de él. Por cierto que el pretendido lunatico habia sido pagado por mi Pero gqué intencién tenia usted -pregunté- al reemplazar la carta por un facsimil? {No hubiera sido preferible apoderar- se abiertamente de ella en su primera visita, y abandonar la casa? =D... es un hombre resuelto a todo y Ileno de coraje—repuso Dupin, En su casa no faltan servidores devotos a su causa. Si La carta robada 83 me hubiera atrevido a lo que usted sugiere, jams habria salido de alli con vida. El buen pueblo de Paris no hubiese oido hablar nunca més de mi. Pero, ademés, llevaba una segunda intencién. Bien conoce usted mis preferencias politicas. En este asunto he actuado como partidario de la dama en cuesti6n. Durante die- ciocho meses, el ministro la tuvo a su merced. Ahora es ella quien lo tiene a él, pues, ignorante de que la carta no se halla ya ‘en su posesién, D.... continuara presionando como sila tuviera. Esto lo llevard inevitablemente a la ruina politica. Su caida, ademas, serd tan precipitada como ridicula. Esta muy bien ha- blar del facilis descensus Averni; pero, en materia de ascensio- nes, cabe decir lo que la Catalani decia del canto, o sea, que es mucho mas facil subir que bajar. En el presente caso no tengo simpatia ~0, por lo menos, compasién— hacia el que baja. D... cesel monstrum horrendum, el hombre de genio carente de prin- cipios. Confieso, sin embargo, que me gustaria conocer sus pensamientos cuando, al recibir #hdesafio de aquélla a quien el prefecto llama «cierta persona», se vea forzado a abrir la carta que le dejé en el tarjetero. ~Cémo? ¢Escribié usted algo en ella? ~iVamos, no me parecié bien dejar el interior en blanco! Hu- biera sido insultante. Cierta vez, en Viena, D... me jug6 una mala pasada, y sin perder el buen humor le dije que no la olvi- daria. De modo que, como no dudo de que sentira cierta curio- sidad por saber quién se ha mostrado més ingenioso que él, pensé que era una léstima no dejarle un indicio. Como conoce ‘muy bien mi letra, me limité a copiar en mitad de la pagina es- tas palabras: Un dessein si funeste, s'il n'est digne d’Atrée, est digne de Thyeste. »Las hallara usted en el Atrée de Crébillon. ‘Traduccién de Julio Cortazar 7 . 84 HERMAN MELVILLE Bartleby el escribiente Soy un hombre de cierta edad. En los iltimos treinta afios, mis actividades me han puesto en intimo contacto con un gremio interesante y hasta singular, del cual, entiendo, nada se ha escri to hasta ahora: el de los amanuenses o copistas judiciales. He conocido a muchos, profesional y particularmente, y si quisie- 1a podria referir diversas historias que harian sonreit a los se- fiores benévolos y llorar a las almas sentimentales, Pero a las biografias de todos los amanuenses, prefiero algunos episodios de la vida de Bartleby, que era uno de ellos, el mas extraiio que yohe visto o de quien tenga noticia. De otros copistas yo podria escribir biografias completas; nada semejante puede hacerse con Bartleby. Creo que no hay material suficiente para una ple- na y satisfactoria biograffa de este hombre. Es una pérdida irre- parable para la literatura. Bartleby era uno de esos seres de quienes nada es indagable, salvo en las fuentes originales: en ‘este caso, exiguas. De Bartleby no sé otra cosa que la que vieron mis asombrados ojos, salvo un nebuloso rumor que figuraré en elepilogo. Antes de presentar al amanuense, tal como lo vi por primera ‘vez, conviene que registre algunos datos mios, de mis emplea- dos, de mis asuntos, de mi oficina y de mi ambiente general. Esa descripci6n es indispensable para una inteligencia adecuada del protagonist de mi relato. Imprimis: soy un hombre que desde la juventud ha sentido profundamente que la vida més facil es la mejor, Por eso, aunque pertenezco a una profesién prover- bialmente enérgica y a veces nerviosa hasta la turbulencia, ja- mas he tolerado que esas inquietudes conturben mi paz. Soy tuno de esos abogados sin ambicién que nunca se dirigen a un jurado o solicitan dealgin modo el aplauso pablico. En la sere- na tranquilidad de un cmodo retiro realizo cmodos asuntos Se Bartleby elescribiente 85 entre las hipotecas de personas adineradas, titulos de renta y acciones. Cuantos me conocen, considéranme un hombre emi- rnentemente seguro. El inado John Jacob Astor, personaje muy poco dado a poéticos entusiasmos, no titubeaba en declarar ue mi primera virtud era la prudencia; la segunda, el método. No lo digo por vanidad, pero registro el hecho de que mis servi- ccios profesionales no eran desdefiados por el finado John Jacob Astor, nombre que, reconozco, me gusta repetir porque tiene un sonido orbicular y tintinea como el oro acufiado. Esponta- neamente agregaré que yo no era insensible a la buena opinién del finado John Jacob Astor. Poco antes de la historia que narraré, mis actividades ha- bian aumentado en forma considerable. Habia sidonombrado para el cargo, ahora suprimido en el estado de Nueva York, de agregado a la Suprema Corte. No era un empleo dificil, pero si muy agradablemente remunerativo. Raras veces me enojo; ra- ras veces me permito una indigitacién peligrosa ante las injus- ticias y los abusos; pero ahora me permitiré ser temerario, y declarar que considero la stibita y violenta supresidn del car- go de agregado, por la nueva Constitucién, como un acto +s Y prematuro, pues yo tenia descontado hacer de sus gajes una renta vitalicia, y s6lo percibi los de algunos afios. Pero esto es al marge! Mis oficinas ocupaban un piso alto en el niimero » + « de Wall Street. Por un lado daban a la pared blanqueada de un espacio- so tubo de aire, cubierto por una claraboya y que abarcaba to- dos los pisos. Este espectaculo era més bien manso, pues le faltaba lo que os paisajistas llaman animacién. Aunque asi fuera, la vista del otro lado ofrecia, por lo menos, un contraste. En esa direccidn, Jas ventanas dominaban sin el menor obstaculo una alta pared de ladrillo, ennegrecida por los afios y por la sombra; las ocul- tas bellezas de esta pared no exigian un telescopio, pues estaba poco mas de tres metros de mis ventanas, para beneficio de es- pectadores miopes. Mis oficinas ocupaban el segundo pisos a causa de la gran elevacién de los edificios vecinos, el espacio en- tre esta pared y la mia se parecfa no poco a un enorme tanque cuadrado. 86 Herman Melville Bartleby el escribiente 87 En el perfodo anterior al advenimiento de Bartleby, yo tenia dos escribientes bajo mis érdenes, y un muchacho muy vivo para los mandados. El primero, Turkey; el segundo, Nippers; el tercero, Ginger Nut. Estos son nombres que no es facil encon- trar en las gufas. Eran en realidad sobrenombres, mutuamente conferidos por mis empleados, y que expresaban sus respecti- vvas personas o caracteres.* Turkey era un inglés bajo, obeso, de mi edad mas 0 menos, esto es, no lejos de los sesenta, De maiia- na, podriamos decir, su rostro era rosado, pero después de las doce ~su hora del almuerzo~ resplandecia como una horna- za de carbones de Navidad, y seguia resplandeciendo (pero con un descenso gradual) hasta las seis de la tarde; después yo no veia mAs al propietario de ese rostro, quien coincidiendo en su cenit con el sol, parecia ponerse con él, para levantarse, culmi- nar y declinar al dia siguiente, con la misma regularidad y la misma gloria. En el decurso de mi vida he observado singulares coincidencias, de las cuales no es la menor el hecho de que el preciso momento en que Turkey, con roja y radiante faz, emit sus mas vividos rayos, indicaba el principio del periodo duran- teel cual su capacidad de trabajo quedaba seriamente afectada para el resto del dia. No digo que se volviera absolutamente ha- ragan u hostil al trabajo. Por el contrario, se volvia demasia- do enérgico, Habia entonces en él una exacerbada, frenética, temeraria y disparatada actividad. Se descuidaba al mojar la pluma en el tintero. Todas las manchas que figuran en mis do- cumentos fueron ejecutadas por él después de las doce del dia. En las tardes, no s6lo propendia a echar manchas: a veces iba ‘més lejos, y se ponia barullento. En tales ocasiones, su rostro ardia con més vivida heréldica, como si se arrojara carbon de piedra sobre antracita. Hacfa con la silla un ruido desagrada- ble; desparramaba la arena; al cortar las plumas, las rajaba im- pacientemente, y las tiraba al suelo en sbitos arranques de iras se paraba, se echaba sobre la mesa, desparramando sus papeles de la manera mas indecorosa; triste espectéculo en un hombre ya entrado en afios. Sin embargo, como era por muchas razo- 1. Turkey, en inglés ‘pavo’, Nippers,‘pinzas', Ginger Nut, ‘biacocho de jengibe’ (Wedel) | i nes mi mejor empleado y siempre antes de las doce el ser mas juicioso y diligente, y capaz de despachar numerosas tareas de tun modo incomparable, me resignaba a pasar por alto sus ex- centricidades, aunque, ocasionalmente, me veia obligado a re- prenderlo. Sin embargo lo hacia con suavidad, pues aunque Turkey era de mafiana el més cortés, mas décil y mas reveren- cial de los hombres, estaba predispuesto por las tardes, a la menor provocaci6n, a ser 4spero de lengua, es decir, insolente. Por eso, valorando sus servicios matinales, como yo lo hacia, y resuelto a no perderlos ~pero al mismo tiempo, incémodo por sus provocadoras maneras después del mediodia~ y como hombre pacifico, poco deseoso de que mis amonestaciones provocaran respuestas impropias, resolvi, un sabado a medio- dia (siempre estaba peor los sabados) sugerirle, muy bondado- samente, que, tal vez, ahora que empezaba a envejecer, seria prudente abreviar sus tareas; en una palabra, no necesitaba ve- nir a la oficina més que de maiiana; después del almuerzo era mejor que se fuera a descansar a su casa hasta la hora del té. Pero no, insistié en cumplir sus deberes vespertinos. Su rostro se puso intolerablemente fogoso, y gesticulando con una larga regla, en el otro extremo de la habitacién, me aseguré enfatica- mente que si sus servicios eran ttiles de mafiana, gcudnto mas indispensables no serian de tarde? Con toda deferencia, sefior -dijo Turkey entonces-, me considero su mano derecha. De mafiana, ordeno y despliego mis columnas, pero de tarde me pongo a la cabeza, y bizarra- ‘mente arremeto contra el enemigo, asi... -E hizo una violenta embestida con la regla. ZY los borrones? —insinué yo. ~Es verdad, pero con todo respeto, sefior, jcontemple estos cabellos! Estoy envejeciendo. Seguramente, sefior, un borrén 0 dos en una tarde calurosa no pueden reprocharse con severidad a mis canas. La vejez, aunque borronee una pagina, es honora- ble. Con permiso, sefior, los dos estamos envejeciendo. Este llamado a mis sentimientos personales result6 irresisti- ble. Comprendi que estaba resuelto a no irse. Hice mi composi cidn de lugar, resolviendo que por las tardes le confiaria s6lo documentos de menor importancia. 88 Herman Melville Nippers, el segundo de mi lista, era un muchacho de unos veinticinco afios, cetrino, melenudo, algo pirético. Siempre lo consideré una victima de dos poderes malignos: la ambicin y Ia indigestién. Evidencia de la primera era cierta impacien- cia en sus deberes de mero copista y una injustificada usur- pacién de asuntos estrictamente profesionales, tales como la redaccién original de documentos legales. La indigestién se manifestaba en rachas de sarcdstico mal humor, con notorio re- chinamiento de dientes, cuando cometia errores de copia; inne- cesarias maldiciones, silbadas més que habladas, en lo mejor de sus ocupaciones; y especialmente por un continuo disgusto con el nivel de la mesa en que trabajaba. A pesar de su ingeniosa ap- titud mecénica, nunca pudo Nippers arreglar esa mesa asu gus- to. Le ponia astillas debajo, cubos de distinta clase, pedazos de cartén, y llegé hasta ensayar un prolijo ajuste con tiras de papel secante doblado. Pero todo era en vano. Si para comodidad de su espalda, levantaba la cubierta de su mesa en un angulo agu- do hacia el mentén, y escribia como si un hombre usara el em- pinado techo de una casa holandesa como escritorio, entonces declaraba que la sangre circulaba mal en sus brazos. Si bajaba 4a mesa al nivel de su cintura, y se agachaba sobre ella para es- crtibir, le dolian las espaldas. La verdad es que Nippers no sabia o que queria. O, si algo queria, era verse libre para siempre de tuna mesa de copista. Entre las manifestaciones de su ambicion enfermiza, tenia la pasi6n de recibir a ciertos tipos de aparien- cia ambigua y trajes rotosos, a los que llamaba sus clientes. Comprendi que no sélo le interesaba la politica parroquial: a veces hacia sus pequefios negocios en los juzgados, y no era des- conocido en las antesalas de la cdrcel. Tengo buenas razones para creer, sin embargo, que un individuo que lo visitaba en mis oficinas, y a quien pomposamente insistia en llamar mi clien- te, era s6lo un acreedor, y la escritura, una cuenta. Pero con to- das sus fallas y todas las molestias que me causaba, Nippers {como su compatriota Turkey) me era muy itil; escribfa con ra- pidez y letra clara; y cuando queria no le faltaban modales dis- tinguidos. Ademds, siempre estaba vestido como un caballero; ycon esto daba tono a mi oficina. En lo que respecta a Turkey, me daba mucho trabajo evitar el descrédito que reflejaba sobre — Bartleby el escribiente mi, Sus trajes parecian grasientos y olan a comida. En verano usaba pantalones grandes y bolsudos. Sus sacos eran execra- bles; el sombrero no se podia tocar. Pero mientras sts sombre ros me eran indiferentes, ya que su natural cortesta y deferen- cia, como inglés subalterno, lo llevaban a sacérselo apenas ‘entraba en el cuarto, sus sacos ya eran otra cosa. Hablé con él respecto a sus ropas, sin ninguin resultado. La verdad era, su- pongo, que un hombre con renta tan exigua no podia ostentar al mismo tiempo una cara brllante y una ropa brillante. Como observ Nippers una vez, Turkey gastaba casi todo su dinero en tinta roja. Un dia de invierno le regalé a Turkey un so- bretodo mio de muy decorosa apariencia: un sobretodo gris, acolchado, de gran abrigo, abotonado desde el cuello hasta las rodillas. Pensé que Turkey apreciaria el regalo, y moderatia sus estrépitos e imprudencias. Pero no; creo que el hecho de enfun- darse en un sobretodo tan suave y tan acolchado ejercia un per- nicioso efecto sobre él, segiin el principio de que un exceso de avena es perjudicial para los caballos. De igual manera que un caballo impaciente muestra la avena que ha comido, asi Turkey mostraba su sobretodo. Le daba insolencia, Era un hombre a quien perjudicaba la prosperidad. Aunque en lo referente a la continencia de Turkey, yo tenia mis presunciones, en lo referente a Nippers estaba persuadido de que, cualesquiera fueran sus faltas en otros aspectos, era por Jo menos un joven sobrio. Pero la propia naturaleza era su ta- bernero, y desde su nacimiento le habia suministrado un caréc- ter tanitritable y tan alcohdlico que toda bebida subsiguiente le era superflua. Cuando pienso que en la calma de mi oficina Nippers se ponia de pie, se inclinaba sobre la mesa, estiraba los brazos, levantaba todo el escritorio y lo movia, y lo sacudi marcando el piso, como si la mesa fuera un perverso ser volun- tarioso dedicado a vejarlo y a frustrarlo, claramente compren- do que para Nippers el aguardiente era superfluo. Era una suerte para mi, que, debido a su causa primordial la mala digestin-, la irritabilidad y la consiguiente nerviosi- dad de Nippers eran mas notables de mafiana, y que de tarde estaba relativamente tranquilo. Y como los paroxismos de Tur- key sélo se manifestaban después del mediodfa, nunca debi su- 90. Herman Melville frir a la vez las excentricidades de los dos. Los ataques se rele- vaban como guardias. Cuando el de Nippers estaba de turno, el de Turkey estaba franco, y viceversa. Dadas las circunstancias era éste un buen arreglo. Ginger Nut, el tercero en mi lista, era un muchacho de unos doce afios. Su padre era carrero, ambicioso de ver a su hijo, an- tes de morir, en los tribunales y no en el pescante. Por eso lo co- locé en mi oficina como estudiante de derecho, mandadero, barredor y limpiador, a raz6n de un délar por semana. Tenfa un. escritorio particular, pero no lo usaba mucho. Pasé revista a su ‘caj6n una vez: contenfa un conjunto de cdscaras de muchas cla- ses de nueces. Para este perspicaz estudiante, toda la noble ciencia del derecho cabja en una c4scara de nuez. Entre sus mu- chas tareas, la que desempefiaba con mayor presteza consistia cen proveer de manzanas y pasteles a Turkey y a Nippers. Ya que la copia de expedientes es tarea proverbialmente seca, mis dos amanuenses solian humedecer sus gargantas con helados, de Jos que pueden adquirirse en los puestos cerca de Correos y dela Aduana. También solian encargar a Ginger Nut ese bizco- cho especial ~pequefio, chato, redondo y sazonado con espe- cias—cuyo nombre sele daba. En las mafianas frias, cuandoha- bia poco trabajo, Turkey los engullia a docenas como si fueran obleas ~lo cierto es que por un penique venden seis u ocho-, y el rasguido de la pluma se combinaba con el ruido que hacia al triturar las abizcochadas particulas. Entre las confusiones ves- pertinas y los fogosos atolondramientos de Turkey, recuerdo que una vez humedecié con la lengua un bizeocho de jengibre y Jo estampé como sello en un titulo hipotecario. Estuve enton- ces en un tris de despedirlo, pero me desarmé con una reveren- cia oriental, diciéndome: ~Con permiso sefior, creo que he estado generoso suminis- trandole un sello a mis expensas. ‘Mis primitivas tareas de escribano de transferencias y busca- dor de titulos, y redactor de documentos rec6nditos de toda clase aumentaron considerablemente con el nombramiento de agregado a la Suprema Corte. Ahora habia mucho trabajo, para el que no bastaban mis escribientes: requeri un nuevo em- pleado. En contestacién a mi aviso, un joven inmévil aparecio Bartleby el escrbiente ox una mafiana en mi oficina; la puerta estaba abierta, pues era ve- rano. Reveo esa figura: ;palidamente pulcra, lamentablemente decente, incurablemente desolada! Era Bartleby. Después de algunas palabras sobre su idoneidad, lo tomé, fe- liz. de contar entre mis copistas con un hombre de tan mori- ‘gerada apariencia, que podria influir de modo benéfico, en el arrebatado caracter de Turkey, y en el fogoso de Nippers. Yo hubiera debido decir que una puerta vidriera dividia en dos partes mis escritorios, una ocupada por mis amanuenses, la otra por mi, Segiin mi humor, la puerta estaba abierta o cerrada. Re- solvicolocar a Bartleby en un rincén junto la puerta, pero de mi lado, para tener a mano a este hombre tranquilo, en caso de cual- quier tarea insignificante. Coloqué su escritorio junto a una ven- tanita, en ese costado del cuarto que originariamente daba a algunos patios traseros y muros de ladrillos, pero que ahora, de- joa posteriores construcciones, aunque daba alguna luz no te- nia vista alguna. A un metro de los-vidrios habia una pared, y la luz bajaba de muy arriba, entre dos altos edificios, como desde una pequefia abertura en una ciipula. Para que el arreglo fuera satisfactorio, consegui un alto biombo verde que enteramente aislara a Bartleby de mi vista, dejéndolo, sin embargo, al alcance de mi voz. Asi, en cierto modo, se aunaban sociedad y retiro. Al principio, Bartleby escribié extraordinariamente. Como si hubiera padecido un ayuno de algo que copiar, parecia har- tarse con mis documentos. No se detenfa para la digestion. Tra- bajaba dia y noche, copiando, ala luz del dia y ala luz de las ve- las. Yo, encantado con su aplicacién, me hubiera encantado ain mas si él hubiera sido un trabajador alegre. Pero escribia si- lenciosa, pélida, mecdnicamente. Una de las indispensables tareas del escribiente es verificar la fidelidad de la copia, palabra por palabra. Cuando hay dos 0 ‘més amanuenses en una oficina, se ayudan mutuamente en este ‘examen, uno leyendo la copia, el otro siguiendo el original. Es un asunto cansador, insipido y letargico. Comprendo que para temperamentos sanguineos, resultaria intolerable. Por ejem- plo, no me imagino al ardoroso Byron, sentado junto a Bart- leby, resignado a cotejar un expediente de quinientas paginas, escritas con letra apretada. 2 Herman Mebville ‘Yo ayudaba en persona a confrontar algiin documento bre- ve, llamando a Turkey o a Nippers con este propésito. Uno de mis fines al colocar a Bartleby tan a mano, detras del biombo, era aprovechar sus servicios en estas ocasiones triviales. Al ter- cer dia de su estada, y antes de que fuera necesario examinar lo esctito por él, la prisa por completar un trabajito que tenia en- tre manos, me hizo llamar sbitamente a Bartleby. En el apuro y en la justificada expectativa de una obediencia inmediata, yo estaba en el escritorio con la cabeza inclinada sobre el original ycon la copia en la mano derecha algo nerviosamente extendi- da, de modo que, al surgir de su retiro, Bartleby pudiera tomar- lay seguir el trabajo sin dilaciones, En esta actitud estaba cuando le dije lo que debia hacer, esto es, examinar un breve escrito conmigo. Imaginen mi sorpresa, mi consternacién, cuando sin moverse de su angulo, Bartleby, con una voz singularmente suave y firme, replic ~Preferiria no hacerlo. Me quedé un rato en silencio perfecto, ordenando mis aténi- tas facultades. Primero, se me ocurrié que mis oidos me enga- fiaban o que Bartleby no habia entendido mis palabras. Repeti la orden con la mayor claridad posible; pero con claridad se re- pitié la respuest: ~Preferiria no hacerlo. ~Preferiria no hacerlo -repeti como un eco, poniéndome en Pie, excitadisimo y cruzando el cuarto a grandes pasos~. Qué quiere decir con eso? zEsté loco? Necesito que me ayude a con- frontar esta pagina; tomela.-Y se la alcancé, ~Preferiria no hacerlo dijo. Lo miré con atencién. Su rostro estaba tranquilo; sus ojos rises, vagamente serenos. Ni un rasgo denotaba agitacién, Si hubiera habido en su actitud la menor incomodidad, enojo, im- paciencia 0 impertinencia, en otras palabras, si hubiera habido en él cualquier manifestacién normalmente humana, yo lo hu- biera despedido en forma violenta. Pero, dadas las circunstan- cias, hubiera sido como poner en la calle a mi palido busto en yyeso de Cicerén. Me quedé mirandolo un rato largo, mientras €Lseguia escribiendo, y luego volvi a mi escritorio. Esto es rar simo, pensé. {Qué hacer? Mis asuntos eran urgentes. Resolvi \ Bartleby el esrbiene 23 olvidar aquello, reservéndolo para algin momento libre en el futuro. Llamé del otro cuarto a Nippers y pronto examinamos elescrito. Pocos dias después, Bartleby concluy6 cuatro documentos ‘extensos, copias cuadruplicadas de testimonios, dados ante mi durante una semana en la cancilleria de la Corte. Era necesario examinarlos. El pleito era importante y una gran precisién era indispensable. Teniendo todo listo llamé a Turkey, Nippers y Ginger Nut, que estaban en el otzo cuarto, pensando poner en ‘manos de mis cuatro amanuenses las cuatro copias mientras yo leyera el original. Turkey, Nippers y Ginger Nut estaban senta- dos en fila, cada uno con su documento en la mano, cuando le dije a Bartleby que se uniera al interesante grupo. Bartleby! Pronto, estoy esperando. Of el arrastre de su silla sobre el piso desnudo, y el hombre no tardé en aparecer a la entrada de su ermita. ~éEn qué puedo ser itil? ~dijo apaciblemente. ~Las copias, las copias ~dije con apuro~. Vamos a exami- narlas. Tome.~Y le alargué la cuarta copia. -Preferiria no hacerlo ~dijo, y décilmente desaparecié de- tras de su biombo. Por algunos momentos me converti en una estatua de sal,a la cabeza de mi columna de amanuenses sentados. Vuelto en mi, avancé hacia el biombo a indagar el motivo de esa extraordina~ ria conducta. =zPor que rehiisa? ~Preferiria no hacerlo. Con cualquier otro hombre, me hubiera precipitado en un arranque de ira, desdefiando explicaciones, y lo hubiera arroja- do ignominiosamente de mi vista. Pero habia algo en Bartleby, que no s6lo me desarmaba singularmente, sino que de manera ‘maravillosa me conmovia y desconcertaba. Me puse a razonar conél. ~Son sus propias copias las que estamos por confrontar. Esto le ahorraré trabajo, pues un examen bastard para sus cuatro copias. Es la costumbre. Todos los copistas estan obligados a examinar su copia. {No es asi? {No quiere hablar? jConteste! ~Prefiero no hacerlo -replicé melodiosamente. 4 Herman Melville ‘Me parecié que mientras me dirigia a él, consideraba con cuidado cada aserto mio; que no podia contradecir la irresisti- ble conclusi6n; pero que al mismo tiempo alguna suprema con- sideracién lo inducia a contestar de ese modo. ~(Esté resuelto, entonces, a no acceder a mi solicitud, solici- tud hecha de acuerdo con la costumbre y el sentido comin? Brevemente me dio a entender que en ese punto mi juicio era exacto. Si: su decisién era irrevocable. Noes raro que el hombre a quien contradicen de una mane- ra ins6lita e irrazonable, bruscamente descrea de su conviccién mas elemental. Empieza a vislumbrar vagamente, que por ex- traordinario que parezca, toda la justicia y toda la raz6n estan del otro lado; si hay testigos imparciales, se vuelve a ellos para que de algiin modo lo refuercen. —Turkey ~dije-,

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