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Unidad II 3Qué son los principios? Entre la ética general que trata de los aspectos éticos que son vlidos para todos en todo momento y circunstancia, y las actua- ciones puntuales que lleva a cabo cada persona en sitiaciones con- ‘retas, es esa zona intermedia de lo que vienen llaméndose las iicas aplicadas 0 éticas especiales tales come la ética econémica, Ia ética politica, la ética sexual, éica de la educacién, etc. En esa zona intermedia se sitia la ética de fas profesiones en general y la ica de cada profesin en particular. La ética general reflexiona sobre lo que es la ética y sobre lo que exige 0 recomienda siempre yen toda circunstancia: qué debemos hacer? yeémo es bueno que ‘actuemos en orden a llevar y promover una vida que merezca ser llamada buenat La éticas aplicadas, entre elas las éticas profesio- rales, tratan de especificar los criteios a los que hay que atenerse © que pueden orientar un Smbito particular de las actividades fhumanas como es e! en el caso que nos ocupa el del ejercicio de tna profesién determinada o de las profesiones en general. ‘Aunque la ética de las profesiones se mueve en el nivel inter- medio de las éicas especificas 0 “aplicadas”, no puede prescindir del todo del nivel dela ética general, fundamental o bésica. El pro- fesional se juega en el ejercicio de su profesién no s6lo su ser un buen o mal profesional, sino también su ser ético; no acaba de poder ser considerada persona éticamente aceptable quien en todos los Ambitos actuase bien y cumpliese con sus deberes, menos en el ejercicio de sus responsabilidades profesionales. Por ctra part, las razones ditimas por las que una actuacién profesio- nal puede ser calificada como buena o mala, obligatoria, permi- 50 f1cn cevenaL D8 LAs eRoPEstones da 0 prohibida remiten a crterios que estin més allé de lo que es. el ambito profesional y remiten a razones que indican qué es bueno o malo, obligatorio, permitido o prohibido en orden a lle- var una vida buena y digna. Por todo lo cual la ética profesional no puede desentenderse del todo del horizonte de la ética general Tampoco puede una ética profesional desentenderse radical. mente de las decisiones concretas que toman, pueden © deben tomar los profesionales en situaciones concretas, aunque un libro de ética profesional no consiste en ofrecer 1001 recetas para los 1001 casos que se puedan presentar. Para que lo que se afirma en tica pueda ser llevado a la préctica en el ejercicio de la profesién hay que tomar en consideracién todos los aspectos de la vida pro- fesional que son relevantes para orientar las decisiones. Asi pues, 'a ética profesional, aunque se mueve en esa zona intermedia de las éticas especiales o “aplicadas", tiene que permanecer abierta tanto al nivel de la fundamentacién como al de la aplicacién de {a ética a las situaciones concretas. La fundamentacién de las afir maciones éticas y lo que ocurre con la ética cuando se la lleva a |a préctica son las dos piedras de toque tanto de la ética pensada Como de la moral vivida. Hay que permanecer abiertos a lo que sucede con los principios cuando se los aplica. En este libro no nos ocupamos de ninguna préctica profesional ‘en especial, sino de todas en general. Cada profesién tiene su pro- Pia historia, tiene sus peculiaridades que la hace diferente de otras Profesiones, varia también segin las culturas en las que se ha ido ejerciendo. Hay aspectos importantes del ejercicio profesional ue varian a lo largo del tiempo al ritmo de los cambios tecnolé- Bicos, sociales y culturales. Los médicos, por ejemplo, tienen que urar o al menos traar de aliviar!os males de la hipertensién; pero en la época de los betabloqueantes esti fuera de lugar el recurso 2 las sangrias y sanguijuelas de otros tiempos. Los arquitectos tie- en que hacer casas que no se caigan; pero no tienen que emple- ar los mismos recursos en terrenos de frecuentes movimientos sis- mmicos que en otros en los que no se han registrado movimientos sismicos importantes desde hace varios siglos. Cada profesién consiste -Io vefamos en el capitulo 2~ en un conjunto de actividades a las que de forma asidua se dedica un Colectivo de personas especificamente preparadas y facultadas cout son wos semnctrr0s? pare llevarlas a cabo en orden a proporcionar determinado tipo de bienes y servicios. E50 puede estar més claro en unas profesiones que en otras, en unas culturas que en otras, en unas fases de la his- toria que en otra... En qué consiste ser un buen profesional y cua les son los criterios por los que se juzga acerca de qué actuacio- nes profesionales son buenas y cuéles son inaceptables es algo que tienen que debatir y plantearse ante todo los mismos profe- sionales -aunque no sélo ellos. Sin embargo las profesiones tienen algunos rasgos 2n comiin que son los que aqui nos van a ocupar. No nos moverros, pues, en el nivel de los casos puntuales sean tipicos o irrepetibles, ni tampoco en el nivel de las grandes abs- tracciones universalistas, sino en el nivel intermedio de los princi- pios de la ética profesional. Desde ahi habré que preguntarse tanto por la fundamentacién de los principios como por la aplica- bilidad de los mismos, tanto de la unidad resultante de la articu- Jacién jerarquizada de los diferentes principios como de la mult- plicidad de cortextos y facetas que hay que tomar en considera- i6n a la hora de Hevarlos a la préctica. El deontologismo plantea los temas éticos en términos de nor- mas y deberes; el teleologismo comunitarista los plantea en tér- rminos de bienes 0 fines. ;Por qué planteamos la ética general de las profesiones en términos de principios? Contamos, por de pron- to, con el precedente, lleno de éxito, de la bioética que ha sido construida en torno a los cuatro principios que también nosotros vamos a considerar: el principio de beneficencia, el principio de autonomia, el principio de justia y el principio de no maleficen- cia, La bioética ha hecho un camino fecundo de la mano de estos cuatro principias. No faltan voces criticas; las tomaremos en con- sideracién al hacer nuestra propia propuesta acerca de nuestro modo de entender es0s principios y las formas de relacionarlos. En la era de la ciencia, tras varias décadas de positivismo, con frecuencia se pretende justficar las actuaciones profesionales ape- lando a los hechos. Pero los hechos por sf solos no proporcionan riterios de actuacién. Los datos, el conocimiento de las situacio- nes, circunstancias y concatenaciones causales pueden hacernos conocer exhaustivamente las cosas, incluso las posibilidades. Para orientar las acciones y decisiones necesitamos situar esos hechos y esas posibilidades en relacién con algin principio valorativo que or (er1cm GmERAL De LAS EROPESIONES nos diga que unas acciones, metas o resultados son mejores que otras, que es preferible promover y cuidar la salud que dejar que {as enfermedades sigan su curso, por lo que, por ejemplo, habré {que discriminar dadas las citcunstancias entre unas sustancias que son toxicas, es decir, peligrosas para la salud, y otras son inocuas, lc. Esto es lo que proporcionan los principios valorativos. Si hablamos de ética profesional es porque ~se supone— hay actuaciones profesionales buenas y malas; unas son éticamente Fecomendables y otras reprobables, no slo desde el punto de vista 'écnico 0 de la eficacia sino también desde el punto de vista étco, Qué tiene que hacer una persona que quiere actuar éticamente en el ejercicio de su profesién? Ciestamente muchas cosas; pero mas allé de las mil concreciones, buscamos criterios que nos permitan discriminar entre actuaciones aceptables y otras que no lo son De donde salen o a donde apuntan esos crterios? De unos criterios superiores 0 principios que permiten orientarnos acerca de lo que, fen términos éticos, es deseable o aceptable y lo que no lo es. Los principios éticos son aquellos imperativos de tipo general ue nos orientan acerca de qué hay de bueno y realizable en unas acciones y de malo y evitable en otras, Para R.M.HARé (1975,6155) Lun principio moral es un imperativo universal que prescribe deter- minado tipo de acciones en razén de determinadas caracteristicas descriptivas que, siempre que se den y en igualdad de circunstan- Cias (caeteris paribus), obligan a actuar obedeciendo a ese princi- pio. Cabe matizar esta caracterizaci6n. Los imperativos, aun siendo Universales, tienden a prescribir actuaciones; los principios morales ho prescriben actuaciones concretas de forma directa e inmediata, més bien apuntan a los temas y metas que no hay que perder de Vista ala hora de actuar y sobre todo a la hora de formular cua- lesquiera normas o prescripciones morales. Los principios se distinguen de las normas por ser aquéllos més Benéricos que éstas. Los principios ponen ante los ojos los grandes temas y valores del vivir y del actuar; las normas aplican los princi- pios a situaciones mas o menos concretas, més o menos genéricas, No siempre queda clara la distincién. Las notmas suelen hacer refe- Fencia a algsin tipo de circunstancia, aunque sea en términos gené- Ficos. Pero también los principios se hacen inteligibles cuando ‘adquieren concrecién normativa y hacen referencia a las situacio- | ad out sow Los watNerDros? res en las que se invocan y se aplican. En términos generales un principio enuncia un valor 0 meta valiosa (0 un contravalor o un resultado que merece evitado); las normas en cambio, intentando realizar el principio bajo el que se subsumen, dicen cémo debe aplicarse un principio en determinadas situaciones. Tanto las notmas como los principios son, en términos lgicos, igualmente universales aun cuando el ambito de aplicacién de los principios sea mas amplio y general que las normas especificas que caen bajo dicho principio. “Todos los seres humanos nacen iguales en dignidad y derechos” es un principio universal o una expresién de valor que implica un principio orientador de la accién en términos universales; “Todo testigo de Jehovah adulto que rechaza una transfusién debe ser respetado” es una norma o prin- Cipio igualmente universal, aunque su Ambito de aplicacién sea més restringido, “Todo ser humano” y "todo profesional” o “todo juez" son todos ellos conceptos universales, pero el primero es mas general que los otros dos y adems los incluye, el segundo es mds general que el tercero y menos que el primero, puesto que todo juez es un profesional, pero no todo profesional es juez, etc. Puede ayudar a comprender lo que son los principios ver el papel que desempefian en la accién. OnoRa O’Nett (1989) entien- de los principios como méximas mediante las cuales el agente organiza numerosas intenciones especificas. Pone un ejemplo: quiero recibir bien a un amigo, le preparo una taza de té, caliento fa tetera, le ofrezco azdcar... Lo que gula y da sentido a todas esas intenciones especificas subordinadas es el principio subyacente de querer recibir bien a un amigo. Si fuese oo, no hari los actos que hago, haria otros, 0 los hara de otra manera. Si tuviese el principio contrario (recibirle mal) harfa otras cosas; si tuviese el mismo prin- Cipio en otra cultura harfa también otros actos; el mismo principio subyacente tendria que expresarse a través de un conjunto diferen- te de intenciones especificas. Puede suceder que las intenciones especificas que ponen en préctica un principio subyacente de modo apropiado en un contexto, pudieran realizar otro principio diferente en otro contexto. ; Un principio como “no engafiar” en contexto modermno podria traducirse por no firmar cheques sin fondos, no ser espia ono ‘manipular la opinién pablica. En otros contextos esas acciones no existen y resultan incomprensibles. En esos otros contextos no 93 {E108 GENERAL DE LAS EROFESTONES er gafiar podria traducirse, por ejemplo, por no llevar armas ocul- {as 0 no vestirse de mendigo el que es rey. La accién se hace inte- ligible en el contexto de unas pricticas y de unas instituciones. Esos contextos tienen su propia historia sin la que las diferentes intenciones de! agente son ininteligibles. Al adoptar méximas de Un tipo moral apropiado no adoptamos un conjunto de normas morales, sino mas bien ciertas directrices para la vida: para llevar tun determinado tipo de vida o ser determinado tipo de profesio- nal 0 de persona. Los principios marcan orientaciones para las Formas més que prescribit normativamente ellos mismos; entre otras razones porque, tal como los entendemos, suelen hacer abs- traccién de las situaciones en las que tienen que ser llevados a la Practica. La moralidad consiste, segiin O. O'Neill, en tener los Principios subyacentes apropiados mas bien que en conformar las ropias acciones con criterios espectficos, 2Quién es un buen profesional? Aquel que hace buenas actua- Ciones profesionales. ¥ zqué es una buena actuacién profesional? © Aqué es una mala préctica profesional? Evidentemente la res- Puesta concreta a estas preguntas se diversifica en las diferentes Profesiones, en las diferentes épocas dentro incluso de la misma profesién, en las diferentes culturas y circunstancias en que se desarrollan las actuaciones profesionales. Los principio: de la tica profesional formulan los grandes capitulos y los principales Griterios por los que se gufa fundamentalmente la préctica profe- sional que quiere ser ética. Naturalmente esto tiene perfiles mas concretos cuando se habla de una profesién concreta, pero hay Puntos de convergencia y semejanza entre las diferentes éticas rofesionales y de ellos es de los que nos toca hablar. ‘Toda profesién consiste, lo vetamos més artiba, en un conjun- to de actuaciones que se proponen realizar un determinado tipo de bienes o servicios. El primer criterio para juzgar las actuacio- ‘nes profesionales ser si se logra y cémo se logra realizar esos bie- es y proporcionar esos servicios (principio de beneficenci Como toda actuacién profesional tiene como destinatario a otras personas, tratara las personas como tales personas, respetando su dignidad, autonomia y derechos puede ser el segundo gran crite- fio © principio para juzgar las actuaciones profesionales, como por lo demas todas fas relaciones sociales (principio de autono- iia). Las actuaciones profesionales se llevan a cabo en un Ambi- Yr out sow tos PRInCTPL08? to social con demandas mltiples que hay que jerarquizar y recur- s0s més 0 menos limitados que hay que administrar con criterios de justia (principio de justcia).Y cuando todo ello no fuese posi- ble Hlevarlo a cabo en positivo, habré que empezar por no hacer dao, no perjudicar a nadie que pueda quedar implicado o afec- tado por una actuacién profesional (principio de no maleficenci). 1. EL PRECEDENTE DE LA BIOETICA ‘Ya desde los primeros pasos de la bioética en fos Estados Unidos se abre un debate sobre principios y contextos (GUSIA'SON, 1965) ‘finales de los afios 70 comienza sus trabajos la Comisién Nacio- ral para la proteccién de los sujetos humanos de experimentacién biomeédica y conductual (en adelante “Comisién Nacional... Tras tn primer afio de trabajos preliminares celebra dicha Comisi6n fa Conferencia de Belmont a la que se incoporan algunos expertos. Fue alli donde se puso en marcha la formulacién de los principios de la bioética que pronto llegé a convertirse en canon, cuya invo- cacién adquiere en ocasiones las propiedades magicas de un “man- tra” de la bioética, de la ética médica y por extensi6n del resto de las profesiones. as principio no fue ast Albert Jonsen en su erénica del naci- rmiento y consolidacién de 1a bioética en los Estados Unidos de ‘América nos cuenta que fue Karen Lebacqz la que introdujo el tema de los principios de una forma algo més tentativa y plural que aquella en la que luego vinieron a quedar “canénicamente” establecidos y a ser repetidamente invocados. En un primer ‘momento los cuatro principios de la bioética fueron tres. A.JONSEN (1998, 103) los introduce ast: “Tres principios bsicos que estén entre los que se aceptan generalmente en nuestra tadicién cultu- ral: los principios de respeto a las personas, de beneficencia y jus- ticia”, (traduccién y cursivas mias: A.H.). El principio de benefi- cencia hace referencia en primer té:mino al sujeto individual al ‘que se supone que beneficia la investigacién, pero también a otros beneficiarios individuales y grupales presentes y futuros; el princi- pio de autonomia se refiere sobre todo al respeto a la autodeter- minacién de las personas; el principio de justicia se refiere tanto a la justicia distributiva como a la compensatoria; por ciltimo, el 9s 96 STTCA oRweRAL DE LAS PROFESTONES Principio de no maleficencia trata de evitar 0 al menos minimizar el datio que se causa a los sujetos individuales de la investigacion asi como a otros individuos y grupos. En ese mismo contexto nacié el planteamiento que terminé siendo, en cierto modo, el mayor aponente tedrico del principialismo: la reivindicacién de la casuistica renovada (ONSEN y ToutMn (1984); ver JONSEN, SiEGtER, WINSDALE, ¥ orRos, 1986), Desde los aios 90 se esté volviendo a debatir el tema de los Principios y cémo hay que entenderlos, cual es su alcance y valor Y qué jerarquia cabe establecer entre ellos en orden a justificar determinadas recomendaciones morales en lugar de otras, etc. Hay quienes quieren acabar con ellos y hay quienes quieren asentarlos definitivamente. La cuarta edicién del “catecismo” de estos prin- Cipios (BeaucHas y CHitoRESs, 1999; 1° ed., 1979; la traduccion espafiola que citamos se ha hecho sobre la cuarta edicién de 1994) se reafirma en ellos aunque con algunos retoques en el modo de interpretarlos y moderando mucho las pretensiones acerca del alcance cognitivo que cabe atribuirles (ver Cuioress, 1994). No deja de ser revelador que esta cuarta edicién de este libro clésico de la bioética “made in USA" (“too Western, to0 American, 100 white, too middle-class” segiin Dusost, Haul, O'CONNeL 1994, 3) haya podido ser presentado en una recensién como el ocaso del principialismo (EwANUEt, 1995). No podemos entrar aquf con detenimiento en este debate sobre el principialismo. Tampoco podemos dejar de tenerlo en Cuenta a la hora de exponer los principios de la ética profesional, Sin referimnos explicitamente a ese debate iremos fijando nuestra postura. Con muchos de sus detractores y la mayoria de sus defen- sores entendemos que los principios (éstos cuatro en concreto, Pero también cualquier otro que se pudiera formular o afadir) no pueden ser establecidos con fuerza y contenido normativo al mar- Ben por encima de los contextos y decisiones de los agentes morales. Los agentes morales, en nuestro caso los profesionales, ho se limitan a aplicar conocimientos extraidos no se sabe de donde ni por quién. La ética profesional, tanto en sus formulacio. ‘nes como en su ejercicio, se aproxima més a una prictica refexi- vva que a la aplicacién de una teor‘a (Have, 1994, 104). Sabiendo esto, sin tomar los principios como veredicto defintivo e inde- r cout som 10s eniverez0s? pendiente, ellos nos ofrecen un punto de partida y nos hacen fijar fa atencién en consideraciones bésicas que hay que tener en cuenta a la hora de formarse un juicio en las decisiones 0 casos problematicos La falta de fundamentacién de los principios, asi como la ausencia de un modo racional de establecer un orden jerérquico entre ellos en casos de conflicto, abre un amplisimo margen de discrecionalidad para hacer prevalecer unos sobre otros... Esta situacién hunde sus rafces en la falta de una teorfa ética unitara, Hay que decir que el principio de beneficencia responde més bien a un planteamiento teleol6gico, que inicialmente refleja los plan- teamientos consecuencialistas del utilitarismo pero que también cabe articular en los términos aristotélicos 0 neoaristotélicos de las éticas de bienes. En cambio el principio de autonomia es cla- ramente deontol6gico, de inspiracién kantiana, aunque el modo de aplicarlo esté més préximo al liberalismo de Locke 0 de Mill que a la ética de Kant El conflicto entre la beneficencia y la autonomfa se resuelve siempre a favor de la autonomia, pues el bien impuesto heteréno- mamente no alcanza el nivel propiamente moral. En 2érminos de las éticas deontol6gicas més recientes la optatividad de las mora~ Tidades sustantivas propias de tas diferentes tradiciones han de ceder ante la Gnica ética universalmente vinculante para todos, Cualquier bien ha de quedar difuninado y devaluado ante el bien absoluto de la buena voluntad y del fin en sf. Pero como los deba- tes de la bioética no se quedan en el terreno de la fundamentacién formalista y universalista, las incoherencias inaceptables a las que puede dar lugar esta forma de plantear la jerarquia entre autono- mia y beneficencia tratan de subsanarse introduciendo el princi- pio de no maleficencia como prioritario incluso por encima del mismo principio de autonomia. Es claro que entre esos tres prin- Cipios dificilmente pueden resolverse los temas de justcia disti- butiva cuando los recursos son escasos y las alegaciones se multi plican. Por eso se introduce el principio de justicia, pero no acaba de verse que sea principio que colisiona con los otros dos. No ¢s la nica posibilidad. Nosotros nos proponemos ofrecer aqui una sistematizacién de los principios desde la teorfa ética de rmatriz aristotélica -buscando ampliarla con las perspectivas que 9 99 ERICA GENERAL DE LAS FRORESIONES, las éticas modernas de matriz kantiana han aportado- y tratando de atisbar lo que esa ética tiene que poder cambiar cuando se pasa de la comunidad politica como la polis griega a unas socie- dades pluralistas modernas en las que los valores compartidos son problematicos. Junto a esas cuestiones bisicas se plantean también otras cues- tiones de no menor importancia: Los cuatro principios de la biog. tica yson todos los que estén y estén todos fos que son? Pensamos que los que estén, son; aunque, para lo que nosotros pretendemos el principio de no maleficencia puede ser tomado como la inevi- table sombra que acompafia al principio de benevolencia, pero luego también a cualquier otro. Cabe incluir otros, sin necesidad de recurrir a principios derivados de éstos ni a reglas subordinadas. No consideramos que cada principio sea una unidad cerrada en sf misma (“indivisum in se et divisum a quolibet alio” — decian los escolésticos) que deje claro qué queda incluido y qué excluido en cada principio, sin posibles conexiones ni coincidencias. Cabria, Por ejemplo afiadir el principio de responsabilidad, el de compe- tencia, los principios de lealtad y celo en el ejercicio de la profe- siOn, especialmente cuando se esté representando al cliente y sus intereses ante terceros; el principio de fidelidad en el doble senti- do de mantener las promesas y cumplir los contratos y también de celudir la actuacién profesional representando a clientes con inte- reses contrapuestos 0 incompatibles; por ciltimo cabsia destacar el Principio de confidencialidad que obliga a guardar los secretos ‘que uno conoce en razén del ejercicio profesional y a respetar la intimidad de las personas implicadas (ver Cioress, 1994, 75s) Los principios no son independientes de la teorfa moral desde la que son formulados y desde la que se reflexiona sobre ellos, ‘Tampoco son independientes de la praxis moral en la que son invocados y puestos en prictica, 0 si se prefiere “aplicados" mediante la inevitable interpretacién prudencial que los especifi- a, sopesa en relacién con otros principios (CHuDRess, 1994, 83). Por eso no siempre que se invocan esos principios se esté apelan- doa lo mismo, ni se esté considerando que tienen el mismo alcan- ce, la misma prevalencia a la hora de entrar en conflicto con otros principios, el mismo papel orientador de las decisiones y configu rador de las conductas. Yr cut sou Les sEImezer08? Nuestra exposici6n sobre los principios no tiene carécter defi- nitivo en ningdn sentido. Lo que sobre ellos y desde ellos digamos y las elaboraciones que hagamos sobre los planteamientos acerca de las relaciones que tienen entre si tienen, necesariamente, que quedar inacabados, son provisionales, estén pendientes ce posi- bles, convenientes 0 preceptivas consideraciones adicionales que modifiquen las que aquf -tentativamente, con cardcter revisable y cuestionable- vamos a presenta. Aun ast, con toda esta precarie- dad, veremos que los principios offecen claves de inteligibilidad que pueden ser completadas, revisadas y matizadas, pero que aportan elementos de los que no es posible prescindir a la hora de formarse un juicio moral sobre las actuaciones profesionales. I, COMO se JUSTIFICAN Los PaiNciPios? scribe A.Macinrvre (1990) que para nosotros hoy un principio 5 una afirmacién 0 una norma que sirve de premisa en las argu- mentaciones. Para Aristételes 0 santo Tomés un principio era eso, pero ademas y simulténeamente era aquello de lo que habla el principio. Ellos unfan lo que nuestro lenguaje contemporéneo divide. Hoy ningéin principio es primero en cuanto tal; s6lo es pri- mero desde una determinada perspectiva que se adopte. El caréc- ter primario (la primacfa) de los principios es relativo a los con- textos sociales y a las metas individuales. Los principios supremos del obrar humano no son otra cosa més que la traduccién norma- tiva de las metas tiltimas del vivir humano. Los primeros principios sélo tienen sitio en un universo carac- terizado en términos de determinados fines fijos e inalterables. Propiamente hoy ningtin principio es primero en cuanto tal, s6l0 es primero desde una determinada perspectiva que se adopte. El carécter primario o la primacia de unos principios sobre otros depende de los contextos sociales y de las metas que se marquen los individuos y los grupos. En la vida préctica es el telos el que proporciona el principio, el primer principio del razonamiento préctico. La justificacién de los principios remite a los fines ins- critos en el dinamismo de los deseos humanos. fn qué medida €505 fines formulan metas irrenunciables del vivir humano 0 en {qué medida incorporan ademds elementos teleolégicos de la cul- 99 00 frien GmtERAL De IAS moneeroxes tura en la que son invocados es algo que ti toa la discusién en cada caso. En perspectiva ascendente los principios se invocan, En pers- pectiva descendente se “aplican’, o por mejor decir se ponen en Practica (HoRrat 1999 y Horta, 2002). ;Cémo se justifican? Los principios se justifican en razén de su capacidad de articular y ‘rientar las decisiones y actuaciones en conexién con el telos de tuna vida humana vivida en plenitud. ‘A lo largo de la historia, en condiciones de relativa estabilidad cultural, de fijeza cultural y de valoraciones también estables, los principios éticos se entendian como axiomas evidentes en si, con contenido normativo, a partir de los cuales mas o menos “more geometrico” se deducian las aplicaciones concretas. Con el tiem 0 los principios se invocan como accesibles a una intuicién; para evitar problematizaciones procedentes de las concreciones y apli- caciones se reclama para ellos una mera validez “prima facie” (a primera vista 0 “de salida’), es decir mientras no entren en col si6n con otros principios o su aplicacién literal no traiga conse- cuencias inaceptables. En cualquier caso cabe enunciar una ley: los principios cuan- to mas universales, més formales son y por lo mismo mas vacios de contenido normativo estardn y menos capaces seran de orien- tar la accién en circunstancias concretas. Por el contrario, cuanto ‘més orientadores y aplicables por tener contenidos normativos precisos, mas dependientes serdn de las situaciones sociales y de las valoraciones culturales para las que son formulados y en las que son puestos en préctica, “aplicados". Por ejemplo: “Obra el bien y evita el mal” (‘bonum est faciendum; malum vitandum”) ha sido en ocasiones enunciado como principio supremo de morali- dad. Es dificil imaginar una actuacién moral que no se atenga a ese principio. Si alguien estuviese perplejo acerca de qué camino tomar ante un dilema moral, no le ayudaré ni mucho ni poco que le repitamos: “Ti obra el bien y evita el mal”, salvo que por el contexto esa tautologia indique algtin tipo de valoracién preferen- cial de determinado curso de accién frente a otros. Estrictamente hablando ese principio es meramente seméntico: en términos éti- cos “bien” es lo que se recomienda hacer y “mal” es lo que se recomienda evitar. Los principios sin los contextos, casos y circunstancias que los concretan, tienden a ser vacios de la misma manera que los con- textos, casos y circunstancias sin los principios tienden a ser cie- gos. Con otras palabras: los principios universales y las actuacio- nes individuales (reales hipotéticas) se relacionan en un fecun- do citculo hermenéutico; terminamos de saber qué significan los principios éticos cuando sabemos cémo se traducen, “aplican” 0 ponen en préctica en determinadas circunstancias. Pero a la vez terminamos de saber y de entender las situaciones que vivimos y en las que tenemos que actuar cuando sabemos relacionar dichas situaciones con determinados principios y no con otros. Esto que vale para los principios de la ética general, vale igual- ‘mente para los principios especificos (“principia media’ los lama- ba Mill en su Logica) de las éticas especiales que suelen llamarse Gticas aplicadas, entre ellas las éticas profesionales. Hay principios comunes a todas las esferas del vivir humano; pero también tay principios especificos para los campos especificos de aplicacién, dotados de una textura normativa espectfica. Por decirio en térmi- nos de una pregunta retérica que se hace Max Weber: nadie tiene los mismos deberes para con el cényuge, el hijo, el dependiente de una tienda, el competidor, el amigo o el acusado. Desde la perspectiva de la base cognoscitiva que los justifica los principios pueden entenderse de tres formas: a) en primer lugar, los principios pueden entenderse como meras generalizaciones de prudencia en los que se acumu- lay configura la experiencia moral adquirida por los indivi- duos o las colectividades hasta ese momento. Esto ya es algo, si se quiere mucho; toda experiencia moral es vilida para cualquier otra situacién recurrente que se asemeje a la ya vivida, Esta es la linea empirista que prevalece, por mas que se apele a una intuicién socialmente compartida prima facie, en el modo de entender los principios de la bioética en los Estados Unidos de América los principios podrian entenderse, en segundo lugar, como aquellas proposiciones a priori que necesariamente hay cue dar por supuestas para que sea posible y tenga sentido cual- {quier experiencia moral y cualquier planteamiento ético. fsta ) 101 102 £9ICA GhteRAL De LAS eRoeEaroNes seria la linea argumentativa del racionalismo en su versién trascendental, tipo Apel, quien, por lo demas, admite que al principio de universalidad de la ética discursiva fundamental hay que afiadir principios espectficos para la aplicacién del mismo a Ambitos como la politica o la educacién. ©) los principios podrian entenderse, en tercer lugar, como derivados del telos de la vida humana, tanto si éste se entiende como las aspiraciones més bésicas que estructuran y legitiman la forma de vida de una cultura, como si se entiende como telos anclado en la naturaleza 0 en la racio- nalidad humanas. En esta linea es en la que situamos noso- tros los principios de la ética de las profesiones. IL. {COMO se APLICAN Los PRINCIFIOS? Los principios json el comienzo de la actuacién o son la meta a donde se intenta llegar? gPartimos de ellos o legamos a ellos? {Son ontolégicos o gnoseologicos? gEstén siempre ahi o van sien- do descubiertos? Partimos de ellos (en la intencidn) para intentar Negar en alguna manera a ellos en lo que realizamos (en la con- secucién). ;Cémo se modulan los principios en contextos diferen- tes? Dice AnistOTeLES que “los razonamientos que parten de los principios difieren de los que conducen a los principios" (EN 1095 315). El razonamiento moral “descendente” va de los principios generales a otros més espectficos, a normas més 0 menos contex- tuales (que tal vez combinan o articulan diferentes principios) hasta llegar a las decisiones singulares. Esta podria ser Slaman la linea de aplicacién 0 puesta en préctica de los principios. Cabe también situarse en linea “ascendente” e ir del razonamiento moral que parte de las actuaciones y decisiones singulares (que se han toma- do 0 se quiere tomar) en situaciones concretas y a partir de ahi ir buscando y formulando criterios de actuacién hasta llegar al nivel més general de los (primeros) principios. En la Etica a Nicémaco (1098b 3-5) dice Aristoretts que los principios se conocen por intuicién (aisthesis, por abstraccién (aphairesis), por experiencia contrastada con casos particulares que permiten ir sacando reglas y conclusiones generales (epago- 86, llamada también induccién) o, por fin, mediante cierto habito r qué so Los sencrDr08? 0 costumbre (ethismos). Cada una de estas formas de conoci to contribuye parcialmente al conocimiento moral que encierran los principios (ver Hozrat 2002, pag. 16 del manuscrito mecano- grafiado. Los razonamientos que parten de los principios los toman tal como {os ofrecen la intuicién y la costumbre, la cultura moral ida. Queda abierta la cuestién de si hay en la intuicién y en la costumbre una componente apriérica; cualquier a priori que sea condicin de posibilidad de la experiencia se hard presente en la experiencia y la configuraré normaimente en términos abstrac- tos, formales, dificilmente separables de las concreciones, de la ‘misma manera que seré dificil separar la lingUisticidad o la cultu- ralidad constitutiva de los seres humanos de los lenguajes concre- tos que hablan y las culturas en las que configuran su modo de vivir. Mientras la cultura nc cambia, esos principios constituyen un sblido punto de partida para enjuiciar con criterios éticos recu- rrentes las situaciones sociales recurrentes y los modos habituales de abordarlas y enjuiciarlas. ‘Al cambiar las situaciones sociales y culturales, sobre todo si {es0s cambios son profundos y hacen que cambien los significados y las constelaciones de metas irrenunciables del vivir humano, fentran en escena nuevas posibilidades de interpretacién de las mismas cada una por sf y en su relacién con las otras. Las intui- ciones arraigadas en los modos habituales de valorar se convier- ten en inadecuadas; se hace entonces necesario recurrir a la abs- tracci6n (aphairesis)y a la inducci6n (epagogé). La abstraccién 0 aphairesis dstingue con espiritu analitico unos elementos de otros buscando abstraer lo que hace bueno y razonable algo que no lo ea hasta ahora 0 lo que hace problemético algo que hasta que entramos en la nueva situacién y nueva forma de valorar no lo era También recurrimos al estudio comparativo (epagogé) de casos comparables que nos permitan, si no sacar conclusiones apodi «as (lo apodictico no tiene lugar en las cuestiones précticas, en todo aquello que puede ser de una manera y de otra -advierte Aristételes-), sf orientarnos con cierta verosimilitud contrastada (probabitidad) en situaciones que ofrecen semejanzas y deseme- janzas. Por ese camino, cercano a la retérica, ascendemos hacia los principios. 10 104 tea ceweRAL, DE LAS PROPESIONES Bien entendido que sensu stricto ni descendemos deductiva- mente como si se tratase de un silogismo que partiendo de premi- sas sacase conclusiones necesarias y ciertas, ni ascendemos induc- tivamente de los casos a las leyes normas y principio. Los princi- pios para poder ser aplicados han de ser especificados, interpreta- dos y sopesados a la vista de las situaciones y de los casos a los que se los pretende aplicar; por eso més que prescribir o prohibir acciones concretas, orientan acerca de algo valioso que debe ser tomado en consideracién. Sélo desde la mediacién permanente entre los principios y las situaciones en las que tenemos que actuar se hacen operativos los principios y se iluminan las situa- ciones. “La estructura de la ética aplicada -escribe A.CoRTINA (1993, 174)- no es deductiva ni inductiva, sino que goza de la cir- cularidad propia de una hermenéutica critica...” IV, Casos v casutstica La ética se propone orientar, justificar 0 cuestionar las actua- ciones y decisiones humanas. Esto lo hace al menos en tres nive- les de mayor 0 menor concrecién, de menor o mayor generalidad: a) En el nivel mas general la ética se ocupa de reflexionar acer- ca de los elementos constitutivos de la vida moral, esos que estin presentes y son vinculantes en toda ocasi6n 0 circuns- tancia. Este nivel puede recibir el nombre de ética general aquellos autores y enfoques que ponen en el centro de dicha reflexi6n la pregunta por la justificacién Gltima de los juicios, ticos la llaman también ética fundamental En el otro extremo esté la reflexién ética que acompafa y busca iluminar y orientar el proceso de toma de decisiones, en casos concretos y que en ocasiones ha recibido el nom- bre de casuistica. ©) Enel medio estan las llamadas éticas aplicadas o éticas espe- ciales: ética de las profesiones, ética de la empresa, ética sexual, ética econdmica, ética politica, ética de la educa- Ci6n... La legitimidad de estas éticas especiales o aplicadas se deriva de que sirven para orienta, justficar 0 cuestionar las actuaciones y decisiones de los agentes morales en estos Ambitos, en los que no basta con las exigencias, plantea- b) cout sow wos eninererss7 mientos y recomendaciones del nivel general, nis suficien- te dejarlo todo en manos de las decisiones puntuales y las generalizaciones experienciales propias de la casuistica, Cada vez que actuamos hacemos un acto completamente sin- gular en un momento dado y en circunstancias determinadas. Pero ese acto y esas circunstancias los nombramos con palabras y los juzgamos con crterios que igualmente valen para nombrar y juz- {ar otros actos y circunstancias semejantes que, tal vez, nosotros u ‘otros hemos o han vivido. Actuamos en contextos significativos, en tun marco institucional, tal vez desempefiando determinado rol, dentro de una tradicién cultural. Aunque las actuaciones son siem- pre concretas y las situaciones son puntuales, no empieza la vida moral, no empieza el conocimiento moral con cada situacién y con cada actuacién. Unas veces no haremos justicia a lo que la situacién tiene de nuevo e imepetible y otras no acabaremos de comprenderla e iluminarla convenientemente por no captar lo que desde otras situaciones similares es posible entender y enjuiciar. El conocimiento moral aplicado se mueve pues en diferentes niveles que pueden y deben combinarse para decir yjustificar qué es bueno hacer y qué debemos evitar. Esto supone a) conocer las situaciones concretas con sus circunstancias; b) percibir también las posibitidades que entrafian esas situaciones y los diferentes cur- 50s de accién que en ellas se abren; para poder calibrar el signifi cado de lo que esté en juego en esas situaciones y en esos diferen- tes cursos de accién se requiere ¢) disponer de una tipologfa que 1nos abra los ojos para percibir lo que esa situaci6n tiene de pareci- do y de diferente con otras situaciones comparables y con otros utsos de accién ya conacidos, sea porque nosotros mismos los hemos vivido y experimentado, o porque pertenecen al acerva comén de una cultura, con sus historias, refranes, etc. La riqueza de elementos, perspectivas y facetas que hay que tener en cuenta es ‘muy importante, pero no basta. Hace falta ademés d) capacidad de juicio para ver bajo qué tipologias es adecuado subsumir esa situa~ Cin y es0s diferentes cursos de accién, e) a qué principios hay que apelar... y ) cémo se pueden plantear y tal vez resolver los posi- bles conflictos entre principios, cémo puede justificarse un orden jerdrquico entre ellos y si ese orden es estable o cambiante, depen- diendo de las circunstancias ONSEN y TOULMIN 1984). 105 106 ETTCA cmHERAL DR LAS eRoPESrONES El conocimiento moral “aplicado” no consiste pues en una sim- ple aplicacién deductiva de un nico principio ni en una jerarqui- zaci6n rigida de principios. Tampoco es suficiente con una mera descripcién de situaciones, circunstancias, acciones y posibles onsecuencias. En el conocimiento moral se combinan insopara blemente las descripciones de hechos y la captacién de posibili- dades de actuacién con las valoraciones normativas, Todo eso con- tribuye al conocimiento moral, sin por eso confundir ni poner en tun mismo plano unas cosas y otras. Como hemos dicho mas arri- ba las situaciones iluminan, confirman o cuestionan la aplicabili dad de los principios. Los principios morales, cuando tienen pre- tensiones de aplicabilidad, tienen siempre un contenido que lleva !a impronta de las situaciones para las que ha sido invocados; los principios para ser précticos y tenidos en cuenta deben adaptarse a las situaciones; las situaciones y decisiones para a ser entendidas Y vividas en lo que esté en juego en ellas desde el punto de vista moral, deben ser descritas y narradas en términos que las presen- tan en el horizonte teleolégico al que apuntan los principios. Slo desde la mediacién permanente entre los principios que podemos invocar y fas situaciones en las que tenemos que actuar se ilumi- nan las decisiones concretas que podemos o debemos tomar. ‘Abordar los temas de la ética aplicada en general y de la ética de las profesiones en particular desde el tratamiento y discusién de 80s concretos es un buen antidoto frente a los debates pura- mente en términos teéricos y universales que hacen abstraccién de situaciones, circunstancias y consecuencias reales. Pero el afin de pretender resolver las cuestiones s6lo mediante el estudio analit- co de casos y mas casos, sin un planteamiento tedrico minim: ‘mente coherente y sin apelar a principios que proporcionen orien tacién, lleva también a callejones sin salida (Viewva 2000), Los casos, especialmente cuando se trata de casos reales, nunca se reducen a ser un mero ejemplo de lo que establecen los principios; siempre concurren en ellos facetas que no quedan sufi

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