REPARTO
PERSONAJES ACTORES
PROLOGO
La AcTRIZ Natividad Zar.
UNA SeRoRA Magda Donato,
EL AuroR sAzorine
Ex TRASPUNTE C. Rivas Cherif,
LA ARANITA EN EL ESPEJO
Leowoa Nativi
Luci Regina
Dow Pasio
A Voz. DE UN MENDIGO
La ENEERMA
La HeRMANa DE LA CARIDAD
UN vigjecrTo
EL AYUDANTE Dal Doctor Lluh Garin
LO INVISIBLE C1928)
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AZORIN
PROLOGO.—LA ARANITA EN EL ESPEJO.—EL SEGA-
DOR.—DOCTOR DEATH, DE 3 A5
Sobre el tablero de la mesa —limpio, despejado— un ramo
pomposo de rosas. Algunos pétalos han caido, y reposan en la
brillante superficie. Un libro abierto. Lectura larga, despaciosa,
entrecortada de meditaciones. Ese libro ha sido lefdo, vuelto a
leer, sentido, a lo largo de muchos meses. El aucor era uno de
los més grandes poetas contempordneos. Vivia solicatio, abstraf-
do, obsesionado por su iltimo trance. Su vida parecfa un hilito
de cristal; 2 cada momento podfa ser roto. Podfan romperlo un
soplo tenue, un: caida de uno
de estos pétalos de las rosas, que se van desprendiendo ahora,
en el silencio, sobre el limpio tablero. Un dia, cuatro Iineas en
los periédicos. Nada més. La vordgine de los sucesos universa-
les continuaba, Parecfa que en el tréfago mundanal, encre el es-
como un debilisimo lamento.
No era nada y era mucho. Era, en el curso de la Humanided,
uno de los mayores sucesos que pudieran acontecer. El poeta
10 encre todos los modernos desaparecfa. Con el silencio,
la del la suavidad con que habia vivido, se iba de este
mundo. El cielo, aquella mafiana en que lefa yo la noticia,
taba radiante, Las rosas rojas resaltaban entre la verdura del fo-
laje. Todo era lo mismo que antes, y un cambio profundo se
haba operado en las regiones del espititu. La Humanidad se
fa Rilke habfa muerco. Durante
bbracién casi imperceptible,
=
sentia aminorada. Rainer-MPy AZoRIN
muchos meses, yo habia ido sintiendo vibrar Ia sensibilidad del
poeta en sus obras. La muerte era la obsesi6n de Rilke. «Sefior
—escribia el poeta—, da a cada cual su muerte, su muerce ade~
cuada, una muerte que salga verdaderamente del fondo de
nuestra vida... Porque nosotros, los mortales, no somos més que
la corteza y la hoja. ¥ todo tiende, entre los humanos, como el
fruto nacural, hacia la grande muerte que cada cual Ileva en sf.»
La lectura de la obra maestra de! gran poeta, Los cuadernas de
Malte Laurids Brigge —el libro de la Muerte—, ha suscitado
estos tres actos, escritos para que una actriz pueda desenvolver
todo su arte.
Madrid, mayo 1927.
PROLOGOPERSONAJES
La Acratz.—UNA SeStonA—EL AUTOR.
“Bi, TRASPUNTE.
Cortina 0 telin de primer término, En escena, la ACtRIZ y el AUTOR
AuToR.—{Se va yaa principiar?
ActRriz.—Faltan unos minutos.
Autor.—;jHlan dado ya la segunda?
Actriz.—Todavia no, (Aparece una SENORA vestida con un
sraje corriente. Se dirige a la ACTRIZ.)
SeXona.—;Un momento, sefiora?
Actriz.—Todos los que usted quiera
SeSiona.—Pocos; la representacién va a comenzat.
AuroR.—Yo, con permiso de ustedes, me retiro.
SeNORA.—No, no; ¢s usted el autor de la obra, y yo tengo
ineerés en que el autor asista a esta conversacién,
AUTOR.—Si es asf
SeNoRA.—Por usted tanto como por la actriz, la eminente
actriz, he venido.
AcrRiz.—Gracias, sefiora.
SeNoRA.—;{No me conocen ustedes? (Aparece el TRASPUNTE
com el libreto en la mat
rRASPUNTE —¢Doy la segunda?
SeNiORA.—;Quién es este caballero?
Acrniz,—El traspunte de la compafita.
‘TraspunTs.—Servidor de usted.
SeNORA.—£Y usted no me conoce tampoco?
TRASPUNTE.—No, sefiora, no.
SENORA.—Se me quedaba usted
jirando de un modo.8 AzORIN
AcTRIz.—Si usted permite, el traspunte ha de ir a ultimar
algunos detalles.
"TRASPUNTE —Con permiso. (Se marcha.)
SeNORA.—Me he permitido venir para tener el gusto de sa-
Iudar a ustedes.
ActRiz.—Gracias,
AUTOR.—Muchas gracias.
SeNORA—Y ustedes saben quién soy... y no lo saben.
ACTRIZ.—Si he de decir la verdad.
AuTOR—En cuanto a mi.
SENORA—No, si no tiene nada de particular. Usted repre~
senta bien, maravillosamente, la obra.
Acraiz.—Muy bondadose.
SERORA—Y usted... A usted yo quisiera decirle algo sin que
se incomodara.
AUTOR.—Puede usted deci cuanto quiera.
SeNORA.—{Cree usted que se puede jugar con cosas serias,
muy setias?
‘AUTOR—jOh, indudablemente que no!
SeNions.— Cree usted que los grandes misterios de la vida
pueden ser tratados a la ligera?
AUTOR.—Me hace usted unas preguncas.
SeNoRA—Las que debo.
Acraiz.—Sefiora, usted perdone. Yo creo que estamos re-
presentando una escena un poco misteriosa
SERORA—Muy misteriosa, en efecto; asi es.
AuToR.—Yo, hasta ahora, no comprendo nada de lo que esta
sefiora dice.
SeXonA.—Conozco su obra. He visto su representaci6n. Se~
for antor: cuidado con lo que se hace.
AuTOR.—<¢Por qué he de tener cuidado?
SsNORA.—Mucho cuidado, repito, con lo que se escribe
var a la escena temas como este es un poco peligroso.
AuTOR.—Peligroso, por qué?
SeORA.—{No lo cree usted, sefiora?
Acrniz.—Si usted no se explica mejor.
LoINvisiEL 9
SsNoRA.—Usted interpreta bien los persons
cara, toda su persona expresa el misterio, el terr
tun arte prodigioso para hacer sentit..
‘AcrRiz.—Hacer sentir gqué?
SeNoRA.—No necesita decitlo. (Sonriendo ligeramente,)
AUuroR.— Soi
SeNORA.—;Quiere usted que me nombre a mf misma? ¢Tan
poco perspicaz es usted, que no me ha conocido?
‘Actriz.—Entonces usted cree ser.
SeNona.—jBah, bah! Si no lo fuera, gestarfa yo en todas
partes? ¢Sabria yo lo que pasa en todos los lugares del
mundo?
AUTOR —Es curioso.
SsNoRA.—Dice usted que es curioso?