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A trescientos metros

Porque me conozco hago por evitarlo, hago que no escucho, hago que
no veo. Porque me conozco y conozco las consecuencias trato de
hacerme invisible, de pasar inadvertida, de no dar pie. Pero es
ineludible. Una duda inocente, un mapa del despiste, hace brotar
en mi un algo irracional que huele la lluvia en el aire, seala
los puntos cardinales, habla sin parar y, sea cual sea la
pregunta, siempre responde: a trescientos metros.

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