El edicto seguía siendo inicuo pero al menos ponía las cosas claras: la recepción del bautismo era definida como un acto delictivo. Empezó una persecución de los catecúmenos y neófitos. Catecúmenos: nombre aplicado a quien no había sido todavía iniciado en los sagrados misterios. Neófitos: persona que acaba de convertirse a una religión. A pesar de la ley de Séptimo Severo siguió la cláusula del rescripto de Trajano. Las disposiciones capitales del rescripto de Trajano eran: 1. No hay que ir a buscar a los cristianos, sólo debe castigárselos cuando se ha formulado una denuncia, siempre que no sea anónima.
2. Si un acusado se declara dispuesto a dejar de ser
cristiano, y lo acredita prestando honores a los dioses, no debe imputársele su sospechoso pasado. A los neófitos se les continuaba reconociendo la posibilidad de comprar su libertad sacrificando a los dioses.