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LA TEORIA DE LA LIBERTAD Y EL PROBLEMA DEL CLINAMEN EN EPICURO ANDRES MARTINEZ LORCA “La declinatio atomorum a via recta es una de las consecuencias mas profundas de la fi losofia epicirea, esté fundada en su més inti- mo desarrollo. Cicerén se rie lindamente de ella: la filosofia es para él una cosa tan extra- fia como el presidente de las repiblicas de América del Norte. (.. .) Se puede decir, pues, que la declinatio atomi a recta via es la ley, el pulso interno, la cualidad especifica del dtomo; y este es el motivo por el que la doctrina de Demécrito fue completamente diferente, no fue una fi- losofia que hiciera época como la de Epi- curo”. Karl Marx, Cuadernos sobre la Allosofia epictirea. INTRODUCCION Uno de os rasgos intelectuales de Epicuro me parece ser su espiritu creador que le lleva a ela- borar un original sistema filos6fico contra el que choca la pereza mental, antigua y también moder- na, Consideremos, por ejemplo, el néicleo de su pensamiento desde un punto de vista general. Epi- curo continia la orientacién materialista de los physikoi y asume como concepcién global de! uni- verso el atomismo de Demécrito. Pareceria, por tanto, previsible que el materialismo epicareo im- plicara también un determinismo mecanicista. Sin embargo, el fil6sofo del Jardin, como veremos més adelante con detalle, rechaza enérgicamente todo determinismo y defiende la libertad humana. De un modo similar sucede en e! terreno ético: aqui formula un hedonismo que, en oposicién a los cirenaicos, concluye en una busqueda de la ausencia de dolor (ataraxia) y de los placeres estables y més espirituales mediante un tipo de vida ciertamente ascético, que motiv6 el que fueran confundi- dos aparentemente con los estoicos, y donde el cuerpo exige no ya saciar el maximo nimero de pla- ceres 010s més inmediatos y sensuales sino precisamente el modesto objetivo de atender las necesi- © Baetica. Estudios de Arte, Geografia e Historia 5, 1982, 441-454, ISSN: 0212-5099. Facultad de Filosofia y Letras, Universidad de Malaga. ‘Campus de Teatinos, £-29071 Malaga (Espafia) 442 ANDRES MARTINEZ LORCA dades fisicas imprescindibles para la existencia. Asimismo, en su embrionaria teoria del conoci- miento (Canénica) subraya, a diferencia de Demécrito, el papel fundamental de los sentidos pero no hasta el punto de convertirse en un mero empirista que, como pretenden algunos, caeria en un crudo ¢ individualista “sensacionalismo” en virtud del cual se estaria cegando el camino para alcan- zar la verdad tanto en la ética como en la gnoseologia (1). Podriamos seguir enumerando més ejem- plos pero pienso que no es necesario. En definitiva, la propia obra filoséfica de Epicuro exige para ser comprendida el méximo de rigor histérico-filologico y el minimo (ya que no es posible la total ausencia) de prejuicios ideol6gicos hacia ella. Dejo a un lado el extendido t6pico de tantos manua- les segn el cual Epicuro ni es fildsofo de verdadero valor teérico, ni original, sino un moralista co- mo habia tantos en la época helenistica. Tépico este que no s6lo encontramos en el mundo antiguo, vg. en Cicer6n, sino que, curiosamente, reaparece en algunos historiadores contemporéneos de la filosofia (2). Es verdad que hace ya casi siglo y medio que un joven radical alemén lamado Karl Marx se atrevié, de un modo concienzudo, a derribar éste y otros arraigados lugares comunes, co- menzando por el desprecio filoséfico de Hegel. Pero s6lo en 1927 se publicaron todas estas paginas en alemén y salvo en los uiltimos afios no han llegado a ser conocidas en los principales idiomas por amplios sectores de estudiosos que, en algunos casos, si son marxistas suelen considerarlas “des- varios juveniles” y si son hostiles al marxismo, “propaganda comunista” camuflada de abstrusa filo- sofia, Desde un plano filolégico se ha avanzado considerablemente a lo largo de los tiltimos siglos en la reconstruccién de la amplia obra de Epicuro cuya lamentable desaparicion (si exceptuamos tres cartas y algunos escasos fragments y sentencias) es el resultado, como escribe uno de nuestros mas inteligentes investigadores del mundo clésico, “no de la desidia secular, sino de la censura implaca- ble” de los rivales del epicureismo, entre los que sobresalieron platénicos, estoicos y cristianos (3). Hasta el iltimo tercio del siglo XV no aparece la primera ediciOn del De Rerum Natura de Lucrecio y en 1533 se edita el texto griego de Didgenes Laercio, libros ambos que siembran entre los humanis- tas del Renacimiento la semilla de la simpatia y la admiracién hacia Epicuro. No obstante, s6lo un fildsofo renacentista, Giordano Bruno, se tomé en serio la cosmologia epicirea. Mencién espe- cial en la época moderna merece el candnigo francés Pierre Gassendi que a mediados del siglo XVII publicé los escritos epiciireos con anotaciones criticas, tras una paciente investigaci6n de més de 20 afios. Aiin reconociendo el mérito a su labor, el joven Marx destacaré el esfuerzo baldio a que, en definitiva, estaba abocado Gassendi., “Busca conciliar su conciencia catélica con su saber pagano, a Epicuro con la Iglesia, 1o cual evidentemente era trabajo perdido. Es como si quisiera arrojar el hi- bito de una monja cristiana sobre el cuerpo bellamente floreciente de la Lais griega” (4). Su entu- siasmo por Epicuro, enfriado en las cuestiones més polémicas por la ortodoxia catélica, corre parejo con su hostilidad hacia Arist6teles y Descartes. (Curiosamente, el pensamiento epicireo tuvo su primer gran divulgador en Espafia en otro sacerdote catdlico, el inquieto abate Marchena que tradu- jo con brillantez el libro de Lucrecio a finales del siglo XVIII). (2) Cf. Cyril Bailey, The Greek Atomiss and Epieuras, Nueva York, Rustell ané Russel, 1964, pp. 252274 y 529-530, (@)_ CL, por ejemplo, Walther Kranz, La flsofa grega, México D.F, UTEHA 1964, vl Il, pp. 78-19 y Wilhelm Capelle, Mora dela i Sofa griqga, Madtid, Gredos, 1958, pp. 447-448, G) Cerlos Garcia Gual, Epicure, Madrid, Alianza Editorial, 1981, . 224 () Diferenia ene a flosofia dea natursese de Demdeio lade Epica, en Mark-Engels, Opee Complete, Roma, Editor Rit, 1980, vol 1p.23. Uilizo ene present trabajo la espléndia edcin italiana que, sobre a base de las ediciones critica alemanas MEW y nueva MEGA, ontieneno slo el texto de la disenacion de doctorado sino ambien lov interesantes Cuaderna sobre la filosfiaepiires yon comentasos ai De-dnima de Arstoteles pertenecientes a losllamados Cuadernos Bernese, acompanados todos ellos de um excelente aparato eiico, Exist tuna buena traduccion francesa de estos texos en Karl Mara, Dfrence dela philosophie dela nature cher Démocrite et Epicure Burdeos, Ed tions Ducros, 1970 La edicin castellana hasta ahora disponible comprende sola dsertacion y puede verse en Karl Marx, Difrencia dea flo sofia de la nauraleza en Democnio y en Epieur, Mad, Ayuso, 1971 LA TEORIA DE LA LIBERTAD Y EL PROBLEMA DEL CLINAMEN EN EPICURO 443 A.un gigante de la escuela filologica alemana, Hermann Usener, le debemos la preparacién de la extraordinaria antologia que lleva por titulo Epicurea y donde por orden temético y con un rigu- oso aparato critico se pudo tener por vez primera el maximo de material literario disponible de y sobre nuestro fildsofo, incluyendo la dispersa tradicién doxogréfica. En nuestro siglo hemos de anotar las laboriosisimas investigaciones destinadas a reconstruir los restos del Peri Physeas encon- trados en Herculano, cerca de Napoles, precisamente cuando esta region pertenecia a la Corona de Espafia durante el reinado de Carlos III. Aunque a juzgar por el importante volumen de papiros des- cubiertos no han sido espectaculares los resultados, dado el pésimo estado general de conservacion causado por el deterioro que llevan consigo 18 siglos enterrados bajo la erupcién del Vesubio, han aportado sin embargo testimonios parciales de interés relacionados con autores epicireos y, sobre todo, con la més ambiciosa obra del propio Epicuro tan decisiva para ilustrar el tema dela libertad. A. Vogliano en los primeros afios de nuestro siglo y M. Gigante en los mas recientes son los estu- diosos mis relevantes de los papiros de Herculano, cuyas pacientisimas transcripciones han sido da- das a conocer a un piiblico mas amplio por el principal editor de nuestro filésofo en la actualidad, Graziano Arrighetti. Desde un punto de vista mas sistematico que instrumental es obligado sefialar las aportaciones de C. Bailey y de E. Bignone: el primero tuvo el mérito de exponer la consistencia te6rica del epicureismo, su originalidad respecto al atomismo anterior con un rigor infrecuente, a pesar de la hostilidad contra el hedonismo y el materialismo de una sociedad como la inglesa tan puritana en los afios veinte; en cuanto a Bignone, su valor consistié en tomar como punto dé parti- da la hipétesis de una polémica Epicuro-Aristételes joven, sobre la base delos innovadores estudios de W, Jaeger quien, como es sabido, revolucioné las tradicionales interpretaciones aristotélicas. Co- mo el tiempo ha demostrado, el nuevo enfoque de Bignone ha sido de gran fecundidad y su limita- cién viene dada por haberse quedado demasiado corto respecto a la influencia aristotélica. El prestigio de Epicuro no ha hecho sino extenderse en los iltimos afios, de tal modo que las ediciones de sus escritos y la bibliografia sobre él en los principales idiomas pueden equipararse a las de los otros grandes fildsofos del mundo antiguo. No es ajena a tal influencia la profunda sim- patia del marxismo, sin duda elemento fundamental en ta cultura contempordnea. Sefialemos en es- te sentido las interesantes aportaciones de P. Nizan, B. Farrington y R. Mondolfo, quienes con- tintian la linea de investigaci6n iniciada por Bignone con el deseo apenas velado de “marxistizar” a Epicuro. Diferente es la perspectiva de M.A. Dynnik empefiado en hacer de Epicuro un coherente cientifico materialista y dialéctico. Un cambio de rumbo respecto a las interpretaciones anteriores, se ha producido més recientemente en investigadores de inspiracién marxista como los alemanes dela RDAR. Miiller, J. Mau y E.G. Schmidt y el francés J. Fallot: las limitaciones politico-sociales del epicureismo, el cardcter més ideol6gico que cientifico de su fisica atomista y su neta separacion, del marxismo, son ahora puestos de relieve. Es una vision menos roméntica y més contrastada que no olvida los puntos de contacto pero que ha desechado toda pretensién de convertir al epicureismo en un marxismo “avant la lettre”. Como ha escrito un marxista italiano, “se puede incluso, a este respecto, constatar sin violentaciones la existencia de dos puntos fundamentales que hacen particu- larmente interesante el pensamiento epicireo para el marxista actual, a despecho de todas las dife- rencias. Los dos puntos son el materialismo y el hedonismo” (5). No esté de més precisar aqui,aun- que sea de pasada, que el Marx maduro simpatiz6 sobre todo con Arist6teles, aunque algin neo-s- colistico ibérico pueda escandalizarse de ello. El elogio que aparece en las paginas de E! Capital es no s6lo el testimonio de un homengje sino también el reconocimiento de unas afinidades cientifi- (5). Sebastiano Timpanaro en Ia pretentacdn de Jean Fallot, I pacer fa morte nella flsofa i Epicuo, Turin, Binaus, 1977, p, XXVIL 444 ANDRES MARTINEZ LORCA cas comunes: Aristételes es el “gran pensador que primero analizé la forma del valor, como tantas otras formas del pensamiento, de la sociedad y de la naturaleza” (6). Por otra parte, contindan dando sus frutos los nuevos representantes de la tradicién historico- filoldgica europea, de lo que son buena prueba los numerosos estudios sobre Epicuro aparecidos. durante los iltimos 50 afios en alemén, inglés, italiano y francés. Por referirnos s6lo a un caso, re- cordemos nombres tan representativos de la escuela italiana como los de V.E. Alfieri, C. Diano, M. Gigante y G. Arrighetti. En nuestro pais, Epicuro ha sido generalmente desconocido y despreciado. Remedandoal poe- ta podiamos decir que la cultura espafiola “ayer dominadora, envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora’, La interpretacién moralista de Séneca se ha fundido entre nosotros con el perma- nente odio cristiano hacia el epicureismo, considerado un peligroso enemigo ideol6gico en el terre- no laico (7). Unase a ello el dominio casi absoluto de! clericalismo en nuestra historia cultural y se comprenderd que no s6lo G. Fraile en su Historia de la Filosofia afirme que “Epicuro se desentiende de las cuestiones puramente especulativas” sino que también el orteguiano Julian Marias coincida con el juicio anterior legando a escribir que después de Aristételes la filosofia griega “deja de ser explicitamente metafisica, para convertirse en simple especulacién moral”. Una brillante excepcion a constituye nuestro genial Quevedo con su breve tratado filosofico titulado Defensa de Epicuro, es- ctito entre los afios 1633-1634. Utilizando eficazmente sus profundos conocimientos de la cultura clésica, y en especial los testimonios de Séneca, subraya la altura moral dela doctrina epicirea des- de una perspectiva excesivamente estoica pero en la que no faltan ni la profunda simpatia de fondo hacia el filésofo del Jardin, ni el acierto en la critica a Cicerén (“en los libros de la filosofia mostré Cicerén més su oficio que su seso”). Esta defensa de un fildsofo considerado por la Escoléstica pro- totipo de hedonismo vulgar y de ateismo era algo extremadamente arriesgado en la Espaiia del siglo XVII. De ahi las repetidas cautelas ante una més que posible accién represiva de la implacable In- quisicién (“Condeno en Epicuro todas las palabras y opiniones que condena la santa y sola verdade- ra Iglesia catélica romana”). Sin embargo, hay una maravillosa dignidad intelectual en estas paginas llenas de erudicién: es el testimonio dramatico de un pensador que se atreve a rebelarse contra los que llama muy grificamente “censores avinagrados”, al tiempo que confiesa que teme “escarmenta- do” a los que “han de ladrar el haber osado yo moderar a Cicerén las alabanzas en la filosofia”. No confiaba mucho Quevedo en convencer a los representantes del fanatismo represor (“tengo por difi- cil reducir hombres catedraticos de su ignorancia, que pasan lo lego por profeso, sin saber otra fa- cultad que la que usan para juzgar y reprehender”). Para la posteridad dejé escrito este despiadado retrato de sus perseguidores (en este caso concreto, calumniadores de Epicuro), lleno de valor y lu- cidez: “mastines de los libros que, asalariados de la rabia contra el estudio, ponen la suficiencia en el veneno de sus dientes” (8). A partir de la década de los 60 ha comenzado a cambiar lentamente la tradicional actitud nues- tra de ignorancia y desprecio hacia el epicureismo habiendo influido en este giro la fecunda labor (6), Catlos Marx, £1 Capialsraduccion de Wenceslao Roces, México D-F, FCE, 1972.5 reimpresion de a2“ ed ol 1 p.28.lsubrayado es fe Marx {() “Al mismo tiempo, el riguroso materialismo y la dimension potencial de masas garantizada por su aicismo eleva la mis firme barrera een teal crstianismo, que verd en Epicuro ahoray siempre al enemigo de los enemigos” eljuicio es de . Innocent, Fpicuo, Florenca, La Nuove Tala, 1975, Sh (Don Francisco de Quevedo Villegas: Obras Compleas en prosa, Madrid, Aguilar, 1945, 3*ed.p. 891. Eltexontegro de a Defensa de Ep: ‘earo(que forma parte de un estudio mis ampliotulado Nombre, orgen, itena ecomendacion)decencia dea doctina stica)en pp. 819.891, LA TEORIA DE LA LIBERTAD Y EL PROBLEMA DEL CLINAMEN EN EPICURO 445 historiogriifica desarrollada en América Latina por el profesor italiano Rodolfo Mondolfo y las tra- ducciones de las obras de Farrington y Nizan cuya funcién ha sido la de servir de revulsivo. Como ejemplos de la nueva actitud destaquemos el fino ensayo del intelectual venezolano Antonio Pas- quali La Moral de Epicuro y el libro Epicuro de Carlos Garcia Gual que constituye una equilibrada sintesis general. La fisica subordinada a la ética. ‘Con cardcter previo al tema de mi investigacién me parece necesario subrayar el valor instru- mental que tiene la fisica dentro del sistema epicireo. “La imperturbabilidad (ataraxia) proviene de la completa liberacién de todo esto y del recuerdo continuo de los principios generales y fundamen- tales de la doctrina”, CH 82 (9). La tarea de a fisica (physiologia) consiste en indagar la causa de los fenémenos fundamentales. Nuestra felicidad reside en el conocimiento de los fenémenos celestes y en la determinacién desu naturaleza, CH 78. Se desvincula asi la felicidad de la religién; la felicidad humana se vincula a la ciencia, que ocupa un lugar subordinado para Epicuro. No es de extrafiar, por tanto, su critica a la erudicién astronémica porque puede provocar mas miedo que el de un sim- ple ignorante. Lo que de verdad pretende Epicuro, como aparece claramente al final de la Carta a Herodoto, es que podamos conseguir la serenidad (yaAnvauév), es decir, 1a calma semejante a la de! mar, CH 83, (Es muy sugerente el empleo del verbo ¢yyaAnvitw ibid. 37. En pocas ocasiones como ésta podemos ver tan claramente la unidad de fondo de toda cultura: en efecto, una categoria filosé- fica, \a serenidad o imperturbabilidad, se remite a un término filoldgico de uso infrecuente y en el ‘que subyace la antropologia del hombre mediterréneo para quien el mar azul de nuestras costas no es sindnimo de poder sino el ejemplo mismo de la tranquilidad permanente y de la belleza infinita. Ya el padre Homero, primer creador de la maravillosa y fecunda cultura griega, al nombrar a Ate- ia predilecta de Zeus y diosa de la sabiduria y de las artes— utilizaba siempre el calificativo ‘yravecime, literalmente ojos color de mar, glaucos). Pero son las paginas dela Carta a Pitocles las més significativas en este punto, sobre todo por la extrafia metodologia cientifica que nos proponen. El comienzo es practicamente el mismo: “el ii co objetivo del conocimiento de los fendmenos celestes es la tranquilidad yla segura confianza”, CP 85, el subrayado es mio. La novedad reside ms bien en el método de estudio de tales fenémenos que no puede ser sino el de multiples explicaciones (kara mheovaxév tpdnov), CP 86-87. La raz6n de ello consiste en que para Epicuro con el método de explicacién tnica nose consigue “la verdade- ra tranquilidad”. Lo importante no es, pues, la diversidad de opiniones sino el rechazo del mito yla busqueda de la tranquilidad de dnimo. De este modo, pueden aceptarse varias explicaciones sin sa- 9) Ellegao tteratio de Epicuro wilizado durante silos esth contenido en el libra X dels obese Diogenes Laercio titlada Vidas yopinio ses deovfos sires excita en sgl Ily que comprende ies carla yuna colecin de sentenciasconocidas con el nombre de Maximas Cpttoles. Hay gue afadit a ello el descubrimiento en IRB de las Sentenclas Vaticanas (Gnomolonlum Varcamum), os rstos del Per Pyseosy los fagmentos de nlgunos epicireos como Didgenes de Enosnda y Flodemo de Gadara,Parael texto gricgosigo la edicion de Von der Mehl Fpicurus, Eptoule tres et rataesententiae, Lepaig, Tevbnet, 1922 yen ocasones el Epicureade Usener, publicado en Leipzig el aho 1887. mejor y mas completa version moderna es lade Graziano Arighett en Epicure, Opere Turin, Einaudi, i967, que wlio normalmente. Para is traduccion castellana de Ios textos epicureos puede verse Carlos Garcia Gual, Epicure as de Epicuto ulizo las siguientes siglas en este trabajo: Herodoto Procter CM Carta'a Meneco MC Maximar Copitales SV Semencias Varicanas 446 ANDRES MARTINEZ LORCA ber cual es la correcta, con tal de que sean coherentes con los fenémenos y supriman el miedo. Al término de esta Carta sefiala el fin de los estudios fisicos y metereoldgicos como algo distinto de los estudios mismos y ello indica evidentemente su peculiar metodologia, muy alejada de la imagen cientifica y positivista que algunos investigadores han querido dar de Epicuro, (En un sentido simi- lar a los textos anteriores pueden verse las Mdximas Capitales XI, XII y XIII). Personalmente estoy pues en desacuerdo tanto con la insistencia de C. Bailey, 0. cit., pp. 313-315, en hacer de Epicuro un cientifico que se adelanté a su época, como con la conclusién a que llega M. A. Dynnik: “En reali- dad, Epicuro defendia la ciencia contra la religién, la dialéctica contra la escoléstica, la “linea” ma- terialista de Demécrito contra la “Linea” idealista de Plat6n” (10). Creo que Marx vié mejor este pro- blema al calificar a Demécrito de escéptico y empirico que buscaba “explicar y aprehender la existen- cia real de las cosas”, a diferencia de Epicuro, filésofo y dogmatico, cuyo modo de explicacién “tien de més bien a suprimir toda realidad objetiva de la naturaleza. (.. .) Epicuro procede, pues, con ili- mitada negligencia en la explicacién de los diversos fenémenos fisicos particulares. (.. .) Como se ve [se refiere ala Carta a Pitocles y a la doxografia], no hay aqui interés alguno por la investiga- cién de las causas reales de los objetos: se trata solamente de un tranquilizarse del sujeto que expli- ca” (11). EI clinamen es, segiin espero demostrar més adelante, pieza fundamental del sistema epicéreo que se constituye, en definitiva, como una filosofia de la libertad. No obstante, dada la diversidad de interpretaciones del epicureismo, algunas de ellas sorprendentes, y la necesidad de situar el con- cepto de clinamen en un marco més general cuyas coordenadas serian el materialismo filoséfico y el problema del movimiento, me ha parecido oportuno desarrollar el tema del presente articulo par- tiendo de dichas coordenadas para analizar después esa curiosa clase de movimiento consistente en la desviacién de la linea recta y finalmente las consecuencias que se derivan en los distintos planos del pensamiento de Epicuro. 1, PRINCIPIOS DEL MATERIALISMO DE EPICURO. Epicuro se inserta dentro de la gran tradicién materialista con la que comienza —no se olvide- lo que llamamos filosofia en las costas de Jonia y que encontrard después su més destacado repre- sentante en Demécrito de Abdera, tan admirado por Aristételes. Podemos aceptar como definicion general de materialismo filos6fico la que nos ofrece Manuel Sacristan: “el materialismo es en sus- tancia el enunciado, a nivel filoséfico explicito, del postulado inmanentista: el mundo debe expli- carse por si mismo” (12). Los principios del materialismo de Epicuro son estos: 12 No existe creacion absoluta. “Nada nace de la nada”, CH 38. O, como escribié Lucrecio en su poema De Rerum Natura, “na- da se ha creado jamas de la nada por el efecto de un poder divino”, I, 150. 22° No existe destruccién absoluta. “Si lo que desaparece se redujera a la nada, ya habrian perecido todas las cosas”, CH 39. “La na- (10) “Le diatecique d'Epicue", en Assocation Guillaume Budé, Acres du Ville. Conrés, Pars, Les Belles Lettres, 1969, p. 336 (U1) Diferencia ene la flovafie dela naturales de Deméero y ia de Epicur, en Matt-Engels Opere Complee, it, ¥ol. 1 pp39-40, (12) “La tatea de Engels enol ‘Anti-Dalring™™ en Federico Engels, Ani-Datving rélogo, México DF. Editorial Grialbo, 1968, 2 ed.» ww. LA TEORIA DE LA LIBERTAD Y EL PROBLEMA DEL CLINAMEN EN EPICURO 447 turaleza diluye cada cuerpo en sus elementos pero noo destruye hasta la aniquilacién”, Lucre- cio, I, 215-216. 3° El universo es eterno, inalterable ¢ infinito. “Los dtomos y el vacio existen desde toda la eternidad”, CH 44, “El universo ha sido siempre lo mismo que es ahora y seré 1o mismo por toda la eternidad”, CH 39. “El universo es infinito”, CH 41. Véanse también los siguientes pasajes de Lucrecio: I, 518- 519; I, 538-539; II, 294-295 y I, 958-959. Estos principios materialistas de la metafisica de Epicuro tienen su adecuada traducci6n en la teoria del conocimiento. La Carta a Herodoto sigue siendo el texto fundamental en este aspecto, Po- demos conocer -dice Epicuro- las cosas ocultas, desconocidas, por referencia a las cosas conocidas, CH 38. Y un poco més adelante afirma que para conjeturar lo invisible (ré &éSnhov) hay que utilizar la raz6n ayudada de la sensacién, ibid., 39. La concepcién del dtomo en Epicuro noes empirista en modo alguno: “jamés un atomo ha podido ser percibido por los sentidos”, CH 44. Por el contrari estamog en presencia deun coherente materialismo gnoseolégico aunque, en mi opinién, algo rudi mentario (16 cual, por otra parte, ha sido bastante frecuente en toda esta tradicién de pensamiento): “vemos las formas y pensamos porque algo de los objetos exteriores (rus dro risv #Ec0e0) pene- tra en nosotros”, CH 39. “La semejanza de las imagenes con las cosas existentes y Ilamadas reales no podria subsistir si no fueran estas mismas cosas de donde aquellas [las imagenes] se emiten”, CH 51. Demostrado lo anterior, podemos preguntarnos ahora si es determinista 0 no todo materialis- mo. C. Bailey fue, probablemente, quien se planted esta cuestion mas a fondo y su respuesta sigue siendo hoy compartida por la historiografia filos6fica de orientacién idealista. Veamos el principal pasaje en su conocida obra The Greek Atomists and Epicurus:“E| [Epicuro] deseaba asegurar “la libertad” como una ruptura ocasional de la “ley natural”. Si hay que criticarlo, no debe ser sobre la base técnica de inconsistencia en este detalle [el clinamen] sino sobre la base mas amplia de que en su sistema, en conjunto, estaba intentando lo imposible. Al escapar de la antigua nocién de la di- reccién divina del mundo, los atomistas habian elaborado una filosofia materialista dominada s6lo por las leyes uniformes de causa y efecto. (. ..) Tal compromiso es, en realidad, imposible: una con- cepcién totalmente materialista del mundo, que excluye juntamente lo espiritual y lo sobrenatural, debe conducir al determinismo y no hay auténtica escapatoria sino en el reconocimiento de algo dife- rente de las condiciones materiales y las causas” (13). Aparte de una descripcién del materialismo filos6fico excesivamente Ilena de prejuicios, la posicién de fondo de Bailey consiste en afirmar que fuera del idealismo, y en especial de la teoria providencialista, no hay lugar para la libertad y que, por tanto, todo consecuente materialismo es “per se” determinista. Por mi parte, pienso que esta apologética idealista es bastante incoherente y al partir de una premisa falsa (“todo materialismo es determinista”) no puede concluir sino de modo errdneo sobre algo que esté por demostrar. No nie- g0 por principio que existan sistemas materialistas de signo determinista pero esto mismo sucede en numerosos sistemas idealistas de matriz religioso-providencialista. Bailey ha subrayado en su obra la originalidad de Epicuro respecto a Demécrito, la consistencia del atomismo epicireo como sistema y lo ha documentado con admirable erudicién pero, en el fondo, no ha comprendido a Epi- (03) C.Baiey 0, cit p.321, El subrayado es mio. Una critica, en mi opinion bastante consistente, est punto de vista puede verse en M.A Dynnik, ar. et, 0. cit, p. 331 y 58 48, ANDRES MARTINEZ LORCA curo, cegado por su idealismo militante (14). La opinién de V.E. Alfieri me parece que pone el dedo en la Ilaga cuando -a pesar de su expreso alineamiento idealista~ reconoce que “el filisteismo de to- dos los tiempos ha buscado mantenerse alejado de cualquiera que fuese tildado de “materialista”, como si los materialistas fueran el grupo de apestados en la historia del pensamiento humano” (15). 2, EL MOVIMIENTO: DE LOS MILESIOS A EPICURO. El movimiento es una caracteristica fundamental del hilozoismo de los primeros filésofos: ya encontramos en Anaximandro (DK All) yen Anaximenes (DK A6) la afirmacién de la eternidad del movimiento. (Precisamente Jen6fanes (DK B26) en su intento por suavizar el antropomorfismo de sus predecesores niega el movimiento de Dios, en un claro precedente de la teologia de Arist6te- les). Lateoria atomista de Leucipo y Demécrito nace precisamente en el contexto de la polémica de Parménides que negaba el vacio y el movimiento para afirmar el ser en contra de Heraclito. Demé- crito habla del movimiento eterno de los étomos, posible tras el reconocimiento de la existencia del vacio, sin plantearse en absoluto el problema de una primera causa o primer motor, ni tampoco ningin principio exterior similar al Nétis de Anaxagoras 0 al Amor y el Odio de Empédocles. Hay una evolucién considerable en el concepto democriteo de movimiento respecto a los milesios y cu- ya fecundidad hist6rica quedaré demostrada algunos siglos después. “El materialismo de Leucipo y Demécrito ha restaurado la idea de movimiento como natural ala materia y, por tanto, pertenecien- te a ella desde siempre, pero de esta concepcién suprimieron los tltimos restos de animismo. El movimiento es puramente inanimado y mecénico. (. . .) Al rechazar la exigencia deun primer agen- te activo del movimiento, Leucipo y Demécrito estén mas cerca que Aristételes de las opiniones aceptadas entre los cientificos europeos desde Galileo y Descartes” (16). En general, se considera que Demécrito no reconocié un movimiento hacia abajo en los éto- ‘mos al no distinguir en ellos el peso. Precisamente las criticas de Arist6teles van dirigidas a la au- sencia de un movimiento natural en los étomos (17). G.S. Kirk, comentando este pasaje del De Coe- Jo, afirma que la pregunta de Arist6teles es impertinente: “El verdadero problema, hablando en tér- minos filos6ficos, radica en saber si los étomos y el vacio existieron siempre; si aceptamos su exis- tencia desde siempre, se puede aceptar también que siempre tuvieron mutua interacci6n” (18). Pero la dificultad aristotélica, en mi opini6n, tiene una profunda logica como subyace en las tltimas li- neas del fragmento y la modificacién de Epicuro, es decir, la introduccién del peso, es radicalmente aristotélica puesto que, partiendo de la eternidad del movimiento de los dtomos ~ mitido por Demécrito-, interioriza el movimiento en el atomo y responde asi a la cr rita. El propio Kirk reconoce implicitamente el problema cuando admite que “el movimiento regu- lar de los &tomos, el tinico que, tal vez, afrontaron plenamente Leucipo y Demécrito, se debe a sus (14) Por esto me parece excesvo el jicio de Eduardo Acosta que considera Bailey como “uno de los mis genie intérretes del atomismo epicireo" en Estudios sobre la moral de Epicure! Anistteles esoteric, Madrid, Fundacion Juan March, 1977,p.3. Discepo también profunds: ‘mente de a valoacion negativa que lleva cabo en esas mismas paginas dela eologaepicea, tema sobre el que espero volver con detlleen ‘tm ocasion (15) “Atomos Idea, Lrisine del conceto del'aromo nel pensero ereco, Florencia, Felice Le Monniet, 1983. p. VL (16) WAC. Guthrie, A Mstory of Greek Philosophy, Cambri, Cambridge University Press, 1969, vo. Ul p. 39. (01) “*Portanto, Leucipo y Deméerito, que consideran que los cuerposprimeros se mueven siempre en el vaio el infinito,deberian dcirnos {de qué clase es el movimiento y cul es el movimiento adecuado ast naturateza. Si de hecho, cada uno de los elementos es movido ala fuerza or algo distnta, es entonces necesario que cada uno de ellos tenga igualmente un movimienio natura, respetoalcua el olen eexteror:y {te primer movimiento no deb ser impuest sino natural. De olto modo l proceso se extlende aint” De Corl, 300 B8.16,ELsubrayado es ‘mio. CL tambien ibid, 275 429 y 3 (8) G.S. Kinky JE. Raven, Los Rldsofs Presocrtcos, Madrid, Gredos, 1979, p. 579. LA TEORIA DE LA LIBERTAD Y EL PROBLEMA DEL CLINAMEN EN EPICURO 449 rebotes después de la colisién, movimiento al que frecuentemente se le llama “derivado”; y es el ‘nico conocido en la mayoria de las fuentes doxogréficas” (19). Cicerén en De Finibus 1, 6, 17 censu- raa Epicuro por incluir el movimiento hacia abajo debido al peso. Pero como ha precisado un pres- tigioso historiador de la filosofia, “Ia influencia de Aristoteles y de la tradicién peripatética hizo im- posible ignorar la exigencia de un movimiento “natural” de los 4tomos, ldgicamente incluso, si no cronoldgicamente, anterior a los movimientos que se impartian unos a otros por su impacto. Nin- guna exigencia semejante se le presenté a Demécrito” (20). Para Epicuro, el movimiento viene demostrado por la experiencia sensible e implica la existen- cia del vacio, Los étomos tienen un movimiento continuo y eterno, CH 40 y 43. Por otra parte, las ‘inicas cualidades de los tomos son la forma (oxrua), el peso (Bdpos) yel tamafio (ueye6os). No existe cambio en los étomos pues es necesario que en la disolucién de los compuestos subsista algo sblido e indestructible, CH 54. El comentario de G. Arrighetti sobre este punto me parece muy acer- tado: “La preocupacién de Epicuro es la de salvar el cambio del mundo fenoménico y al mismo tiempo librarse de las dificultades contra este cambio planteadas en tiempos antiguos por el eleat ‘mo y en tiempos més recientes, con diferente autoridad, por Aristételes, Por tanto, Epicuro admite los cambios y, consiguientemente, la division de la materia pero hasta un cierto punto; estos, has- ta los dtomos: y en los étomos se ve precisado a reconocer aquellas tres cualidades sin las cuales habria destruido la realidad” (21). Los pardgrafos 61 y 62 dela Carta a Herodotoestan dedicados al estudio del movimiento de los Atomos. Los étomos, pesados o ligeros, tienen la misma velocidad, son equiveloces (ioraxeis) en el vacio. Asimismo, no hay diferencia de velocidad entre el movimiento hacia arriba, hacia el lado hacia abajo. El étomo se desplaza “con la rapidez del pensamiento” (tua vorjyari)hasta que choca con otro. Se puede suponer, como hace Arrighetti, que cuando choquen, el peso y el tamafio de los 4tomos tienen influencia sobre la velocidad. De los compuestos, unos son mas rapidos que otros de- bido a los choques; el movimiento interno de un compuesto es la resultante del movimiento de los. 4tomos que lo integran. 3. EL CLINAMEN. EI movimiento de los atomos consistente en una ligera desviacién de la linea recta, conocido en griego como xapeyeNots y en latin como “clinamen” o “declinatio”, que se atribuye tradicional- mente en la historiografia filosofica a Epicuro, bien para denostarlo bien para elogiarlo, guarda ain una buena dosis de enigma al menos en el plano estrictamente filologico. El hecho sorprendente es que en ningin fragmento de los textos de Epicuro que sehan conservado aparect el término en cuestién. Aunque por distintas razones de indole filoséfica se considera en general al clinamen co- ‘mo pieza bésica del sistema deEpicuro, no falta alguna voz discrepante como es el caso de Maurice Solovine. En sintesis, para este investigador francés “no solamente los escritos existentes de Epicu- ro no offecen nada que pueda servir de apoyo a esta extrafia idea sino que hay incluso elementos ue la excluyen positivamente” (22). Este pretendido argumento en contraes quizé una de las mejo- (09) 0. cits», 500. (20) W.KC'Gutnile, History of Grok Philosophy, cit vol. Tl, pp. 402-403. (2) Epicure, Oper. cit, p. 174 (22) “Note sur le “linamen’, en Epicure, Doctrines et maximes, Pars, Hermann, 1965, p. 178 450 ANDRES MARTINEZ LORCA. es pruebas a favor, como han venido a coincidir antiguos y modernos, criticos y simpatizantes de Epicuro, y que algunos de los textos que reproduciremos més adelante pondran de manifiesto, por- que efectivamente se hace incomprensible el sistema epicireo sin la introduccién en é1 del clina- men. El afiadido de que “en los fragmentos desu obra Sobre /a naturaleza no hay ninguna huella del clinamen” y que no vale la pena traducirlos porque “no afiaden nada esencial a lo que nos ensefian los escritos existentes de Epicuro” (23), es hoy completamente insostenible, si nolo era ya en 1938 cuando Solovine redacté esas lineas. Aludamos s6lo al interés excepcional del Libro incierto del Tepi dvews, Papiros de Herculano 1056, 697 y 1191 (24). El testimonio de autores antiguos a favor del clinamen en Epicuro es abundante (25). Ciceron es el mas fecundo de ellos y, aunque se burla de1o que considera una ficcién (no hay que pedirle de- masiada profundidad al ilustre escritor romano), atisba en De Fato, 10, 22, que “Epicuro piensa evi- tar la necesidad del destino por la declinaci6n del 4tomo”. Plutarco, por su parte, tan hostil a todo materialismo filos6fico, sintetiza muy bien la posicién de Epicuro: “El atomo se desvia lo menos posible de tal modo que los cuerpos celestes, los seres vivos y el azar puedan existir y nuestra libre voluntad no sea aniquilada”, De Sollertia Animalium, 7, p. 964 c. Didgenes de Enoanda, cuyo entu- siasmo epicireo le levé a mandar grabar en un largo muro de su ciudad amplios fragmentos del maestro, habla de que “existe también un movimiento libre en los étomos, que Demécrito no des- cubrié pero que Epicuro sacé a la luz, un movimiento de declinaci6n”, fr. 33, col. 2, edicién de Wi iam. Por encima de los demés autores sobresale en la antigiiedad la exposici6n del clinamen epici- Teo que nos ofrece el gran poeta romano Lucrecio (26). En su poema De Rerum Natura (libro Il, wv. 216-293) encontramos el mas detallado desarrollo del tema. En primer lugar, segiin nos dice, el cli- namen constituye un principio materialist, porque si aquel no se produjera “la naturaleza nunca hubiera creado nada”, v. 224. Esta desviacion hace también posible la libertad humana ya que rom- pe “las leyes del destino” (fati foedera), v. 254; pues “ide donde ha venido a la tierra esta libertad de que gozan los seres vivos?”, v, 256. El clinamen explica asimismo la accién de los animales y con- cretamente todo movimiento animal que no sea fruto del impulso exterior, de una violenta coac- cidn, vg. los caballos que al mismo abrirse las puertas no se lanzan a la carrera, v. 263 y ss. Por iilti- ‘mo, como una consecuencia en el plano moral, es el clinamen quien le permite al hombre resistir y no aceptar pasivamente los impulsos exteriores: “iVes, pues, ahora, aunque una fuerza exterior em- Puje a muchos y a menudo les fuerce a andar a pesar suyo y los arrastre y precipite, cémo hay sin embargo en nuestro pecho algo capaz de resistir y hacerle frente? (. . .) Pero lo que impide que la mente misma obedezca en todos sus actos a una necesidad interna (necessum intestinum), sea do- minada por ésta y tenga que soportarla pasivamente, es la exigua desviacion (exiguum clinamen) de Jos dtomos, en un lugar impreciso yen tiempo no determinado”, w. 277-280 y 289-293, “Lucrecio es el Unico de todos los antiguos que comprendié la fisica de Epicuro”, escribié el joven Marx en un elogio merecido de! poeta romano (27). (3) Mautice Solovin, ibid, pp. 174 y 32 (2H Epicuro, Oper et, pp. 123-133, CE. también os {@8)_En ely cisico Hermann Usener, Epicurea, Leipz {ran los siguentes textos referides al "0.9, 18; Cicer, De Natura Dera ‘Ades del pasaje fundamental de Li ‘dos, de Didgenes de Enoanda y Flodemo. (26) "Lucrecio, De fg Newraleza. Barcelona, Alma Mater, 1961 1) Djerenca ene la flosofia dela naruralze de Demécrvoy la de Eplcuro, en Marx-Engels, Oper Complete, cit, vol. bp. 43 omentarios de Arrgheti en pp. 234.244 y en la Intoduceidn, p, XXXV y ss 1857, edicin reproduaid en Rom, L'Erma di Bretschneder, 1963, pp, 19-201, 6- De Finibus,l6, 18; Cicer6n, De Fate, 10,22; Cicer, De Fao, 2,46; Ccer6n, De Fa ‘Contra Acodémicos, Ill 23y Pltarco, Deanimae_ procreatione in Tim. Plat. 01S € ra ioro i, 216.393; hay que ait tambign los textimonios, entonces descono LA TEORIA DE LA LIBERTAD Y EL PROBLEMA DEL CLINAMEN EN EPICURO 451 En la modernidad se acrecienta la incomprensi6n hacia Epicuro y su teoria del clinamen. Si el gran fildsofo idealista Hegel expresaba su mas absoluto desprecio hacia Epicuro, mucho tiempo an- tes el francés Gassendi divulgaba con admiracién su doctrina al tiempo que rechazaba el clinamen. El primero que rompié con esta tendencia fue un joven estudiante alemén llamado Karl Marxen su tesis de doctorado. (Durante sus afios de Liceo, como era de esperar, compartié la tradicional vision de Epicuro como un hedonista vulgar. En un examen de religion sobre “la union de los creyentes con Cristo segin Juan XV, 1-14”, que se ha conservado, escribia Marx: “por lo tanto, la unin con Cristo da una alegria que en vano intenta captar el epicureo en su filosofia superficial”, 0. cit., p. 735, el subrayado es mio). Solo en nuestro siglo ha triunfado esta posici6n reivindicadora del fildsofo del Jardin y de su teoria de la libertad. Marx comienza el estudio de este tema (“La declinacién del atomo de la linea recta”, parte 2.*, cap. I dela disertacién) reconociendo un triple movimiento de los étomos en el vacio: el primero, es el de la caida en linea recta, el segundo el de la desviacién de la linea recta y el tercero el del rechazo de muchos atomos. Considera al primero y tercero comunes a Demécrito y Epicuro y al segundo propio de Epicuro solamente. (Es muy discutible el reconocimiento del primero en Demécrito). Re- produce después algunas criticas de Cicerdn y de Bayle que “conciben la declinacién en un modo tan exterior e incoherente”, contraponiéndolos a Lucrecio. Cicerén, por ejemplo, censuraba a Epi- curo porque el clinamen sucede sin causa y no hay nada mas humillante para un fisico. Respuesta de Marx: “el étomo, antes de ser colocado en la determinacién de la declinacién no esté atin completo en modo alguno. Buscar, por tanto, la causa de esta determinacion significaria entonces buscar la causa que convierte al 4tomo en principio, cuestién evidentemente carente de sentido para quien el tomo es la causa de todo y por eso él mismo carece de causa” (28). Aunque en una linea argumen- tativa anti-hegeliana, Marx reinterpreta la coherencia del clinamen desde una dialéctica profunda- ‘mente “berlinesa” (para usar la expresién de Heine) incluso en los detalles, como en esa curiosa re~ ferencia a los astros. “Pero /a existencia relativa que se contrapone al étomo, el modo de ser que él de- be negar, es 1a linea recta. La negacién inmediata de este movimiento es otro movimiento, que se re- presenta también espacialmente, Ja desviacién de la linea recta. Los étomos son cuerpos completamente auténomos, o més bien, el cuerpo pensado en su auto- nomia absoluta, como los cuerpos celestes. Ellos se mueven, en efecto, como éstos no en linea recta sino oblicua. El movimiento de la caida es el movimiento de la no-autonomia. Si entonces Epicuro representa en el movimiento del atomo, seguin la linea recta, la materiali- dad, con la declinacién de la linea recta ha realizado la determinacién formal y estas determinacio- nes opuestas estén representadas como movimientos directamente opuestos” (29). Hasta tal punto el joven Marx valoré el clinamen que en los Cuadernos sobre la filosofia epicti- rea lo califica de “ley del dtomo” y en la disertacién atribuye a Lucrecio la expresion “Lex atomi” que no aparece en el De Rerum Natura y que, segiin todos los indicios, fue inventada por él en alemén y traducida posteriormente al latin. El clinamen deja de ser para Marx una arbitrariedad, una ficcién, como tantas veces se habia pensado, para convertirse en eje del sistema epicureo: “La declinacién del dtomo de la linea recta no es una determinacién particular que ocurra accidentalmente en la fisica epicirea. Al contrario, la ley que ella expresa domina toda la filosofia de Epicuro ciertamen- (28) Bid, p. 45. I subrayado es de Mary (29) Bip. 44. EI submyado es de Mars 452 ANDRES MARTINEZ LORCA 1, como es obvio, en un modo tal que la determinacién de su manifestarse depende de la esfera en la cual es aplicada” (30). 4, LA TEORIA DE LA LIBERTAD. El clinamen, piedra angular del sistema epicireo, nos hace ver que el hilo conductor de esta fi- losofia es la idea de libertad. Mas aiin, creo que el sistema de Epicuro puede definirse como una espléndida teoria de la libertad elaborada en los distintos planos de la realidad: metafisico, fisico, psicol6gico y moral. Los textos de que, afortunadamente, disponemos ya del Ilept ‘buses nos per- miten iluminar en su totalidad esta teoria de la libertad, sugerente incluso para nosotros a pesar de Ia lejania de los siglos. En un plano metafisico, el clinamen permite, como dice Lucrecio, que la naturaleza cree, es de- cir, la inteligibilidad de un principio basico de! materialismo filosofico. Se introduce asi lo que lla- maba con acierto Didgenes de Enoanda “un movimiento libre de los atomos”, Epicuro reduce al ab- surdo la admisién del determinismo: “El que dice que todo acontece por necesidad nada puede ob- jetar al que niega que todo acontece por necesidad, pues esto mismo afirma que acontece por nece- sidad”, SV 40. Y en el fr. 28 del libro incierto del [epi icecss (Papiros de Herculano 1056, 697 y 1191) habla del circulo vicioso en que cae el que tiene que proceder al infinito al admitir que todo esta determinado por la necesidad Dentro de un plano fisico, Epicuro se opone a la necesidad con que, segin Demécrito, actéia la naturaleza. Aunque el movimiento periddico de los astros se cumple por necesidad, o sea, regido por leyes fisicas, para rechazar asi la idea de providencia divina (CH 77), rechaza la hipdtesis de Demécrito de que los mundos se forman por necesidad, CP 90. En un pasaje impresionante de la Carta a Meneceo, Epicuro, infatigable fustigador de la mitologia religiosa, lega a decir que si se plantea el dilema entre la necesidad fisica y aquella mitologia, él prefiere esta dltima porque asi, al ‘menos, queda lugar para la esperanza: “Porque ia quién estimas mejor que aquel que sobre los dio- ses tiene opiniones piadosas. . . que se burla del destino, considerado por algunos como sefior su- premo de todo, diciendo que algunas cosas suceden por necesidad, otras por azar y que otras depen- den de nosotros, porque la necesidad es irresponsable, el azar es incierto y lo que est en nuestras ‘manos no tiene duefio, por lo cual le acompaiia la censura 0 la alabanza? Porque era mejor de hecho creer en los mitos sobre los dioses que ser esclavas del destino de las fisicos. Aquelios, en efecto, esbo- zan una esperanza de aplacar a los dioses por medio de la veneracién, pero éste entrafia una inexo- rable necesidad”, CM 133-134, el subrayado es mio. También en el antes citado libro incierto, fr. 29, se refiere a este problema hablando de “tonta necesidad”, pues si se admite ésta “no se puede decir ue las cosas sucedan por otras cosas sino s6lo por esto, por necesidad”. Y en el fragmento 30 elogia (G0) Ibid, pp. 45-46, EI subrayado ex de Mars importncia fundamental del clinamen en Epiuro es hoy un lugar comin dentro dela mejor historiograialosbfica, Veamos 103. ~Laformulacion misma de teria de cinamensuponee conocimlento de a sea aistotlica”: A Jannone, “La polémiqued'Epicure contre Aristote, en Assoeation Guillaume Bude, Actes du Ville. Conré, cit, . 344 “This apparently unexplained hypothesis became a keypoint of his system W.K.C. Guthrie, 0. cit, vol. p. 18 LA TEORIA DE LA LIBERTAD Y EL PROBLEMA DEL CLINAMEN EN EPICURO 453 a Demécrito, cosa rara en él, pero no puede por menos que entrar en polémica calificando la contri- bucion de éste de “gran cosa imitil” (ueydda kougisavres) al haber puesto como causa de todo la necesidad y el azar. La teoria de la libertad en el plano psicologico la podemos reconstruir bastante bien gracias al mismo libro incierto del Tlepi bucews que venimos comentando (31). En él se refiere Epicuro al “principio de la causalidad voluntaria”, que puede identificarse con la libertad de decision del alma humana, y a las “naturalezas primeras” que un critico tan autorizado como Arrighetti considera una alusién ala doctrina del clinamen (fr. 22). El argumento de este fragmento es “la demostraci6n de la independencia de los movimientos psiquicos respecto de la constitucién atomica” (Arrighetti). En el fr. 23 subraya Epicuro que el cardcter mismo puede modificarse y, por lo tanto, nose puede impu- tar a la constitucién natural la causa de acciones cuyo origen hay que buscar en la libre voluntad del hombre. La lucha entre las tendencias naturales y la voluntad, un tema ya planteado a fondo por S6- crates, es abordado posteriormente (fr. 24). En definitiva, en palabras del propio Epicuro, “depende de nuestra voluntad el movimiento del alma y que se determine en un sentido o en otro; e incluso aquello que de fuera llega a nosotros por necesidad a través de los poros [los simulacros] estda veces en nuestro poder yen poder de nuestras opiniones”, ibid., fr.26. (Un desarrollo complementa- rio del mismo tema puede encontrarse en los dos fragmentos del libro incierto del epi bvaews,Pa- piro de Herculano 1420, edicién de Arrighetti p. 133). Para la Etica epicirea la libertad del individuo es un supuesto previo, atin a costa de aislarse de la sociedad intentando vivir felizen el seno de pequefias comunidades de amigos. Se contrapone asi el sabio (a0pdc) ala mayoria (ot zodAoi) en una moral elitista, una de cuyas consecuencias es la de ponerse de espaldas.a toda realidad politica. El hombre es duefio de sus acciones, como hemos visto en la Carta a Meneceo. El sabio no cree que a fortuna 0 azar (rixn) sea un dios y aunque existe a ve- ces la fortuna, puede oponerse a ella y de este modo convertir en realidad el lema epicareo: mejor ser desafortunados y sabios que tontos y afortunados, CM 133-134, MC 16 y Fragmento escogido 25. Se comprende que Epicuro prociame la libertad (AevJepia) como el maximo fruto de la auto- suficiencia (abrapxe‘a), SV 77; pero esta libertad es puramente subjetiva. Lleva razon Garcia Gual (©. cit., pp. 191-197) cuando sefiala que, a diferencia de Platon y Aristételes para quienes s6lo era autdrquica la polis, para Epicuro lo es s6lo el individuo. Pero si ya en tiempos de Aristételes la au- tarquia de la polis era mas un suefio que una realidad, la propuesta de Epicuro no parece que pueda ir més lejos de una permanente utopia individualista. Nietzsche, tan buen escritor como fino psicé- logo, observé a este respecto que “los epiciireos renuncian a casi todo”. No obstante, en el plano moral Epicuro rechaza todo determinismo (“La necesidad es un mal pero no hay ninguna necesidad de vivir bajo la necesidad”, SV9) e incluso la posibilidad de la adivinacién (“La adivinacién no tiene consistencia real alguna; pues sila tuviera, seria necesario pensar que los acontecimientos {predi- chos por ella] no estén en nuestro poder”, Didgenes Laercio, X, 135). Se afirma la libertad huma- na, tanto para poder superar ciertos instintos sin ser dominado pasivamente, como para “liberarnos de la cércel de los negocios y de la politica”, SV 58. En resumen, Epicuro es un coherente filésofo materialista que, a diferencia de Demécrito, de- sarrolla toda una teoria de la libertad y para ello se ve obligado a reelaborar el atomismo ante las cri- G1) CL. Cato Diano, *Le probiéme du lbee rbite dans te repl wboewe'. en Association Guillaume Bude, o, eit, p, 337-582 y Evan: shélos Moutsoupoulos, “Le ‘linamen’, source erreur. ibid. pp, 175-182. 454 ANDRES MARTINEZ LORCA ticas de Platén y, sobre todo, de Aristételes. Entre Los antiguos destaca por ser el filésofo de la liber- tad, no del azar, que ya en Demécrito era una necesidad mecénica pero que se convertiria en un te- mido dios en el helenismo. Hijo de una terrible época hist6rica marcada por la opresién politica y la inestabilidad social, su sistema lleva el sello de su tiempo: desconfianza en el Estado y en la socie- dad y vueltaa la practica de las comunidades pitagéricas aunque ya con un cardcter puramente laico y no religioso. Como escribié Marx en una expresiva metafora, “la filosofia epicirea y estoica fue- ron la fortuna de su propio tiempo; como la mariposa nocturna, cuando se ha puesto el sol univer sal, buscan la luz de la Limpara de lo privado” (32). ¥ es que, como gustaba de decir Hegel, “todo dividuo es hijo de su pueblo, en un estadio determinado del desarrollo deeste pueblo. Nadie puede saltar por encima del espiritu de su pueblo, como no puede saltar por encima de la tierra” (33). No pudo Epicuro adelantarse a épocas futuras pero si creé con genialidad y audacia un sistema filos6fi- ‘co que resulta ininteligible sin la libertad humana pues, en el fondo, es todo él una teoria de la liber- tad que descansa sobre el original concepto de clinamen. Lo cual, bien mirado, no es demasiado po- co. (G2) MarscEngels, Opere Complete i p. $22 (33) Lecciones sobre la Flosfia de la Historia Universal, Madsid, Revista de Occidente, 1974, 4 ed, p. 90

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