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1 Los inmuebles estén unos al lado de otros. Estén ali- neados. Esté previsto que estén alineados, es una falta grave cuando no estén alineados: se dice entonces que estan heridos de alineamiento, esto quiere decir que se los puede demoler, con objeto de reconstruirlos en alinea- miento con otros. El alineamiento paralelo de dos series de inmuebles de- termina lo que se llama una calle: la calle es un espacio bordeado, generalmente en sus dos lados més largos, de casas; la calle es lo que separa unas casas de otras, y tam- bién lo que permite ir de una casa a otra, bien a lo largo de la calle, bien atravesindola. Ademés, la calle es lo que permite localizar las casas. Existen diferentes sistemas de localizacién; el més extendido, en nuestros dias y en nues- tros climas, consiste en dar un nombre a la calle y unos néimeros a las casas: la cuestién del nombre de las calles es extremadamente compleja y a menudo incluso espino- sa, y sobre ella se podrfan escribir varias obras: en cuan- 9 to a la numeracién, no es tan simple como parece: en primer lugar, se decidié que se pondrian los ntimeros pares a un lado y los impares al otro (pero, como se pre= gunta muy bien un personaje de Raymond Queneau en. Le wol d'Icare: «13 bis, zes una cifta par 0 impar?>»), en gundo lugar, que de acuerdo con el sentido de la calle, los niimeros pares estarfan a la derecha (y los impares a la izquierda) y, en tercer lugar, que el susodicho sentido de Ia calle estarfa generalmente determinado (aunque conocemos muchas excepciones) por la posicién de la suso- dicha calle en relacién con un eje fijo, el Sena en este caso: las calles paralelas al Sena estén numeradas de arriba a abajo, las calles perpendiculares parten del Sena y se ale- jan de él (estas explicaciones conciernen a Paris evidente- mente; se puede suponer razonablemente que soluciones anélogas han sido pensadas para otras ciudades), Al contrario que los inmuebles que pertenecen desde casi siempre a alguien, las calles no pertenecen a nadie en principio. Estén repartidas, bastante equitativamente, entre una zona reservada a los vehiculos automéviles, y que se llama calzada, y dos zonas, evidentemente més estrechas, reservadas a los peatones, que se Ilaman aceras.. Cierta cantidad de calles estén enteramente reservadas a los peatones, sea de manera permanente, sea para ciertas ocasiones particulares. Las zonas de contacto entre la cal- zada y las aceras permiten aparcar a los automovilistas que ya no quieren circular. Como la cantidad de vehicu- los aucoméviles descosos de no circular es mucho més grande que la cantidad de plazas disponibles, se han limi~ tado esas posibilidades de estacionamiento, bien en el interior de ciertos perimetros Mlamados «zonas azules» 80 con tiempo de estacionamiento limitado, bien, de modo més general, estableciendo un pago por estacionamien- to. No es frecuente que haya drboles en las calles, Cuando los hay, estén rodeados de una pequefia reja. Por contra, la mayoria de la calles estin equipadas con instalaciones especificas correspondientes a diversos servicios: hay fa- rolas que se encienden automédticamente cuando la luz del dia comienza a decrecer de modo significativo; para- das en las que los usuarios pueden esperar la llegada de los autobuses o de los taxis; cabinas telef6nicas, bancos ptiblicos; buzones donde los ciudadanos pueden deposi- tar cartas que el servicio de correos recogerd en horas determinadas; mecanismos de relojerfa destinados a re- cibir el dinero necesario para un estacionamiento de tiempo limitado; cestos reservados a los papeles usados y otros detritos, a los que muchas personas echan com- pulsivamente una mirada furciva al pasar; semaforos de circulacién. Hay igualmente paneles de sefializacién de carretera que indican, por ejemplo, que conviene apar- car a uno u otro lado de la calle segiin se esté 0 no en la primera o en la segunda quincena del mes (lo que se la- lateral alterno»), 0 que hay que guardar riguroso silencio dada la proximidad de un hospital o, finalmente y sobre todo, que la calle es de sentido Gnico: la afluencia de vehiculos automéviles es tal que la circulacién seria casi imposible si no se hubie- ra cogido la costumbre, desde hace algunos afios y en la mayoria de las aglomeraciones urbanas, de obligar a los automovilistas a no circular més que en una sola direc ci6n, lo cual evidentemente les obliga a realizar a veces importantes desvios. En algunos cruces considerados particularmente peli~ ‘gr0sos, la comunicacién entre las aceras y la calzada, que suele ser normalmente libre, esta prohibida por medio de estacas metilicas enlazadas con cadenas; estacas idén- ticas plantadas en las aceras sirven a veces incluso para impedir que los vehiculos vengan a aparcar en las aceras, cosa que hatfan a menudo si no se les impidiera. En fi en ciertas circunstancias —desfiles militares, paso de jefes de Estado, etc.— trozos enteros de calzada pueden estar prohibidos por medio de barreras metélicas ligeras que se imbrican las unas en las otras. En algunos lugares de las aceras unas desnivelaciones en arco circular, familiarmente llamadas «barcos», indi- can que vehiculos automéviles pueden estar aparcados en el interior de inmuebles y que conviene dejarles perma- nentemente la posibilidad de salir; en otros lugares, unos pequeiios azulejos encastrados en el reborde de las aceras indican que aquella porcién de acera esta reservada al estacionamiento de coches de alquiler. La unin de la calzada y de las aceras tiene el nombre de cuneta: se trata de una zona ligeramente inclinada, gra cias a la cual las aguas de Iuvia pueden fluir hacia tema de alcantarillado que se encuentra debajo de la call en lugar de extenderse a todo lo ancho de la calzada, lo cual fastidiaria considerablemente la circulacién automé- vil. Durante varios siglos slo hubo una cuneta y se en- contraba en medio de la calzada, pero todo el mundo esté de acuerdo en considerar que el sistema actual esté mejor adaptado. A falta de agua de Iluvia, el mantenimiento de las calzadas y de las aceras esta asegurado gracias a tomas de agua que se hallan instaladas en casi todos los cruces 2 de calles y que se abren por medio de Ilaves en forma de T de las que van provistos los empleados municipales encargados de la limpieza de las calles. En principio siempre es posible pasar de un lado a otro de la calle utilizando pasos protegidos que los vehiculos automéviles slo deben franquear con extrema precau- ci6n. Estos pasos protegidos estén sefializados, bien sea con dos series paralelas, perpendiculares al ee de la calle, de clavos metilicos cuya cabeza tiene un didmetro de més 0 menos doce centimetros, de donde viene el nom- bre de “pasos de clavos” que se da a estas zonas protegi- das, bien sea con anchas bandas de pintura dispuescas oblicuamente todo a lo ancho de la calle (entonces se Ha- man pasos materializados). Bl sistema de pasos de clavos 0 materializados no parece tener ya la eficacia que tuvo si duda en otro tiempo, y a menudo es necesario afiadirle un mas de sincronizaci6n extraordinariamente complejos, pa- ta resolver los cuales trabajan sin descanso algunos de los ordenadores mas grandes del mundo y algunas de las inte- ligencias consideradas como las més brillantes de nuestra época. En diferentes lugares, unas cémaras teledirigidas vigi- lan lo que esta ocurriendo: hay una encima de la Camara de los Diputados, justo bajo la gran bandera tricolor; otra en la plaza Edmond Rostand, en el eje del bulevar Saint-Michel; también hay otras en Alésit Clichy, en el Chatelet, en la plaza de la Bast 83 2 En la calle Linné he visto a dos ciegos. Andaban cogi- dos por el brazo. Ambos Ilevaban largos bastones extre- madamente flexibles. Uno de los dos era una mujer de unos cincuenta afios, el otro un hombre muy joven. La mujer iba rozando con el extremo de su bast6n todos los obstéculos verticales que se alzaban a lo largo de la acera y, guiando el bastén del joven, se los hacia tocar de la misma manera indicéndole, muy deprisa y sin equivo- carse nunca, de qué obstéculos se trataba: una farola, una parada de autobiis, una cabina telefénica, una papelera, un buz6n, un panel de sefalizacién (no ha podido preci- sar lo que sefialaba el panel evidentemente), un seméfo- 10... Observar la calle de vez en cuando, quizé con un esmero un poco sistemético. Aplicarse. Tomarse su tiempo. Anotar el lugar: la terraza del café cerca del cruce Bac- Saint-Germain lahora las siete de la tarde lafecha —: quince de mayo de 1973 el tiempo: seguro que bueno Anotar lo que se ve. Aquello que sea importante. ;Sabe- mos ver lo que es importante? ;Hay algo que nos lame la atencién? 84 ‘Nada nos llama la atencién. No sabemos ver. Hay que ir mas despacio, casi torpemente. Obligarse a escribir sobre lo que no tiene interés, lo que es mas evi- dente, lo més comin, lo mas apagado. La calle: tratar de describir la calle, de qué est hecha, para qué sirve. La gente en las calles. Los coches. ¢Qué tipo de coches? Los inmuebles: anotar si son més bien confortables, mas bien sefioriales; distinguir entre los inmuebles de viviendas y los ¢ oficiales. Las tien- das. ¢Qué se vende en las tiendas? No hay tiendas dé ali- mentacién. ;Ah! si, hay una panaderfa. Preguntarse dén- de hace la compra la gente del barrio. Los cafés. Cuantos cafés hay? Uno, dos, tres, cuatro. ¢Por qué se ha elegido éste? Porque lo conocemos, por- que le da el sol, porque tiene estanco. Los demés comer- cios: anticuarios, ropa, hi-fi, etc. No decir, no escribir «etc.». Obligarse a agotar el tema, incluso si tiene aspec- to grotesco, 0 futil, 0 esttipido. Todavia no hemos mi do nada, s6lo hemos repertoriado lo que desde hacia tiempo habjamos repertoriado. Obligarse a ver con més sencillez. Descubrir un ritmo: el paso de los coches: los coches Hle- gan por paquetes porque arriba o abajo de la calle han estado parados en los seméforos. Contar los coches. Mirar las matriculas de los coches. Distinguir los coches matriculados en Parfs y los demés. ‘Anotar la ausencia de taxis a pesar de que precisamen- 85 te parece que hay numerosas personas que los esperan, Leer lo que esté escrito en la calle: columnas Morriss, quios- cos de periédicos, anuncios, paneles de circulaci6n, graffi- ti, octavillas tiradas en el suelo, rétulos de los comercios. Mujeres guapas. Los tacones clemasiado altos estén de moda Descifrar un trozo de ciudad, deducir evidencias: la obse- sién por la propiedad, por ejemplo. Describir la cantidad de operaciones que realiza el conductor de un vehiculo aucomévil cuando aparca sdlamente para ir a comprar cien gramos de dulce de frutas: —aparcar haciendo una cierta cantidad de maniobras — quitar el contacto — retirar la llave, lo cual pone en marcha un primer dis- positivo antirrobo —extraerse del vehiculo — subir la ventanilla de la puerta delantera de la izquierda — ponerle el seguro — verificar que la puerta trasera izquierda tiene puesto el seguro; si no: abrirla accionar el seguro desde del interior cerrar de un portazo verificar que en efecto esta bloqueada — dar una vuelta alrededor del coche; como minimo, verificar que el maletero esta bien cerrado con Ilave — verificar que la puerta trasera derecha esta bloqueada; si no, realizar de nuevo el conjunto de operaciones ya efectuado coi la puerta trasera izquierda — subir la ventanilla de la puerta delantera derecha 86 — cerrar la puerta delantera derecha — poner el seguro — antes de alejarse, echar una mirada circular como pa- ra asegurarse de que el coche atin esté ahf y que nadie vendri a llevirselo. Descifrar un trozo de ciudad. Sus circuitos: zpor qué los autobuses van de tal sitio a tal sitio? ¢Quién elige k nerarios, y en funcién de qué? Acordarse de que el tra- yecto de un autobiis parisiense intra-muros esta definido por un ntimero de dos cifras, de las que la primera hace referencia a la parada central y la segunda a la periférica. Encontrar ejemplos, encontrar excepciones: todos los au- tobuses cuyo ntimero comienza por la cifta 2 parten de la estacién de Saint-Lazare, por la cifta 3 de la estacién del Este; todos los autobuses cuyo niimero termina con un 2 Hlegan grosso modo hasta el distrito 16 0 hasta Bologne. (Antes se usaban letras: la $, que tanto le gustaba a Que- eau, ahora es el 84; conmoverse con el recuerdo de los autobuses de plataforma, la forma de los billetes, el co- bradot con su maquinita sujeta a la cineura...) La gente en la calle: ¢de dénde vienen? za dénde van? equiénes son? Gente con prisa. Gente sin prisa. Paquetes. Gente pru- dente que ha sacado el impermeable. Perros: son los tini- cos animales visibles. No se ven pajaros ~sin embargo sabemos que hay péjaros— tampoco se les oye. Podrfamos vislumbrar un gato deslizéndose bajo un coche, pero en realidad este hecho no se produce. Total, que no pasa nada, ‘Tratar de clasificar a la gente: los que son del barrio y los que no son del barrio. No parece que haya curistas. La €poca no se presta, y ademis el barrio no es especi mente turistico. ¢Cusles son las curiosidades del ba- trio? {La casa de Salomon Bernard? ;La iglesia de Saint-Thomas-d'Aquin? El n° 5 de la calle Sébastien- Bortin? El tiempo pasa. Beberse la cafia. Esperar. Notar que los arboles estan lejos (alli, en el bulevar Saint-Germain y en el bulevar Raspail), que no hay ci- nes, ni teatros, que no se ve ninguna obra aparente, que la mayoria de las casas parecen haber obedecido las pres- cripciones de revocado de fachadas. Un perro, de una especie rara (;galgo afgano? ¢galgo afri- cano?) Un'land-rover que parece equipado para atravesar el Sé- hara (asf y todo, anotamos sélo lo ins6lito, lo particular, lo miserablemente excepcional: habria que hacer lo con- trario). Continuar Hasta que el lugar se haga improbable hasta tener la impresién, durante un brevisimo instante, de estar en una ciudad extranjera 0, mejor atin, hasta no entender ya lo que pasa 0 lo que no pasa, que el lugar se convierta en un lugar extranjero, que incluso ya no se sepa que esto se llama una ciudad, una cal aceras... 88 ianas, romperlo todo, que crez- jerba, cambiar la gente por vacas, ver cémo apare- \g-Kong 0 la rata fortificada de Tex Avery en el cruce de la calle Bac y del bulevar Saint-Germain, cien metros por encima de los tejados! © también: esforzarse por imaginar, con la mayor preci- sién posible, bajo la red de c: el paso de las lineas de metro, subterrdnea de conductos (electricidad, g fonicas, conducciones de agua, red neumética sin la cual la vida seria imposible en la superficie. de cantera, las margas y los guijarrales, el yeso, la caliza lacustre de Saint-Ouen, las arenas de Beauchamp, la caliza O bien: Borrador de carta Pienso en ti, a menudo de vez en cuando vuelvo a un café, me siento cerca de la puerta, pido un café sobre el velador de marmol de dosamente mi paquete de cigarrillos, una caja de ce un bloc, mi rotulador estoy removiendo un rato la cucharilla en la taza de café (sin embargo no echo azticar al café, me lo bebo dejando que el aziicar se funda en la boca, como la gente del nor- te, como los rusos y los polacos cuando beben té) Hago como si estuviera preocupado, como si reflexiona- ra, como si tuviera que tomar una decisién En la parte de arriba y a la derecha de la hoja de papel pongo la fecha, a veces el lugar, otras veces la hora, hago como que escribo una carta escribo lentamente, muy lentamente, lo mas lentamente posible, trazo, dibujo cada letra, cada acento, verifico los signos de puntuacién miro atentamente un cartelito, las tarifas de los helados y pastelillos, un herraje, una persiana, el cenicero amarillo, hexagonal (de hecho se trata de un triéngulo equilateral, en cuyos angulos cortados se han hecho las depresiones en semicfrculo donde pueden colocarse los cigarrillos) Fuera brilla un poco el sol el café esta casi vacfo dos revocadores de fachadas beben un ron en la barra, el duefio dormita detrés de la caja, la camarera limpia la cafetera pienso en ti vas andando por la calle, ¢s invierno, levantas el cuello de tu abrigo de lobo, estas sonriente y lejana (..) Los lugares (Notas sobre un trabajo que estoy haciendo) En 1969 seleccioné en Paris 12 lugares (calles, plazas, cruces, un pasaje) en los que habja vivido, 0 a los que me unfan recuerdos muy particulares. Me propuse hacer cada mes la descripcién de dos de estos lugares. Una de estas descripciones se hace en el mismo lugar y lo mas neucra posible: sentado en un café 6 andando por la calle, con un cuaderno y un boligrafo en la mano, trato de describir las casas, los comercios, la gente con la que me encuentro, los carteles y, de un mo- do general, codos los detalles que atraen mi mirada, La otra descripcién se hace en un sitio diferente del lugar: entonces trato de describir el lugar de memoria y de evocar todos los recuerdos relacionados con él que se me ocurren, sean acontecimientos que ocurrieron alli, sea gente que encontré alli, Cuando estén terminadas estas descripciones, las meto en un sobre y lo sello con cera. En algunas ocasiones me he hecho acompafiar al lugar que estaba describiendo por uno 0 una amigo(a) fordgra- fo(a) que, libremente o siguiendo mis indicaciones, ha tomado fotos que he metido en los sobres correspondien- tes, sin mirarlas (salvo una tan ambién en alguna ocasién he metido en estos sobres diversos elementos que mas tarde serfan susceptibles de servir como testimonio, por ejemplo billetes de metro, o bien tickets de consu- mo, entradas de cine, 0 prospectos, etc. Cada afio comienzo de nuevo estas descripciones te- niendo cuidado, gracias a un algoritmo que ya he citado (bi-cuadrado latino ortogonal, éste de orden 12), prime- 1 ramente, de describir cada uno de estos lugares en un mes diferente del afio, luego, de no describir el mismo mes el mismo par de lugares. Esta empresa, que se parece un poco en su principio a las «bombas de tiempo», duraré doce afios, hasta que todos los lugares hayan sido descritos dos veces doce veces. Como el afio pasado estuve demasiado preocupado por el rodaje de “Un homme qui dort” (en el que apare- cen ademés la mayorfa de estos lugares), me he saltado el afio 73 y entonces no tendré los 288 textos producto de esta experiencia hasta 1981 (a menos que sufra otro re~ traso...). Entonces sabré si valfa la pena: lo que espero en efecto no es otra cosa que dejar huella de un jecimiento: el de los lugares mismos, el de mis recuerdos y el de mi escritura. el barrio 1 El barrio. Qué es eso de un barrio? :Ta trio? ¢Eres del barrio? ;Has cambiado de barrio? En qué barrio estas? El barrio tiene algo de amorfo realmente: una especie de parroquia 0, de un modo més estricto, la cuarta parte de un distrito, el trocito de ciudad que depende de una co- misaria... De un modo més general: la porcién de ciudad en la que uno se desplaza ficilmente a pie 0, por decirlo en forma de perogrullada, la parte de ciudad a la que no ‘hay que trasladarse, puesto que precisamente ya esta~ mos en ella. Parece que esta claro; quizés habria que precisar que para la mayoria de los habitanees de una ciudad, todo esto tiene el corolario siguiente: el barrio es cambién la porcién de ciudad en la que no se eraba- ja: barrio se Hama aquel sitio donde se vive y no don- de se trabaja, y los lugares de residencia y los lugares de trabajo no coinciden casi nunca: esto también es una evidencia, pero sus consecuencias son innumera- bles. 93, La vida de barrio Es una frase muy importante. De acuerdo, estan los vecinos, esta la gente del barrio, los comerciantes, la lecheria, el todo para la casa, el estan- co que esté abierto los domingos, la farmacia, correos, el café del que si no somos un asiduo al menos somos un cliente regular (le damos la mano al duefio 0 a la cama- rera). Evidentemente podriamos cultivar estas costumbres, it siempre al mismo carnicero, dejar los paquetes en el ul- tramarinos, abrir una cuenta en el droguero, llamar a la farmacetitica por su nombre, confiar el gato a la vende- dora de periédicos, pero por mucho que se esto no constituirfa una vida, no podria crear | ser la vida: crearfa un espacio familiar, suscitarfa un iti- nerario (salir de casa, ir a comprar el periddico de la tar~ de, un paquete de cigarrillos, un paquete de detergente en-polvo, un kilo de cerezas, etc.), pretexto acompafiado de algunos apretones de manos un tanto linguidos, bue- nos dias sefiora Chamissac, buenos dfas sefior Fernand, buenos dias sefiorita Jeanne, pero nunca serfa mas que una dulzona apariencia de la necesidad, una manera de envolver lo mercantil Evidencemente podrfamos fundar una orquesta o hacer teatro en la calle. Animar el barrio, como se suele decir. Juntar a la gente de una calle o de un grupo de calles por una causa o un combate y no por la simple convi- vencia. La muerte del barrio ‘También es una frase muy importante (ademés hay muchas més cosas que mueren: las ciuda- des, los campos, etc.) Lo que més pena me da es el cine del barrio, con aque- Ios horribles anuncios de la tintoreria de la esquina. 2 De todo lo precedente puedo sacar la conclusién, poco satisfactoria a decir verdad, de que sélo tengo una idea muy aproximativa de lo que es un barrio. Es verdad que ha cambiado bastante en los iiltimos afios: y verdadera- ‘mente no he tenido tiempo de adaptarme. Me sirvo poco de mi barrio. Algunos de mis amigos vi- ven en el mismo barrio que yo sélo por casualidad. Mis es centros de interés son més bien excéntricos en relacién con mi casa. No tengo nada contra el hecho de moverse, al contrario. {Por qué no privilegiar la dispersi6n? En lugar de vivir en un Gnico lugar y procurar identificarse con él, ¢por qué no tener cinco 0 seis habitaciones diseminadas por Paris? Iria a dormir a Denfere, escribirfa en la plaza Vol- taire, oirfa miisica en la plaza de Clichy, harfa el amor en la poterna de los dlamos, comerfa en la calle Tombe-Issoi- re, leerfa cerca del parque Monceau, etc. ¢Acaso esto es mids estiipido que poner a todos los comerciantes de mue- bles en Saint-Antoine, a todos los comerciantes de cristal en la calle Paradis, a todos los sastres en la calle Sentier, a 95 todos los judios en la calle Rosiers, a todos los estud tes en el barrio Latino, a todos los editores en Saint Sulpice, a todos los médicos en Harley Street, a todos los negros en Haarlem? la ciudad 1 Les toits de Paris, coucbés sur le dos, Leurs petites pattes en Vain. Raymond Queneau No tratar de encontrar demasiado deprisa una defini- cién de la ciudad; es un asunto demasiado vasto, y hay muchas posibilidades de equivocarse. Primero, hacer el inventario de lo que vemos. Enume- rar aquello de lo que estamos seguros. Establecer distin- ciones elementales: por ejemplo entre lo que es la ciudad y lo que no es la ciudad. Interesarse por aquello que separa la ciudad de lo que no es la ciudad, Mirar lo que ocurre cuando la ciudad se para, Por ejemplo (ya he abordado este tema a propésito de las calles), un método absolutamente infalible para saber si nos encontramos en Paris o en el exterior de Pa- ris consiste en mirar el ntimero de los autobuses: nen dos cifras estamos en Paris, si tienen tres estamos fuera de Paris (desgraciadamente no es tan infalible co- mo esto, pero debiera serlo en principio). Reconocer que las afueras tienen una fuerte tendencia a dejar de ser afueras. “Tomar buena nota de que la ciudad no siempre ha sido lo que era. Acordarse por ejemplo de que Auteuil fue ru- 7 ral durante mucho tiempo; hasta mediados del siglo XIX, cuando los médicos vefan que un nifio estaba demasiado paliducho, recomendaban a los padres que pasaran algu- nos dias en Auteuil para respirar el aire sano del campo (ademés todavia existe en Auteuil una lecheria que per- siste en llamarse la Granja de Auteuil). ‘Acordarse también de que el Arco de Triunfo fue cons truido en el campo (no era verdaderamente el campo, six no més bien el equivalente del parque de Boulogne, pero en todo caso no era realmente la ciudad). ‘Acordarse también de que Saint-Denis, Bagnolet, Au- bervilliers son ciudades mucho més importantes que Poi tiers, Annecy o Saint-Nazaire. ‘Acordarse de que todo lo que se llama «faubourg> se encontraba en el exterior de Ia ciudad (faubourg Saint= “Antoine, faubourg Saint-Denis, faubourg Saint-Germain, faubourg Saint-Honoré). ‘Acordarse de que si se decfa Saint-Germain-des-Prés, €s porque habia prados. ‘Acordarse de que un «boulevard» es originalmente un paseo plantado de arboles que rodea una ciudad y que ocupa normalmente el espacio donde estaban las anti~ guas murallas, ‘Acordarse de que, por cierto, todo estaba fortificado... 2 El viento sopla del mar: los olores nauseabundos de las ciudades son empujados hacia el este en Europa, ha~ cia el oeste en América. Por esta raz6n los barrios chics 98 estan al oeste en Parts (el sexto distrito, Neuilly, Saint- Cloud, etc.) y en Londres (el West End) y al este en New ‘York (el East Side). 3 Una ciudad: piedra, cemento, asfalto. Desconocidos, mo- numentos, insticuciones. Ciudades rentaculares. Arterias. Muchedum- ¢Hormigueros? 2Qué es el corazén de una ciudad? ¢E1 alma de una ciu- dad? ¢Por qué se dice que una ciudad es bonita 0 ¢s fea? iene de bonito y de feo una ciudad? ¢Cémo se conoce una ciudad? {Cémo conoce uno su ciudad? Método: habria que renunciar a hablar de la ciudad, a hablar sobre la ciudad, 0 bien obligarse a hablar de ella del modo més simple del mundo, hablar de ella de forma evidente, familiar. Abandonar toda idea preconcebida. Dejar de pensar en términos muy elaborados, olvidar lo que han dicho los urbanistas y los sociélogos.. Hay algo espancoso en la idea misma de la ciudad; se tiene Ia impresién de que slo podremos aferrarnos a imagenes tragicas o desesperadas: Metrépolis, el univer- so mineral, el mundo petrificado, que s6lo podremos acu- ‘mular sin tregua preguntas sin respuesta. Nunca nos podremos explicar o justificar la ciudad. La ciudad esté ahi, Es nuestro espacio y no tenemos otro. Hemos nacido en ciudades. Hemos crecido en ciudades. Respiramos en ciudades, Cuando cogemos ¢l tren es para 99 ir de una ciudad a otra ciudad. No hay nada de inhumano en una ciudad, como no sea nuestra propia humanidad. Miciudad Vivo en Paris. Es la capital de Fra que Francia s ‘Como muchas otras ciudades, Paris fue construida muy cerca de siete colinas. Que son: el monte Valérien, Mont= martre, Montparnasse, Montsouris, la colina de Ch las Buttes-Chaumont y la Butce-aux-Cai Sainte-Genevitve, etc. Evidentemente no conozco todas las calles de Parfs. Pero tengo siempre una idea clara del lugar en que se encuen- tran, Aunque quisiera me seria dificil perderme en Paris, Dispongo de numerosos puntos de referencia. Casi siem= pre sé en qué direccién debo coger el metro. Conozco bas- tante bien el itinerario de los autobuses; sé explicar a un taxista el trayecto que deseo realizar. El nombre de las calles casi nunca me es extrafio, las caracteristicas de los barrios me son familiares; identifico sin demasiado esfuer~ 20 las iglesias y otros monumentos; sé dénde estan las estaciones. Numerosos lugares estén unidos a recuerdos precisos: se trata de casas donde han vivido antes amigos que he perdido de vista, o bien se trata de un café donde he jugado durante seis horas seguidas al billar eléctrico (con s6lo meter una dinica moneda de veinte céntimos), 0 bien se trata de la plazoleta en la que he leido La Peau de Chagrin mientras vigilaba los retozos de mi sobrinita. En la época en 100 Me gusta andar por Paris. A veces durante toda una tar- de, sin rumbo preciso, aunque tampoco al azar, ni a la aven- cura, pero tratando de dejarme llevar. A veces tomando el primer autobiis que para (no se puede tomar el aurobtis al vuelo). O bien preparando cuidadosamente, sistemstica- mente, un itinerario. Si cuviera tiempo, me gustaria con- cebir y resolver problemas andlogos al de los puentes de Koenigsberg 0, por ejemplo, encontrar un erayecto que, atravesando Paris de parte a parte, s6lo cuviera en cuen- ta calles que comiencen por la letra C. Me gusta mi ciudad, pero no sabria decir exactamente lo que me gusta de ella. No creo que sea el olor. Estoy demasiado acostumbrado a los monumentos como para tener ganas de mirarlos. Me gustan ciertas luces, algunos puentes, terrazas de cafés. Me gusta mucho pasar por un sitio que no he visto hace tiempo. Sabemos ir de la estacién 0 del air terminal al hotel. Queremos que no esté demasiado lejos. Nos gustaria estar en el centro, Estudiamos cuidadosamente el plano de la ciudad. Vamos repertoriando los museos, los par- ques, los lugares que nos han recomendado que veamos a toda costa, Vamos a ver los cuadros y las iglesias. Nos gustaria mucho pasearnos, callejear, pero no nos atrevemos; no sa- bemos ir a la deriva, tenemos miedo de perdernos. In- cluso no andamos de verdad, vamos siempre a toda prisa. No sabemos muy bien qué mirar. Casi nos emocionamos si nos topamos con la oficina de Air-France, casi a punto lorat si vemos Le Monde en un quiosco de peri Ningtin lugar se deja atar a un recuerdo, a una emoci6n, a un rostro. Repertoriamos salones de té, cafeterias, milk-bares, tabernas, restaurantes. Pasamos delante de tuna estatua. Es la de Ludwig Spankerfel di Nominatore, el célebre cervecero. Miramos con interés unos juegos completos de Ilaves inglesas (nos podemos permitir el lujo de perder dos horas y nos paseamos durante dos ho- ras; Zpor qué nos atraera esto mas que lo otro? Espacio neutro, todavia no conferido, pricticamente sin referen- cias: no sabemos cuinto tiempo hace falta para ir de un sitio a otro; de golpe nos damos cuenta de que vamos terriblemente adelantados). Dos dias pueden bastar para que empecemos a aclima~ ‘tarnos. El dia que descubrimos que la estatua de Ludwi Spankerfel di Nominatore (el célebre cervecero) esta s6lo a tres minutos del hotel (al final de la calle Prince-Adal~ bert) mientras que antes empledbamos una larga media hora para llegar alli, empezamos a tomar posesién de la ciudad. Lo cual no quiere decir que empecemos a habi- tarla. ‘A menudo guardamos de estas ciudades el recuerdo de’ tun encanto indefinible a pesar de haberlas rozado s6lo lie geramente: el recuerdo mismo de nuestra indecisiGn, de nuestros pasos vacilantes, de nuestra mirada que no sabia hacia qué volverse y que no se emocionaba con casi nada tuna calle casi vacfa poblada de grandes plétanos (eran plétanos?) en Belgrado, una fachada de cerimica en Sarrebriick, las cuestas en las calles de Edimburgo, la 102 anchura del Rhin, en Bale, y la cuerda ~el nombre exac- to serfa el andarivel~ que va guiando la balsa que lo atra- Del curismo Quant a vir la vill, il n'y pensait imine pas, éant de cette race d’Anglais «qui fons visiter par leur domestique les pays quiils traversent Jules Verne (Le tour du monde en 80 jours) Mejor que visitar Londres, quedarse en casa, junto a la chimenea y leer las irreemplazables informaciones que proporciona el Baedeker (edicién de 1907): Lea temporada (season), es decir las meses de mayo, junio y ju- lio, es la tpoca mas favorable para visitar Londres; es cuando se retine ol Parlamento, cuando la alta sociedad reside en la ciudad, cuando los primeros acoresocupan la escena de las gran des teatros y cuando las exposiciones artésticas estan en todo su splendor. El resto del pats puede visitarse todo el alo, excepto las montaitas. su. Sino se encuentra ningiin policia en el vecindario, in- formarse en un comercio. No se drija a un descomocido més que en caso de absoluta mecsidad, y no responda a ninguna pregun- ta de ningiin transeinte, sobretoda en francés, ya que esta pre- gunta es probablemente preliminar a un robo o un timo, Por lo demés el extranjero deberd estar continuamente atento y sobre tudo tener cwidado con su bolsa y su reloj. Recordar esta recomendacién cal subir al tren y al omnibus, ast coma al bajar, en resumi cuentas allf donde haya una aglomeracin. En las calles muy fre= cuentadas los peatones deberén guardar su derecha como es de uso comiin. Por la noche evitar igualmente los barrios pobres y las calles apartadas. Los fervocarviles metropolitanos (...) son vias de circulaciOn importantes para las carreras largas en Londres. Lo més 8 que pasen bajo tierra, a poca profundidad, por tineles trin- cheras bordeadas de altas murallas (...) Los trenescirculan el cinturtn interior de 5 y media de la maitana basta la mediar~ noche (...) Se coge 1 billee, (ticket) en la ventanilla (boo- king-office) y se baja a la vfa. En el primer nivel, un revisor le indica por qué lado (plat-form) hay que subir. La gran O roja dels biletes significa wouter», es decir via exterior, y la gran T «inner», es decir interior. Un indicador le da a conocer la di- > reccn del prixim tren y el nombre de la siltima parade esté e5- crita en grandes letras en la parte delantera de la locomotora. Las conductores van anuncianda las estaciones, cayos nombres figuran ‘por lo dems en risulos,faroles y respaldos de los bancos del an din, Paradas muy cortas: darse prisa. Programa: incluso para un viajero incansable y que se contente con un vistazo superficial, des senanas apenas son suficientes para ‘acerse una idea nm poco clara de Londres y sus alrededores. Una dissribucion mesédica del tiempo facilitard mucho esta tarea (...) ‘por la maitana y por Ia tarde se puede ir a ver las iglesias, muchas cde las cuales estén abiertas todo el dia, y a pasearse por los par- (ques, los jardin botdnico y zooldgicn. Por la tarde, de 5 a 7, antes de la cena, se puede dar una vuelta por Regent Street 0 Hy- de Park, siempre animades por un gentio compacto, brillantes

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