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Traduecin de HERERO RUB MICHAEL WALZER LAS ESFERAS DE LA JUSTICIA Una defensa del pluralismo y la igualdad BE FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO XL EL RECONOCIMIENTO LALUCHA POR EL RECONOCIMIENTO Una sociologia dels itules EN UNA sociedad jerérquica como la de la Europa feudal, el titulo es la deno- minacién de un rango ay ombre de una persona. Llamar a una persona por su titulo es ‘orden social y, dependiendo del lugar, oliferan comuinmente en las categorias istinciones y sugieren la intensidad y la importancia de la lucha por el reconocimiento. Las categorfas inferiores Feci- ben titulos de manera mas burda, y las mujeres y los hombres de més bajo ni- ino que son llamados por sus nombres de eral despectivo (“esclavo”,, “muchacho”, © sans-culottes—, de modo que el : reflexivo, y el caminar por la calle es una exigencia de respeto 0 una aceptacién de inferioridad. Si conocemos tulos de todos, entonces conocemos el orden social: sabemos a quiet ares que musa dlerencay gules nos nen que mos imos préparados para tocios fos encuentros. La nv Sans pes ‘gran conveniéricia ce una mar que en juede ni esperar ni temer no ser visto. il tan baja como para no tener tn escala~ elogio - ELRECONOCIMIENTO 261 tros para cada rango, incluso para los mas bajos; con mayor raz6n, entonces, para los mas elevados. También afirma que Tos hombres y las mujeres que fracasen tratan- do de vivir de acuerdo con tales parametros podrén perder el honor de sus ‘Pero los hombres y las mujeres de la aristocracia no pueden sufrit ‘amente esa pérdida. Acerca de la ctispide de la jerarquia podemos decir lo que lord Melbourne dijo, con admiracién, acerca de la Muy Noble (Orden de la Jarretera: "No hay ningtin mugroso mérito en ella.” El elogio y Ja censura son irrelevantes; no hay nada que poner a prueba y nada que ‘tas y caballeros pueden portarse mal, y a menudo Io ‘sociales bien podrén advertirlo y comentarlo entre circulos més amplios, no pueden reme- pu darlos en situaciones piiblicas. Lejos de poder reb revoluciGn, queda otra que ceder ante cia que por costumbre son a los at 30 pod su patron. En una sociedad jerdrquica, 3s y a inferiores, pero el reconocimiento a poder politico predomina. En ninguno de estos casos elelogio y la cens torgados libremente. (En ninguno de ellos, por cierto, el amor y el son libremente otorgados, o los gustos y los disgustos libremente expresados, y ello bien puede ser més importante; con todo, en este orden de cosas me in- {eresa algo mis: el respeto més que el amor, el desprecio mas que el odio, Ja forma en que los in valoran y la forma en que son valorados por Ja sociedad en su conjunto.) Es probable que el predominio de la categoria y Ja sangre, ya que no el de la riqueza material y el poder, pueda ser tan fuerte ° Toda a aan de er da clavitu, ha indicado Orlando Paterson, s degrada ydeshon- {El precio que alcanzan en lasabastay cualquier oto valor o reconcemiento ce valor les es nega- {de Sa eanbargo, ellos amor no partipan on eta negacén. "En los abundantes ysérdicos Patterson, "no existe en absoluto prusba alguna para sugerr ‘hecho consciente Inconcepeion de degradacion sustontda frupos se encuentran Sinplemente en guora, como Hoge afima, {Bose enliende meior através dela tori dels gueras juss einjustas, no a ravés dela teria Ge a pstcin estrbutiva (0. Patterson, Slavery ane Social Dell. A Comparative Study, Cambride ge Mass, 198, p.97y cap. 3.) 22 ELRECONOCIMIENTO ‘que sea imposible incluso concebir un reconocimiento libre. Sin embargo, en el mundo judeocristiano, tal concepcién ha sido siempre posible porque Dios ‘ofrece un modelo juzgendo a hombres y mujeres sin tomar en cuenta su posicién en el mundo, ¢ insinuando cierto escepticismo social: ‘Cuando Adin cavaba y Eva hilaba, {quien era entonces el caballera? tuna pregunta subversiva. La doctrina religiosa jerarquia, y las instituciones religiosas répidamente la di ambas confirmando fos postulados fundamentales de un orden jerérquico. Los reconocimientos dependen no de juicios independientes sino de prejui- ios sociales, consagrados en denominaciones como “gentilhombre”, “escude- rf nd” (¥ “Senior obisy qué realidad haya detrés de estas de- lo cual tenemos que absienernos de hablar. Pero si bien la lucha por el reconocimiento siempre esta afectada por tales pprejuicios sociales, no esta determinada completamente por ellos. Quienes se hallan al margen de todo rango, preocupados a causa de sobajamientos, du- plican la insistencia en sus titulos; para ellos el titulo posee un valor indepen- iente, que defienden como si se lo hubieran ganado. Dentro de cada rango estén calculadas condiciones especificas de honor. Estas parecerén arbitrarias ¢@ incluso descabelladas a quienes se encuentren afuera, mas fijan los pardme- ‘ros mediante los‘cuales fos hombres y las mujeres en posesién de los mismos titulos se distinguen unos de otros. Las distinciones son mas enconadamente controvertidas mientras menor sea el fundamento que parezcan tener. Hobbes consideraba las disputas de los aristocratas de su tiempo, y en especial el.dualo, como una de las formas arquetfpicas de la guerra de toxlos contra todos. Los hombres ponian en peligro sus vidas por el honor, si bien Jas causas por las cuales peleaban eran objetivamente de poca importancia: “bagatelas, tales como una palabra, una sontisa, una opiniGn distinta, y cual- uier otra sefial de menospreci Tales luchas tienen lugar s6lo entre iguales, dentro de categorias, no entre cllos..Cuando las categories inferiores desafian a las superiores, no conside- ramos i no una fevolueion. Es posible imaginar dis- tintas clases de revolucién, pero aqui s6lo he de considerar las revoluciones dlemocraticas de la época modema, qué teprésentan un ataque a la totalidad el sistema de prejulcios Sociales y culminan con la sustituci6n de un titulo ) por la jerarquia de los titulos. Fl titulo que a fin de cuentas gana, aun- due no eset priero en ser elegido, proviene-de ln exteria rx baa dela aristocracia o del orden caballeresco. En la Tengua in el de master, concensado én Mr, que durante prefijo ceremonial acostumbrado, antepuesto al nombre de cual hombre de nivel inferior al de caballero armad humilde pero indeterminado, en el status social. inglesa, el titulo comin “Thomas Hebe, Lvl, parte np 1, ELRECONOCIMIENTO, os titulos de cortesfa, el limite inferior para su aplicacién ha ido en descenso”.' En los Estados Unidos, aunque no en Inglaterra, no superior alguno para su aplicaciOn. incluso en Inglaterra, este titulo univ ha sido adoptado por hombres poderosos: “Mr. Pitt como Mr. Pym”, esc Emerson, “pensaron que el titulo de Mister valia ante cualquier rey en Europa.” Durante el primer Congreso estadunidense se hi propuestas para conferir al presidente de los Estados Unidos al decidié que Superior que proviniera del pasado aristocratico, aunque denominacién de su cargo bastaba; directamente apelado, dent” En toda Europa el resultado fue el mismo: monsieur, Herr, signo seflor, y todos ellos se cozresponden con el master/Mr. titulo de honor, aunque no ce honor méximo, fue convert ral. Los titulos revolucionatios altemativos —"hermano”, “ciu marada”— representan un rechazo a tal generalizacin; més tarde he de regresar a este asunto. tuna sociedad de tos a cualquiera qq dad de los genera una igualdad de esperanzas y luego una competencia general. La lucha por el honor, que estallé entre los aristocratas Y desemperiara un papel tan importante en la temprane literatura modema, Reha extendido ahora al hombre comiin y corriente. Sin embargo, no es el honor aristocrético lo perseguido por el hombre comin. Conforme la lucha asi también se diversificaban los bienes sociales en cuestidn, multiplicéndose sus nombres. Honor, respeto, status, reputacién, dignidad, rango, considert deferencia, homenaje, aprecio, gloria, fama, 7 representan una acumulacin a través del tiempo y fueron usadas or ‘mente en distintos entomos sociales y para distintos fines. Con todo, pode- ‘mos captar su elemento comin. Son las denominaciones de reconocimientos favorables, desprovistes de toda especificacién de clase. Sus opuestos son, 0 reconocimientos desfavorables (deshonrt), o bien no-reconocimientos (descon- Sideraci). Tocqueville pensaba que los no-reconocimientos eran imposibles bajo el antiguo régimen —y también innecesarios: se podia sobajar a un in- dividuo haciéndole saber (que uno conocia cudl era) su lugar—. En el nuevo régimen nadie tiene un lugar fijo; es posible sobajar a un individuo neganco que existe, que poses en abs ehusdndonos a reconocer su per- sonalidad 0 su existencia . No es dificil entender que ello podria resultar peor que ser “situaco” en el nivel mas bajo posible. Ser un in- tocable es (tal vez) menos atroz que ser im , la carrera esta abierta al talento, los reconoci- '¢ pueda ganar. Parafraseando a Hobbes, la No hace mucho, en ciertas comarcas de la India “un intocable tenia que gritar como advertencia antes de entrar a una calle a fin de que el pueblo menos vil pudiera apartarse de su , Le, en The Complete Essays and Other Writings of Ralph Weido Emesen, Brooke Askinson, comp. (Nueva York, 1940), p. 723. TELL Menken, Te Avterion Langage 9d, Nova Yor, 1838), p. 276. 264 EL RECONOCIMIENTO presencia contaminante”.’ Apenas puedo imaginarme qué situacién provo- catia un alarido tal, pero al menos la persona que lo pi formidable presencia, y podra encontrar cierta satisfaccién dems huyen temerosos a su paso. Al hombre invisible le satisfaccién. Por otra parte, tan pronto se despoja de su status de extranjero 0 de aria, entra en la sociedad no con tal o cual categoria inferior, sino como alguien que compite por el honor y la reputacidn en igualdad de condicio- nes. Y anuncia su entrada diciendo: “Llamenme sefior.” Esta persona reclama para si el titulo general y entra a la lucha general. Dado que no tiene categoria fija alguna, cado que nadie sabe adénde per- tenece, debe establecer su propio valor, y s6lo puede lograrlo ganandose el re conocimiento de sus companeros. Cada uno de ells intentafograr lo mismo, de ahi que jetericia no tenga fronteras sociales, a no ser las nacionales; tampoco ite temporal alguno. La competencia sigue sin interrupcién y los participantes pronto se dan cuenta dé que él honor de ayer sirve de poco fen el mercado def hoy. No pueden di ‘en sus laureles, daben estar alertas a cualquier desaire. ida que su compa- fiero lo valore de acuerdo con la medida ha fijado para si mismo”, esctibe Hobbes, “y ante cualquier signé dé desprétio 0 de menosprecio, natu: ralmente que se esfuerza, tanto como pueda atreversé, para sacar extorsiones un mayor valor por parte de aquellos que lo desairan’ embargo, hablar solamente de extorsion es demasiado radical. Puesto qui formas del recofiocimiento son diversas, ast también los métodos para adqn rirlas, Los competidores especulan en el mercado, intrigan en contra de sus ivales cercanos y transigen a fin de lograr pequefias ganancias —yo te ad- mio si ti me admiras también—; despliegan poder, gastan dinero, exhiben Dienes, hacen regalos, propagan chismes, s2 5 mi rfan en un escenario —todo ello por el rec ‘una vez, lo vuelven a hacer de nuevo, co: cis diatias ala vista de sus compa ico porla manana, Con todo, por més compleja que sea la lucha, la “extorsién” mencionada por Hobbes capta a fin de cuentas uno demandas, son reacios a dar. Sospecho | quiere e incluso necesita dar y recibir recon ecesitamos héroes, hombres, y mujeres a quienes podamos admi estricciones y sin inhi- Diciones.™ Pero nos cuidamos de encontrar a tales personas entre nuestros amigos y vecinos. Tales descubrimientos son dificiles porque desaffan nues- tro propio valor y obligan a ine6modas comparaciones acerca de nosotros Tos recor ‘aspalsargimertos cl The Cation of Homes Prestige» Sac J. Goodie (Berkeley, 1978). bd ae ELRECONOCIMIENTO 265, ;ncia. Los reconocimientos temporales son faciles también: de ahi las, las de un dia creadas por los medios de comunicacién. Nuestra emo- cién ante el surgimiento de tales figuras se incrementa pot la anticipacién de su caida, :Quiénes son, después de todo, sino mujeres y hombres como usted ¥y Yo, tal vez con un poco mas de suerte? No poseen un sitio permanente, y nadie sabe si nos acordaremos de ellos el dia de mafiana. Los medios de ‘comunicacién hacen que el reconocimiento parezca un bien que existe de ma- _nera abundante, su reparto sera inestable, pero en principio es iimitado, En la prictica, sin embargo, el bien escasea. Nuestras comparaciones cotidianas ~producen el efecto de transformar la ganancia de un individuo en la pérdida de otro individuo, incluso cuando no se pierda més que una posicion rela~ tiva. En la esfera del reconocimiento, la posicién relativa es de suma im- portancia, 5 ‘Debe haber ocasiones en que anhelemos el consuelo de un lugar fijo. Una sociedad de sefiores es un mundo de esperanza, esfuerzo y ansiedadlintermi- rnables. La imagen de una carrera, que Hobbes esbozara por primera vez en i ha sido desde entonces una caracteristica importante de nuestra i tca, una carrera participati- vva: no existen espectadores, todos tienen que correr; ademds, todos nuestros sentimientos, acerca de nosotros mismos y acerca de otros, son indicativo de obien que estemos corriendo: Pengar que estin atrs, esa gloria Pensar que estin adelant a Estar con alient Estar abatido, desesperanza Esforzarse por aleanzar al siguiente, emulacin 10.8 causa de pequenos absticulos usilanimidad Caer de repente, di Ver ener a otro, Ser siempre superado es misera Superar siempre al de adelante, es gozo ‘Yabandonar la carrera es morit. {Por qué corremos? “No hay otra meta, ni otra guimalda”, escribe Hobbes, que la de ser el primero” ” Pero esta arnbiciGn concede demasiado crédito a la experiencia de la antigua aristocracia. Pascal se muestra mas penetrante en uno de sus Pensées: “Nuestra presun jue nos gustaria ser conoci- dos por el mundo entero, incluso por rnacerd cuando nosotros no ‘seamos més: y somos tan vanidosos, pinion favorable de cinco o seis en tomo nuestro nos delta y satisface.”"” Corremos para ser vistos, recono- cidos, admirados por algtin Subconjunto de personas. $i no hubiese victorias 2 Thomas Hobbes, The Hi Law (ed. Ferdinand Tonnies [2" ed. Nuova York, 1969] pp. alganas definicones) ° Bhnise Pascal, Pass an. 151, t.M. Cohen (Havmondwort Inglaterra, 1961) 266 EL RECONOCIMIENTO parciales todos desesperarfamos mucho antes de acabar. Por otra parte, la sa- tisfaccién que describe Pascal no dura mucho. Nuestra presunci6n es mitigada, reprimida, vuelve a nacer. Hay muy pocos individuos que esperen con seriedad la gloria eterna; sin embargo, virtualmente todo el mundo desea un poco mas reconocimiento del que obtiene. La insatisfaccién no es permanente, pero si continua. Nuestra ansiedad se alimenta tanto de nues- {ros logros como de nuestros fracasos. A pesar de que nos traten con cierto titulo, no recibimos el mismo grado de reconocimiento. La carrera descrita por Hobbes es més movida y mas in- cierta que la jerarquia: en todo momento, los corredores se encuentran en orden, del primero al tiltimo, ganando o p dentro del conjunto de la sociedad y dentro de su propio subconjunto. Tampoco existen excusas facies ppara las derrotas, incluso si parecieran injustas o inmerecidas. La riqueza material y la mercancia siempre pueden ser redistribuidas, acumuladas por el Estado y repartidas nuevamente, de acuerdo con algtin principio abstrac- to, Pero el reconocimiento es un bien infin fundo sentido, depende por compl deshonra, de consideracién y descon: ejante al reconocimiento piiblico 0 bré de decir algo acerca de ambos. Segiin una antigua maxima juridi rey es la fuente del honor”. Podrfamos pensar en el buen nombre del cen la legitimidad del Estado, como una fuente de reconocimiento a partir de la cual se distribuyeran tajadas a los individuos. No obstante, algo asi no cau- sa gran impresion a menos de que sea ratificado y reiterado por mujeres y hombres comunes. Mientras que el dinero tan s6lo necesita ser aceptado, él reconocimienio debe rpetie sha de poster algin valor. De ah que el rey haga bien ea honrar s6lo a aquellos a quienes ampliamente se tiene por per- sonas hanorables. Ninguna igualdad simple es posible en el reconocimiento; la sola ocurren- cia es una broma pesada. En la sociedad del futuro, dijo Andy Warhol cierta vez, “todos serén mundialmente famosos por 15 minutos”. De hecho, en el faturo Jo mismo que en el pasado, algunos indivicuos serén mas famosos que otros, y otros no lo serdn en absoluto. Podemos garantizar la visibilidad de todos (ante los funcionarios gubernamentales, digamos), pero no podemos garantizar a todos la misma visibilidad (ante los conciudadanos). A manera de principio, podemas insstir en que todos a partir de Addn y Eva, sean ca- balleros; pero no podemos prover a todos de buenas maneras —esto es, maneras “esponténeas pero delicadas’—. La posicién relativa dependerd de los recurs individuos puedan do- ‘iinar en la lucha continua por el reconocimiento. Asi como no podemos re- distribuir la fama misma, tampoco podemos redistribuir tales recursos, pues 70 on otra cosa que cualidadeshabilidaes ytlenos personales valorados en un tiempo y lugar dados, en virtud de los cuales mujeres y hombres determinados son capaces de suscitar la admiracién de sus compafieros. Pero no hay manera de determinar con antelacién qué cualidades, habilidades y talentos serdn valorados 0 quién los poseerd. E incluso si de alguna manera ELRECONOCIMIENTO ra pudiéramos identificarios y reunirlos en partes iguales, instanténeamente ejarian de suscitar admiracién (merced a la igualdad) Mas si en la lucha por el reconocimiento no puede haber igualdad de sde haber igualdad de oportunidades —yo he estado escri- hubiera—. Tal es la promesa de la sociedad de los sefiores. la sangre o el rango. De ahi, por una parte la insolencia del cargo, y por Fre, la degradacion de los hombres fas mujeres que sacan adelante el furo y sucio de la sociedad. En la carrera de Hobbes, muchos corre~ ores corren en un lugar, incapaces de abrirse paso contrarrestando la pre- si6n del esquema general, y no ayuda mucho considerar ese esquema como ‘pl producto de sus propias valoraciones, una especie de abreviatura social ‘pata el reconocimiento de los individuos. Existe, por cierto; tal abreviatura; Sin embargo, deriva dé dominante y es en sf misma indicativa de ‘cargo y poder —de modo que quienes ocupar cargos suscitan respeto tal y ‘como 19 alts salarios, sin tener que probar su valor ante sus colegas 0 fa dominante no es més que la carrera de Hobbes, lucha por puestos e ingresos més que por prestigio sis es que amnbas luchas son en realidad tna: una Ja ambicién, s personas de para ganar la competencia general son gr0ss0 mado las mismas que nosotros, muy proba- Dleronte,habremos de admin de cualguler manera. s se tata de cua- lidades admirables que no llegan a desempefiarse en la competencia general, centonces estamos en libertad de admirarlas accesoriamente, por asi decirlo, de manera incidental, parcialmente, dentro de tal o cual subconjunto. De este ‘modo, podremos respetar la ge ino sin dejar que tal respeto interfiera en los céleulos més precisos in en Ia carrera) predomina sobre el reconocimiento. stint6 al prddominior det rangO jerarqaico, peto no & alin a reciacién de cada persona por cada persona. La libre apreciacién exigitia el desmembramiento de los bienes sociales, la autonomia relativa del hhonor. No es facil definir exactamente de qué autonomia se trataria, porque el honor esté estrechamente ligado a otras clases de bienes. Acompana a la conguista de un cargo, por ejemplo, o al logro de un alto puntaje en los comi- ‘és médicos, o al establecimiento exitoso de un nuevo negocio. Probablemen- te estos tipos de logro siempre impondrén respeto, pero no siempre lo harén y honor. O, mas e m ‘competencia general por los bienes sociales en la cual el mé la suerte o lo que sea, gana a fin de cuentas. Honramos acuerdo con sus victorias porque las cualidades necesar ° Frank Parkin, Cl, egy an Paltz Order (Londres, 1972), pp. 4, 268 ELRECONOCIMIENTO con el grado que imponen hoy en dia, cuando cada uno es visto como un paso detisivo en el camino hacia la riqueza material y el poder. ;Qué respeto podrfan imponer, de manera independiente? No sabemos, de hecho, cOmo Seria el mundo social si el honor de cada indivicduo dependiera en su totalidad de los reconocimientos libremente reservas por cada persona.”* Sin duda habi Pero incluso en nuestra sociedad no es di ese dan por lo comiin— igamos, 0 por el esfuerzo fis imple hecho de ocupar ese cargo—’ ‘generaria también, me parece, un sistema de reconocimientos mucho més descentralizado, de modo que la clasificacion general que Hobbes dio por supuesta perderia importancia e dejaria de ser discernible. Recorde- mos la queja de John Stuart Mi ro a pesar de est 3s clases cle masas, imaginar valoraciones muy di- 1 un trabajo so- competencia general 1'g0 —y el cargo, poder—, reconocimientos serfan tart Esta seria Ia igualdad compleja en la esfera del ‘mente redundaria en una distribucion del honor y rente a la imperahte. Aun asi, las mujeres maneras distintas, y no estoy seguro si la competencia seria menos intensa que en el mundo descrito por Hobbes. Si hay mas ganadores (y una vatiedad ‘mas amplia de victorias posibles), incluso asf, inevitablemente, habré algu- nos perdledonss. A: la jgualdad comp! ue los reeo- nocimientos se di viduos dignos de re sentido objetivo. jesde luego, parémeiros objetivas, ciertas modalidades de reconocimiento. Hay n0\ recen atencién de los criticos y otros que sociedad jerdrquica y el mercado, ‘menos para 5, digamos, que me- iberedos de las presiones de la criticos bien podrian dedicarse a valorar a los novelistas indicados. De modo més general, sin embargo, los an Fat imoment(y pr el uturo previ esrb Thomas Nagel les valoracionesexisten ya, si bien estén subordinadas a otros (04) p.97. E EL RECONOCIMIENTO 269 reconocimientos recaerén en individuos considerados valiosos por cierto rniimero de compafieros suyos, y estas consideraciones serén sinceras. Hon- raremos, respetaremos, estimaremos y valoraremos a aquellos hombres y mujeres que nos parezcan merecedores de ello —y en ocasiones valoraremos ‘a mujeres y hombres exactamente como los amamos, sin considerar en abso- luto el merecimienio objetivo—. De este modo, el pobre metecector estara ain con nosotros. Parafraseando a Marx, si un individuo no es capaz, me- diante la manifestaciin de sf como persona_valiosa, de convertirse en una persona valorada, entonces su valor es impotente y un infortunio. Tales infortunios no serdn ya el monopolio de una clase particular, de una casta 0 de un grupo ocupacional. No obstante, contra su incidencia en general, no puedo imaginar forma alguna ce seguro social. Con todo, tal vez cierto respeto minimo sea de hecho una propiedad co- ‘iin en la sociedad de los seftares. Podirfamos distinguir con provecho lo que é mple respecto ce las modalidades mas complejas del reconacimiento de esto 0 lo otro. El reconocimiento simple es hoy en dia un requisito moral: tenemos que reconGeer Gis tala DORE a quien leguemos a conocer es digita, al menos en potencia, fy admiraciéon; se trata de un compétidor, tal'véz hasta de una amenaza. La g sefior” implica una demanda, no de un grado particular de honor, sino de la lidad de ser honrado. He aquf a alguien a quien no conocemos y quien aparece ante nosotros sin los distintivos del nacimiento y el rango. Aun asi, no podemos sacarlo del juego. Es digno, al menos, de nuestra apreciacién, y nosotros somos vulnerables a’la suya: Estos Rechos de nuéstta’ vida Social afiaden a las modalidades contempordneas de a cortesia cierta suspicacia, Io cual origina inquietud. La ansiedad de los estadunidenses por desechar el ister y usar sus nombres de pila proviene del deseo de reducir el nivel de uietud, de encontrar cierta manera de tranquilizarse un poco. Juzgamos incera la ansiedad siempre que sabemos que ninguno de los bandos en 3d se propone descansar. Esta intencién negativa representa un respeto minimo y basico. “Se reconocen a si mismos', escribi6 Hegel, “como recono- iéndosé mutuamente”.”’Y ello puede ser un asunto muy tirante. HONOR POBLICO Y MERECIMIENTO INDIVIDUAL He estado escribiendo acerca de Ia esfera del reconocimiento como si se tra~ tara de un sistema de libre empresa. Los honores san como las mercancias: iefo Feconocer que cada sujeto ro hay un minimo garantiza de las configuraciones posibles es un competidor). Esta parece ser la George Friedich Hoge, Te Phe oumeraege dd epi, Fondo de Cal endogy of Mind, tr}. B. Bali (Londees, 1949), p, 231. eoncmica Ta. ed, 1966) 7” ELRECONOCIMIENTO Més a menudo, el flujo del reconocimiento se ve perjudicado por el pre- dominio de otros bienes y el monopolio de familias antiguas, castas y clases. Sinos libramos de tales perjuicios, nos encontramos en una versiGn més floja de la carrera de Hob el mejor de los casos, serernos empresarios en la esfera del reconocimiento —algunos pasaremos por opulentos, otros por in- digentes. Gerto, pero es s6lo una parte de la verdad, pues ademés de les hay una variedad de distribuciones colectivas: recompensas, clos al mérito, ramos de laurel. Los honores paibli- podrén ser ineficaces a menos de que se apeguen a los 10s concretos. Con todo, es importante hacer notar cos, como ya he pardmetros de los EO cCirien Casal 0 eiteonaretne eer .g0s y enemigos personales: el horior pub gado_y confirmado por individuos privados sélo si &tos jazgan que Se apega a una medida objetiva. De ahi que sea distribuido por farados Euyos miembros émiten no una o rion sino un veredicto —un “discurso veraz” acerca de l destinatarios de fal honor. Y para los jurados el ver + determinado por pruebas y reglas. Lo que se necesita Cuando la Igiesja designa a sus santos o el Estado a sus héroes, las preguntas se plantean a fin de ser respondidas mediante un sf 0 un no. El milagro ocu- 716.0 no ce cin valerosa fue ejecutada o no lo fue. El propésito del honor puiblico es identificar no al pobre con merecimien- tos sino simplemente a quien tenga merecimientos, al margen de que sea pobre oFic'La biisqueda arrojaré hombres y mujeres cuyos actos heroicos, ogros singulares o servicios puiblicos han pasado inadvertidos, sea cual fue- jue sea en cierto sentido una dis- ibrio del honor sino porque tribucién (en un caso ideal) juos privados a los paréme- ¢ distribuido por razones Jas privadas, salen a relucir s6lo cuando ‘no cuando escogemos a re la raz6n, por sus companeros. De ah tribucién-remedio —no porque emparejee! corrige la despropor estan més estrechamente ligados piiblicas, pero éstas, adi escogemas las cualidades que son dignas de hon Jos individuos. Si los funcionarios estatales tica a mujeres y hombres a levalian los honores que dist imular a quienes son honrados por razo- tificio no funciona casi munca 0S funcionarios estatales quienes distribuyen el honor pabli- co, sino también sociedades privadas, fundaciones y comités, Toda clase de logos son o pueden ser honraclos: los que son iitiles al Estado, los que son socialmente tiles, y los que de verdad son memot distinguidos 0 emocionantes. Siempre que la eleccién se ELRECONOCIMIENTO nm ‘medida objetiva, siempre que no sea cuesti6n de la voluntad o el capricho individuales, podemos considerarla propiamente como una modalidad de honor piblico. El pardmetro es el merecimiento, y lo que se recompensa es el sempefia un pequefo papel. Incluso en el caso del cargo sélo mfnima e indirectamente. Respecto de la pertenencia, lar el trabajo duro, el ocio, el amor familiar y el poder politico, nada (y respecto de la gracia divina no sabemos cuénto imy g0, el iento no es descartado debido a que el adjet pueda aplicarse o no se aplique adecuadamente a hombres y mujeres duales: puede y lo hace. Los partidarios de la igualdad a menudo se han sentido obligados a negar la realidad del mérecimiento.” Las personas a quienes llamamos merececioras s6lo tienen buena suerte. Nacieron con ciertas capacidades, fueron criadas por padres amorosos, exigentes 0 estimulantes, Yas se encuentran viviendo, en gran medida por pura suerte, en un tiempo Y tun lugar donde sus capacidades particulares, tan cuidadosamente fomen- tadas, son también valoradas. Por nada de ello pueden exigir crédito; en el sentido mas profundo, no son resporsables de sus propios logros. Incluso los esfuerzos que hacen, la pesada preparacién a que Se someten, no evidencian ‘mérito personal alguno, pues la capacidad de hacer un esfuerzo 0 soportar rigores es, como el resto de sus capacidades, tan s6lo el don arbitrario de la Naturaleza o de la crianza. Por lo demés, el argumento es extrafio, pues si bien se propane dejamos con personas de iguales derechos, apenas si nos deja con persons en absoluto. {Qué hemos de pensar de esos hombres y mujeres tuna vez que lleguen a advertir que sus capacidades y logros son como acce- sorios accideniales, como sombreros y abrigos que por casualidad traen fin, {qué han de pensar ellos de si mismos? Las modalidades la autoestima y el autorrespeto, nuestras pose- siones més important suales me he de referir silo al final de este ca- ‘tienen que parecer insignificantes a los individuos cuyas cualidades no E] impulso que opera aqui est estrechamente relacionado con aquel que conduuce a los fil6sofos contemporéneos a ignorar el significado concreto de 1 Pero, amerecen los individu las recompensas que provienen no de alg logro sino de tes seaman i dg bie etal otros) el recon0si 'yexhbir la belleza Fisica persona Jo que To misino, anandiarla noble 100-104; también po" arte, sige lacritea de F 2m ELRECONOCIMIENTO los bienes sociales. Los individuos abstraidos de sus cualidades y Jos bienes abstraidos de sus Significados se prestan, desde luego, a distribuciones que se corresponden con principios abstractos. Pero parece dudoso que tales distribuciones puedan hacer justicia a los individuos tal y como ellos son, en busca de bienes tal y como los conciben. No entramos en contacto con las personas como si fuéran moldes morales o psicol6gicos vacios, como neutra- les p accidentales. No se da el caso de que exista una Xy luego una serie de cualidades de tal X, de modo que yo puedo reaccionar separadamente a lo uno y a lo otro. El problema que plantea la just _precisamente cémo distribuir bienes a una legion de X te pi mientos que respeten sus personas Conicrétas e integradas, Ast es como la ticia empieza con las personas. Mé ain, empieza con personas en el mu “Social, con bienes en su: mente lo mismo que en sus manos. El honor pub es und de tales bienés, y no necesitamos pensar mucho o con profundidad para darnos cuenta de que literalmente no puede existir como un bien a menos de que haya mujeres y hombtes con merecimientos. Este es el inico lugar donde el merecimiento tiene que contar si es que ha de haber alguna distribucion en absoluto, o algrin valor que llegue a ser distribuido. Posiriamos, desde luego, repartir honores puiblicos por razones uti para estimular acciones politica o socialmenie iitiles. Tales razon desempefarén un papel en la practica de conferir honores, pero no veo pot qué hayan de ser las tinicas. ;Ciémo hemos de saber a quién honrar a menos de que nos entpefiemos en conceder crédito al me to personal? Mientras el estimulo resulte efectivo, cualquier individuo servir4, Por cierto, Jas autoridades pensaran que lo mejor seria inventar un nivel de rendimiento y “forjar” a un individuo adecuado a ese nivel para asegurar que estimulan con exactiteri aquello que quieren estimular. Esta posibilidad (que refleja un antiguo argumento en contra de la versiGn utiitarista del castigo) sugiere ue hay buenas razones para conservar la nociGn comiin de merecimiento individual. De lo contrario, el honor existe sencillamente para su utilizacién tndnie, Pusto que yo tengo poder, he de honcar asl y ast no importa a quién escoja, pues nadie en realidad merece ser honrado. Y sea la ocasién, pues yo no reconozco conexién intrinseca (social) alguna como tampoco ningtin conjunto particular de rendimientos. Algo asi no fun- cionard a menos de que el tirano permanezca lo suficente en el poder como ppara transformar la nocién comin de rendimiento honorable. Y ése es preci- samente su propésito, Les estajanovisins de Stalin Stajanov no fue un invento, aunque bien pudo serlo. Era un minero con una fuerza y energia descomunales que extraia més carbin de lo que la cuota ofi- cial exigia. Sin duda, en una sociedad socialista, en un Estado proletario, este hecho representaba un rendi honorable. No menos cierto, la fuerza y la energia de Stajanov eran, de acuerdo con una opinién contemporsnes, “ar- bitrarias desde un punto cle vista moral’, es decir, no constituian una raz6n EL RECONOCIMIENTO ws para distinguirlo de entre el resto de los trabajadores, menos dotados que él srabajaban duro. (Y dada esta nocién de arbitrariedad, tampoco habria raz6n para distinguir a quienes trabajaran duzo de quienes sélo trabajaban.) Pero al elegir a Stajanov no s6lo pata ser condecorado sino para servir como el simbolo viviente de honra socialista, Stalin aprobaba supuestament del merecimiento. Stajanov merecia ser honrado por hacer fo qu jo era algo digno de honor. De hecho, es casi seguro qu2 Stalin no creia en la primera de estas proposiciones, y los compatieros de Stajanov no creyeron en la segunda. a idea del merecimiento supone cierta concepcién de la autonomia hu- “mana. Antes de que un individuo pueda cumplir de manera honorable, debe ser responsable de si rendimiento: tiene que Ser un agente moral, el desem- “peo debe ser el suyo. En los anos treinta habia fildsofos y psicélogos soviélicos que Trantenian una concepcidn semejante de la accion humana; pero cuando Stalin anuncié por fin su propio punto de vista en tales en el periodo que siguié inmediatamente a la segunda Guerra Mundi hizo asumiendo una postura muy diferente. Adopt6 un paviovianismo ‘al, seguin el cual “el hombre es un mecanismo reactivo cuyo comportamien- tp, incluidos todos los procesos mentales superiores, puede ser entendido de ‘manera exhaustiva a través del conocimiento de las leyes del condiciona; ‘miento, y [..] controlado por medio de la aplicacion de tal conocimiento”.” Esta es sélo una de las teorias psicolégicas que sustentan posiblemente la nnegacién del merecimiento individual, y hay que decir que la sustentan muy bien. Es probable que Stalin haya tenido una opinién semejante en los afios treinta, cuando fue puesto en accitn el experimento estajanovista, Pero si la energia de Stajanov (dejaré ahora al margen su fuerza fisica) es el producto itonces en qué sentido merece ser honrado por i propésito del esta- de que rindieran de manera parecida —de modo que la cuota pudiera ser elevada, las lineas de montaje se aceleraran, etc.—. El galardén estajanovista no era un recono- (0 un incentivo, un acicate, una de esas ofertas que muy facil- ‘mente se convierten en amenazas —y eso es toclo lo que un premio puede ser, ‘me parece, sino existe una teoria del merecimiento. ‘Desde luego, e] resto de los trabajacores se opuso. Las utilidades que Sta- lin tenia en mente no eran las de los trabajadores. Sin embargo, la oposicion ‘era ms profunda, pues al margen de lo que pensaran de Stajanov mismo, era evidente que no creian que sus sucesores, los estajanovistas de mediados de Jos anos treinta, merecieran ser honrados. Los ganadores del premio habfan trabajado duro (supongamos), pero también habjan violado las reglas de su clase, habian roto su Solidaridad. En todos sentidos fueron considerados ‘unos oportunistas, unos renegados, el equivalente proletario del Tio Tom; ® Robert C, Tucker, “Stalin and Psychology”, en The Soviet Politi! Mind (Nueva York, 969), p.10 mm EL RECONOCIMIENTO fueron sobajados, reducidos al ostracismo y vejados en el trabajo” El honor conferido por Stalin era acasiOn de deshontas individuales y comunitarias. ‘Sin duda, el deshonor tenia en parte el cometido se desempenaban. Esto es, hubieran afirmado que crefan dar alos, 108 aquello que (realmente) merecian. Pero es un problema eso es posible. Incluso si rechazamos el Quién escaparia a la flagelacién?”, de Hamlet y supusiéramos que hay iertos individuos merecedores de honor publico, queda atin por ver si hay manera de encontrar a os. :Pueden los jurados realmente pronunciar veredictos que no sean meras opiniones? No serén to- davia arbitrarios los premios incluso si estamos de acuerdo en que las reali zaciones no lo son? En este orden de cosas es importante no fijar muy al nuestros parametros. No somos dioses y nunca saberos lo suficiente para hablar con perfecta veracidad acerca dé las cualidades y el desemperio de otros seres humanos. Sin embargo, lo que cuenta es la aspiracién. Lo que pre- tendemos son veredictos, no opiniones, y formulamos ciertos procedimien- tos a fin de conseguir este objetivo, De abif (otra vez) el jurado: una compania de hombres y mujeres que han jurado buscar la verdad. En ocasiones la verdad esta mas allé de su alcance, y entonces advierten que tienen que ele- gir entre aproximaciones en competencia; en ocasiones cometen errores; en Ccasiones algunos miembros son corruptos 0 parciales; en ocasiones los desa- cuerdos son tan grandes que no es posible un veredicto; en ocasiones los miembros simplemente efectian una transacci6n. Con todo, la critica a la cual a veces gometemos a los jurados sirve para ratificar su propésito, pues lo ‘que decimo$ és que debieron haber hecho un mejor papel, no que no haya nada que se pueda hacer. En principio, al menos, el discurso veraz es posible. EI Premio Nobel de Literatura Consideremos ahora uno de los honores puiblicos mds respetados y contro~ vertidos. En su testamento, Alfred Nobel establecié en 18%6 un premio a la pero sus instrucciones eran breves y en modo alguno premio habria de concederse a “la persona que haya terreno de la literatura la obra més sobresaliente dentro de entender el “idealismo” en rel clegir entre una extraordinaria i géneros diversos, en lenguas distintas y dentro de distintas tradiciones A Pail Biography (Nueva York, 1960), pp- 270-27. “The Literary Prize" H. Schick of al, Not The May and His ries 75, ELRECONOCIMIENTO literarias. ;Cémo podrian los jurados siquiera acercarse a un veredi absolutamente imposible”, escribio Carl David af Wirsén, el miembro lider jurado, “decidir si un dramaturgo, un poeta ‘un autor de baladas o un hombre de ideas ocupa quién deberia obtener el premio. Pero los er tes —y hubo muchos criticos— no han recalca Si, por una parte, parece absurdo siquiera intentar una clasificacion de todos Ios esctitores del mundo, por otra parte parece casi natural reconocer wn n= mero muy reducido de autores preeminentes. En tal caso, criticos y lectores parecen pasar con facilidad a ventilar argumentos en torno a quién es en realidad el mejor. Supongo que nunca hay una sola respuesta a tal pregunta. No obstante, durante cierto tiempo bien podiria haber una serie de respuestas que més 0 ‘menos agote el tema; el propésito de los jurados subsiguientes era el de su- ministrar tal serie, El hecho de que Tolstoi, Ibsen, Strindberg, Hardy, Valéry, Rilke y Joyce nunca recibieran al premio insinéia que no eran integramente exitosos. Sin embargo, los criticos no tienen grandes dificultades para nom- brar las omisiones que constituyen los fracasos del jurado. Desde luego, tenemos la ventaja de poder mirar retrospectivamente; ademés, es impo te recordar que el premio es, y deberia de ser, un reconocimiento inmediato a us esi quien us coneinporsness ener por preeminent nun esfuer- 20 por registrar los juicios de la historia. Aun ast, Tolstoi, Ibsen, Strindberg, Hardy, Veléry, Rilke y Joyce eran considerados preeminentes por muchos de sus contempordneos... Tal vez los miembros del jurado se sientan a veces presionados por factores politicos; tal vez piensen que los premios tienen que Teflejarcierta distribucién geografica, de modo que se deslizan hasta el papel de un comité de busqueda, buscando candidatos para llenar los huecos. Entonces, la critica comiin sefala que hubiera sido mejor que se comportaran como jurado. En cualquier caso, es posible comportarse como un jurado; por Jo demés, la historia del Premio Nobel, y de las controversias que han rodea- do a determinados premios, sugiere vigorosamente que todos nosotros creemos que hay escritores que merecen set honrados, ‘Sin embargo, no es necesario (haciendo a un lado lo estipulado por Alfred [Nobel en su testamento) que busquemos nada mas la “mas sobresaliente” de las realizaciones; podemos, sencillamente, buscar to izaciones sobresalientes. Esta es la forma més comin ipre publicado, donde la lis- itas a quienquiera que haya tal vez cierta tensiGn entre ampliada y un gran premio. En su Gobierno de Polonia, Rousseau para demostrar una tesis democratica. Describié una 276 ELRECONOCIMIENTO Junta de Censores que “elaboraria listas completas y exactas de individuos de todo rango que se hubieren comportado de una manera que ameritara al- guna distinci6n o recompensa”; y prosiguié indicando que la Junta debe fiarse més en las causas que en Jas proezas aisladas, Las verdaderas proezas ‘aquellas que se efectdan con poco aparato. El comportamiento sostenio dia a s virtudes que un hombre practica en su vida 'y domeéstica, el fel ‘camplimiento de los deberes aparejados a [s tales son las cosas ppor las cuales un hombre merece ser honrado, mas que por las proezas es- pectaculares que realizara s6lo en una ocasién —las que por lo demés tendrén su ecompensa en Ta admiracin publica—. Los filésofos dvidos de espectacularidad son muy dades a actos ruidasas.* La tiltima afirmacion puede ser verdadera, si bien no puedo ver razén algu- zna para alterar la propia conducta a fin de evitar suscitar la admiracion pi- blica por tal o cual “proeza espectacular.” No obstante, Rousseau tiene razin al insistir en la importancia de reconocer las virtudes de la gente comiin, es- pecialmente en un régimen democratico. Los premios estajanovistas de Stalin Eon una deleznable parodia de lo que es necesario hacer, pero una parodia ible. Tal necesidad es satisfecha de la gelardén al jde que se rindan hono- la necesidad no es satis- ra Simone Weil, “apenas si despierta eco entre Jos mismos mineros y p cadores”* El honor puiblico en este orden de cosas es desde luego correcti Triunfos romanos y de otras especies Esta clase de distribuci6n no es politicarente neutral. Sila democracia parece exigirla, otros regimenes la toleran al precio de correr ciertos riesgos. En mo- 1uias y oligarqufas, el merecimiento es un principio subversi verdad incluso cuando 5% ‘Slo de “proezas espectaculares”. Este politica, pero vale la pena retomarlo ya que autonomia de las esferas distributivas siem- cual (Quien triunfaba, hacia su entrada con més honores que un rey al Jacques Rousseau, Govenmiet of Pola moore Kendall (Indianapolis, 1972), pgs * gimcne Weil The New fr Rants, te. Artar Wills (Boston, 195) p. 20. EL RECONOCIMIENTO. cd entrar a su reino”. Vestido de violeta y oro, coronado conduciendo una carroza a la vanguardia de su ejérci detras de él, el victorioso comandante desfilaba hasta el “cautivan- do los corazones de todos los hombres, en parte con increfble goz0, en parte ‘con sorpresa y admiraci6n” -ELirinnfo.s6lo Je viene bien a un Estado popular (con un fuerte sentido de la virtud ciudadana). For contraste, un rey tiene 1a fuente avariciosa, ti monopolista‘de la prisioneros haya estado ausente”.* Francis Bacon Jo mismo en sus Ensayes: "Pero el honor (del triunfo] tal vez no sea adecuado a Jas monarquias, salvo ena persona de] monarca nfismo 0 en la de sus hijos."? ‘Como Bodin sugiere, el argumento vale incluso de manera més contun- dente para los tiranos. Es por ello que gobemantes como S pre retlarnaron para si el honor de las grandes realizacior ‘guerra sino en las ciencias, en la lingt cultura, y asi sucesivamente. Por ello el ser honrado por algo que sus compafieros consideraran honorable, no fuera gue “la carmada del honor, que trastoma dulcemente”, lo impulsara a buscar dh papel representativo 0 de liderazgo. Los.tiranos dispensan honores por -motivos caprichasos o de manipulacion, de jue menoscaban el valor Gel obsequio. Pero ellos mismos exigen que se les Ronre pot sus supuestos moracimientos. Ciertamente, en €pocas primitivas los reyes eran honrados por su racimiento o su sangre o por su reinado: coses honorables en st mis- fnas. Ni Bodin ni Bacon formulaban sus demandas en tales términos: sus argumentos son llamadas a la prudencia politica. Para ellos, como para noso- tros, el honor pertenece a individuos con merecimiento. El honor del rey es, por lo tanto, una mentira politica. $i bien Bodin y Bacon jamés hubieran Ficho eso, todo rey es un usurpador y un tirano, “pues [.] el honor, la tinica rrecompensa para la virtud, les es retirado, o al menos restringido, a aquellos {que lo merecen’”.* El reconocimiento de mujeres y hombres con merecimien- to, y el de todos los hombres y todas la mujerés, €5 posible solo en una democracia. peer "Y domo sabemos, el reconocimiento obra maravillas. Las democracias tie- nen mas héroes, més ciudadanos emprendedores, més cuidadanos dispues- tos a sacrificarse por el bien comiin que cualquier otro régimen —cada uno trastornado, segiin Bodin, por Ia jugosa carnada del honor—. Al mismo tiempo, el honor nunca debe ser tan ampliamente distribuido como para que 2 jean, Bin, Te Six Bons of Common, Kenneth Douglas McRae, comp, (Cambridge, Mag 12) p36. Franc Bacon Essays, mim, 29, “Of the Truc Greatness of Kingdoms and Estates" ™ Gon Siz Boks 25,586. co ELRECONOCIMIENTO se devalie. Los fil6sofos del igualitarismo afirman, por lo regular, que en tuna comunidad democratica los ciudadanos tienen derecho a un respeto igualitario.” Mas tarde habré de intentar encontrar algtin sentido en el cual tal exigencia se justifique; pero dentro del contexto de mi exposicién hasta el ‘momento, tendiria més sentido negarlo. La ley no respeta a personas. Cuando formulan peticiones a sus gobiernos, tienen derecho a una taria; cuando hay cargos diponibles, a una consideracién igualitaria; y cuando la riqueza material es distribuida, a un interés también igualitario. Pero cuando se trata del respeto, “Ia estima deferencial”, la consi-

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