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Gestor Cultural.
Ms C. Yasmira Marisol Calderón Ibargollín. Centro Nacional de
Superación para la Cultura.
I. La principal ventaja competitiva con que cuentan nuestras
organizaciones.
Las organizaciones a nivel mundial, después de mucho tiempo de
ensayo y error, se han dado cuenta de cuál es su principal ventaja competitiva
para poder entrar y permanecer en el mercado. Desde 1986 en el Primer
Congreso Mundial sobre Recursos Humanos ya se consideraba al factor
humano como el principal en la gestión empresarial.
Desde ese entonces hasta la fecha han pasado veinticuatro años y
todavía estas palabras nos pueden sonar muchas veces como algo
“cacareado” y discursado, pero muy poco aterrizado.
La vida ha demostrado que no son suficientes las nuevas tecnologías de
la ciencia de la información (TIC), ni tener solamente un amplio conocimiento.
Es imprescindible contar con un espacio que sea capaz de desarrollar a un ser
humano responsable y con amor por lo que hace; comprometido en el lugar
donde se encuentra; compartiendo y generando valores saludables que puedan
ser agregados en el producto o servicio que ofrece. Si es necesario el
trabajador que conozca, aún lo es más, aquel que se motive por seguir
aprendiendo y esté dispuesto a socializar cada cognición construida y
experiencia vivida. Por eso, hoy se habla de la gestión de competencias, la cual
no sólo se centra en lo que el trabajador conoce, sino en cómo aplica ese saber
y cómo lo comparte. Por tanto, a la organización le ha de interesar tanto lo
afectivo como lo cognitivo de cada ser humano que la integra. En esto radica
precisamente dicha gestión, y según sea la calidad de la misma así será el
aumento de la productividad y por ende, su mayor rentabilidad.
No obstante, estos beneficios sólo pueden ser obtenidos si se asume lo
anteriormente expuesto, como filosofía de la dirección y de toda la
organización. Si es tomada como una simple moda, práctica muy usual
nuestra, no servirá de nada y pasará como un cambio más, superficial e infértil,
sin llegar a ser implementado en la realidad.
II. Los Gestores Culturales y su responsabilidad con la principal
ventaja competitiva de las organizaciones culturales.
“… todo el mundo sabe que [la cultura] es importante, pero se utiliza
únicamente como modo de llenar las lagunas que quedan después de un
análisis más duro…”.
R. Wilson1
Aún cuando no están claramente definidas las funciones, las
competencias, el alcance de la gestión cultural y por ende, de la figura que le
da vida, el gestor. Existe para este, una doble responsabilidad, que
intentaremos dilucidar a lo largo de este acápite, en lo que al tratamiento del
Capital Humano se refiere, lo cual lo distingue del gestor de otros organismos
dentro de Cuba.
Como se había declarado en el epígrafe anterior, es inminente la
necesidad de captar y retener personas con talento, con iniciativa, creativas y
con un alto sentido de pertenencia, dispuestas a dar lo mejor de sí en cada
puesto. Pero, ¿cómo lograrlo? El sistema de gestión de las organizaciones
tiene el protagonismo en la respuesta a la interrogante anterior. Según se dirija
la organización, según las concepciones que sustenten dicha gestión, serán los
trabajadores que finalmente abrigue. El directivo de hoy es el artífice principal
en la liberación del talento, de las competencias y potencial de cada uno de
sus subordinados.
En nuestro país, desde hace pocos años se ha venido rescatando el
tema de la planificación de los recursos humanos, los estudios de organización
del trabajo y la necesidad de optimizar las reservas productivas con que se
cuenta. Específicamente nuestro ministerio ha elaborado una Estrategia de
Organización del Trabajo y Sistemas de Pago 2008 – 2009, cuyo objetivo
fundamental es lograr el incremento de la productividad, tanto en la actividad
empresarial como en la predominantemente presupuestada, respondiendo a
las indicaciones, prioridades y estrategia definidas por los Consejos de
Administración.
1
Ápud. María Luz Morán (1997): Sociedad, cultura y política: continuidad y novedad en el análisis
cultural. Zona abierta, 77/78.
Todo lo anterior nos indica que se avecinan grandes cambios,
verdaderamente necesarios. Ahora bien, los mismos, no se dan de manera
espontánea ni abrupta, sino que deben ser gestionados y asentados en una
cultura organizacional y del trabajo, verdaderamente transformada.
Las transformaciones que el país está demandando en lo que al mundo
laboral se refieren, desde la vuelta al rendimiento de la producción
agropecuaria, el ahorro de energía, la responsabilidad social de las
organizaciones, ¿serán temas privativos del Ministerio de Trabajo y Seguridad
Social, o de la Agricultura o del CITMA? O ¿también pasará esto por el tamiz
de lo cultural? ¿A esto no le llamamos “cultura”? ¿Cómo pueden transformarse
nuestras costumbres, hábitos y modos de hacer, en el ámbito laboral, si no
existe un proceso de concientización y variaciones actitudinales? O sea, el
gestor cultural tiene tamaña responsabilidad en el logro de este quehacer,
desde la dirección de los procesos culturales y la incidencia a través de estos
en las transformaciones del mundo laboral que la actualidad nos demanda.
Pero sucede que esta es la parte de la tarea directiva que queda en
muchas ocasiones en un segundo plano. Unas veces por la urgencia
trastrocada con lo importante; otras por no contar con las competencias para
enfrentarla; en algunos casos, por reducir la labor directiva a planificar,
organizar y controlar, mientras olvidan la cuota que pertenece a dirigir, la cual
en las teorías más contemporáneas, no la conciben separada del liderazgo.
Asimismo existe un porcentaje de dirigentes que la deja al sentido común y la
espontaneidad, lo cual puede salir bien o mal. Existen tantas razones como
jefes hay, pero estas resultan suficientes por ahora.
A veces no se mide el tamaño compromiso que tienen los directivos ante
sí. El primer objeto de análisis, con independencia de la naturaleza de la
actividad que se haya de desarrollar, es el ser humano que se ha de dirigir.
Por tanto, es inminente preguntarnos la magnitud de nuestro trabajo
como directivos-líderes para poder responder a ello responsablemente.
Entonces, ¿a qué nos llama el liderazgo del siglo XXI? ¿Cuáles son las tareas
y retos de quiénes hoy dirigen? ¿Dirigir es una función más dentro de la
gestión, o ya no se concibe la dirección sin liderazgo?
Como bien apunta el doctor en Ciencias Económicas y profesor Gárciga:
“… las personas y las organizaciones se comportan según sus creencias y
modelos mentales. Partiendo de las estrategias, es esencial que los directivos
reflexionen y se cuestionen con frecuencia sus modelos mentales, y piensen
activamente en los juicios que se han formado sobre la empresa y su
comportamiento en ella.”… “…se trata de encontrar nuevas formas de pensar y
actuar, abrir la mente a nuevas posibilidades, para no esperar a escapar de sus
modelos mentales y creencias sólo después de presentarse una crisis.”2
Estos nuevos modelos mentales a los que nos invita el autor, transitan
por modos diferentes de concebir la dirección y el liderazgo propiamente. Ya no
estamos en la época del protagonismo individual, sino del grupal. No podemos
aspirar a mejores organizaciones, comprometidas con una filosofía de trabajo
efectivo dirigidas semi autoritaria o pseudo participativamente, dónde se erijan
líderes que piensan, dictan lo que hay que hacer y seguidores acríticos que
acatan desmesuradamente.
A pesar de discursar sobre esta real necesidad, en nuestras prácticas
estamos obnubilados y continuamos actuando como declaramos que no
queremos hacerlo. Las ideas se le ocurren a uno y los demás lo apoyan. La
divergencia de criterios y los conflictos, todavía no están del todo incorporados
a nuestra cultura como algo digno de aprovechar para el enriquecimiento del
trabajo y la vida personal. La participación, sigue siendo confundida en algunos
espacios y por algunas personas, con la asistencia o la escucha de los criterios
dados, pero en menor medida se vincula a la toma de decisión. El estudiar y
entrenarse en la dirección con liderazgo y su abordaje desde lo humano,
pasando desde el desenmascaramiento de nuestras telarañas del inconsciente
hasta el descubrimiento del “otro” como individuo y “los otros” como grupo, con
una fuerza increíble para realizar todo lo soñado y más, son todavía muy
subvalorados, apañados en posiciones extremistas: “se coge con la práctica” o
cómodamente se declara: “se nace con ello y no hay nada que hacer.”
2
Gárciga, R. (1999): Formulación estratégica (un enfoque para directivos), Ed. Félix Varela, La Habana.
Pág. 61.
Las posiciones mentales a veces van también por otros rumbos, y son
propias de aquellas personas que se creen o en realidad poseen algunas de
las “cualidades” atribuidas al “arte” que debe ejercer el líder. “Sólo yo sé y
puedo, los demás están para ser influenciados por mí.” “Si yo no pongo la
mano, la cosa no sale.” Estos pensamientos, fantasías y proyecciones se dan
al amparo de muy buenas intenciones: “Yo los conduciré hasta la meta.” Al
parecer, definitivamente es necesaria la aparición de un conductor. Las
preguntas serían entonces, ¿Él (“líder”) tiene necesidad de conducir a otros?
¿Los otros siempre necesitan ser conducidos? ¿Por quién y para qué Él, lo
hace realmente? ¿A la necesidad de quién, Él, está respondiendo? ¿Se ha
explotado al máximo el potencial de los otros, para ver hasta dónde son
capaces de ser y hacer? O no nos conviene saber hasta dónde “pueden”
porque eso significaría compartir el “poder” en el mejor de los casos, cuando no
aparece la paranoia de los posibles “arrebatos, robos o atracos de poder”.
3
Comisión Central de Cuadros del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros. (2004): Estrategia
nacional de preparación y superación de los cuadros del estado y del gobierno y sus reservas.
dos tareas totalmente diferentes que requieren evidentemente de competencias
distintas. Lo que sucede también es que muchas veces se promueve al mejor
de los especialistas, por sus competencias técnicas desarrolladas en
determinada actividad que no es lo mismo ni remotamente que dirigir dicha
actividad.