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Titulo original: Something New Under the Sun ‘An Environmental History of the Twentieth-Century World é Publicado por primera vez. por W. W. Norton en 2001 Reserados todos ls derechos. El conteide de eta obra est protgida por a Ley que exablecepenas de prisin lo malas, ademés de las corepondientsindemniacions por dafios y pejuicos para quienes reproduere, Paguren,dsuibuyereno comunicaren pblcamente en todo o en part, una obra lira, atica 0 inten aoe eanformacion, inerpretcin 0 ejecucin ariticafijada en cualquier tipo de soporte o comuntcada 2 er ‘és de cualquier medio, in I preceptiva auorzacin, © 2000 by J. R. McNeill © Dela traduccin: José Luis Gil Arse, 2003 © Ed, cast: Alianza Editorial, S.A. Madrid, 2003 CCalle Juan Ignacio Luca de Tena, 15; 28027 Madrid cle. 91 393 88 88 sworwalianzaeditorial.es ISBN: 84-206-4170-7 Depésico legal: M. 23.558-2003 Forocomposicién e impresién: Fernindea Ciudad, S. L CCalina Sudree, 19. 28007 Madrid Printed in Spain CAPITULO 11 IDEAS Y POLITICA Es necesario obedecer a la naturaleza para poder ‘andar sobre ella. Francis BACON, Novum Orgamum (1620) La naturaleza, sefor Allnut, es eso para cuya supe racin se nos ha puesto en este mundo, Katharine HePBuRN a Humphey BOGART en La reina de Africa (1951) El siglo 1x fue testigo de una diversidad caleidoscdpica de ideas y criterios politicos. Unos tiempos turbulentos invitaron a reconsiderar antiguas verda- ies. Pars la historia del medio ambiente, las ideas poderosas y dominantes tuvieron mayor importancia que las explicitamente medioambientales. Aun Gque formaron parte de las nuevas y grandiosas ecuaciones que gobernaron las a edades desde la década de 1960, las ideas y la politica sobre el medio srt biente no llegaron nunca, ni de lejos, a desplazar la ideas y crterios pol ticos reinances que tan bien encajaban en las realidades de la época. E inclu- se cuando no encajaban, tenfan la solidez de los que ostentan el poder. Una de las sazones de que los cambios medioambientales ocurridos en el siglo fueran tan grandes ¢5 que las ideas y la politica imperantes —desde una pers- pectiva ecolégica— cambiaron muy poco. Grandes ideas {Lo que pensaba la gente afect6 al medio ambiente porque, en cierta medida, detcemind su conducta. Y, por supuesto, el cambio medioambiental influyé 392 MOTORES DEL CAMBIO de alguna manera en el pensamiento de la gente, Hay aqui dos cuestiones relacionadas. En primer lugar, lo que las personas pensaban en concreto sobre el medio ambience, la naturaleza, la vida y otras cuestiones por el esti Jo, tivo siempre una importancia muy escasa hasta 1970. En segundo lugar, el comportamiento humano estuvo dominado siempre, pero més antes de 1970, por otra clase de ideas que afectaron sumamente al medio ambiente. Esta seccién del libro esté dividida, por tanto, en dos partes: las grandes ideas y las ideas sobre el medio ambience. Las grandes ideas son las que logran modelar de alguna manera el com- portamiento de millones de personas. Normalmente son ideas relativas a la economia y la politica. Ideas que, como las mutaciones genéticas y Ia tecno- logia, se urden continuamente, aunque la mayoria desaparece pronto por falta de seguidores. Hay una seleccién implacable que acta de manera cons- tante; pero, una vez més, tal como ocurre con Jas mutaciones y la tecnologia, suele imponerse la nocién de los beneficios crecientes a escala. Cuando una idea tiene éxito se convierte con facilidad en una idea de més éxito todavia: se consolida en los sistemas sociales y politicos, que contribuyen a su ulterior difusién. En tal caso prevalece més allé de los momentos y lugares en que resulta ventajosa pata quienes la siguen. Los historiadores de la técnica utili- zan la expresi6n «fijaciones tecnolégicas» para referirse a situaciones andlogas. Por ejemplo, una vez normalizado, el ferrocarrl de via estrecha adoptado en el siglo xix no pudo ser sustituido, a pesar de que impedia realizar mejoras que permitirfan trenes més rpidos, pues se habia invertido ya demasiado en el antiguo ancho de via. Las fijaciones ideolégicas —a tenacidad de las ideas ortodoxas— funcionan de la misma manera. Todas las grandes ideas se con- vierten en ortodoxias imbricadas en los sistemas sociales y politicos y difici- les de desplazar, aunque acaben siendo costosas. La difusidn de ideas de éxito se rige principalmente por las comunicacio- nes, la tecnologfa y la politica. Cinco grandes cambios —cl lenguaje, la escri- tura, la imprenta, la alfabetizacién masiva y la transmisién electrénica— han dominado la evolucién de las técnicas de la comunicacién. Esa acumulacién ha hecho que las ideas de éxito alcancen un éxito todavia mayor, reduzcan la diversidad de ideas influyentes ¢ incrementen el dominio de las triunfadoras, que cada vez son menos ', La buena fortuna de muchas ideas se ha visto influida también por ciertos factores politicos. Hace siglos, el cristianismo se beneficié de algunos Estados (como el Imperio romano) dedicados a propa~ + "También puede querer decir que los vencedores se imponen con mayor rapide2, por lo que los nue- ‘vos rumbos ideolégicos (con sus cambios sociales y politicos concomitantes) se roman més veloz- ‘mente a medida que pasa el tempo. El marxismo se expandié mucho més deprisa que el budismo, cl ctistianismo o, incluso, que el islam. IDEAS Y POLITICA 393 garlo. En el siglo xx, el pensamiento econémico angloamericano se difundié con ayuda de la preeminencia conseguida por Estados Unidos. ALfinalizar el siglo, las ideas que contaban con masas de seguidores eran todavia las grandes religiones. Entre sus doctrinas habfa varios preceptos rela- tivos a la naturaleza. El Dios de los antiguos hebreos ordena a sus creyentes: «Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierrav. (Génesis 1:26-29). Este y otros pasajes biblicos? inspiraron un razonamien- to segtin el cual la tradicién cristiana, 0 judeocristiana, habria estimulado de ‘manera singular la explotacién del medio ambiente. Sin embargo, el catdlo- go de la ruina medioambiental provocada en todo el mundo, incluso entre seguidores del budismo, el taoismo y el hinduismo (considerados segtin esa manera de razonar como ctedos més respetuosos con la naturaleza), da a entender que no es asi: 0 bien otras tradiciones religiosas estimularon de forma similar una conducta depredadora, o bien las religiones no pusieron grandes trabas al comportamiento mantenido con el mundo natural Esta tiltima proposicién tiene més sentido. Pocos creyentes posefan algo mds que un conocimiento rudimentario de las sagradas escrituras. Y a la mayo- rfa de quienes las conocfan mejor no les costaba nada permitir que la conve- niencia y el interés gobernaran su conducta més que las escrituras o los textos religiosos. Cualquier conjunto perdurable de escrituras es ambiguo, contradic- torio y susceptible de diversas interpretaciones para acomodarse a circunstan- clas distintas. Las sociedades islamicas e hinduistas mantenian ciertos bosques sagrados; os jainitas observantes intentaban no matar ningiin animal. Pero esas y otras limitaciones tuvieron sélo escasos efectos medioambientales. En el periodo insélitamente profano del siglo xx, la repercusién de las religiones en la ecologia, pocas veces grande, se redujo hasta la evanescenci Una variacién sobre el tema de la concepcién judeocristiana es la idea de que el humanismo occidental, el racionalismo o la Revolucién Cientifica per- mitieron la mutilacién del medio ambiente de manera singular al privar a la ? En Genesis 9:13, Dios dice « No€y asus hijo: «Creced, multplicaos y lenad la Tietra. Todos los animales dela Tierra os temerin y respetarin: aves del cielo, reptiles del suelo, peces de mar, esin en wuestto poder. Todo lo que vive y se mueve os servrk de alimento: os lo entrego lo mismo que los vegetaless. De manera similar, el Corin 31:20 dice: «2No veis que Dios ha sometido para vues- tro uso todo lo que hay en los cielo y en la Tierra?» ;Quién podria pedir un permiso mds claro para apropiarse de toda la productividad primaria neta del planeta? > White, 1967, indaga las prescripciones de la tadicién judeocrstiana sobre el medio ambiente. Tuan, 1968, demuestra terminantemente que las religiones orientales no impidieron dafios en el ‘medio ambiente en la historia de China. Véase también Asquith y Kalland, 1997 (sobre los efectos rmedioambientales de las religiones japonesas); Bruun y Kalland, 1995; Hou, 1997; Livingstone, 1994; Toynbee, 1972: y Zaidi, 1981 (quien sostiene que el islam es especialmente benigno desde un. punco de vista ecolégico) 394 — MOTORES DEL CAMBIO naturaleza de su cardcter sagrado 4, Aunque las elucubraciones de Erasmo, Descartes y Francis Bacon no entraban, probablemente, en los calculos de los campesinos, los pescadores o la mayorfa de los terratenientes del siglo xx 0 de Epocas anteriores, esa hipétesis tiene algo a su favor. La ciencia occidental contribuyé a remodelar en todas partes el medio ambiente fomentando el cambio tecnolégico . Sir Isaac Newton dijo que si habfa visto mas lejos que otros era porque se alzaba sobre los hombros de gigantes. Algunos cientificos del siglo %, como Haber y Midgley, cuya obra resulté de enormes conse- cuencias para la ecologia, se alzaban sobre los hombros de gigantes del méto- do cientifico que sostenian la idea de que la labor de la ciencia era desentra- fiat los secretos de la naturaleza y desplegar el conocimiento cientifico al ser- vicio de la salud y la prosperidad humanas. Esa idea convincente y omnipre- sente legitimé todo tipo de manipulacién medioambiental donde quiera que se afianzé la ciencia moderna. La ciencia aplicada cre6, por ejemplo, la indus- tria quimica, que alcanzé su edad adulta entre mediados y finales del siglo x0x. En 1990 habia generado unos 80.000 compuestos nuevos de uso habitual. Una pequefta parte de esos compuestos resultaron perjudiciales, incluso en concentraciones mintisculas, pues envenenaban a peces y aves, dafiaban los genes y productan efectos habitualmente inoportunos. Algunos penetraron en Tos ecosistemas en concentraciones elevadas, pues mientras en 1930 la indus- tria quimica mundial produjo sélo un millén de toneladas de sustancias qui- micas orginicas, ese total se habia multiplicado por mil en 19996. Al intro- ducir nuevos criterios selectivos en la evolucién biolégica, en concreto la com- patibilidad con las sustancias quimicas presentes en el medio ambiente, la industria quimica acabé influyendo en la ecologfa con paso lento pero segu- to, Ese fenémeno y otros como él fueron el resultado accidental de un que- hacer cientifico riguroso a lo largo de un siglo o més. En ciencia, més que en religidn, ls ideas de épocas anteriores tuvieron repercusiones sobre la historia del medio ambiente en el siglo xX. Pero también las tuvieron las ideas politicas. El nacionalismo, hijo de la Revolucién francesa, demostré ser en el siglo xx una idea de enorme éxito. Viajé bien a través de culturas y continentes, mejor que cualquier otra idea europea, y se manifesté de diversas guisas. Y afecté poderosamente al cambio medioam- biental, aunque no lo hizo de manera sistemética en ninguna direccién tinica. 4 Sobre esta opinidn, véanse Eherenfeld, 1978; Merchant, 1980 y Opie, 1987, + Laciencia no conttibuyé a configura la tecnologia en Occidente hasta después de 1850, aprox- rmadamente. Hasta entonces, el cambio teenol6gico se debié a personas habilidasas ajenas al saber cientfico, © Los cilculos estin tomados del Programa Medioambiental de la ONU (U.N. Environment Pro- gramm (UNEP), citado en Prager, 1993:61-62. IDEAS Y POLITICA 395 En algunos contextos, el nacionalismo sirvié de acicate para preservar el paisaje. A medida que Europa se industrializaba répidamente a partir de 1880, ciertas ideas nostélgicas sobre el mundo rural alemén, suizo o inglés adquirie- ron connotaciones patridticas especiales. En 1926, un inglés pudo escribir que «cl mayor monumento histérico que poseemnos, lo més esencial de Inglaterra, es su mundo rural, la pequefia localidad con su plaza de mercado, el pueblo, Jos setos, los senderos, los bosquecillos, los arroyos y las alquerfas» 7. Los sui- os se volvian sentimentales y patriéticos al hablar de sus montafias y granjas, y se opusieron a la construccién de ferrocarriles cerca del Matterhorn y a otras ‘manifestaciones amenazadoras de lo que solfan denominar «americanismo» §. Los alemanes sutilizaron al méximo esas formas de nacionalismo fusionéndo- las con un romanticismo idilico y crearon un sinntimero de sociedades para la conservacién del mundo rural. Aquellas ideas se sumaron al nazismo. Las SS de Himmler (las fuerzas especiales nazis) sofiaban con convertir Polonia en un paisaje con efluvios de origenes tribales germénicos cubierto por bosques pri- migenios, como reflejo del peculiar amor de los alemanes por la naturaleza’. Ecuaciones similares de identidad nacional y rectitud rural, santidad de la tierra (de nuestra tierra) y conservacién de la naturaleza afloraron alli donde se difundian las ciudades y la industrializacién. El populismo ruso antes de 1917, el nacionalismo ruso (no soviético) a partir de 1917, el movimiento de Crédito Social de Canadé occidental, el culto a la naturaleza de D. H. Law- rence, el novelista noruego Knut Hamsun, autor de libros de éxito y premio Nobel de Literacura, el batiburrillo intelectual sustentado por el fascismo mediterraneo y el milicarismo japonés ®, el populismo campesino de Mao y todo tipo de corrientes contrarias a la modernidad y de vuelta ala tierra refle- jaron sin excepcidn una repugnancia politica y cultural hacia las transforma- ones urbanas e industriales. En el Mediterraneo motivaron algunos planes de reforestacién a pequefia escala, entre ellos algunos que se ganaron el favor de Mussolini porque pensaba que proporcionarfan a Italia un clima més fio y harfan, por tanto, més belicosos a los italianos 7 Patrick Abercrombie, citado en Buller 199270. 8 Walter, 1989, » Groning y Wolschke-Bulmahn, 19872, 1987b, 1991; agradezco a Daniel Inkelas por haber di gido mi atencin hacia esa bibliografla. Véanse también Nolte, 1966:419-420; Rollins, 1997. © Kizaki, 1938. 1 Mussolini influyé también en la ecologia de Italia con su conviccién de que ls cabras no eran ani males apropiados para un pals facsta. Durante su régimen (1922-1943), el nero de cabras se redujo en un tere (McNeil, 1992b:337-338). El general Ioannis Metaxas, ditador griego (1936- 1941), bablé con exaltacin sobre los bosques en un discurso pronunciado en 1939 (Metaxas, 1969, 2.214219), Sobre a reforestacion en Portugal y la dictadura de Salazar, véase Brouwer, 1995. La Guardia de Hierro cumana, un gripo fascsta, bogaba por wdefender la vida de los drbolesy las mon- rafias de nuevas devastaciones» (Bramwell, 1989:162). 396 | MOTORES DEL CAMBIO En Rusia, la vinculacién entre nacionalismo y naturaleza cristalizé en torno a la pugna por salvar el lago Baikal de la contaminacién, una valiente lucha dadas las condiciones del régimen sovietico. El Baikal, la perla de Sibe- ria, eel lago de mayor profundidad y uno de los més antiguos del mundo. El conjunto de animales y vegetales que viven en él es tinico e incluye muchas especies que no se encuentran en ningtin otro lugar de la Tierra. En sus aguas limpidas, algunos ingenieros soviéticos vieron el fluido detergente ideal adap- tado a las necesidades del complejo industrial militar del pafs, En 1957 las autoridades planearon en secreto la construccién de una fabrica de fibras de viscosa, utilizadas para los neumiticos de los aviones a reaccién, que se levan- taria a orillas del Baikal. Algunos miembros de la élite cientifica y cultural soviética aprovecharon el deshielo de Jruschev —una época inusitada de liber- tad de expresidn en la Unién Soviética— para disentir piblicamente. Al final, sus ruidosas objeciones no consiguieron impedir la apertura de dos fabricas de celulosa en 1966-1967, pues pata entonces los plisticos habfan hecho caer en desuso las fibras como material para la fabricacién de neuméticos. Aquellas discrepancias lograron que el grado de arencién que se prest6 al control de la contaminacién fuera ins6lito para lo que se consideraba normal en la Unién Soviética. La campafia disuadi6, probablemente, a las autoridades de llevar a cabo otro plan propuesto en la década de 1950 para abrir el extremo meri- dional del Baikal mediante explosiones nucleares, incrementando asi la cotriente del rio Angara en su paso a través de unas centrales hidroeléctricas En India, Mohanda K. Gandhi (1869-1948), que tenfa muy pocas cosas en comtin con Mussolini, las SS nazis o la URSS, plasmé una visién nacio- nalista y nostalgica de una India artesana y campesina, libre de las influencias corrosivas de la industria moderna ejemplificadas por Gran Bretafia: «No quiera Dios que India llegue nunca a industrializarse a la manera occiden- tal [...] Si toda una nacién de 300 millones de habitantes [corria el afio 1928] optara por una explotacién semejante, dejarfa el mundo pelado, como las langostas» . Gandhi era una excepcién: la mayoria de los nacionalistas Indios, como Jawaharlal Nehru, deseaban una India industrial, como las lan- gostas, si era necesario. Las SS no ejecutaron su plan para Polonia, y tampoco India intent6 apli- car la visién de Gandhi en vez de la de Nehru. En general, el componente conservacionista y arcédico del nacionalismo acabé derrotado ante un rival que hacia hincapié en el poder y la riqueza y favorecia, por tanto, la indus- " Weiner, 1988 y 1999:355-373. "© Citado en Shiva, 19912:17, yen Guha y Martiner-Alier, 1997:156. El capitulo 8 de este iltimo libro estdia el pensamienco ecologista de Gandhi. | een IDEAS Y POLITICA 397, trializacién y la colonizacién de tierras fronterizas, sin tener en consideracién Jas consecuencias ecolégicas. El nacionalismo desencadenado en la Revolu- cign mexicana, por ejemplo, abandoné pronto la causa de los campesinos en favor de la industrializacién. Argentina y Brasil persiguieron a partir de 1930 las mismas ideas, pero sin revoluciones. En Japén, el nacionalismo y la indus- trializacién fueron uncidos al mismo carro desde la restauracién Meiji hasta la Segunda Guerra Mundial (1868-1945), asi como después de 1945 de un modo més atenuado y menos militarista. Por tanto, los amplios cambios en el uso de la tierra y las caracteristicas de la contaminacién derivadas de la industrializacién fueron, en parte, consecuencia de los nacionalismos. También lo fueron las alteraciones provocadas por los planes para poblar regiones evaclas» y remotas. Los Estados obtuvieron apoyo popular para colo- nizar el drtico canadiense, la Siberia soviética, el interior de Australia, la Ama- zonia brasilefia (por no mencionar la peruana y la ecuatoriana) y las islas peri- féricas de Indonesia (y establecer una soberania firme sobre esas comarcas). La colonizacién y defensa de aquellas zonas trajo consigo unos considerables cam- bios medioambientales, deforestacién en algunos casos, infraestructuras de cextraccién petrolifera en otros y construccién de carreteras en casi todos. El nacionalismo acechaba también tras otras medidas poblacionales, sobre todo en el apoyo a la natalidad. Muchos Estados del siglo xx buscaron Ja seguridad en el mimero de sus habitantes, en especial en Europa, donde el indice de natalidad era cada vez mas bajo. Los regimenes hipernacionalistas, en particular, procuraron incrementar las tasa de natalidad en Francia tras la humillacién a manos de Prusia en 1871, en la Italia fascista y en la Alemania nazi, El caso de mayor éxito fue el de Rumania bajo Nicolae Ceaucescu (1918-1989). En 1965, Ceaucescu fijé como objetivo del crecimiento alcan- zar la cifra de 30 millones de rumanos para el afio 2000, prohibié cualquier forma de control de la natalidad, incluido el aborto, y sometié a las mujeres en edad de procrear a vigilancia policial para asegurarse de que no eludian sus obligaciones reproductoras. En aquellos momentos, los abortos supera- ban en Rumania a los nacimientos de nifios vivos en una proporcién de 4a 1. A partir de 1966, las clinicas maternales rumanas recibieron una ava- lancha de partos, viéndose obligadas a yeces a embutir en una cama a dos madres parturientas. Ceaucescu invirtié temporalmente el rumbo de la tran- sicién demogréfica y doblé la tasa de natalidad, todo para mayor gloria de Rumania", Otras sociedades asediadas por problemas, como la URSS de Stalin, Irén tras la revolucién de 1979 y la Siria de Hafiz al Assad (que gober- “ Chesnais, 1995:171-173, 177-178, Los orfanacos rumanos continuaron sobrecargados de nos hasta después dela cada de Ceaucescu 398 | MOTORES DEL CAMBIO nd de 1971 a 2000) intentaron también aumentar la poblacién al maximo para salvaguardar la nacién, En sus miles de formas y mediante la multipli- Cidad de medidas sugetidas por él, el nacionalismo fue una idea de impor- tancia fundamental por sus efectos sobre el medio ambiente, en especial cuando sus defensores no pensaron en esa vinculacién". El comunismo, otra idea europea que viajé bien, fue en ciertos aspectos la forma superior del nacionalismo. Su éxito politico en Rusia y China, en Cuba y Vietnam, dependié tanto de su promesa de independencia del domi- rio extranjero como de la de justicia social. Las mismas ambiciones —desa- rrollo econémico y poder estatal— que inspiraron en otras partes la indus- trializacién promovida por el Estado impulsaron los heroicos embates de los planes quinquenales comunistas. Pero el comunismo tenfa también otros componentes. La idea de que la naturaleza existe para ser explotada mediante el trabajo estaba hondamente arraigada en el marxismo. Friedrich Engels crefa, como los optimistas més risuefios de nuestros dias, que «la productividad de la tierra se puede incre- mentar indefinidamente mediante la aplicacién de capital, mano de obra y ciencia», Karl Marx respaldé a los socialistas franceses que instaban a que la cexplotacién del hombre por el hombre» cediera el paso a la eexplotacién de la naturaleza por el hombre». El elocuente V. Zazurbin se dirigié en 1926 al Congreso Soviético con estas palabras que ligaban explicitamente el progre- so del comunismo a la transformacién del medio ambiente: Hagamos que el frigil pecho verde de Sibetia se revista de la coraza de cemento de las ciudades, se arme con la bocacha de piedra de las chimeneas fabriles y se cifa los cinturones de hierro de las vias férreas. Quememos y talemos la taiga, pisoteemos las estepas. Que asi sea, y ast ha de set inevitablemente. La unin fra~ ternal de todos los pueblos, la hermandad fécrea de toda la humanidad, sélo se forjaré con cemento y hierro. Un historiador soviético, M. N. Pokrovsky, previé en 1931 el dia «en que la ciencia y la técnica habran llegado a una perfeccién tal que ahora somos incapaces de visualizar [y que permitir] a la naturaleza convertirse en cera en las manos [del hombre], que podré darle la forma que decida». Cualquier pre- cio ecolégico era soportable para conseguir aquellos grandiosos abjetivos 6. © Sobre el nacionalismo y la actirud favorable ala natalidad, véanse Ispen, 1996, y Quine, 1996. 6 Las citas de este pérrafo estin tomadas de Ponting, 1991:157-158 (Engels y Pokrovsky), Manuel 1995:163 (Man), y Hille 1991:294-295 (Zazurbin), El comunista modélico de la revlucién cubana, Che Guevara, deca a sus hijos: «Creced para ser buenos revolucionarios. Estudiad duro para set capaces de dominar ls técnicas que permiten el dominio de la naturalezar (citado en Washington Past Book World, 19 de octubre de 1997510). IDEAS Y POLITICA 399 ‘A los comunistas, en especial a los de la URSS y Europa del Este, les gus- taban las cosas 2 lo grande. Aparentemente se trataba de lograr economias de escala, pero aquellas ideas derivaron en ideologia, en téctica propagandistica, y, en ultima instancia, en un fin en s{ mismo. El gigantismo afecté nocoria- mente a la arquitectura y la estatuaria, pero también a la industria, la activi- dad forestal y la agriculeura. Una caracterfstica soviética fue la construccién de enormes complejos industriales como los de Norilsk y Magnitogorsk, que concentraban la contaminacién. Cuando la URSS se enfrenté a una escasez de madera en el primer plan quinquenal (1929-1933) se enviaron a los bos- ues a millones de prisionezos y campesinos de granjas colectivas para talar Arboles con la mayor rapidez posible. La deforestacién y la erosién resultan- tes provocaron la formacidn de bancos de arena en el Volga que impedian el trafico por la principal via fluvial del pais'”. Con la colectivizacién agraria, los soviéticos no se limitaron a crear granjas descomunales, sino también enormes campos que se extendian hasta donde alcanzaba la vista y eran mucho mayores de lo necesario para hacer eficaz. la mecanizacién, lo cual maximizaba la erosién provocada por el viento y el agua. El gigantismo tunido al entusiasmo marxista por conquistar la naturaleza Ilevé a la muerte lenta del mar de Aral, 2 la creacién del mayor lago artificial y la presa més alta del mundo y a incontables planes «para corregir los errores de la natura leza» a escala colosal ®. El comunismo, al menos después de su consolidacién inicial en el poder, se opuso también a la innovacién tecnolégica. La vinculacién de unas cuotas de produccién fijas a los planes quinquenales dificultaba a los directores de fibtica de la Unién Soviética y Europa del Este la experimentacién de nuevas técnicas. Los precios de la energia estaban subvencionados, lo que contribuyé al anquilosamiento de la industria de la URSS y Europa del Este. Ast, por ejemplo, a mayorfa de las acerlas de 1990 seguian utilizando el procedimien- to de homo abierto, un invento obsoleto del siglo XIX sustituido desde hacta tiempo en Japén, Corea y Occidente. El sistema politico constieuia un obs- téculo para el abandono del carbén y el abuso de materias primas, por lo que el mundo comunista practicé hasta el final una economia que engullia ener- gia y producta una intensa contaminacién, como en el antiguo conglomera- Jo coketown —hecho que ayudé a provocar dicho final en la zona soviética. © Andreev-Khomiakov, 1997:29-38. 1 Oschlies, 1985, aborda esta cuestién en Bulgaria. Véanse también Ordos, 1991; Jeleéek, 1988, 1991 (sobre Checoslovaquia), Stebelsky, 1989 (obre Ucrania)- La ciea estd tomada de Adabasher, 1966:110-114, quien insta desviar el Obi hacia el sur para creat un embalse mayor que el mar Caspio, fundic la cubierta de hilo del Arico y cambiar la dicec- Sfon dela corre de Japén para calentar elclima de las remotas tegiones orientales de la URSS. 400 | MOTORES DEL CAMBIO aL THN pp we Los hornos de coque de Magnitogorsk, en la regién de los Urales (Unién Soviética), formaban parte de una inmensa campafa de industrializacién emprendida en la década de 1930. Stalin crefa que necesitaba industrializar su pais lo antes posible, dada la amenaza que vefa surgit en Alemania y la necesidad ideolégica de un prole- tariado industrial. En su intento por construir el comunismo en la URSS no dedieé ni un momento a pensar en el medio ambiente. De hecho, los comunistas esperaban cen todas partes que el trabajo recompusiera la naturaleza para ponerla més comple- tamente al servicio de la humanidad. El comunismo aspiré a convertirse en el credo universal del siglo xx, pero donde fracas6, se impuso con éxito una religién més flexible y seductora: la busqueda del crecimiento econémico. Capitalistas y nacionalistas —en reali- dad, casi todo el mundo, incluidos los comunistas— tindieron culto en el mismo altar, pues el crecimiento econémico ocultaba una multicud de peca- dos. Los indonesios y los japoneses toleraban una corrupcién sin fin mientras la economia siguiera creciendo. Los rusos y los europeos del Este soportaron uunos gobiernos torpes y supervisores. Los norteamericanos y los brasilefios aceptaron enormes desigualdades sociales. Los males sociales, morales y ecolé- gicos se soportaron en interés del crecimiento econémico; en realidad, segiin la propuesta de los seguidores de tales creencias, aquellos males sélo se podfan solucionar con mas crecimiento. El crecimiento econdmico se convirtié en la ideologfa insoslayable del Estado casi en todas partes. ;Cémo ocurrié? IDEAS Y POLITICA 401 Siembra de primavera en 1955 en la granja colectiva Lenin del distrito de Krasno- dar, en el sur de Rusia. Krasnodar, que habia sido en otros tiempos Ia patria de los ‘cosacos de Kuban, tenia ricos suelos esteparios y fue durante el siglo xX un aurénti- co graneto. Tras la colectivizacién de la agricultura en la Unién Sovietica durante la década de 1930, la mecanizacién se unié al compromiso ideolégico para fomentar la creacién de explotaciones agrarias con enormes campos ininterrumpidos, lo que Jos exponia intensamente a la erosi6n eélica. Las llantas de oruga del tractor resul- taban ttiles en los campos embarrados. Aquella religién estatal hundia profundamente sus raices en siglos ante- riores, al menos en la China imperial y en la Europa mercantilista. Pero sélo tuvo un éxito pleno tras la Gran Depresién de la década de 1930. Al igual que un intruso fordneo que invadiera unos ecosistemas trastornados, el feci- che del crecimiento colonizé los territorios ideolégicos del mundo entero, tras los desquiciamientos de la Depresi6n: fue el equivalente intelectual del conejo europeo. Pasada la depresién, la racionalidad econémica se impuso a todas las demés preocupaciones exceptuada la de la seguridad. Quienes pro- metfan entregar el santo grial se convirtieron en sumos sacerdotes. Esas personas fueron los economistas, sobre todo los angloamericanos, que contribuyeron a ganar la Segunda Guerra Mundial haciendo crecer la tasa de inflacién y gestionando las economias norteamericana y briténica. El predominio internacional de Estados Unidos a partir de 1945 garanciz6 una 402 — MOTORES DEL CAMBIO amplia aceptacién de las ideas norteamericanas, sobre todo en economia, donde el éxito estadounidense fue mas notorio. Entretanto, la URSS se dedi- cé al proselitismo dentro de su ambito geopolitico ofteciendo una visién del fetiche“del crecimiento proporcionada por ingenieros mas que por econo- mistas. Los economistas norteamericanos aceptaron gustosos que s¢ les recono- ciera el mérito de haber puesto fin a la Depresién y haber gestionado la eco- nomia de guerra. Entre 1935 y 1970 adquirieron un prestigio y un poder enormes pues, recurriendo a pequefios ajustes en politica fiscal y monetaria, podian manipular la demanda, o al menos ast lo parecfa, con el fin de redu- cir al minimo el desempleo, evitar las crisis y garantizar un crecimiento eco- némico perpetuo. Se introdujeron en los pasillos del poder y en las gruras de la academia, prestaron asesoramiento especializado en su pais y fuera de él, formaron a legiones de acélitos en todo el mundo, escribieron columnas en revistas populares y no dejaron pasar ninguna oportunidad de propagar su evangelio. Sus sacerdotes toleraban muchas sectas pero estaban de acuerdo en los principios fundamentales. Sus ideas encajaban tan bien en las condicio- hes sociales y politicas del momento que en muchas sociedades quedaron establecidas como una ortodoxia. Todo ello tenfa su importancia, pues los economistas pensaban, escribfan y dictaban normas como si la naturaleza no lo hiciera. Se trataba de una situacién peculiar. Los primeros economistas, sobre todo el reverendo Thomas Malthus (1766-1834) y W. S. Jevons (1835- 1882), se habfan esforzado por tener en cuenta la naturaleza. Pero, con la industrializacién, la urbanizacién y el auge del sector de los servicios, la teo- rfa econémica se consolidé entre 1935 y 1960 como una abstraccién exan- glie en la que la naturaleza figuraba, si és que lo hacia, como un almacén de recursos a la espera de ser utilizados. La naturaleza no evolucionaba ni se rebullfa o se recomponfa cuando la pellizcaban. Un economista norteameri- cano predijo jubiloso en 1984 siete mil millones de afios de crecimiento eco- némico —sélo la extincién del Sol podia nublar el horizonte—. Un premio Nobel pudo declarar sin poner en peligro su reputacién que «el mundo puede, en realidad, salir adelante sin recursos naturales» ”°, Se trata de afir- ‘maciones exageradas, pero que son en esencia puntos de vista canénicos. Si el monoteismo judeocristiano expulsé la naturaleza de la religién, los econo- mistas angloamericanos (a partir de 1880, aproximadamente) expulsaron la naturaleza de la economia. ® Robert Solow, 1974, premio Nobel de economia, citado en Rees, 1992:123. Las previsiones a muy largo plazo son de Julian Simon, citado en Dryzck, 1997:48. IDEAS Y POLITICA 403 ‘Aunque el fetiche del crecimiento resulte, a fin de cuentas, muy dil en un mundo con tierras desocupadas, bancos de peces a los que nadie moles- ta, bosques anchurosos y un sélido escudo de ozono, contribuyé a crear otro mundo més abarrotado y sometido a exigencias excesivas. A pesar de la desa- paricién de los sistemas ecoldgicos de amortiguacién y del aumento de los costes reales, la fijacién ideolégica imperé tanto entre los circulos capitalistas como entre los comunistas. Ninguna secta econémica acreditada consiguié dar raz6n del desprecio hacia los bienes de la naturaleza. Los verdaderos here- jes, economistas que cuestionaban el objetivo fundamental del crecimiento e intentaban reconocer un valor a los servicios de los ecosistemas, quedaron hasta el final del siglo fuera de los limites de lo aceptable”'. El pensamiento econémico no se amoldé al cambio de condiciones que contribuyé a crear; por tanto, siguié legitimando y, en realidad, provocando indirectamente un cambio ecolégico masivo y rapido. La prioridad general del crecimiento eco- némico fue, probablemente, la idea més importante del siglo Xx. De 1880 a 1970, aproximadamente, el mundo intelectual se alineé para negar los cambios masivos que se estaban produciendo en el medio ambien te. Mientras los economistas ignoraban la naturaleza, los ecologistas hacfan como si no existiese la raza humana. Mas que ensuciar su ciencia con las incer- tidumbres de los asuntos humanos, intentaron encontrar sendas incontami- nadas en las que observar los flujos de la energfa y la dindmica demogréfica. En consecuencia no tuvieron influencia politica, econémica ni ecolégica. Ideas ecologistas En contraste con las grandes ideas del siglo xx, el pensamiento explicitamen- te ecologista fue de escasa importancia antes de 1970. Algunos observadores agudos, como Aldo Leopold (1887-1948) en Estados Unidos, aludieron a los cambios en los bosques, la fauna y la flora, los suelos y los flujos biogeoqui- micos™, Aunque fueran casi siempre erréneos, los temores a un agotamiento de los recursos mundiales provocaban lamentos y llamadas de advertencia. Pero el puiblico era reducido, y los resultados practicos escasos. El pensamien- to ecoldgico apelaba tinicamente a un sector estrecho de la sociedad. En 1910 habian surgido ya casi en todas partes del mundo occidental pequefias socie- dades para la conservacién de la naturaleza. Desde 1870 se crearon reservas 2 Estas ideas —la economia ecolégica—, muy marginales, se exponen en Costanza, 1997, y Krish- znan etal, 1995. Los pionetos en este terreno se estudian en Martinez~Alier, 1987. 2 Leopold, otto hijo de las tierras de Towa (como Henry Wallace y Norman Borlaug), trabajé para el Servicio Forestal de EE UU y escribié A Sand County Almanach (1949). 404 MOTORES DEL CAMBIO naturales y parques nacionales, mantenidos més o menos al margen de la explotacién econémica, primero en Australia y Norteamérica, donde tras la eliminacién casi total de los pueblos aborigenes y amerindios abundaban los espacios libres. Aquellas campafias fueron una gran fuente de imitacién, pero, en la mayoria de los paises, las reservas y los parques tenfan que ser pequefios y amoldarse a la actividad econémica existente. Asi, aquellas innovaciones redujeron apenas el impulso del cambio medioambiental. Las ideas, por mayor que fuera la solidez y elegancia con que se exponian, no encajaban en la época. Las cosas comenzaron a cambiar en la década de 1960. Los afios sesenta fueron un periodo turbulento. Las opiniones generales y la autoridad establecida fueron objeto de ataques feroces de México a Indo- nesia y de China a Estados Unidos. De las muchas ideas y movimientos cul- tivados en aquellas condiciones violentas hubo dos que duraron mds que el resto: la igualdad femenina y el ecologismo. El éxito del ecologismo (defini- do de manera general como la idea de que la humanidad deberia procurar coexistir pacificamente con la naturaleza, mas que dominarla) dependié de muchos factores. En el mundo industrial, la carga de la contaminacién y los productos quimicos peligrosos habfan aumentado con rapidex en décadas anteriores. Se habfa producido tal acumulacién de riqueza (difundida ade- més mediante el «fordismon) que la mayorfa de los ciudadanos podia permi- tirse sentir preocupacién por asuntos ajenos al dinero. El crecimiento eco- némico de los paises industriales en el periodo de 1945 a 1973 generé, en cierto sentido, su propia antitesis en el ecologismo™. Las ideas de éxito requieren grandes comunicadores para provocar una amplia conversién. El catalizador individual més eficaz para el ecologismo fue Rachel Carson (1907-1964), una zodloga acustica norteamericana de pluma acerada. Carson, que trabajaba para la Oficina de Pesca de EE UU (més tarde el Fish and Wildlife Service (Servicio de Pesca y Fauna y Floral), comenz6 a publicar articulos y libros, sobre todo acerca de la vida marina, que llegaron a.un amplio piblico. En 1962 aparecié Primavera silenciosa, su primera anda- nada contra el uso indiscriminado de pesticidas. Carson comparaba a las empresas agroquimicas con los Borgia del Renacimiento por su proclividad al envenenamiento. Aquello le valié ser denunciada por los empresarios y el Departamento de Agricultura de EE UU como una mujer histérica y caren- 2 Sobre la historia del pensamiento medioambiental (en Occidente), véanse Bramvell, 1989; Cor- vol, 1987 (sobre Francia); Deléage, 1992; Glacken, 1967; Graaff, 1982 (sobre Holanda)s Grove, 1994; Hermand, 1991 y Ditt, 1996 (sobre Alemania); Pepper, 1996; Teich et al, 1997; Votruba, 1993 (sobre Checoslovaquial; y Worster, 1977. 2 ] ecologismo gener6, por supuesto, su propia antitesis —Ias afirmaciones de que el cambio eco- légico era minimo o natural o, por una u otra ra2Sn, no era motivo de preacupacién, IDEAS Y PoLiTIcA 405 En 1962, Rachel Carson, antigua bidloga del gobierno, publicé Primavera silenciosa, un ataque contra la utilizacién despreocupada de pesticidas en Estados Unidos. Con aquel libro, otros escritos y la atencién sensacionalista que le dedicaron los medios de comunicacién en 1962 y 1963 contribuyé a movilizar a la opinién norteamericana sobre la cuestién de los pesticidas y la conservacién del medio ambiente en general. Si el ecologismo moderno en Estados Unidos tuvo un progenitor, fue ella, Rachel Carson murié de céncer pocos meses después de que se tomara esta fotografia en 1963. 406 MOTORES DEL CAMBIO te de conocimientos cientificos, El revuelo organizado les llevé a ella y a sus detractores a la televisién nacional en 1963. Pero su informacién cientifica, relativa sobre todo a los efectos nocivos del DDT y otros insecticidas en las aves, era casi siempre sdlida y su mensaje tuvo éxito. Tras aparecer por entre- gas en una influyente revista (The New Yorker), su libro se convirtié en un dest seller en varias lenguas. El presidente John F. Kennedy reunié, contra los deseos del Departamento de Agricultura, un equipo gubernamental para exa~ minar los problemas de los pesticidas y sus conclusiones coincidieron con las de Carson. Al final, hubo escuelas de primera ensefianza que llevaron su nombre, y su rostro figuré en los sellos de correos*. En otra época, las ideas de Rachel Carson habrfan sido, quiz4, ignoradas**. En cambio, ella y cientos de personas como ella inspiraron a otros seguidores € jmitadores. Fueron millones quienes consideraron entonces que la contamina- cién que habjan conocido durante la mayor parte de sus vidas era innecesaria € intolerable. El Dia de la Tierra de 1970 movilizé a unos 20 millones de norte- americanos en demostraciones celebradas contra los ataques @ la naturaleza. En la década de 1980, los temores por la deforestacién de las selvas tropicales, el cambio climético y la reduccién de la capa del ozono afiadieron un estimulo (y ‘un nuevo foco de atencién) al ecologismo. En 1990, el Dia de la Tierra atrajo a 200 millones de participantes en 140 pafses. La musica popular de Estados Uni- dos —influyente en todo el mundo— incluyé el medio ambiente en su reper- torio temético”. Los principales dirigentes religiosos, desde el Dalai Lama al Patriarca grecoortodoxo (de Estambul), aceptaron ciertos aspectos del ecologi mo, y lo mismo hicieron algunos grupos religiosos fundamentalistas *. La cien- cia universitaria y sus patrocinadores gubernamentales se convirtieron igual- mente a él, Las Naciones Unidas lanzaron en 1971 su programa «El hombre y la biosfera», y la mayorfa de los pafses ricos contaban en 1990 con programas cientificos sobre el cambio global. En 1998, esos programas constitufan en con- junto el proyecto de investigacién ms amplio de la historia mundial ”. 2 Lear, 1997, es una biografla reciente. El libro de Carson es, posiblemente, el més importante escri- to por una persona norteamericana. Rivaliza con él el del almirante Mahan s6bre el poder naval 3 En cients sentido lo fueron: sus advertencias sabre los daiios provocados por el DDT habfan sido ceditadas ya (con escasa publicidad) en 1946. © Por ejemplo las canciones de Marvin Gaye, Joni Mitchell (canadiense) y el grupo Alabama. Esos aistasrepeesencaban una misica urbana y soul baladas pop y misica counoryy pertenccian a coda lz gama de la mica popular de EE UU. 1 Véase Oliver, 1992, sobre la las acitudes ecologista en el protestantismo. Algunos cristianos fin- damentalistas consideraron pecaminoso provocat la extinci6n de seres creados por Dios y apoyaron, por tanto, el consecvacionismo biolégico. The Economist, 21 de diciembre de 1996:108-109, exami- ha las relaciones ente las religiones mundiaes y el ecologismo, Asi pensaban, al menos, algunos directvos de la American National Science Foundations en 1997 hhabia unos 2.000 cientficos dedicados 2 investigar o controlar el eambio global. IDEAS Y POLITICA 407 Entre 1960 y 1990 se produjo un cambio de rumbo notable capaz de sacudir (;de curat?) al mundo. Marjales que durante mucho tiempo abjan sido considerados por millones de personas aptos inicamente para la dese- cacin se convirtieron en humedales dignos de ser conservados. Los lobos ascendieron de la categoria de alimafias a la de nobles salvajes. La energia nuclear, de la que en otros tiempos se esperé un futuro que traeria el cuer- no de la abundancia, pasé a ser politicamente inaceprable. La contamina- Gién dejé de significar riqueza y se convirtié en un crimen contra la natu raleza y la sociedad. La gente mantuvo esas opiniones con distinta intensi- dad y grado de compromiso. Algunos movimientos basados en ella resultar ron extremadamente cismaticos, pero todos compartian un cambio de con- cepcién. Aquel conjunto de ideas acabé reniendo un éxito extraordinario, hasta el punto de que, a finales de la década de 1980, las compafifas petro- liferas y las empresas quimicas cedieron y ordenaron a sus equipos de relar ciones piiblicas la creacién de nuevas identidades «verdes». Aunque la sin- ceridad de su conversién se seguia prestando a dudas, la hoja de parra con Gque se cubrieron demostrd que el ecologismo habfa legado al reino de la ideologia. Este extraordinario cambio de rumbo intelectual y cultural comenzé en Jos palsesricos pero surgié casi en todas partes. El ecologismo euvo muchos rostros, cada uno de ellos con sus propios asuntos y planes. En los lugares donde fue reprimido sistematicamente —los datos ecol6gicos eran secretos de Estado en algunos paises del bloque soviético— no tardé en contribuir a derrocar regimenes. En paises tan pobres como India aparecieron en 1973 Vigorosos grupos ecologistas que se fusionaron en la década de 1980. En los paises pobres, el ecologismo solia estar estrechamenteligado a alguna lucha Social por el agua, la pesca o la madera y tenia poco que ver con la naturale- va por si misma. Segiin una encuesta realizada en 1997, las personas més descosas de desembolsar su dinero para poner coto a la contaminacién eran Jos indios, los peruanos y los chinos®. Harn falta décadas, y quiz siglos, para que se revele el sentido pleno de esta nueva corriente”?. » La encuesta fue realizada por Environics International (Toronto) y publicada en el Washingion ‘Pow, 37 de noviembre de 1997-815. Las poblaciones mis desididamente favorable dar prioidad sproteccin medioambiencl sabre el crecimiento econ6mico eran las de Nueva Zlands Cans- 3p Bits Ausra y Holanda Las menos incnadas a elo se encontaban en Ucraniay Niger, Pelonia y Hungeia. Véase también Guha y Martinez-Alier, 1997. stem ad grado iloséfico, Luc Ferry (1995) sostene que la ecologia profunda, un movimien’o tnargial del eclogismo, eel primer rero importante planteado al pensimieno cartsano en 490 ree colopla profunda rechaza el anropocenrismo y hall un méfitointenseco en todas las for- smas de vida y sistemas y fenémenos naturales. poner 408 MOTORES DEL CAMBIO La politica internacional y la guerra Con la politica ocurrié lo mismo que con las ideas. Las fuerzas politicas més importantes, con mucho, para el cambio medioambiental fueron involunta~ rias y pasaron desapercibidas. Aunque su influencia fue en aumento desde 1970, la politica ecologista explicita y consciente siguié actuando a la som- bra de la politica convencional. Esto fue asi tanto en el plano internacional como en el nacional. Preocupacién por la seguridad y despreocupacién por el medio ambiente La caracteristica predominante del sistema internacional del siglo xx fue su estado de gran agitacién. En comparacién con siglos anteriores, las gran- des economias y los paises muy poblados gestionaron sus asuntos pensando casi siempre en la guerra, sobre todo de 1910 a 1991, aproximadamente. Los esfuerzos realizados en las dos guerras mundiales fueron agotadores. La preocupacién por la seguridad en el periodo de entreguerras, y en especial durante la larga guerra fria (1945-1991), fue considerable debido a los cos- tes que se atribuian a la falta de preparacién. En aquella situacién, los Esta- dos y las sociedades se sintieron fuertemente incentivados para llevar al maxi- mo su capacidad militar, industrializar (y militarizar) sus economias y, de pués de 1945, producir armas nucleares. En lenguaje darwinista, el sistema internacional impuso una seleccién rigurosa contraria a la prudencia y favo- rable a ciertas medidas dictadas por consideraciones de seguridad a corto plazo. La preocupacién por la seguridad tuvo incontables ramificaciones medio- ambientales. En Francia, tras la derrota de 1870, el ejército obtuvo el poder de preservar los bosques puiblicos y privados en el nordeste francés y utilizar- Jos en un sistema reorganizado de defensa fronteriza ideado para encauzar a los invasores alemanes por unos corredores estrechos y bien fortificados. (La siguiente invasién alemana, en 1914, llegé a través de Bélgica.) Muchas fron- teras problemiticas se convirtieron de hecho en reservas naturales debido a la prohibicién de realizar actividades humanas (por ejemplo, la frontera entre Bulgaria y Grecia, la zona desmilitarizada entre Corea del Norte y del Sur y entre Irén y la URSS). Pero otras regiones limitrofes fueron objeto de una colonizacién intensiva pensada, entre otros fines, para asegurar la soberanta y conocieron, por consiguiente, una amplia deforestacién, como la Amazo- nia de Brasil y Ecuador. Muchos Estados conscruyeron sistemas de carreteras y fetrocarriles pensando en prioridades geopoliticas, como la Linea Férrea EASY POLITICA 409 Imperial del Transiberiano Ruso, las aucopista de Hits el sistema interes- tatul de EE UU y la carretera del Karakorum entre Pakistin y China, Esos grandes sistemas de tansporte afectaron inevitablemente 2 los modelos de seo de la tierra, El uso de la tierra se modificé a veces deliberadamente para favorecer el transporte militar: en India, los briténicos recurrieron al regadio antes de 1921 para creat «caballerizas», pastos exuberantes para la exfa caba- Tlar pensados para mantener el suministro de monturas para el eércivo dela India®. Los principales efectos de aquella preocupacion por Ia seguridad sobre a medio embiente detivaron, sobre todo, de la construccién de complejos Jndusteiales militares. Tras la Primera Guerra Mundial fue evidente que, aparte de una abundancia de j6venes, el ingrediente més importante del poder militar ea la industtia pesada. Los caballos y el herofsmo habian caido eetdesuso, Todas las grandes potencias del siglo x adoptaron medidas para fatimulat la produccién de municién, barcos, camiones, aviones —y armas nucleares. Ningiin componente de los complejos industriales militares disrut6 de rmayores subvenciones, proteccién frente al control publice y manga ancha respecto a sus consecuencias medioambientales que el negocio de las armas ucleares, Nueve paises, por lo menos, fabricaron esa clase de armas, aunque vblo siete lo admitieron (EE UU, el Reino Unido, Francia, la URSS, China, Tadia y Pakistin. Israel y Suedfica produjeron armas nucleares pero fingie- ron no tenerlas. Fl complejo armamentista norteamericano abarcaba un toral de 3.000 ubicaciones. Estados Unidos fabricé decenas de miles de cabezas nucleares y probé mis de mil, La joya de aquella corona era Hanford Engineering Ryorks, una extensa fibrica de bombas a orilla del rio Columbia, en las tie~ tras yermas dela zona central meridional del estado de Washington. La fabri- crinieé sus actividades durante la Segunda Guerra Mundial y construyé la bomba que destruy6 Nagasaki. En los 50 afos siguientes, Hanford arroj6 al Columbia miles de millones de litros de residuos radiactivos y filtré acc dentalmente algunos més alas aguas freticas. En 1949, poco después de que Toe sovieticos hicieran estallar su primera bomba atémica, los norteamerica- os ercalizaron un experimento secreto en Hanford. La precipicacion radiac- tiva detectada en la prueba realizada por los soviéticos suscit6 ciertas cues- ones sobre la tapidez con que podian transformar el pluronio, En respucs- + Sobrelos bosques frances, véase Amt, 1993, Sobre la Amazonia, vate Woody Schmink, 1972, ¥ Pichén, 1992. Sobre los motios subyacenes cas el U.S. Inverse High Syscem (la red de aoa erste de EE UU), véase Lewis, 1997, y Gilford, 1998, Sobre a carretera dl Kars Hares ease Ispahani, 1989:145-213. Sobre las scabalerizas, véase All, 1988. \ i i 1 a 410 — MOTORES DEL CAMBIO ta, los miembros del gobierno norteamericano decidieron utilizar uranio everder sacado del reactor hacia menos de 20 dias para comprobar sus hipé- tesis sobre las actividades sovicticas. La Carrera Verde, como fue conocido el experimento por quienes estaban al tanto del secreto, liberd cerca de 8.000 curios de yodo131, empapando de radiacién la regién situada en la direccién del viento hasta niveles que oscilaban entre 80 y 1.000 veces el limite consi- derado tolerable. La poblacién local se enteré del caso en 1986, cuando Han- ford se convirtié en el primer complejo de armamento nuclear de EE UU que permitié consultar documentos concernientes a los efectos medioam- bientales de la produccidn de armas. La Carrera Verde demuestra las liberta- des que se tomaron los estadounidenses bajo la influencia de la preocupacién por la seguridad nacida de la guerra fria®. Pero eso era sélo la punta del iceberg. Desde la perspectiva del medio ambiente fueron més graves los residuos dejados para preocupacién futura en el calor de la guerra fria. Medio siglo de produccién de armamento a lo largo y ancho de Estados Unidos dejé tras de sf un gran basurero del que forma- ban parte decenas de millones de metros ctibicos de residuos nucleares de larga vida. Una limpieza parcial durard, segtin proyectos, 75 afios y costar entre 100 mil millones y 1 billén de délares, el mayor plan de reparacién medioambiental de la historia, La limpieza total es imposible. Sélo en torno a Hanford hay enterrada mas de media tonelada de plutonio™. Los soviéticos fueron menos cuidadosos. Su programa nuclear comenz6 bajo Stalin, que queria disponer de armas atémicas lo antes posible, fuera cual fuese el coste humano y medioambiental. Daba la casualidad de que la ‘economia soviética de mando era bastante idénea para conseguir aquellos fines; en s6lo unos pocos afios surgié de la nada un gran complejo de arma- mento nuclear. Los soviéticos fabricaron unas 45.000 cabezas nucleares € hicieron estallar unas 715 entre 1949 y 1991, la mayoria de ellas en Semipa- latinsk (en el actual Kazajstin) y en la isla de Nueva Zembla, en el Artico. Las explosiones nucleares les sirvieron para crear embalses y canales y abrir pozos de mina. En 1972 y 1984 detonaron tres bombas nucleares en un intento de liberar mineral para la obtencidn de fosfatos (para fertilizantes). Vertieron una gran parte de sus residuos nucleares en el mar, la mayoria en el océano Artico y algunos en aguas superficiales. Hundieron en el mar sub- marinos atémicos fuera de servicio. Y la mayorfa de los accidentes nucleares conocidos en el mundo afectaron a la Flota del Norte de la URSS, cuya base se halla en Arjanguelsk. % Gerber, 1992. % Floravanti y Makhijani, 1997; USDOE, 1995. IDEAS ¥ POLITICA 411 Los soviéticos sdlo disponian de un centro para reciclar el combustible nuclear utilizado, Aquel centro se hallaba en el complejo Mayak, situado en la quenca superior del rfo Obi, en Siberia occidental, actualmente el lugar més radiactivo de la Tierra. El centro acumulé 26 toneladas métricas de plu- tonio, 50 veces el total de Hanford. El complejo Mayak virtié de 1948 a 1956 residuos radiactivos en el rio Techa, afluente del Obi y Unica fuente de agua potable para entre 10.000 y 20.000 personas. Algunos de los residuos mis peligrosos de Mayak se guardaban desde 1952 en tanques de almacena- miento, pero en 1957 estalld uno de ellos descargando una lluvia de 20 millones de curios sobre la comarca vecina —en torno al 40 por ciento del nivel de radiacién liberada en Cherndbil—. A partir de 1958, los residuos liquidos se almacenaron en el lago Karachay. En 1967, una sequia dejé expuestos a los vientos de la estepa los sedimentos radiactivos del lecho del lago y esparcié sobre una zona de la extensidn de Bélgica un polvo peligroso que contenia 3.000 veces mas radiactividad que la liberada en Hiroshima dejandolo caer sobre medio millén de personas desprevenidas. En la década de 1980, quien estuviese una hora a la orilla del Lago recibiria una dosis de radiacién letal (600 réntgen/hora). Alexander Penyagin, antiguo presidente de la Subcomisién de Seguridad Nuclear del Soviet Supremo de la URSS, compaté la situacién de Mayak con 100 Chernébils. Nadie conocta la ampli- tud de la contaminacién en la antigua URSS debido a la magnitud y al secre- to del complejo nuclear. Una gran parte de ese complejo se clausuré en los Uiltimos afios de la URSS, pero la inmundicia petmanecié donde estaba y Rusia no se puede permitir esfuerzos importantes para limpiarla*. Los residuos letales de los programas de armamento nuclear briténicos, franceses, chinos, indios, pakistantes, israelies y sudafticanos (y quiza de unos ppocos pafses més) no tuvieron, por suerte, las dimensiones de los residuos de las superpotencias*. En conjunto, esos programas no sélo gravaron a la pos- tetidad con la obligacién de gestionar sus residuos a largo plazo sino que engulleron casi una décima parte de la energia comercial producida en el mundo entero desde 1940”, Los futuros historiadores necesitaran sus mejo- res dotes para transmitir a las generaciones futuras los temores de la guetta fefa que llevaron a funcionarios responsables a aprobat la negligente produc- cidn de armas nucleares y la chapucera retirada de residuos. 25 Cochrane et al, 1993; Milsen y Bohmer, 1994; Nilsen y Hauge, 1992; Yablokov, 1995. Holloway, 1994, ofece un util estudio genera sobre el programa de armamento nuclear soviético hasta 1956. 8 Véanse Danielson, 1990 (sobre la Polinesia francesa); Makhijani et al, 1995 (un andlisis general mundial) 5 Smil, 1994:185, 4 412 MOTORES DEL CAMBIO La guerra y el medio ambiente Lo que se hizo en las gueras fue mucho menos de lo Ilevado a cabo en nom- bre de ld guerra. El siglo xx no anduvo escaso de combates prolongados, pero Ja mayoria de los cambios medioambientales producidos en ellos fueron tran- sitorios. Los bombarderos arrasaron la mayor parte de Berlin y Tokio en 1944-1945, pero ambas ciudades resurgieron en una o dos décadas. Los bom- barderos norteamericanos abrieron unos 20 millones de créteres en Vietnam (1965-1973), pero la vegetacién cubrié la mayoria de aquellas heridas, en tanto que otzas sirvieron como estanques para peces ®. En la guerra librada centre Japén y China (1937-1945), los nacionalistas chinos, esperando ade- lantarse al avance japonés, destruyeron en 1938 los diques que contenian el Huanghe (el rio Amarillo). Fue, probablemente, la accién individual de gue- rra més perjudicial para el medio ambiente; en ella se ahogaron varios cientos de miles de chinos (y muchos miles de japoneses), destruyé millones de hec- areas de tierras de cultivo en tres provincias ¢ inundé 11 ciudades y 4.000 pueblos. Pero el trabajo de los chinos supervivientes reparé la devastacién en tunos pocos afios. Los intensos combates en el frente occidental y en Gallipo- li durante la Primera Guerra Mundial y la préctica de tierra quemada en las luchas entre alemanes y soviéticos durante la Segunda produjeron una devas- tacién medioambiental correspondientemente intensa. Pero el trabajo pacien- te y los procesos de la naturaleza han ocultado esas cicatrices y han asimilado al paisaje circundante incluso los lugares de las batallas més feroces —excep- to alli donde se ha realizado un esfuerzo consciente para preservar los campos de batalla como memoriales—. En la Guerra del Golfo de 1991, las fuerzas iraquies prendieron enormes hogueras de petréleo que oscurecieron los cielos y vertieron atin més crudo al golfo Pérsico, de aguas superficiales y biolégica- mente ricas. La cortina de humo de la atmésfera se disipé en unos pocos meses, una vez cubiertos los pozos, pero la vida marina tardé (y tardard) afios en recuperarse. La Guerra del Golfo podria ser una excepcién a la regla de la fugacidad de los dafios medioambientales producidos por los combates””. > Las plantas pioneras en la recolonizacién de los bosques destruidos en Vietnam (y en otras zonas del surest asitico) fueron, sobre todo, la imperaa (el ersizo marciego) y el bambi La roracin eco- ligica podria permitir recuperar la selva tropical en 100 afios (Westing, 1980:97-8). » "Clout, 1996; Sobolev, 1947; Westing, 1990. Los comentarios sobre Gallipoli se basan en mis propias observaciones, realizadas en 1994, Sobre la guerra del Golfo, véanse Burger, 1997:69-73, Havwley, 1992, Hobbs y Radke, 1992, Aarsten, 1946, dice que el 17% de ls tierras de cultvo holan- desas qued6 destruido durante la Segunda Guetra Mundial por la infltacién de agua salada, pero creo que tambicn este efecto fue passjero. El-Shobosky y Al-Saedi 1993 relatan que las campafis en los desiertos (p.¢j- en Egipto, 1941-1943; Kuwait, 1991) quiebran su frigil corteea y permien la formacién de tormentas de arena de incensidad desacostumbrada. | IDEAS Y PoLiTICA 413 ‘Aunque los entornos dependientes de obras de regadio, como los de China, han sido los més vulnerables a la destruccién de las guerras, la defo- resjacién tarda (y tardaré) més en sanar. La agriculeura de secano se recupe- ra répidamente de la guerra, en unos tres afios por término medio. Los pas- tizales y las praderas requieren algo més de tiempo, en torno a los 10 afios. Pero los bosques suelen necesitar de uno a tres siglos. Una de las medidas de guerra ha sido durante siglos la destruccién de los bosques. César quemé los Bosques de las Galias. En el siglo 3, la relevancia de las técticas guerrilleras implicé que la guerra tuviera una influencia insélitamente grande en Ia defo- restacién, Muchas guetras de resistencia colonial en Africa y el sureste asidti- co llevaron aparejadas campafias guerrilleras. Durante la guerra fria, muchas de las guerras por delegacién libradas en Africa, Asia y América central tuvie- ron también esa caracteristica. Los guerrilleros tenian que oculearse, y las sel- vas oftecian un abrigo ideal; de ahi que las fuerzas antiguerrilleras las destru- yesen. En algunas ocasiones lo hacfan también los propios guetrlleros, a menudo como acciones incendiarias ditigidas contra las potencias ocupantes o las fuerzas del orden establecido. Las técnicas del siglo xx hacfan la destruccién mucho més facil que en tiempos de César (o de William Tecumseh Sherman). Los franceses fueron Jos primeros en lanzar bombas incendiarias en la guerra del Rif (1921-1926), un levantamiento de los bereberes marroquies contra el poder colonial espa- fiol y francés. El napalm hizo su presentacién con los lanzallamas en la Segunda Guerra Mundial y demostré su eficacia contra los refugios de los bosques en la guerra civil griega (1944-1949), antes de convertirse en un arma importante del arsenal norteamericano en Vietnam. Los briténicos comenzaron a utilizar defoliantes quimicos durante el levantamiento malayo de la década de 1950. Los norteamericanos los emplearon a gran escala en Vietnam (por ejemplo el Agente Naranja). La guerra entre soviéticos y afga- nos, iniciada en 1979, fue testigo del uso de una diversidad de defoliantes de alta tecnologia. Esos casos, y otros cientos similares, representan algunos de Ios efectos ecoldgicos més duraderos de la guerra®. Fuera del campo de batalla, las campafias bélicas tuvieron otros efectos ecoldgicos. En la caliza karstica de los Alpes vénetos, ls depésitos de muni- cién de la Primera Guerra Mundial infiltraron cobre en la aguas fredticas. Al cabo de ochenta afios, algunas fuentes parecfan «pequefias minas de cobre». La demanda europea de trigo durante la Primera Guerra Mundial indujo al laboreo de unos seis millones de hectéreas de pradera (una superficie del tamafo de Virginia occidental o Sri Lanka) en el altiplano (las High Plains) © Demorlaine, 1919; McNeill, 1992b:260-270; Prochaska, 1986; Westing, 1990. | 414 — MOTORES DEL CAMBIO de Estados Unidos, y de algunas mas en las provincias de las praderas cana- dienses. Aquellos cultivos contribuyeron a preparar el camino para la Cuen- ca del Polvo, la Dust Bowl de la década de 1930. El esfuerzo bélico briténi- co de la Segunda Guerra Mundial acabé con la mitad de los bosques de Gran Bretafia. La construccién de barcos de tipo Liberty en 11 dias, practicada por Jos norteamericanos en Portland (Oregén) durante esa misma guerra, reque- ria mucha electricidad y justificé la construccién de més presas hidroeléctri- cas en el rio Columbia, donde ya se habjan levantado dos de gran altura a finales de la década de 1930. El frenesi por aumentar la produccién de ali- mentos, combustible, minerales y otros recursos produjo sin duda graves trastornos ecolégicos en todas las naciones contendientes, lo mismo que las, campaiias intensivas para construir carreteras y lineas férreas. Mas reciente- mente, los bandos beligerantes en las guerras civiles que asolaron Camboya y el este de Mianmar (Birmania) financiaron sus campafias mediante contra- tos con empresas madereras tailandesas para que talaran las franjas de selva controladas por ellos", Al eliminar la actividad econémica normal, la guerra tedujo temporal- mente algunas de las presiones habituales impuestas al medio ambiente. A pesar de las cargas de profundidad y los vertidos de petrdleo en las campafias de la guerra submarina, la Segunda Guerra Mundial fue un periodo de pros- peridad para las poblaciones de peces del Atlintico Norte, pues las flotas pes- queras permanecieron ancladas durante el conflicto. Las emisiones indus- triales disminuyeron debido a la escasez de carbén y a la destruccién de las, fabticas, al menos en Europa y Japén. Las minas de tierra iraquies en el desierto de Kuwait mantuvieron alejada a la gente y permitieron una recu- peracién de la vida animal y vegetal en la década de 1990. Los combates tuvieron sus efectos sobre el medio ambiente, a veces agudos pero, en gene- ral, transitotios. El violento afén de la preparacién y la movilizacién para la guerra industrial dio lugar a cambios mas graves. 4 Celi, 1991 (Gobre el cobre); Opie, 1993:96 (sobre las Grandes Llanuras); Kuusela, 1994:125 (sobre los bosques britinicos). Sobre las guerra en el suresteasiético y la madera, véase The Econo- ‘ist 17 de junio de 1995:35. La guerra dio también lugar a la apaticién de refugiados que, si se encontraban fuera de la redes de un transport eficiente, podfan sobrecargat los ecosistemas locales en su busqueda de comida y lefia para quemar. Los tres millones de afganos refugiados en el norte de Pakistin en la década de 1980 produjeron esos efectos (Azhar, 1985; Allan, 1987). © Westing, 1980:154 (sobre los peces en el Atkintico Norte). En Turner ¢ aly 1990, hay capftulos dedicados alos flujos bioquimicos que demuestra los efectos de la Segunda Guerra Mundial. La vida del desierto kuwait! se expone en Environment 35(4):22. IDEAS ¥ POLITICA 415, Imperialismo, descolonizacién y democratizacién La politica internacional se lew a cabo por medios distintos de los de la gue- rra, Aqui hablaré brevemente de s6lo dos temas principales: primero, del imperialismo y la descolonizacién; luego, de la democratizacién. Al comen- zar el siglo xx, Rusia, Japén, Estados Unidos y, en especial, las potencias de Europa occidental emprendieron una actividad de expansién colonial que implicaba 2 menudo el desplazamiento de las poblaciones existentes, como en Suréftica y Argelia. Las potencias coloniales dieron un nuevo rumbo a las economias locales orientindolas hacia la minerfa y la industria maderera y hacia la exportacién de monocultivos de algodén, té, cacahuetes o sisal. ‘Aquellos cambios se impusieron normalmente sin pensar en las consecuen- cias medioambientales: los tinicos objetivos eran hacer dinero para el Estado y los empresarios y asegurar a la madre patria un acceso sin trabas a ciertos materiales estratégicos. En la década de 1940, franceses y briténicos afirma- ron, al menos, sentirse preocupados por los intereses locales cuando trans- formaron la mayor superficie posible de tierras de Mali para la produccién algodonera, y de Tanganika para el cultivo de cacahuetes. Pero, a pesar de todo, debido a su ignorancia ecolégica, provocaron Ja salinizacién de la regién de la curva del Niger en Mali y transformaron unas tierras margina- les en una costra dura ¢ inservible en el centro de Tanganika®. La descolonizacién trajo consigo, sorprendentemente, pocos cambios. Los nuevos regimenes independientes continuaron aplicando a menudo las medidas econémicas de sus predecesores. Grandes proyectos de prestigio mantuvieron la tradicién de la manipulacién colonial del medio ambiente en lugares como Ghana, Sudan e India. Ocros regimenes econémicamente débi- les (como Indonesia, Paptia-Nueva Guinea y Costa de Marfil) vendieron a menudo madera y minerales lo més deprisa posible, sin tener en cuenta el impacto medioambiental. Muchos gobernantes llegaron a sus cargos mediante golpes de Estado y consideraron conveniente sacar tajada antes de que el siguiente coronel o sargento les sustituyera. La descolonizacién del Asia central soviética no produjo cambios en el régimen hidréulico que estrangulaba el mar de Aral. En asuntos medioambientales, como en ottos muchos aspectos, la independencia result6 ser nada més que un simple cam- bio de banderas. La democratizacién fue una cuestién distinta. Un viento mundial de democratizacién recorrié Grecia y la peninsula Ibérica en la década de 1970, tuna gran parte de América latina y el este de Asia en la de 1980 y varias par- © Adams, 1992:104; Hogendom y Scot, 1981 416 | MOTORES DEL CAMBIO El primer ministro indio Jawaharlal Nehru vefa a su pais como una potencia indus- trial en la economia mundial. Nehru esperaba que, al independizarse de Gran Breta- fia en 1947, India pudiera escapar de la pobreza y la debilidad mediante una indus- ttializacién patrocinada por el Estado. Aquella ambici6n se extendia a la agriculeura, que Nehru pretendia modernizar con maquinas y grandes obras de regadio. Al igual que muchos dirigentes de paises recientemente descolonizados, tenfa prisa por recu- petar el tiempo perdido bajo el dominio colonial. Aqui aparece inspeccionando una fabrica de tractores de la empresa International Harvest de Chicago en 1949, guiado por H. T. Reishus, de dicha empresa. tes del este de Europa y Africa en la de 1990. En algunos casos, las protestas ecologistas ayudaron de forma modesta a socavar la legitimidad de regime- nes autoritatios (por ejemplo en Chile) y comunistas (Polonia). Aquellos regimenes habfan fomentado economfas que generaban una contaminacién intensa y una extraccién de recursos irresponsable en sus esfuerzos por acu- mular poder estatal y conseguir el maximo crecimiento econémico. En gene- ral, sometieron la informacién ecolégica a un riguroso control. La democta- tizacibn quebré el dominio de esos regimenes sobre la informacién y sacé a la luz todo tipo de problemas medioambientales. Los que habfan sido causa- IDEAS Y POLITICA 417 dos por extranjeros, el ejército o algunas determinadas fibricas fueron abor- dados a menudo y a veces se resolvieron. Los provocados por los modelos de consumo de los ciudadanos cortientes se agravaron con frecuencia bajo la democracia, como, por ejemplo, cuando Europa del Este y Rusia dejaron de subvencionar el transporte puiblico en beneficio de los coches particulares. ‘Ademés, los medios de comunicacién dirigieron exclusivamente su foco de atencién hacia ciertos tipos de problemas medioambientales, por lo comin los que inspiraban mas horror, como los accidentes industriales y los proble- ‘mas nucleares. Las crisis lentas, como la erosién del suelo o la pérdida de bio- diversidad, siguieron ocultas entre sombras, no tuvieron atractivo para los medios y el piblico y fueron totalmente intrascendentes para unos politicos preparados tinicamente para la siguiente cleccién. Asi, la democracia tendié a generar su propio medio ambiente caracterfstico “ “Todas esas grandes corrientes de la politica internacional del siglo xx —pre- ocupacién por la seguridad, imperialismo, descolonizacién, democratizacion y, en grado menot, la guerra— modelaron profundamente la historia medioam- biental del siglo. Casi todos los cambios medioambientales provocados por dichas corrientes fueron efectos imprevistos de la politica o de medidas pensa- das para otros fines. Al mismo tiempo, sin embargo, las naciones negociaron centenares de acuerdos sobre medio ambiente, sembrando las semillas de lo que podrfa llegar a ser un régimen flexible de gobierno medioambiental. Para ello seria necesario reducir la preocupacién por la seguridad que configuré el siglo xx. Politica y medidas medioambientales A diferencia de lo anterior, la politica y las medidas que inclufan de manera consciente consideraciones medioambientales tuvieron efectos modestos. Hasta la década de 1960 no comenzaron a aparecer tna politica y unas medi- das medioambientales propiamente dichas. Antes de esa fecha, las leyes y tra- tados locales, nacionales y (en grado muy limitado) internacionales regularon algunos aspectos de la contaminacién, el uso de la tierra, la pesca y otras cucs- tiones, Las ordenanzas sobre las molestias causadas por el humo se remontan, por lo menos, a hace 700 afios. Gran Bretafa creé en 1865 un departamento regulador, la Inspeccién de la Sosa, para una fuente de contaminacién con- creta, Pero se trataba siempre de decisiones sin coordinacién —medidas y 4 Sobre democratizacién y medio ambiente, véanse las colaboraciones en las obras de Jinicke y ‘Weidner, 1996, y Laffercy y Meadowcroft, 1996. 418 — MOTORES DEL CAMBIO leyes concretas para casos muy especificos—®. En el plano internacional, paf- ses vecinos habian Ilegado de vez en cuando a acuerdos para limitar la pesca 0 el usopdel agua, Un acuerdo multilateral firmado en 1911 puso coto en las jslas Pribilof, del mar de Bering, a la explotacién de las pieles de las focas, abo- cadas casi la extincién entre 1865 y 1900 por la actividad de cazadores rusos, japoneses, canadienses y norteamericanos. Estados Unidos y Canada conclu- yeron antes de 1916 varios acuerdos sobre la conservacién de la fauna y la flora salvajes*®. Acabada la Segunda Guerra Mundial, surgieron por todas par- tes instituciones internacionales, entre ellas algunas preocupadas por el medio ambiente, como la IUCN (International Union for the Conservation of Nature). Otras regularon la intervencién en el medio ambiente sin explicitar su centro de interés, como la OMS, Ja FAO (Organizacién para la Agriculeu- ray la Alimentacién) y la Unesco (Organizacién de las Naciones Unidas para la Educacién, la Ciencia y la Cultura), nacidas todas ellas en los afios de 1945 2 1948. Sin embargo, ninguna medida o corriente politica coordinada tuvo como objetivo el medio ambiente en cuanto tal. La situacién cambié en la década de 1960, como consecuencia directa de la agitacién en el mundo de las ideas. En la politica y en las medidas sobre el medio ambiente se pueden dis- tinguir a finales del siglo xx dos fases. La primera comenaé a mediados de la década de 1960 y duré hasta finales de la de 1970. En ella surgieron en algu- nos paises movimientos ecologistas, y en ciertos casos partidos politicos. El Partido de los Valores de Nueva Zelanda, nacido a finales de la década de 1960, fue el primero explicitamente verde, aunque no llegé a ser ni mucho menos el de mayor éxito y se escindié tras 15 aftos de vida en la periferia de la politica neozelandesa. Los movimientos ecologistas se centraron principal- mente en cuestiones relativas a la contaminacién, pero también en los temo- res al agotamiento de los recursos, avivados por las medidas comadas por la OPEP en 1973. Los gobiernos respondieron creando nuevos departamentos encargados de la proteccién global del medio ambiente, Suecia (1967) y Estados Unidos (1970) tomaron la delantera. Los regimenes de cooperacién internacional seguian siendo muy débiles a pesar de los esfuerzos realizados tras la primera conferencia internacional sobre medio ambiente celebrada en Estocolmo (1972), que llevé a la creacién del Programa de las Naciones Uni- © Una excepcién podria ser la de Pedro el Grande, que reiné en Rusia de 1689 a 1725. Introdujo leyes sobre conservacién de la fauna y la flora salvajes y los bosques, sobre la explocacién excesiva de Ia pesca, la conservacién del suelo y, en San Petersburgo, la contaminacién del agua, Una gran parte de esa lepslacién fue revocada por Catalina la Grande (que rein6 de 1762 a 1796). Véase Masey, 1992:16-17, Dorsey, 1998. IDEAS POLfTica 419 das para el Medio Ambiente (United Nations Environment Programme; UNEP), con sede en Nairobi. En la segunda fase, iniciada en torno a 1980, varios pafses més pobres cteafon sus propios departamentos de proteccién medioambiental a los que concedieron el rango de ministerios. En muchos casos, como el de Nigeria y Rusia, las leyes y las medidas medioambientales existian sélo en el papel. En algunos, por ejemplo en Angola y Afganistan, las continuas guerras supusieron que no hubiera politica o medidas medioambientales ni siquiera sobre el papel. Pero en India, Brasil y Kenia germinaron movimientos ecologistas de base que comenzaron a influir en la politica nacional por medio de la desobediencia civil oa través de canales oficiales. India contaba en la década de 1980 con cientos de organizaciones medioambientales que iban desde instituciones de investiga- cidn cientifica que actuaban a modo de guardianes —como el Centro para la Ciencia y el Medio Ambiente de Nueva Delhi— hasta coaliciones compuestas principalmente por campesinas, como la Chipko Andalan, que intentaba impedir la tala de bosques en el Himalaya. Esos movimientos solian estar diri- gidos por mujeres, cuyas vidas se habfan visto sumamente afectadas por la esca- sez de lefia (pues la recogida de combustible era en casi todas partes un traba- jo de mujeres y nifios), la erosién del suelo (alli donde las mujeres trabajaban la tierra, como en una gran parte de Africa y en el Himalaya indio) y la conta- minacién del agua (ya que las mujeres eran las encargadas de buscar agua y las responsables de la salud de los nifios). El movimiento Cinturén Verde de Kenia, dedicado a la plantacién de arboles, fue organizado por el Consejo Nacional de Mujeres de Kenia en 1977. De 1981 a 1987, el movimiento estu- vo ditigido por una mujer, Wangari Mathai (nacida en 1940), antigua profe- sora de anatomia veterinaria. En general, estos movimientos ecologistas de base se insertaban en corrientes de protesta campesina o en alguna otra lucha social. Si eran lo bastante fuertes, arrancaban alguna concesién a los gobiernos; cuan- do no, consolidaban actitudes antiecologistas en los pasillos del poder, invitan- do involuntariamente a las élites a equiparar el ecologismo con la subversi6n y Ja traicién. El movimiento Cinturén Verde resulté ser lo bastante fuerte como para influir en el pafs y provocar una reaccién violenta: en 1993 habia planta- do ya 20 millones de arboles en Kenia, pero los portavoces gubernamentales vilipendiaron a Maathai y los matones del gobierno le propinaron més de una paliza por sus campafias”. ‘Nuevas preocupaciones introdujeron en esta segunda fase aspectos nue- vos en la politica medioambiental de los paises ricos: las selvas tropicales, el cambio climético, la reduccién de la capa de ozono. En Estados Unidos, una © Gadgil y Guha, 1995; Guha, 1990; Guha y Martinez-Alier, 1997. 420 MOTORES DEL CAMBIO. ‘Wangari Maathai cruzada ideolégica dirigida a reducir las normas medioambientales (c. 1981- 1984) tuvo el efecto contrario al deseado cuando ciertas declaraciones pro- vocadoras de algunos altos funcionarios del presidente Reagan sirvieron a los grupos de presién ecologistas para reclutar partidarios*. El liderazgo en lo referente a instituciones y planificacién innovadora pasé a los paises del norte de Europa, sobre todo Holanda, y a Japén. Los partidos verdes comenzaron El propio Reagan afirmé que las Arboles causaban la mayor parte de la contaminacién atmosféi- «a. Su ministo del Interior, James Watt, sostuvo en cierta ocasién que los ecologistas no eran auén- ticos norteamericanos, y en otto momento mancuvo que deberian ser fusilados; dijo ademas (en la vista para su confirmacién ance el Senado) que la preservacién del medio ambiente no tena mucho interés, pues Dios iba 2 enviar en breve el apocalipss. Donald Hodel, otro ministro de Interior de Reagan, dijo que llevar sombreros y gafas de sol era mis razonable que intentarimpedir la reduccién de la capa de ozono estratosférico (Rothman, 198:187-189), WEAS Y POLITICA 421 a participar en politica y, en algunos casos (como el de Alemania en 1983), entraron también en los parlamentos. En 1998, el Partido Verde alemén formé parte de una coalicién gubernamental y miembros suyos ocuparon algunos ministerios importantes. Los europeos encabezaron una politica consensuuada de moderacién medioambiental basada en tradiciones corpora- tivistas en las que el gobierno, las empresas y las organizaciones obreras for- jaban acuerdos después de largas negociaciones. Los holandeses en particular desarrollaron a partir de 1989 un plan nacional integrado para el medio ambiente, concebido para controlar el poder de varios ministerios influyen- tes y grupos de intereses especiales, como las empresas agrarias, que se opo- nian a las medidas de la prudencia ecolégica®. La segunda fase se caracteriz6 por unos esfuerzos sin precedentes pata lograr la cooperacién internacional. Ciertos problemas regionales y mundia- les, como el de la Lluvia écida o la desaparicién del ozono, requerian institu- ciones, acuerdos y normas de limitacién nuevas. El gobierno de Reagan eché por tierra inicialmente todo cuando pudo, pero encontré cada vez menos aliados en el extranjero o en el Congreso. En 1987 (véase mas arriba), el Congreso de EE UU contribuy6 a forzar al Banco Mundial para que toma- ra conciencia de las cuestiones ecolégicas. En 1987, el Informe Brundeland, fruto de cuatro afios de investigacién patrocinada pot la ONU para estudiar las relaciones entre medio ambiente y desarrollo econémico, ofrecié un soporte intelectual a la planificacién medioambiental, a la imposicién de normas reguladoras y a las pretensiones de un desarrollo ecolégicamente sos- tenible. El Protocolo de Montreal (1987) y los ulteriores acuerdos demostra- ron lo que podian lograr una ciencia y una diplomacia dirigidas a un buen fin. Desde mediados de la década de 1960 se alcanzaron miles de acuerdos internacionales sobre medio ambiente, muchos de ellos con consecuencias reales, Algunos observadores optimistas vieron en todo aquello los albores de tun «régimen de gobernancia mundial» capaz de encarar los problemas medioambientales que afectaban al planeta més allé de las fronteras**. A partir de 1967, los efectos de todo ello en los paises ricos fueron consi- derables, De hecho se redujeron significativamente los problemas mas féciles de resolver desde puntos de vista técnicos y politicos. Las aguas residuales de las industrias se depuraron para provecho del Rin, los Grandes Lagos nortea- © Sobre politica medioambiental c, 1970-1995 en los pases rico, véanse Bubs y Barlett, 1994; Broadbent, 1998; Cramer, 1989; Dalton, 1994; de Jongh y Captain, 1990; Dede, 1993; Dian, 1995; Hays, 1997; Lee y So, 1999; Rothman, 1998; Stevis, 1993; Villalba, 1997: y Vorruba, 1993. 5 Véanse, pj» Tolba y El-Kholy, 1992:737-798, y Young, 1997. El tiulo oftial del Informe Brundtland se da en la bibliografiaen la entrada WCD, 1987. Fue dirgido por a primera ministra de Noruega, Gro Harlem Brunddand. | | | 422 MOTORES DEL CAMBIO mericanos y otros lugares. Las emisiones de diéxido de azufre disminuyeron. La gasolina con plomo desaparecié tragada por la historia. Mejoré el trata~ miento de las aguas residuales de los municipios. En general, se abordaron con cierto éxito problemas causados por alguna institucién particular o surgidos en un punto concreto. Las soluciones locales, como la construccién de chi- meneas fabriles més altas, no hicieron més que derivar hacia otras partes los efectos perjudiciales, al menos en un primer momento. A veces, otras solu- ciones més sisteméticas consegufan su propésito concreto pero, al mismo tiempo, agravaban otros problemas. Los filtros depuradores utilizados para reducir las emisiones de particulas en las chimeneas empeoraban el fenémeno de [a Iluvia dcida. Los problemas més violentos fueron los debidos al com- portamiento de los ciudadanos o los derivados de causas difusas. Los éxidos nitrosos de los tubos de escape de los coches y las escorrentias t6xicas de las granjas, por ejemplo, siguieron aumentando en América del Norte y Europa. ‘Ademés, en la mayorfa de los paises ricos, algunas industrias poderosas se opusieron con éxito a las regulaciones medioambientales pleiteando intermi- nablemente o controlando los ministerios decisivos. De ese modo se impidié la realizacién de una reforma seria en el transporte, la energia y las empresas agrarias, cuyos innumerables efectos apenas redujeron. La industria automo- vilistica de EE UU luché con éxito para frustrar la imposicién de normas des- tinadas a conseguir unos combustibles eficaces. En Alemania, la industria del carbén retuvo sus gigantescas subvenciones. Las empresas agrarias de Cali- fornia siguieron obteniendo agua a precio barato. Lo mds habitual era que las decisiones importantes que afectaban al medio ambiente fueran competen- cia de ministerios poderosos —Comercio, Hacienda, Industria, Agricultu- ra— y no de departamentos de medio ambiente. La politica medioambiental tropezé también en el plano internacional con los limites de lo posible. Aunque Estados Unidos se avino mds a aceptar acuerdos internacionales desde finales de la década de 1980, procuré con todas sus fuerzas que no se vieran afectados sus intereses. En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en 1992 en Rio de Janeiro, los norteamericanos dejaron claro que el «estilo de vida» de EE UU no era negociable, Otros paises adoptaron su misma postu- ra. Japén se mostré recalcitrante sobre la prohibicién de la caza ballenera (lo mismo que Noruega) y el comercio de marfil de clefante. Arabia Saudi y otros paises productores de petréleo lucharon contra los acuerdos sobre las emisiones de carbono. Brasil insistié en su derecho a explotar la Amazonia segiin su gusto, al margen de las consecuencias de la quema de la mayor plu- visilva del mundo. India y China no accedieron a firmar el Protocolo de Montreal y los ulteriores acuerdos sobre los CFC, destructivos para la capa IDEAS Y POLITICA 423 del ozono, y, en general, se negaron categ6ricamente a poner en peligro sus ambiciones industriales en interés del medio ambiente nacional o mundial. México y muchas otras naciones se opusieron a las presiones para armonizar sus leyes medioambientales con las de las naciones més ricas: los paises con eyes més laxas (0 que las aplicaban con menos rigor) encontraron a las empresas multinacionales més dispuestas a invertir en nuevas acerias o fabri- cas de productos quimicos. Aunque en este mundo finisecular de la politica medioambiental internacional abundaban las lineas de falla y as alianzas, las principales eran las que dividian a los ricos de los pobres. Esa linea divisoria, denominada con criterios geogréficos dudosos enfrentamiento entre el norte y el sur, cristalizé en Rio de Janeiro en 1992 y afect6, en particular, perjudi- cialmente a las negociaciones sobre el cambio climitico, en las que sélo se alcanzaron acuerdos sin garra hasta 1999. En resumen, tanto antes como después de 1970, la verdadera politica medio- ambiental internacional y nacional se llevé a cabo, para bien y para mal, de ‘manera involuntaria, como efecto colateral de la politica y las medidas tradi- cionales. Gran Bretafia consiguié reducir sus emisiones de azufre a partir de 1985 porque Margaret Thatcher acabé con la industria del carbén en su intento de quebrar el poder politico del sindicalismo. Las subvenciones agra~ rias, en especial en Japén y Europa, ayudaron a crear y mantener con conse- cuencias perjudiciales una agricultura de intenso consumo de productos qui- micos y densas poblaciones de ganado porcino y vacuno *!. Las medidas tomadas por los soviéticos y los chinos redujeron la movilidad de los néma- das de Asia central, agravando la explotacién excesiva de los pastos y la deser- tizacibn ®. La colectivizacién y la Revolucién Cultural chinas de la década de 1960 eliminaron las limitaciones impuestas por la vida rural al matrimonio y la fertilidad, provocando un auge descomunal de Ia natalidad que fue en muchos aspectos el fundamento de la compleja crisis medioambiental pade- cida por China en la década de 1980 y en afios posteriores®. La colectiviza~ cién de China contribuyé también a inspirar el plan de «ruralizacién» de Tanzania en la década de 1970, el mayor proyecto de reasentamiento de la historia de Africa, que causé profundos problemas medioambientales*. Inclu- so en la era de la politica medioambiental y de unas medidas declaradamen- > OBCD, 1998. 2 Humphrey y Sneath, 1996, vol. 1. 3 Lee y Feng, 1999. % Shao, 1986, estadia los efectos ecoldgicos del proyecto (1969-1975), que desplazé al 80% de los tanzanos a pueblos construidos segin las ideas del esocialismo aficano» propuestas por Julius Nye- 424 — MOTORES DEL CAMBIO te ecologistas, la verdadera politica para el medio ambiente fue casi siempre una derivacién de otros intereses, y la politica tradicional ejercié una influen- cia més fuerte sobre la historia del medio ambiente. Conclusion Los grandes sistemas sociales e ideol6gicos que la gente construye para si tie- nen siempre considerables consecuencias que afectan al medio ambiente en grado no menor que a los asuntos més estrictamente humanos. Entre el tor- bellino de ideas, programas de actuacién y estructuras politicas del siglo xx, las de mayores repercusiones ecolégicas fueron, probablemente, el imperati- vo del crecimiento y la preocupacién por la seguridad (no relacionada con el anterior), que dominaron conjuntamente los criterios de actuacién en todo el mundo. Ambas cuestiones eran caracteristicas venerables del paisaje inte- lectual y politico, y las dos consolidaron su dominio sobre las imaginaciones y las instieuciones del siglo xx. Ambas, pero en particular el imperativo del crecimiento, encajaban bien con las tendencias y trayectorias simulténeas demogréficas, tecnolégicas, energéticas y de integracién econémica. En rea- lidad, las ideas y los criterios de actuacién tuvieron que ajustarse a esas ten- dencias para tener éxito (es decir, para gozar de aceptacién amplia). La politica nacional de las sociedades abiertas fue ligeramente més sensi ble a los problemas medioambientales que agobiaban a los ciudadanos que otras ms autoritarias, sobre todo después de 1970, pero la prudencia ecolé- gica deseada por los ciudadanos se encontré con unas limitaciones claras. Al margen de los sistemas politicos, quienes tomaban las decisiones piblicas en todos los niveles, del local al internacional, estuvieron mas dispuestos a res- ponder a los peligros (y oportunidades) evidentes y del momento que a otras preocupaciones més sutiles y graduales relativas al medio ambiente. La pers- pectiva de la depresién econémica o la derrota militar fueron objeto de una atencién que no podfan suscitar la contaminacién, la deforestacién o el cam- bio climético. El incremento de los puestos de trabajo, el aumento de los ingresos fiscales y unos ejércitos mAs fuertes resultaban més atrayentes y te- nian un aliciente inmediato que no podian igualar una atmésfera més limpia 0 unos ecosistemas diversificados. ‘Algo nuevo se puso, sin embargo, en marcha en 1970. El entramado de sistemas sociales, ideol6gicos, politicos, econémicos y tecnolégicos que se Sobre politica medioambiental he consultado a Dryzek, 1997; Janicke y Weidner, 1996; Karan, 1994; McCormick, 1991; Mandrillon, 1991; Panjiri, 1997; Price, 1994; y Tolba y El-Kholy, 1992. IDEAS ¥ POLITICA 425 sostenian mutuamente (y evolucionaban a la pat), y que conocemos con la Gémoda expresién de sociedad industrial, generé movimientos que arrojaron dudas sobre la oportunidad y prudencia de que las cosas siguieran como siempre. Algunos de esos movimientos exigieron la implantacién de una sociedad antitética de la industrial y denunciaron la tecnologia, la riqueza y la organizacién a gran escala. Otros pidieron mds y mejores técnicas y orga- nizaciones y mds riqueza para quienes tenfan menos como solucién para los problemas medioambientales. Por ahora, esos nuevos movimientos ejercen {élo una influencia modesta en el curso de los acontecimientos, pero todavia son jévenes. En cierta ocasién, alguien pregunté a Chu EnLai, primer minis- tro de la China de Mao durante largo tiempo y un hombre auténticamente de mundo, por el significado de la Revolucidn francesa al cabo de 180 afios, alo que dl respondié que todavia era demasiado pronto para dar una res- puesta. Lo mismo ocurre con el ecologismo moderno después de s6lo 35 afios. Un cambio medioambiental de las proporciones, intensidad y variedad de que fue testigo el siglo Xx requiere miltiples causas que se refuercen mucua- mente, La causa inmediata més importante fue el enorme impulso de activi- dad econémica sustentado por largos periodos de auge en el consumo ener- gético y el desarrollo demogréfico. Las razones para que el crecimiento eco- némico tuviera las repercusiones medioambientales que tuvo se hallaban en Ia historia tecnolégica, ideolégica y politica del siglo xx. Todas esas historias (y algunas mas que he pasado por alto) se influyeron mutuamente; también determinaron la historia del medio ambiente y, en cierta medida, estuvieron determinadas por ella. Pocas personas se detuvieron a considerar esas complejidades. En las luchas por la supervivencia y el poder, en medio del bullicio por adquirit y gastar, fueron pocos los ciudadanos y atin menos los politicos que dedicaron tuna reflexidn a las repercusiones ecolégicas de sus comportamientos o ideas. El discurso piblico y politico estuvo dominado por fabulas faciles sobre el bien y el mal, incluso después de 1970, cuando la conciencia ecoldgica se habia apresurado a proyectar sus primeras luces. En ese contexto, las reper- cusiones medioambientales siguieron debiéndose principalmente, como hasta entonces, a consecuencias no pretendidas. Muchos resultados concre- tos fueron, en cierto sentido, accidentales. Sin embargo, la tendencia general a un aumento de los efectos ¢ influencia del ser humano, descrita en este libro de miles de maneras, no tuvo nada de accidental. Aun no siendo inten- cionada, estuvo determinada fuertemente por la trayectoria de la historia humana. Entonces, ¢qué podemos hacer?

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