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La dominacise visible, legitima y hereditaia de wn grupo social que suele Ldexignarse con el termina de enablezas ha caracterizado al Oceidente mc- lieval y moderna, al menos, hasta siglo xii. Para conmprender eata xce- ‘dad se hace necesario un examen del ferémend arstoeratico, que dé eens 4e los origenes de la nobleza, de sw eompasicién y de # poder, pero los ‘medievalistas estin tefos de haber alcanzado un consenso sobre citas cues. fiones, Para iatentar ordenar las sumerosas sporeaciones de ls historiado- -fesy superar los bogueos, esta cbra modifies radiealmente ia perspectiva habinal. Por ura parte, se centra en un fendmenc social que 3 menudo xe Dra ocultado: la daminacién social s largo téemino de wn grupo reducido de individuos, mediante adapticiones ligades a lo evolucion social genet, eto sin que se haya cuestionads ef mito de la continuidad de este grupo, Por otra, no sbio se considera 2 fx nobleza en sentido estreta, sino al con junto dela aristocracia, tanto laica como eclesistca, eal y urbana, en su articlacion intema y en sus relaciones com lox dominados, Basade en in- vemtigaciones recientes de toda Europa, esta relectura del poder acistoersticn y de su evolucién invita a una nueva aproximacion a la sociedad medieval ‘en suconjunto. Ura von Hllenstede espana dl margrave kkghard de Misase “Cat cident de cated de Naar ‘ed tig 0) uaa La aristocracia medieval ena aerlin LA ARISTOCRACIA MEDIEVAL EL DOMINIO SOCIAL EN OCCIDENTE (SIGLOS V-XV) Joseph Morsel Traduccién Fermin Miranda UNIVERSITAT DE VALENCIA. 2008 Esa ubticacién no puede se reprodacia ni tral nl prcaimente, ‘ni eisai eno ranma por un sates de recuperacm de rormaci, en ninguna forma ni por naga med, yo ea ftom, ‘etre por oocpia «por cour eo, el perms peo dea edi ‘Thulo original: Carttcrade mate La domination sociale en Oecident (WAV sce) ‘© Armand Coli, Pars, 2004 (© De est eckn:Pblescions dea Universitat de Vlei, 008 {© De la traduccion: Fein Mindy, 2008 ublicacions de la Universitat de Vania ‘epitpanaves mibliescloes vcs Diseto de a maueta: lnaculas Mesa ustacdnde a ubiea: Usa vom Bales co decade de Noumbure Disoto de cubiera: Celso Herder a Fgura Foxoomposehn, maguetaciday conven Communice,C8 ISBN: 978.84-370-4617-2 Deposit leg V- 1080-2008 presi: prema Li Paleo, Sues INDICE INTRODUCCION SENADORES Y GUERREROS La reorganizacién de la aristocracia fomana oe La cristalizacién de las aristocracias germénicas La definicién de un ndcteo cterical del poder Definicién de un nécleo regio del poder... La formacién de muevas aristocracias “ so Documento 1. Modelo de distribucién social de la poblacion de ‘Alemania central y suroccidental en época merovingia, a partir del ajuar funerario ‘SENORES Y FIELES .. La legitimacién del poder mediante el servicio Evolucién del poder parental .. sos Evolucién del poder dominial ost Documento 2. Extracto del Manual de moral aristocratica de Duods ... CASTELLANOS ¥ CABALLEROS, La transformacidn del paisaje fortiicado Una reorganizacién del espacio del poder... Los protagonistas de Ia dispersion castral Los caballeros, cguerteos o aristécratas? Documento 3. La eirculacién de as armas de los Clare SACERDOTES ¥ HOMBRES DE ARMAS .. La inconporacién a la Iglesia, gherencia 0 conversin? La importancia de los «ritos de paso» Regulacién y legitimacién del uso de las armas 19 20 27 036 42 50 6 2 18 89 101 107 108 1s 125 138 151 158 156 172 180 8 JOSEPH MoRSEL El fracaso de la apropiacion laica de Dios 191 Documenta 4. El lero y el caballero ca. 1200, segin un manuscrito de) Liber avium de Hugues de Fouilloy 200 ‘SENORES Y VILLANOS . 205 El control del acceso a la tierra 206 El control del proceso de trabaj0 sccnewneninnsnsn 225 El control del reparto del producto agrario 244 Documento 5. Sello de Jean Poilevilain (1257) 1 263 NOBLES Y BURGUESES ere 267 Dominar las ciudades .... ; eer | Dominar a los ciudadanos mareseenoranre= 275 Dominar como los demas aristécratas 286 ¢Dominar como nobles contra los burgueses? one 300 Documento 6. Sepulcros franconios del siglo xiv y «de comienzos del x¥1 al PRINCIPES Y GENTILHOMBRES 3is Génesis de a supremacia mondrquica 316 La reproduccién ampliada del poder seforial 333 La «noblezan, cosa del principe 351 Documento 7. Confirmacién de un mayorazgo por el rey Enrique IV de Castilla (1463) i 364 CONCLUSION seen 371 APROXIMACION BIBLIOGRAFICA 373 INDICE DE NOMBRES DE LUGAR 393 INTRODUCCION En Jo referente a la naturaleza del seiorio, parece que se trata de una relacién,y en consecuencia de uns configuracis porque sefior y dependieme se definen cada uno en relacion ‘con algo, ¥ por tanto, lo que asi se designa formalmente su- pone una relacién ohn WyeliffDe dominio divin libri tres (1373-1374) La naturaleza, la forma, el poder, la existencia incluso de una nobleza (0 de algunos de sus componentes, como por ejemplo la caballeria) en uno uu otro perfado de la Edad Media constituyen desde hace mucho tiempo el objeto de vivas controversias, que to se dejan agrupar con facilidad en «campos» claramente identificables. Debido a ello, el fendmeno nebiliario se muestra en la actualidad poco inteligible y bastante desalentador. Sin ‘embargo, su comprensién resulta bésica para aprehender una sociedad que, al menos hasta el siglo xvm, conocié la dominaciéa legitima y hereditaria de un grupo social restringido que se designa habitualmente con el término nobleza, ¥ a] que se dota igualmente, con frecuencia, de una fundamental continuidad en el tiempo, que conduce a su vez a une mitica y devastadora bnisqueda de los origenes. El objetiva de este libro no consisteen Hiquidar la cuestién distribuyendo alabanzas o criticas ni, en sentido contrario, en in- {entar una sintesis imposible de todas las propuestas, por cuanto muchas de ellas son irreconciliables. Se pretende més bien, a fin de establever una pri- mera aproximacién, dar un sentido a las observaciones (incluso contradic~ torias) realizadas por unos medievalistas dé Jos que no cabe diseutir a priori ni [a honestidad ni el conocimiento de las fuentes. Mas allé del problema de los contenidos (los «hechos»), se Propondsé mas bien una invitacion a reflexionar, con Ja gufa del sentido comin, sobre concepios que se emplean dde manera a menudo irreflexiva, 10 JoserH MoRseL RETOS Y PROBLEMAS DE UNA HISTORIA DE LA NOBLEZA. MEDIEVAL La historia de la nobleza medieval (y no solamente de ella) se encuentra lastrada por la tendencia incontrolable, yal mismo tiempo inconsciente, de numerosos historiadores a proyectar hacia el pasado («retrotraem) repre- sentaciones sociales ajenas al contexto y que sesgan sin control el andlisis, ¥y por tanto su inteligibilidad. Estas representaciones sociales son de dos “rdenes: parte de ellas las incorpora el propio investigador y su objetiva- cidn resulta a un tiempo necesaria y dificil. El sesgo es aqui de naturaleza cetnocéntrica ~cualquier (joven) historiador tendria interés en inspirarse en la leecidn de método critico propuesta por Pierre Bourdieu, Jean-Claude Chamboredon y Jean-Claude Passeron, El oficio de sociélogo: presupwes- 10s epistemolbgicos (Madrid, 2005, |.*ed. esp. 1976)-. El otro orden de re- presentacién se halla préximo al lugar y a la funcién social dela historia en la sociedad contempordnea: la ciencia hist6rica se consttuyé propiamente ‘en tomo a 1750-1800, en el marco de una profunda crisis de los raradigmas sociales de Ia época, para engendrar un nuevo género de discurso original (en susttucién del providencialismo divino) destinado a manifestar el ori- gen (mediante una ruptura fundacional) de la sociedad contempordnes, De éste modo, el sistema social anterior se ha lefdo de manera retrospec- tiva y teleoldgica, en funcién del punto de llegada, que consistia en la aboli- cin de los grilletes de los derechos feudales, marco del dominio politico de la nobleza, del religioso del clero y del econémico de la nobleza y el clero Y en el cuatro de la concepcién evolucionista entonces dominante, funda- da sobre Ia idea de un progreso constante cuyo resultado final debia ser la ‘burguesfa, la sociedad medieval se presentaba como el paradigma de todas las taras del sisterna social del Antiguo Régimen... Bl sesgo resulta aqui de naturaleza epistemolégica (relativo al modo en que la disciplina concibe y define su objeto y sus procedimientos) y consiste en una retrotraccién sin limites. Por uh lado, se proyecta nuestra division economia/politica/religién sobre la sociedad medieval, sin reflexionar sobre la pertinencia de semejan- te modelo sectorial para aprehender ef sistema social; ademas, aplicamos sobre la Fidad Media nociones aparecidas tardiamente en la sociedad de! Antiguo Régimen pero igualmente consideradas como medievales. ‘Todas estas cuestiones se aprecian particularmente en el campo de la aristocracia (circunstancia Iégica en buena medida por cuanto la legitimi- dad de ls burguesia pasaba por la demostracién del caricter absurdo de los modos de dominacién anteriores). En este sentido, el caso del castillo resuita signficativo: forma parte, tanto como el caballero, del entramado eTRODUCCION n «amedievalesco» de la mitologia roméntica que envenena todavia con tanta frecuencia las representaciones medievales. Las miiltiples representaciones falsas y anacronicas de la Edad Media, junto con el militarismo propio del siglo xx, contribuyeron ampliamente a distorsionar el sentido del castillo medieval, reducido a una funcién militar ue hizo florecer las almenas, los rmatacanes y puentes levadizos sobre las célebres restauraciones castrales de finales del xv« y principios del xx. De qué manera el castillo, militar- zado y materialmente aislado (desprovisto de diversos edifices, especial- mente agricolas, que podian rodearlo, lo que refuerza su cardcter militar), se convierte en un puro simbolo politico, y la dualidad del destino castral (ruina abandonada y reconstruceién espectacular) sélo se comprenden en sa perspectiva global que hace del castillo fortficado el emblema de la sociedad medieval. Dos destinos que conducen al mismo terreno, el cas- tillo reconstruido come trofeo del nuevo sistema social, cuya potencia se ‘muestra en las ruinas de los anteriores. El sentido social de los castillos medievales quedaba completamente oscurecido. Otro ejemplo de rerotraccién caracteristica de historia nobiliaia: la no- cién de Zingje, supone al mismo tiempo caracteri2ar la organizacién paren tal de fa nobleza 2 partir de los sighos xxi (eft. capitulo 3) y ligarla a su funcionamiento politico -Ia cosa publica puesta al servicio de los intereses familiares de grupo... Tal andlisis es tributario de los esquemas contempo- rineos, donde lo fainiiar agota lo parental y depende de la esfera privada peto este modelo de la perturbacién de lo piblico por lo privado se apoya en un binomio privado/piblica sin sentido en e] mundo medieval, La adop- cién del finaje como marco de referencia para este andlisis corresponde a la transferencia sobre la sociedad medieval de una representacién que, sin embargo, no se define antes de la época moderna. Dos fenémenos contribu- yeron a hacer invisible esta retrotraccién: por un lado, la (reJorganizacién en linajes, en época moderna (en el marco de la construccién social del linaje), de los fondos de archivo aristocréticos, sean privados sean trans- mitidos en blogue y fosilizados como tales @ depésitos piiblicos; por otra parte, la importacién por los historiadores, a partir de la décads de 1970, de nociones provenientes de la antropologia, como linaje, sin interrogarse sobre los procedimientos intelectuales que se encuentran en el sustrato de la elaboracién de esas nociones antropolégicas. Ahora bien, 10s antropé- logos precisamente habian proyectado ellos mismos, sobre las sociedades coloniales/preindustriales que estudiaban, nociones provenientes de la eta- pa preindustrial de su propia sociedad (como lingje), pues en ambos casos se encontraban ante sociedades subdesarrolladastradicionales/sin bases ‘comunes con las sociedades occidentales. Por tanto, la forma y pertinencia 2 JOSEPH MORSEL, sociales de las relaciones medievales de parentesco resultaban profunda- mente distorsionadas. MEJOR ARISTOCRACIA QUE NOBLEZA Ultimo ejemplo de retrottaccién, iin mAs claremente demostrativo: el de la misme mocién de iobleza, desde el momento en que se pretende es- tudiar al conjunto de los dominantes de Ia sociedad medieval. Resulta en cfecto imprescindible tomar conciencia de los considerables problemas que supone el empleo habitual del tétmino nobleza: hace aqui referencia a una categoria social, es deci, una divisién artificial, ideal (por no decir ideo- Jégica), en el seno de le red continua de relaciones sociales, un instrumento de clasifcacién basado en un proceso de discriminacién social, Por otra parte, el término nobleza aparece bajo diferentes formas (latina o verné- coulis) en tos textos medievales: por tanto, forma parte de la taxonomia (es decir, el conjunto de categorfas sociales) «indigena» en la sociedad estudia- da, Jo que evidentemente no significa que los hombres (a menudo clésigos) de la Edad Media le concediesen el mismo sentido que nosotros, ni que ese sentido fuese constante. BI término se emplea asi de manera variable segtin las tradiciones historiogréficas nacionales; por ejemplo, y @ propésito de In- slaterra, se encuentra con frecuencia el binomio «nobleza y gentry», porque nobility designa tradicionalmente al grupo de los Lords (y asf slo se habla de ennoblecimiento para sefalar la entrada en él); pero la gentry cortespon- de @ e50 que los historiadores denominan pequetia nobleza, y resultariaab- surdo limitarse exclusivamente al circulo de la nobility si se pretende tratar a los dominantes medievales y no quedar prisionero de las palabras El término nobleza, a medio camino entre categorie medieval y concep- to histérico, se revela asi particularmente problemitico, y resulta por tanto poco sorprendente que los trabajos basados en él conduzcan a resultados desconcertantes: todo depende de la mnanera en que se aticulen las mencio- nes medievaies, (as representaciones modemas y la relacidn entre catego- rias y relaciones sociales. Nobleza constituye una forma estereotipada de la aristocracia, que nada autoriza a emplear como terminus technicus neutso. Mare Bloch subrayaba adecuadamente, al comienzo del segundo tomo de su Société féodale, consagrada a los «nobles como clase de hecho», que «toda clase dominante no es una nobleza», que él s6lo ereia encontrar cuando existe una perpetuscidn de modo preferemte «por la sangre» de un westatus juridico que confirma y materializa le superiaridad que se pretende», cosas que no apareverén sein él antes del siglo x1 y no se impondrén antes del xi ¥ de abt se deduce que, wen este sentido, tnico legitimo, la nobleza no sxrRODUCEION B fue, en Oceidente, sino una aparicién relativamente tardiay. Entonees, ,por qué conservar la nocin de nobleza, que le conduce a caracterizar esta apa- ‘icin tardia, en una formulacién eélebre, como «la transformcién de la n0- bleza de hecho en nobleza de derecton, es devi, partir de principio de que Ja clase dominante medieval debi6 de ser una noblezd? Lo que se cuestiona aqui no es tanto el fundamento (que M, Bloch encontraba en la caballeia, y de ahi la periodizacién recordada més adelante) de esta transformacién, como el mantenimiento, cueste Io qué cueste, del tino nobleca, que ne- cesariamente orienta el acercamiento & la clase dominante medieval, Por eso resulta preferible partir de otra nocién, que debe construirse. Se ha privilegiado aqui la de aristocracia: no solamente el termine es ajend at lenguaje medieval, sino que remite fundamentalmente al fensémeno social que los debates de sacristia acabaron por ocultar: Ia dominacién social a Jango plazo de un grupo restringido de individuos al precio de adaptaciones vinculadas a la evolucién social general, sin que esas adaptaciones (ni por otra parte la renovacién genealdgica) pusieran jamas en cuestiGn ef mito de la continuidad de! grupo. Etimolégicamente, aristocracia implica en efecto la nocién de gobierno de fos hombres por una minoria considerada (por ella misma o por otros) como Ia de los «mejores». ¥ a) jauat que ef inglés aristocracy se emplea para subsumir el binomio nobiliy’gentry, se considerara aristocracia como un término global; aunque fa palabra sea en ocasiones utilizada, sin otro tipo de proceso, por algunos medievalistas para designar al segmento superior de la nobleza (sobre todo para ls Alta Edad Media), aqui no se efectuaré ese limitacién. La eleccién del tmino no se apoya tanto en las hipotéticas virtudes intrinsecas del nombre como ‘ene hecho de que se ajusta adecuadamente al guidn adoptado en esta obra partir del estudio de las relaciones sociales; en este caso, aquéllas sabre fas ue se fundan Ja dominacién social y su reproduccién. La expresién clase dominante, que empleaba M. Bloch, hubiera podido sin duda emplearse ‘porque de ella se trata-, pero los intereses politicos vinculados a uno y a otra resultan radicalmente diferentes y cualquier oposicién de principio a utilizar avistocracia en wn marco académico manifiesta un escaso calado cientifico. El término aristocracia permite asi integrar esas capas rurales y urbanas superiores que los discursos ulteriores excluyen de la nobleza, pero sin fas cuales la aristocracie no hubiera podido reproducirse, por cuanto absor- be sus elementos mas dindmicos; Ia cima s6lo es cima gracias @ la base. Obliga por otra parte a examinar tanto las relaciones entre dominantes y dominados como las relaciones de alianza, de oposicién ¢ incluso de do- rminio entre estos mismos dominantes, y cuya logica se basaba a menudo 4 s0scPHt MORSE. en la reproduccién de las establecidas entre dominantes y dominados. Sin «embargo, esta aproximacidn no debe confundirse con la de los seiores 0 el Sefiorfo, incluso aunque sea evidente que, desde un punto de vista socio- l6gico, los sefores eran con mucha frecuencia los mismos personajes que los aristécratas. Pero su dominio reposa también en otros factores, espe- cialmenteideales, como se ha visto, lo que obliga igualmente al examen de las relaciones de la aristocracia con la ms paderosa productora medieval de ideotogia, la Iglesia -el alto clero, que consttuye sin duda la fraccién eclesistica de la aristocracia~. Asi pues, esta obra no es un libro sobre la nobleza medieval, sino que hablaré tanto de ella como de la Iglesia los campesinos, las ciudades, el poder regio, etc. Que 1a nodfeza suponga un asunto de representacién colectiva, de dis- curso social, de ideologi, no significa, sin embargo, que no sea también una forma vacia colocada sobre una verdadera realidad, lade laaristocra- Cia. Las representaciones forman un elemento constittivo de todo sistema Social, en el que definen y actualizan los valores que orientan la accién de los hombres y permiten el funcionamiento de las relaciones sociales. Del mismo modo que no existe sociedad sin representaciones sociales, no hhay grupo social sin ella, y por tanto también deben ser examinadas. Se trata sobre todo de mostrar o6mo, en un contexto histérico particular, una categoria social pudo transformarse en un medio habitual de clasifcacién, dando una forma nueva a un conjunto de relaciones sociales, y al mismo tiempo convertrse en el objetivo de estrategias sociales concretas, que po. tien de manifiesto desde entonces la existencia social, es decir, la existencia 4 secas de la categoria en cuestién. La nobleza deviene asi, en el siglo xv, en una «categoria consolidada», pero considerarla simplemente como tng «calidad social» contribuye justamente a hacer desaparever todo el trabajo social que condujo a «naturalizar» su existencia GUION ADOPTADO: La obra se centraré por tanto en el estudio de las relaciones sociales Se pretende romper con una pesada tendencia de la historis medieval en 4a que el andlisis de los grupos sociales se realiza habitualmente de una manera substancialista (es decir, pretender trabajar sobre objetos sociales ue existen en concreto y simplemente desvelados por las fuentes: nobles, campesinos, mujeres, ec), y ms raramente (aunque con mayor frecuencia ¢n los ilkimos afios, en el contexto del llamado linguistic turn, que reduce los hechos sociales a hechos de la lengua) de modo nominalista (considerar ue las palabras no remiten a cosas, sino que son puros elementos de dis- ernopuccron 1s curso, propios de oradores y de cirtostipos particulars de texto). La linea adoptada en esta obra sera asi mas bien constructivista, basada por tanto en la idea de que la realidad social que constituyen las relaciones sociales no existe al margen de su construccién ideal (que dota a los seres de wn sentido, es decir, de una existencia), a la que contribuyen el lenguaje y los discursos sociales y que actualizan las pricticas sociales (lo que plantea la cuestiée de las aportaciones de las fuentes a esta empresa de construccién social, materia que supone el objeto de intensas reflexiones y cuya pertinen- cia se ha apreciado en el caso del linaje) En la medida en que el planteamiento adoptado descansa sobre el exa- men de las relaciones sociales, cada capitulo se centrara en un binomio social que corresponde al mismo tiempo a un cierto conjunto de relaciones de fuerzas y a uno 0 varios discursos conexos. Pero si se ha indicado que Ja dificultad mayor que ha pesado sobre la historia de la nobleza ha sido el anacronismo (via retrotraccion), esta presentacién conjunta de relaciones sociales y discursos sobre en qué se transformé finalmente la nobleza, se- guiré un plan grosso mado cronoldgico, que mostrard a fin de cuentas cémo se pasé de los poderosos romano-birbaros del siglo v a la nobleza del xv. Por otra parte, cada capitulo seré clausurado con la presentacién de un tipo ‘de documento especific, en la medida de lo posible no escrito, destinado tanto a mostrar la variedad de documentos utilizables como a coneretar ciertos aspectos del capitulo. ‘Medieval se opone aqui radicalmente a medievalesco en tanto que vision folelérica/romantica de una sociedad caduca, que en ningin caso puede ser la de la ciencia histérica. Se ha adoptado la cronologia «siglos v-xv» ‘inicamente por ser el marco impuesto por la organizacién académica de los estudios de historia, pero con los consiguientes problemas que ello intro- duce: por una parte, resulta absurdo no partir del siglo ™, esencial para la configuracién del cristianismo medieval (Edicto de Milan, que permitiré la cristianizacién del Imperio Romano; concilios de Nices y Caleedonia, que establecen el dogma de la Trinidad; elaboracién de las lineas esenciales del basamento teolégico por los Padres de la Iglesia, y especialmente san Agus- fin, extraamente ausente de muchos de los diccionarios de la Edad Media) ¥y Ia formacién de las bases de dominacién social en Ovcidente (paso del ‘mpuesto ala renta dominial, ruralizacién de las pricticas y representacio- ‘nes det poder, romanizacién de las elites germénicas, ec.). Por otra parte, la Edad Media no finaliza ni en 1453 ni 1492 (hitos tradicionales), ni si- quiera a comienzos del siglo xvi (fechas cada vez mas habituales, ligadas Por ejemplo en el caso de Francia al final del reinado de Luis XIL en 1515, © en Alemania a los comienzos de la Reforma en 1517 0a la Guerra de los 16 J0SERH MORSEL Campesinos en 1525, ete); ef sistema social que aqui interesa no desapa- rece realmente hasta 1650-1850 aproximadamente, segin las regiones, con los inicios de la Revolucién Industral, la emergencia de un nuevo discurso ddominante'y la transformacion de los cuadros insttucionales del ejercicio del poder. Se trata de lo que Jacques Le GofT ha denominado la «larga Edad Median, cuya validez ha reafitmado (y precisado) recientemente Alain Guerreau, En cuanto al marco de «Occidente», remite aqui a la cristiandad latina, y por tanto & una dimensién no geogrifica, sino social, que solo tendra en Cuenta alas regiones conforme se incorporen al espacio cristiano (y por tan- toexcluye ala Peninsula Ibérica musulmana y ala Escandinava y la Europa central paganas), Este espacio queda asi constituido de manera heterogénea pero estructurada; se distingue, en efecto, tras la disolucién del Imperio Romano en «reinos bérbaros, una suerte de zonificacién a partir dl siglo +n, con un niicleo entre el Sena y el Rhin, y uma periferia de varios estratos cuyos ritmos de desarrollo son diferentes, y sin que el nécleo mantenga sisteméticamente la venteja; a su vitalidad en época carolingia le sucede la del anillo ‘Sajonia y Baviera, Italia del Norte, Francia meridional y Espafia septentrional, Wessex, Escandinavia) en los siglos x-xi, y después la de tun anillo ampliedo (Inglaterra, Escandinavia, Europa central, Roma, Italia del Sur y Sicilia, Espafia y Portugal, donde se despliegan las primeras for ‘mas propiamente monérquicas), dejando atrés el antiguo espacio carolingio (Francia, Imperio, Italia del Norte) hasta el siglo xv PRECAUCIONES ‘Como ya ha se ha dicho, intentar una sintesis basada en los principios expuestos constituye una tarea particularmente delicada, si se tiene en cuen- ta la heterogeneidad de los trabajos de base ~y me permito mostrar aqui mi agradecimiento a quienes han aceptado leer y criticar estas paginas: Mo- nique Bourin, Hervé Tugaut y Patrick Boucheron-. Seguramente, quedaré al final la imagen del caricter descriptivo de la obra: la explicacién de las twansformaciones de la sociedad medieval en general y de Ia aristocracia en Particular no resulta por ahora posible. Se puede, mas o menos, describir ‘cémo han cambiado algunas cosas (sin que sin embargo reine siempre el consenso sobre la amplited de los ritmos de cambio, como muestran los, vivos debates sobre la uniutacién» 0 «revolucién feudal», que reaparecerin en el capitulo 3) Pero no se pueden explicar realmente los procesos que han conducida a ese cambio debido a que, entre la descripcién y la explicacién, falta una erRoDUCCION " etapa esencial, la de a caracterizacién del cambio, necesitada de un instru- ‘mental de nociones y de un lenguaje conmin que permita la distincién de sus aspectos esenciales —bastaré para convencerse con sustituir la maraita de ‘términos empleados para sefialar las situaciones de transformacién: trans- formacién, cambio, mutacién, evolucién, transicin, giro, ruptura, crisis, proceso, dinémica, etc. Esta tentativa se halla por tanto necesariamente destinada a ser provisional, mejorada y reemplazada. Pero nada sera posible hasta que no se admita el cardcter insoslayable del trabajo sobre las rela- ciones sociales, ls iiicas dotadas de un sentido historico, De lo contratio, nos fimitaremos a sustituir un mito por otro ~el «mito de la aristocracy que, como ditia Philipp Jones, no debemos sustituir por el viejo «mito de la burguesiay que caracteriza a la historiografia italiana (eft. capitulo 6), Es sin duda una buena razén por la que conviene trabajar sobre la propia dominacién social La fotografia de la cubierta ha sido escogida como ilustrativa de los pe- ligros metodolégicos que nos amenazan. Se trata sin duda (en virtud de un Juco evidentemente acientifico) de una de las més bellas esculturas medie- vales, y algunos de sus comentaristas han recurtido al adjetivo aristacrético para defini el sentimiento de altiva distancia que les produce (sobre todo ccomparada con la de Reglindis, del mismo grupo y debida al mismo «maes- tro de Naumburg», pero animada con una jovial sonrisa). Podria iguatmente apreciarse en la forma en que Uta es presentada, con su giro de cuello, un simbolo de esta dualidad visible/oculto que caracteriza todo estudio sobre Ja dominacién social: lo que se nos muestra (quiza aparentando que se nos cculta) no es nunca lo que realmente cuenta, @ saber, la gica social. Se afiade a esto el problema de la distancia entre el personaje histérico (co- ‘mienzos del siglo xi), su representacién conmemorativa (mediados del xtt) yy nuestra lectura (que proyecta la nocién de «obra de arte» sobre este petio- do, sesgando asi el acceso a la légica social que hizo nacer el objeto) Pero el caso de Uta plantea igualmente el problema del lugar de la mujer en el dominio: el encuadre de la foto elimina a Ekkehard Il, ala derecha de Ua: sin embargo, sélo se le representa en Naumburg en cuanto esposa, ¥ no tanto por ella misma. Uta provenia de un poderoso grupo parental (los condes de Ballenstedt son los primeros Ascanianos, futuros primeros mat- graves de Brandemburgo y més tarde duques de Sajonia) y su matrimonio con Ekkehard fue por tanto un acto ligado a unas estrategias de estableci- mento y continuidad del poder aristocrético. Ello debe recordamos que en la sociedad medieval, las mujeres son sistematicamente dominadas pot los hombres y concebidas tan silo como vectores del poder ~el dominio del ‘marido sobre la esposa comienza de entrada por el de los hermanos sobre 18 soserx Morse, las hermanas-. Pero ello no deberia hacer olvidar tampoco que la relacién hombres/mujeres tiene un valor secundario en la sociedad medieval: las ‘mujeres aristocriticas dominan tanto a las mujeres campesinas como a sus ‘maridos. Pero la inversa, el dominio de los hombres sobre las mujeres sit- ‘ve igualmente de matriz discursiva para el control social en su conjunto. La dominacién de las mujeres por los hombres no tiene sentido sino en el seno del sistema global de dominacién social; una advertencia de que ningu- 19 de los binomios que se van a revisar tiene sentido aislado; seré necesario intentar articularlos continuamente en el conjunto, que debe constituir, a través de (y no mis all de) sus transformaciones, e} objeto de historiador SENADORES Y GUERREROS La historia de «la noblezay se ha obsesionado durante mucho tiempo con el mito de los origenes. Por esquematizar, cuatro son las teorias que han visto la luz, Dos se apoyan en el principio de la continuidad, y dos en el de la raptura, En un caso, a nobleze medieval habia tenido un origen germé- nico (una teoria muy en boga en la época nazi, pero que en parte ha sobre- vivido). A esta continuidad germana se ha opuesto una continuidad romana, ‘asada en el servicio piblico (militia), del que €l episcopado no constituye sino una variante -una continuidad romana de la aristocracia que algunos historiadores han justificado incluso por la continuidad det sistema romano en su conjunto durante varios siglos, como si la caida de Roma no hubiera tenido lugar-.' Las dos teorias de una ruptura tienen en comin el hecho de que la nobleza medieval seria una pura creacién medieval, bien en raz6n del cardcter supuestamente «emocritico» de los cabecillas germanos (con jefes electos), bien debido a una eliminacién de las grandes familias por Clodaveo (segin un pasaje poco claro de Gregorio de Tours): de este modo, la nobleza ulterior habria surgido del grupo de los libres «normales» (Ila- mados en Alemania Gemeinfreie), welevada de rango» gracias al servicio al rey. Actualmente, la ipétesis de la continuidad romana es la que cuenta con mayor adhesin, a pesar de las miltiples Hlamadas de atencién sobre las ilusiones de continuidad alimentadas por el vocabulario, las propuestas de considerar como decisiva la ruptura del siglo rv (que depende, en la division tradicional, de la historia antigua y por ello casi no se le presta atencién) y de recuperar el cardcter bérbaro de los merovingios. Sobre todo, resulta evidente que mientras el problema sea planteado en términos de origen " Sobre esta posicion y su denuncia, cf Chris Wiekham: «La chute de Rome n'aura Dis liu», Le Moyen Age, 99,1993, p. 107-126, ytltimamente J.P. Devroey: Economie rurale, 20 J0SEPH MORSEL de una categoria moderna (ala nobleza») confundida con tna relacién de dominio y acotada con la ayuda de las taxonomias indigenas (por no habtar de la pertinencia de los tipos de fuentes empleados para aprehenderias), todas las hipétesis mostrar un flanco abierto a las criticas radicales. Asi pues, no nos interrogaremos aqui sobre la fecha o el periodo de aparicién cde una hipotética nobleza «verdaderan, sino sobre las relaciones de domi- nacién existente, su evolucién en el contexto de las migraciones germanas yy la génesis de una aristocracia tenovada, en particular frente al poderreal y la Iglesia LA REORGANIZACION DE LA ARISTOCRACIA ROMANA Acomienzos del siglo v, el Occidente romano conoeia cf dominio de una aristocracia rica, cultivada, cristiana, prestigiosa, con un orden senatorial a a cabeza, Conviene sin embargo prevenirse de ver en ello 1a continuidad (el te- rreno del cursus honorum, de las magistraturas), la Iglesia se convirtié en el ‘campo cerrado de la concurrencia social. Hacia el 478, una carta de Sidonio ‘Apolinar ya obispo, resulta reveladora en este sentido, En efecto, declara: “Ahora que han sido abolidos los grados de las dignidades con los que se tenia la costumbre de distinguir a los grandes y a los humildes, el conoci- rmiento de las letras constituird en adelante el nico signo de nobleza». Fl interés de esta epistola resulta miltiple: por un lado, reconoce el tras toque d la antigua clasficacién que siguié tras la desaparicin del Imperio en Occidente en et 476, y con él del centro de referencia de la aristocracia * Lewes, cata VM, 2. 40 JOSEPH MORSEL senatorial. Por otro lado, el erterio escogido para el nueva orden es la cul- tura clsica, es decir, de hecho, la cultura de los obispos (Gregorio de Tours, para definir la grandeza del obispo Remi de Reims destaca tanto sus mila. _gros como su «ciencia de la tetérica>). Ex fin, y sobre todo, queda mani fiesta una voluntad de definir en si misma la nobleza, fuera de todo control exterior y/o superior. Las Vidas de santos de la época merovingiay también de la cazolingia, que no constituyen tanto biografias como elementos de ‘promocién de un tipo ideal de obispo, toman nota dela transformacién al declarar al sujeto como «noble de nacimiento» (nobilis genere) y letrade, Pero «amas noble todavia» (nobilior) por el hecho de su «conversiénn. Otro tanto sugiere el eptafio de Dynamius. Consttuye un auténtico llamamien- to: Solo por y en la Iglesia podian reconstruirse los «grados de las dignide- «des» cuya desaparicin constataba Sidonio por la inclusién en su seno «le una nacién inveneible, pero extranjera La descalificacién relativa de la aristocracia laica ‘Sin embargo, no puede reducirse el poder de la Iglesia @ un simple apén- dice del de la aristocracia «laica», a despecho del reclutamiento aristocré- tico de buena parte de su jerarquia. La Iglesia funciona en efecto como un _grupo aparte, con sus propias reglas y retos, como un «aparato» cuyo poder desborda ampliamente el poder propio de los grupos de donde se extraen sus miembros. Al promover la llegada de un orden social cristiano, la Igle- sia se ha vuelto hacia los defensores cristianos (o «cristianables») del orden social establecido, donde ella, de acuerdo con la tearia de le jerarquizacién social legitima, ha arraigado el poder sobre un nuevo sustato, en la previ- sin de que se sometan (al menos formalmente) a su tutela normativa. El texto clave de las representaciones medievales de la scciedad, La ciudad de Dios (413-427) de san Agustin, deniega asi toda necesidad social espe- cifica alos poderosos laicos aparte de los reyes; la estructura social antigua resulta en efecto caduca y en adelante debe abrirse la era de una sociedad Puramente cristiana, la ecclesia, independiente de todo origen wétnico» (ro- ‘mano o barbaro) o social, donde s6lo cuente el compromiso con Dios. Para Gregorio de Tours, como para san Agustin, la tinica aristocracia verdadera 5 Ia de los santos, caracterizados por su «conversiénm, que les hace mas nobles (nobiliores), y no tanto por su nacimiento (argumento que se en- ‘cuentra con similar frecuencia en las epistolas de san Jerdnimo, aunque re- lativas sobre todo a los monjes). Esta nobleza wen Cristow les inviste de una dignidad superior (alimentada de valores y normas senatoriales, como se ‘ha visto), cuya primacia sobre los grandes laicos afirman concilios (Macon, SENADORES Y GUERREROS 4 '585) y reyes (Gontran el mismo ato). En consecuencia, el servicio al rey se ‘convierte desde el siglo vu en una constante del perfil del santo construido por la hagiografia. La aristocracia en los Dies libros de historia de Gregorio de Tours La obra, escrita a finales del siglo vi (vitulada de nuevo como Historia de Jos Francos a partir dex), se inscribe en una perspectiva similar ala de sa ‘Agustin (aunque no pueda atestiguarse una relacién directa precisa). Gre- sgorio no conserva en su esquema social més que los tipos del rey, el abispo y el populus (puebla). Ciertamente,existen en el seno de este time pode- os0s denominados de forma muy diversa (senfores, priores, maiores matt, meliores ec.) tnicamente en relacién con el pueblo (del que no aparecen sino como una parte), pero no se les reconoce ninguna prerrogativa social, Los inicas casos de aristécratas considerados como tales son, de manera signifcativa, los agentes regios (duques o condes). Los términos nobilis y nobilitas s6lo se wilizan para las personas de origen senatorial (como en el Cédigo de los burgundios) o en un sentido moral. De esta suerte, vie~ nen a sefalar no tanto un grupo dominante como la funei6n ejercida hasta entonces por linajes de hombres y mujeres de alto rango en el desarrollo el eristianismo, pero cuya completa realizacién exige a partir de entonces Ja remuncia « cualquier privilegio de nacimiento, Que la obra tuviera una posteridad mediocre, principalmente en una forma recompuesta y bajo un nuevo titulo, parece ilustrar el fracaso histérico del proyecto de Gregorio, fundado en una relacin directa ene J Iglesia y la realeza El apoyo episcopal del que Clodoveo se beneficia desde el comienzo de su reinado, la uncidn de los reyes visigodos y, por supuesto, la doble consagracién de Pipino el Breve (75] y 754) para legitinar su «golpe de Estado» muestran la importancia adquirida desde entonces por Ia Iglesia en el proceso de diferenciacin interna de la aristocracia (lo que anteriormente realizaba el Imperio Romano). En particular, se constituye en la garante del acceso de esa aristocracia a la funcién real. Pero si en el continente (sobre todo al sur del Loire), fueron los obispos quienes intentaron definir y monopolizar la uncién, asegurando asi Ia aristocracia de origen sena- torial una posicién clave en Ja nueva estructura social, en Wessex, como en Kent, fueron los monjes (Beda, Agustin de Canterbury y sus primeros sucesores) quienes hicieron determinante el peso de la Iglesia, en tanto que fuerza social y, al mismo tiempo, como generadora de legitimidad mediante la escritura. Pero esto no debe enmascarar la cuestion esencial: la Iglesia se converte en érgano de legitimacién, y por tanto en un objetivo crucial pata reyes y aristocracias, como testimonia la vigorosa conffontacién que se produjo cn los ios 670 sobre los obispados de Provenza entre arisioera- 42 s0S8PH MORSEL tas wautonomistasn de origen senatorial y otro grupo compuesto por el rey -yaristécratas de origen no senatorial Este enfrentamiento entre la aristocracia de origen senatorial y la de origen germénico en tomo a la uncién continuard hasta el siglo vil, y ma- nifiesta sin ninguna duda que la fusin entre ambos grupos tardé mucho tiempo en cerrarse. Un aspecto significativo de esta rivatidad fue la mult- plicacién en el siglo vu, especialmente entre el Sena y el Rhin, de la fun- dacién de monasterios en tierras de Ia aristocracia de origen germano, de donde proceden abadesas y abades (asi, le abadesa sonta Fara, nacida Bur- ‘gundofara, ya mencionada), Estas abedias contribuyen a santificar el poder de los fundadores, lo que corresponde exactamente (aunque con retraso) « la autosantificacién de la aristocracia episcopal. Pero, sobre todo, son de inspiracién columbaniana, es decir, remiten a un monacato de origen irlandés, més heroieo que ascético, distinto de} tradicional, y claramente antiepiscopal (en Irlanda, incluso, no existian los obispos, y sus funciones las ejercian los monasterios). La eleccién del columbanismo corresponde pues a Ia de un auténtico «contramodelo», escogido sobre los mangenes del espacio cristiano y opuesto a la Iglesia senatorial, pero muestra igualmente que todo el mundo lucha ya sobre el mismo terreno, el de lo sagrado media- tizado por la Iglesia. En el siglo vit aparecen las primeras exenciones, que sustraen a los monasterios de la justicia episcopal; se trata entonces de un medio para articular episcopado y monasterios, signo indiscutible de una vvoluntad de armonizar fas relaciones entre facciones aristocréticas. Seme- Jante articulacién resultaba indispensable a largo plazo para la reproduccin del poder dela arstocracia, DEFINICION DE UN NUCLEO REGIO DEL PODER La definicién del poder clerical, que pasa como acaba de verse por lt descalificacién del poder Inico, ha levado a revalorizar el poder regio en detrimento del resto de la aristocracia laica, es decir, a introducir un pun- to de referencia nuevo y «cristilizador» de la aristocracia: la realeza, Se tra- ta de uma constante que se observa en diversos momentos del periodo me- dieval: la Iglesia institucionaliza el poder regio, y esta institucionalizacién supone ante todo un medio de la aristocracia eclesidstica para afirmarse ante la Isica, cuya existencia se encuentra en teoria estrictamente ligada al servicio del rey, principalmente bajo la forma de servicio de las armas. seNADORES ¥ QUERREROS 3 La aristocracia frente al poder regio La incorporscién de diferentes «pueblos» al rein franco, es decir, la etnogénesis de aquellos que durante varios siglos llamamos «los francos», jntrodujo una distincién mayor en el seno de los aristScratas de origen ger- nico (més 0 menos romanizado), pero en adelante sélo existié una fami lia de rango regio, los merovingios. El resto de la aristocracia, era cual fuese su origen, s6lo podia aspirar al poder en una posicién subordinada. Se comprende asi por qué el Pacrus Legis Salicae (primera version de Ia «Ley Silica» de os francos, ca, $07/S11) no sefala en su relacién de tarifas del wergeld a los nobiles u otros proceres como categoria superior a la de [os libres «cnormales» (ingenui, caya muerte «vale» 200 suekdos); sin em- bargo, la muerte de los antrustiones, los miembros del séquito armado del rey merovingio, debia ser corapensada con 600 sueldos. No significa que no hubiera otros aristocratas que los antrustiones, sino que el Pactus no los tomaba en consideracién porque pretendia definr el equilibrio social desde el punto de vista regio. Un fendmeno muy similar se observa entre los anglosajones del siglo ‘Por un lado, los ereyezuelos» pasan poco a poco ala érbita de monarcas més poderosos, y formant conjuntos poligtnicos (incluyendo asi los aris técratas de origen celta, como los Cisi/Cissa de Wiltshire), eventualmente identificados por un nuevo nombre, como el de «sajones oceidentales» en la regidn @ la que dieron nombre, Wessex. Por otra parte, en la segunda mitad de esa centuria se produce el reemplazo en la terminologia (pero no en los hombres) de los eorcund men por los gesithcund men, término que anteriormente designaba a los miembros de un séquito armado, Por encima de estos gesithcuncl men aparece sin embargo facia finales del siglo wi otra categoria mis, los thegn, caracterizada por el servicio al rey (Ja traduccién nglosajona de la Historia eclestdstica de Beda sustituye asi minister regis por cyninges sheng), mientras que los gesithcund men parecen ser sobre todo sefiores de la tierra; en adelante, el gesithcund mon es un hombre que puede convertirse en thegn, pero significativamente éstos disfrutaban de un wengeld casi dos veces superior al de aquellos. Igualmente, entre los, lombardos del siglo vu quienes se benefician de una composicién més ele- vada son les gasindl regis, los files directos del rey, dotados del titulo de Viri magnifci ¥ cuyo poder se apoyaba fundamentalmente en la posesién de amplios espacios donados por el monarca. Se puede apreciar por tanto ccémo el poder regio, indisociable de la estructura eclesidstica, intenta de- Finis ana jerarqufa aristocrética en funcién de si mismo. Las modalidades de emigracién, de instalacién y de recomposicion de los «pueblos» germé- 44 Josern MORSEL nicos de los siglos v-vmt en tun contexto romano-cristiano condujeron asi a hecer gravitar en tomo al rey a arist6cratas de origen diverso, pero cuya identidad social tendi6 en adelante a ser definida con relacién a él. Como el rey pretende ser (con el apoyo de los clérigos) una suerte de punto comin en posicién dominante, el crterio «étnico» pasa a un segundo higar Resulta imprescindible, en cualquier caso, subrayar cémo, en el con- inente, esta evolucién de las relaciones entre aristocracias germénicas es indisociable de las establecidas entre aristocracias germénicas y galo-ro- ‘manas: slo el apayi de los galo-tomanas a los merovingios eristianizados habsia permitido a éstos imponerse sobre los demés aristécratas de san- gre real. La rivalidad entre ostrogodos y visigodos en torno al trono en Je primera mitad del siglo vi dio a la aristocracia hispano-romana (en la Bética y la Tarraconense) y visigoda una posicién de fuerza, traducida en <1 ascsinato sucesivo de tres reyes. Pero a pesat de esa oposicién comin al reforzamiento de poder real y @ algunos matrimonios mixtos, las dos aris- tocracias se manticnen enfrentadas desde el punto de vista confesional, sin hablar de las disputas entre parentelas. El abandono del arrianismo a finales dP Gear: Aristocracy in Provence, §§1, 36, 4 SENADORES ¥ GUERREROS 3 centre nobles godos hijas de Ia aristocracia hispano-romana, que bien po- hhaber sido excepciones propias de (zy reservadas a?) le aristocracia ‘Uno de los mejores signos, al menos en su origen, de estos matrimo- niios mixtos consisti6 en la fermacién 0 circulacién de nombres de personas (antropénimos). Al menos hasta el siglo vi, un nombre romano o germano identitieaba respectivamente aun individuo del mismo origen, circunstancia que, precisamente, permite al historiador localizar ese tipo de uniones: Cor- biniana (madre de san Corbiniano, uno de los evangelizadores de Baviera) cera una galo-romana casads con un noble franco llamado Waltkise; en reci- procidad, la visigoda Theudeswintha se despos6 con un arist6cratahispano- romano de nombre Bterius. Pero los antrop6ninios romanos retroceden por casi todas partes, incluso se pierden. Al norte del Loira, esta desaparicién en beneficio de los nombres germanos (especialmente los masculinos) resulta precoz (siglos v-vn), lo que no significa sin embargo la eliminacién fisica de la poblacién romanizada: simplemente, la atraccién de la nobleza franca ‘no encontraba contrapeso -a excepcisn de la Iglesia, pero ella misma resul- taba cada vez menos senatorial-, Al sur del Loira y en Espafa fos nombres (Gobre todo los de obispos, Jos mas conocides) mantuvieron mas tiempo el influjo greco-romano; la germanizacién de los antropénimos en el sur de la Galia no fue sensible hasta finales de los siglos vit y vu, un proceso alterado ‘en Espatia por li'conquista musulmana a comienzos del vit, y en Italia por la ocupacién bizantina de una parte de la peninsula Desde el punto de vista de control de las tieras y de los hombres, como en el caso de los intercambios matrimoniales, se asiste pues a la puesta en cescena de una nueva aristocracia, ala que se llamard segin las regiones me- rovingia (romano-franca) ~después carolingia-, goda (romano-visigods), itdlica (romano-lombarda) 0 anglosajona, tan poliinics como antes, pero ccuyas ramificaciones a través del conjunto de Occidente se descubren tanto debido a su concentracién fundiaria (dispersién de los dominios a través de los reinos) como, especialmente, por sus huellas escritas, que no resultan simples accidentes sino, sobre todo, la adopci6n de un modo particular de representacién piblica, por medio de un instrumento ampliamente recono- cido como tal y que contribuye intensamente ala crstalizacién social como es la escritura. El crecimiento observado entre los inicios del siglo vty el de las diferencias de wergeld existentes entre los nobles y los demas debe- ria también considerarse como un signo eficaz (es decir, una manifestacién y un factor) de la creciente discriminacién social entre la poblacién y los aristécratas, dotados de instrumentos de representacién y reproduccién mis «cerrados», en cuanto que ms formalizados, 54 Jose MoRSEL Las aristocracias franca, goda, anglosajona, etc, nacidas de la fusién de aristocracias locales mds o menos romanizadas y de aristocracias germanas poliémicas (y también en parte romanizadas), controlan asi las tierras y a los hombres como la aristocracia de! Bajo Imperio, proporcionan la mayor parte de los obispos y abades, asi como de los agentes del poder regio, ¢ incluso compiten por el control del titulo real (Espatia) 0 del poder efectivo (alia), Esta competencia implica la movilizacién simultinea de la potencia guerrera y de la espiritual, lo que supone colocar la prictica de las armas y el sostenimiento de la Iglesia (y también el control de tieras, que permite ‘mantener una clientela y fundar monasterios) en el centro de tun proceso slobal de diferenciacién social. Lo que cambia no es pues tanto la composi- cién étaica, como la combinacién de los factores materiales y de parentesco ae aE = sansa = | peethetse | Lait) Lionisioe! anti lems) anmiacal El diagrama elaborado por H. Steuer corresponde a un modelo te6ri- 0 de la distribucién social de los miembros de la poblacién de Alemania central (Hesse, Turingia, Baja Sajonia meridional) y de las regiones alama- nas. Se trata de sectores sometidos a la influencia franca y caracterizados por la existeacia de cementerios «en hilera» (Reihengraberfelder}, vastos Cementerios cuyas tumbas se disponen en hileras mas 0 menos largas y donde los difuntos son inhumados con joy@s, armas u otros objetos. A tra- ves de un andlisis eritico de los estudios arqueolégicos disponibles sobre cementerios de este tipo, H. Steuer ha puesto en cuestién Ia mayor parte de © Soin H, Steuer: FrhgeschichlioheSovialsruturer . 519. 56 s0steH Mokset, {as identificaciones habituales hasta ahora sobre tumbas destacadas por su material 0 su posici6n («nobleza», «principes», «seiores fundiarios», ec.) ‘A pantir de los datos recogidos, ha contrapuesto un modelo, presentado aqui en diagrama, que pretende mostrar al mismo tiempo miltiples eriterios de diferenciacién material (riqueza del ajuar) y formal (localizacién espacial) de las tambas, En efecto, en estos cementerios se observa Ja existencia de agrupacio- nes de tumbas, caracterizadas por una disposicién més o menos alineada ¥y proxima en cl tiempo, pero en el seno de los cuales a riqueza funeraria resulta muy desigua; las desviaciones se acrecientan cuando se trata de lu- gares importantes del reino franco, especialmente las ciudades, No se puede hacer referencia nunca, por tanto, «una distribucién regular de ta riqueza en el espacio, ya se trate del reino o de un cementerio, En cada ocasién, hay ue hablar de «eonstelaciones» formadas por tumbas de una cierta riqueza acompafiadas por otras menos ricas. El reparto desigual de esta riqueza, por otra parte, tampoco se produce de forma regular; existen autéticos saltos de un grupo a otro, una solucién de continuidad que no puede remitimos 2 tuna tinea gradacién de riquezas, porque resulta impensable que no se en- ccuentren nunca tumbas de personas que hubiesen poseido més que objetos de rango A, pero menos que de rango B, etc. El ajuar no remite por tanto a Jo que la persona poseia, sino alo que se consideraba que era: se trataria por tanto de un cédigo Funerario de pertenencia a una u otra categoria social Eje horizontal de! diagrama: el poder social de las familiae Fl factor de diferenciacién consiste, segtin H. Steuer, en la proximidad con los propios reyes merovingios, constituides (con ayuda de la Iglesia) en punto de referencia de la aristocracia. A su servicio, aparecen detenta- dores de oficios y funciones que les sirven de relevo a través de los reina- dos. Las ricas tumbas tradicionalmente denominadas principescas, como Jas descubiertas bajo la catedral de Colonia, podrian estar relacionadas con esta categoria de poderosos. La poblacién (mayoritariamente rural) genera una tendencia descendente del nivel medio del ajuar funerario a medida que nos alejamos de los centros regionales de organizacién social que Suponen la mayor parte de las ciudades, y que nos dirigimos hacia los sectores me- nos favorables para la agricultura; de abi su divisiOn en tres categorias que ccombinan proximidad ala ciudad y condiciones naturales. Esta proximidad regia no concierne solamente ls individuos efectivamente actives, sino al conjunto de Tos miembros de su familia, de su grupo doméstico, constituido Por un nécleo familiar (padres e hijos solteros) en ocasiones enriquecido SENADORES ¥ GUERREROS 57 con algunos parientes suplementarios,y de su eventual servidumbre. Estas ‘familiae cventan con. una importancia numérica variable (entre una cin- cuentena y una decena de individuos), seyin su influencia social, aunque el entomo regio resultaba sin duda més numeroso, A estas familie corres ponderian las agrupaciones de tumbas que se observan en Tos cementerios cen ilera je vertical del diagrama: fos rangos en el seno de las familie El hecho de que la proximidad al entomo regio afectase al conjunto de la familia no implicaba sin embargo que todos sus miembros, incluso los pertenecientes al micleo familiar propiamente dicho, fuesen tratados de ma- neta similar desde el punto de vista de su inhumacién, Cada familia contaba asi con una serie de niveles, que H. Steuer ha denominado con el término ‘rangos. El niimero de estos rangos variaba en funcién del poder social y, desde esa perspectiva, la «corte real» presentaba el espectro mas completo. ‘Accada rango correspond una jerarquia funeraria en el seno de cada familia (por tanto, arqueologicamente, en el seno de cada agrupacién de tumbes), ccon un nec plus ultra representado por la dotacién del propio rey. Tumbas regias como las de Childerico o Aregonds (al fgual que la del monarca an _loeajén Redwald en Sutton Hoo) son asi las mas rieas que se conocen. El tipo y valor de los objetos encontrados pueden sin embargo clasficarse en ua Sola escala (de A hasta D), porque, poco més o menos, siempre apare cen los mismos objetos. El grupo A se caracteriza por la ausencia 0 extrema pobreza del ajuar funerario, ovasionalmente uma scramasaxa (una especie de sable) 0 un arco y flechas en el caso de los hombres, perlas de vidrio o ‘un cuchillo para las mujeres. El grapo B muestra para los hombres armas (espada larga, seramasaxa, lanza, escudo), un cinturén trabajado 0 vasos, para las mujeres sonijas de bronce o plata, algunos collares y pendientes, zapatos de hebilla y también vasos. El tipo C afiade a estos objetos una jubalina, vasos de bronce y material de equitacién (brida, amnés) en el caso de Jos hombres, y vasos de bronce en las mujeres. Por dito, el grupo D se ddesmarca por lariqueza y calidad de ejecucion de los objetos ya presentes en el C, asi como por la existencia de otros excepeionales, como cascos bizantinos o itilicas, corazas de origen romano, etc. Esta clasificacion s6lo sive para los laicos, pues los clérigos eran inhumados apartey sin ajuar. En ‘cuanto a las tumbas regias, constituyen un «caso aparte» por la importancia ‘la calidad del ajuar, lo que va descubre el hecho de que son perfectamente identficables, $8 JOSEPH MORSEL Combinacién de ejes: movilidad social y estatus juridico Las flechas horizontales indican ¢l nivel ocupado por un individuo que cambiase de familia, como por ejemplo el jefe de una familia campesina cercana a una ciudad que entrase en la familia del conde local y se incor- porase al séquito armado de éste, lo que por otra parte dejaria libre su anti gua plaza para wn hermano 0 un hijo... Se trata por tanto de una movilided espacial y social. Un elemento particularmente significative consiste en el hhecho de que los hijos y hermanos que aparecen en la segunda y la tercera columnas responden a grupos de riqueza funeraria distintos, asi pues, segtin la jerarquia funeraria, padves, hijos e hijas podian tener rangos (zineluido el estatus juridico?) diferentes, Jo que resulta poco compatible con la trans- isin hereditaria de la posicién social, Por lo demés, tas lineas oblicuas sefialan la pertenencia de los miembros de la familia correspondiente a una de las categorias definidas por el Pactus Legis Salicae, que distingue fun- lady, es la amasadora de pan), mientras que los jvenes nobles educados en el estomo de los aristécratas (Jos «acogidos») eran los hlafeaten (comedo- res de pan). EI ford resalta por tanto, ante sus fieles, como un padre nutricio para los jévenes de su casa, al igual que los ealdormen eran, etimolégica- ‘mente, los «ancianos» para los hombres que controlaban en nombre de! ey. De hecho, lo importante eansiste en la generalizacién del vasallaje en todos los niveles de la aristocracia, or instigacién del emperador. No sélo se habfan multiplicado, desde los tiempos de Carlos Martel, los vasellos reales (vassi regales 0 dominic’), sin que, sobre todo, Carlomagno impuso l vasallaje como forma generalizeda de las relaciones de subordinacién en * Come es sabido, el termi francs dame ven en castellano, ex ee cmpo, en ‘alene mis decuado de seer, per 8 ba radio por ama para matene el semido de lafease [Nd] 68 JOSEPH MORSEL el seno de la sociedad. Se trataba de estructurar ésta en un haz de relacio- nes verticales que convergieran hacia el rey. Este proyecto se acompafaba de una lucha contra las formas de onganizacién horizontal, mentenidas por comunidades de interés cuya autonomia parecia peligrosa: gildas, pactos de alianza, tropas privadas (mesnadas); mientras, la Iglesia se encergaba dei control de las alianzas matrimoniales. Carlomagno impone asi la co- relacién absoiata del servicio con el vasallaje, prohibiendo a los grandes rodearse de guerreros que.na hayan sido provistos de beneficios, con lo que espera limitar el niimero de esos guerreros y vincularlos a la realeza ‘mediante una relacin de fidelidad indirecta. Al mismo tiempo, incta 9 to- dos los hombres libres « encomendarse a los grandes, «fin de prolongar 'a pirémide de la fidelidad hasta abajo (en paralelo al juramento general exigido a ls libres), pero también para garantizar el equipamiento correcto para los hombres que acuden a la hueste, En la Italia lombarda, que conoci luna avanzada organizacién clientelar antes de la conquista franca, este tipo de relaciones fue directamente transformado en relaciones vasallaticas, sin zayores cambios en la posicién social relativa de los individuos (los aist6- ¢ratas lombardos permanecieron en su lugar); pero, en adelante, la sociedad seria concebida como una eascada de fidelidades a pati del rey. Esta relacién no tiene nada que ver con la que mantienen los ealdormen on los habitantes de las condados (shires) que controlan en nombre del ‘ey; sblo sus propios files, que se reclutan entre los pequefios y medianos Sehores (los thengs), se encuentran ligados a ellos por lazos de fidelidad ‘personal. En el continente, los grandes vasallos regios pueden hacerde pane {alla entre el rey y os libres (en panicular a aristocracia media, igualmente guerrera y seflora de una parte dela tierra), lo que se produce efectivamente ‘nel siglo 2%, sobre todo cuando la creciente presién de los grandes en favor de la hereditariedad de los honores se aleanza de facto plenamente a finales de Ia centuria. Habia presentido Carlomagno el fracaso de su construc- cidn? En todo caso, queda claro que al final de su seinado intents desplazar los fundamentos de las relaciones de poder de la esfera institucional a la espiritual. En los afios 810-813, mientras los cambios dindsticos sacaban la luz las maniobras de la nobleza, las capitulares insistian sin embargo en otro valor ademas de Ia fides, fundamento de la fidelizas; se trata de Ia caritas. La carttas es el amot al préjimo, pensado como andlogo al amor ue vineula @ Dios y al hombre, pero también como el que asegura la uni- dad de las personas de Ja Trinidad, un debate teolégico al que Carloma; ‘No, significativamente, contribuyé de manera personal. Asi, parece como si el emperador hubiera intentado conjurar los riesgos de fragmentacién imherentes a su sistema aplastando las instituciones vasallaticas bajo una SERORES ¥ FILES 7 ideologia de unidad. En todo caso, queda claramente de manifiesto cémo las telaciones de poder fueron, paralelamente, abjeto de una actualizacién (carnalis © sanguinis), apoyada en exclusiva en el nacimiento, incluso si éste era nobilissimes, Ademis, las Vidas de santos atribuyen a 6stos con frecuencia el calificativo de nobilissimi que los carolingios se reservaban para si. Sin embargo, estas Vidas hacen precisaente su entrada en la lturgia en época carolingia, es decir, en un modo de celebracién particularmente valorado, y piblico, 1o ue impide ver en esta construccién un simple juego interno y gratuito de auto-valoracién. Su impacto resulta, ciertamenie, dificil de medi, pero teresa sobre todo destacar que este modelo de la verdadera nobleza, la del espititu, la de Dios, no entraba en colisién con la aristocracia carnal. En primer lugar, se presentaba como un ideal particularmente accesible para ésta. En efecto, los santos de las Fidas contaban casi siempre con un origen aristocritico (el que corresponde al reclutamiento del alto clero) y los textos ‘nunca silencian [a cualidad de su nacimiento: «nobles» de nacimiewa, su ‘«conversiOn los hacia «mas nobles» todavia. Se justficaba asi la existen- Gi de um acimiemo noble; pesto quel sated benefiab 3 tod el mundo. pRORES ¥ FIELES 18 Yor otra parte, el discurso hagiogréfico conservaba la nocin misma de cqobleza», en lugar de definir de recurrr a cualquier otra, lo que acredi- {aba la idea de que debe existr una, de la que sélo se encuentra en juego la {dentficacibn: el principio aristocrtico queda salvado. Y se hace aparecer fp entrada regular de los arist6cratas en el alto lero como una forma de conversién del capital social aristocritico en un capital simbélico intangi- ‘bee incluso acumulativo, La famosa invectiva de Thegano, bidgrafo de Tis el Piadoso, contra earzobispo Ebbo de Reims hacia el 837 («El te ha hecho libre, pero no nobilis, porque eso ¢3 imposible») iustea la agilidad del discurso sobre la aristocracia, y también su eficacia social, El ataque se hhaleido, en general, como la evocacién de que sélo el nacimiento puede dar Ia nobleza, lo que no compete a la esfera del poder regio (las codificaciones reales s6lo sefialan la distincién libre/no-tibre, pero no el cardcter nobilis: tcontrariamente a lo que ocurria en Roma, la nobilitas ya no es creada por fl soberano). Pero Thegano, clérigo él mismo, repyochaba tambign a Ebbo ‘un comportamiento inadecuado y viciado, aunque también puede verse en ‘ello no tanto tna referencia a la nobleza de nacimiento como a la de cos- tumbres, que el emperador tampoco podia conferir. Sea como fuere ~y €s Jo que realmente importa-, se observa, por un lado, c6mo la definicién de ‘qué es la «noblezay puede suponer un reto entre Ia arstocracia y el poder regio pero también, por otro lado, que la existencia del eardcter nobilis no offecia ninguna duda, La Iglesia definid asi, directamente o al.proteger el modelo regio, un conjunto de discursos que aparecen ciertamente como limites impuestos al ejercicio del poder aristocritico, pero que en vitima instancia legitiman su misma existencia, y quedé ast dotada de un poderoso marco ideolégico de reproduccién social. El peso de la Iglesia (y del rey) no era tan s6lo de or- den ideologico (lo que sesultaba esencial), sino también materia, gracias & ‘su implantacién dominial (y la del rey), que indujo localmente Ia puesta en ‘marcha o la modificacién de estrategias de acceso a la tierra y de despliegue del poder dominial. EVOLUCION DEL PODER PARENTAL La parentela, tanto Ia del lado patemo como la del materno, constituia tun marco esencial de la reproduccién social. Més alld de engendrar hijos, aseguraba la transmisién de la tierra, del poder y del prestigio social, Ello ‘suponia, por un lado, que el principio de hereditariedad quedase admitido ¥, por otro, que 10S niflos fuesen educados, es decir, que asimilasen los ‘Valores aristocriticos, de suerte que estuvieran en condiciones de hacerlos 76 JOSEPH MORSE, Sructificar y de transmitira su vez el poder social. Le funcién de la paren- tela, sin embargo, evolucioné en paralelo a lz definicién de nuevos valores aristocriticos, cuys transmisién exigia nuevos mecanismos. Una sociedad de herederos | abad Reginén de Prum, al presentar el gran poder de las dos familias {ranconas més importantes de finales de siglo (897), los Conradinos y los 'Babenberg. lo apoya en su «nobleza carnal» (nobilitas canis) es decir, st alto nacimiento, «el enorme nimero de sas parientes» y «la amplitud de sus bienes fundiarios». Surge agui nuevamente -también con una connotacién pegativa, puesto que se rata de un poder excesivo- lo que ya se apuntaba on {a angedata de Notker el Tartamudo; es decir, que los nobles eran fun- damentalmente, al menos para los comemnporineos. de Notker, unos here- deros: herederos de tierras, de rangos, de condiciones de vida. El principio ‘mismo de la transmisién hereditaria de los bienes propios (los «alodios») ‘no suponia singin problema, Lo iinico que podia dar lugar a diseusién, € incluso a conficto, era la naturaleza de los bienes y ta identidad de fos le- ‘gatarios, El reparto sucesorio automitico entre todos los hijos era de origen erménico y se habia generalizado en Occidente. El testamento servia tan solo para modificar ese automatismo, en particular para establecer mandas piiadasas o incluso para modificar las partes respectivas; desde luego, n0 deja de ser significative que la prctica misma del testamento «a la romana» ); en stima, la produccién de una conformidad social tanto mas fuerte 84 osePt Mose. cn la medida en que s¢ realiza en un contexto de emulacion, mediante ta ppromocién de la competencia entre los j6venes. Pero la pertenencia durante ‘varios aos aun mismo grupo de j6venes generaba jgualmente una camara deria guerrera, En su Mamual, Duoda recoge tepetidamente Ia accién de su hijo «en medio de sus compafieros de armas y de servicio (commilizones)», ensalzada en cada ocasién porque se trata de acreventar «el honor de [sus] padres) o de ganar el reino de los Cielos. Sin embargo, estos grupos de jvenes guerreros no constituian sélo unos marcos de actuacién juvenil ‘Actuaban también como eélulas de base para futuras relaciones sociales, ‘de donde provendrian fos amigos sobre los que apoyarse en Ia edad adult Asi, Luis el Piadoso se rodeo de nobles aquitanos con Jos que habia sido educado, como el conde Begon. El fosteraje creaba por tanto una trama de relaciones de parentesco de orden espiritual (aunque no mediatizadas por la Iglesia, salvo el caso de Ia oblacién) sobre la que podia levantarse la conti- ruidad del poder aristocritico y de la nobilitas del nombre. Sobre todo, se ‘observa hasta qué punto fos lazos de parentesco no suponian en ningin caso ‘un dimbito cerrado y claramente distinto de otro tipo de relaciones sociales: 1 paso de io parental a lo social se realizaba en general de manera insensi- ble ty durante toda ls Edad Media), através especialmente de la nocién, en sentido muy amplio, de los «amigos» (amici) Una sociedad de aliados La alianza matrimonial constituia probablemente Ia principal forma de produccién de «amigos», Dos légicas presidian la conclusién de enlaces rmatrimoniales. O bien se trataba de adquirir aliados en los lugares 0 en las esferas sociales (tras parentelas, otras categorias) donde no se contaba con ellos (exogamia), o bien de reiterar las alianzas con grupos ya empa- rentados para reforzar los vinculos existentes (endogamia). Por otra parte, ambas podian combinarse, sobre todo en funcién del sexo de los hijos, de su edad y también mediante pricticas poliginicas. Junto a la esposa principal, dotada pablicamente y sobre la que el padre habia perdido sus derechos, los grandes mantienen con frecuencia una esposa secundaria (Friedelfran, sin dote y teéricamente bajo permanente autoridad patema) y tambign en ocasiones uns concubina. La ldgica exogémica tiene una funcion decisiva en la implantacin de Ja alta aristocracia carolingia en todos los rincones de la Evropa continental: aterrizada a través de tierras fiscales (0 monés- ticas) ligadas a honores, concluyé répidamente en alianzas matrimoniales con los grandes locales, que veian en ellas un medio para integrarse en el rnusvo arden. Asi result6 especialmente en los casos de Neustria (el oeste SSERORES ¥ FIELES 85 de Francia), Sajonia 0 Kali, Esta \égica matrimonial tendia pues hacia la integraci6n social de amplios espacios. Las renovaciones de alianzas (bucles consanguineos») se practicaron también ampliamente, En una sociedad que casaba a la mayor parte de sus hijos varones y practicaba el reparto sucesorio, los bucles consanguineos permitian reagrupar antiguas porciones de la misma herencia, El matrimo- rio tea también, como recordaba la Vida de santa Gertrudis a finales del siglo vu, una «amistad mutua>, y la endogamia abocaba a condensar esta amistad en un blogue de parientes muy solidarios. Tal logica, que conducia a yuxtaponer grupos parentales localizados y més o menos auténomos, re- sultaba dificilmente compatible con las concepciones unitarias de la Iglesia, ‘pero también con el proyecto hegeménico de los carolingios; y es conocido en qué medida se acrecentaron los grados de prohibicidn canénica, que la astocracia laica no siempre acept6 sin resistencia. Si los matrimonios de tercer grado, prohibidos 2 mediados del siglo vsz, desaparecieron efective- mente después del rx, los ejemplos de matrimonios aristoeaticos en quinto © incluso cuarto grado siguen siendo frecuentes, y, por otra part, los obis- os proporcionan a menudo las dispensas stecesarias (pese a la oposicién de algunos rigoristas), lo que demuestra que la Iglesia se daba ampliamente por satisfecha con el resultado. El caso de los condes de la Marca Hispénica (Futura Cataluia) muestra con claridad, aunque de manera posiblemente ‘excepeional, la fuerza de la endogamia aristocratica, ‘Los matrimonios cincestuosos» de los condes «catalanes» Desde finales del siglo rx y durante todo el x, el nueva Tinaje condal de los bellonidas motiplica las alianzas consanguineas préximas (jque llegan hasta el segundo grado canénico!), @ las que se afiaden concubinatos que igualmente superan los limites definidos del incesto. Tal préctica consttuia lun medio, para estos aristéeratas de origen modesto, de asegurarse el con- trol del honor condal. Peco semejante distancia ante las normas parece haber sido también excepcional, y posible sélo gracias al apoyo que los bellonidas recibieron de los obispos locales y de los saberanos carolingios, sin duda debido al cardcter estratégica de la Marca Hispsinica, drectamentesituada fiente al Islam, La norma de las uniones matrimoniales principales parece haber sido inicialmente la homogamia (en el mismo nivel social), mientras los matri- monios secundarios y el concubinato permitian uniones hipogimicas (con mujeres de origen ms modesto) que vinculaban a los grands con sus fie~ les. Las elecciones matrimoniales de los carolingios ejercieron una cierta infuencia sobre las orientaciones matrimoniales de la aristocracia. Los hi- 86 Joseri MoRSEL, {jos reales estaban destinados a recibir y transmitit el honor real, y por tanto debian casarse, aunque necesariamente en un nivel inferior al suyo, salvo que desposasen a hijas de reyes extranjeros. Pero en un sistema cognaticio las hijas representaban un riesgo, el de la reivindicacién del honor regio por parientes nacidos de ellas, Por ello, los carolingios evitaron en genera) ‘casara sus hljas, y las dieron en concubinato (en los primeros tiempos), las 0 «+ heim» en otros lugares) mantiene el recuerdo de desbroces debidos a aristdcratas; tal resulta el caso de Cusinhusen (actualmente Kohn- sen), documentado desde comienzes del siglo wxen Sajonia, compuesto de una reserva de unas 25 ha y 27 explotaciones serviles de unas 4,5 ha ceda una, es decir, unas 150 ha. Asf, junto @ los alodios, los beneficios regios o mondsticos 0 los precarios, constituyen una importante via para los aristé- ‘eratas de detentar tierras. Incluso aunque se nos escape su valor respectivo, queds claro que hacia de la proximidad regia o monéstica un reto simbélico y material al mismo tiempo. Las villae borgofionas de un aristéerata laico Enel $76, el conde Eccad de Autun legaa los monjes de Saint-Benoft-sur- Loire todos sus bienes en Perrecy-les-Forges (silvo algunos especificos) con la iglesia aneja de San Pedro. Sus disposiciones testamentarias des- criben detalladamente estos bienes legados, lo que resulta excepcional en este tipo de decumentas y descansa en los dreves mencionados en el texto, Ia fabricacién de fa hostia con harina de trigo). Y como era mas simple y seguro consumir la produccién sobre el terreno que hacerla transport, fa aristocracia circulaba de un dominio a ott. Por otra parte, ya se ha mencionado la incesante circulacién de tieras al ritmo de los repartos sucesorios y de la constitucién de dotes. En el pro eso de territoriaizacién de las aristocracias germanas, las tieras fiscales, de origen imperial y concedidas por los reyes (;pero en que proporeién?), constituyeron et miicleo de tna conciencia aristocrética nueva. Pero estas tierras se disgregaban y cada uno de los hijos recibfa una parte de ésta. La dote de las hijas, que legaban sus bienes a sus hijos, favorecia una re- composicién constante, en cada generacién, de los patrimonios. En tiltima instancia, to ello conducia a un encabalgamiento local de tierras de diver 50S seflores, de rango mas 0 menos elevado, pero también de campesinos libres. Asi, en el 756 los hermanos Odacer y Nordperto, y sus primos Teo- perto, Raganperto y Adalperto, detentaban parcelas de vifia colindantes, en ‘ocasiones entremezcladas, que inicialmente formaban una sola pieza. Este encabalgamiento podia ser alimentado localmente por los grandes sefiores, ‘mediante la distribucién de beneficios y precarios entremezclados, lo que obligaba a una cohesién local del conjunto de detentadores de la tierra especialmente para las faidas, en efecto, nadie podia pretender sustraerse a las necesidades defensivas. Por otto lado, cuanto mas elevado era el rango de Ia aristocracia, mas es- casos eran los posibles enlaces del mismo nivel, y por tanto mis lejos habia que acudir a buscarlos. Esto explica, entre otras cuestiones, la correlacién entre nivel social y escala de dispersién. En todo caso, s6lo funcionaba en caso de exogamia, es decir, si los grupos parentales no buscaban uniones “Fuente R. Le Jan: Fumie et pouvoir, pp. 74 SSERORES Y FIELES 93 centre Jos primos o primos segundos -1o que permitia reforzar fa cohesion y la solidaridad de unos grupos frente @ ottes-, sino en el seno de otros ‘gropos parentales, Ahora bien, es conocido que la Iglesia, sostenida por los carolingios, endurecié las prohibiciones matrimoniales y por tanto amplio, elcirculo de parientes incompatibles. Desde este punto de vista, la disper- sidn era favorecida por las normas impuestas 2 los grandes laicos. Pero ia prictica del poder real actuaba en el mismo sentido. Desde el siglo vi, los reyes merovingios, visigodos, lombardos, para asegurar su nuevo poder tras sus conquistas, habian situado mediante disposicién (diploma regio) a aristécratas en tieras fseales de las cuatro esquinas del reino. Los pipi- nidas y carolingios hicieron Jo mismo, seguido con frecuencia de alianzas ‘matrimoniales con Ia aristoeracia local. La concesién de honores de un lado 4 otro del Imperio contribuy6 asi poderosamente al arraigo multlocal de la alta aristocracia, En resumen, nos encontramos sin diseusion ante una aristocracis terra- teniente que controla muchas tierras y @ mumerosisimos hombres. De este ‘modo, se explica que los términos nobilis y dominus (propietaio, sefor) puedan ser empleados de manera mis o menos indistinta en algunas fuen- tes, Pero resultaria absurd olvidar que los establecimientos eclesisticos y Jos reyes también eran domini. El poder dominial de la aristocracia laica, aunque teéricamente hereditario era impensable al margen de sus relacio- nes con ol de la aristocracia eclesiéstica o el de los reyes; la tierra circula ‘entre ellos, pero también la tecnologia del poder y la legitimidad. Pese a todo ello, interesa mantener presente que esta arstocracia(laica, eclesist

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