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CULTURA Y DESIGUALDAD: POMC onan ia Los estudios sobre desigualdad han enfatizado con frecuencia |: nnémicayy distributiva de la desigualdad o bien han seialado el earéct de las estructuras sociales (Reygadas 2004). Sin embargo, como seftala Gooten- berg (2004), para comprender la desigualdad en los paises de América Latina, es necesatio también atender a sus bases no materiales, es decir, ala persistencia de mentalidades y culeuras de la desigualdad. Un componente particularmente importante de estas culturas y me dades, tanto en el Pert como en América Latina, tiene que ver con Ja forma cn la que la desigualdad se ha expresado en funcién de exclusién éen En efecto, se ha sefialado que la definicién de exiquetas éenicas y ysubordinar (De la Cadena 2007). Ast, encontramos que las jerarquias 50% en el Perti, como en otros paises latinoamericanos, estén fuertemente definidas por bases culturales y raciales, y ello le da un cardcter central a esta que la adscripcién a categorias éenicas y ra cia asociada a un acceso restringido a diversos recursos, tanto cc velli 2006, 2008) como politicos, Esta situacién esta vineulada c 226 PATRICIA AMES debilidad en el desarrollo de la ciudadania, que se constituyé primero a través de una suerte de “repiibliea sin ciudadanos” (Flores-Galindo 1988), en la cual los derechos de los indigenas no fueron considerados. Mis adelante, y a pesar de las sgrandes transformaciones democratizadoras en la segunda mitad del siglo XX, se sefiala la vivencia de “ciudadanfas diferenciadas” (Lépez 1997), que implicarian que no todos los peruanos pueden hacer valer sus derechos en la misma medida, Adicionalmente, como sefiala Callirgos (2006), las identidades étnicas y las re- Jaciones interétnicas han adquiride mayor imporeancia como objeto de estudio y reflexién en los tiltimos aos, canto en el Ambito académico como en el de la opinién piblica e, incluso, en la arena policica. Enel marco de una preocupacién institucional mds amplia cn corno ala petsi tencia de la desigualdad en un contexto de eambio, nos interesaba indagar emo se han estudiado y visibilizado las précticas y representaciones que refuerzan (0 cuestionan) los soportes simbilicos de la desigualdad que estan ligados a carego- vias raciales y culturales. Al mismo tiempo, somos conseientes de que lo érnico racial se presenta en interaccién con otros factores como clase, género, regidn y generacién, en una suerte de trenza que configura y reproduce las desigualdades les (Degregori 1993). Para este balance, consideramos importante, cnton- ces, como sefiala Santos (2002), atender al estudio de las interaccionesjerdrquicas en el nivel dela cotidianidad, Es desde esta perspectiva que se hace visible el ro, persistente ya la vez, cambiante, que el factor éenico racial uega en la definicién de las desigualdades sociales. Otra entrada posible tiene que ver con la dimen- én que lo étnico racial ha adquirido recientemente en la arena politica y en las formas de hacer politica, lo cual es tema del ensayo de Huber dedicado a las po- icas de I identidad en este mismo volumen (pp. 97-131). Del mismo modo, la debilidad o escaso desarrollo de la ciudadanfa, que permite un conjunto de des- uualdades en el reconocimiento y cjercicio de derechos politicos, son explorados on mayor profundidad en el ensayo de Remy (pp. 133-167) acerca dedemocracia y desigualdad. Este documento parte por indagar en la discusién en torno al factor étnico en las ciencias eee llkimas dos décadas.” Al hacerlo, se CULTURA Y DESIGUALDAD 27 1999, Callirgos 1993, Portocarrero 1993 y 2007, Bruce 2008, Twanama 1992, Santos 2002). En este debate, la discusién respecto de los origenes coloniales del racismo ha sido intensa y rebatida por posturas (principalmente desde la historia y la antropologia), que estudian, mis bien, el modo en que este se re= crea en diversas sieuaciones historicas particulares —tanto en el siglo XIX, como en cl XX y el XXI— (Nugent 1993, Mendez 1992 y 2009, Oboler 1992, Poole 1997, De la Cadena 1997). Estos debates y otros trabajos més recientes sefalan la persistencia e impor: tancia del factor éenico racial en la construceién de diferencias y desigualdades sociales (De la Cadena 2004 y 2007, Wilson 2000 y 2007). También es claro que, aunque existe erecientemente una critica a la disetiminacién por razones étnico-raciales, no ¢s menos cierto que estas préecticas per pacios de la vida cotidiana (la escuela, los servicios de salud, el mercado, ete) y gue codavia pueden expresarse en formas brutales, como lo muestra el informe de la Comisién de la Verdad y Reconciliacién (CVR) pata el caso del contficto armado interno (CVR 2003). En la segunda scecién, analizamos la construccién de una geografiajerarg ‘ada (y racializada), en la cual se oftecen representaciones ¢ imagenes culturales y sociales asociadas al teritorio y las regiones (De la Cadena 2004) y en las q clasificacién éenica y racial se inscribe en el paisaje (Canepa 2007, Mercier 2001, Orlove 1993, Poole 1988). Estas representaciones culturales de la geografla rest tan particularmente relevantes en una coyuntura como la actual, con un proceso de descentralizaciin en marcha en el que, sin embargo, se evidencian con: mente los limites y conflctos en Ia relacién entre regiones y Gobierno Central, yy aparecen en pugna distineas visiones del “territorio” que margi grupos y privilegia a otros. En una tercera parte, presentamos, més bien, cémo las concepciones ana se reflejan en las vidas de las personas, en las que expresan y generan desigual- .d, Para ello, consideramos estudios de caso que abort: Estado y sus mecanismos de proteccién social atienden racterizada culeural y racialmente de maneras especificas. Los estudios fen en miiltiples es- att Parnicta Ames ddan cuenta de las imagenes del mundo laboral claboradas a partir de categorlas racializadas, Durante la década de 1990, surgieron estudios en torno a las “econo imias éxnicas” Cer 1997, Steinhaufy Huber 1997) y las formas de trabajo de los ‘migrantes andinos que constituyeron los “otros cmpresarios” (Adams y Valdi 1981), Las imagenes sobre “los nuevos rics" y el “cholo Soe, uae ids frecuentes en el discurso piblico y mediatico (por ejemplo, Zileri 2007), no hhan sido, sin embargo, objeto de investigacidn desde las ciencias sociales en la tilt ma década, con pocas excepciones (Suxo 2008): Latiltima seccidn de este documento busca poner cn didlogo las perspectivas y enfogues revisados a lo largo del ensayo y revisar su potencial aplicacién a la situacién actual, asi como sefialar temas y preguntas que surgen a partir del bax lance realizado y con miras una futura agenda de investigacién. Desigualdad, discriminacién y exclusién étnico-racial Como ya sea sefalado, en el Per las jerarqufas sociales han estado fuertemente clfinidas por bases culturales y raciales. Con frecuencia, as diferencias étnico- raciales se han utilizado para naturalizar y legitimar las desigualdades sociales, ccondmicas y politicas (alas que, con frecuencia, se encontraban asociadas). En Jas dos itimas décadas, la exclusién étnico-racial y los discutsos y précticasalre- dedor de la misma han constituido objeto de discusién para las ciencias sociales peruanas desde las diversas posturas que se resefian en esta seccidn. La preocupacién por las desigualdades sociales y los mecanismos y discursos que as legitiman estén en labase de un conjunto de publicaciones que aparecieron enllos primeros afios dela década de 1990, abocadas a discutr el tema del racismo en Ja sociedad peruana, entendido como una desigualdad radical entre las per- sonas (Portocarrero 2007), Sin énimo de entrar en la discusién especifica sobre cl racismo, su definicién, sus variantes y modalidades, o su existencia misma en el Peré, la discusién que estos trabajos plantean resulta relevante para compren- der de qué manera se ha abordado la dimensién éenico-racial como componente constitutivo de la desigualdad, cémo se ha planteado su presencia y origenes en la sociedad peruana y qué més es necesatio saber (por lo tanto, investigar) para comprender la dindmica de su actuacién en los procesos (Currunay pesiouatpap ne Es quiz4s con la publicacién de la versién definitiva de Buscando un inca (Flores-Galindo 1988) que se inicia un primer ciclo de discusién y debate en torno al racismo. Alberto Flores-Galindo afirma en uno de los ensayos de esta obra, significativamente titulado “Republica sin ciudadanos’, que “El discurso racistaen el Peri se estructuré alrededor de la relacién blanco indio y después se propalé a otros grupos sociales, La frente de este paradigma debemos busearla cn el establecimiento de la dominacién colonial” (Flores-Galindo 1988: 236). ‘A partir de esta afirmacién inicial, en este capitulo, se bosqucja una suerte de biografia del racismo en el Pert, para paraftasear a Elmore (2005), en la cual se enfatiza que el orden colonial se “prolonga” en la Repiblica, cémo esta ileima “hereda” de la Colonia sus conflictos y relaciones raciales (Flores-Galindo 1988: 243) y de qué manera esta “herencia colonial” se constituye en una suerte de “escructura invariable” que llega hasta nuestros dias (Flores-Galindo 1988: 258). Flores-Galindo sefiala variados ejemplos de un discurso explicitamente racista ‘a mediados del siglo XIX, pero enfatiza la continuidad entre un periodo y orto, como puede verse por el uso de las palabras citadas entre comillas, en su biisque- da por los origenes de un discurso de exelusin y dominacién basado en la raza, Este énfasis en la continuidad de la herencia colonial aparece también con fuerza en varios de los trabajos que se publican en la década de 1990, p mente por autores como Portocarrero (1993), Callirgos (1993) y Manrique (1992 y 1999). Sin embargo, en la misma época, otros autores plantean més bien una Jectura que enfatiza las rupeuras, mas que las continuidades, entre los periodos colonial y republicano en funcién de la construccién de un discurso racista, € idencifican el siglo XIX como un momento particularmente critico para ello (Méndez 1992, Nugent 1992, Oliare 1995, Poole 2000). Abordaremos breve: mente los argumentos esbozados por ambas lineas de interpretacién antes de exi~ tminar los trabajos producidos més recientemente. La desigualdad racial como herencia colonial misma linea esbozada por Flores-Galindo, Nelson Ma 1999) sostiene que la singularidad histérica del racismo peruano ser ‘Asi, propone una lectura q 1es del racismo incluso mAs lejos en el tiem] igioso se enti Jonias, Sin embargo, constata la emerge: sn exeluyente que se de diversas formas 230 Pararcta Aas de discriminacién en la Colonia a raiz del mestizaje y el surgimiento de castas. Este autor sostiene que el inicio de la Repiiblica no cambia el caricter colonial de las estructuras de dominacién y que el racismo antiindigena continéa y per ite legitimar el dominio ejercido por las lites criollas y los gamonales del inte- rior, Reconoce, sin embargo, que el racismo va transforméndose a lo largo de las primeras décadas de la Republica en respuesta a un contexto sociopolitico cam- biante. En este proceso, se va afianzando un discurso racista y excluyente en las ideas € imagenes que circulan sobre la nacién peruana, pero se delinea también. la presencia de proyectos progresistas que buscarian la inclusién del indio (como. los de Mariétegui y Arguedas en el siglo XX). Manrique considera que persisten en la actualidad exclusiones éenicas y raciales que operan fundamentalmente en la intersubjetividad social; es decir, en el terreno de las mentalidades, que serian mds dificiles de cambiar a pesar de las eransformaciones sociales, Por ello, para él, el racismo no ha desaparecido con el mestizaje y los cambios sociales.* El interés por las subjetividades y l inconsciente colectivo para comprender cel racismo se enfatiza incluso més en el libro de Gonzalo Portocarrero, Racismo _y mestizaje, publicado por primera vez en 1993. Portocarrero se apoya en el psicoandlisis y hace uso del andlisis de relatos producidos por j6venes sobre la base de pruebas proyectivas. Aunque este trabajo difiere, por su metodologia y objetivos, de los ensayos de corte histérico que realizan Flores-Galindo y Man- rique, comparte con estos autores un punto de pattida fundamental: el pasado colonial continuarfa presente en la actualidad y constituiria un referente para entender los conffictos del pais, ya que, a pesat de un conjunto de cambios so- dad climética, ambiental y organizativa del espacio andino. Estas diversas lecturas delos Andes se inscriben, a su vez, en distintas nociones y proyectos de desarrollo, por lo cual las formas de representar el territorio adquieren valores a veces contra dictorios. De ello se derivan preguntas por explorar, como cuiiles son las visiones actuales sobrecl territorio, cules son las nuevas (0 viejas) imAgenes que configuran una geografia desigual, ycudles son las nuevas bases de esta desigualdad terri ‘Asimismo, si consideramos la jerarquia, distancia y lejanfa con la que se ha representado el “interior” del pais (dados los “obsticulos” para integrarlo y rnocerlo), particularmente las zonas pobladas por hablantes de alguna leng digena, como las comunidades indigenas o nativas, encontramos también nue: ‘os elementos para re-pensar y compzender el conflicto armado interno reciente, Asi, por ejemplo, solo con el informe producido por la CVR o con la exposicion fotogrdfica que acompaiié su entrega, muchas personas visibilizaron, por pri vez, lo sucedido en estas poblaciones, a pesar de que los hechos y nombres circularon en los medios. Aun “conociendo”, muchos expresaron su dificultad jectarse con lo sucedido en dichos lugares, lo que revela una dist 258 Parnicra Anns cuinta de aquella “distancia emocional” se mantiene 0 se ha transformado a raiz de un mayor movimiento hacia a capital desde las regiones y entre estas. De otro lado, y volviendo a nes decimonénicas del territorio, la cua- lidad de constituirse en obstéculo que, como hemos visto, se desplazé del terri- torio a los habitantes de los Andes parece haberse extendido mas recientemen- ce también a los indigenas amaz6s en un principio, se les negé la misma denominacién que a los indigenas de los Andes: fueron considerados y denominados “salvajes’, en contraste con los andinos {que eran considerados “semicivilizados”) 0 fueron ignorados, pues se consideraba a la Amazonia como cn la base de varios de los proyectos de col n, tanto en el siglo XIX (para propiciar la inmige extranjera) como en la década de 1960, bajo el gobierno, del exceso de poblacidn). Sin embargo, la imagen de la Amazonia como espacio despoblado y de su poblacién indigena como obstéculo para el desarrollo y el crecimiento se reactualiza nuevamente. ‘Un cjemplo notable es el conocido articulo sobre el sindrome del perro del hortelano del presidente Alan Garcia. En Hay muchos recursos sin uso que no son transables, que no reciben inversién que no generan trabajo [El primer recurso es ls Amazonia. Tiene 63 millones de hectéreas y luvia abundance, En ella, se puede hacer forest cialmente en fos ocho propiedad. (Garcia 20 in maderera espe- lones de hectireas destruidas, pero para eso se necesita Garcia pacece referirse efectivamente a un espacio despoblado y vacio cuan- do se refiere a recursos sin uso y a la necesidad de propiedad. Olvida 3.675.292 habitantes en la regién, de acuerdo con el censo de 2007, lo que inclaye 2 1.509 comunidades nativas, de las cuales 1.232 han sido tituladas o demarcadas, recalcat su caricter de “obsticulo”, Se refiere al pequefio productor rural munidad campesina (muchas veces indfgena), al “nativo selvitico" (sic) ¢ a los pescadores arcesanales como una poblacién que “No tiene form cursos econdmicos” (“familias pobres que no tiene (Currugay pestovatpap 259 que consti del pais, y seria culpable del atraso nacional y de la propia miseriaen la que vi Solo “Los grandes capitales privados o internacionales’, para usar palabras del odrfan lograr que el Peri aproveche sus ingentes cantidades de lo y cl crccimiento econémico. 10, junto a otros acontecimientos recientes, muestra que, en la ac- tualidad, las imAgenes del territorio, de la poblacién que lo habita y de las activi- dades que se desarrollan en él vuelven a ser objeto de disputa. Las identificaciones érnico-raciales emergen nucyamente entre los términos de la discusién, como se pudo apreciar en junio de 2009, cuando se dio un enfrentamiento entre indige> ‘as amazénicos y policias en Bagua, en la selva norte del Peri, En ese momento, el Ministerio del Interior difun taba el “salvajismo” y “ferocidad” de la poblacién; buscaba, quizis, reavivar de tal modo antiguos estereotipos sobre dicha poblacién y apelar a una suerte de “gramatica racial” que, como sefalan los autores aqui examinados, se expresa de tana manera subrepticia y disfrazada, y s, con frecuencia, negada, pero, ala ver, ‘mente puesta en prictica.” Lo mismo pudo observarse cuando, en enero de al momento de la presentacién del informe de la comisién encargada de vestigar los hechos ocurridos en Bagua, se difndié la foro de un policfa desapa- ios de comunicacién del pais (tanto televisivos audiovisuales que han tratado de desacreditar a cierta ps 1vos de cardeter politico como imégenes que aluden a su pertenen ast insistencia en Ia necedad de su postura al rechaz: y desarrollo que ofrecerfa la propuesta estatal, Lo que este discurso ‘que dicha poblacién tiene un reclamo legitimo contra una legisla ray perjudica sus derechos, sancionados por cl Estado peru: al mismo tiempo, cicrta resistencia de parte de w 260 PaTRicta AMES ratios al poder central, y de muestras de solidaridad frente allo que se percibe también como abuso de antoridad,injustciay postergacin (a almente de acciones de movilizacién colectiva y la circulacién de in por canalesalternativos alos medios, como la Internet, mientras los primeros parecen nuevamente asociados al poder politico y econémico)."* Las organizaciones ind{genas han contrapuesto sus propias imagenes y dis- cursos respecto del territorio que habitan, lo que significa para ellos y la legisla- cién que las ampara en relacin con su uso y manejo. Existe, pues, una disputa respecto de las representaciones, pero también existen reclamos concretos. Estos tienen que ver con las consecuencias materiales de estas representaciones cn la vida de las personas. Sobre este aspecto, los ejemplos quc hemos oftecido con los estudios de caso en la tercera seccién, al abordat la implementacién de politicas pablicas y las nteracciones cotidianas con el Estado, nos muestran la persistencia trato diferenciado y desigual haeia las poblaciones indigenas, a lo que po- driamos agregar un desigual acceso a servicios sociales bésicos como educacién y salud, y, ms recientemente, un cambio legal que dejarla desprotegidos los dere- chos sobre la tierra de las comunidades nacivas para favorecer su adquisicién por parte de grandes empresas, como anuncia Garcia (2009) en su articulo ya citado, Este discurso va acompaftado de acciones concretas en esa misma direccién, Recientemente, acaba de publicarse un estudio realizado por la Universidad Au- acién de petrdleo y gas que en ningiin otro pe wer y Orta-Martinez 2010). A dici 1 70% de este territorio selvitico en los préximos afios. Las concesiones activas de hidrocarburos cubren el 55% de las tieras tituladas de as comunidad agenas, el 17% de las areas Jas reservas territoriales donde se ubican pueblos en zis sila Amazonfa fuera en efecto un territorio “va “en uso”, como sefiala Garcia, esto no seria un probl sonas que habitan en estos territorios sienten, no sin raz sido desconocidos 0 son perman mei CurruraY pestcuaLpap 261 carecen de poder para hacer valer estos derechos, que sus reclamos por la via legal no tienen mayor efecto y que son desigualmente tratados y atendidos por un Es ado que deberia velar por ellos. Esto esté relacionado con una extendida percep cién respecto de cémo el Estado y el poder politico central parecerian cooptados o colonizados por el poder econdmico, percepcién que la insistente defensa del gran empresa por parte del maximo representance del Gobierno no hace mis reforzar. La reaparicién de personajes como Hernando de Soto, conocido por st aproximacién al mundo del trabajo informal, contestada por e gue hemos examinado en la cuarta seccién de este documento, en esta direccién. Haciendo uso de productos audiovisuales y de los medios de ‘otros indigenas que les expliquen la clave de su éxito. Lo que observamoses, pues, una. simbélicos, ya que no todas las par sputa desigual por los recursos, sen confficta pueden hacer valer reses por parte de las instituciones llamadas el procesos de democratizacién de las diltimas décadas, subsisten civil y politico, Pero, aunque el poder politico y econémico se concentre is en un grupo que en otros, existen cuestionamientos y dudas frente al genes dominantes que este propone, como lo re flictos sociales que tienen lugar en el p agran parte de estos contflictos entrafi aunque aparezcan con frecuencia enmaraiiados con reclamos po! cerrogantes respecto de si es que las desigua deberian hacetlas irelevances para la inceras intienen y reactualizan al erenzarse con des 62 Parnicia Anes barreras entre uno y otro grupos en buena cuenta, qué posi idades reales de movilidad social existen. Y, aqui, nuevamente es necesatio enfatizar que, desde el imbito de estudio que este balance ha abordado, no se trata tinicamente de iden- jcat procesos de movilidad social en funcién de recursos econdmicos, sino de indagar por los proceso culturales que estén produciendo, creando o recreando nuevas (0 viejas) desigualdades enere las personas. Hoy podemos ver, por ejemplo, evidencias y signos aparentemente contradic- torios en lo que respecta a inclusién e igualdad, como la presencia de una mi quechuahablante que usa polleras y mantén, y ocupa un puesto de congresista, algo que hasta hace unos afios no inubiera sucedio, Ese solo hecho es un avan- ce significativo. Pero también podemos ver que la prensa se ensafia con su mala cortografia 0 su incorreccién gramatical al expresarse en castellano, y a trata casi de “ignorante”; que algunos de sus colegas se burl de su intento de expresarse en su lengua cn una sesién congresal y que se genera todo un debate de claro giro conservador respecto de I icas idéneas de un legislador (que la con- _gresisca en mencidn, por cierto, no poseeria). Podemos presenciar también grandes cantidades de publicidad dedicada a cantantes y ritmos antes considerados de consumo popular, como la cumbia, que incluso son invitados a exclusivos locales de diversién nocturna. Pero lo a cierta buisqueda por lo “exético” que a un reconocimiento 10 esté en Linea con el surgimiento de procesos de folcloriza- cién y reinvencién de lo étnico como “producto de exportacién”, por un lado, pero también forma parte del consumo cultural de las clases altas, en el que las ‘iisica y el vestido son reapropiados y redefinidos por el mercado, Como antafio, los usuarios de estos nuevos produ ‘que agregar) parecen sentirse “Incas sf, pero indios no”, (para parafrasear el de Méndez 1996), Surgen de tal modo interrogantes respecto de las formas en las que lo étnico y lo cultural resultan no solo reapropiados, sino también expropia- caraceer mo, preguntarse la medida en que este constamo cil emocional” de la que hablébamos més arriba, (Otra expresi6n de este proceso de apropiacién ci ‘CULTURA y DEsIGUALDAD, 263 una excesiva confianza en su poder igualador: nuevas ordenanzas que prohiben Ja discriminacién racial y varias sanciones del Instituto Nacional de Defensa de la ‘Competencia y de la Proteccién de la Propiedad Intelectual (INDECOPI) aqui nes incumplen con ello parece a hacia una mayor igualdad mpulsada, sin embargo, pot organizada (Ardito 2009), Peto el plano del consumo no es el tinico que debiera preocuparnos (sobre todo contingente importante de la poblacién tiene escasas oportunidades de const ce habrfa legado donde est sin la ley de cuotas de la década del 1990. La intervencién del Estado parece por lo canto, todavia crucial para activar y desactivar mecanismos de exclusidn yy estructuras de desigualdad. Pero, a la vez, nos encontramos frente a un Estado incide, justamente, en la persistencia de mentalidades y culturas de ki desigualdad y que busea, incluso, legitimarlas, Este breve esbozo del panorama actual nos coloca frente 2 la dificultad de ap parece reactivarse y llenarse de nuevos significados e “indicadores” que recurte! Ja resideneia, el origen, la educacién y el consumo. Todo esto sucede, como ya fhalamos, no solo entre los que mis tienen y los que menos tienen, sino en todos grupos sociales, en los cuales las personas buscan incesantemente una diferet cidn (que los demas “no se confundan”), en un momento en el que demarcaci previas han colapsado y en un intento por integrarse a las eategorias mis giosas y con mayor acceso a variados recursos, tanto econdmicos como si Los ambitos para estudiar y dar respuesta a estas cuestiones pueden ser dos, ylaman la atencin especialmente fenémenos novedosos como la ya ada revolucién gastronémica y las nuevas tendeneias en el consumo cult ion de nuevos grupos empresariales de origen provinci 264 Bibliografia ‘Apaws, Norma y Néstor VALDIVIA 1994 Losotrasempresarios:érica de migrantesy formacién de empresasen Lima Lima: IEP. Atc&zar, Lorena 2009 El gasto pablico social frente ala infancia. Andlisis del programa Juntos de la oferta y demanda de servicios asociadas a sus condiciones. 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Corzen,Juliosed Lac desgualdade en ol Perds balance erin Ji Cotes, Ricardo Coencsed. Lima, IEP, (Seve Erde sobre Desgualdad, 2) )AD SOCIAL, DESIGUALDAD ECONOMICA; POBREZA DEMOCRACIA: Contenido Las desigualdades en el Perit Julio Cotler Arguments filos6ficos sobre la desigualdad Ricardo Cuenca desigualdad en las ciencias sociales peruanas: rario y temas de la agenda acttal suo 59 Martin Tanaka Desigualdad, diferencia y “politicas de la identidad 97 Ludwig Huber Democrat y desigualdad: poderes Ficticos, n politico y ciudadanias diferenciadas... Tiabel Remy wodelo de los extremos y la desigualdad econémica en el Peri Cato 73, Carolina de Belaunde Acerca de aa

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