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LA IGLESIA DA A CONOCER A

DIOS
El pueblo de Israel, bajo inspiracin y mandato de Dios, a lo largo de los siglos
ha puesto por escrito el testimonio de la Revelacin de Dios en su historia,
relacionndola directamente con la revelacin del nico y verdadero Dios hecha a
nuestros Padres.
A travs de la Sagrada Escritura, las palabras de Dios se manifiestan con
palabras humanas, hasta asumir, en el Verbo Encarnado, la misma naturaleza
humana. Adems de las Escrituras de Israel, acogidas por la Iglesia, y conocidas
como Antiguo o Primer Testamento, los apstoles y los primeros discpulos
pusieron tambin ellos por escrito el testimonio de la Revelacin de Dios tal y
como se ha realizado plenamente en Su Verbo, de cuyo pasar terreno fueron
testigos, de modo particular del misterio pascual de su muerte y resurreccin,
dando as origen a los libros del Nuevo Testamento.
La verdad de que el Dios, del cual las Escrituras de Israel dan testimonio, es el
nico y verdadero Dios, creador del cielo y de la tierra, se pone en evidencia, en
particular, en los libros sapienciales. Su contenido supera los confines del pueblo
de Israel para suscitar el inters por la experiencia comn del gnero humano ante
los grandes temas de la existencia, desde el sentido del cosmos hasta el sentido
de la vida del hombre (Sabidura); desde los interrogantes sobre la muerte y lo que
viene tras ella hasta el significado de la actividad humana sobre la tierra ; desde
las relaciones familiares y sociales hasta la virtud que debe regularlas para vivir
segn los planes de Dios creador y alcanzar as la plenitud de la propia
humanidad.
Dios es el autor de la Sagrada Escritura, que los autores sagrados
(hagigrafos), tambin ellos autores del texto, han redactado con la inspiracin del
Espritu Santo. Para su composicin, l eligi a hombres, que utiliz usando de
sus propias facultades y medios, de forma que obrando l en ellos y por ellos,
escribieron, como verdaderos autores, todo y slo lo que l quera (cfr.
Catecismo, 106). Todo lo que los escritores sagrados afirman puede considerarse
afirmado por el Espritu Santo: hay que confesar que los libros de la Escritura
ensean firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar
en las sagradas letras.

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