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SOBRE SENTIDO Y REFERENCIA * GOTTLOB FREGE La igualdad ! induce la reflexion a través de preguntas relacio- nadas con ella y que no son faciles de contestar. ;Es la igualdad una relaci6n?, jes una relaci6n entre objetos?, zo bien entre nombres 0 signos de objetos? Esto tiltimo es lo que supuise en mi ideografia. Las razones que parecen hablar en favor de ello son las siguientes: a= ay a= b son evidentemente enunciados de diferente valor cognoscitivo: a= avale a priori y, siguiendo a Kant, puede denominarse analitico, mientras que enunciados dela forma a = b contienen frecuentemen. te ampliaciones muy valiosas de nuestro conocimiento y no siempre pueden justificarse a priori, El descubrimiento de que cada manana no se levanta un nuevo sol, sino que siempre es el mismo, fue cierta- ‘mente uno de los descubrimientos mds trascendentales de la astrono- mia, Adin ahora, el reconocimiento de un pequefio planeta o de un cometa no es siempre algo evidente. Ahora bien, st en la igualdad quisiéramos ver yna relacién entre aquello a lo que los nombres «a» y «bo se refieren, no parecerfa que a = b pudiera ser distinto de a~ a, siempre que a = b fuera cierto. Se habria expresado, en tal caso, una relaci6n de una cosa consigo misma, y ademis una relacién tal que se da en cada cosa respecto de s{ misma, pero que ainguna cosa tiene ‘especto de cualquier otra. Parece que lo que se quiere decir con a= b es que los signos o nombres «a» y xb» se refieren a lo mismo, y por lo tanto en la igualdad se trataria precisamente de estos signos; se afir- maria una relaci6n entre ellos. Pero esta relaci6n existiria entre los nombres o signos tinicamente en la medida en que éstos denominan 0 designan algo. Seria una relacién inducida por la conexién de cada uno de los dos signos con la misma cosa designada. Esta conexign es arbitraria, No se le puede prohibir a nadie tomar cualquier su objeto producido arbitrariamente, como signo para algo. Con ello, el enunciado a = b no se referirfa entonces ya a la cosa misma, sino tan S6lo a nuestro modo de designaci6n; con ella no expresariamos nin- atin verdadero conocimiento. Pero esto es justamente lo que quere- esta plaraen el senda dedeiady entendo wa = bs en een ismo que b» © «a yb coinciden». * teense ‘mos en muchos casos. Si el signo «a» s6lo se diferencia del signo «b» como objeto (en este caso por su forma), y no como signo (es decir, no por el modo como designa algo), entonces el valor cognoscitivo d = aserfa esencialmente el mismo que el de a = b, caso de que a= b fuera verdadero. Una distincién puede darse inicamente en el caso de que la diferencia de signos corresponda a una diferencia en el modo de darse lo designado. Sean a, 6, ¢, las rectas que unen los an- gulos de un tridngulo con el punto medio de los lados opuestos. punto de intersecciGn de ay b es entonces el mismo que el punto de Intersecci6n de b y c. Tenemos, pues, designaciones distintas para el mismo punto, y estos nombres («interseccion de ay b», «interseccion de b y c») indican al mismo tiempo el modo de darse el punto, y de ahf que en el enunciado esté contenido auténtico conocimiento. Es natural considerar entonces que a un signo (nombre, unin de palabras, signo escrito), ademas de lo designado, que podria llamar- se la referencia del signo, va unido lo que yo quisiera denominar el sentido del signo, en el cual se halla contenido el modo de darse. Segtin esto, en nuestro ejemplo, la referencia de las expresiones «el punto de intersecciGn de a y b» y «el punto de interseccién de b y c» seria ciertamente la misma, pero no seria el mismo su sentido. La re- ferencia de «lucero vespertino» y de «lucero matutino» serfa la mismia, pero el sentido no serfa el mismo. ‘Del presente contexto se desprende que con «signo» y «nombre» he entendido cuaiquier designacion que represente un nombre pro- pio, cuya referencia sea, pues, un objeto determinado (tomada esta palabra en su extensidn més amplia), pero no un concepto ni una re~ laci6n, sobre los cuales se tratara con mas detenimiento en otro ensa~ yo *. La designacin de un nico objeto puede estar compuesta de varias palabras u otro tipo de signos. Para abreviar, llamaremos nombre propio a cada una de tales designaciones. . El sentido de un nombre propio lo comprende todo aquel que co- noce el lenguaje o el conjunto de designaciones al que pertenece *; pero con ello, la referencia, caso de que exista, queda solo par Se reflere a «Sobre concepto y objeto», en G. Frege, Estudios sobre seméntica, Ariel, Barcelona, 1971, pp. 99-120. (N. del T:) 2 En el caso de un verdadero nombre propio como «Aristételes», naturalmente pueden dividirse las opiniones en cuanto au sentido. Por ejemplo, se podria suponer {ue este sentido es: el discipulo de Plat6n y maestro de Alejandro Magno. Quien su- [ponga esto, atribuiré al enunciado «Aristételes era originario de Estagirar un sentido distinto de aquel para quien el sentido de este nombre fuera: el maestro de Alejandro ‘Magno originario de Estagira, Mientras la referencia siga siendo la misma, Pueden tolerarse estas oscilaciones del sentido, a pesar de que deben evitarse en el edificio ‘conceptual de una ciencia demostrativa y de que no deberian aparecer en ua lenguaje perfecto, 26 LA BUSQUEDA DEL SIGNIFICADO, mente iluminada. Un conocimiento completo de ta referencia impli- ‘aria que, de cada sentido dado, pudiéramos indicar inmediatamente ile pertenece 0 no. Esto no to Sogramos nunca. La conexién regular entre el signo, su sentido y su referencia es tal que al signo le corresponde un determinado sentido y a éste, a su vez, una determinada referencia, mientras que a una referencia (a un objeto) no le corresponde solamente un signo. Fl mismo sentido puede expresarse en diferentes lenguas, ¢ incluso en la misma, de di- versas maneras, Naturalmente, hay excepciones a esta situacidn re- gular. Es verdad que en un conjunto perfecto de signos, a cada ex- presin deberia corresponderle un sentido determinado; pero las Ienguas naturales a menudo no cumplen este requisito, y hay que darse por satisfecho si, s6lo en un mismo contexto, tiene la misma pa- labra siempre el mismo sentido. Quizé puede admitirse que una ex- presiOn gramaticalmente correcta que sustituye un nombre propio tiene siempre sentido. Pero con ello no se ha dicho que al sentido le corresponda también una referencia. Las palabras «el cuerpo celeste més alejado de la Tierra» tienen un sentido; pero que tengan también una referencia, es muy dudoso. La expresién «la serie menos conver- gente» tiene un sentido; pero se demuestra que no tiene referencia, puesto que para cada serie convergente puede encontrarse otra menos convergente, pero que, no obstante, es convergente. Asi pues, por el hecho de que se conciba un sentido, no se tiene con segu- ridad una referencia Cuando se usan palabras de la manera habitual aquetlo de lo que se quiere hablar es su referencia. Pero puede ocurrir también que se quiera hablar de las palabras mismas o de su sentido. Lo primero su- cede, por ejemplo, cuando se citan las palabras de otro en estilo di- recto. Las palabras propias se refieren entonces en primer lugar a las, palabras del otro, y tan s6lo estas ditimas tienen la referencia corrien- te. Tenemos entonces signos de signas. En el lenguaje escrito se en- -rran los caracteres, en este caso, entre comillas. Por fo tanto, un cardcter que se halla entre comillas no debe ser tomado en su refe- rencia usual. Sie quiere hablar del sentido de la expresi6n «A con usar sencillamente la locucién «el sentido de la expresién “A”». Enel esti- Jo indirecta se habla del sentido, por ejemplo, del discurso de otro. Se ve claramente que, incluso en este modo de hablar, las palabras no tienen su referencia usual, sino que s¢ refieren a lo que habitual- mente es su sentido, Para utilizar una expresién breve, vamos a decir: fas palabras se usan indirectamente, o tienen su referencia indi- recta en el estilo indirecto. Segtin esto, distinguimos la referencia ha- bitual de una palabra de su referencia indirecta, y su sentido habitual de su sentido indirecto. La referencia indirecta de una palabra es, pues, su sentido usual. Hay que tener siempre presentes tales excep- SOBRE SENTIDO Y KEFERENCIA 2 ciones si se quiere concebir correctamente, en cada caso particular, el modo de conexién de signo, sentido y referencia. Dela referencia y del sentido de un signo hay que distinguir la re- presentacién a é| asociada. Si la referencia de un signo es un objeto Sensiblemente perceptible, la representacién que yo tengo de él es centonces una imagen interna formada a partir de recuerdos de impre- siones sensibles que he tenido, y de actividades que he practicado, tanto internas como externas *, Esa imagen esté frecuentemente im- pregnada de sentimientos; la claridad de cada una de sus partes es di- versa y vacilante. No siempre, ni siquiera en la misma persona, est unida la misma representacidn al mismo sentido. La representacién es subjetiva: la representacién de uno no es la del otro. Por ello se dan miiltiples diferencias en las representaciones asociadas al mismo sentido. Un pintor, un jinete y un zo6logo asoriarén probablemente representaciones muy distintas al nombre « no tiene ningtin sentido independiente, sino que proporcio- na las relaciones con el segundo miembro del enunciado, «mario en la miseria». De ahi también que el sentido del enunciado subordina- do no sea un pensamiento completo y que su referencia no sea un valor veritativo, sino Kepler. Podria objetarse que el sentido del todo contiene, no obstante, un pensamiento como parte, a saber, el de que existid uno que descubrié por primera vez la forma eliptica de las Grbitas planetarias; pues quien tuviera por verdadero el todo no 36 LA BUSQUEDA DEL SIGNIFICADO podria negar esta parte. Lo iiltimo es indiscutible; pero tnicamente debido a que, en caso contrario, la subordinada «el que descubri6 la forma eliptica de las 6rbitas planetarias» no tendria ninguna referen- cia. Cuando se afirma algo, siempre es evidente la suposicién previa de que los nombres propios utilizados, ya sean simples o compuestos, tienen una referencia. Asf pues, si se afirma «Kepler murié en la mi seria», se presupone con ello que él nombre «Kepler» designa algo; Pero por esto, sin embargo, en el sentido del enunciado «Kepler murio en la miseria» no est contenido el pensamiento de que el nombre «Kepler» designa algo. Si éste fuera el caso, la negacién no podria ser «Kepler no murié en la miserian, sino «Kepler no murié en la miseria, o bien el nombre “Kepler” ca- rece de referencia», Que el nombre «Kepler» designa algo es, por el contrario, presu- posicién tanto de la afirmacin «Kepler murié en la miserian, como de la opuesta, Ahora bien, resulta que las lenguas tienen el de- fecto de que en ellas son posibles expresiones que, por su forma gra- estén destinadas a designar un objeto, pero que, en casos es- peciales, no consiguen este objetivo suyo, porque esto depende de la verdad de un enunciado. Por eso depende de la verdad del enunciado «existié uno que descubrié la forma eliptica de las 6rbitas pla- netarias», el que la subordinada «el que descubrié la forma eliptica de las Grbitas planetarias» designe realmente un objeto, o bien que s6lo produzca la apariencia de ello, careciendo de hecho de referencia. Y asf es cémo llega a pa- recer como si nuestra subordinada contuviera, como parte de stu tido, el pensamiento de que existié uno que descubrié la forma elipti- ca de las orbitas planetarias. Si esto fuera correcto, la negacién deberfa ser: «el que descubri6 por primera vez la forma eliptica de las 6rbi- res nnnn R anm RESENSNLSAERE SBU US A RSS Snr SOBRE SENTIDO Y REFERENCIA 37 tas planetarias, no murié en la miseria, o bien na hubo nadie que descubriese la forma eliptica de las Srbitas planetarias».. Esto radica, pues, en una imperfecciGn del lenguaje, de la que, por lo demds, tampoco est completamente libre el lenguaje simbsli- Co del andlisis; también en este tiltimo caso pueden aparecer filas de signos que producen la ilusidn de que se refieren a algo, pero que, por lo menos hasta este momento, todavia carecen de referencia, como por ejemplo, series infinitas divergentes. Esto puede remediar- se, por ejemplo, mediante ia estipulaci6n especial de que las series infinitas divergentes tienen que referirse al mimero 0. De un lengua- je l6gicamente perfecto (ideografia) hay que exigir que cata expre- sin, que se haya formado como nombre propio a partir de signos ya intraducidos de manera gramaticalmente correcta, designe realmen- te también un objeto, y que no se introduzca ningin signo como nombre propio sin que antes no se le haya asegurado una referencia, En los tratados de Logica se previene en contra de la multivocidad de las expresiones como fuente de errores I6gicos. Creo que es por lo menos igualmente oportuna la prevencién frente a los nombres pro- pios aparentes que no tienen ninguna referencia. La historia de las matemdticas podria narrar todos los errates que han surgido de ahi Estos son frecuentes igualmente en el mal uso demagogico, quiza més todavia que las palabras multivocas. Puede servir de ejemplo «la voluntad del pueblo», pues es facil establecer que, por lo menos, no hay una referencia universalmente aceptada de esta expresién. Por esto no es en absoluto irrelevante taponar de una vez por todas la fuente de esos errores, por 10 menos para la ciencia. Objeciones como la antes discutida serén entonces imposibles, porque nunca podrd depender de la verdad de un pensamiento el que un nombre propio tenga una referencia Podemos someter a estudio estos enunciados nominales junta- mente con una clase de enunciados calificativos * y adverbiales que estén l6gicamente emparentados con los primeros. ‘También algunos enunciados calificativos pueden servir para for- mar nombres propios compuestos, si bien esto no lo consiguen por si solos, como en el caso de los nominales. Estos enunciados calificati- vos deben ser tomados igual que términos calificativos. En vez de «la raiz cuadrada de 4 que es menor que 0», puede decirse también «la rafz cuadrada negativa de 4». Nos hallamos aqui ante el caso en que, a pant de una expresién conceptual, se forma un nombre propio compuesto con la aynda del articulo’ determinado en singular; lo * Traducimos por «enunciado calificativor el aloman Beisaz: se trata de wa enust , por una razdn puramente gramatical, Puesto que solo entonces puede ponerse el enunciado en la forma de ‘un enunciado calificativo atribuido a «Napolesn». Pero si se presein- de de Ia exigencia de que tenga que aparecer en esta forma, y si se admite también la conexion por medio de «y>, entonces desaparece esta restriccién, Incluso en subordinadas con «aunque» se expresan pensamientos completos. Esta conjuncién no tiene propiamente nin- peeing cars san A a SOBRE SENTIDO Y REFERENCIA 41 Suara s6lo de una manera peculiar !?. En verdad, podriamos susti- tuir, sin perjuicio de la verdad del todo, el enunciado concesivo por otro del mismo valor Veritativo; pero la aclaracién pareceria enton- tes ligeramente inadecuada, como si se quisiera cantar una cancién de contenido triste de una manera alegre. En los dltimos casos, la verdad del todo incluia la verdad de los enunciados parciales. Caso distinto es aquel en que un enunciado condicional expresa un pensamiento completo, cuando, en vez del componente solo alusivo, contiene un nombre propio o algo que deba considerarse igual. Bn el enunciado «si ahora el sol ya se ha levantado, entonces el cielo est muy nublado», el tiempo es el presente, o sea, determinado. También el lugar debe pensarse que est determinado. Aqui puede decirse que se ha postu- Jado una relacion entre et valor veritativo del antecedente y del con- secuente, 0 sea, la de que no se da el caso en que el antecedente se refiere a lo verdadero y el consecuente alo falso. Segiin esto, nuestro enunciado es verdadero, tanto si el sol todavia no se ha levantado ahora, esté el cielo muy nublado o no, como si el sol se ha levanta- do ya y el cielo esté muy cubierto. Como que, en este caso, s6lo inte- resan los valores veritativos, puede sustituirse cada tuno de los enun- ciados parciales por otro dei mismo valor veritativo, sin que cambie cl valor veritativo del todo. Naturalmente, la aclaracién seria tam- bién aquf generalmente inoportuna: el pensamiento pareceria ligera- mente absurdo; pero esto no tiene nada que ver con su valor veritati- vo, En todo caso, debe tenerse siempre en cuenta que resuenan pensamientos adicionales, que, sin embargo, en realidad, no estén expresados y que por esto no deben ser incluidos en el sentido del enunciado, no intereséndonos, pot 10 tanto, sa valor veritative Con esto se habrian discutido los casos simples. Lancemos una mirada retrospectiva hacia lo que hemos averiguado. E] enunciado subordinado, por lo general, no tiene por sentido ningdn pensamiento, sino tinicamente una parte de alguno y, en con- secuencia, no tiene por referencia ningdn valor veritativo. La raz6n consiste, 0 bien en que, en la subordinada, las palabras ticnen su re- ferencia indirecta, de modo que fa referencia, y no el sentido de Ja, subordinada, es un pensamiento, o bien en que la subordinada es in- Andlogamente ccurre con wperor, «no obstanten 18 Podriaexpresarse el pensamiento de nuestro enunciado también as: wo bien el 42 LA BUSQUEDA DEL SIGNIFICADO completa debido a que hay en ella un componente que s6lo alude in- determinadamente, de modo que tinicamente junto con la principal puede expresar un pensamiento, y entonces, sin perjuicio de la ver- dad del ido, puede ser sustituida por otro enunciado del mismo valor veritativo, siempre y cuando no existan impedimentos gramati- cal Si, después de lo dicho, se examinan todas las subordinadas espe- ciales, se encontraran pronto algunas que no podrin meterse en esas casillas. Por lo que alcanzo a ver, la raz6n de ello provendra de que estas subordinadas tendrén un sentido nada simple. Parece que casi siempre a un pensamiento principal, que expresamos, asociamos pensamientos secundarios que también el oyente, a pesar de que no son expresados, une a nuestras palabras segiin leyes psicol6gicas. Y dado que asi aparecen por sf mismos asociados a nuesteas palabras, casi tanto como el propio pensamiento principal, también nosotros queremos expresar conjuntamente un pensamiento secundario se- mejante. Por ello se hace mas rico el sentido del enunciado, y puede muy bien ocurrir que tengamos més pensamientos simples que enun- ciados. En algunos casos ¢l enunciado debe ser entendido de este modo, mientras que en otros puede ser dudoso que el pensamiento secundario pertenezca realmente al sentido del enunciado, o bien Solo lo acompatie ™. Asi, podria quizés encontrarse que en el enun- ciado «Napoleén, que se dio cuenta del peligro para su flanco dere- cho, dirigié é1 mismo sus guardias de corps contra la posicién enemiga», no se han expresado vnicamente los das pensamientos antes mencio- nados, sino también el de que el darse cuenta dei peligro fue la razon por la cual dirigié sus guardias de corps contra la posicién enemiga. De hecho, puede dudarse de si este pensamiento s6lo esta ligeramen- te sugerido, o bien esté realmente expresado. Se nos plantea la pre- gunta de si nuestro enunciado seria falso en el caso de que Napoleén hubiese tomado su decisién ya antes de percibir el peligro. Si, a pesar de esto, nuestro enunciado fuera verdadero, entonces nuestro pensa- miento secundario no deberia considerarse parte del sentido de nues- ‘wo enunciado. Probablemente nos decidirfamos por esto iltimo. En el primer caso, ts situacién estaria bastante embrollada: tendrfamos mas pensamientos simples que enunciados. Si sustituimos también el enunciado «Napole6n se dio cuenta del peligro para su flanco derecho» ** Bsto puede ser de importancia para la cuestion de saber si una afirmacién puede ser una mentira, 0 un juramento, un perjutio. sec me my cet po se a TN SOBRE SENTIDO Y REFERENCIA 43 por otro del mismo valor veritativo, por ejemplo, par «Napoleén tenia ya més de 45 afios de edad», se habria alterado entonces no s6lo nuestro primer pensamiento, sino también el tercero, y por ello podria también modificarse su valor veritativo —a saber, en el caso en que su edad no hubiese sido ta raz6n de la decisién de dirigir sus guardias de corps contra el en migo. A pattir de esto puede comprenderse por qué no siempre en tales casos pueden reemplazarse mutuamente enunciados del mismo valor veritativo, Pues, justamente entonces, el enunciado, gracias a su conexidn con otro, expresa mas de lo que expresa por si solo. ‘Consideremos ahora algunos casos en los que esto sucede regu larmente. En el enunciado «

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