LEINoREDMLE STOMA DILAMINA
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InDICE
‘La pequetla vendedora de fsforos
1 hada entra en escena
[La magia de anillo
El sefior Maximiliano Marsupiali
‘Una extrafia cienta
leuterio Migliavacca
[Lavinia se conquist una casa
‘Una nueva vida para Lavinia
Un desayuno movido
Lavinia encuentra un amigo
Expedicion al zool6gico de fa ciudad® Buea roe
‘oria verdaderamente bella. Més bella que
todas las otras”.
‘Asf que, como en la primavera siguiente
‘Valentina estaba terminando el primer aiio
basico y ya sabia leer muy bien, decid
trasladar la historia del anillo mégico desde
la tradicién oral a la escrita y de este modo
hacer un libro para ella y para otros jévenes
‘entendidos,
Agradezco por la inspiracién: a Andersen
por la pequefia vendedora de fésforos, a
Tolkien por el anillo, a King por la mirada,
8 Voltaire porque si y ala Madre Naturaleza
or la caca.
No se aconseja la lectura de este libro a
personas demasiado melindrosas.
La pequefia vendedora de fésforos
Bote viper de Novia en Min
Durante toda la tarde la Plaza del Duo-
mo! y las otras calles del centro, con todas
sus tiendas, habfan estado concurridas por
una increfble cantidad de personas que
se empujaban para comprar los titimos
regalos. Los milaneses pasaban aie
de paquetes y paquetitos. Tenian
ee es a pe Yas
primeras horas de la tarde habfa comenzado
a hacer un fio terrible.
" tLDomo ea ated de Mili (N. de os),Alrededor de las cinco de la tarde em-
ez6 a nevar, Répidamente Ja estatua del
Rey Vittorio Emanuele!, en el centro de la
plaza, se cubrié de nieve,
“Por suerte ya esté obscuro y las palo-
mitas se han acostado; de otra manera, se
les congelarfan las patas”, observ Lavinia,
Quin sabe a dénde se van a dormir las
palomitas! Tal vez entre las agujas del
Duomo. Pero, :no tendrin miedo en medio
de todas aquellas esculturas de monstruos
¥y de santos?”
‘También las agujas ya se habfan puesto
blaneas, como si estuvieran hechas de al-
godén de azticar.
La gente pasaba répidamente y no se fi
Jabaen una pequefia vendedora de fisforos
Pilida por el frio, sentada en una grada, con
Vito mami fel ey qe gates alan prod
«a Unica, a mating de siglo XIX (de 7)2 Buses Przoeso
Laweamsveroni ce Lats 13
€l vestido todo rasgado y que ofrecia a los
transedintes sus cajitas de fésforos.
De vez.en cuando alguien tropezaba en
sus pies desnudos. Se tambaleaba, inten-
tando mantener el equilibrio, y decia unas
ppalabrotas como: “;Caramba! Maldicién!”
¥ también otras peores y, finalmente, se
daba cuenta de la presencia de la nia.
Pero en lugar de comprarle f6sforos, es-
tas personas la Ienaban de insultos del tipo:
“jVele a tu casa, desgraciada! ;Te parece
adecuado este lugar para ponerte con tus
harapos?" “;Quitate de en medio! ;Si fuera
tu padre, te daria una paliza!”
Y cuando la nifia, con una vocecita
ronca, interrumpida por fuertes golpes de
tos que le sacudfan el pecho, contestaba
timidamente:
~iLindos fésforos, sefior! ;Quiere
‘comprar mis f6sforos?
Los transetintes, perturbados, respondfan:
=i Quédate con tus f6sforos, pesad:
{Qué quieres que haga con tus fésforos?
{Crees que somos tan miserables que no
tenemos un encendedor?
O bien, otros se indignaban:
=iYono fumo, mocosa sucia! ;Apenas lo
he dejado y ahora esta haraposa me quiere
hhacer que vuelva a fumar! ;Te deberfa dar
verguenza!
Y se iban enojadisimos pensando: “Pero
miren, jjusto en la vispera de Navidad
tenfamos que encontrar a esta aguafies-
tas! Trae mala suerte encontrarse con una
pequefia fosforera hambrienta y tiritando
de frio el dfa de la vispera de Navidad.
‘Ahora tendremos remordimientos por todo
elaio...”
Lavinia, puesto que era justo ella la
pequefia vendedora de fésforos, no tenia
‘ninguna intencién de procurarles remordi-
Imientos y gratis, por afladidura, Ella s6lo« ues Pramas
Lancaanurnsron veLames 45
‘queria vender f6sforos para ganar un poco
de dinero y comprar una taza de choco-
late caliente con crema batida y galletas,
ya que no comfa desde hacfa tres dias. Y,
jal, también un par de botines forrados
de piel, porque los pies, Ilenos de costras y
sabafiones, le dolfan mucho.
Pero, en cambio, nadie, absolutamente
nadie, le compré ni siquiera una sola cajita
de fésforos.
Alrededor de las ocho se le acereé un
policfa urbano, muy apretado en su abrigo
azul y malhumorado por el hecho de estar
de servicio aquella tarde en vez. de hallarse
en su casa preparando el pesebre con sus
nifios. Tocdndola a distancia con el pie, un
poco delicado, ya que Lavinia estaba de
verdad sucia, le dijo:
No puedes vender f6sforos sin licencia,
No puedes vender nada. Seguin la ley, de-
berfa detenerte, Pero, ya que es Navidad,
cerraré un ojo. jMientras, ti desaparece!
{Has entendido? ;Aléjate de mis pies! ;Des-
aparece rpido! jRegresa a tu casa!”
iQué fécil era decirlo! Lavinia no tenfa
‘casa, Era uma pequefia vendedora de fésfo-
ros y las pequerias vendedoras de fsforos
no tienen casa.
Pero fue el vigilante quien se alej6 so-
plndose la punta de los dedos para calen-
térselos, y la nifta permanecis en las gradas
de la farmacia, estremecida por el frio,
hambrienta, con los bolsillos vacfos, mien-
tras los itimos compradores abandonaban
la plaza dirigiéndose hacia las paradas de
Jos tranvias.
El Arbol de Navidad, regalado por el
alcalde a la ciudad, centelleaba con sus
miles de luces en el centro de la plaza. Pero
Lavinia sabfa que, si se acercaba a aquellas
luces, éstas no la habrian calentado, puesto
ue no eran llamitas de velas, sino pequefias,
imparas de baja potencia,16 Buses Pro,
Y ademés, para acercarse al drbol, tendria
ue haber dejado el refugio de los pérticos
y exponerse a la nieve que seguia cayendo
en grandes copos, tan sugestiva como una
postal de felicitaciones.
Lavinia s6lo tenia siete aos, pero era
Muy experta en estas cosas, porque hasta
donde le alcanzaba la memoria, siempre
habfa sido una pequefia vendedora de
fésforos vagabunda y habia tenido que
aprender a buscar sola los refugios més
convenientes.
Bajo la noche. La plaza estaba desierta,
Sélo los letreros luminosos de la publicidad
se movian dando una ilusién de vida y calor,
Pero en cambio hacfa cada vez més fri.
Arropindose con sus harapos, Lavinia se
acurrucé en el rincén de la vitrina, apoy6 su
‘cabeza contra la pared y se durmi6.
El hada entra en escena
Mrrcsuras vain dormia, en todas
las casas de la ciudad, los nifios sentados a
Ja mesa miraban al papé que cortaba el pan
de pascua y protestaban:
.No, no quiero! Estoy leno hasta aqui!
Mira que, si me haces comer aunque sea un
{tocito, jvomito!
Y los padres se escandalizaban:
~iQué indecencia! Esto es un insulto ala
miseria. ;También en la Nochebuena tienes
‘que hacer tantas historias para comer! Pien-
sa en aquellos pobres negritos hambrientos
que darfan cualquier cosa por un trocito de
pan de pascua..oy Busnes Pron
Levens eronice Lien 19
Lavinia no era una negrita, pero al dormir
también se quejaba.a causade! hambre, y ha-
bra dado quién sabe qué porun trozo de pan
de pascua, jSi al menos aquellos padres que
predicaban tan bien, le hubieran comprado
algunas cajitas de fsforos antes de regresar
a sus casas y sentarse a la mesa!
Soffaba con pavos asados, grandes tortas,
‘montafias de papas frita,lasafas,alb6ndigas,
salames y natillas. Sofiaba con ensaladas ru-
‘sas y hamburguesas con tomate, tal como las
habia visto en las vitrinas de las tiendas, sin
poder permitirse el lujo de saborearlas.
Hacia la medianoche los suefios de Lavinia
fueron imtertumpidos por la brusca frenada
de un taxi, La nifia levanté la mirada y vio
tuna bella sefiora descendiendo del automévil
justo en la acera de enfrente. Estaba vestida
‘de manera poco apropiada para una noche tan
fifa, Tenfa un vestido escotado, hecho de tul
azul muy transparente (Lavinia pudo notar
los calzones, que también eran azules); los
tobillos desnudos, los pies metidos en zapa
tillas de terciopelo y en la cabeza... Lavinia
‘tuvo que taparse la boca con las manos para
contener una carcajada. En la cabeza la mujer
Ilevaba el sombrero mas raro que se pueda
imaginar. Era una especie de largo embudo,
pero al revés, decorado como un drbol de
Navidad.
“{Cudntos locos hay dando vueltas!”, pen-
saba Lavinia, gozando del espectaculo, ya
totalmente despierta. La sefiora pag6al taxista,
uien le hizo cinco reverencias profundisimas;
evidentemente habfa recibido una buena pro-
pina. Después se dirigié hacia Lavinia,
“{Caramba!”, pens6 la nifia, “ivan a ver
‘que esta loca me va a comprar todas las ca~
jitas de fsforos!”
Pero cuando estuvo a su lado, la sefiora
se incliné acercéndole un cigarrillo y le
pregunt6:» Busse Pres
~Perdona, ;tienes fuego?
“CY ahora qué le digo?”, pens6 Lavinia
desesperada. “Le digo que si, que tengo
f6sforos, pero que los tiene que pagar? No
seria gentl. Y ademas, necesita uno solo, no
una cajita..”
Asi, con un gesto de gran sefiora, abriG
tuna cajita nueva, encendié un fésforo y se lo
Acere6 a la dama, Ella prendié el cigarillo
sin acercérselo a la boca y sin aspirar, como
Si se tratara de una vela, después extendid
‘épidamente el brazo hacia lo alto. Del ci-
garillo sali6 un chorro de chispas como el
de los fuegos antificiates,
“Esté loca de verdad”, pens6 Lavinia
“No tendré nada mejor que hacer a esta
hhora de 1a noche? {No tiene una casa ca-
lentita donde ir a dormir? jLe va a venir un
eenfriamiento con este vestido tan ligero y
escotado!”
Luego se hizo de valor y le pregunt6:
[Lames eso oF Lav2 Bowes Pre
—Perdone, sefiora, va acaso a una fiesta
de distraves?
No, ,por qué? —respondié la descono-
ida
~{¥ entonces, por qué esté vestida de esa
‘manera? ~repuso Lavinia.
Pues porque soy un hada, no? contests
Ja mujer, como si fuera la cosa més natural
del mundo.
Lavinia pens6: “Esté loca de remate, Las
hhadas sélo estén en los libros”. Como si le
hhubiera lefdo el pensamiento, la mujer la
observs pensativa y después dij:
~Qué extrafio, generalmente las pequefias
vendedoras de fsforos se encuentran en los
libros de cuentos...
‘Se miraron mutuamente con desconfianza.
Ninguna de las dos tenfa intencidn de dejarse
cengaiiar.
Luego, la mujer dijo « Lavinia
=Yo soy verdadera. jIntenta darme un
pellizeo!
[Lawn ston ne Li
2
Y sinesperar ni siquiera un momento, alarg6
‘una mano y pellize6 a Lavinia en un brazo.
~jAy! -grité la nifia-. ;Yo era la que tena
que pellizcarte! -y le dio un puntapié queen
‘verdad, no le hizo ningsin daiio, pues Lavinia
estaba a pie desnudo.
~As{ ahora estamos empatadas ~dijo con
ccalma el hada~. Ahora estamos seguras de
‘que existimos. Lavinia, has sido gentil y ge-
nerosa. Quiero recompensarte por haberme
regalado uno de tus f6sforos,
“jAhora me regalard un mont6n de dine-
ro!”, pens6 entusiasmada la nifia. “Ahora me
transportaré al palacio de un principe que se
casard conmigo... Ahora me pondré bellisi-
ma... :Y para qué me sirve la belleza? Ah,
claro, la gente pagaré para verme y con el
dinero compraré un montén de comida.”
Quiero hacerte un regalo excepcional
continu el hada~, un anillo magico. ;Aqui
Io tienes!sca Prana
Se lo sacé de un bolsillo de su vestido de
tuly se lo puso en el dedo a Lavinia. Era un
anillo pequefio, ni siquiera de oro, liso, sin
piedra alguna.
{Para qué sirve? ~pregunté Lavinia,
eesperanzada que al modesto aspecto corres-
pondiera un poder sensacional.
El hada se puso a refr sola, de lo alocada
que era,
~{Para qué sirve? —insistié Lavinia.
Para transformar las cosas en caca.
~igQué?!
~Para transformarlas cosas en caca. ;Aca-
so te has puesto sorda’’—pregunté el hada con
tuna sonrisa angelical,
La magia del aniillo
ia coma Moriquear,
indo regalo! ;Sélo este anillo me fal-
taba! Soy ya tan desgraciada, sin casa, sin
‘mamé, congelada, con el estémago vacio...
iy td me haces un regalo asi!
Y traté de sacarse el anillo del dedo, pero
éste no se soltaba.
Es tuyo para siempre ~dijo el hada-.
Nunca podris perderlo, Pero mira que no
es un regalo de poco valor como piensas.
jAl contrario! Si usas tu inteligencia, vers
‘que con el poder del anillo lograrés hacer
grandes cosas. Sélo necesitas afinar el
Ingenio...% Buses Pano
‘Mientras Lavinia, con la boca abierta, se-
‘guia girando el anilloen el dedo, de repente,
el cartel publicitario colocado enfrente se
puso marrén, después se desplomé sobre
la acera y se convirtié en un mon-toncito
blando y maloliente.
~iViste! —dijo el hada. Has aprendido
sola cémo se hace. De todas maneras,
las instrucciones para el uso son éstas: si
quieres transformar alguna cosa en caca,
tendrés que fijar la mirada intensamente
en ella, haciendo girar el anillo en el dedo
en el sentido de las manecillas del reloj. Si
quieres que vuelva a su condicién original,
tendrds que fijar de nuevo la mirada en la
cosa, girando el anillo en direccién contra-
ria. ¥ cuidado con equivocarte.
Con un repentino silbido, paré otro taxi
‘que pasaba en aque! momento por allf, de
un salto se meti6 en 61 y desapareci6 de la
vista de Lavinia,
Lacan sonia Lana= Busca Prone
Desconcertada, la pequefia vendedora
de fésforos pens6: “No habré estado so-
fiando?”
Pero el anillo continuaba en su dedo y,
delante de ella, el montoncito de caca hu-
‘meaba con el fro de la noche.
Entonces, para comprobar la exactitud
de las instrucciones, fij6 la mirada en él,
apretindose la nariz, y gir6 el anillo en el
sentido contrario, De pronto el cartel publi-
Citario se endere26, recuperando su lugar,
limpio y reluciente como antes,
~Bien ~dijo Lavinia, por lo menos las
instrucciones eran exactas. Pero ahora
tengo que pensar seriamente en la mejor
‘manera de usar esta extrafia magia,
EI sefior Maximiliano Marsupiali_
EI sefior Maximiliano Marsupiali, pro-
pietario de una elegante tienda de calzado,
sano baa regread au ca, donde
‘mujer, Cunegonda, y sus dos hijos lo espe-
aa para la cena de Nochebuena. Como
de costumbre, el sefior Marsupiali se habia
retrasado en su tienda contando el dinero
anado durante el dia. 3
Un montén de dinero, porgue la teada
esse bo am corm dela Plea de
dela
Duomo y, en el curso de la mafiana y
tarde, hasta la hora del cierre, haban entradomiles de personas a comprar zapatos, botas,
botines, pantuflas, como si de pronto todos
los milaneses se hubieran encontrado des-
calzos y hubieran tenido una gran prisa por
cubrirse los pies. Por eso es que los estantes
de la tienda habian quedado casi vacfos y
la caja del sefior Maximiliano Marsupiali