Ulises
Yo soy vecino del barrio de Santa Ana, ah vivo actualmente aunque no
siempre ha sido as. Cuando era chico viv en la colonia Vicente Sols la
conocen?
En la calle donde crec convivan, por un lado, un templo catequista y,
por el otro, una cantina. Muy cerca estaba el parque en el cual
transcurrieron muchas noches de mi infancia: El parque de la quinta
avenida. Recuerdo que los aos que viv en esa calle, la 73, fueron de
mucha libertad. Los nios pasbamos varias horas en el parque y los
sbados por la tarde jugbamos quitinbol en plena calle.
Sin embargo, cuando cumpl 9 aos mis paps decidieron que lo mejor
para nosotros era cambiar de ambiente pues no les gustaba que hubiera
tantas cantinas cerca (era comn presenciar pleitos de borrachos ).
Como la mayora de las familias meridanas, la ma consideraba que la
mejor calidad de vida estaba en el norte. Lo ms norte que llegamos fue
la colonia Pensiones. Nos mudamos a una privada en la que slo haban
diez casas (en Pensiones a las calles cerradas se les llama privadas en
lugar de chopcalles).
La mayora de mis vecinos eran de otras partes de la repblica y as fue
como aprend que nosotros comemos panuchos, papadzules y cochinita
pero en otras ciudades se come diferente: esos nuevos sabores me
encantaban. Aunque mi paladar amplo sus gustos, la sensacin de
libertad que conoca muy bien se me fue olvidando poquito a poco.
La ciudad, que antes me pareca tan grande y abierta se convirti para
m en un gran estacionamiento. Todos los trayectos los hacamos en
automvil. De la casa a la escuela, de la escuela a plaza dorada y de
plaza dorada a la casa. Las visitas a los parques tambin disminuyeron y
pocos aos despus, ya en mi adolescencia, me acostumbr a pasar el
tiempo dentro de las paredes de mi casa.
Mis paps estaban siempre con la mirada cansada y las conversaciones
giraban en torno a crditos, intereses, plusvala e hipoteca. Pronto los
nimos para ir a dar la vuelta a plaza dorada se esfumaron. Nos
volvimos una familia de personas cabizbajas.
Los aos pasaron y por fortuna entr a estudiar teatro. Gracias a l volv
a salir de las paredes de mi cuarto, volv a andar por la ciudad, sobre
todo por el centro. Conoc gente distinta y me ensearon a poner la vista
en otras cosas que tambin son importantes, por ejemplo el cielo. As
descubr lo mucho que me gusta; el cielo en Mrida parece no tener
fronteras, se ve muy bello desde cualquier punto en que vivamos y a
todos nos cubre por igual, es democrtico.