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Paidés Basica Ultimos titulos publicado: 8. M. Mead = Sexo y temperamento. 5 LA White = La'censta de fa cultura 0 1 A eid ter it onan 1 eres el y cmb sci 15 EG Meter Lal a 1 fe fntin eter Se Ete tiny lec 1 CR GRC Rn SS ad ado 12. B.S ngayon in penton Coen ere ree cl WB Aree Wie i: Cou" atic Be een erga BA A abe Sidi 2% eta Fo ee ei hema Bb def as a a BE RR at ta pincines ela Ania y oes eabre BN ie Sere iat BM Noa! cate nee Mkts Cun Elita Tandnon fe to EHO attend abe el ie seleta amp BE Schone EELS Poni sca naomi Gra Hy taeda, cpt = ome Bis eal ele BEY aan ae ole it sgn ct eat ers defn Fee ee weg 51 TM Fainstein - La formacion de William James H. Garant’ see eres erro Wotton Lacbalidd deta cnsia Eldar Sewane tnopalogie puree Retingert b. te? tek modes de ivestiguin en as inca socaen RN tones La ature leo’ Ai Mead ciperlencarpcsonle Sets de una aropSlga © Baline Togie del seu Wath «tnt cura E Daewe" pone Me Rove. Sind y Q. Skinner ~ La fas en lo histora Tie Cait Pensar fa histo 5 Him y 1. Goodell "ET descubrimienso det B hour,’ Laoag otto Apa Het lege EB Rowty« Goningeaciet nie yeldancad Meee Rint a ars A Bltncno Sect Mero WN folores = til dea ca Ti Wine Fcntentfoefe forma Er Hella = lence los palaras 4. odorot “lis males fel htoia Tzvetan Todorov Las morales de la historia Fotos” ‘Titulo original: Les morales de Uhistoire Publicado en francés por Bernard Grasset, Panis ‘Traduecién de Marta Bertran Aled Cubiorta de Mario Eskonazi & Asociados 1° edicién, 1993 ‘Qu sigurnamene proibidansin easiness de “apg jolie saionen een Injen a epost pres de at he por ‘Sree sgelors prisame pln Weve do jogs © 1991 by Bitions Grasset y Fasquelle © de todas ls ediciones en eastellano, Ediciones Paidés Ibérien, SA, Mariano Cubj, 92 ~ 08021 Bareclona SAICP, ISBN: 84-7509-853-3, Depésito legal: Bo144/1993 Impreso on Nova-Crifik, S.A, Pulgeerd, 127 - 08018 Barcelona Impreso en Espa - Printed in Spain SUMARIO Las ciencias morales y politicas .... +. PRIMERA PARTE, FRENTE A LOS OTROS Bulgaria en Francia z Post-scripium: Bl conocimiento de los otros La conquista vista por los aztecas a La conquista vista por los franceses .......++ Las malas causas y las malas razones .. El viaje y su relato Notas sobre el eruce de culturas Neva ‘SEGUNDA PARTE, ENTRE NOSOTROS Ficcién y realidad ...... Post-scriptum: La verdad de las interpretaciones Manipulacién y elocuencia La tolerancia y lo intolerable La libertad en las letras . Democracia y teocracia El debate de los valores... Moyayye Los tabanos modernos Referencias bibliograficas 119 145 161 197 213 245 259 273 40 FRENTE A 10S OTROS Las experiencias humanas son infinitamente diversas. Lo sorpren- dente, frente a este estado de las cosas, no es que queden sentimientos intraducibles, especificidades incomunicables; sino, todo lo contra trio, que, con tal que le pongamos su precio, consigamos comunicarnos y entendernos: de un ser a otro ser, de una cultura a otra cultura, El desacuerdo cae por su propio peso; ahora bien, existe el entendi- miento; queda él, pues, por explicar. Las cosas no son universales, pero los conceptos pueden serlo: basta con no confundir los unos y los otros para que permanezca abierta la via de la busqueda de un «sentido comin». m1 LA CONQUISTA VISTA POR LOS AZTECAS El descubrimiento de América es un acontecimiento tinico den- tro de la historia de la humanidad: dos grandes masas de poblacion viven en la ignorancia mutua, y después, como quien dice de la no- che a la mafiana, se enteran de su existencia. No ha existido nada comparable en la historia anterior de una u otra mitad del universo: en ellas los descubrimientos son progresivos y graduales; ni en sus historias posteriores: desde aquel dia el mundo se volvié cerrado y finito (aunque se hubiera duplicado de dimensiones). Este encuen- tro trastoce la existencia de los americanos, pero también, de mane- Fano menos profunda aunque menos visible, la de Europa, la parte del eantiguo mundo» cuyos habitantes realizaron el viaje decisivo. Nuestra historia moderna empieza, ella también, ese dia. Este acontecimiento excepcional ha dado lugar, en Europa, y es- pecialmemte en Espafta, a descripciones y andlisis de un interés ina gotable, a la medida del acontecimiento mismo: desde los relatos de Tos viajeros hasta las tentativas de los misioneros para comprender Incultura de os otros. La ceasién tinica de deseribir una civilizacion muy compleja y completamente independiente de nosotros no se dejo escapar; poseemos asi algunas de las paginas més interesantes de Ta historia espiritual de Europa. Estos textos son accesibles, y cono- cidos (aunque no tanto como lo merecen). Pero lo que sabemos me- hos es que del otro lado se produjo un fenémeno parecido: la inva- sién de América por Ios europeos dio lugar a una rica literatura cuyos autores son los Indios vencidos. Estos textos no solo tienen un valor excepcional para la historia de las propias Américas, sino también para nosotros, europeos de hoy: por sus méritos literarios intrins Cos y, al mismo tiempo, por la representacién tinica de nuestros “iy tecesores vistos desde fuera @Podemos hablar de una visién comin a todos estos textos? Es 4a FRENTE A 108 OTROS verdad que solamente dos de estos relatos;* los transmitidos por Sa- hagtin y Durén, cubren la totalidad de los acontecimientos, desde la Megada de los primeros espafioles (0 incluso antes) hasta la rendi- cién y la muerte de Quauhtemoc. Los otros relatos, a pesar de que consideran toda la historia, se entretienen preferentemente en algu- nos de sus episodios: Munoz Camargo en la travesia de Cortés por Tlaxcala, antes y después de su estancia en México; el Cédice Ravnt- rez en Ia interaccién entre espaioles y los habitantes de Texcoco, que se sittia después de la travesia por Tlaxcala; el Cédice Aubin detalla ‘mejor las primeras batallas en México; los Anales histéricos hace lo rismo con las ltimas, Adem, indepeadientemente de ls divergen{(Y) cias introducidas por las modalidades narrativas, estos relatos ne cuentan del todo Ia misma historia, No obstante, es posible aislar algunos momentos, o temas, comunes a todos los relatos aztecas de Ia conquista, que de este modo revelan la visién que los indios te- nian del acontecimiento. Los anuncios La primera caracteristica sorprendente de estos relatos es que no ‘empiezan por la legada de los espaiicles, como habriamos podido esperar, sino mucho antes, con la descripcién de los anuncios de este acontecimiento. El Cédice de Florencia, constituido por el franciseano Sahagun a partir de una encuesta minaciosa, relata ocho prodigios, consideraidos por los aziecas como signos anunciadores: un cometa, un incendio, el rayo, otros cometas, el borboteo de las aguas del lago, una extrafia voz de mujer, un pajaro con diadema, unos hombres con dos cabezas. Muiioz Camargo, que debié de conocer los materiales de Sahagiin, vuelve a tomar a Su vez los mismos prodigios y les afia- de algunos otros que provienen de la tradicién tlaxcalteca: otros co- metas, una polvareda. El Cédice Aubin habla también del descenso de una columna de piedras. Duran, monje dominicano y autor de una sefialada compilacion, relata con todo detalle tres prodigios sorpren- dentes: el cometa, la piedra pesada que se niega a dejarse levantar, luego habla, después vuelve ella sola au lugar de origen; Ia histo: de un campesino levantado por un Aguila que le obliga a quemar el muslo de Moctezuma dormido, y a dirigirse luego al palacio. * Los textos de los que se trata en este captiulo se refieren inicamente a la com- quista de Méxicor han sido traducidos al frances en Relatos aztecas de la conguista. LA CONQUISTA VISTA POR LDS AZTECAS 43 El hecho mismo de que estos prodigios estén situados en cabeza de los relatos implica que sean considerados como anunciadores de los acontecimientos contados posteriormente. Pero ademas los rela- tos refieren también otras escenas, ligadas 0 no a las primeras, en las que ciertos personajes formulan protecias sobre lo que ocurrird. En el Cédice de Florencia un borracho, pero que sospechamos que ¢s la divinidad Tezeatlipoca, anuncia: «Nunca jamés existiré Méxi- co». A los jefes tlaxcaltecas, si nos fiamos de Muiioz Camargo, les resulta familiar una antigua profecfa segun la cual unos hombres blancos y barbudos, «que Hlevan unos cascos escarolados como se- al de mando», vendrin del Este? El Cédice Ramirez se refiere a una prediccién hecha por el emperador de Texcoco, Nezahualpill sobre la Iegada de los espaitoles,* asf como a otra, segiin la cual «Ix: tlilxochitl debia ser el artifice de la ruina de los mexicanos».* Los anuncios de los acontecimientos venideros tienen una funcién importante en Ia version transmitida por Duran, hasta tal punto que una buena mitad del relato global de la conquista les esta destina- da3 El punto de partida es la profecia de Nezahualpilli, relatada aqui con profusién de detalles:* el cometa en el cielo viene pues a confirmar las declaraciones. En la historia prodigiosa de la piedra pesada, Ia piedra misma se encarga de explicar el sentido del acon- tecimiento: «Haced saber a Moctezuma que su poder y su reino se acaban».’ De la misma forma, el aguila que rapta al campesino in- terpreta inmediatamente este prodigio: «Su poder y altivez se acer- ‘can a su fin».* Otros personajes se unen a este coro de profectas: «Ya estén en marcha los que deben vengarnos de las afrentas y sufri- mientos». Al final, el propio Moctezuma empieza a profetizar la continuacién de los acontecimientos: «Y quiero advertirte algo; sin ninguna duda, todos seremos matados por estos dioses y los super- vivientes se convertiran en esclavos y vasallos suyos»."” Podriamos interrogarnos primero acerca de la veracidad de es- |. Cédice de Florencia, exp. XIII. Ii, cap. CBdice Ramres, cap. 1 |. Ibi. cap. XI Duwi, cap. LXELXX. Tei, cap. LXE. Tid, cap, LXV. 3. Ibid, exp, LXVIL Ibid, cap, LXVT, Mbid., cap. LXX1 44 PRENTE A 108 OTROS tos relatos. ¢Semejantes profecias realmente sucedieron? Ocurrie: ron esos prodigios? En lo relativo a las primeras, su precision a ve- ces es tal que la respuesta parece fuera de duda: fueron fabricadas después, con conocimiento de causa; son «prospecciones retrospec- tivas». El caso es ligeramente distinto para los segundos: las apari- ciones de cometas, 0 los tornados, o los terremotos pudieron muy bien ocurrir; pero fue el acontecimiento posterior —la invasion espaiola— el que permitid constituirlos en serie y el que tansfor- mé los prodigios en presagios. Lo que los relatos demuestran es que los indios de Texcoco 0 de Tlatelolco crefan, en 1550, que la conquis- ta habia sido anunciada; sin embargo, no demuestran mientras que Jo afirman que Moctezuma, en 1519, ano de la llegada de los espaiio- les, les prestara fe; ademas, resulta interesante constatar que el rela- to mas antiguo, los Anales hist6ricos, no dice palabra sobre este tema. Pero si no podemos afirmar la veracicad directa de los relatos so- bre este punto, esto no quiere decir que no comporten otro tipo de verdad, de naturaleza analégica. Los autores de los relatos de la con- quista cran dignatarios mexicanos, a veces descendientes directos de principes de tal o cual ciudad. Su manera de comprender y de expli- car es lo que podemos conocer como més cercano a la mentalidad de Moctezuma y de sus consejeros. Resulta verosimil —aunque no sea verdad— que éstos ya buscaran los signos anunciadores de los acontecimientos que se estaban produciendo. {Como interpretar esta caracteristica de los relatos (que los apro- xima, en este punto, a la Odisea 0 a La busca del Santo Grial)? Hay aqui un rechazo evidente del acontecimiento totalmente inédito: solo puede producirse lo que ya ha sido anunciado. Toda la concepeién del tiempo de los aztecas favorece el ciclo en detrimento de lo lineal, la repeticion antes que la diferencia, el ritual frente a la improvisa- cidn, Cuando tal acontecimiento Mega con todo a producirse —cy qué cosa ms inédita que la aparicién de los espafioles?—, se procuraré entonces transponerlo dentro de un esquema familiar para hacerlo inteligible y, de ese modo, al menos parcialmente aceptable. Seme- jante interpretacion de la historia es un acto de resistencia contra la dominacién espafiola; es un tltimo acto de guerra. ¥ a pesar de todo, el gesto es ambiguo: hacer aceptable el acontecimiento 2no es resignarse ya a aceptarlo? Un episodio que se encuentra en el relato de Duran ilustra muy bien esta actitud, Ya no se trata de un presagio ni de una profecia, sino de un relato completamente veridico, realizado a Moctezuma por sus emisarios, los cuales han encontrado espaiioles de la primera ex- LA CONOUISTA VISTA POR LOS AZTECAS. 45 pedicién. ¢Cémo reaccionar4 el soberano azteca? «Moctezuma se pre- guntaba como podria saber quiénes eran aquellas gentes y de donde venian. Decidié hacer buscar a través de todos los medios a su dispo- sicion indios ancianos que podrian hacérselo saber, dentro del secre- to mas grande.»!" gPor qué motivo, ante este acontecimiento inédito, y bien descrito por sus observadores, hay que consultar a unos indios ancianos, si no porque s6lo puede producirse en el presente lo que yalha existido en el pasado, aunque sélo fuera en forma de prediccion? ‘Al relato de esta busqueda esti dedicado el capitulo LXX. Pr ro Moctezuma hace dibujar un retrato de los espaiioles, siguiendo las descripciones de los que los han visto; luego, ensefia este cuadro adistintos ancianos, pero éstos permanecen mudos. Entonces, ensa- ya otra téctica: guarda el cuadro en su casa, y pide a los pintores mas ‘ancianos del reino sus viejos dibujos en los que estén representados ‘eres extrafios. Nueva decepcién: le muestran hombres con un solo jo 0 con un tinico pie, hombres con cola de pez 0 con cola de cule- bra; pero nada que se parezca a los espafoles. Descubre entonces a un viejo de Xochimilco, pintor a la vez que sabio. A la pregunta de Moctezuma responde desplegando una «pintura que me legaron mis antepasados»; como por casualidad, se perciben en ella unos seres parecidos en todo a los espanoles, salvo que algunos montan no ca- ballos sino éguilas. Moctezuma queda afligido pero al mismo tiem- po casi tranquilizado: si, la cosa fue predicha. La informacién concreta es sometida pues al mismo tratamiento que los prodigios: ella confirma el cardcter ciclico del tiempo y la repeticion de la historia. La Hegada de los espaiioles La legada de los espafoles es en efecto este acontecimiento ab- solutamente inédito, Mufioz Camargo habla de unos «acontecimien- tos tan extraiios y singulares, jamas vistos ni ofdos hasta enton- ces». Una primera versién de! relato en el Cédice de Florencia es particularmente reveladora; empieza ast: Ningun conocimiento aqui, verdaderamente nada, ni palabra se decia acerca de los espaiioles, ML. Ibid, cap. LXIX 12, Cassnco, cap. 46 FRENTE A LOS THOS antes de que llegaran aqui, antes de que se conociera su repu- tacion. Primero aparecié en el cielo un presagio de desgracia, nos asustamos, como si se tratara ce una llama. Estas frases se contradicen directamente, pero es porque una es la respuesta a Ia otra: precisamente porque antes no se sabfa nada de os espaftoles, ha habido que construir los presagios. Una vez los espafioles alli, gcdmo lcs perciben? La ausencia de costumbre preliminar produce una visién que podriamos llamar «dis- tanciaday. Los arcabuces se convierten en «trompetas de fuego», los barcos en colinas que se desplazan solas, en casas que flotan por me- dio de grandes lienzos; los caballos sox «corzos», y al principio no se sabe muy bien si estan verdaderamente separados de los jinetes y sino comen también alimento humano. Tantos objetos que no exis- ten en el mundo indio y que son descri:os, después de todo, de una manera bastante plausible. Otras caracteristicas de los espafioles se evocan con mucha precision y revelan especial atencién hacia todo lo que es diferente: el colorido de la tez, el color de los cabellos y de la barba, la ropa, el alimento, las armas. Para nosotros, hoy en dia, algunas de estas descripciones tienen una fuerza excepcional, fuerza debida 2 la mirada al mismo tiempo muy directa y exterior. El capitulo XV del Cédice de Florencia es uno de estos fragmentos de antologia: es como si dispusiéramos de una camara, instalada en las inmediaciones de la ciudad de México, apun- tando a las tropas de los conquistadores que desfilan lentamente. aquellas otras descripciones de este mismo texto, anteriores, que insisten en la presencia del metal sobre los cuerpos de los espaio- les, y los transforman progresivamente en seres sobrenaturales, en extraterrestres casi podriamos decir; o que evocan los perros de los recién legados de los que se sabe a que siniestra misién seran desti- nados («que fueron de una gran eficacia», escribe con frialdad Mu- fioz Camargo). «Sus lanzas de metal, sus lanzas en forma de mur- ciélago, era como si lanzaran relampagos. Y sus espadas de metal ondeaban como el agua. Era como si resonaran, sus cuerpos de me- tal, sus cascos de metal. Y aiin otros vienen todos de metal, vienen enteramente hechos de metal, vienen lanzando relmpagos. [u1 ¥ sus perros vienen guiandoles, vienen delante de ellos, vienen mantenién- 13, Ibid, cap. V LA CONOUISTA VISTA POR LOS AZTECAS, 47 dose a la cabeza, vienen apostandose a la cabeza, vienen jadeantes; su baba cae en gotas pequefias.»!* Pero esta visi6n «desde fuera» debe prolongarse en interpretacién. Y¥ es aqui donde encontramos un nuevo rasgo caracteristico del en- cuentro entre indios y espafioles: éstos, en un primer momento, se- rn tomados por dioses. El Cédice de Florencia lo demuestra en va- rias ocasiones: «Y actud asi, Moctezuma, porque los creia unos dioses, los tomaba por unos dioses, les rendia culto como a unos dioses. Asi eran llamados, eran denominados los “dioses venidos del ciclo’; y los negros fueron Hamados los “dioses sucios” »."° Muficz Camargo des- cribe las dudas de los mexicanos: «Si se tratara de dioses, no der barfan nuestros ordculos ni maltratarian a nuestros dioses puesto que serian sus hermanos»; pero, por otro lado, «eran dioses porque venian montados en unos animales muy extrafios, nunca vistos ni ofdos en el mundo». Duran refiere también que los espafioles eran llamados «dioses» y en una ocasién lo explica por la calidad de los barcos: «una obra mas propia de los dioses que de los hombres.” En realidad, esta suposicién se vuelve mas precisa en el Cédice de Florencia y én Duran: no se trataria de dioses cualesquiera sino de Quetzalcoatl, dios y rey legendario, expulsado de su trono, que ha- bia prometido regresar un dia; Moctezuma tomaria a Cortés por Quet- zaleoatl, o en cualquier caso por uno de sus descendientes."* No hay por qué poner en duda la buena fe de los autores de estos relatos: esta claro que creian en esta version. No es seguro, sin embargo, que tal haya sido el caso del verdadero Moctezuma y de sus allegados: los espafioles aparecen por vez primera en 1517, mientras que Quet- zalcoatl tendria que haber vuelto en un afio Uno-Cafia del calenda- rio azteca, por ejemplo 1519; y ademas no es el dios més importante del pantedn tenochea (otro nombre de los habitantes de México). Sa- bemos en cambio que el propio Cortés intent6 por todos los medios imponer a los mexicanos la sospecha de que él era precisamente ese Quetzalcoatl de regreso: es su manera de hablar el «lenguaje de los otros», y de manipularlos a través de sus propios mitos. Ahora bien los relatos indios sobre Ia cuestién se parecen demasiado a la v sion dada por el mismo Cortés en sus informes a Carlos V 0 comu 14, Ibid, cap. XL 15. Cdice de Florencia, cap. VIUL 16, Caseanco, cap 17, Dusan, cap. LXIX. 18. Cadice de Florencia, cap. XVI; DURAN, cap. LXXIV. 48 FRENTE A LOS OTROS cada por su capellén y bidgrafo Gomara para que podamos creer que unos sean verdaderamente independientes del otro. Pero si esta identificacion particular esta influenciada por el pro- pio Cortés, no ocurre asi con la creencia general en la naturaleza di- vina de los espafioles, creencia de la que poseemos testimonios muy numerosos. Como es posible esto? Las frases que evocaban cl he- cho daban al mismo tiempo la explicacién: su novedad, su extrafie- za, su diferencia, al mismo tiempo que su superioridad técnica, hace clasificar a los recién Hegados como dioses. Otro episodio de Duran ilustra el nacimiento de esta creencia. Moctezuma envid a brujos y hechiceros para luchar contra los espanoles, lanzéndoles visiones de pesadilla, provocando enfermedades, haciendo que su corazin se pe- trificara, La tentativa de los magos fracesa, y ésta es su explicacién: eSe trataba de personas muy diferentes de ellos por el humor y la composicién. La carne de esos dioses es dura, ningin arte de magia puede penetrar en ella y causar la min:ma impresién, pues no po- drian alcanzar su corazon, Los dioses tenian unas entrafias y unos pechos muy oscurvs....” Se pasa directamente de «muy diferentes» a adioses». Los aztecas habian vivido hasta entonces en un mundo relativamente cerrado, a pesar de la extensién de su imperio; igno- ran la alteridad humana radical y, al encontrarla, utilizan la nica categoria disponible, la que admite, precisamentte, la extraneza radi- cal: son dioses, La equivocacién no dura mucho tiempo; pero se sitta en el mo- mento en que los espafioles son particularmente vulnerables; al ejer~ cer um efecto paralizador sobre los indios que veneran a los recién Megados en vez de combatirlos, ella desempena una funcién impor- ante para el desentace del encuentro. Al mismo tiempo, 0 al cabo de poco, otra imagen de los espanoles se impondré (pero quiza ya es demasiado tarde). Los dioses han demostrado ser, muy al contra- rio, apenas humanos, movids solamente por los instintos mate les, Todos los textos mencionan su «apetito de riquezas. (pero igual- mente se abalanzan vorazmente sobre los alimentos en el sentido propio), lo que provoca el desprecio de los mexicanos: «Son como monos de cola larga que se han apoderedo del oro por todas partes. [al Pues es bien verdad que tenian macha sed, que lo engullian, que se morian de ganas, que lo querian tanto, el oro, como si fueran cerdos».” 19. DURAN, cap. LXE 20. Césdice de Florencia, cap, XII | | LA CONOUISTA VISTA POR LOS AZTECAS 49 Significativamente, a esta descripcién le sigue inmediatamente otra: «Era como si refunfufaran, y lo que decian, era una jerga».” Los espafoles aparecen ante los mexicanos como seres simbélica- ‘mente pobres, que no saben apenas hablar e ignoran las dimensi nes sociales y rituales de la vida. Les ofrecen el presente mas pres! tioso, el aderezo de los dioses: lo rechazan con desprecio, no viendo en él mas que un montén de plumas. Les dan finas alhajas: las des- truyen para arrancarles el oro bruto. «Y cuando todo el oro estuvo arrancado, entonces, prendieron fuego, hicieron quemar, destruye- ron con el fuego los diferentes objetos valiosos. Lo quemaron todo, Y el oro lo moldearon en ladrillos, los espafioles.»” Y durante una de las primeras escenas de hostilidad, la matanza en el templo de ‘México, los conquistadores se arrojan en primer lugar sobre los pro- fesionales de la actividad simbdlica: los personificadores de los dio- ses, los tamborileros, «En seguida, entonces, rodearon a los que bai- laban; en seguida, entonces, se dirigieron alli donde estaban los tamboriles; en seguida, golpearon las manos del que tocaba el tam- bor, fueron a cortar las palmas de sus manos, las dos; y luego le cor- taron el cuello, y su cuello fue a caer a lo lejos.»” En contraste, los mexicanos se representan ellos mismos (y se nos aparecen a nosotros) como profundamente ligados al ritual y poco inclinados a imitar los comportamientos pragmaticos de los espa- fioles: mientras que éstos se atracaban gustosamente con los presen- tes de sus anfitriones, estos tiltimos, en una ocasién parecida, llevan los alimentos que les ofrecen en procesién, cantando himnos apro- piados, y los entierran en el templo* Y, cuando se apoderan de un cafién, junto con otras ceremonias, lo sumergen en el agua del tayo" Es verdad gue, simultaneamente, reprochan a los espasioles acer la guerra «sin avisar». Las reacciones de Moctezuma Las primeras noticias refiriéndose a los espafoles llegan a oidos de Moctezuma; ¢cémo va a reaccionar? No nos habria de extrahar 24, Iba, 22. Ibid, eap. XVUL 23. bid, cap. XX. 24, Donax, cap. LXIX 25. Cédice de Florencia, cap. XXX 26, Thid, exp. XX1 50 FRENTE A LOS OTROS verlo fiarse de la interpretacion de los presagios que le hacen los adi- vinos; pero nos acordamos de que, frente a la informacién factual, su comportamiento no cambia, y que se precipita sobre los antiguos manuscritos para encontrar en ellos la respuesta a los nuevos asun- tos. Se preocupa por mantenerse bien informado sobre las idas y ve- nidas de los espanoles, pero al mismo tiempo su comportamiento no anima a los mensajeros ni a los intérpretes: cuando la informacion © su sentido no le gustan, echa al calabozo a sus autores, 0 los hace perecer, cosa que hace que se echen atrés eventuales nuevos candi- datos. Y se asusta de modo particular cuando se entera de que los espaiioles, aparentemente, piden continuamente noticias sobre él, como si su unica finalidad fuera la de informarse. Decir que Moctezuma esté molesto a causa de las noticias refe- rentes a los espaftoles es decir poco; es:4 sumido en un estado de eY cuando Moctezuma oyd aquello, quedé extremadamente ado, como si estuviera medio muerto; su coraz6n estaba ator- mentado, su corazén estaba descompuesto.»#” «Moctezuma, una vez hubo oido, incliné la cabeza, se qued6 sentado sencillamente incli- nando la cabeza; bajé el cuello, se qued6 sentado bajando el cuell. ya no dijo nada mas; sencillamente se qued6 sentado como un enfer- mo, abatido mucho rato, como si estuvicra anonadado.»** Se siente sacudido hasta lo mas hondo de si mismo: «;Ay! antes de ese dia, yo, existia. Esté bien herido de muerte, mi coraz6n... gDénde esti el ver dadero, joh! nuestro sefior?». Duran lo muestra también, al recibir las noticias, sumido en un profundo silencio, como muerto o mudo». ¢Por qué esta pardilisis? El hecho mismo de que los espaftoles ha- yan podido poner pic en la costa mexicana parece haber determina. do, para Moctezuma, cl sentido de la actitud a mantener: ante el he- cho radicalmente nuevo, no hay reaccién posible, pues este hecho, por su misma existencia, significa el desmoronamiento del antiguo sistema de pensamiento, en el interior del cual es inconcebible. No queda més que resignarse: «@Cémo se ha podido producir esto? .*! Pero zeudl es exac, tamente la culpa de Moctezuma? Antes que nada los textos parceen reprocharle su orgullo, Durante la cremacién de su cuerpo, muchos recuerdan con severidad su desdén hacia los que le rodeaban,”? El Aguila lo describe de esta manera: «cbrio y leno de orgullo, él que desprecia al mundo entero; y el mismo narrador evoca «su demo- niaca soberbia, un orgullo tan desmesurado que ya ni temia el po. der de Tos diosesn0 ew" Sremesurado que ya ni temia el p éEn qué consiste ese orgullo? Parece que la prueba mas patente viene dada por la actitud de Moctezuma respecto.a los mismee ex Roles: se les resiste demasiado, no se muestra suficientemente resige nado. En este sentido apunta el borrecho: «Que queréis todavia? gQué espera atin Moctezuma?s* O la piedra que se niega a ser mo- vida: «No quiera él oponerse al destino». Todo el episodio de la pic. dra lo demuestra: el orgullo de Moctezuma consiste en querer actiar de motu propio, enno someterse lo bastante a las senales de los dioses, Semejante respuesta es bastante paraddjica, No existe ninguna 59. Dueax, cap, LXXVI 60. Reid, cap. Xi 61. Duess, eap, LXWHL, 62. Cédice de Florencia, cap. XXII 63. Duean, cap, LXX. 64, Cédice de Florencia, cap. XII 65. DURAN, cap. LXVI LA CONOUISTA VISTA POR LOS AZTECAS. 59 salida acertada para esta situacién. Si se somete, Moctezuma provo- ca la victoria de los espanoles por simple debilidad; y, si resiste, la provoca también, aunque haciendo un rodeo a través de la ira de los dioses. Dado que la aparicién de los espafioles en la costa atlantica ng hubiera podido producirse sin el consentimiento de los dioses, ella misma lleva el germen de toda la continuacién; los espafioles se que- darn aqui porque ya estan aqui. La pura sucesién de los actos, a la manera del César, no basta para explicar los acontecimientos: ¢los espafioles han Ilegado y han vencido? No: han vencido porque han Negado. El lector de hoy en dia habria podido pensar que la causa de la derrota de Moctezuma estaba en lo que le distinguia de los espaio: les: su fatalismo, la lentitud de su adaptacion, la incapacidad para improvisar y tomar iniciativas personales. Los relatos indios dan la respuesta contraria: precisamente aquello que le aproxima a los es- pafioles es el motivo de su perdicion: su falta de fatalismo, su deseo de actuar fuera de los cédigos establecidos. Asi, al sostener la culpa- bilidad de su propio emperador, los relatos niegan de hecho la nue- va ideologia que traen los espafioles. Su misma existencia se convierte en un acto de oposicién a la conquista —ya no militar sino espiri- tual— que México sufre. Moctezuma ha sido castigado por haber fal- tado al espfritu tradicional indio que los relatos, ellos, afirman bien alto, Dar un sentido tal a la conquista-derrota es, al mismo tiempo, superarla, Asustado por los presagios de desdicha, Moctezuma decide ase- gurar su recuerdo para la eternidad; se dirige entonces a los habiles escultores de su reino, y les pide que tallen su imagen en la roca de Chapultepec. «Fue a ver su estatua cuando le anunciaron que estaba acabada y empez6 a derramar lagrimas, lamentandose asf: “Si nues- ‘ros cuerpos fueran tan duraderos en esta vida como este retrato de piedra que subsistira hasta la eternidad, ¢quién temeria la muerte? Pero ya veo que voy a morir y que éste es el nico recuerdo que que- dard de mi”.» Moctezuma se equivoca otra vez, no al creerse mortal, sino al ima- ginar la eternidad de la imagen de piedra. La primera preocupacin de los espafioles, una vez se hayan hecho ducios de México, sera clic minar todas las sefiales de la grandeza pretérita de los mexicanos, la cual habria podido incitarlos a sublevarse: los templos seran de- rribados y las estatuas de piedra destrozadas. Sin embargo, se pre- 66. Ibid 60 FRENTE A LOS OTROS. servé el nombre de Moctezuma y la saga de sus compatriotas y nun- case les olvidaré gracias, no a la piedre, sino a las palabras que cap- taron el acontecimiento, a los relatos que han sabido transmitirlo. Leceién que conocfa, por lo que parece, otro pueblo de las pirami- des, tal como Jo cuenta un papiro egipcio de la XIX* dinastia ramsida: Més util es un libro que una estele grabada ‘© que un muro sélido. Sirve de templo y de piramide, para que el nombre sea proclamado. El hombre perece, su cuerpo se vuelve polvo, todos sus semejantes retornan a la tierra, pero el libro hard que su recuerdo sea transmitido de boca en Vv LA CONQUISTA VISTA POR LOS FRANCESES. En Espana, principal pais comprometido en la conquista, y des- de el siglo XVI, se observa una gran variedad de posiciones as{como una prolongada reflexién relativa a los acontecimientos que se van desarrollando, Los debates aleanzan su punto culminante, quizas, en el enfrentamiento piiblico de dos opiniones extremas, que tiene lu- gar en 1550, en Valladolid. Son mantenidas por dos personajes de {alla, Por un lado, Bartolomé de Las Casas, dominicano, infatigable defensor de los indios y denunciador de los crimenes realizados por os conquistadores. Por el otro, Juan Ginés de Sepillveda, hombre de letras, traductor y comentarista de Aristoteles, defensor de la supe- rioridad intrinseca de la Europa cristiana y abogado de la conquis- ta en nombre de los valores de su civilizacion. Hoy en dia para nosotros la eleccién entre esas dos posiciones parece facil de realizar: gquién no preferirfa apelar ala generosidad de Las Casas antes que a lo que s¢ nos aparece como el racismo de Sepiilveda? Sin embargo, si seguimos la controversia hasta el final, nos damos cuenta de que las cosas no son tan sencillas. Las Casas afirma la igualdad de principio de todos los pueblos; pero no renun- cia por ello a su conviccion de la superioridad de la religion cristia- na, que es la suya; se decanta pues por atribuir a los indios las caracteristicas de cristianos ideales. Dicho de otro modo, su iguali- tarismo le conduce a un asimilacionismo inconsciente; y la imagen de los indios que se encuentra en sus obras es relativamente pobre (@pesar de que acumula una masa impresionante de hechos), ya que tiende a dejar de lado todo lo que contradice su proyecto apologeti- co, y a interpretar sus observaciones dentro de una dptica cristiana. Sepiilveda, por su parte, csté al acecho de las diferencias, ya que ne- cesita prucbas para su tesis de la superioridad de los europeos; pone clacento naturalmente en aquello que Las Casas ha dejado en la som- bra: la ausencia de escritura fonética, de animales de tiro, de mone-

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