Absurda y cotidiana, el msculo en tensin y la alegra del hombre que trabaja. Musa, olvida la dulzura de la idlica selva perfumada; el caramillo del pastor que tae una cancin pagana; la merienda de miel; la copa llena con la reciente leche de las cabras; el pie de oro de Atalanta leve; la jabalina de marfil de Diana y canta en esta hora vigorosa la alegra del hombre que trabaja. Hombre vulgar de vida calculada, idlatra del oro amonedado, constructor de riquezas, clara inteligencia para el lucro, tu vida absurda hoy mi verso exalta. El ambiente crepita, el sol es una llama que enciende los semblantes de las nias audazmente ataviadas; en la calle pululan paseantes alegres, entusiastas: las obreritas con sus trajes pobres; tan femeninamente descuidadas: voceadores de frutas y peridicos, de frutas y noticias importadas, y entre todos fulgura la alegra del hombre que trabaja. Autos, bocinas, coches y tranvas, disparates de vidas ciudadanas, de vidas que son torpes y que triunfan, de vias resignadas. Lepra en la urbe, manos de medicantes alargadas en demanda de pan a la inclemencia de las manos avaras; lepra en la urbe alegre con la clara alegra meridiana:
dolor, dolor, entre el contento
del hombre que trabaja. El hombre luchador va por las calles regando las palabras de amor y de optimismo: suenan los picos, suenan las campanas y las piedras rebotan en el suelo y la mezcla rebosa entre las latas, y va de mano en mano el cuerno con el agua, y circulan los dichos picarescos, la frase intencionada, cuando llega una moza. -Eres linda. -Dios te guarde, muchacha Y brilla ms intensa la alegra del hombre que trabaja. Nuevas conciencias, nuevas almas, que triunfan de la prosa de la vida con martillo y con la fragua y tienen del honor un sentimiento ms puro. Fuerte raza que funde la inconsciencia del pasado en la moderna y firme aristocracia que pone sobre el cncer del prejuicio la nobleza del hombre que trabaja. As la vida, la dolorosa vida cotidiana, forja un claro ideal; la srdida ambicin se hace romntica: romanticismo del oro, fiebre del oro y de la mquina y del msculo: nueva retrica del hombre que trabaja. Musa, olvida el pasado, la floresta de idilios perfumada, que hay una vida intensa. No hagas sonar la flauta de los viejos poetas: canta, Musa, en esta hora luminosa y clida, el mpetu, la fuerza, la alegra, del hombre que trabaja. *Fernando Paz Castillo En La voz de los cuatro vientos (1931)