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52 EL FIN EN EL DERECHO finalidad no cesa en su evolucién mds que cuando ha fran- queado las ultimas cumbres. Como se ve, si hasta aqui nos hemos colocado desde el punto de vista del individuo, esto no quiere decir, como ya hemos explicado anteriormente, que podamos concebir al in- dividuo aislado en s{ mismo—no hubiéramos podido, al lado de la regia: existo para mf, escribir las otras dos: el mundo existe para mf; exisio para el mundo—; no hemos hecho mds que describir la posicién que toma el individuo frente al mun- do, cuando contempla 4 éste exclusivamente desde el punto de vista de su interés. Vamos 4 ver cémo este interés, toman- do el mundo 4 su servicio, se pone 4 servicio del mundo. CAPITULO VI LA VIDA POR ¥ PARA OTRO, 6 SEA LA SOCIEDAD Sumario: 39. Utilidad, para la sociedad, de la vida indivi- dual—jo. La vida en sociedad: cada uno por los demés y para los demas—4r. Duraciin de la accion ejercida sobre el ‘mundo.—42. La herencia en la historia de la civilisaciin.— 43. Notoriedad del nombre, medida del valor —44. Aplica- Gin & los pueblos: la vida social es la ley soberana de la ci- vilizaciin —45. Formas de la vealizaciin de esta ley—46. ‘Actos voluntarios y actos obligatories—47. Nocién de la so- _ tiedad—48. Relacin entre la sociedad y el Estado, Univer- salidad de la sociedad. - 39 UTILIDAD, PARA LA SOCIEDAD, DE LA VIDA INDIVI- DUAL.—Toda nuestra civilizacién, toda la historia de la hu- manidad reposa sobre la aplicacién de la existencia individual 4 los fines de la comunidad, No hay vida humana que exista Yinicamente para sf misma; toda vida existe al mismo tiempo HERING 53 para el mundo; todo hombre, por infima que sea la posicién que ocupe, colabora al fin de la civilizacién de la humanidad. El obrero mds modesto contribuye 4 esta tarea; el que no tra- baja, pero habla, concurre también 4 esta obra, pues conserva vivo el tesoro tradicional del lenguaje y ayuda 4 su propaga. cién. No puedo concebir una existencia humana tan humilde, tan vacia, tan estrecha y miserable que no aproveche 4 otra existencia. A veces una existencia semejante ha sido para el mundo un manantial de. beneficios. La choza del pobre ha contenido muchas veces la cuna del hombre de genio; la: mu- jer que lo concibié, que lo alimenté con su leche, que le pro- digé sus cuidados, ha prestado 4 la humanidad un servicio tan grande como no le prestaton muchos reyés desde’el trono. El nifio aprende con frecuencia mas del nifio que de sus padies y maestros juntos. Los juegos con sus camaradas le prestan a veces, para la vida préctica, una ensefianza més eficaz que todas las «lecciones de sabidurfa y de virtuds, La pelota que trata de apropiarse le da la primera nocién practica de la pro- iedad, y la impresién de vergiienza que le causa el conoci- miento de los vicios de sus compafieros le proporciona la pri- mera moral, 40. La VIDA EN SOCIEDAD: CADA UNO POR LOS OTROS Y PARA LOS OTROS.— Nadie existe slo pava si, como tampoco por si slo; cada uno existe por los olvos y para los otros, sea intencionadamente 6 no, Lo mismo que el cuerpo ‘refleja el calor que del exterior ha recibido, ef hombre extiende 4 su al- rededor el fldido intelectual 6 moral que ha aspirado en la at- mésfera de civilizacién de la sociedad, La vida es una respi- racién incesante: aspiracién, espiracién; esto es tan exacto como en la vida fisica,en la vida intelectual. Existir para otro, con reciprocidad casi siempre, constituye todo el comer- cio de la vida humana, La mujer existe para el hombre, y éste 4 su vez para la mujer; los padres existen para los hijos, y éstos para aquéllos. Amos y criados, patronos y aprendices, maestros y obreros, amigos y amigas, la comunidad y sus miembros, el Estado y sus ciudadanos, la sociedad y el hom- 54 EL FIN EN EL DERECHO bre particular, pueblo y pueblo y cada pueblo y la humani- dad, zdénde encontrar una relacién en Ja cual uno no exista para el otro y recfprocamente? Y sin hablar de situaciones permanentes que constituyen las formas fijas de nuestra vida, jcudntas veces obra el hombre por la sola fuerza de su pre- sencia, por su ejemplo, por su personalidad, por la palabra que pronuncia! 41. DUuRACION DE LA ACCION EJERCIDA SOBRE E], MUN- Do.—En vano abro los ojos; por todas partes compruebo el mismo fenémeno; nadie existe para sf sdlo, cada uno existe al mismo tiempo para los demés, para el mundo. Solamente que cada uno se forma de su mundo una idea distinta, por la medida y duracién de la accién que ejerce. Para uno el mun- do es'su casa, sus hijos, sus amigos, sus clientes; para otro abarca en sf un pueblo todo, la humanidad entera. En la vida de los hombres, aqui, se sintetiza el beneficio para la sociedad en la suma de patatas, de trajes, de botas, etc., producidos; allt, el genio de wri gran poeta, de un artista, los descubri- mientos del técnico, del sabio, la obra del Hombre de Estado, . traen incalculables resultados, El hombre vulgar, en efecto, no deja después de su muerte mds que huellas, bien pronto des- vanecidas; la existencia de un grande hombre no aparece con todo su brillo y esplendor, no deja madurar sus mas ricos frutos hasta que se ha extinguido, Después de los siglos, cuando la ceniza del hombre de genio se ha dispersado, des- de mucho tiempo antes, en todas direcciones, su espiritu tra- baja atin por el progreso de la humanidad. Homero, Platén, Dante, Shakespeare..., ;quién los nombrard todos, los héroes del pensamiento, los divinos maestros del arte y de la ciencia; cuyo influjo todavia se hace sentir? ;Viven atin para nosotros, y més grandes que nunca! jHan cantado, han ensefiado, han pensado para la humanidad entera! 42, LAHERENCIA ENLA HISTORIA DE LACIVILIZACION.— En este trabajo péstumo de las vidas que fueron, descubrimos los contornos de la existencia para otro. En esto estriba la garant(a y el progreso de toda nuestra civilizacién. Se define HAERING 55 con la expresién juridica de herencia. Mi existencia no termi- na conmigo mismo, aprovecha 4 otro; tal es el pensamiento que sirve de base al derecho hereditario. El jurisconsulto no reconoce al derecho hereditario otro objeto que el patrimonio. Para él la herencia es el sedimento econdémico del individuo, el total de su vida, expresado por pesetas y céntimos. Por el contrario, 4 los ojos de la historia, de la filosofia, la nocién de la herencia comprende toda la civilizaci6n’ humana. La suce- sién es la condicién de todo progreso humano, en el sentido, de la historia de la civilizacién. El sucesor utiliza la experien- cia de su predecesor, realiza el capital intelectual y moral de éste. La historia es el derecho hereditario en la vida de la hu- manidad. Existir para otro comprende, pues, dos direcciones distin- tas: Jos efectos de nuestra existencia sobre el mundo actual, sus efectos'sobre el mundo del porvenir, El valor de la exis- tencia humana, el mérito de los individuos y de los pueblos, se miden por la intensidad de esta doble accién. 43. NoTORIEDAD DEL NOMBRE, MEDIDA DEL VALOR.— Ya se sabe que la nocién del valor es relativa, indica el gra- do de utilidad de una cosa para uno u otro fin. Esta nocién, aplicada 4 la vida humana, se traduce asf: ,Dénde estd el be- neficio realizado por la sociedad? E! valor de toda existencia se encuentra allf, 4 la vista de la sociedad. La notoriedad li- gada al xombre es una de las medidas de este valor. Por regla general, nuestro nombre vale y dura lo que dura y vale nues- tra importancia en el] mundo. El nombre histérico que flota en la vida, prueba que el que lo ha Ilevado sigue viviendo para el mundo. En efecto, la gloria, unida 4 este nombre, no es el simple tributo de reconocimiento pagado por el mundo, es la afirmacién de la continuada influencia del personaje, El mun- do permanece indiferente 4 la propia grandeza del hombre; s6lo se preocupa de lo que para él ha sido. En los anales de la historia, como antes el xomex en el libro doméstico del ro- mano, el nombre es un capitulo de deuda; nada se inscribird en el activo del genio que no ha producido para el mundo. La 56 EL FIN EN EL DERECHO notoriedad del nombre marca la importancia del que lo lleva; esto es cierto, hasta en cl humilde, en el mds infimo mundo de la vida burguesa. Hasta en estas regiones la notoriedad se extiende en la medida que cl nombre aprovecha 4 la socie- dad y que ésta lo sabe; el del obrero sdélo es conocido por sus camaradas; toda !a regién conoce el del duefio de la fabrica, Un nombre célebre atestigua, pues, no sdlo que alguien ha Uegado & ser alguna cosa para la sociedad 6 para el mundo, «sino que éstos han adquirido conciencia de esa elevacién. Es el reconocimiento de su deuda por la emisién de una letra de cambio extendida sobre la gratitud humana. La deuda existe sin la letra de cambio, pero sdlo ésta la confirma sin réplica posible, El valor del crédito no se mide por el honor que re- sulta de Sw pago; reside en la garantia que da al portador de la letra de que su vida no ha sido inutil para'el mundo. La so- ciedad no investigard cudles habrén sido los méviles de sus acciones, orgullo, ambicién 6 solamente deseo de ser itil 4 la humanidad; se atiene al resultado sin preocuparse del motivo, ¥ esto estd bien. Porque si ella otorga también sus laureles al que no ha ambicionado mds que un salario, sabe asegurarse el concurso de éste para sus fines; la recompensa que le otor- ga sdlo puede ser envidiada por'el que codicia el salario del obrero. Los laureles no se recogen sin trabajo; para merecerlos hay que apostar la vida entera, Esto se aplica 4 los pueblos lo mismo que 4 los individuos. 44. APLICACION A LoS PUEBLOS: LA VIDA SOCIAL ES LA LEY SOBERANA 'DE LA CIVILIZACION.—Los pueblos, no sdélo existen para s{ mismos; viven pata los otros pueblos, para la humanidad (1). Su influencia no desaparece con ellos; se ex- tiende sobre las mds alejadas épocas, en la medida de la importancia de su accidn en el mundo. El arte de los gtiegos, su literatura y su filosofia; cl derecho de los romanos, siguen Siendo la inagotable fuente de nuestra educacién, Las obras (1)_Véase el dessrrollo de esta idea en mi Zspiritu del Derecho Romano, ti, pig. 6 ys. THERING 37 maestras de hermosura, de nobleza, de poderfo, que nos han legado en sus obras de arte, en sus ideas, en el recuerdo de sus grandes hombres y de sus acciones, enriquecen todavia nuestro siglo. Todos los pueblos cultos han colaborado en nuestra moderna civilizacién. Si pudiéramos analizar ésta én sus elementos, remontdndonos hasta sus primitivos origenes, obtendriamos toda una lista de pueblos, y atin con los nom bres de algunos que no figuran en los anales de la historia, Para convencerse de ello, basta con los resultados todavia embrionarios de las investigaciones sobre la historia de la civi lizacién de la humanidad. jCudntas riquezas tenemos atin sin descubrir en ese terreno! Sin embargo, lo que ya sabemos, lo que diariamente ocurre 4 nuestra vista, atestigua que la regla: cada uno existe para el mundo, es tan exacta para los pueblos como para los iridividuos. Contiene /a ley soberana de la civiliza- citn de la humantdad. La humanidad sélo progresa cuando prac tica esa regla; basta determinar lo que la historia Aace y lo que guiere, y comprobar cémo realiza lo que quiere, para descubrir en esa regla la ley suprema de todo su deseavolvi- miento, y en su aplicacién todo el destino de la raza humana- Durante el tiempo que este fin no ha sido realizado por la humana raza, la historia no’ ha conseguido lo que quiere. Lo que precede ha demostrado el valor efectivo de esta ley; veamos bajo qué forma se realiza. 45... FORMAS DE LA REALIZACION DE ESTA LEY.—Una mirada dirigida al mundo nos ensefia que la forma de esta realizacién es doble: libre 6 forzada, Depende de mi libre arbitrio que yo despliegue 6 no mi actividad al servicio de la sociedad. Pero no se pregunta al soldado si consiente en alistarse. Yo soy libre para disponer de mi patrimonio por via de donacidn 6 de testamento; mi conformidad nada‘im- porta para el pago de las contribuciones 6 de los impuestos debidos al Estado 6 4 la Comunidad, ni para la dejacién de la reserva legal debida 4 mis hijos. Quien dice Estado 6 de- recho, dice coaccién. Pues si el Estado no impone directa- mente por la coaccién todos os fines que persigue—no pue- 58 BL FIN EN EL DERECHO de imponer la préctica del arte ni el culto de Ja ciencia, y sin embargo, uno y otro son fines del Estado moderno—, al menos acumula los medios propios para alcanzar aquéllos. 46. ACTOS VOLUNTARIOS Y ACTOS OBLIGATORIOS.—En el niimero de las acciones voluntarias que para otro realiza- mos, las hay qué no presentan interés ninguno para la socie- dad 6 sélo tienen para ésta una importancia secundaria; el cumplimiento de otras, por el contrario, es para ella de nece- sidad absoluta, El que un hombre haga un sacrificio en favor de sus amigos, que otro contribuya 4 una colecta, poco im- Porta para la sociedad; pero que el agricultor proviste de trigo, y el panadero facilite el pan y él carnicero la carne; que encuentre. siempre manos y cabezas prestas 4 satisfacer todas sus necesidades: artesanos, jornaleros, mercaderes, clé- rigos, profesores, empleados;, todo esto son para la sociedad cosas de una importancia capital, de las cuales dependen el orden y la economfa de la existencia. Esto somo se realizard siempre? Es la cuestién dela organizacién de la sociedad. Para resolverla es necesario extendernos, desde luego, sobre la nocién de la sociedad, que hemos invocado ya sin expli- | carla, Después examinaremos los méviles que pone en accion para cumplir eu misién. 47. NOocION DE LA SOCIEDAD.—La nocién de la sociedad es muy moderna; ha nacido en Francia, si no me equivoco. El uso de esta palabra es universal y, sin embargo, no hay acuerdo sobre la definicién. Esto prueba que la nocién reposa sobre una idea de la cual siente una necesidad irresistible nuestro actual pensamiento, pero cuyo concepto, claro y com- pleto, no se ha obtenido todavia. Cada uno concibe la socie- dad 4 su modo, y, en esta incertidambre, la misma latitud debe serme otorgada, y permitido relacionar la nocidn de la sociedad con la de la accién para otro. Ff Una sociedad (societas), en el sentido juridico de la pala- bra, es la reunién de varios individuos, unidos entre sf para la persecucién de un fin comin, y donde cada uno de ellos, obrando en vista del fin social, al mismo tiempo trabaja para IHERING 59 sf mismo, Sémejante sociedad supone un contrato: el contrato de sociedad, que rige su constitucién y su funcionamiento. Pero el estado de hecho de Ja sociedad, Ja cooperacién 4 un fin comtin, se reproduce también, sin esa forma, en la vida. Nuestra existencia entera, todas nuestras relaciones, consti- tuyen de hecho una sociedad, es decir, una cooperacién 4 los fines comunes, en la cual, obrando para otro, cada uno obra también para s{ mismo, y donde la accién para s{ mismo im- plica también la accién para otro. En esta acumulacién de un + fin sobre el otro reside, 4 mi parecer, la nocién de la socie- dad. Segtin esto, se definird la sociedad: la organizacion de la vida por y para otro; y como el individuo es lo que es por otto, aquélla es la forma indispensable de la: vida para si mis-, mo, y en la realidad de las cosas la forma de la existencia humana entera. Vida humana, vida social, son una sola y misma cosa. Los filsofos griegos han interpretado muy exac- tamente esta verdad. El destino social del hombre no podria expresarse mds breve y justamente que por las palabras: {Sov wodmudy, es decir, el ser sociable. La ciudad (mins), es de- cir, la vida urbana, con sus contactos recfprocos y sus ince: santes roces, es la madre de toda civilizacién, no sélo politi- ca, de que da la palabra la idea primera, sino de toda civili- zacién, cualquiera que sea, intelectual, moral, econdmica, ar- tistica. Es el manantial de donde procede todo el desenvolvi- miento del pueblo. La sociedad sola, hace una verdad de nuestra regla: ef mundo existe para mi, Pero no la concibe sin su antitesis: ti existes para el mundo; éste tiene sobre ti el mismo derecho que tu sobre él, Lo que se llama la posicién social, es decir, la riqueza, el honor, el poder, la influencia, dan la medida de la realizacién de la primera de estas reglas en la vida del individuo. La medida en que sabe, durante el curso de su existencia, poner en prdctica la segunda, es la norma del valor de esta existencia para la sociedad y para la humanidad. El acuerdo perfecto entre estas dos reglas debe- rfa constituir la razén de ser, el fin supremo de todo orden social; pero la diaria experiencia y la historia contradicen este , bo EL FIN EN BL DERECHO ideal. Un porvenir todavia, lejano contiene acaso el germen de su nacimiento. 48. RELACION ENTRE LA SOCIEDAD y EL Estabo.—De aqui se sigue que la ‘nocién de la sociedad va directamente con la del Estado hasta un cierto punto, Pero tan sdlo dentro de los mites en que la coaccién es necesaria para realizar el fin social, Ahora bien; estos limites son restringidos. El comercio, los diferentes oficios, la agricultura, 1a industria, el arte y la ciencia, las costumbres domésticas y las de la vida, se organizan esencialmente por s{ mismos. El Estado no in- terviene por su derecho més que ocasionalmente, y sdlo alli donde es en absoluto necesario para preservar de’ ciertos ata- -ques el orden que sus fines 4 sf mismo se han trazado. 49. UNIVERSALIDAD DE LA SOCIEDAD.—La misma geo- grafia de la sociedad no es igual 4 la del Estado. El dominio de éste termina en las fronteras de su territorio; el de la so- ciedad abarca toda la tierra, Porque la regla: cada uno existe Para otro, se extiende por toda la humanidad y el incesante trabajo del movimiento social se dirige 4 generalizarla mds cada vez; 4 asegurarse el concurso de siempre nuevos pueblos; 4 utilizar, para estos fines, todos los patses, todos los pueblos, todas las fuerzas y todos los bienes del universo. La misién que debe cumplir un pueblo civilizado, para la cual debe re- gular todos sus organismos, consiste en hacer productivos para otro, y con esto indirectamente para si mismo, el tra- bajo y la inteligencia de cada individuo; en poner toda su fuerza al servicio de la humanidad, No se trata solamente de produccién y de fabricacién. El simple trabajo no es mds que uno de los términos de esta misidn; el otro consiste en des- cubrir, aunque sea en el universo entero, aquel en cuyas ma- nos e] producto del trabajo rendird la mayor suma de utilidad. La mayor parte de las modernas invenciones responden A estos dos términos. ‘Unas tienen por objeto el trabajo mismo: su’ simplificacién, su perfeécionamiento, su facilidad; otras persiguen, por medio del comercio, el aprovechamiento del « trabajo: remiten lo que el individuo ha producido para la so- IBERING or ciedad—los frutos de su campo, la obra de sus manos, las creaciones de su inteligencia, de su imaginacién—a Jas manos de aque! para quien estdn destinados, es decir, de aquel que fija el valor ms alto y paga él precio mds remunerador. Cuando se pasa revista 4 todos los medios que el genio inventor del hombre civilizado moderno, desde la Edad Media, ha creado en este iiltimo orden de ideas, cabe afirmar que hoy en dfa ninguna fuerza que pueda servir 4 la humanidad se pierde; todas hallan su aplicacién y su empleo. La prensada 4 cono- cer inmediatamente al mundo entero todo pensamiento digno de ser extendido; una gran verdad, un descubrimiento im- portante, una invencién util, enttan en poco tiempo en el patrimonio de todo el mundo civilizado, y lo que la tierra produce en un punto cualquiera del globo, bajo los trépicos _como en el Polo, el comercio lo distribuye 4 todos sus habi- tantes, Gracias 4 él, el mds modesto obrero proporciona el bienestar 4 millares de leguas de distaricia. Cientos de enfer- mos, entre nosotros, deben su curacién 4 la naranja recogida por el obrero del Pert; el humilde pescador de bacalao que da el aceite al tisico, ha conservado mas de una vida que in- teresaba al porvenir de una nacidén 6 que ha abierto nuevos horizontes al arte y 4 la ciencia.. El obrero de Nuremberg, el de Solingen, trabajan para los persas; los chinos, los japone- ses, trabajan para nosotros, y dentro de mil afios el negro del centro de Africa necesitardé tanto de nosotros como nosotros de él. Porque siguiendo los pasos del sabio que pe- netra en el corazén del continente negro, van pronto el mer- cader y el misionero que crean las relaciones duraderas. Tal es, pues, la sociedad; erige en verdad la regla: cada uno para el mundo y el mundo para cada uno. Adquirida esta nocién, legamos 4 la cuestién que nos habra- mos reservado; qué es lo que asegura 4 la sociedad la obser- vancia, por parte de cada uno de sus miembros, de esta ley fundamental de su vida: existes para mi? La respuesta viene 4 continuacién.

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