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El cuento

De la
Moraleja
EL CUENTO DE LA MORALEJA

Un cuento, un cuento, un cuento, llegaba gritando un joven al pueblo Holandés.


La gente salía corriendo alegre de sus casas, pues los cuentos del joven
siempre entretenían.
Un buen día, el joven no apareció más y la gente miraba hacia el camino para
verlo venir, pero el tiempo pasaba y ya cansados de esperar cada uno
comenzó a entristecer, el pueblo se torno gris y apagado.
Nadie tenía entusiasmo por nada.
Un niño que allí vivía y dormía en el establo con los caballos, se dio cuenta que
algo en su pueblo pasaba, entonces tuvo una idea.
Comenzó a pedir ropa de adulto en las casas y a todos escuchaba, mientras la
ropa buscaba.
Todos le contaban sus penas y los cuentos de los vecinos y de los de más allá,
el niño alegre escuchaba y mientras más ropa pedía en cada casa, más
contento se ponía.
Cuando juntó toda la ropa que necesitaba, hizo grandes muñecos y los relleno
de paja. Durante la noche los ubicó en el centro del pueblo y a cada uno en el
pecho les coloco un cartel con el nombre de cada muñeco y se fue a dormir
muy contento.

2
A la mañana siguiente muy temprano, se levanto antes que la gente del pueblo
se levantará y salió de él.
Luego cuando toda la gente salió de sus casas a hacer sus cosas, se
encontraron con los muñecos y vieron que algunos tenían sus ropas y sus
nombres, estaban en eso, cuando escucharon.
Un cuento, un cuento, un cuento
Al oír esto todos se alegraron y olvidaron los muñecos, todos corrieron a
la salida del pueblo a recibir al joven de los cuentos, pero se llevaron una
sorpresa, pues no era el joven que conocían, este era otro, pero saludaba
como el cuentista anterior.
Cuando el muchacho llego a ellos sobre un caballo, no lo reconocieron, pues
venia disfrazado, lo condujeron al pueblo y el los llevo hacia los muñecos y les
dijo:
¡Ah! Este es Isaías y este otro es Sebastián, ¡aja! y esta es Micaela. Déjenme
contarles que Micaela y Sebastián se conocen desde hace muchos años y los
dos se aman, pero nunca se lo han dicho uno al otro, claro que este es un
cuento y no lo deben tomar como la vida real….
Y así el muchacho fue contando las historias de cada uno de los “muñecos”,
con lo que la gente reía mucho y le celebrara.
Estaba todo el día contando historias, de lo que al anochecer la gente se
retiraba feliz y el muchacho también.
A la mañana siguiente, todos estaban ansiosos por empezar, ya que cada día
había muñecos diferentes.
Pero llego un día en que se acabaron los muñecos, se acabaron las historias,
se acabaron los cuentos y la gente se decía, que raro, el muchacho no ha
venido a contarnos un cuento, ¿dónde estará?.

Mientras el muchacho por el sendero se alejaba en su corcel, con sus


muñecos a contar otros cuentos a otros pueblos, donde también pediría ropa
para vestir a sus muñecos y crear los nuevos cuentos, pues aquí ya más nada
se podía contar, sino el cansancio de lo repetitivo.

3
Moraleja: que nunca te falte la ropa. (saca tus propias conclusiones)

* * *

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