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1 Sila Alejandra Alberto ‘A PARTE toma de bmtroter i at incén or ‘Uno de los nombres con los que se debate la consideracién puramente estética de la obra de a~ te es “formalismo”, La mirada formalista ante un cuadro hace a un lado sus contenidos psicolégi- 0%, hist6ricos, sociales 0 sentimentales para ver sblo el juego de las formas, colores, voliimencs. ‘Mis Gcil es hacerlo con la misica, que tiene una larga historia de abstraccién, y hasta puede rei vindicar la abstraccién como su esencia y defi- nici6n, Pero auni asi Ia misica esta cargada de elementos extraformales: los paralelismos mel dicos, que representan Tos regresos del tiemp tas resonancias orginicas de la armonfa y el rit- mo. La prueba extrema de formalismo es con- templar un cuadro colgado al revés, patas aeiba, La misica pudo permitiese estas inversiones en Ja composicién misma, En a literatura todo intento de Hevar a sus ex ttemos la preponderancia formal parece destina do a suceder una sola vez y no dejar descenden- cia, Pero lejos de ser una carencia, esto destaca la superioridad de la literatura, y es el motivo por cl que todas las demas artes tetminan depen- diendo de lla En literatura las formas estin preformadas por sus contenidos,y Ia comunicacién se resiste a de~ salojar el discurso, Bsa resistencia es a su vez crea~ dora de formas, y el combate que se entabla ter- mina siendo Ia historia misma de la literstu No, el escritor no puede colgar el libro al revés, pero est imposibilidad de llegar hasta el final y sa- lir al otto lado por la puerta del formalismo lo obliga a seguir dentro de Ia literatura, enrique ciéndola con invenciones y maniobras, volvién- dola siempre nueva, porque no hay novedad fue- rade ella, EI tiempo y el lugar de la literatura oe Para no excederme en ejemplos, que de todos modos no serian ejemplos, doy uno solo, que me levard a otro. Un joven escritor argentino, Pablo Katchadjian, publicé cl afio pasado un libro ma- ravilloso: El Martin Fiero onlenado aljabticarsente. Como el nombre lo indica, consta de los 2316 versos del Martin Fierro (de la primera patte), uestos en orden alfsbético, sin cambiacles una palabra ni una silaba ni una coma. El resultado €s un poema a la vez extratio y conocido, una cémara de ecos del poema nacional; la maniobra parece constar de un solo gesto: reordenar alfa Déticamente los versos de un poeta; pero en rea lidad hay algo més: ese poema es el Martin Fiero, ‘que por estar instalado en la memoria de los lec- tores argentinos se entrega a todas las prestidigi- taciones del reconocimiento, La vor del recite~ dor permanece, en una dislocacién de ultratumba, al mismo tiempo ha desaparecido, y nos camos ‘cuenta con sorpresa de que nos hemos librado Justo de lo que mis nos molestaba: de esa ins tencia de una voz en decienos algo, hacerse en- ‘ender, convencernas. El ritmo, que ahora si po demos percibir en su materiaidad, es a la vez lento y precipitado. Se desenrosca como una le- tania de fSemulas alfabéticas, con una sugerencia de racionalidad superior que no deja de recordar a las Nuewas inpresiones de Africa de Roussel, ‘Transcribo la primera pagina: A andar con los avestraces andar reclamando sueldos ayudarles a los piones a bailar un pericén a bramar como una loba a buscar almas mis tiernas teen corsarane £ Chisess a buscar una tapera a cada alma dolorida ‘A cada rato, de chasque a cantar un argumento a cortarme en un carrillo a dar con la coyuntura a decir lo que pasaba Y da Giltiona: Yo sé que allé los caciques yo seguiré mi destino yo sexé cruel con los crucles ‘yo soy toro en mi rodeo yo soy un gaucho redondo yo también dejé las rayas yo también quiero cantar yo también tuve una pilcha 2 omapsent yo tengo intencién a veces yo tengo otros pareceres yo tengo poca paciencia yo tenfa un facén con S yo tenia unas medias botas Lo mis extraordinario de esta reformulacién es que el nuevo orden nos recuerda enéngica~ mente que habia un viejo orden: los versos del Martin Fierto de Hernindez seguian un orden también, no estaban intercalados al azar. Fra el orden de la historia, pero con un atisbo de for- malizaci6n extrafia a los significados: el recuen— to de silabas, a rima, los paralelismos que hacen a la retérica. Todo orden contiene otro orden, & como una maquina fatente de formalizacién. Todo“) orden, sea cual sea su argusnento, es convencio~ nal y permutable. rérgica- sos del 1 orden, Era el de for- e hacen » orden, sn.Tado. wwencio- Hy algo de operacion magica aqui, que recuerda sos temores de desclasificacién del universo, que cstin en todas las mitologias. Cito a Borges, en “El Aleph”: “de chico, yo solfa maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezcl ran y perdieran en cl decurso de la noche”. B el orden siempre precario de los signos acccha tuna amenaza de digregaciOn, y tendré que ser tun formalismo u otro el que reponga el equili- brio. No importa si lo hace como una broma o una provocacién dadaista: la precariedad también. se repone, se repone esa fugacidad, ese temblor de juego e incoherencia en el que reconocemos a ks literatura Yo podria recomniendar,y lo hago, calurosamence, Ia lectura del Martin Fiero de Katchadjian, Pevo habria que aspirar a més, porque una lectura ais- lada se quedarie en la autocomplacencia de lo individual, Habria que pensar en gencraciones y generaciones de escolares a los que se les hicie~ ra leer s6lo este Martin Fierro ondenado alfabéica- ‘mente, ocultando celosamente el otto, el conven cional. Las desventuras del gaucho, consteladas en orden alfabético, y acompafiando a estos j6- venes argentinos el resto de sus vidas (porque el Juego no tendrfa gracia si no se los obligara a aprenderlo de memoria), daria origen a la larga 4 una nueva nacionalidad, distinta, si no mejor al menos mis arriesgada.. Pero Pablo Katchadjian ha subido la apuesta, y «ste afio publicé un segundo libro de lo que se hha propuesto que sea una Trilogia Argentina: El Aleph engondado. Se trata de! cuento de Borges ampliado, ampliado “por dentro”, agregando pa- labras, frases, episodios, “catalizando” mediante aposiciones sin cambiar el argumento ni agregar personajes, de modo de hacer del cuento de diez ‘paginas una novela, breve pero novela, o mis bien, pata no entrar en la discusién de los géneros, ‘un, libro”. En rigor de verdad, episodios no se agre- 82 mis que uno, repetido y en cierto modo att- torrepresentativo: Carlos Argentino Daneri, cua do algo lo perturba o emociona, se infla como un globo. A diferencia de lo hecho con el Martin Fierro, cuya extensién se mantenia intacta a pe- sar del reordenamiento de los versos (de hecho, 1b extensi6n se hacia mis exacta, pues lo que an~ tes eran 2316 versos por casualidad, se volvian 2316 versos por necesidad) aqui es la excensi6n 1h que se modifica, manteniendo el orden sin ‘cambio. En [os dos casos interviene la posibilidad del infinto: la recombinatoria de los versos del Martin Fierro podria volver a hacerse, con otras claves que la alfabética, y daria miles de millones de ‘Marin Fieros diferentes. “El Aleph” podria se~ guir engordando indefinidamente, como el za- pallo que se hizo cosmos de Macedonio Ferndndea, hasta Ilenar todos los cstantes de to- das las bibliotecas del mundo. El formalismo en general, ya sea radical, ya atenuado, es un juego de infinitos, al abrir la puerta a las permutacio~ nes y las combinatorias. El artista necesita valor, para mantener a raya la angustia o el desaliento inherentes a todo enfrentamiento con los al ‘mos del infinito, y también necesita decision, y ojo certero, para detener Ia rueda de los posi- bles en el momento justo en que la obra se ha realizaclo. En El Aleph engondado, gual que habia hecho en el Marti Fiero ordenado affebtticamente, Katchadjian. realiza dos operaciones donde parece cfectuat tuna, Aqui, amplia un cucnto fanoso, pero adetnds el cuento que amplia es “EI Aleph”. la elec- ‘ibn esté justficada, como en el Martin Fiero lo estaba por la memoria nacional, por la amplia- i6n latente en el centro del Aleph, es decir en elAleph mismo. Dentro de esa bolita laminosa es ti todo, y Borges alude al todo con su procedi- ‘miento favorito: la enumeracién cabtica. La lista es la siguiente: 1.€1 populoso mar 2. el alba 3.1 tarde 4. Tas muchedumbres de América 5. una plateada telarafia 6..un laberinto roto (Londtes) 7. interminables ojos orwaramne 3 Tigers 4 ormaranre fa. 8. todos los espejos del planeta 9, baldosas en un traspatio de la calle Soler... 10. racimos 11 nieve 12. tabaco 13, vetas de metal 14. vapor de agua 15, desiertos ecuatoriales 16. una mujer en Inverness 17. 1a violenta cabellera 18. el altivo cuerpo 19. un efncer en el pecho 20. un circulo de tierra seca en una vereda 21. una quinta de Adrogué 22, un ejemplar de la primera edicion de Plinio 23. cada letra de cada pagina 24. la noche y el dia contemporineos 25. un poniente en Querétara 26, mi dormitorio 27. un globo terriqueo 28. caballos de crin arremolinada 29.14 delicada osatura de una mano 30. los sobrevivientes de una batalla 31. una baraja espafiola 32. las sombras de unos helechos 33. tigres 34. émbolos 35. bisontes 36, marejadas 37. ejércitos 38, todas las hormigas que hay en Ia tierra 39. un astrolabio persa 40. cartas obscenas 41, un monumento en Ia Chacarita 42. el cadver de Beatriz Viterbo 43.14 creulacién de mi sangre 4, cl engranaje del amor 45. Ia modificacién de la muerte 46. el Aleph 47. 1a tierra en el Aleph 48. mi cara 49. mis visceras 50. tu cara No sé si alguien las habré contado antes, pero son exactamente cincuenta. “Sin cuenta”, inn merables. {Las habri contado Borges, y seri de- liberada esta cantidad, y el débil juego de pala- bras a que da lugar? Nadie se lo pregunté munca. ‘Cincuenta fichas, que podrian servir para un jue go de azar novelistico. La novela argentina po- dia utilizar esta maquina inagotable de genera ign de historias, En El Aleph engordado la enumeracién cabtica engonda como todo Io demis. Katchadjian in- tervala visiones extra, legitimado por lo innume- rable. Asi, entre la tres y la cuatro de Borges, es de cir, entre “la tarde” y “las muchedumbres de América”, agrega “un serrucho”.Y mas adelante: tuna corbata mosquitos tuna pigina del tratado de fisiognomia de Della Porta un gasémetzo tuna pareja peleando un manuscrito de Petrarca extraterrestres mujeres y hombres desnudos el nacimiento de cinco perros salchicha tuna joven salvaje rodeada de ardillss ‘un hombre comprando un alfajor mictobios tatuajes de prosttutas en un libro de Lombroso tun obrero en una linea de montaje lapices sun sapo aplastado por tn jeep cescarabajos bananas tun levantamiento popular en Oriente Carlos Argentino hablando por teléfono cen la tierra el Aleph en el Aleph la tierra ‘Son veinticinco exactamente, algo asi como la mi= tad del infinito, como si quisiera aportar una de~ rmostracion exta a la conocida verdad matemstica de que gona] posible fono. F gona d que en plemer “cada b avila y perdi yse rel obra de sar una HIM desieree cémod Fierro demos? Ia liters queable sigamos cosa, Ei spiral Katchar trlogta ido pr sigh edito enue beige Della Porta hme aa de- mitica de que la mitad del infinito es igual al infinito entero, Habria que pre- guntarle a Katchadjian si la ciffa estuvo caleulada, y en su caso seria posible hacerlo, ya que él si esti vivo; bastarfa con lamarlo por telé- fono. Pero seria intl, porque en realidad no hay, en este aspecto, guna diferencia entre un autor vivo y uno muerto. Es curioso notar que en las dos series, en la de las visiones originales y en la de los su- plementos, la que esti en el centro es autoinclusiva. La de Borges es “cada letra de cada pagina”. y en un paréntesis:“de chico, yo solia ma- ravillarme de que las leis de un volumen cerrado no se mezelaran y perdieran en el decurso de la noche”. La de Katchadiian es irénica, y se refiere més bien a su propia intervenci6n, Kidica ¢ infantil, en la obra del maestro:“vi en una linea de montaje a un obrezo dejando pa- sar una cuchara deforme”, una cuchara para tomar sopa de letras. El Martin Fierro, el Aleph. El gaucho vag:bundo urdiendo en el desierto de los afios su destino, y el escritor inmovilizado en una in- cémoda escalera, con Ja vista fija en un punto del espacio. El Martin Fierro ¢s el tiempo de la literatura argentina, el Aleph su lugar. Son nuestras categorias, fuera de las cuales no podemos pensar. 0 si po- demos? Por lo pronto, podemos escribir. Bl pensamiento descubre en 1a literatura el tercer término superador de las oposiciones infran- queables del adentro y el afiera el antes y el después. No importa que sigaunos pensando en los viejos términos, y que no podamos hacer otra cosa. En str papel de promesa, Ia literatura es ese horizonte sinuoso, «spiralado, en el que el pensamicnto se redime de sus limitaciones. Pablo Katchadjian anuncia para el aiio que viene el volumen final de su trilogia: El matadero de Echeverria. No sé qué hari con él, no he que- rido preguntarle; podemas esperar cualquier cosa. & siglo veintiuno editores roared eens sate Imgenes. Eduardo Naver, Lav y banana (2008), dibujo enlipiz sabe hoja Ag (César Aira rac en Coronel Pringles en 1949, Le confsin (Rosario, Beatie Viterbo, 2009) es! ‘hime de sus mas de cincuena Wbros public dos. Este texto os un fragmento dela conferencia ‘on la que Aira abrié el sto. Congreso Argentino de Literatura de Santa Fe en agosto de Pablo Katchadjian publics EI Metin Fi do ofabeicmeate (2007) y El Aleph e f 2009, ero orden gonad (2009) en IAP (Imprenta Argentina de Poesta), (en Buenos Aires. cormarame 5.

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