Está en la página 1de 16
4A CONACULTA ANNE ULI PAL MARCEL DIME ENTRE OCTAVIO PAZ Y MARCEL DUCHAMP HTTP://WWW.TIERRAADEN RO. Oe GOB. »MX/E MARCEL. DUCHAME/) usu) Nacida en Paris en 1926 de padre china y madte francesa, Monique Fong fue cioulo de André Breton durante los anos del segundo surrealisma En el mbito de los cofés surrealistas conoce 0 Octavio Paz, @ quten recon como su mentor En 1951 se muda a Washington DC para trabayar como intérprete dos con y traductora del Plan Marshall En Estado: y traba amistad con Morce! Duchamp, amistad que perduraré hasta fa muerte del ortsta. Fue también cercana ol compositor poeta y artista visual John Cage, cuyos escntos y dloros edits y vodyo &s autora de Duchamp des oiseaux (| fchopoe Paris, 2008), una evocacién personal de Marcel Duchamp mundo, como resultado de un accidente, Las cosas se volveron a la vvez més arduas y mas simples. La realidad llegaba a mi filtrada, por la familia, los amigos, los libros, la radio. En la radio escuché una mesa redonda sobre Diew dean y recibi la evelacién de la etnologia. Por radio escuché el hermoso poema de René Char “Allégeance!!". Como nadie supo decirme en qué libro hallarlo, le escribi. Char me respondid, me envis Furour et Mystére (1948) y, més tarde, otros ttulos suyos Pp asé los cinco primeros meses de 1949 més o menos aislada del Fortalecida por la respuesta de Char, escribi a Breton, quien ocupaba en mi vida un lugar tan importante desde que un amigo de mis padres me prestara Nadja. Me respondié con una hermosa carta en la que proponia que nos conociéramos a su vuelta a Paris. La mejor amiga de una de mis hermanas era, a la sazén, hijastra de Claude Lévi-Strauss y su madre me invit6, amablemente, a cenar con ellos en compaiifa de Breton y su mujer Plisa. Al final de la velada, Breton me insté a visitarlo en la rue Fontaine. Mi arrobamiento era total. Pronto me vi invitada a sumarme a las reuniones del grupo surrealista. Pocas cosas habian, hasta entonces, cambiado a tal punto mi vida. Cierto, “ir al café” no hacia de uno, de la noche a la mafana, un surrealista. ;Pero vaya que era exultante! Estaba orgullosa y, a un tiempo, vagamente decepcionada. “Aqui me limitaré repetir que el surrcalismo, en el momento que conoet a Breton y a sus amigos, habia dejado de ser una llama pero era todavia tna brasa” (Octavio Pay, ltinerario, 1994). Yo conoct a Breton en ese mismo momento. Sea lo que fuere, segué yendo al café, primero todos los domingos, luego, a veces, en la semana. Allllegar, un dia entre semana, hallé a André Breton y a Benjamin Péret en compaifa de un hombre y una mujer, jévenes ambos, a quienes no conocia. Desconocidos, y visiblemente extranjeros —lo supe antes de que su acento los traicionara. Era 1949. En un Parfs atin gris por la pobreza de la guerra, cron clegantes sin ostentacién, bellos uno y la otra, desenvueltos, sme pai y también diferentes. Benjamin Péret, vuelto hacfa poco de México donde lo habia conoci ardor emanaba de él, un ardor poco habitual en Paris —una mezcla de inteligencia, calidez e ingenuidad. Su nombre no me dijo nada, pero Breton lo trataba con consideracién. Lo que en ese momento contaba para mi era que fuese mexicano, lo, habia presentado a Octavio Paz con André Breton. Un Habfa descubierto México en el cine de Eisenstein, y me habia arrobado con ese pais de encantamientos mostrado de manera sorprendente, Todo, las calaveras de azsicar, los volcanes negros bajo un cielo también de azticar, los conmovedores rostros de los peones, tuna impresién de sagrado, los rmagueyes, la arquitectura, la muerte siempre presente, Més tarde, me hhabian gustado los dramas del ‘Indio’ Ferndndez, habia lefdo The Ancient Maya, y descubierto después una lengua magica, tan alejada de las nuestras —"Tuna del aguila’, “Colibri de la izquierda’, “Tierra de la escritura’, imagenes cargadas, infinitamente reversibles”!. Habia escrito dos o tres ‘poemas sobre ese México imaginario. Se lo mencioné, al partir del café, a ese mexicano real, Con la generosidad cespontnea que demostré toda su vida, de inmediato me invit6 a pasar una noche por su casa a mostrarle mis poemas. j suerte que tuve de ir esa tarde al café! “El azar siempre dispone de un poeta para guiar a los jévenes extraviados’, habria de escribir més tarde Blanca Varela, una de las jévenes «que, como yo, conocieron a Octavio Paz. en Paris en esa época bendital), Algunos dias més tarde fui a su casa, sin duda a cenar. Nada recuerdo de esa primera vez, acaso porque la siguieron tantas otras. Tampoco me acuerdo qué pudo haberme dicho de mis poemas, cudntas personas habia aquella noche y menos atin quienes serian. Me acuerdo de un sentimiento desconocido de alborozo y de libertad. Hasta que las circunstancias de vida de unos y otros nos dispersaran al cabo de unos meses, ese lugar y quienes alli se reunian serfan para m{ una especie de la mano, Un de encantamiento casi constantemente al alcance encantamiento que ya nunca olvidé, y que tampoco volvi a encontrar. Cuando jugébamos, entre franceses, a los “juegos surrealistas”, algo tenia de ceremonial, era serio —con esa seriedad que hizo sonreir a John Cage durante los exilios neoyorquinos de la guerra. En casa de Octavio, donde casi todos los visitantes de entonces venian de América latina, se jugaba con jovialidad. Me gustaba Ia naturalidad con In que constantemente ‘pasébamos de la discusién sabia a una partida de charadas, un interludio de ‘mambo u otro baile, antes de retomar una o varias intensas discusiones. Las partidas de charadas nos hacian descubrir hasta qué punto el sentido de los, gestos difiere de un pais a otro. De cuando en cuando nos separdbamos con la obligacién de traer, al encuentro siguiente, un poema. Habia hallado un hhogar de eleccién. Traje a un joven poeta que habia conocido y, casi tan pronto, a mis tres hermanas, Ni ellas ni yo volvimos nunca a deambular como lo hicimos con algunos otros por las calles silenciosas, cantando acompafiadas por la guitarra de Carlos Martinez Rivas una noche de navidad al salir de casa de Octavio. ;Qué felicidad! Y no sélo para mi. Muchos de nosotros nos volvimos a ver, en distintos puntos del mundo y a través del tiempo, con o sin Octavio, Nuestra amistad pasaba por él, por una nostalgia compartida de esa época, tan corta sin embargo, Habia un nudo de personas, jévenes las més, Llegadas con una beca de la uunesco o de alguna otra institucién, a descubrir Paris, inaccesible durante los atios de la guerra. Recuerdo sobre todo a un pintor peruano, Fernando de Szyszlo, ya Blanca Varela, su mujer, también poeta, que siguieron siendo ‘mis amigos, y a dos poetas de Nicaragua, Carlos Martinez Rivas, cuya pocsla Octavio ya admiraba, y Ernesto Cardenal, mejor conocido fuera de su pais por su compromiso politico. Tantos otros visitantes —«mujeres bellas que seducian y hombres llenos de ideas que también seducian» (Blanca Varela) — de quienes recuerdo sobre todo los nombres. Es curioso, pero nunca coincidi ahi con quien fuera el gran amigo de Octavio Paz, Kostas Papaioannou, el filésofo griego. Lo conoci en un atelier de la rue Daguerre all que Octavio me llevé dos o tres veces. se lugar tan leno de incentivos quedaba a una media hora de marcha de la ceasa en que entonces vivia y, euando iba sola, Octavio me acompaftaba al terminar la velada. Tenia, naturalmente, la inteligencia y la euriosidad que conservé toda su vida. Tenia, ya, una sorprendente y miiltiple erudicién. sos paseos se volvieron para mi en una verdadera educacién —que afios mis tarde otro mexicano calificara de “educacién poética”. Yo no conocéa, por ejemplo, mas que la poesfa francesa y, un poco, la de lengua inglesa, que habia estudiado en el colegio. Ni siquiera la norteamericana, Gracias a él, de pronto ofa hablar de todo, o asi me parecfa. Poetas para mi desconocidos que me conminaba a leer: Stephen Spender, Antonio Machado, Ezra Pound, Cesar Vallejo, Hart Crane, D. 11. Lawrence, San Juan de la Cruz... Cuando Viajé a Inglaterra de inmediato compré los Cantos de Pound, Pero, jsi hubiera sido sélo la poesfa! Me haefa conocer también las mitologias, la politica, Ia historia, tal y como él las decantaba, Nunca olvidaré el dia en que, caminando a Jo largo de las rejas de la alcaldia del 16¢me arrondissement, me explicé lo que habian sido los procesos de Mosca. En otra ocasién, me refirié su horror cuando supo de la envergadura del Gulag, que no se llamaba atin Gulag, No capté toda la valentia de su actitud. En esa 6poca no se podfa ser “de izquierda” y criticar a la Unién Soviética. Era jugar 1 juego de los imperialismos. ¥ Louis Aragon no era el tinico que vigilaba a quién lo hacia, Octavio era ajeno a obediencias, asumiendo el aislamiento que ello a menudo podia provocar. «Siempre tuvo razénm, reconoceria més tarde Fernando de Szyszlo, lamentandolo casi. Era clarividente y ningin ataque a la libertad escapaba a su vigilancia. ¥ se equivocé atin menos puesto que reconocia sus ignorancias. Muchos aitos més tarde, después de la masacre de Tlatelolco y su renuncia, serfa desterrado de las publicaciones oficiales y se le negaria la oportunidad de dar clases en la universidad. Pero todavia no estabamos en ello, :Sélo porque todos éramos jévenes nos sentiamos levados por cierta esperanza? Los franceses de aquel grupo habfamos sido liberados y nos pareefa que ello iba mas allé que la partida del invasor. Sabedor de mi ignorante fascinacién por México, Octavio me lo platicaba. Me explicaba incansablemente el fanatismo, la resignacién, el secreto, la violencia —Ia belleza. Era una introduccién viva a El aberinto de la soledad. cuando los primeros ejemplares legaron a Paris, me dio uno para que prosiguiera con el descubrimiento y aprendiera espaol. Le habia yo dicho que mi nombre, en chino, significaba “viento” y la dedicatoria reza: “Para Ménica, Vi me cuesta creer q nlo, Aire, Sol, con el carifio de Octavio". Tantos afos después nido tanta suerte. Quisiera poseer una e haya yo memoria més precisa, més sabia, haber tomado notas. Recuerdo los cautivadores acercamientos conceptuales entre Quetzalcéatl, un sol azteca w otto, y la reaccién de Moctezuma a la legada de los espaiioles; tantos nombres que yo no conocia, 0 conocia tan poco, y que Octavio inscribfa sin esfuerzo alguno en un universal abstract, Podria volver a encontrar los hechos en los libros, pero ya no mi emocién de entonces ante una historia tan sorprendente y sus inagotables repercusiones. ‘A causa de esa pasién mia por México me llevé una vez a una conferencia sobre los Lacandones de Chiapas. Llegé contrariado porque el Consejero lo habia reprendido por utilizar una méquina de escribir de la embajada para pasar en limpio sus poemas. Su respuesta: “Un dia estaré usted orgulloso de que Octavio Paz haya pasado en limpio sus poemas en esa méquina’. ‘ya lo que el Consejero le contesté. Lo que sé, es que conté la anécdota a Szyszlo, aos més tarde. Comenté, y es justo, que desafortunadamente el renombre llega cuando el Consejero o sus pares ya estan muertos. ‘Mis que opinar, yo escuchaba: tenia todo por aprender. La mitologfa azteca no era, ni por mucho, la tinica de la que él me hablaba. ‘in no conocfa Octavio el Oriente, pero Diana “gozne del mundo, apariencia que se disipa y reaparece” fue una vez largamente evocada para comprender acaso a la fascinante y peligrosa Elena Garro. Al escribirlo, pienso en el lugar que cocupa el gozne, la idea del gozne, en el segundo libro que escribié, mucho més tarde, sobre Marcel Duchamp. La intuicién de la articulacién de las cosas fue siempre uno de sus instrumentos. Pero toda esa seriedad no impedia que fuéramos a escuchar a "Les fréves Jacques’, alSaint-Germain des Prés de aquellos tiempos, hoy legendari. Generoso” es un término que vuelve, una y otra vez, en las reminiscer de unos y otros, Octavio descubria constantemente y hacfa don de sus deseut mientos. Dialogaba con sus lecturas, y las conversaciones qué suscitaba en torno a ellas enriquecian aquel didlogo y los otros. “Octavio fa, como siempre, un regalo, que puede ser una idea, un libro, una pregunta, una noticia” dice, una vez més, Blanca Varela. Es lo que sentiamos todos, todos esos jévenes que éramos y a quienes tanto daba Ademas de los regalos que ella enumera, aclemés de los poemas que escribia y compartia, Octavio nos ayudaba. Desde Paris, hallé un editor a los poemas, de Blanca. El prefacio que escribié para ella realiza el inventario de todo lo que compartimos: “Creiamos en la eficacia de la palabra, en el poder del signo. El poema o el cuadro eran exorcismos, conjuros contra el desierto, conjuros contra el ruido, la nada, el bostezo, el claxon, la bomba. Escribir cra defenderse, defender a la vida. La poesia era un acto de legitima defensa. Eseribir: arrancar chispas a la piedra, provocar la luvia, ahuyentar a los fantasmas del miedo, el poder y la mentira, Habia trampas en todas las, ido’, la de la. falsa trae ese esquinas. La trampa del éxito, la del ‘arte compron pureza. El grito, la prédica, el silencio: tres di Contra las tres, el canto, En aquellos que 0 lo ha descrito tan bien. fas todos cantamos”. Me gustaria citar todo ese prélogo wvio escribi6, algunos aiios més tarde, sobre aquel periodo!), Nadie En 1950, Breton y el grupo surrealista trabajaban en un Almanague surrealista del medio sgl, Aunque Octavio Paz hubiera afitmado varias veces que é no era un surrealista, Breton le pidié un poema, Entregs “Mariposa de obsidiana’. No recuerdo porqué Breton decidié que yo lo traducitia. Yo no sabia espaol, Una de mis hermanas lo habta estudiado en el colegio; ella me ayudarie. Benjamin Péret, quien habia pasado on México la guerra, revisaria el resultado. Fl resultado es decoroso —mis tarde volvi a hacer la traduccién, ya sola, por mi propio placer. Resulta extraordinario aque la poesia, el poema, hayan salido airosos de todo eso, Recuerdo todavia mi felicidad al ir descubriendo, palabra por palabra, que mi amigo mexicano era un gran poeta. El me explicé ‘Tondntzin y el lago de ‘Texcoco!®l Aunque llegué relativamente tarde a lo que Blanca Varela llamaria después una tertulia, fui quizds la primera en dejarla. En la primavera de 1951 parti a trabajar en los Estados Unidos, Por un afio, crefa, Me parecia tan imposible que unos y otros nos reencontréramos que parti sin la direccién de nadie, Al poco de legar a los Estados Unidos conoci a Marcel Duchamp. Su renombre de entonces nada tenia de lo que es hoy. Resultaba natural frecuentarlo si uno era, de cerca o lejos, un surrealista. Yo vivia en Washington, pero casi cada vez que venia a Nueva York pasaba a visitarlo. También con él deambulé mucho, descubriendo una ciudad tan diferente de la mia; mucho aprendi de su magisterio “insidioso y analégico". Al cabo de un intervalo de ocho afios o més volvi a encontrarme con Octavio en Paris. Habria de volver a verlo en Washington, en New York, en Pittsburgh y en México, aunque nunca en Delhi donde vivié largo tiempo y cred, imagino, un foco parecido al de Paris. A pesar de sus invitacion: ‘nunca consegut ir. De Delhi me escribié por primera vez algunas lineas sobre Marcel Duchamp. En una carta de 1965 me contaba haber conocido a John Cage durante la gira mundial de la compaiiia de Merce Cunningham el aio anterior: "A mi Cage me conquisto plenamente: una mezcla de Satie y Basho". Yo, por mi parte, habfa sufrido un verdadero flechazo al leer Silen su primer libro, y pensé que debia darse a conocer en Francia. Le habia escrito. La suerte quiso que Cage le hablara de mf a Octavio, quien le dijo que me conocia y le aconsejé se asegurara de que yo misma hiciera la traduccién, En la carta en cuestién, Paz escribe: “Y a propésito de arte y artistas modernos: la figura de Duchamp sigue conservando para m{ toda su fascinacién enigmitica, sobre todo ahora que muchos de sus hallazgos se han vuelto del dominio paiblico. Pero lo que hacfa tinicos a sus hallazgos no era el ser hallazgos, ocurrencias més o menos felices, sino el hombre —« enigma— que les conferia el valor de lo irrepetible... Duchamp, al revés de Picasso o de Ernst 0 Mird, no es un camino: es el extremo limite, el muro que hay que saltar 0 perforar’ ‘A finales del aio siguiente, Octavio enviaba a Marcel Duchamp su primera tentativa de comprender el enigma, Marcel Duchamp o el castillo de la ‘pureza. Le sugeria, si no lefa el espafol, que pidiera ayuda a algiin amigo, a mi por ejemplo. Y fue justo el momento en que, por azar, me habia convertido, en Nueva York, en su vecina. EL 6 de enero de 1967, dia de la fiesta de reyes, fuimos a casa de los Duchamp a conocer el texto. Duchamp, que habla pasado un aio en Argentina durante la Primera guerra, sabia espafiol; su mujer, no. Ofrect hacer una lectura en francés a libro abierto, que podrfamos grabar, lo cual resultaria més répido que una “verdadera” traduecién. Duchamp pidié prestado un magnetéfono ¢ informé a Paz. Las cosas se hicieron con relativa rapidez tomando en cuenta la tecnologia de la época y, un mes més tarde, recibf una primera misiva de Octavio: “Hace tres dias, me encontré con la carta de Duchamp (me alegré muchisimo), en la que me cuenta que puclo leer mi texto y que tit preparas una traduccién que seré grabada en un ‘magnetéfono Sony. Espero la cinta con impaciencia... Por supuesto, me da ‘muchisimo gusto que ti, esponténeamente, te hayas brindado a traducir mi ensayo”. La carta es de tres paginas, dactilografiadas, En ella evoca ya una eventual publicacién del ensayo en francés. Demasiado largo para un articulo de revista, demasiado corto para un libro, apareceria en espaiiol en la Revista de Bellas Artes. Octavio responde también a todo tipo de detalles, como haria para el resto de esa traduccién y la siguiente. Me parece admirable que estuviera dispuesto a tomar en cuenta mis sugerencias, La cinta que Octavio esperaba “con impaciencia” se tomé su tiempo y debié escribirle a Duchamp, a quien ain escucho comentdndome “es impaciente, ese seftor”, Con la geografia, que nos mantenia lejos los unos de los otros ya todos lejos de Paris, tuvo muchas otras ocasiones de impacientarse. No recuerdo que nos demordramos mucho con la revista que preguntaba si el texto era «un anélisis que deslinda la obra de la leyenda». Me parece ademds que aquella no era una revista ilustrada, aunque Octavio concedia una importancia capital a las ilustraciones que Duchamp habia prometido entregarle, En mi agenda de aquellos tiempos encuentro toda clase de nombres y direcciones: ‘Gil, Connaissance des arts, Métro, Art International —pero si alguien les escribié, esa no fui yo. Duchamp me aconsejé que consultara a Robert Lebel, autor del ineludible Sur Marcel Duchamp, quien tenfa sobre nosotros la enorme ventaja de estar en Paris. Respondié muy pronto, pidiendo precisiones. La biisqueda de una revista pronto cedié lugar a la idea de una monografia abundantemente ilustrada, y a la biisqueda, por consiguiente, de un editor. En la sola fuente de que dispongo —las cartas de Octavio— se hallan diversos nombres: Skira, quien habria quizds publicado el texto en varios idiomas, Le Soleil noir, Pauvert, Le Terrain vague —los editores a los que Octavio habia pensado cuando quise traducir a John Cage. Todo era atin més 0 menos virtual cuando Octavio mencioné por vez primera a Claude Givaudan, «No sé silo conozeas. Es un muchacho que ha editado varios libros-objetos y que acaba de abrir una galeria de escultura en Paris... Givaudan tiene mucho entusiasmo y estoy seguro que le interesarfa publicar mi texto en tu traduecién, Hoy mismo le eseribo” Estébamos en marzo de 1967. Givaudan preparaba su memorable exposicidn Ready-mades et éditions de et sur Marcel Duchamp. Al final de st. carta, Octavio agregaba una amigable reflexién manuscrita: «Me dio mucho gusto saberte cerca de Duchamp". La impaciencia no tardaria en reaparecer. Un mes después, Octavio no habfa recibido ni una sola respuesta. Varias cartas, enviadas al mismo tiempo a varias personas, se habfan extraviado, y a principios de mayo mandé el telegrama que me siguié hasta Florida para decirme que Givaudan necesitaba urgentemente la traduecién eserita para que el libro pudiera salir al momento de la exposicién. "Seré un libro sencillo” inquictaba, amablemente, por mis honorarios proponiendo incluso compartir conmigo sus derechos de autor. No quedaba ya tiempo de modificar el texto, que contenia detalles destinados a un piiblico de lengua espafiola, acaso superfluos, No sé qué habré querido decir Givaudan con “un libro sencillo”. EI que publicd es quizé simple para un “libro-objeto” pero tomé demasiado tiempo para salir durante de la exposicién, e incluso para los ochenta aiios de Duchamp. El libro mismo, abundantemente ilustrado por Duchamp, iba acompafiado de una serie de dieciséis liminas de acetato transparente en las que figuran, en. serigrafia, las sombras blancas de dos ready-mades. Habia que ensamblarlas en orden para reconocer la Rueda de bicicleta sobre tun tabarete (1913) y el Porta botellas (1914). Para abril de 1968, Paz atin no habia recibido un ejemplar. Durante mucho tiempo, basté con decir "68" para evocar, como se dice en inglés, the year that was. En los Estados Unidos, dos asesinatos de grandes consecuencias; en Paris, revueltas histérieas; en México, “los acontecimientos”...Para Octavio, fue ademas el ano de la muerte de la hermana, eufiado y sobrino de su joven esposa en un accidente aéreo —y el afio de las consecuencias personales de “los acontecimientos". Ain se pregunta uno por qué curiosa distraccién el comité olimpico le pidié que escribiera un poema exaltando al espiitu olimpico. De entrada, se rehus6, Después de Jo que en sus cartas denominaba “el giro reciente de los acontecimientos’, escribié un poema dedicado a un par de amigos norteamericanos, México: Olimpiada de 1968. Renuncié a su puesto de embajador y debié afrontar toda clase de incertidumbres: "No sé si debo regresar a México o si seré més itil fuera”. La muerte de Duchamp —2 de ‘octubre de 1968— Io afecté menos directamente que otras. Durante una de sus primeras estancias en Harvard, le envié un texto sobre 4, inspirado en un ensayo suyo que me gustaba mucho: “Recapitulaciones”, de Corriente alterna. Le desagrad6. Me llam6 por teléfono para decirme que lo hallaba instil, sin darme mayor explicacién. Nunca publiqué el texto, pero nuestra amistad atraves6 un eclipse de varios afos. Un buen dia, sin previo aviso, lamé por teléfono. Hal libro sobre Marcel Duchamp, mucho més largo, y querfa que yo lo tradujera al francés, Nada de andar buscando editores esta ver. Tampoco estaria el problema de las ilustraciones, ni una correspondencia triangular con Duchamp. El libro tenia la extensién requerida y los escritos de Octavio Paz los publicaba ahora la editorial Gallimard, sin duda la més respetada en Francia, De una de sus cartas deduzco haberle sugerido dar como titulo al ensayo (que retomaba también, revisado, el primero) L’Apparence mise 4 nu ‘par Marcel Duchamp, méme. “Tu opinién sobre el titulo me ha quitado un peso de encima... Se me ha ocurride modificarlo un poco: L’Apparence mise 4 nu par Duchamp, méme... ;Qué te parece? A mi, te lo confieso, me gusta mucho. Fs una sintesis de mi ensayo —Ila obra de Duchamp gira en torno al ion sugerencia, al final no fue retenida: el titulo del original es Apariencia desnuda, el de la traducci6n, Marcel Duchamp: 'apparence mise é nu... Una vex més, tratamos de hacer coincidir Ia publicacién del libro con una exposicién —en este caso, la primera retrospectiva Marcel Duchamp en Francia con que se inauguraba el Centre Pompidou. Esta vez. estuvimos a tiempo. escrito un segundo ¢ introduce una nota de metaironfa’. La gozne Apariencia/Apari La duchampologia tomaba vuclo y Paz se preguntaba cémo seria acogido stu libro. "Tengo curiosidad —;C reaccién— de los lamados ‘especialistas”? Mi libro va un poco contra Ia corriente y contra la imagen —falsa a iil seré la reaccién —si es que hay una juicio— que los ‘adeptos’ se han hecho de Duchamp”, La imagen y el mito no han hecho sino crecer. A los testimonios y recuerdos los sepulta una masa de glosas. Haber sido amigo de Duchamp pesa menos que ser un Duchamp scholar, como nos dijeron, a una amiga y a mi, al poco de su muerte. Al releer las cartas de Paz y Duchamp me pregunté un instante si la geografia les brindé alguna vez ocasién de conocerse personalmente. Pienso que si, al parecer sélo una sola vez, segtin una carta de Duchamp: “Givandan, a quien vi mucho en Paris, trabaja duro en la presentacién del texto de Octavio Paz, liste debe pasar a Cadaqués ylo ‘esperamos’ cada dia’ Al releer estas cartas compar a es0s dos ‘puntos cardinales’ de mi juventud. Me divierten sus contradieciones. ";Piensa usted que deberia yo ", me pregunté Marcel Duchamp al poco de conocernos. Queria hacerme ver la inanidad y el estorbo de un exceso de lectura, Es verdad que leia poco. No habia ni terminado de cortar las paginas de Arcane 17, de Breton, que a mi me parecia un libro del que uno nnumea se repone. Me dio, para que me los llevara, cantidad de libros escritos, sobre él. Daba la impresién de no necesitar leer, de ser invencién pura. Octavio Iefa constantemente, obsequiaba sus lecturas a sus amigos. Sus didlogos sobre sus lecturas se convertian a veces en libros que a su vez obsequiaba. Hacia y se hacia preguntas sin fin. "Es claro que hay elementos, alquimicos en Duchamp, como hay elementos de neo-platonismo y ecos, en su erotismo, del amor cortés. Los mas importantes, a mi juicio, son los leer a Nerval antes de mori neoplaténicos... Lo mismo debe decirse sobre las especulaciones sobre la cuarta dimensién. Pero Duchamp no debe haber leido a los filésofos neoplaténicos como no ley6 a los poetas provenzales ni a los alquimistas: Duchamp es parte de una tradicién, Esto es lo que he querido mostrar desde el principio...". Dudo, en efecto, que Duchamp haya lefdo a agin neoplaténico, Octavio tuvo, no obstante, la generosidad de escribirme: “Tu texto sobre Duchamp me gusté de verdad. En realidad asi es como habria que escribir sobre él. Tienes razén: leyenda y misterio no son palabras que deban aplicarse a Duchamp. La que conviene es transparencia - la palabra mas misteriosa del lenguajel””, Marcel Duchamp o la transparencia pasada en claro”. Nueva York, febrero del 2014 Traduecién de Alain-Paul Mallard [1] Se refiere al libro de Marcel Griaule Diew d'eau. Entretiens avec Ogotemmeéli, 1948, todo un clésico de Ia literatura etnografica, en el que se exploran las estructuras del pensamiento sagrado entre los Dogon (Mali). N. del [2] Libro de divulgacién (1946) del arquedlogo y epigrafista norteam Sylvanus Morley. N. del T, {3] Varela, Blanca “El azar siempre dispone de un poeta para guiar a los ‘Insula, nimero 532/538 abril-mayo de 1991, p. 13, jovenes extraviado: [4] El prologo a la primera edicién de Ese puerto existe (1959) de Blanca Varela [5] Almanach surréaliste du demi-siéele, niimero especial de La Nef, marzo: abril de 1950, no.63-64, Editions du Sagittaire [6] Véase Mariposa de obsidiana’ en guia sol? [7] Bl texto de Monique Fong al que Paz hace referencia es "Marcel " publicado en el niimero de mayo-junio de 1967 de Les Lettres Nouvelles, la revista de Maurice Nadeau. [N. del T.] Faosbock =) (htp:tav Ferandenteconscula gob lene octavo pas-yareal cham? ssbooande wir 2 ta gob mdente-ocao-par parcel cuchamp? (rapshaveseraadento con “hares nbeN) Ture (wpm sorasentocinaita gob merteccndogarracaisenanen oe (raner oes oh r-ocninpzy-naral hana al * * se careoeinca tamu seranerto soci goblet oda pny urea? ‘haresemaianbet) AUTORES

También podría gustarte