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Nathan Wood

1 Junio 2015

Que pierdan los Giantes y que ganen los Doyers.

Cuando yo era chico, me encantaba ir a los partidos de bisbol de mi equipo


favorito, Los Doyers de Los Angeles. Mi padre, dos hermanos y yo bamos en los
viernes del verano al estadio de los Doyers, lo cual se quedaba menos que 30
minutos de distancia, pero a causa de la trafica horrible que abarrotaba el 10
Freeway, nos costaba por lo menos un viaje de una hora.
Pero a nosotros, no nos costaba el viaje. Simplemente salamos temprano de
nuestro apartamento afuera de UCLA, primeramente parndonos en el 711 para
comprar comidas, las cuales llevaramos furtivamente por la seguridad del estadio,
y disfrutbamos el tiempo como hombres en nuestro coche. Siendo una familia
pobre de padres estudiantes, comprbamos la comida mas barrata, pero la cual,
para m, era la ms dulcelos redvines, los slurpies, los cacauates. Yo todava
recuerdo yendo en el carro con las ventanas bajadas. En el radio se escuchaba
What I Got de Sublime. Habia un lirico: Got to find a reason/reason things went
wrong/Got to find a reason why my moneys all gone. Al eschucharlo, el padre
siempre nos apuntaba el dedo, diciendo, Aqu! Siempre, siempre, siempre nos
reamos, todos juntos. Nunca nos cansamos del viaje este.
Al llegarnos, sentimos la mgica del estadio. El olor, la visin, los sonidos. Los
Mexicanos. Que pierdan los Giants y que ganen los Doyers, dicen. Digo a mis
hermanos que deberamos irnos cerca a la caseta, a ver si nos darn un bisbol o
un autgrafo. Claro, no nos darn nada, pero intentemos puesto que si los sueos
verdaderamente ocurren, esos seguramente aconteceran en un estadio como este,
en un da tan bonito como este. Nos inclinamos sobre la cerca que nos impide de

correr al terreno donde estn los jugadores. Miramos con serio enfoque a los siete
jugadores que han llegado tan temprano como nosotros. Sale de la caseta el
Tommy Lasorda; jugador, no; entrenador, no; manager legendario de los
maravillosos Doyers de los ochentas y noventas, s. Nos ve. Se nos acerca. Nos
paramos increbles. Saca de su bolsillo dos bisbol y los firma, diciendo algo pero no
podemos enfocarnos en lo que dice. Solamente esperamos, encantados,
embelesados, sonando.

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