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EL OFICIO DE ESCRITOR
delante de m, la palabra creca como una mujer gigante que
traa en sus labios los signos de dos mundos reencontrados:
el de all, donde los alcaravanes hacan su altar junto al mar,
y el de ac, donde los copetones se perdan como una hoja
ms entre los arbustos. Sin embargo, era Hlderlin el que
permanentemente me preguntaba: Tornan de nuevo las
grullas a ti, las naves el rumbo tuercen, van de tus playas en
pos? Serenas y ansiadas brisas llegan al plcido mar, y al sol
asomando del abismo el delfn, luz nueva inunda su dorso?
El preguntar me llevaba a establecer diferencias con las
voces generacionales que me acompaaban a leer y ms leer.
Yo no era yo, sino lo que la palabra teja de m. Los primeros
versos recogidos y publicados por la editorial Adonais, en
la Antologa de una Generacin sin nombre, llenaron mis
pulmones de aire y, en un respirar potico no convencional,
constru mis imgenes. Todo este andamiaje estaba basado
en lecturas del romanticismo, de los surrealistas europeos
y americanos, de Whitman, lvaro Mutis, Manuel Scorza,
Pablo Neruda y el Siglo de Oro Espaol, donde galopaba
Quevedo intercalado con la Generacin del 27, que me
llevaban a los extremos de una palabra que tensionaba todos
los mundos posibles.
La vida no me dej extraviar de la poesa. La terquedad
era irrenunciable, porque no haba sino una sola opcin:
caminar con un mundo simulado frente a las repulsiones del
mundo real.