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— tan 968-23-0119-x vopiea “est ‘BX michel foucaulf” HISTORIK DE LA SEXUALIDAD 1 4INDONoO jeudIW Jaqos ap pojunjon DIL | Qvanrnxds N11 3d NIMOISIH | 2, METODO Luego: analizar la formacién de cierto tipo de saber sobre él sexo én términos de poder, no de re- presién o ley, Pero la palabra “poder” amenaza introducir varios malentendidos. Malentendidos acerca de su identidad, su forma, su unidad. Por poder no quiero decir “el Poder”, como conjunto de instituciones y aparatos que garantizan la suje cién de Jos ciudadanos en un Estado determinado. Tampoco indico un. modo de sujecién’ que, por oposicién a Ja violencia, tendria la forma de Ia regia. Finalmente, no entiendo por poder un sis tema general de dominacién ejercida por un cle; mento 0 un grupo sobre otro, y cuyos efectos, merced a sucesivas derivaciones, atravesarian ¢ cuerpo social entero. El andlisis en términos de poder no debe postular, como datos iniciales, soberanfa del Estado, la forma de la ley o la uni dad global de una dominacién; éstas son més bien formas terminales, Me parece que por poder hay que comprender, primero, la multiplicidad de las relaciones dle fuerza inmanentes y propias del do minio en que se ¢jercen, y que son constitutiva de su organizacién; el juego que por medio de luchas y enfrentamientos incesantes las trasfor las refuerza, las invierte; los apoyos que dichas relaciones de fuerza encuentran las unas en otras, de modo que formen cadena o sistema, o, contrario, los corrimientos, las contradicciones que afslan a unas de otras; las estrategias, por ultimo, 2) ue las tornan efectivas, y cuyo dibujo general o cristalizacign institucional toma forma en los apa- ratos cstatales, en Ia formulacién de Ja ley, en las hegemonias sociales. La condicién de posibilidad del poder, en todo caso e! punto de vista que permite volver inteligible su ejercicio (hasta en Sus efectos mis “periféricos” y que también per- mite utilizar sus mecanismos como cifra de inteli. gibilidad dei campo social), no debe ser buscado en Ia existencia primera de un punto central, en un foco Unico de soberania del cual irradiarfan for. mas derivadas y descendientes; son los pedestales moviles de las relaciones de fuerzas los que sin cesar inducen, por su desigualdad, estados de po- dex —pero siempre locales e inestables. Omnipre- sencia del poder: no porque tenga el privilegio de reagtuparlo todo bajo su invencible unidad, sino Porque se esti produciendo a cada instante, en todos los puntos, o més bien en toda relacién de " punto con otro. El poder esti en todas partes; Ro es que lo englobe todo, sino que viene de todas partes. ¥ “el” poder, en lo que tiene de per- manente, de repetitivo, de inerte, de autorrepro- tor, no es mds que el efecto de conjunto que se dibuja a partir de todas esas movilidades,- el cneadenamiento que se apoya en cada una de ellas y trata de fijarlas. Hay que ser nominalista, si | ducla: el poder no ¢s una institucidn, y no es una sstructura, no ¢s cierta potencia de la que algunos n dotados: es el nombre que se presta a estratégica compleja en una socie- eCabe, entonces, invertir la formula y decir que la politica es Ia continuacién de la guerra por Gtros medios? Quizi, si atin se quiere mantener 114 EL DISPOSITIVO DE SEXUALIDAD una distancia entre guerra y politica, se deberi adelantar mds bien que csa multiplicidad de las relaciones de fuerza pucde ser cifrada —cn parte y nuncg totalmente— ya sea en forma de “gue: tra”, ya en forma de “politica”; constituirian dos estrategias diferentes (pero prontas a caer [a una en la otra) para integrar las relaciones de fuerza desequilibradas, heterogéneas, inestables, eensas Siguiendo esa linea, se podrian adelantar cierto niimero de proposiciones: Cl que el poder no cs algo que se adquiera, arranque o comparta, algo que se conserve 0. s¢ deje escapar; el poder se ejerce a partir de innu- merables puntos, y cn el juego de relaciones mé: viles y no igualitarias; DD que las relaciones de poder no estiin en po: sicién de exterioridad respecto de otros tipos de relaciones (procesos econémicos, relaciones de ¢o- nocimiento, relaciones sexuates), sino que. son inmanentes; constituyen los efectos inmediatos de las particiones, desigualdades y desequilibrios que se producen, y, reciprocamente, son las condicio- nes internas de tales diferenciaciones; las rela- ciones de poder no se hallan en posicién de super: estructuia, con un simple papel de prohibicién o reconduceién; desempefian, alli en donde acttian, un papel directamente productor: D que el poder viene de abajo; es decir, que no hay, en el principio de las relaciones de poder, y como matriz general, una oposicién binaria y global entre dominadores y dominados, reflejin- dose esa dualidad de-arriba abajo y en grupos cada vez mas restringidos, hasta las profundidades del cuerpo social. Mas bien hay que suponer que relaciones de fuerza mitltiples que se forman y sizeno us acttian en los aparatos de produccién, las familias, los grupos restringidos y las instituciones, sirven fe soporte a amplios efectos de escision que re- corren el conjunto del cuerpo social. Estos forman entonces una linea de fuerza general que atraviesa los enfrentamientos. focales y: los vincul chazo, por supuesto, estos tltimos proceden sobre aquéllos a redistribuciones, alineamientos, homo- geneizaciones, arreglos de serie, establecimicntos de convergencia. Las grandes dominaciones son los efectos hegeménicos sostenidos continuamente por | intensidad de todos esos enfrentamientos; ©) que las relaciones de poder son a la vez in- tencionales y no subjetivas. Si, de hecho, son inte- ligibles, no se debe a que sean el efecto, en térmi- nos de causalidad, de una instancia distinta que Jas “cxplicaria”, sino a que estin atravesadas de parte 4 perte por un cileulo: no hay poder que se ejerza sin una serie de miras y objetivos: Pero ello no significa que resulte de la opcién o decisin de un sujeto individual; no-busquemos el estado ma- yor que gobierna su racionalidad: ni la casta que gobicrna, ni los grupos que controlan los aparatos Sel Estado, ni los que toman las decisiones eco- ndmicas mas importantes administran el conjunto de In red de poder que funciona en una sociedad (que la hace funcionar) ; la racionalidad del po- dev es la de las ticticas a menudo muy explicitas en el nivel en que se inscriben —cinismo local del poder—, que encadenindose -unas con’ otras, soliciténdose mutuamente y propagindose, encon. trando en otras partes sus apoyos ¥ su condicisn, dibujan finalmente dispositivos de conjunto: ahi, ia Wogica es atin perfectamente clara, las miras des. cifrables, y, sin embargo, sueede que no hay nadie 116 EL DISPOSITIVO DE SEXUALIDAD para concebirlas y muy pocos para formularlas: cardcter implicito de las grandes estrategias ané- nimas, casi mudas, que coordinan tacticas locuaces cuyos “inventores"’ o responsables frecuentemente carecen de hipocresia; Cl que donde hay poder hay resistencia, y no obstante (0 mejor: por lo mismo), ésta nunca esti en posicién de exterioridad respecto del poder, eHay que decir que se esté necesariamente “en” el poder, que no es posible “escapar” de él, que no hay, en relacién con él, exterior absoluto, pues- to que se estaria infaltablemente sometido a la ley? 20 que, siendo Ia historia la astucia de la ra- 26n, el poder seria la astucia de la historia —el que siempre gana? Eso seria desconocer el caricter estrictamente relacional de las relaciones de po- der. No pueden existir mas que en funcién de una multiplicidad de puntos de resistencia: éstos des empefian, en las relaciones de poder, el papel de adversario, de blanco, de apoyo, de saliente para una aprehensién. Los puntos de resistencia estin Presentes en todas partes dentro de la red de po: der. Respecto.del poder no existe, pues, un lus gar del grea Rechazo —alma de la revuclta, foco de todas las rebeliones, ley pura del revoluciona. rio. Pero hay varias resistencias que constituyen excepciones, casos especiales: posibles, necesarias, improbables, espontdneas, salvajes, solitarias, con. certadas, rastreras, violentas, irreconciliables, 1: das para la transaccién, interesadas 0 sacrificiales; Por definicién, no pueden existir sino en el campo estratégico de las relaciones de poder. Pero clio” no significa que silo sean st contrapartica, la marca en hueco de un vaciado del poder, forman- do respecto de la esencial dominacién un reves autropo NT finalmente siempre pasivo, destinado a la indefi- nidaiderrota. Las resistencias no dependen de al. gunos principios heterogéneos; mas no por eso son engaiio o promesa necesariamente frustrada, Constituyen el otro término en las relaciones de poder: en ellas se inseriben como el irreducible clemento enfrentador. Las resistencias. también, Pues, estin distribuidas de manera irregular: los puntos, los nudos, los focos de resistencia se ha- Han diseminados con més 0 menos densidad en el tiempo y en el espacio, Hevando a lo alto a veces gTupos o individuos de manera definitiva, encen- diendo algunos puntos del cuerpo, ciertos momen. tos le In vida, determinados tipos de comporta- miento. gGrandes rupturas radicales, particiones binarias y masivas? A-veces. Pero mis frecuente. mente nos enfrentamos a puntos de resistencia moviles y tansitorios, que introducen ‘en wna sociedad lineas divisorias que se desplazan rom- piendo unidades y suscitando reagrupamientos, briendo surcos en el interior de los propi dividuos, cortindolos en trozos y remod los, trazando en ellos, en su cuerpo y su alm giones irreducibles. Asi como Ja red de siones de poder concluye por construir un espeso tejido que atraviesa los aparatos y las instituciones izarse exactamente en ellos, asi tambien formacion del enjambre de los puntos de resis: tencia surea las estratificaciones sociales y las uni- dadles duales. Y es sin duda la codificacién estratégica de esos puntos. de resistencia Io que torna posible una revolucién, un poco como el Estaclo reposa en Ia integracién institucional de las relaciones de poder. 118 L DISPOSITIVO DF SEXL Dentro de. ese campo de las relaciones de fuerza hay que analizar los mecanismos del poder. Asi se escapard del sistema Soberano-Ley que tanto ti po fasciné al pensamiento politico. Y, si es ¥ que Maquiavelo fue uno de los pocos — duda residia en eso ef escandalo de su “cinismo”— r el poder del principe en términos de telaciones de fuerza, q paso mas, dejar de lado el personaje del Principe y des- cifrar los mecanismos del poder a partir de una estrategia in manente en las relaciones de fuerza. Para volver al sexo y a los discursos verdaderos que Jo tomaron a su cargo, ¢l problema a resolver no debe pues consistir en lo siguiente: hal cuenta de determinada estructura estatal, gc por qué “el” poder necesita inst bre el sexo? No sera tampoco: ga qué dom de conjunto Jo puesto (desde el siglo xvi) cn producir sobre ¢l sexo discutsos verdaderos? Ni tampoco: gqué ley presid sexual y a la conforinidad de lo que se decia sobre ¢l mismo? Sino, en cambio: en tal tipo de discurso sobre el sexo, en tal forma de extorsin de Ia ver: dad que aparece historicamente y en iugares de terminados (en torno al cuerpo del nifio, a posito del sexo femenino, en la oport Pricticns de restricciones de riacimientos, ete), gcudles son las relaciones de poder, diatas, las més locales, que estan act g tornan posibles esas especies de discursos, ¢, inver samente, cémo esos discursos les sirven de soporte? gCémo se ve modificado el juego de esas relaciones de poder en virtud de su ¢jercicio mismo —re. fuerzo de ciertos términos, debilitamiento de otros, efectos de resistencia, contracargas (conlre-inves- lissements), de tal suerte que no ha habido, dado de una vei ble de sujecién? gCémo se entrelazan unas con otras Jas relaciones de poder, segiin la Jégica de una estrategia global que retrospectivamente Adquiere el aspecto de una or todas, un tipo esta olitica unitaria y voluntarista del sexo? Grosso modo: en lugar de referir a la forma tinica del gran Poder todas las violencias infinitesimales que se ¢jercen sobre el sexo, todas Jas miradas turbias que se le dirigen y todos los sellos con que se obli- tera su conocimiento posible, se wata de inmerg! Josa produccién de discursos sobre el sexo mpo de las relaciones de poder multiples Jes. Lo que conduce a plantear previamente cuatro Pero no constituyen imperativos metodols- to mis, prescripciones de prudencia de inmanencia Jerar que existe determinado dominio de Ja sexualidad que depende por derecho de un to cientifico desinteresado y libre, pero sobre cl cual las exigencias del poder —econdm: cas'o ideolégicas— hicieron pesar mecanismos de Si Ja sexualidad se constituyé como io por conocer, tal cosa sucedié a partir de relaciones de poder que la instituycron como ob- jeto posible; y si el poder pudo considerarla un conoc arla ¢ inmovilizarla, Entre técnicas de saber y 5 de poder no existe exterioridad algu: ee. 120 EL DisrosiTivo bE sexaLiDAD na, incluso si:poscen su propio papel especifico y se articulan una con otra, a partir de su diferen. cia. Se partira pues de lo que podria denominarse “focos locales” de poder-saber: por ejemplo, las relaciones que se anudan entre penitente y con- feser 0 Tiel y director de conciencia: en ellas y bajo el signo de Ia “carne” que se debe dominar, diferentes formas de discursos examen de i mis, mo, interrogatorios, confesiones, interpretaciones, conversaciones— portan en una especie de vaiven incesante formas de sujecion y esquemas de cx Rocimiento. Asimismo, el cuerpo del nito vigi- lado, rodeado en su cuna, lecho 0 cuarto por toda una ronda de padres, nodrizas, domésticos, peda gogos, médicos, todos atentos a las menores mas festaciones de su sexo, constituys, sohre todo a partir det sigly xvi, otro “Loco Jocal” de poder. Saber, 2] Reglas de las variaciones continuas No buscar quién posee el poder en el orden de Ja Jexualidad (los hombres, los adultos, los padres, los médicos) y a quién le falta (las mujeres, los adolescentes, los nifios, los enfermos. ..) ; ni quién Hene el derecho de saber y quién esti mantenido por Ia fuerza en la ignorancia. Sino buscar, mic bien, el esquema de las modificaciones que las relaciones de fuerza, por su propio juego, im can. Las “distribuciones de poder” o las “apropi Clones de saber” nunca representan otra cosa que Cortes instantineos de ciertos procesos, ya de 1e- fuerzo acupwalado del elemento mas fuerte, ya de inversidn de la relacién, ya de crecimiento simul. Miron 121 tineo de ambos términos. Las relaciones de poder- saber no son formas establecidas de reparticign sino “matrices de. trasformaciones”, El conjunto Constituido en el siglo xix alrededor del nifio you Sexo por el padre, Ia madre, el educador y el mé- dico, atravesé modificaciones incesantes, desplaza- mientos continuos, uno de cuyos resultados mas espectaculares fue una extraiia inversién: mien, tras que, al principio, Ja sexualidad del niffo fue problematizada en una relacién directamente es tablecida entre el médico y los padres (en forms de consejos, de opinién sobre vigilancia, de ame. nazas para el futuro), finalmente fue en la rele. Gon del psiquizere con el nifio como Ia sextralidad de los adultos se vio puesta en entredichn ] Kegla el doble condicionamiento Ningiin “foco local”, ningiin “esquema de tras. formacién” podria funcionar sin inscribirse al fin ¥ al cabo, por una serie de encadenamientos sun Cesivos, en una estrategia de conjunto. Inversae mente, ninguna estrategia podria asegurar efectos stobales si no se apoyara en relaciones Precisas y genues que Je sirven, si no de aplicacién y conse cuencia, si de soporte y punto de anclaje. De unas * ots, ninguna discontinuidad como en dos nn veles diferentes (uno microscépico y el otre ma. Grescépico) , pero tampoco homogeneidad (como 3 uno Luese Ia proyeccién atimentada o la minis: nZacion del otro) ; mils bien hay que pensar en el doble condicionamiento de una estrategia por la especificidad de las ticticas posibles y de lav the, Heas por Ja envoltura estratégica que las hace 122 EL, DISPOSITIVO BE SEXUA’ AD funcionar. Asi, en la familia el padre no es cl y éstos no:son proyecciones del padre en otra escala. familia no reproduce a la sociedad; y éta, a su vez, no la imita. Pero cl dispositivo familiar, pre- cisamente cn lo que tenia de insular y de hetero- morfo respecto de los demas mecanismos de po- der, sitvié de soporte a las grandes “maniobras para cl control malthusiano de la natalidad, para las incitaciones poblacionistas, para la medicali- zacion del sexo y la psiquiatrizacién de sus formas no genitales. 4] Regla de la potivalencia téctica de los discursos Lo que se dice sobre el sexo no debe ser analizado como simple superficie de proyeccién de los me: canismos de poder. Poder y saber se articulan por cierto en el discurso. ¥ por esa misma razén, os preciso concebir el discurso como una serie de segmentos discontinuos cuya funcién tictica no ¢s uniforme ni estable. Mas precisamente, no hay que imaginar un universo del discurso dividido entre el discurso aceptado y el discurso excluido © entre el discurso dominante y el dominado, sino como una multiplicidad de clementos discursivos que pueden actuar en estrategias diferentes. Tal distribucién es lo que hay que restituir, con lo que acarrea de cosas dichas y cosas ocultas, de enunciaciones requeridas y prohibidas; con lo que supone de variantes y efectos diferentes segiin quign hable, su posicién de poder, el contexto institucional en que sc halle colocado; con lo que trae, también, de desplazamientos y reu aciones auitono 123 de formulas idénticas para objetives opuestos. Los iscursos, al igual que los silencios, no estin de una vez por todas sometidos al poder o levantados contra él. Hay que admitir un juego complejo nestable- donde el discurso puede, a la ver, ser instrumento y efecto de poder, pero también obs- 0, tope, punto de resistencia y de partida ama una estrategia opucsts. El discurso trasporta y produce poder; lo refuerza. pero también lo mina, Io expone, lo torna frigil y permite dete- nero. Del mismo modo, e! silencio y el secreto igan el poder, anclin sus prohibiciones; pero también aflojan sus apresamicntos y negocian tolerancias mis 0 menos oscuras. Piénsese por ejemplo en Ja historia de lo que fue, por excclen- cia, “ci gran pecado contra natura. La extrema discrecion de los textos sobre la sodomia —csa categoria tan confusa—, la reticencia casi general al hablar de ella permitié durante mucho tiempo un doble funcionamiento: por una parte, una ex- irema severidad (condena a la hoguera aplicada atin cn ci siglo xv sin que ninguna protesta importante fuera expresada antes de la mitad del siglo), y, por otra, una tolerancia seguramente muy amplia (que se deduce indirectamente de la rareza de las condenas judiciales, y que se advierte mis diveetamente a través de ciertos testimonios sobre las sociedades masculinas que podian existir cn ios ¢jércitos o las cortes), Ahora bien, en el siglo XiX, la aparicién en Ia psiquiatria, la juris- prucencia y también Ja literatura de toda una +serie de discursos sobre las especies y subespecies de homosexualidad, inversién, pederastia y “her- maftoditismo psiquico", con seguridad permitid n empttje muy pronunciade de los controles so- 124 EL DISPOSITIVO DE SEXUALIDAD ciales en esta regién de la "perversidad”, pero per- también Ia constitucién de un discurso "de Techazo”: la homosexualidad se puso a hablar de si misma, a-reivindicar su legitimidad o sti “naturali- dad" incorporando frecuentemente al vocabulario Jas categorias con que era médicamente descalif! da: No existe el discurso del poder por un lado y, enfrente, otro que se le oponga."Los discursos son elementos 0 bloques ticticos en el campo de las relaciones de fuerza; puede haberlos diferentes incluso contradictorios en el interior de Ja misma pueden por el contrario circular sin cambiar de forma entre estrategias opuestas. A los discuzsos sobre el sexo no hay que preguntaries ante todo de cuil tcoria implicita derivan o qué divisiones morales acompafian 0 qué ideologia —dominante o dominada— represenian, sirto que hay que interrogarlos en dos niveles: su produc: tividad tactica (qué efectos reciprocos de poder y saber aseguran) y su integracidn estratégica (cu coyuntura y cual relacién de fuerzas vuelve nece- saria’ su utilizacién en tal 0 cual episodio d diversos enfrentamientos que se producen) Se trata, en suma, de orientarse hacia una con- cepcién del poder que remplaza el privilegio de la ey por el punto de vista del objetivo, el pri- vilegio de lo prohibido por ef punto de vista de Ja eficacia tictiea, cl privilegio de In sobera por el anilisis de. un campo miiltipie y movil de relaciones de fuerza donde se producen efectos globales, pero nunca totalmente estables, de do- minacién. El modelo estratégico y no el modelo del derecho. ¥ cllo no por opcién especulativa o preferencix tedrica, sino porque uno de los rasgos fundamentales de las sociedades occidentales con MuiTopo 125 siste, en efecto, en que las relaciones de fuerza —que durante mucho tiempo habfan encontrado en la guerra, en fodas las formas de guerra, su expresion principal— se habilitaron poco a poco. en el orden del poder politico,

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