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les sometidos y lugares de influjo s
grado (como suponia en un contexto|
politico el apdlogo de Jotan: Jc 9,7-20)
En ese contexto se entiende la inter
vencién de Caifés, el sumo sacerdote,
cargada de ironia y doble sentido,
cuando expone su razén politica: «Os
conviene que muera un hombre por el
pueblo y no que perezca todo el pue-
blo» (In 11,50). Caifiis defiende el inte-
rés de su grupo de sacerdotes
dominantes, que él identifica, s
da, con los intereses del pueblo, que
ellos controlan y dirigen desde el tem-
lo, en virtud del pacto de poder que
‘an hecho con los romanos. Los sacer-
dotes tienen que «defender» sus intere-
ses, suponiendo que concuerdan o pue-
den compaginarse con los intereses de
Pilato (conforme a un esquema de ley).
Quieren mantener sus privilegios, tie-
nen miedo de Jesus.
CE. J. DetumEau, El miedo en Occidente. Si-
glos XIV-XVIII, Taurus, Madrid 1989; X. Pr-
KazA, Antropologia biblica, Sigueme, Sala-
‘manca 2006; H. Urs VON BALTHASAR, Teologia
de la historia, Encuentro, Madrid 1992.
MIEL
(A leche y miel). Constituye con la
leche el alimento Stimiblige dela tierra)
(Prometida Forma parte de los siete
alimentos* que produce la tierra de
rael (Dt 8,7-10), aunque en ese pasaje
parece referirse a la miel o dulce de da-
tiles, mAs que a la miel de las abej
En el judaismo posterior, la miel se ha
tomado como alimento discutido, por
su posible impureza, porque en el caso
de que no esté bien preparada puede
contener alas o restos de abejas muer-
tas, lo que hace que sea impura. Por
eso, el hecho de que Juan* Bautista co
ma saltamontes y miel silvestre (Mc
1,6) esta indicando que no acepta las
normas de pureza que empezaban a
defender los maestros del rabinato. De
todas formas, la tradicién israelita
antigua, que define a Palestina como
tierra que mana leche y miel, no ha
podido considerar a la miel como im-
ura, sino como un
Por otra parte, una tradicion judia
de tipo helenista (cf. libro de José* y
Asenet) y la cristiana (muchos mani
critos de Le 24,42) aluden a la miel no
sdlo como
que esta vinculado a
de iniciacién y pascu:
MIGUEL
(A dngeles, arcangeles). Uno de \
arcngeles del libro de 1 Henoc*, en-
cargado de vencer a los angeles vigilan-
tes caidos. Cumple una funci6n impor
tante en el libro de Daniel* donde
aparece como uno de los principes ce-
lestes que ayuda a los israelitas, m:
atin, como el angel protector o principe
de Israel (Dn 10,13.21). Daniel espera
todavia y promete su intervencién deci-
«Enton-
siva para los tiempos finale:
ces se levantara Miguel, el arcangel que
se ocupa de tu pueblo. Sern tiempos
dificiles, como no los hubo desde que
hubo naciones hasta ahora. Entonces
se salvara tu pueblo: todos los inscrit
en el Libro. Muchos de los que durmie-
ron en el polvo despertaran: unos para
Ja vida eterna, otros para la ignominia
eterna. Los Maestros brillaran como
brilla el firmamento, y los que mantie-
nen mis palabras como Estrellas para
siempre» (Dn 12,1-3). Judas 1,9 recoge
una tradici6n apécrifa (de la Asuncion
de Moisés) en la que se decfa que Mi-
guel disputé contra el diablo, pero la
tradicion mas importante del Nuevo
Testamento sobre Miguel la recoge el
Apocalipsis: «Después hubo una gran
batalla en el cielo: Miguel y sus angeles
luchaban contra el Dragon; y luchaban
el Dragon y sus Angeles, pero no preva-
lecieron, ni se hallo ya lugar para ellos
en el cielo» (Ap 12,7-8). El Dragon y
Miguel aparecen asi frente a frente, en-
tablando el combate del fin de los tiem-
pos, conforme a la vision apocaliptica
judia de Dn 12. Pero lo que aqui se dice
en forma de batalla angelica (angélico-
demonjaca) se interpreta en el conjun-
to del Apocalipsis (y ya en Ap 12,10-12)
como lucha de Cristo-Cordero y de sus
fieles en contra del Dragén. Sea como
fuere, Miguel viene a convertirse en
simbolo del poder de Dios, expresado a
través del Cordero degollado. Se supo-
ne que es el guerrero de Dios, encarga-
do de establecer su justicia sobre el
mundo; es légico que, desde esta pers:
pectiva, las representaciones cristian:
le presenten con la espada, luchando
contra los enemigos de Dios o con la
balanza, pesando las acciones de |
hombres para el juicio.