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oa | Baha len, ettne oe Ife — Z£'tL6 BS RRS. Pequefios Poemas en Prosa' Los Paraisos Artificiales car LIETRAS UN bbe i 2a por In calle desierta, nico ser v so azur, formando sobre k agudo pecho, ar Ia Tu, su say proyectn sobre su rostro sangrante fardo de sus rete} peso de su enorme cabellera, casi azul, tiea hacin atras ln ida cabeza, dindole un aspecto triunfante y perezoso. Pe- sados pendientes susurran sectetamente a sus lindas orejas. De cuando en cuando, la brisa del mar levanta por un extre- ver una pierna soberbia y bri- Mante; y sw pic, igual a los pies de las diosas de maem Europa encierra en sus muscos, imprime en In arena fina. Paes Dorotea es tan prodi -oqui que, en ella, el placer de ser admirada puede sobre el orgul de ia independenc libre, camina descatzn acio, un ex 1 y su belleza, hora en que hasta los perros gimen «le dolor bajo et sol que los muerde, équé poderoso motivo hace ir de e ezosa Dorotea, bella y fria como el bronce? Por qué ha abandonado su pequena cabaia, tan coqueta- ida, cuyas flores y esteras forman, con costo, un perfecto tocador; donde encuentra tant ire 0 en micarse en el espe- ientras que el mar, que sus indecisos aya a cien pasos de jos de manera-monstona y podecosa, y la marmita de ierro, donde cucce un guiso de cangrejos con aroz y azafrin, Ie cnvia, desde et fondo del pa Quiad tenga una cita con alggin joven oficial que, a orillas de playas s de Ta edlebee Dorotes. lemente le rogard, sencilla criatura, que le describa el baile de fa Opera y le preguntara si se pucde ir alld con lo, pies descalzos, como en los bailes det domingo, dos [oa] s se vuelven ebrias y furiosas de gozo; y cle Parls son todas mds hermosas que In y halgadla por todos, y seria perfecta- mente feliz si no estuviese a. amon astra sobre pequefia dle once afios, pero Ciertamente, lo conseguir4, avaro_ para comprender una bi cudos!*t, 26 Los ojos vr Los ronnes er pot qué os odio hoy. Sin duda a vos os sera menos ficil comprend: 5 S0is, septin creo, el mas bello ejemplo de imper~ | femenina que pueda encor Hablamos pas larga jornada que me habfa pa- ecido corta. Nos habfamos prometico mutuamente que todos nuestros pensamicntos serfan comunes y que, en lo sucesivo, rnuestras cos almas no serfan sino una —~un suelo que, des- pués de todo, no tiene nada de original, sino ¢s el quc, sofiado por todos los hombres, no Por la noche, algo ‘nuevo que hacfa.esquina con un nucve bulev: de eascotes y ensetiando ya gloriosamente sus inacabacos es plendores. (é refulgla. El mismo gas? desplegaba allt todo el ardor de un debut, ¢ iluminaba con todas sus fuerzas las paredes, cegadoras de blancura, las deslumbrantes superfi- cies de los espejos, los oros de Ins medias cafias y de las corni- © Rerse National, 10 ie jnio de 1863. Inieialmente, este poems dl seit en verso. Cla Fre, bien loin ici, y A we el "Son foe momentos er lox que se generafiza en Francia ol uso del gas para to3] \s mejillas arrasteados por una trailla de perros, las damas sonriendo al halcén perchado en su puto, las fifas y las diosas que ilevaban sobre su cabeza frutas, pasteles y caza, Hebe y Ganimedes®? que oftecian a brazo tend Pequeiia dnfora de dnrareise*', 0 cl obelisco bicolor de los fs; toda Ia historin y toda la micologia puestas al servicio de la glotoneria, Justo ante nosotros, sobre Ia calzacla, estaba plancado un hombre de unos cuarenta anos, el rostro cansado, tie siicea, Hlevando de una mano a un nino y sosteniendo con la Otra.a un pequeno ser demasiado débil para caminar. Hacia de ninera y Hevaba a sus hijos a tomar el aire del atardecer. Todos en andrajos. Los tres rostros estaban exiraordinariamente se- rlos, y aquellos seis ojos contem versa, Los ojos del padre d se dirfa que todo el oro Qué hermoso! iQué hermosol; misero veniclo a mos- {rarse, en estas paredes.n Los ojos del niio: «Qué hermoso! 'Qué hermoso!; pero es una casa donde s6lo pueden entear Personas que no son como nosoteos.»—| mis peque- fto estaban der cosa que 10 fuese ui y profund "en que el placer hace buena al alma y ablanda el corazén, Respecto de mf, Ia cancidn estaba en Io jwella noche, No sdlo me habia enterneciclo ante aque- Ita familia de ojos, sino que ademas sentia ciecta vergien ‘uestros vasos y garrafas, mayores que nuestra sed, Vol mirada hacia la yuestra, mi querido afnor, para leer en. pensamiento; me zambulli en vuesteos ojos tan be traftamente suaves, en vuestros ojos verdes, Capricho e inspiractos por I Luna, cuando me gente me resulta insoportabl ‘er Zeus y ue reemp ede, lertas dle a7 UNA seRTE HEROICA ANCIOULLO era un admit E por estatlo a lo cdmico, wunque pueda parecer extrafio que las ye mluench despdticamente del cerebro de un ‘ancioullo entré un dia formar parte de una conspi por algunios gentillhombres dlesco bun, y casi uno de los seores en cuestion fueron deteniclas, asi >, y condenados a una mucrte cies. fa que el Principe queds casi enojaclo por encontrar entre los rebekles a su comediante favorito, El Prin- cipe no era mejor ni peor Iquier ot : Ve hacia ser, ca multitud de casos, Con gusto er artes y, por lo demas, excel era verdaderamente insaciable de placeres. Asaz Jo que respecta a los hombres y a la mors ad LA SOPA Y LAS NUDES locuela me invitaba a cena, y jerta lel com 16viles arquitecturas que Dios hace con los vapores, las maravillosas consteucciones te lo impalpable. Y en mi con templacién, me decia: «Todas estas fantasmaporias son casi tan los ojos de mi bien armada, la pequeiia y mons- truosa locuela de ojos verdes.» ¥ de repente sent/ un violento golpe en In espalda y of una vor ronca y encantadora, una voz histérica y camo enronque- cida por el aguardiente, Ia vox de mi pequena y querida bien amada, que me declan; —uéCusindo c. te In sopa, especie de mercader de nubes?»'®, 45 Ex. Tino Y EL CEMENTERIO paseante—, pero bien logrado para dar sed. El dueno de ese cabaret sabe, sin duda, apreciar a Horacio y a fos poctas disefpulos del Epicuro, Quiz hasta conozca el pro- fundo refinamiento de los antiguos Egipcios, para quienes-no habla un buen festin sin un esqueleto, 0 sin un emblema cual- uiera de la brevedad de ta vida.» 'Y entré, bebié una cerveza frente a las tumbas y se fumé lertamente un cigarro. Tuvo luego el capricho de bajar al ce- menterio, cuya hierba era tan wn invitadora’y donde tei: naba un sol tan ico. En efecto, la luz y el calor hactan alli estragos, y hubiérase 4 Ui vista del ementerio, Bar. «Cucioso letrero—dlijo nuestro 0 [ei (8) ba los sesos, y en mésfera de los ardientes perfumes dle In eae it ‘vox bajo la tumba en la que se habia sentaclo. Y decia: 108 scan vuestros b Tentos vivos, que tan poco cuid poso! i ypacientes mortales, que venis a éstudiar el arte d faci ites, y fais menos a menudo el \ce ya mucho tiempo dlieron en el Blanco, fatigas, laboriosos vi 46 FRDIDA DE AUREOLA, jos en un tugar de wesencias, cl co- 1c, hay de qué sor- pres, conforme de ese caos moved I galope por toilas partes a la vez, mi prisa, y brineaba entre el barro, a trav’ en el que Ia muerte leg ede W867, Cle, en Lat Epares, alm cabaret Ucelen, Amis peas, esertas en Bruselas, [e291 aureola, en ua movimiento bfusco, ha resbalado de y eaidlo al fango del macadin. No he tenido valor para ceco- geri. He considerado que es menos desagradable perder mis insignias que romperme fos huesos. Y luego me he dicho que 110 hay mal que por bien no venga. Ahora puedo pasenrme de incégoito, llevar a cabo bajas acciones y hacer el crépula, como los'simples mortales. Heme, pues, aqui, tal como. veis, enters mmiente iguat a vos. ignidad she aburre, Y ade- in poeta In recogera y se In pon: va, iQué placer hacer feliz a ale iPensad rence en , sobre todo, x La sefon ONFORME Hegaba al extremo del barrio, bajo tos destellos del gas, seat un brazo que se des el mio, y of una voz que me de ida, con los cintas de su bonete. «No; no soy médico; co, estoy segura. Vena a mi casa. Estard muy content de m amos! —Sin duda iré a verla, pero despues del i pre de mi vel Me gusta ade desvel ‘en conocidos. Sélo habia —detalle no perci- _cW!— dos 0 tres retratos de doctores eélebres por Regnie colgaclos de las paredes, ‘mo me mimgron! Buen fuego, vino caliente, cigarros; y mienteas me oftecta estas cosas buenas y ella misma me encen- dda un ciyarro, Ia bufonesca criatura me decia: «Pongase co como si estuviese en sy casa ello le recor y los buenos tiempos de juventuc. ilo esas canas? No estaba usted asi no Recuento qu nportantes. fy raspad! iAque ‘9, voy por todas partes. Conozco bien a esos sefiore: stantes después, tutedndiome, volvia a su canci6n y : alires médico, ev gacito?» ible estribillo me hizo car ua brinco. «iNo!, Algunos me dlec ‘menos que sea para cortarte I cabeza! —Lspera, continud, vas a ver» un armario un atadijo de papeles, que no era sino wstres de aque poca, litogtafindos por Maurin'S, que hy egaclos durante varios aos en el muctle Voltaire. af Reconoces a €ste?

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