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1 ye__Una asamblea extraordinaria = Si alguien hubiera pasado por ahi aquel fa, por cierto que habria dicho: “Qué hagar tan hermoso y apacible!”. Y, en realidad, asf era. Nada le faltaba a aquel sitio para tener la roméntica belleza de Jas tarjetas postales que se venden a montones en las Gudades y en los pueblos. Porque, va- ‘mos viendo con calma: al lado izquiendo del paisaje habia un lago, junto, un sauce llorén inclinaba sus ramas con el evidente deseo de mirarse en las aguas quietas: y los pajaros, muy a menudo, iban y ventan de aqui para alld, en se paisaje encantador. Al lado derecho habia unos drboles, y detras aparecian unos montes. 8 Mac, tc cnonin nesconer wns /Itrmnkn se Sovan Cierta mariana pasé por ahi un hombre melenude, con un sombrero de anchas alas. Apenas vio aquello, sacc un papel y un la comenzé a escribir: rms wey 10h lago junto al sauce melancdlico! Oh sauce junto al transparente! Pate sittin e ‘eres la vida quieta de mi mente. exacta dela quietud, Pues bien: si continuamos creyendo que ste aisaje es quicto, manso, apacibie y se- ductor, nos equivocamos de la manera’mas lamentable, ¥ como aseguramos algo que exige una in- acta xpleatin vamov adie ee No queremos que se nos tenga por exagerados ¥ grufiones. EI paisaje no es apacible, a pesar de su aspecto. Y no lo es porque viven en él unos Sseres peligrosos, que ahora acaban de decidir Feunirse en una asamblea extraordinaria, Dirdn ustedes: “2¥ donde estén esos peli ‘ro¥o seres que;no se ven por ninguna parte? Mc, msmcnomn wesconcco / Huai on SOLAR 9 |Ah! Esto es, justamente, Jo que mis debe in- tehtenor Lermmartele sees dos o tres pasos del sauce, ate Sas ‘aunque parece que estn escondi rea- Tsar Sky alten: ‘Ro necesitan esconderse porque nadie los ve. Mente pequefio? ‘Vamos a decirlo con una sola palabri son microbios. |Microbios junto al lago! Negros mictobios de larga cola! Terribles microbios que van a reunirse en asamblea! Ya estd: ahora todo el mundo nos cree. No necesitamos explicar nada més. La sola [palabra microbio ha dicho mas que siete gruc. 50s libros. ¢Cusntos son? Sabemos su ntimero exacto: ‘once millones quinientos veinte mil setecientos sincuenta y cuatro, tm alos hey doe que sobeesser uno, ‘el viejo, Hamado el Patriarca; otro, el joven, Mamade Mac. Desde hace mucho tiempo viven allt. An- tes eran menos, considerablemente menos; pero «al paso que van las cosas, serdn dentro de poco ‘ms de veinticinco millones. Los microbios se Parecen a los conejos y a los chinos: nacen y Socnoean eescomneane / Hemsks mt SOLAR nacen cada dia, y slo mueren cuando estén muy viejos. El Patriarca, precisamente, estd muy viejo ¥ teme morit. Por eso ha pedido que su tribu innumerable se retina en asamblea general ex- traordinaria. Y como todos respetan al Patriar- ‘a, la asamblea se va a realizar ahora mismo Miremas un poco. No tengamos mie- do y sepamos de tuna vez por todas cémo es tuna reuntién de microbios. Sin mentir en lo mas minimo, declaramos que se trata de un especticulo curioso. Se han juntado en torno de una hierba menuda, que pata ellos es tan grande come para nosotros el Arbol det Bien y del Mal, que no conocimos nunca y estaba en el Paraiso, abanicando las nubes con sus hojas de mil colores. En primer término, se encuentran los mas fuertes y los més sabios; detras, los mas débiles © ignorantes. Al contro, al pie de la hierba, en un trono vemos al Patriarca, y en otro a Mac. E/Patriarca es el representante de la sabidurta de su pueblo; Macloesde la fuerza, Reunidos ambos, constituyen el gobierno. Se produce un silencio profundo. El lago duerme. Etsauce parece haberles dicho a todas sus hojas: “No se muevan’. De pronto selevanta la cabeza del Patriar- 12. Msc; sncnome besconoxttn / His ont 2M te racnom oe as GY como todos estén mirdndolo, saben que {sta es la senal del comienzo de su discusse El silencio es mas hondo todavia, Y dice el TCA, CON stt voz serena: —Pueblo mio, aquf estamos todos, Reco- no son los de antes: veo mai, y esto indica sot vejez. 2 Que santero au nos congre guemos, Quiero darles mis dltimos Dentro de poco ya no ostaré com usteden: Pony una ombicién muy natural me induce adesear gue, cuando me haya ido, todos puedan de, cir en vor alta; “4 Patriarea no nos Ly funea y debemos recordarlo slempre™ Imi vor $e eleva para revelarles la experiencia acumulada en mi larga vida. Escuchen con atencién. porque no podré repetir nada. Para toser un poco, exactamente como hacen los hombres en los conciertos, apenas el di. rector de orquesta baja la batuta y espera los splausos. Fero el Patriarca se repuso pronto. —Pueblo mio —volvié a decir: somos Jos microbios desconocidos. E1 Hombre, nues- tro eterno enemigo, no nos ha descubierto to- davia. cbr ehnig—p raptor a con mucho euldado. Eldia en que el nos descubra, Iuchard con nosotros, Y yo sé Por experiencia que el Hombre posoe armas muy violentas, superiores a las nuestras, sino enndmero, al menos en eficacia. En un prin. pio somos capaces de derribar al Hombre. Y tentonces nos regacijamos. Pero el Hombre s¢ levanta, se encierra en unos arsenales diabo- licos, que lama laboratorios, y termina por invertarla manera de derribarnos a nosotros. De aqui, pues, que me atreva a acory lo siguiouer ‘fernos lends se cacti desconocidos. : —Cémo lo conseguiremos? —gritarer tS cere oees now i eote wanes Here mente 4 nuestro enemigo. Hay en el m numerosas bestias que no saben defenders. Esto.es lo que yo, el Patriarca les pido: no nes dejemos descubrit. 14 MAG sacnomo nescence / Hamat a8. Hubo entre Jos microbios un rumor de descontento, Lo hacian los pastidarios de Mac, el joven. Entonces el Patriarca, comprenditn- dolo, dijo: —Yo he hablado con absoluta sinceridad. Voy a morir y quiero aconsejarles bien. Reco- ‘ozo que mi sabio consejo no agrada a la jus venitud, siempre amiga de peleas. Cedo, pues, lapalabra a Mac. Yo lo escucharé atentamente ¥¥ en seguida le dirt qué es lo que me parece mal en su discurso. Tosi el Patriarea y volviéndose a Mac le dijo cortésmente: —Tienes la palabra. Mac advirtio que todo su pueblole mizaba, No podia defraudario. A la muerte del Patriar- a, serfa Mac el jefe absolute. Era.el momento, Pues de presenta su programa de sec. 10 iz0 de esta manera, con vor vibrante. —Companieros, en la paz y en la guerra, amigos de cada dia: hemos ofdo al Patriarca, ¥ Tespetamos su parvcer. Pero el Patriarca ha ‘querido que yo hablo, y al hacerlo, me veo en la obligacién de atacarle, de contradeciele, de exigir una conducta muy distinta a la que 4 Propone, Hubo bullicio entre los microbios, Los viejos fruncian Ia cara y 1a cola; tos jovenes 16 _ Mac, sacxomo neseencerce/ Heands is Souan aplaudian a su manera, Mac aguards a que volviera el silencio y afiadié: No debemos seguir siendo los micro- bios desconocidos. Muy poca honra significa [Para nosotros el estarnes quietos delante de ‘este lago, a los pies de este sauce, sin que sea- mos capaces de entiquecer nuestra historia. Si el Hombre es fuerte, seamos mas fuertes que él, Ataquemos al Hombre. Derribémos- Je. Vayamos vaterosamente, con un empuje incontenible, ala conquista de la Terra, ;Cdl 8 nuestro poder? Voy a gritarlo aqui, para que hadie lo ignore en adelante: nuestra fuerza onsiste en ser los microbios de la fiebre reide- ra. Hagamos refr al Hombre y que mucra rier do febrilmente, porque nosotros lo queremos. jNada més! Este es nuestro destino. Volverle las espaldas es ser cobardes. Y no creo que na- die desee, entre nosotros, vivir amarrado a la cobardia como este sauce infeliz vive llorando 4 la orilla del lago somnolento. Estas palabras de Mac produjeron una explosién de entusiasmo, Los jévenes s¢ levan- taban para pasear a Mac triunfalmente, y ya no habia manera de pedir silencio y ealma —iAy de mi pueblo! —se oyé exclamar al Patriarca, que cerraba los ojos y hacta tritar su cola de un modo lastimero, Mac, si mncxomeo pesconccioe (Haass oe Seen 17 Entonces los viejes tomaron al Patriar- a, lo metieron en su coche de ceniza y se lo Mevaron. —Mas tarde todos que la tazdn est contigo te dectan para consolarlo, Pero el Patriarca iba sumido en un hondo dolor. Y esa misma noche, cuando un biho ants tres veces en el sauce, murié sin decirle nada a nadie, como mueren tantos Patriarcas enel vasto mundo, TL eecitstiterseneatpumneneaie sin grandes ceremonias. Sin embargo, no se crea que el Patriarca desaparecié bajo la tie- rra sin que su pueblo le acompafiara hasta su tumba de piedra, que se hallaba al otro lado det Tenian los microbios unos cometines lar- res, detrds venia una enorme carroza arrastrada 20 __Macy ec secnomo tmsconaio0/ Hand oe Satan Por microbios inferiores alos de la tribu, y por ellos considerados como caballos. Después Seguia el pueblo, rodeando a Mac, que debia Pronunciar el discurso flinebre. ‘Caminé el Cortejo largamente. Unos mos- quitos, a orillas del lago, se deturvieron a mirar- to. ¥ el sol alumbraba la escena con sts ray.os mas poderosos. ;Qué calor hacta! ‘Cuando el pueblo se encontré ante la tum- ba de piedra det Patriarca, las miradas se vol. Yieron hacia Mac, queal poco rato, y con su vor Vibrant dijo un discurso tan conmovedor, que no hubo nadie que no llorara. Pero vino después el regreso. El Patriarca quedé enterrado y haba que pensar ahora en el uevo jefe: Mac. El pueblo se reuinié a gritarte que hablara. Y Mac, asoméndose al baledn de 8 morada verde, dijo sin parat las siguientes ‘cosas, dignas de él —iSe acabé la quietud! Ahora viviremos Peligrosamente, y nuestros nietos tendran que agradecernos que hagamos algo intercoante Para que ellos tengan motivos de conversa. - perar mds, se entr6 en su palacio. En vano le gritaron mil veces que se ascmara a los baleo- res. Macordené que se tocara la campana, que, sonando nada mas que wna ver, queria decir: “isu casa todo el mundo!” Y el pucblo se retirs, comentando lo que habia sucedido. Yalejosde la morada de Mac, ‘un viejo se trepé-en una piedra y grité lo mejor que pudo: Un instante, sefiores! {Un instante ape- nas, par favor! ‘Se detuvieron a oirle. —Mac nos ha anunciado su partida —dijo al viejo—. Pues bien: no podemos sinjefe. Hasta su regresn, propongo que mues- tro jefe sea el microbio- gris. ¥ asi qued6 convenido. Entretanto, en el palacio de piedra del ira ‘cundo Mac, éste se pasesba para arriba y para absjo, maldiciendo. Y ya todos sabemos que cuando un microbio maldice, la vida entera tiembla como la hoja de un ciruelo en dia de tormenta, Qué vamos a hacer ahors? —e pregun- 16 uno de sus a3 tes. 34 Macior am ecm hana ye Su Partin’ ajo Mac— Yo sok aan’ mas ‘que todo un puvbla que se olvida se sf misma. —No te abandonaremos —ke dectsrarom sus ayudantes—. Donde td vayas, iremon sin titubear. Tu vida es nuestra vide, Dijanes acompanarte. Mac sedetuyo ante el grupo deaywdamies, les dijo: —Desde este momento queda establecida labeigada de asalto, Ustedes la Forman. Yo soy el jefe. ¥ después de meditar unos segundos, adi —Comuniquese inmediatamente mi vo- Auntad. Los aytdantes se inetinaron y carrieron ‘a comunicar al pueblo Ia voluntad de Mac, el impetuoso. i El viaje en un moral x Dose ue pte soe tis todo ef mundo vid seechande a Mac. De- seaban saber céimo se marcharia de allt. Esto parecia tan dificil que algunos movian la cabeza yy la cola, para decir con ironta: —Miac se morird de viejo aqui no fo dudlen. En realidad el proyectar un viaje na es Jo mismo que hacerlo. Para un microbio de terra, ‘68 un paisaje como aquél, no habia muchas experanzas de marcharse Kjos. Y Mac se des- al = iNo hay una moscasiquera! —tes decia alos ayudanies—.|Maldito lago, que no atrae ‘a. alma viviente! jMaldito sauce, que no sabe ‘sino Morar! Hemos nacido en el poor cincén del mundo. Pero la verdad es que la suerte decidis acompafar a Mac en medio de su desespera- cin, De repente se oy un ruido sobreel lago. ‘Mac se asomé-a su ventana y sintié que ibaa estallar de alegria, Un pajarto de vivos colores, con un penacho, venido de quién sabe dnde, eruz6 las aguas del lago y vino a pararse a la oilla, muy cerca del palacio del jet. —jAdelante! —grité Mac—. Nuestra oca- ssid ha llegado. Y sali con sus ayudantes —que eran diez— a paso rapidisimo, hasta llegar junto a Ja pata de! pajantio, que se hundfa un poco en el barr —jArribat —grité Mae, YY los microbios empezaron a trepar con destreza, Se reunieron en una pluma y aguar- daron all los acontecimientos. Se hablaban en vor baja, como temerosas de que el padjare-les oyera; pero éste s¢ encontraba muy entretenido mirando el paisaje, Hacia tiempo que no vela tun lago como éxe. ,Y qué sauce tan encantador! Entornaba los ojos el pajaro y agradecta a su suerte viajera ol haberle traido a Un parsje tan quieto y hermaso, Pero es muy sabido que cuando las cosas empiezan a marchar bien, siguen adelante Asi, pues, no sdlo aparecié un péjaro en aquellos lugares. Al poco rato, como por arte de magia, seoyeron voces. Eran altas vows, como las de Jos hombres, —jChit! les susurré Mac a sus ayudan- tes—. La suerte nos sonric. Loshombres que venian pore! camino eran tres. Uno de ellos, de regular edad; los otros dos, muy j6venes. Pero lo que verdaderamente importa es que los tres eran cazadores. Trafan sus escopetas en bandolera, el morral al cinto, y charlaban alegremente. —Nos hemos metidoen un sitio en que ne: hay nila sombra de un péjaro —dijo uno de los hombres—. Esto es como andar por el limbo. —jNo exageres! —exclamd el otro—. Ame me parece un sitioencantadaramente tentador. Me gustaria tener aqui mi casa. ;Qué paz se mvspira! —No es par lo que buseaimos, sino algiin animalillo al cual meterle un tiro en el cuerpo express el tercer cazador—. Y si esto sigue ast, hemos perdido un dla De todos modes, nos ha servido el vlake pata distroemos —dijo uno de los-cazadores— ‘No siempre podemos andar con suerte. Mafia- nao pasado nos inf mejor. Al fin y al cabo, nov cazamos para vender nuestra caza, sino para divertienos, Mac. stcmonmo mince (Mamas por Suan 43 Silencio! —murmuré uno de les caza- dores de pronto, ‘con lentitud su deseoso de no hacer ruido. —zQueé hay? —pregunté uno de sus.com- paferos. "—Alld veo uh péjaro durmiendo —susu- 176 el cazador—, Lo haré despertar en la otea vida. Es lo menos que podemos hacer con él, gno les parece? Y después de apuntar con su acostum- brada proiijidad, apreté el gatillo. Sond el disparo, Se estremeds ¢l paisaje entero. Y 1 péjaro, mortalmente herido, eay6 al suelo. Intenté volar, pero sus alas no-le servian ya. Y se qued6 quieto. aa —dijo Mac a sus ayudan- tes—. Andamos con suerte, les repite, Ahora ‘nos inemos, sin esforramos, con los cazadores. —iQué de cosas sabes! —murmuré uno de sus ayudantes—. Yono hublera sabido qué hacer en tales circunstancias. —Para algo soy ol jefe dijo Mac, Tene de orguillo, Entretanto, los cazadores corrian hacia et rillo de los vivos colores. Estabs muerte. Lo tomaron tranquilamente y lo metieron en ‘un mocral. —No es wna gran coxa —dijo uno de los cacy wencumocin / Hanns it SOLAR cazadores—. Nise come siquiera. ;Qué pajaro exéste? Los otros le respondieron que no lo cono- cian. Y como lo desdefiaron, no hablaron mas de él y siguieron su marcha, Donde estamos? —pregunté uno de los ayudantes—. Agu{ esté oscuro ahora. Vamos en un morral —repuso Mac— No te inquietes. Ya saldremos de aqui. Y dentro del morral pac el horas, Por fin, los cazadores se encontraron cerca de sucasa. Habian caminade largo tiempo y es taban cansados. Otros péjaros habian venido a ocupar el morral; pero Mac les aconsejaba. sus ayudantes que no se movieran de alli don- de estabany metides en una phuma del pajarillo de vivos colores, —#! dia no ha sido tan malo come crefa- mos en un principio —observé uno de los hombres. —En realidad, no podemos quejames dijo otro—, Fuera de ese pajarillo que matamos Primero, y que no sirve para nada, los demas son muy apetitosos En ese momento se abriéla puerta de una casa que aparecia entre unos érboles al fondo de camino. ¥ una nifita rubia, de grandes trenzas, sali corriendo al encuentro de los cazadores. 44 Macc enone oncrmorion / Brees on Seta —Paps (Paps! —gritaba, abiertos los bra- 2208, mientras corria, EH cazador de regular edad se detuvo, se {ncliné carifosamente, y también abi los bea- zos. No tardo la nifia en extar entre ellos, que lwestrecharon con dulzura —2¥ has cazado mucho, paps? ‘gunté lanina, ne —Bastante, Marfa Angética, Y te traigo un regalo, —aUn pajarito vivo? —quiso saber la nia, ansiosa std muerto, Pero tiene unas plumas de vivos colores, Escagerds dos-o tresy te servirdn de adomo en el sombrero, o para que se las des a tu mufeca, —iPara ella! Para ella, papa! —grits la nifa—. Quiero ver exe psjaro, 2Porquéno me lodasen seguida? —Te lo daré en cas —dijo of hombre. Esté al fondo de mi morral, porque fue el pri- ‘mem que mate. ZY por qué lo mataste, si era lindo? —se que la nif, —Serd la ditima ver, te lo Maria ‘Angélica. En adelante; cumndo tenn lindon, trataré de dartelos vivos. Macy wecnomm necmeioy (Hinson Socan 47 ‘Y se dirigieron aa caza. Los cazadores se esprendieron de sus escopetas y las dejaron ‘encima de una mesa. abrieron los morrales. Al fondo de uno de elios estaba el [Pajaro de vivos colores, plegadas para siempce sus alas, Oh pap, qué hermoso est {Qué lindo dobia de ser su canto! (Por qué lo mataste? —insistio la nina. —No te apenes —dij el padre—_ Lo en- terraremos en el jardin, y ta ids todos los dias, con tu mufecs, «.conversarle. —1¥ las plumas que me prometiste? la nifa. —Miralas bien, y dime cuales son las que prefieres —repuso el padre. —Las del penacho —eligié la nifis—. Le hhané con ellas un sombeero.a mi muiieca. Gon mano experia, el cazador tres o cuatro plumas, y se las tendi6 a Marfa Angélica. —jAtenciént—les grits Mac a sus ay udany tes, seguro de que no les oirfan los hombnes. ‘Maria Angélica torn las plumas, las cone temple largo rato, y después de repetir que eran muy bellas, se las lew a ta nari: —Huclen a campo, y a vida y.a canto de pejarillo murmurs la nif. sacnomn nese / Hari a, Sous —jAtencién! —volvié a decir Mac—. En ‘cuanto yo le indique, salimos de aqui y nos acomodamos en otra parte. La nifia volvio a levarse las plumas a la natiz, Cerré los ojos para aspirar ese olor que Ja fascinaba. "Aqui esti huimedo, como junto al lago —murmur6 uno de los seguidores de Mac. —(Calla! —orden6 el jefe—. Caminemos con rapidez. Tenemos que internarnos mucho mas. 'Y asi lo hicieron, mientras Maria Angelica corria a su cuarto y tomaba a su mufieca. Le puso las plumas junto a la sien, y PUFFS con carifio: ina esta, Lui! (Qué linda, can Las plumas que te da tu madre! ZEstis contenta? ‘Luld sonreda, Era feliz, indudablemente; tan feliz como Maria Angélica, = Mac delibera y ataca m ‘en mitad del pecho. “-Aquies —murmuns—. Ahora delibers remos un poco. No podemos titubear. Nuestro 30 Mac, 4 suomi pescenact90f His pet San —2Y cémo vamos a regresar? —pregunté tuno de los ayudantes Macle lanzé una mirada colérica, —Eso lo veremos después —dijo—, Lo que ahora importa es atacar, Adelante! ‘Yeniraron en acciin los microbios, Fut samente se lanzaron sobre la sangre de la nifia, sobre su carne frdgil, sobre su vila hermosa ‘Estaba Maria Angélica sentada unto a una ventana. Luld, en una sillita, la miraba, sonrien- do, porque le conia un sombrero verde en el eual estarian las pumas de vivos colores, De vez'en ‘cuando miraba la nifia a su mutieca, y te decia —Ya lo wos: tu madew no descansa,traba- Jando para ti. Yo quiero que tengas un som: brero bonito, para que me acompafies en mis paseos. Pronto lo terminand, y entonces si que vas @ estar contenta, ‘Pero repentinamente sintis Marta Angélica «quel corazén le latia con fuerza, come diciendox “Qué trabajo”, Y leardian las sienes, como di indole: “Descansa”. Ye tritaban las manos, como diciéndole: “Ya no podemos mas” —No qué me ocurre, Lulia —dijo Ma: ria Angélica—, Parece que estoy enferma. Si tengo que acostarme, slescansaras conmigo. Y yo te contaré lindos cuentos para que no te aburras. 52 Msc, snenoma ousconeno /Huwiy wer Son Dejé de coser, De vex en cuando tenta ‘unos escalofrios violentos, que la desasosega- ban. Una sorda angustia se iba apoderando deella, —Vamos a tendernos un rato, Luli dijo 1a nifia, cogiendo a sux mutieca y Hevéindosela a su cama, donde se recosté. Cerraba los ojos. Le pesaba horriblemente la cabeza. Deseabe dormir, no moverse, que- ddatse allt junto a Lutd, durante dias y afios, hasta que aquelio desa De aubito se abrié la puerta y entré la ma- dre, una mujer alta, tuba, de carifiosa vor. (Estée ahi, Maria Angélica? —pregun- t6—. Te ho buscado por toda la casa. Te he lla- mado mil veces. ;Por qué no me contentas? La iia sentia la voz de su madre como algo muy lejano. Deseaba responder, pero sus fuerzas flaqueaban. Entonces la madre se acercé de prisa a la cama, puso una mano en la frente de Maria Angélica, y palidecis inten- samente, —jEstés andienddo! —exclamé—. Te vas a acostar en seguida, Que tienes, hifita? (Desde ‘cudndo te sientes mal? Maria Angélica respondia cosas oxtrafas, que no eran las que debia responder. Decia Por ejemplo: Mc, ne mecmono meaconocmio (Henin ma Suan $3 —Hay un caballo azul en el monte, y galo- pahacia acd. Viene. Lo igo. (Deténganio! Va Dentrar enel cuarto. (Cierren la puertal —/Delira! —murmuré la madre, tem- blando. Yen seguida llamé a todos los de la casa. Acostaron a Maria Angélica y a Luld Ia pusie- ronensu cuna,enunrincin ae cane Omen dre— 0. ameree Y poco después se ofa un galope en direc ign de! pueblo. Entretanto, la madre, junto a Marla Ange Tica, trataba de ealmarla, Y La nifts continuaba ardiendo como si un fuego muy grande la que- mara por dentro. Decta otras cosas, siempre extras. Lai tee un sobs con une rans rece y es mis grande que ella. (Qué di- Fertda se vet {Y cémo we asst Lud Pero la rana mueve los ojos y se pone a cantar. Maria Angélica, agitindose en la cama, Jmitaba a una rana que canta en fos campos Y de vez en cuando rela , estreme clendose de pies a cabeza. Después callaba. ‘Mantenia cerrados los ojos, y parecia dormir. ero volvia a hablar al cabo de un rato. ¥ reia. 4 Mc secmo suscomocton / Hen or Sox an Refa con toda su alma, mientras su madre sen- fa que eada risa de ta nifta era como un filudo ural que se le entraba en el corazcin. ‘Se oy6, par fin, el rumor de un coche, Pi- sadas de caballo ante la casa. Y una vex, la del padre, que decia: —Por aqui, doctor, Tenga la bondad. Entraron en el cuarto. El doctor era un hombrecillo grueso, debarba puntiaguda, ves: tido de negro. Sonrefa y preguntaba cosas y ‘mis cosas, como si no hubiera necesidad de darse prisa, La madre sufrfa y explicaba que Ta nifia se habia enfermado de repente, que no sabfa qué era quelle, que siempre habia sido sana, que se la cuidaba como a una princesa, que era menester sanarla en seguida, porque de otro modo ella se moriria sin poderlo re- mediar. —(Catma! {Un poquito de calma! —dijo elmédico—, Esto noes nada, seguramente, La ‘sanaremos en un santiamén. Los nifis estan ‘sanos, ¥ de repente se enferman: tienen fiebre Y asustan a sus madres, No es nada, nada, ab- solutamente nada: Después sanany, jy se scabs el sustol Laexamind con cuklado. Advirtié que te- ‘nfo una fiebre muy alta, Hizo maevas preguntas ‘Yolvié aexaminaria. Y por fin bajé la cabeza y Mac, 4 ics uecomoens /Memcn oe Socan 5S se queds ‘en medio del angustiado: silencio de los padres, que lo miraban con ojos ansiosos de dolor. —No es nada —manifesté el médico— {Nadal Pero aconsejo que sin tardanza se la leven ala ciudad. Aqui, en el pueblo, no hay manera de cuidarla bien. —Pero {qué es lo que tiene? —pregunto la madre. —Una fiebre muy intensa —respondis el Indico, Fara saber con esactitd qué ee tiene. habria que aguardar unos dfas, unas Travan shmgorde ncn. Yerpreerie no aguardar. Aconsejo su ala ciudad. Poco despuds valvia a paris el coche Y les padres preparaban precipitadamente el re- tree ala ded, onde tenes como cuba alanina Marta Angélica reia débilmente —Las casas tienen una nariz larga y une ojos redondos —decla—. zPor qué no se rie la agente cuando las ve? YY en su cuna, cerrados los ojos, Luli, la mufeca, dormia. A los pies de su cuna habéa ‘un sombrero pequehito y tres plumas de vives colores. Miescsss ssn spscanen ye dijo: {$e dan cuenta ahora de nuesizo poder? ‘Nuestro primer ensayo ests dando resulta- mis que Bilt donde le demos batalla. Yel mundo sera ruestro. Mc. Arena maserncens / Mined at Soa —Ahora no lo dudamos —dijeron los ayudantes. Mac puso mala cara —Acaso lo hablan dudado, estipides? 2¥ por qué me siguieron entonces? Los ayudanites pusieron ia expresiGn mas hhumilde que encontraron, y dijeron un mis- mo tiempo. sumisos: No lo dudamos nunca, Mac. Eres gran: de entre los grandes. Entonces Mac se inguis con orguilo, mo- vi6 su cola y dijo: —jAdelante, pues! jNohay que dar repo- so! jA corretear por este cuerpo, y que mues- tra tarea termine pronto! Deseo matar a esta nif, y luego matar aun hombre. Su padre es buena presa. Rieron alegremente los microbios, y par- tieron por la sangre de la nifia, con gran bu- icto, dispuestos a terminar cuanto antes la lucha, —Busquemos el corazin —dijo uno— Mac nos la ha dicho: “Ataquen el corazdn, enloguézcanto, paralicento”. Y siguieron adelante, en busca del sitio exacto on que debian realizar la altima etapa de la accidn guerrera. i coraz6n era la for- taleza principal. Una vez capturada, ya nada habla que hacer, El triunfo Megaba entonces, Iy ya podian sonar todas las campanas del j Entretanto, Mac, momentineamente solo, -medlitaba —Voy a elegir el momento oportuno para snalonte mama media vor, cabizbajo—- aciendo at so teat mecha tepetanda Lo gor deseo es inquietar a medio mundo, asaitarlo con rapidez, vencerlo, y regresar después a mi pueblo, Entonces volveré a salir victorioso a la conquista de la tierra. Y a ese microbio gris ‘que se atrevid a oponerse @ mis planes lo con- Penge ion npn agape opened viejos apoyan, ‘Son Incapaces, de luckar como ex aes desing ‘Asi pensaba Mac, sonriendo, cuando sin- 186 una precipitada carrera hacia él. Recomoci6 a. uno desus ayudantes. Mac pusa cara severa para recibirlo. —zQué pasa? —pregunié—. {Por qué abandonas tu sitio de combate? El ayudante no pudo contestar inmediae tamente, pues era evidente que una emociin muy intensa le dominaba —4Qué sucede? —volvid a preguntar Mac. 60 Mac, u mtenow rasconen / Hint ve Sea —Toddos han desoparecido —respondié por fin el ayudante, rota la voz. —,Quiénes han desaparecido? (Te refie- res a tus compaieras, mis demas ayudantes? grits Mac El microbio, temenoso de Ia ira de su jefe, no contesto sino con un leve movimiento de cabeza. —iExplicate! —rugid Mac. ‘Y el microbie dijo que mientras se enson- traba en plena accién, de pronto aparecié una lanceta y se Hlevd un poco de sangre. —Y enella ban mis compateroa —ahadio el schrevivinte de tan pave tngndio—. Yo aleanod a altar hacia un lado, yen soguidda mer ‘vine corriendo a contarte el terrible caso. Mac se levantd de un salto y grité: —No puedo creerlo. Vamos a buscarlos Pero fue imuitil todo enfuerzo. Nueve de los ayudantes habian desaparecide, y ahora quedaba Mac solo, con uno de ellos, que tem- blaba de miedo. —Nuestro trabajo vaa ser muchisimo mas iffcil —

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