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FI género en disputa, obra fundadora de la llamada teorfa queer y emblema de los estudios de género como se conocen socialments constraldo del género, al psicoanilisis, a s los estudios pioneros sobre el travestismo, y también a su activa participacién en movimientos defensores de la diversidad sexual. Asi, con un pie en la academia y otro en la militancia, apoyada en su lectura de autores como Jacques Lacan, Sigmund Freud, Simone de Beauvoir, Claude Lévi-Strauss, Luce Irigaray, Julia Kristeva, Monique Wittig y Michel Foucault, Butler ofrece aqu/ una teoria original, polémica y desde luego subversiva, responsable ella misma de mas de una disputa. Judith Butler ocupa la catedra Maxine Elliot de Retorica, Literatura comparada y Estudios de la mujer en la Universidad de California, Berkeley. Es autora, entre otros libros, de Cuerpos que importan, Deshacer el género y Vida precaria, todos ellos publicados por Paidés. www.paidos.com . ‘ Judith Butler El género en disputa El feminismo y la subversi6n de la identidad z 2 ry 9 rs 2 = 3 5 2 o Judith Butler EI género en disputa El feminismo y Ia subversi6n de la identidad PAIDOS Barcelona » Buenos Ares + México “Titulo original: Gender Trouble. Feminism and the Subversion of tdentity Publicad en inglés, en 1899, por Routledge, Nueva York Traduecién de M." Antonia Mufioz ‘Cubierta de Mario Eskenaz| cultura Libre Charan iguronemente protic, 07a atnoremcngn waco om Wheres del onpghY, af ty feancionee establcicas an lex layes, lt reproduoclon total arial de eet obra pov culiguier mado fo procedienients, comprenddce fa reprografa y ol Watamienta informatce, yl ciabiouese eqaier peéaterio pAtfcos. © 1990, 1999 by Routledge © 2007 de ta traduccion, M." Antonia Murioz ‘© 2007 de todas las ediciones en castaltato, Ediciones Paidés Ibérica, SA., Av. Diagonal, 662-664 - 08034 Barcelona wire. paxdos.com ISBN: 978-84-494-2030-9 Depasito legal: B. 23.687/2007 tmpreso en Novagriftk, S.L. Vivaldi, 8 - 08110 Montcada | Reixac (Barcalona) impreso en Espafia - Printed in Spain SUMARIO Prefacio (1999) 6.0.0.0 o ccc e cece eee een ees 7 Prefacio (1990)... ccc cee e teen eeen see eenes 35 1 Sujetos de sexo/género/deseo .....-....-.0605. 45 Las «mujeres» como sujeto del feminismo . . 45 El orden obligatorio de sexo/género/deseo 54 Género: las ruinas cixculares del debate actual.... 56 Teorizar lo binario, Jo unitario y mas all4 ........ 65 Identidad, sexo y la metafisica dela sustancia .... 70 Lenguaje, poder y estrategias de desplazamiento .. 85 2. Prohibicién, psicoandlisis y la produccién de la ma- triz heterosexual... 0000s El intercambio critico del estructuralismo . a Lacan, Riviere y las estrategias dela mascarada ... 115 Freud y la melancolfa del género 0.0... secu eee 137 La complejidad del género y los limites de la identi- Ficacion .6 ci eee cece eee eee eect rete enret Reformular la prohibicién como poder . 3. Actos corporales subversivos ......... La politica corporal de Julia Kristeva . Foucault, Herculine y la politica de discontinuidad oo) 196 6 EL GENERO EN DISPUTA Monique Wittig: desintegracién corporal y sexo fic- ticld .. 2.6.4. feet eee eee e eee cennreceecee 224 Inscripciones corporales, subversiones performati- Conclusién: De Ja parodia a la politica .........5.. 277 Notas vo. cece ece ere cee reas Sheree een yeeees 289 Indice analitico y de nombres ender sees een e ene 311 PREFACIO (1999) Hace diez afios terminé el manuscrito de la versién in- glesa de El género en disputa y lo envié a Routledge para su publicacién. Nunca imaginé que el texto iba a tener tantos lectores, ni tampoco que se convertiria en una «interven- cin» provocadora en la teoria feminista, ni que seria citado como uno de los textos fundadores de la teoria queer. La vida del texto ha superado mis intenciones, y seguramente esto es debido, hasta cierto punto, al entorno cambiante en ‘el que fue acogido. Mientras lo escribia comprendi que yo' misma mantenia una relacién de combate y antagonista a ciertas formas de feminismo, aunque también comprendi que el texto pertenecia al propio feminismo. Escribia enton- ces en la tradicién de la critica inherente, cuyo objetivo es revisar de forma critica el vocabulario basico del movimien- to de pensamiento en el que se inscribe. Habia y todavia hay una justificacién para esta forma de critica y para diferenciar entre la autocritica, que promete una vida mas democratica e integradora para el movimiento, y la critica, que tiene como objetivo socavarlo completamente. Es evidente que siempre se puede malinterpretar tanto la primera como la segunda, pero espero que esto no ocurra en el caso de El gé- nero en disputa. 8 EL GENERO EN DISPUTA En 1989 mi atencién se centraba en criticar un supuesto heterosexual dominante en la teorfa literaria feminista. Mi intencién era rebatir los planteamientos que presuponfan los limites y la correccién del género, y que limitaban su signifi- cado a las concepciones generalmente aceptadas de mascu- linidad y feminidad. Consideraba y sigo considerando que toda teoria feminista que limite el significado del género en las presuposiciones de su propia practica dicta normas de género excluyentes en el seno del feminismo, que con fre- cuencia tienen consecuencias homofébicas. Me parecia —y me sigue pareciendo— que el feminismo debia intentar no idealizar ciertas expresiones de género que al mismo tiempo originan nuevas formas de jerarquia y exclusién; concreta- mente, rechacé los regimenes de verdad que determinaban que algunas expresiones relacionadas con el género eran fal- sas o carentes de originalidad, mientras que otras eran ver- daderas y originales. El objetivo no era recomendar una nueva forma de vida con género que mas tarde sirviese de modelo a los lectores del texto, sino mas bien abrir las posi- bilidades para el género sin precisar qué tipos de posibilida- des debian realizarse. Uno podria preguntarse de qué sirve finalmente «abrir las posibilidades», pero nadie que sepa lo que significa vivir en el mundo social y lo que es «imposi- ble», ilegible, irrealizable, irreal ¢ ilegitimo planteard esa pregunta, La intencién de El género en disputa exa descubtir las formas en las que el hecho mismo de plantearse qué es posi- ble en la vida con género queda relegado por ciertas presu- posiciones habituales y violentas. El texto también pretendia destruir todos los intentos de elaborar un discurso de ver- dad para deslegitimar las practicas de género y sexuales mi- noritatias. Esto no significa que todas las practicas minorita- PREFACIO (1999) 9 rias deban ser condenadas o celebradas, sino que debemos poder analizarlas antes de llegar a alguna conclusién. Lo que mas me inquietaba eran las formas en que el panico ante ta- les prdcticas las hacfa impensables. ¢Es la disolucién de los binarios de género, por ejemplo, tan monstruosa o tan temi- ble que por definicién se afirme que es imposible, y heuris- ticamente quede descartada de cualquier intento por pensar el género? Algunas de estas suposiciones se basaban en lo que se denomin6 el «feminismo francés», y eran muy populares en- tre los estudiosos de la literatura y algunos teéricos sociales. Al tiempo que rechacé el heterosexismo existente en el nd- cleo del fundamentalismo de 1a diferencia sexual, también tomé ideas del postestructuralismo francés para elaborar mis planteamientos. Asf, en El género en disputa mi trabajo aca- bé siendovun estudio de traduccién cultural. Las teorias es- tadounidenses del género y la dificil situacién politica del fe- minismo se vieron a la luz de la teoria postestructuralista. Aunque en algunas de sus presentaciones el postestructura- lismo se presenta como un formalismo, alejado de los pro- blemas del contexto social y el objetivo politico, no ha ocu- trido lo mismo con sus apropiaciones estadounidenses mas recientes. De hecho, no se trataba de «aplicar» el postes- tructuralismo al feminismo, sino de exponer esas teorias a una reformulaci6n especificamente feminista. Mientras que algunos defensores del formalismo postestructuralista mani- fiestan su descontento por la confesada orientacién «temati- ca» que recibe en obras como E/ género en disputa, \as criti- cas del postestructuralismo en el ambito de la izquierda cultural se han mostrado escépticas ante la afirmacién de que todo lo politicamente progresista pueda proceder de sus premisas. No obstante, en ambas concepciones el postes- 10 EL GENERO EN DISPUTA tructuralismo se considera algo unificado, puro y monoliti- co. Pero en los tiltimos afios esa teoria, 0 conjunto de teo- rias, se ha trasladado a los estudios de género y de la sexua- lidad, a los estudios poscoloniales y raciales. Ha perdido el formalismo de antafio y ha adquirido una vida nueva y tras- plantada en el ambito de Ja teorfa cultural. Hay discusiones continuas sobre si mi obra o la de Homi Bhabha, Gayatri Chakravorty Spivak, o Slavoj Zizek pertenece a los estudios culturales o a la teoria critica, pero es posible que estas pre- guntas no hagan més que poner de manifiesto que la marca- da distincién entre las dos empresas se ha diluido. Algunos te6ricos afirmardn que todo lo anterior pertenece al campo de los estudios culturales, y otros investigadores de dicho Ambito se consideraran opositores de todas las formas de teorfa (aunque resulta significativo que Stuart Hall, uno de Jos fundadores de los estudios culturales en Gran Bretafia, no lo haga); pero los defensores de ambos lados a veces ol- vidan que el perfil de la teoria ha variado precisamente por Sus apropiaciones culturales. Hay un nuevo terreno para la teoria, necesariamente imputo, donde ésta emerge en el acto mismo de la traduccién cultural y como tal. No se trata del desplazamiento de Ja teorfa por el historicismo, ni de una mera historizacién de la teoria que presente los limites con- tingentes de sus demandas mis susceptibles de generali- zaci6n; mas bien se trata de la aparicién de Ia teoria en el punto donde convergen los horizontes culturales, donde la exigencia de traduccidn es aguda y su promesa de éxito in- cierta. El género en disputa tiene sus origenes en la «teoria fran- cesa», que es propiamente una construccién estadouniden- se extraiia. Sélo en Estados Unidos encontramos tantas teo- ras distintas juntas como si formaran cierto tipo de unidad. PREFACIO (1999) ji Aunque el libro se ha traducido a varios idiomas y ha tenido una gran repercusi6n en las discusiones sobre género y poli- tica en Alemania, en Francia apareceré —si finalmente se publica— mucho después que en otros paises. Menciono esto para poner de manifiesto que el supuesto francocentris- mo del texto esté a una distancia considerable de Francia y de la vida de la teoria francesa. El género en dispute tiende a interpretar juntos, en una vena sincrética, a varios y varias intelectuales franceses (Lévi-Strauss, Foucault, Lacan, Kris- teva, Wittig) que se aliaron en contadas ocasiones y cuyos lectores en Francia en contadas ocasiones, o tal vez nunca, leyeron a los demas. En efecto, la promiscuidad intelectual del texto lo caracteriza precisamente como un texto esta- dounidense y lo aleja del contexto francés. Lo mismo hace su énfasis en la tradicién socioldgica y antropolégica anglo- estadounidense de Igs estudios de «género, que se aleja del discurso de la «diferencia sexual» originado en la investiga- ci6n estructuralista. Aunque el texto corre el riesgo de ser eurocéntrico en Estados Unidos, en Francia se considera una amenaza de «americanizaciém» de la teoria, segin los escasos editores franceses que han pensado en Ia posibilidad de publicarlo.’ Desde luego, la «teoria francesa» no es el Ginico lenguaje que se utiliza en este texto; éste nace de un prolongado acer- camiento a la teoria feminista, a los debates sobre el caracter socialmente construido del género, al psicoanilisis y el femi- nismo, a la excelente obra de Gayle Rubin sobre el género, Ja sexualidad y el parentesco, a Jos estudios pioneros de Es- ther Newton sobre el travestismo, a los magnificos escritos tedricos y de ficcién de Monique Wittig, y alas perspectivas gay y lésbica en las humanidades. Mientras que en la década de 1980 muchas feministas asumian que el lesbianismo se 12 EL GENERO EN DISPUTA une con el feminismo en el ferninismo lésbico, E/ género en disputa trataba de refutar la idea de que la practica lésbica materializa la teoria feminista y establece una relacion mas probleméatica entre los dos términos. En este esczito, el les- bianismo no supone un regreso a lo que es mas importante acerca de ser mujer; tampoco consagra la feminidad ni muestra un mundo ginocéntrico. El lesbianismo no es la rea- lizaci6n erdtica de una serie de creencias politicas (la sexua- lidad y la creencia estén relacionadas de una forma mucho mas compleja y con frecuencia no coinciden)., Por el contra- rio, el texto plantea cémo las practicas sexuales no normati- vas cuestionan la estabilidad del género como categoria de anilisis. ¢Cémo ciertas practicas sexuales exigen la pregun- tat qué es una mujer, qué es un hombre? Si el género ya no se entiende como algo que se consolida a través de la sexua- lidad normativa, entonces hay una crisis de género que sea especifica de los contextos queer? La nocién de que la practica sexual tiene el poder de de- sestabilizar el género surgid tras leer «The Traffic in Wo- men», de Gayle Rubin, y pretendia determinar que !a sexua- lidad normativa consolida el género normative. En pocas palabras, seguin este esquema conceptual, una es mujer en la medida en que funciona como mujer en la estructura hete- rosexual dominante, y poner en tela de juicio la estructura posiblemente implique perder algo de nuestro sentido del lugar que ocupamos en el género. Considero que ésta es la ptimera formulacién de «el problema del género» o «la disputa del género» en este texto. Me propuse entender par- te del miedo y Ja ansiedad que algunas personas experimen- tan al «volverse gays», el miedo a perder el lugar que se ocu- pa en el género 0 a no saber quién terminar4 siendo uno si se acuesta con alguien ostensiblemente del «mismo» génerc. PREFACIO (1999) 13 Esto crea una cierta crisis en la ontologia experimentada en el nivel de la sexualidad y del lenguaje. Esta cuestién se ha agravado a medida que hemos ido reflexionando sobre va- rias formas nuevas de pensar un género que han surgido ala luz del transgénero y la transexualidad, la paternidad y la maternidad lésbicas y gays, y las nuevas identidades lésbicas masculina y femenina. «Cuando y por qué, por ejernplo, al- gunas lesbianas masculinas que tienen hijos hacen de «papa» y otras de «mamé»? ¢Qué ocurre con la idea, propuesta por Kate Bornstein, de que una persona transexual no puede ser definida con los sustantivos de «mujer u «hombre», sino que para referirse a ella deben utilizarse verbos activos que atestigtien la trans- formacién permanente que «es» la nueva identidad 0, ef efecto, la condicién «provisional» que pone en cuestién al ser de la identidad de género? Aunque algunas lesbianas afirman que la identidad lésbica masculina no tiene nada que ver con «ser hombre», otras sostienen que dicha identi- dad no es o no ha sido mds que un camino hacia el deseo de ser hombre. Sin duda estas paradojas han proliferado en los Ultimos afios y proporcionan pruebas de un tipo de disputa sobre el género que el texto mismo no previé.? No obstante, ¢cual es el vinculo entre género y sexua- lidad que pretendia recalcar? Es evidente que no estoy afirmando que ciertas formas de practica sexual den como resultado ciertos géneros, sino que en condiciones de he- terosexualidad normativa, vigilar el género ocasionalmen- te se utiliza como una forma de afirmar la heterosexuali- dad. Catharine MacKinnon plantea este problema de una manera parecida a la mia pero, al mismo tiempo, con algu- nas diferencias decisivas e importantes. MacKinnon afirma: «Suspendida como si fuera un atributo de una persona, la 14 EL GENERO EN DISPUTA desigualdad sexual adopta la forma de género; moviéndose como una relacién entre personas, adopta la forma de se- xualidad, El género emerge como le forma rigida de la sexua- lizacién de la desigualdad entre el hombre y la mujer» Segiin este planteamiento, la jerarquia sexual crea y con- solida el género, Pero lo que crea y consolida el género no ¢s la normatividad heterosexual, sino que es la jerarquia del gé- nero la que se esconde detras de las relaciones heterosexua- les, Sila jerarquia del género crea y consolida el género, y si ésta presupone una nocién operativa de género, entonces el género es lo que causa el género, y la formulacién termina en una tautologia. Quizé MacKinnon solamente pretenda precisar los mecanismos de autorreproduccién de la jerar- quia del género, pero no es esto lo que afirma. éAcaso basta con la «jerarquia del género» para explicar las condiciones de produccién del género? ¢Hasta qué pun- to la jerarquia del género sirve a una heterosexualidad mas o menos obligatoria, y con qué frecuencia fa vigilancia de las normas de género se hace precisamente pata consolidar la hegemonia heterosexual? Katherine Franke, teérica contemporanea del area juri- dica, emplea de forma innovadora las perspectivas feminista y queer para observar que, al presuponer la primacia de la je- rarquia del género para la produccion del género, MacKin- non también esta aceptando un modelo presuntamente he- terosexual para pensar sobre la sexualidad. Franke propone un modelo de discriminacién de género diferente al de Mac- Kinnon, quien afirma de manera convincente que el acoso sexual es la alegoria paradigmatica de la produccién del gé- nero. No toda discriminacién puede interpretarse como acoso; el acto de acoso puede ser aquel en el que una perso- na es «convertida» en un determinado género; pero también PREFACIO (1999) 15 hay otras formas de establecer el género. Asi pues, segtin Franke, es importante distinguir provisionalmente entre dis- criminacién de género y discriminacién sexual. Por ejemplo, los gays pueden recibir un trato discriminatorio en el ambi- to laboral porque su «apariencia» no coincide con las nor- mas de género aceptadas. Y es posible que acosar sexual- mente a los gays no obedezca al propésito de consolidar la jerarquia del género, sino al de promover la normatividad del género. Al mismo tiempo que critica el acoso sexual, MacKin- non establece otro tipo de regulacién: tener un género signi- fica haber establecido ya una relacion heterosexual de su- bordinacién. En un nivel analitico, hace una ecuacién en la que resuenan algunas fotmas dominantes del argumento ho- mofébico, Una postura de este tipo recomienda y perdona el ordenamiento sexual del género, al afirmar que les hom- bres que son hombres serén heterosexuales, y las mujeres que son mujeres serén heterosexuales. Hay otra serie de puntos de vista, en el que se incluye el de Franke, que criti- ca esta forma de regulacién del género. Por tanto, existe una diferencia entre las posturas sexista y feminista sobre la rela- cién entre género y sexualidad: la postura sexista afirma que una mujer Gnicamente revela su condicién de mujer duran- te el acto del coito heterosexual en el que su subordinacidn se convierte en su placer (la esencia emana y se confirma en la subordinacién sexualizada de fa mujer); la posicién femi- nista argumenta que el género deberia ser derrocado, supri- mido 0 convertido en algo ambiguo, precisamente porque siempre es un signo de subordinacién de la mujer. Esta tlti- ma postura acepta el poder de la descripcién ortodoxa de la primera y teconoce que la descripcién sexista ya funciona como una ideologia poderosa, pero se opone a ella. 16 EL GENERO EN DISPUTA Censuro este planteamiento porque algunos tedricos queer han establecido una distinci6n analitica entre género y sexualidad, y rechazan que exista una relacién causal 0 es- tructural entre ambos. Esto tiene mucho sentido desde cier- ta perspectiva: silo que se pretende con esta distincién es afirmar que Ja normatividad heterosexual no deberia orde- nar el género, y que habria que oponerse a tal ordenamien- to, estoy completamente de acuerdo con esta postura,* Pero si lo que se quiere decir con eso es que (desde un punto de vista descriptivo) no hay una regulacién sexual del género, entonces considero que una dimensién importante, aunque no exclusiva, de cémo funciona la homofobia es que pasa desapercibida entre aquellos que la combaten con més fuer- za. Con todo, reconozco que practicar la subversién del gé- nero no implica necesariamente nada acerca de la sexuali- dad y la practica sexual. El género puede volverse ambiguo sin cambiar ni reorientar en absoluto la sexualidad normati- va. A veces la ambigiiedad de género interviene precisamen- te para reprimir o desviar la practica sexual no normativa para, de esa forma, conserva intacta la sexualidad normati- va. En consecuencia, no se puede establecer ninguna corre- lacién, por ejemplo, entre el travestismo o el transgénero y la practica sexual, y la distribucién de !as inclinaciones hetero- sexual, bisexual y homosexual no puede determinarse de manera previsible a partir de los movimientos de simulacién de un género ambiguo o distinto. Gran parte de mi obra de los tiltimos afios ha estado de- dicada a esclarecer y revisar la teoria de la performatividad que se perfila en El género en disputa. No es tarea facil defi- nir la performatividad, no sélo porque mis propias posturas sobre lo que la «performatividad» significa han variado con el tiempo, casi siempre en respuesta a criticas excelentes,’ PREFACIO (1999) 7 sino también porque muchos otros la han adoptado y la han formulado a su manera. Originalmente, la pista para enten- der la performatividad del género me la proporcioné la in- terpretacién que Jacques Derrida hizo de «Ante la ley», de Kafka. En esa historia, quien espera a la ley se sienta frente a la puerta de Ia ley, y atribuye cierta fuerza a esa ley. La anti- cipacién de una revelacién fidedigna del significado es el medio a través del cual esa autoridad se instala: la anticipa- cién conjura su objeto. Es posible que tengamos una expec- tativa similar en lo concerniente al género, de que actie una esencia interior que pueda ponerse al descubierto, una ex- pectativa que acaba produciendo el fenémeno mismo que anticipa. Por tanto, en el primer caso, la performatividad del género gira en torno a esta metalepsis, la forma en que la an- ticipaci6n de una esencia provista de género origina lo que plantea como exterior a si misma. En el segundo, la perfor- matividad no es un acto Gnico, sino una repeticién y un ri- tual que consigue su efecto a través de su naturalizacién en el contexto de un cuerpo, entendido, hasta cierto punto, como una duracién temporal sostenida culturalmente.* Se han formulado varias preguntas importantes a esta doctrina, y una de ellas es especialmente digna de mencién. La postura de que el género es performativo intentaba po- ner de manifiesto que lo que consideramos una esencia in- tema del pénero se construye a través de un conjunto soste- nido de actos, postulados por medio de la estilizacion del cuerpo basada en el género, De esta forma se demuestra que lo que hemos tomado como un rasgo «interno» de nosotros mismos es algo que anticipamos y producimos a través de ciertos actos corporales, en un extremo, un efecto alucinato- rio de gestos naturalizados. ¢Significa esto que todo lo que se entiende como «interno» sobre la psique es, por consi- 18 EL GENERO EN DISPUTA guiente, expulsado, y que ¢sa internalidad es una metéfora falsa? Aunque El género en dispuia evidentemente se sirvié de la metafora de una psique interna en su primera discu- sién sobre la melancolia del género, ese énfasis no se intro- dujo en el pensamiento de la performatividad misma.’ Tan- to Mecanismos pstquicos de poder como varios de mis articulos recientes sobre cuestiones relacionadas con el psicoandlisis han intentado encontrar la manera de vivir con este proble- ma, lo que muchos han visto como una rupture probleméti- ca entre los primeros y los ultimos capitulos de esta obra. Aunque yo negaria que todo el mundo interno de la psique no es sino un efecto de un conjunto estilizado de actos, sigo pensando que es un error teérico importante presuponer la «internalidad» del mundo psiquico. Algunos rasgos del mundo, entre los que se incluyen las personas que conoce- mos y perdemos, se convierten en rasgos «internos» del yo, pero se transforman mediante esa interiorizacién; y ese mundo interno, como lo denominan los kleinianos, se forma precisamente como consecuencia de las interiorizaciones que una psique leva a cabo. Esto sugiere que bien puede haber una teoria psiquica de la performatividad que requie- re un estudio mas profundo. Aunque este texto no da respuesta a la pregunta sobre si la matetialidad del cuerpo es algo totalmente construido, ése ha sido el centro de atencién de gran parte de mi obra sub- siguiente, la cual espero que resulte esclarecedora para mis lectoras y lectores.” Algunos especialistas han analizado la pregunta de si la teoria de la performatividad puede o no ser trasladada a las cuestiones de la raza."! En este punto me gustaria aclarar que tras el discurso sobre el género se es- conden permanentemente las presuposiciones raciales de maneras que es necesario explicitar, y que la taza y el género PREFACIO (1999) 19 no deberian ser tratados como simples analogias. Por consi- guiente, la pregunta que hay que plantear no es si la teoria de la performatividad puede trasladarse a Ia raza, sino qué le ocurte a dicha teoria cuando trata de lidiar con 1a raza. Mu- chos de estos debates se han cejiido al lugar que ocupa la «construccién», en la cuestion de si la raza se construye de la misma forma que el género, Considero que ninguna de las explicaciones de la construccién servird, y que estas catego- tias siempre actiian como fondo la una de la otra y se articu- lan de forma més enérgica recurriendo la una a la otra. Asi, la sexualizacién de las normas de género raciales se puede interpretar bajo distintas épticas a la vez, y el andlisis permi- tird distinguir con total claridad los limites del género en su caracter de categoria de andlisis exclusiva.” Aunque he enumerado algunas de las tradiciones y de los debates académicos que han alentado este libro, no es mi intencién ofrecer toda una apologfa en estas breves paginas. Hay un elemento acerca de las condiciones en que se eseri- bié el texto que no siempre se entiende: no lo escribi sola- mente desde la academia, sino también desde los movimien- tos sociales convergentes de los que he formado parte, y en el contexto de una comunidad lésbica y gay de la costa este de Estados Unidos, donde vivi durante catorce aiios antes de escribirlo. A pesar de la dislocacién del sujeto que se efectiia en el texto, detras hay una persona: asisti a numerosas reu- niones, bares y marchas, y observé muchos tipos de géneros; comprendi que yo misma estaba en la encrucijada de algu- nos de ellos, y tropecé con la sexualidad en varios de sus bordes culrurales. Conoci a muchas personas que intenta- ban definir su camino en medio de un importante movi- miento en favor del reconocimiento y la libertad sexuales, y senti la alegria y la frustracién que conileva formar parte de 20 EL GENERO EN DISPUTA ese movimiento tanto en su lado esperanzador como en su disensién interna. Estaba instalada en la academia, y al mis- mo tiempo estaba viviendo una vida fuera de esas paredes; y si bien El género en disputa es un libro académico, para mi empezé con un momento de transicién, sentada en Reho- both Beach, reflexionando sobre si podria relacionar los di- ferentes ambitos de mi vida. El hecho de que pueda escribir de un modo autobiografico no altera, en mi opinién, el lugar que ocupo como el sujeto que soy, aunque tal vez dé al lec- tor cierto consuelo el saber que hay alguien detras (dejaré por el momento el problema de que ese alguien esté dado en el lenguaje). Una de las experiencias mas gratificantes ha sido saber que el texto se sigue leyendo fuera de la academia hasta el dia de hoy. Al mismo tiempo que Queer Nation hizo suyo el libro, y que en algunas de sus reflexiones sobre la teatrali- dad de la autopresentacidn de los queer resonaban las tacti- cas de Act-Up, el libro fue una de las obras que llevaron a los miembros de la Asociacién Psicoanalitica de Estados Unidos y de la Asociacién Psicolégica de Estados Unidos a reevaluar parte de su doxa vigente sobre la homosexualidad. Las nociones del géneto performativo se incorporaron de diversas maneras en las artes visuales, en las exhibiciones de Whitney, y en la Otis School for the Arts de Los Angeles, entre otros, Algunos de sus planteamientos sobre la cuestidn de «ia mujer y la relacion entre a sexualidad y el género también incorporaron la jurisprudencia feminista y el traba- jo académico del 4mbito juridico antidiscriminatorio de la obra de Vicki Schultz, Katherine Franke y Mary Jo Frug. A mi vez, me he visto obligada a revisar algunas de las posturas que adopto en E/ género en disputa a consecuencia de mis propios compromisos politicos. En el libro tiendo a PREFACIO (1999) 21 entender el reclamo de «universalidad» como una forma de exclusividad negativa y excluyente. No obstante, me perca- té de que ese término tiene un uso estratégico importante precisamente como una categoria no sustancial y abierta cuando colaboré con un grupo extraordinario de activistas, primero como integrante de la directiva y luego como di- rectora de la Comisién Internacional de Derechos Huma- nos de Gays y Lesbianas (1994-1997), organizaci6n que re- presenta a las minorias sexuales en una gran variedad de temas relacionados con los derechos humanos. Fue ahi don- de comprendi que la afirmacién de la universalidad puede ser proléptica y performativa, invoca una realidad que ya no existe, y descarta una coincidencia de horizontes culturales que ain no se han encontrado. De esta forma Ilegué a un se- gundo punto de vista de 1a universalidad, segin el cual se define como una tarea de traducci6n cultural orientada al futuro.” Mas recientemente he tenido que relacionar mi obra con la teoria politica y, una vez mas, con el concepto de universalidad en un libro del que soy coautora y que es- cribi junto con Ernesto Laclau y Slavoj Zizek sobre la teoria de la hegemonia y sus implicaciones para la izquierda tedri- camente activista. Otra dimensién practica de mi pensamiento se ha pues- to de manifiesto en relacién con el psicoanilisis entendido en su caracter de labor tanto académica como clinica. Ac- tualmente colaboro con un grupo de terapeutas psicoanali- ticos progresistas en una nueva revista, Studies in Gender and Sexuality, cuyo objetivo es llevar el trabajo clinico y del Ambito académico a un didlogo productivo sobre cuestiones de sexualidad, género y cultura. Tanto los criticos como los amigos de El género en dispu- ta han Ylamado la atencién sobre lo dificil de su estilo. Sin 22 EL GENERO EN DISPUTA duda es extrafio, ¢ incluso exasperante para algunos, descu- brir que un libro que no se lee facilmente sea «popular» se- gan los estandares académicos. La sorpresa que esto causa quizé sea debida a que subestimamos al lector, su capacidad y su deseo de leer textos complicados y que constituyan un desafio, cuando la complicacién no es gratuita, cuando el desafio sirve para poner en duda verdades que se dan por sentadas, cuando en realidad dar por hecho esas verdades es opresivo. Considero que el estilo es un terreno fangoso, y desde luego no es algo que se elija o se controle unilateralmente con los objetivos que de modo consciente nos proponemos. Fredric Jameson explicé esto en su primera obra sobre Sar- tre. Aunque es posible practicar estilos, los estilos de los que hos servimos no son en absoluto una eleccién consciente. Ademés, ni la gramatica ni el estilo son politicamente neu- tros. Aprender las reglas que rigen el discurso inteligible es imbuirse del lenguaje normalizado, y el precio que hay que pagar por no conformarse a él es la pérdida misma de inteli- gibilidad. Como me lo recuerda Drucilla Comell, que sigue la tradicién de Adorno: no hay nada radical acerca del sen- tido comin. Considerar que la gramatica aceptada es el me- jor vehiculo para exponer puntos de vista radicales seria un error, dadas las restricciones que la gramatica misma exige al pensamiento; de hecho, a lo pensable. Sin embargo, las for- mulaciones que tergiversan la gramatica o que de manera implicita cuestionan las exigencias del sentido proposicional de utilizar sujeto-verbo son claramente irritantes para algu- nos. Los lectores tienen que hacer un esfuerzo, y a veces és- tos se ofenden ante lo que tales formulaciones exigen de ellos. ¢Estan los ofendidos reclamando de manera legitima un «lenguaje sencillo», o acaso su queja se debe a las expec- PREFACIO (1999) 23 tativas de vida intelectual que tienen como consumidores? éSe obtiene, quiz, un valor de tales experiencias de dificul- tad lingitistica? Si el género mismo se naturaliza mediante las normas gramaticales, como sostiene Monique Wittig, en- tonces la alteracién del género en el nivel epistémico mas fundamental estar dirigida, en parte, por la negacién de la gramatica en la que se produce el género. La exigencia de lucidez pasa por alto las estratagemas que fomentan el punto de vista aparentemente «claro». Avi- tal Ronell recuerda el momento en el que Nixon miré a los ojos de la nacién y dijo: «Permitanme dejar algo totalmente en claro», y a continuacién empez6 a mentir. ¢Qué es lo que se esconde bajo el signo de «claridad» y cual seria el precio de no mostrar ciertas reservas criticas cuando se anuncia la legada de la lucidez? ¢Quién inventa los protocolos de «cla- tidad» y a qué intereses sirven? Qué se excluye al persistir en los esténdares provincianos de transparencia como un elemento necesario para toda comunicacién? ¢Qué es lo que esconde la «transparencia»? Crecf entendiendo algo sobre la violencia de las normas del género: un tio encarcelado por tener un cuerpo anaté- micamente anémalo, privado de 1a familia y de los amigos, que pas6 el resto de sus dias en un «instituto» en las prade- ras de Kansas; primos gays que tuvieron que abandonar el hogar por su sexualidad, real o imaginada; mi propia y tem- pestuosa declaracién publica de homosexualidad a los 16 aitos, y el subsiguiente panorama adulto de trabajos, amantes y hogares perdidos. Todas estas experiencias me sometieron auna fuerte condena que me marcé, pero, afortunadamen- te, no impidié que siguiera buscando el placer e insistiendo en el reconocimiento legitimizador de mi vida sexual. Iden- tificar esta violencia fue dificil precisamente porque el géne- 24 EL GENERO EN DISPUTA ro era algo que se daba por sentado y que al mismo tiempo se vigilaba terminantemente. Se presuponia que era una ex- presién natural del sexo o una constante cultural que ningu- na accién humana era capaz de modificar. También llegué a entender algo de la violencia de Ia vida de exclusion, aquella que no se considera «vida», aquella cuya encarcelacién con- duce a la suspensién de la vida, o una sentencia de muerte sostenida. El empefio obstinado de este texto por «desnatu- ralizar» el género tiene su origen en el deseo intenso de con- trarrestar la violencia normativa que conllevan las morfolo- gias ideales del sexo, asi como de eliminar las suposiciones dominantes acerca de la heterosexualidad natural o presun- ta que se basan en los discursos ordinarios y académicos so- bre la sexualidad. Escribir sobre esta desnaturalizacién no obedecié meramente a un deseo de jugar con el lenguaje o de recomendar payasadas teatrales en vez de la politica «teal», como algunos criticos han afirmado (como si el tea- tro y la politica fueran siempre distintos); obedece a un de- seo de vivir, de hacer la vida posible, y de replantear lo posi- ble en cuanto tal. ¢Cémo tendria que ser el mundo para que mi tfo pudiera vivir con su familia, sus amigos 0 algiin otro tipo de parentesco? ¢Cémo debemos reformular las limita- ciones morfolégicas idéneas que recaen sobre los seres hu- manos para que quienes se alejan de ia norma no estén con- denados a una muerte en vida? Algunos lectores han preguntado si Ef género en disputa procura ampliar las opciones del género por algun motivo. Preguntan con qué objetivo se engendran esas nuevas confi- guraciones del género, y cémo deberiamos distinguizlas. Con frecuencia la pregunta conduce a una premisa anterior, es decir, que el texto no plantea la dimensién normativa o prescriptiva del pensamiento feminista. Es evidente que lo PREFACIO (1999) 25 «normativo» tiene al menos dos significados en este encuen- tro critico, pues es una de Jas palabras que utilizo con fre- cuencia, sobre todo para describir la violencia mundana que ejercen ciertos tipos de ideales de género. Suelo utilizar «normativo» de una forma que es sinénima de «concernien- te a las normas que rigen el género»; sin embargo, el térmi- no «normativo» también atafie a la justificacién ética, como se establece, y qué consecuencias concretas se desprenden de ella. Una de las preguntas criticas que se han planteado sobre Ei género en disputa es ésta: ¢cémo actuamos para emitir juicios acerca de cémo ha de vivirse el género basan- donos en las descripciones tedricas que aqui se exponen? No es posible oponerse a las formas «normativas» del géne- to sin suscribir al mismo tiempo cierto punto de vista nor- mativo de cémo deberia ser el mundo con género. No obs- tante, quiero puntualizar que la visi6n normativa positiva de este texto no adopta la forma de una prescripcion (ni puede hacerlo) como: «Subvirtamos el género tal como lo digo, yla vida ser buena». Quienes hacen tales afirmaciones, o quienes estan dis- puestos a decidir entre expresiones subversivas y no subver- sivas del género, basan sus juicios en una descripcién. El gé- nero aparece de tal o cual forma, y a continuacién se elabora un juicio normativo sobre esas apariencias y sobre la base de lo que parece. Pero ¢qué determina el dominio de las apa- riencias del género mismo? Podemos sentirnos tentados a es- tablecer la siguiente distincién: una explicacién descriptiva del género incluye cuestiones sobre fo que hace inteligible el género, una exploracién sobre sus condiciones de viabilidad, mientras que una explicacién normativa intenta dar respucs- taa la pregunta de qué expresiones de género son aceptables y cules no, ofreciendo motives convincentes para distinguir 26 EL GENERO EN DISPUTA de esta forma entre tales expresiones. Sin embargo, la pregun- ta de qué cuenta como «género» es ya de por si una pregunta que asegura una operacién de poder predominantemente normativa, una operacién fugitiva de «qué sucedera» bajo la rabrica de «qué sucede». Asi, la descripcién misma del cam- po del género no es en ningwin caso anterior a la pregunta de su operacién normativa, ni se puede separar de ella. No me propongo formular juicios sobre lo que distingue lo subversivo de lo no subversivo. No sélo creo que tales jui- cios no se pueden hacer fuera de contexto, sino que también pienso que no se pueden formular de forma que soporten el paso del tiempo (los «contextos» son de por si unidades postuladas que experimentan cambios temporales y revelan su falta de unidad esencial). De la misma forma que las me- taforas pierden su cardcter metaférico a medida que, con el paso del tiempo, se consolidan como conceptos, las practi- cas subversivas corten siempre el riesgo de convertirse en clichés adormecedores a base de repetirlas y, sobre todo, al repetirlas en una cultura en la que todo se considera mer- cancia, y en la que la «subversién» tiene un valor de merca- do. Obstinarse en establecer el criterio de lo subversivo siempre fracasard, y debe hacerlo. Entonces ¢qué est en juego cuando se usa el término? Uno de fos temas que mas me preocupan son los siguien- tes tipos de preguntas: equé constituye una vida inteligible y qué no, y cémo las suposiciones acerca del género y la sexua- lidad normativos deciden por adelantado lo que pasar a for- mar parte del campo de lo

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